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Archive for the ‘Violencia política’ Category

Comparto este artículo del Adam Hochschild analizando la represión que sufrió el American Socialist Party durante la primera guerra mundial. Hochschild nos narra el crecimiento impresionante que experimentó el partido en los primeros años del siglo XX, convirtiéndole en una amenaza para el establisment estadounidense. La entrada de Estados Unidos a la gran guerra dio al Estado la excusa necesaria para perseguir a los socialistas encarcelándoles, negándole acceso a sus publicaciones al correo, presionando a quienes los apoyaban, etc. El ejemplo clásico, pero no el único caso, es del Eugene Debs quien fue condenado a diez años de cárcel en 1918. En palabras del autor, «Para cuando Debs murió en 1926, el partido que una vez había elegido a 33 legisladores estatales, 79 alcaldes y más de 1,000 miembros de  consejos de varias ciudades y otros funcionarios municipales había cerrado la mayoría de sus oficinas y se había quedado con menos de 10,000 miembros en todo el país.»

Dada la influencia de los socialistas en la reforma social, el autor se pregunta en un ejercicio contrafáctico, cuál habría sido el desarrollo de Estados Unidos si el Partido Socialista no hubiera sido destruido en la década de 1910. Hochschild juega con la idea de que fue la destrucción del Partido Socialista  lo que explica que hoy Estados Unidos sea el único país desarrollado que no cuente con un «un seguro de salud nacional», que sus ciudadanos inviertan miles de dólares en la educación universitaria de sus hijos y que aún en estados ricos como California miles de personas duerman en las calles.

Adam Hochschild enseña en la Graduate School of Journalism de la Universidad de California en Berkeley. Es autor de 11 libros, entre ellos Rebel Cinderella: From Rags to Riches to Radical, the Epic Journey of Rose Pastor Stokes (2020),  Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936-1939 (2016), To End All Wars: A Story of Loyalty and Rebellion, 1914-1918  (2011) y  King Leopold’s Ghost: A Story of Greed, Terror and Heroism in Colonial Africa  (2002).  Su libro más reciente es  American Midnight: The Great War, a Violent Peace, and Democracy’s Forgotten.


Socialist Party History and Geography - Mapping American Social Movements

La destrucción  del socialismo estadounidense

ADAM HOCHSCHILD

TomDispatch    6 de octubre de 2022

Donald Trump ha tenido la necesidad de aplastar muchas cosas, incluyendo las últimas elecciones. Así que debo admitir que me pareció inquietantemente divertido que, cuando el FBI entró en su finca en Mar-a-Lago recientemente, lo hicieron bajo una orden autorizada por la Espionage Actde 1917. La historia ciertamente tiene una extraña forma de regresar a nuestro mundo y también de aplastar alternativas. Independientemente de lo que haya hecho Trump, ese acto tiene un historial lamentable tanto en su propio tiempo como en el nuestro cuando ha sido utilizado, incluso por su administración, para silenciar a los filtradores de información del gobierno. Y debido a que mi último libro, American Midnight: The Great War, A Violent Peace, and America’s Forgotten Crisis, trata sobre el aplastamiento de alternativas hace un siglo en este país, en medio de todo esto, no pude evitar pensar en una parte de nuestra historia que The Donald sin duda habría sido el primero en aplastar,  si tuviera la oportunidad.

American Midnight: The Great War, a Violent Peace, and Democracy's  Forgotten Crisis: Hochschild, Adam: 9780358455462: Amazon.com: Books

Pero permítanme comenzar con un evento personal más cercano al presente. Mientras visitaba Dinamarca recientemente, desarrollé una infección en mi mano y quería ver a un médico. El hotel en la ciudad provincial donde me alojaba me dirigió a un hospital local. Rápidamente me llevaron a una sala de consulta, donde una enfermera me interrogó y me dijo que esperara. Solo pasaron unos minutos antes de que un médico entrara en la habitación, me examinara y dijera en excelente inglés, sí, de hecho, necesitaba un antibiótico. Rápidamente giró en su silla, abrió un gabinete detrás de él, sacó una botella de píldoras, me la entregó y me dijo que tomara dos al día durante 10 días. Cuando le di las gracias y le pregunté a dónde debía ir para pagar la consulta y el medicamento, respondió simplemente: “No tenemos instalaciones para eso”.

No hay facilidades para eso.

Es una frase que me vuelve cada vez que me recuerdan cómo, en la nación más rica del mundo, todavía no tenemos un seguro de salud nacional completo. Y eso está lejos de ser lo único que nos falta. En una multitud de formas, somos conocidos por tener una red de seguridad social mucho más débil que muchos otros países ricos y detrás de eso se encuentra una historia en la que la Espionage Act jugó un papel crucial.

Un amigo danés que me visitó recientemente se horrorizó al encontrar a cientos de personas sin hogar que vivían en campamentos de tiendas de campaña en Berkeley y Oakland, California. Y eso sí, este es un estado progresista y próspero. Los pobres son aún más propensos a caer a través de las grietas (o abismos) en muchos otros estados.

Los visitantes del extranjero se sorprenden de manera similar al descubrir que las familias estadounidenses pagan regularmente matrículas universitarias astronómicas de sus propios bolsillos. Y no solo los países europeos acomodados lo hacen mejor en proveer a sus ciudadanos. El costarricense promedio, con una sexta parte del ingreso anual per cápita de su contraparte estadounidense, vivirá dos años más, gracias en gran parte al sistema nacional integral de salud de ese país.

¿Por qué a nuestro país no le ha ido mejor, en comparación con tantos otros? Ciertamente hay muchas razones, entre ellas el incesante bombardeo de propaganda de décadas de la derecha estadounidense, que pinta cada fortalecimiento propuesto de la salud y el bienestar públicos, desde el seguro de desempleo hasta el Seguro Social, Medicare y Obamacare, como un paso siniestro en el camino hacia el socialismo.

Esto es una tontería, por supuesto, ya que la definición clásica de socialismo es la propiedad pública de los medios de producción, un tema de la agenda que no está en ningún horizonte político estadounidense imaginable. En otro sentido, sin embargo, la acusación es históricamente precisa porque, tanto aquí como en el extranjero, los avances significativos en salud y bienestar a menudo han sido encabezados por los partidos socialistas.

El primer sistema nacional de salud del mundo, en la Alemania Imperial, fue, por ejemplo, impulsado por el Reichstag por el canciller Otto von Bismarck en 1883 precisamente para flanquear a los socialistas alemanes, que durante mucho tiempo habían estado abogando por medidas similares. Tampoco fue sorprendente que el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña fuera instalado por el Partido Laborista cuando tomó el poder después de la Segunda Guerra Mundial.

Y en los Estados Unidos, a principios del siglo pasado, algunos de los modestos movimientos del presidente Theodore Roosevelt para regular los negocios y romper los trusts fueron, de hecho, diseñados para robar una marcha a los socialistas de este país, a quienes temía, como escribió a un amigo, que fueran “mucho más siniestros que cualquier movimiento populista o similar en tiempos pasados”.

Socialist Party of America - WikipediaEn aquel entonces, por sorprendente que parezca hoy, el American Socialist Party era de hecho parte de nuestra realidad política y, en 1904, se había pronunciado a favor del seguro nacional de salud obligatorio. Una docena de años después de eso, el congresista socialista de Nueva York Meyer London presentó un proyecto de ley sorprendentemente similar a la Affordable Care Act de la administración Obama de más de un siglo después. En 1911, otro congresista socialista, Victor Berger de Wisconsin, propuso una pensión nacional de vejez, un objetivo que no se realizaría hasta dentro de otro cuarto de siglo con la aprobación de la Ley de Seguridad Social de 1935.

El socialismo nunca fue un movimiento tan fuerte en los Estados Unidos como en tantos otros países. Aún así, una vez fue al menos una fuerza a tener en cuenta. Los socialistas se convirtieron en alcaldes de ciudades tan dispares como Milwaukee, Pasadena, Schenectady y Toledo. Los miembros del partido ocuparon más de 175 cargos estatales y locales solo en Oklahoma. La gente comúnmente señala a 1912 como la marca de agua alta del partido. Ese año, su candidato a la presidencia, Eugene V. Debs, obtuvo el 6% del voto popular, incluso ganándole al candidato republicano en varios estados.

Eugene V. Debs and the Endurance of Socialism | The New Yorker

Eugene Debs

Aún así, el verdadero pico de la popularidad del socialismo estadounidense llegó unos años más tarde. El carismático Debs decidió no volver a postularse en 1916, aceptando erróneamente la promesa implícita del presidente Woodrow Wilson de mantener a los Estados Unidos fuera de la Primera Guerra Mundial, algo que a la mayoría de los socialistas les importaba apasionadamente. En abril de 1917, Wilson los enfureció al llevar al país a lo que había sido, hasta entonces, principalmente un conflicto europeo, mientras reprimía ferozmente a los disidentes que se oponían a su decisión. Ese otoño, sin embargo, los socialistas lograron avances impresionantes en las elecciones municipales, ganando más del 20% de los votos en 14 de las ciudades más grandes del país, más del 30% en varias de ellas, y 10 escaños en la Asamblea del Estado de Nueva York.

Durante esa campaña, Wilson estaba particularmente consternado por la popularidad del partido en la ciudad de Nueva York, donde el abogado socialista Morris Hillquit se postulaba para alcalde. El presidente le preguntó a su conservador fiscal general texano, Thomas Gregory, qué se podía hacer con las “declaraciones escandalosas” de Hillquit contra la guerra. Gregory respondió que temía que procesar a Hillquit “le permitiera hacerse pasar por un mártir y probablemente aumentaría su fuerza de voto. Estoy haciendo que mis representantes en la ciudad de Nueva York observen la situación con bastante cuidado, y si se llega a un punto en el que se pueda proceder contra él, me dará mucho placer”. Hillquit perdió, pero obtuvo el 22% de los votos.

Los socialistas jubilosos sabían que si les iba igual de bien en las elecciones de mitad de período de 1918, su total de votos nacionales podría por primera vez aumentar a millones. Para Wilson, cuyos demócratas controlaban la Cámara de Representantes por el más estrecho de los márgenes, la posibilidad de que los socialistas obtuvieran el equilibrio de poder allí era horrible. Y así, ya en guerra en Europa, su administración en efecto declaró la guerra a los socialistas en casa también, utilizando como su herramienta principal la criminalización radical de Wilson de la disidencia, la nueva Espionage Actde 1917. El saldo sería devastador.

El hacha del gobierno cae

Ya la mujer más popular del partido, la ardiente oradora nacida en Kansas Kate Richards O’Hare, conocida como Red Kate por su política y su masa de cabello rojo, había sido condenada a cinco años bajo la Espionage Actpor hablar en contra de la guerra. Aún libre en apelación, O’Hare, que conocía las dificultades de la vida agrícola de primera mano y se había postulado tanto para la Cámara de Representantes como para el Senado, continuó atrayendo audiencias a miles cuando habló en los estados de las praderas. En poco tiempo, sin embargo, su apelación fue denegada y fue enviada a la penitenciaría de Jefferson City, Missouri, donde se encontró en la celda contigua a la anarquista Emma Goldman. Los dos se convertirían en amigas de por vida.

En 1918, el gobierno persiguió a Debs. El pretexto era un discurso que había dado desde un quiosco de música de un parque en Canton, Ohio, después de una convención estatal de su asediado partido. “Siempre les han enseñado que es su deber patriótico ir a la guerra y que ustedes mismos sean masacrados a sus órdenes”, dijo a la multitud. “Pero en toda la historia del mundo, ustedes, el pueblo, nunca tuvieron voz para declarar la guerra”.

SOCIALIST PARTY OF AMERICA (1897-1946) history

Eso fue más que suficiente. Dos semanas más tarde, fue acusado y llevado rápidamente ante un juez federal que resultó ser el ex socio del bufete de abogados del secretario de guerra del presidente Wilson. En ese juicio, Debs pronunció palabras que serían citadas durante mucho tiempo:

“Su Señoría, hace años reconocí mi parentesco con todos los seres vivos, y decidí que no era ni un poco mejor que el más malo de la tierra. Dije entonces, digo ahora, que si bien hay una clase baja, yo estoy en ella; si bien hay un elemento criminal, yo soy de él; mientras haya un alma en prisión, no soy libre”.

Los espectadores jadearon cuando el juez pronunció sentencia contra el cuatro veces candidato presidencial: una multa de $ 10,000 y 10 años de prisión. En las elecciones de 1920, todavía estaría en la penitenciaría federal de Atlanta cuando recibió más de 900.000 votos para presidente.

Sin embargo, el gobierno no se limitó a procesar a luminarias como O’Hare y Debs. También persiguió a los miembros de base del partido, sin mencionar a los ex candidatos socialistas a gobernador en Minnesota, Nueva Jersey y Dakota del Sur, así como a los secretarios estatales del Partido Socialista de al menos cuatro estados y un ex candidato socialista al Congreso de Oklahoma. Casi todos ellos serían condenados en virtud de la Espionage Act por oponerse a la guerra o al reclutamiento.

No muy contento con esto, la administración Wilson también atacaría a los socialistas en muchos otros frentes. Había entonces más de 100 diarios, semanarios y mensuales socialistas y la Espionage Act le dio al director general de correos de Wilson, el segregacionista Albert Burleson de Texas, el poder de considerar tales publicaciones no debían ser enviadas por correo. En poco tiempo, Burleson prohibiría del correo prácticamente toda la prensa socialista, que, en los años anteriores a la guerra, tenía una circulación combinada de dos millones. Algunos diarios, que no necesitaban la Oficina de Correos para llegar a sus lectores, sobrevivieron, pero para la mayoría de ellos tal prohibición fue un golpe mortal.

El gobierno paralizó el movimiento socialista de muchas maneras menos formales también. Por ejemplo, la oficina de correos de Burleson simplemente dejó de entregar cartas hacia y desde la sede del partido en Chicago y algunas de sus oficinas estatales y locales. El personal de un periódico socialista en Milwaukee generalmente notó que no estaban recibiendo correspondencia comercial. Incluso sus suscripciones por correo al New York Times y al Chicago Tribune ya no llegaban. Pronto los ingresos publicitarios comenzaron a agotarse. En medio de esto, Oscar Ameringer, un escritor del periódico, llamó a un partidario de mucho tiempo, un panadero que de repente había dejado de comprar anuncios. Según Ameringer, el hombre “se desplomó en una silla, se cubrió los ojos y, con lágrimas corriendo por sus dedos, sollozó: ‘Dios mío, no puedo evitarlo … Me dijeron que si no sacaba mi publicidad me rechazarían… harina, azúcar y carbón’“.

Socialism in America - Dissent Magazine

Victor Berger, Bertha Hale White y Eugene V. Debs en 1924 (Library of Congress)

También siguieron las señales de la administración en ese asalto en tiempos de guerra los políticos locales y los vigilantes que atacaron a los oradores socialistas o les negaron salas de reuniones. Después de que los progresistas y los miembros de los sindicatos organizaron una marcha contra la guerra en el Boston Common, por ejemplo, los vigilantes allanaron la oficina cercana del Partido Socialista, rompieron sus puertas y ventanas, y arrojaron muebles, papeles y la maleta de un activista viajero por las ventanas destrozadas a una hoguera.

En enero de 1918, el alcalde de Mitchell, Dakota del Sur, ordenó la disolución de la convención estatal del partido y la expulsión de todos los delegados de la ciudad. Un líder del partido fue capturado “en las calles por cinco hombres desconocidos y empujado a un automóvil en el que lo condujeron a cinco millas de la ciudad”, informó un periódico local. “Allí fue puesto en la pradera y… le dijeron que se dirigieran a su casa en Parkston [una caminata de 18 millas] y le advirtieron que no regresara”.

El gran “¿Y si?” Pregunta

Los socialistas estuvieron lejos de ser los únicos en sufrir la ola de represión que barrió el país en el segundo mandato de Wilson. Otros objetivos incluían el movimiento obrero, los dos pequeños partidos comunistas rivales del país y miles de radicales que nunca se habían convertido en ciudadanos estadounidenses y fueron objeto de deportación. Pero entre todas las víctimas, ninguna organización fue más influyente que el Partido Socialista. Y nunca se recuperó.

Cuando Debs volvió a salir a la carretera después de ser finalmente liberado de la prisión en 1921, a menudo, en el último minuto, se le negaron los lugares que había reservado. En Cleveland, el City Club canceló su invitación; en Los Ángeles, el único lugar donde podía hablar era en el zoológico de la ciudad. Aún así, lo tuvo más fácil que el escritor socialista Upton Sinclair quien, cuando comenzó a dar un discurso en San Pedro, California, en 1923, fue arrestado mientras leía la Primera Enmienda en voz alta.

Para cuando Debs murió en 1926, el partido que una vez había elegido a 33 legisladores estatales, 79 alcaldes y más de 1,000 miembros del consejo de la ciudad y otros funcionarios municipales había cerrado la mayoría de sus oficinas y se había quedado con menos de 10,000 miembros en todo el país. Kate Richards O’Hare escribió a su amiga Emma Goldman, que había sido deportada de los Estados Unidos en 1919, que se sentía una “especie de huérfana política ahora sin lugar para recostar mi cabeza”.

A pesar de su condición de minoría, los socialistas habían sido una fuerza significativa en la política estadounidense antes de que la histeria de guerra patriótica provocara una era de represión. Hasta entonces, los legisladores republicanos y demócratas habían votado a favor de medidas de reforma de principios del siglo XX, como las leyes de trabajo infantil y el impuesto sobre la renta, en parte para evitar las demandas del Partido Socialista de cambios más grandes.

Si ese partido hubiera permanecido intacto en lugar de ser tan despiadadamente aplastado, ¿por qué más podrían haber votado? Este sigue siendo uno de los mayores “qué pasaría si” en la historia de Estados Unidos. Si el Partido Socialista no hubiera estado tan cojeando, ¿podría al menos haber empujado a los principales a crear el tipo de red de seguridad social y sistemas nacionales de seguro de salud más fuertes que la gente hoy da por sentado en países como Canadá o Dinamarca? Sin la Ley de Espionaje, ¿se podría haber dejado a Donald Trump pudrirse en Mar-a-Lago en un mundo en el que tanto podría haber sido diferente?

La última vez que intentó pagar una factura médica, ¿podría, de hecho, haberle dicho: “No tenemos instalaciones para eso”?

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Las Panteras Negras son, sin lugar a dudas, uno de los movimientos políticos más interesantes de la historia estadounidense.  Las imágenes de sus miembros vestidos en cuero negro, boina y portando armas largas se convirtió en el símbolo de un periodo, y en un medio para encajonarle como un movimiento violento. Sin embargo, como nos recuerda Suzzane Cope en este artículo, la verdadera amenaza de  las Panteras a la hegemonía de los blancos  estuvo en sus programas sociales. Entre éstos destaca el Free Breakfast Program for Kids, que proveía desayuno gratuito y abundante para niños pobres, blancos, hispanos y negros. Es necesario destacar tres cosas de este artículo. Primero, que la Dra. Cope es enfatica en el hecho de que las mujeres constituían la  mayoría de los integrantes del Partido de las Panteras Negras. Segundo, que  eran mujeres las principales responsables del programa de desayunos. Tercero, que el papel central de las mujeres en este movimiento fue invisibilizado tanto por los medios como por el aparato represivo del Estado.

Suzanne Cope posee un doctorado en aprendizaje adulto por Lesley University.  Cope trabaja como periodista  y es profesora en New York University. Es autora de Power Hungry: Women of the Black Panther Party y Freedom Summer and Their Fight to Feed a Movement (2021).


Black Panther's Free Breakfast Program | One Mic: Black History

Desayuno con las Panthers

Suzanne Cope

11 de mayo de 2022    AEON

A partir de 1969, y durante varios años más, en los sótanos de las iglesias y las cocinas de los centros comunitarios en ciudades y pueblos de todo Estados Unidos, miles de niños se sentaron alrededor de una mesa todos los días escolares para comer un desayuno caliente servido por los jóvenes adultos del Black Panther Party. Para cada niño había un plato y un utensilio, una taza y una servilleta. Los niños aprendieron a usar su tenedor y cuchillo correctamente, comiendo huevos, sémola, tocino y tostadas, regados con jugo, leche o chocolate caliente, que las empresas locales habían donado esa semana.

Las Panthers, la mayoría de ellas en sus últimos años de adolescencia y principios de los 20, y alrededor de dos tercios de ellas mujeres, habían llegado a estas cocinas comunitarias antes del amanecer para preparar esta comida caliente para los niños, servirles y luego revisar la tarea, y dar lecciones de educación física (y educación política).

“¿Quién inventó el semáforo?”, gritaba una Pantera.

“¡Un hombre negro!”, respondieron los niños.

También aprendieron que comer un desayuno abundante era un derecho, y que una barriga llena les ayudaba a prestar atención en la escuela. A los niños, la mayoría, pero no todos, eran negros e hispanos, se les enseñó sobre inventores, artistas y líderes negros e hispanos, las historias que a menudo se dejaron (y aún están) fuera de las historias principales. Para muchos niños, esta fue la primera vez que aprendieron que un negro u otra persona de color podría ser un ingeniero, un científico o un artista.

Las Panthers luego enseñaron a los niños a ayudar a limpiar sus platos y empacar sus maletas, y luego los llevaron a la escuela. En los lugares donde el Partido de las Panteras Negras ofreció su Free Breakfast Program for Kids, las tasas de asistencia y el rendimiento académico general aumentaron.

El programa de desayuno de las Panteras abordó una necesidad extrema en las comunidades de todo el país, pero éste y sus otros programas de justicia alimentaria siempre fueron más que alimentar a los hambrientos. Las Panteras vieron estos “programas de supervivencia” –lo que los fundadores de las Panthers, Bobby Seale y Huey P. Newton, llamaron “supervivencia pendiente de revolución” –  como modelos de los principios socialistas de su partido.

El Black Panther Party for Self-Defense fue fundado por Seale y Newton en Oakland, California, en 1966, con el objetivo inicial de abordar la brutalidad policial en los barrios negros de su ciudad. Su nombre se inspiró en un panfleto para la Lowndes County Freedom Organization (LCFO) en Alabama, que utilizó las imágenes de un gato negro grande y agazapado en sus papeletas como tercer partido político. El LCFO fue iniciado por Stokely Carmichael, un líder de la organización de derechos civiles Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC) en 1965 para apoyar a los candidatos negros, y fue apodado “The Black Panther Party” por los medios blancos. La Pantera había parecido un símbolo adecuado: un animal que no atacaba a menos que fuera provocado, pero que luego se defendería valientemente.

Inicialmente, Seale y Newton reclutaron a hombres jóvenes que patrullaban las calles con armas colgadas sobre sus hombros, a menudo adoptando un uniforme similar de una chaqueta de cuero negro y una boina. Si veían un arresto en curso, se paraban cerca como testigos de las acciones policiales e informaban al arrestado de sus derechos, a veces documentando la interacción con una cámara. Como era de esperar, la policía local se enfureció por la presencia de las Panthers y la tensión se fomentó.

Las Panthers rápidamente se movieron más allá de las patrullas callejeras, abordando otras necesidades de la comunidad. Un esfuerzo inicial envió a los miembros a dirigir el tráfico en una intersección notoriamente peligrosa, lo que llevó a la ciudad a instalar finalmente un semáforo.Feeding a Movement | Chapter 16

En la primavera de 1967, la adolescente Tarika Lewis llegó a la sede del Partido Pantera Negra en Oakland y pidió unirse. Señaló su propio lenguaje en su Programa de Diez Puntos que apoya la igualdad de género, y quería ver a las mujeres en sus filas. Más tarde reflexionó: “Cuando me uní al partido, estaba encantada de formar parte de una organización que cree en la igualdad de hombres y mujeres …”. Lewis abrió la puerta para que muchas más mujeres se unieran a la fiesta, tanto en Oakland como entre los capítulos en rápida expansión en todo el país. Lewis agregó: “Una de las ironías del Partido pantera negra es que las imágenes del hombre negro con la chaqueta de un arma se volvieron emblemáticas, pero la realidad es que la mayoría de los miembros de base a fines de los años 60 eran mujeres”.

A medida que crecían en número e influencia en el vecindario, las Panthers querían abordar mejor las necesidades locales. Se pusieron en contacto con el SNCC para obtener ayuda en la organización. El activista del SNCC Curtis (Hayes) Muhammad dijo que el SNCC envió miembros para enseñar a las Panthers el enfoque que aprendieron de su venerable líder Ella Baker: entrar en una comunidad y preguntar a la gente qué querían y cómo ayudar. En Oakland, encontraron aliados en el padre Earl Neil y su feligresa Ruth Beckford, quienes les dieron un espacio en la iglesia y otros recursos, y apoyo como conectarlos con los feligreses y ayudar a preparar el espacio. De Beckford y Neil, las Panthers aprendieron que los niños locales a menudo iban a la escuela con hambre. El siguiente paso parecía claro.

Las Panthers organizaron su primer Free Breakfast Program for Kids en la Iglesia Episcopal de San Agustín del Padre Neil en Oakland el 20 de enero de 1969. Ese primer día, atendieron a 11 niños. Al final de la semana, llegaron más de 100. Cada semana aparecían más, a pesar de la campaña de propaganda que comenzó la policía, diciéndoles a los padres que la comida estaba contaminada o amenazando con arrestar a los que asistieron.

A principios de 1969, había hasta 45 capítulos del Partido de las Panteras Negras en ciudades y pueblos de todo el país. Para la primavera de 1969, el partido ordenó que todos los capítulos locales organizaran su propio Free Breakfast Program for Kids , y que todos las Panteras trabajaran turnos apoyando el programa. Compartieron su protocolo, que incluía solicitar a las empresas locales donaciones de alimentos y dinero en efectivo para apoyar el programa. Muchas empresas dieron de buena gana. La ayuda a la comunidad fue fácil de ver. Otros necesitaban un poco de empujón, como boicots fuera de las puertas de las bodegas, informando a los clientes potenciales que los propietarios se negaban a ayudar a los niños hambrientos. Estas donaciones ayudaron a proporcionar un desayuno caliente cocinado diariamente por los equipos bien organizados. Muchos de los miembros del grupo llegaron antes del amanecer para preparar la comida y preparar la habitación. Otros llegaron un poco más tarde con un desfile de niños de edificios de apartamentos locales detrás de ellos. Los niños eran bienvenidos a comer tanto como quisieran.

El Programa de Free Breakfast for Children del Black Panther Party es probablemente su iniciativa más conocida, la prensa encuentra una historia intrigante que yuxtapone la imagen de tipo duro con chaqueta de cuero de la Pantera con el acto de servir platos de comida caliente para niños pequeños. Es importante destacar que fueron principalmente las mujeres las que dirigieron estos programas de supervivencia, y las mujeres constituyeron la mayoría de los miembros de las Panteras. Desempeñaron funciones de liderazgo desde el “Oficial del Día” (esencialmente el gerente de la oficina y las personas para cada sucursal), hasta la organización de los muchos detalles del programa de desayuno de una ubicación para iniciar y liderar programas de justicia alimentaria, atención médica y vivienda dentro de los vecindarios. Entonces, ¿por qué persiste la imagen de las Panteras como una organización masculinista y violenta? La respuesta radica en parte en la distorsión de los medios, influenciada tanto por el sexismo como por el racismo que tergiversó a las Panthers. También hubo una campaña de desinformación por parte del FBI, dirigida por J. Edgar Hoover, librada contra las cada vez más populares Panthers, que tuvo un impacto duradero en la forma en que la gente los veía.

El Partido de las Panteras Negras había aparecido por primera vez en los titulares de las noticias en 1966 y principios de 1967, con sus patrullas vecinales para contrarrestar los arrestos injustos y la brutalidad policial desenfrenada en Oakland. En estos primeros días, cuando las Panteras más visibles eran hombres armados, los medios de comunicación estaban ansiosos por compartir estas imágenes provocativas junto con informes que reforzaban los estereotipos de los hombres negros como agresivos y peligrosos. Pero desde el principio, Newton y Seale habían articulado los diversos objetivos del partido en su Programa de Diez Puntos, incluido un énfasis en la educación, el empleo y “tierra, pan, vivienda, educación, vestimenta, justicia y paz”. Después de un par de años de crecimiento en la membresía del partido, las Panteras habían comenzado a construir programas para abordar los problemas sociales. Luego, durante los siguientes años, fueron las mujeres las que tomaron las riendas de los programas que se convirtieron en el foco del Partido de las Panteras Negras a medida que crecía y evolucionaba.

Gran parte del enfoque de las Panthers estaba en los programas de justicia alimentaria, en parte porque esta era una forma de marcar la diferencia de inmediato: la gente tenía que comer todos los días. Pero también descubrieron rápidamente que la comida era parte integral de la creación de comunidad, el fomento de la agencia y el intercambio de cultura. Después de que las Panthers llevaran a cabo una colecta de alimentos o ayudaran a llevar paquetes a los ancianos por muchos tramos de escaleras, bajaba una olla de arroz y frijoles para compartir en la oficina de panther como agradecimiento. La Pantera Cleo Silvers llevaría a los jóvenes adolescentes del vecindario a comer en restaurantes indios, chinos e italianos de bajo costo en la ciudad de Nueva York, queriendo que estos jóvenes se sientan bienvenidos en estos espacios y experimenten diversas cocinas. “Compartir una comida era la mejor manera de entender lo que la gente estaba pensando”, dijo Silvers. “Es la mejor manera de entender realmente lo que es importante para ellos”.

En el pico de su programa de desayuno, las Panthers estaban alimentando a más niños en todo el país diariamente que el estado de California. Las comunidades los acogieron para este y sus otros programas de supervivencia, que incluyeron ayudar a asegurar una vivienda segura, instituir atención médica puerta a puerta, desarrollar tratamientos innovadores para la adicción, distribución gratuita de comestibles, regalos de ropa y zapatos, así como prestar apoyo a otros grupos activistas locales. Este importante trabajo de las Panteras sigue siendo poco reconocido.

Distribución gratuita de comestibles en la Conferencia de Supervivencia de la Comunidad Negra, 30 de marzo de 1972, Oakland, California. Foto © Bob Fitch Photography Archive/Biblioteca de la Universidad de Stanford

La historiadora Françoise N. Hamlin de la Universidad de Brown ha utilizado el término “maternidad activista” para ayudar a comprender tanto el trabajo que las mujeres Panteras estaban haciendo, como una razón por la cual su liderazgo y logros han escapado al debido reconocimiento. Hamlin explica que desarrollarían “estrategias particulares para sus comunidades al continuar (o expandir) el trabajo … [tales como] la crianza de la juventud…. a partir de lo cual podría maximizar el rendimiento de su posición social de género”. El trabajo feminizado a menudo se espera de las mujeres, y se encuentra entre los roles aceptables limitados que pueden habitar. Las mujeres Pantera asumieron roles de liderazgo en ámbitos donde ejercen autoridad y experiencia, y continuaron expandiendo el alcance y la influencia de su trabajo y voz dentro de su comunidad y más allá. Pero las mujeres que hacían “trabajo de mujeres” a menudo se daban por sentados, y sus legados no se celebraban.

Pruebas para la anemia de células falciformes en la Conferencia de Supervivencia de la Comunidad Negra, 30 de marzo de 1972, Oakland, California. Foto © Bob Fitch Photography Archive/Biblioteca de la Universidad de Stanford

Estas mujeres pueden haber sido reconocidas, hasta cierto punto, dentro de las comunidades en las que trabajaban, pero durante mucho tiempo han sido subestimadas. Para muchos, ver a una mujer alimentando a los niños o repartiendo ropa no vale la pena escribir o publicar fotos, pero un joven duro que hace lo mismo cambia las expectativas. Cuando el Programa de Desayuno Gratis para Niños de las Panteras llegó a las noticias principales, los reporteros (casi siempre hombres blancos) a menudo se centraron en lo que veían como esta yuxtaposición. Pero fue más que los propios prejuicios de los reporteros perpetuando esta percepción inexacta y duradera de las Panteras.

Para reforzar a las Panthers como jóvenes violentos y peligrosos, el FBI también plantó noticias difamatorias y falsas con los principales medios de comunicación. Con su creciente popularidad, las fuerzas del orden locales y nacionales vieron cada vez más al Black Panther Party como una amenaza. En un memorando clasificado interno escrito por Hoover, director del FBI y el cerebro del masivo e ilegal COINTELPRO (programa de contrainteligencia) que buscaba eliminar a los grupos de tendencia liberal y de derechos civiles, declaró que el Programa desayuno gratuito para niños “la mayor amenaza a los esfuerzos de las autoridades para neutralizar … el [Black Panther Party]’. ¿Por qué alimentar a los niños hambrientos era visto como tan peligroso?

En muchos sentidos, fue la comida lo que ayudó a las Panteras Negras a conectarse con las comunidades a las que buscaban ayudar. Si bien las Panthers comenzaron su trabajo social en las comunidades negras e hispanas, pronto llegaron a buscar unirse a las comunidades blancas pobres también, en lo que el carismático líder de los Chicago Panther, Fred Hampton, llamó la Coalición Rainbow. La mayoría de las veces, fueron las mujeres las que estuvieron a la vanguardia de estas iniciativas, donde también aprendieron: durante el desayuno, los niños les contaron sobre un padre adicto a las drogas o un hogar sin comida; al entregar bolsas de comestibles a ancianos o familias necesitadas, vieron por sí mismos edificios sin calefacción o con ratas vagando por pasillos poco iluminados. Informados por estas experiencias y conversaciones, las Panteras ampliaron sus programas de supervivencia y apoyo a la comunidad. Ayudaron a los inquilinos a organizar y reclamar edificios de apartamentos a los propietarios morosos, fundaron servicios efectivos de adicción basados en la comunidad y cooperaron con otros grupos que luchaban por almuerzos escolares más saludables o una mejor atención médica.

How the Black Panther Party Started Free Breakfast for Children - EaterAl alimentar a los pobres, las mujeres Panteras dieron un paso adelante para ser el cambio que querían y para avanzar en la revolución por la que lucharon. Por supuesto, las Panthers no fueron tímidos en educar a las comunidades sobre sus inclinaciones políticas mientras trabajaban. Tenía mucho sentido que los niños hambrientos merecieran comer; que el país más rico del mundo se asegure de que nadie se quede sin comida ni un hogar seguro. El futuro que imaginaron, uno en el que los líderes codiciosos existentes, como enseñaban y sobre los que escribían su periódico semanal Panther Paper, fueron reemplazados por aquellos que servían a la gente, se volvió no solo visible sino deseable para las comunidades oprimidas durante mucho tiempo a las que estaban ayudando con ayuda mutua aparentemente simple y soluciones basadas en la comunidad.

El FBI de Hoover y la policía local despreciaban a las Panthers, y las Panthers tampoco se andaban con rodeos, acuñando el término “cerdos” llamado así por los “fascistas” que veían como trayendo drogas y violencia a sus comunidades. A finales de 1969, Hoover estaba librando una guerra total contra las Panthers. Los agentes federales y locales encargados de hacer cumplir la ley estaban empeñados en destruir el programa de desayuno gratuito de las Panthers, y lo que representaba. Confiscaron alimentos destinados a niños pobres o los destruyeron empapándolos con agua u orinando sobre ellos; difundieron mentiras sobre los desayunos envenenados, o que las Panthers enseñaban odio y retórica “antiamericana”. Y aumentaron sus esfuerzos, como escribió el propio Hoover, para “neutralizar … y destruir’ a los propios Panteras, a través de arrestos infundados y, a veces, asesinatos sancionados por el Estado. Entre las víctimas estaba Hampton, asesinado a tiros mientras dormía en su cama por policías de Chicago que habían inventado una historia de un tiroteo nocturno. Si bien la verdad ahora es más ampliamente conocida, y ya era conocida por los lugareños que fueron llevados a recorrer el apartamento de Hampton, su colchón empapado de sangre en exhibición, no ha habido una disculpa oficial.

A principios de la década de 1970, la influencia nacional de las Panteras y, poco después, los propios programas de desayuno, comenzaron a disminuir. Una influencia fue el éxito de la campaña del FBI contra ellos, creando divisiones entre los miembros y disminuyendo la membresía. También hubo cierta tensión interna sobre si las Panthers debían continuar trabajando hacia un desmantelamiento completo del sistema político y económico existente, como Newton y Seale habían previsto originalmente, o comenzar a crear un cambio a través de cargos electos e influencia política. Pero incluso cuando estas batallas internas cerraron los capítulos locales, algunos todavía encontraron que los beneficios del programa de desayuno eran lo suficientemente importantes como para continuar: en todo el país, algunos capítulos de las Panthers, como el de Seattle, incluso continuaron sirviendo a los niños a fines de la década de 1970.

En 1975, el gobierno federal amplió sus propios programas de desayuno gratuito para niños en edad escolar. Las Panteras han sido reconocidas recientemente por demostrar la necesidad y el beneficio de un programa federal de desayuno gratuito, y todavía hay muchos programas e iniciativas que ayudaron a crear y que han sido ampliamente adoptados, pero por los que rara vez se les da crédito. Utilizando la misma investigación centrada en la comunidad que inspiró el programa de desayuno, las Panteras pudieron identificar los problemas de salud que veían que afligían a estas comunidades. Las Panthers lideraron el camino en la atención médica puerta a puerta, la legislación y la remediación de la pintura con plomo, la investigación y el tratamiento de la anemia de células falciformes, el protocolo de acupuntura para el tratamiento de la adicción e incluso escribieron la Declaración de Derechos del Paciente. Esto ha dado lugar a una conciencia nacional sobre los efectos negativos de la pintura con plomo que ha ayudado a muchos, en su mayoría niños de familias de bajos ingresos; y el protocolo de adicción que ayudaron a popularizar se utiliza en todo el mundo. Muchas de estas iniciativas todavía se consideran efectivas y progresivas, pero pocos conocen el papel que desempeñaron las Panteras en su desarrollo.

Comenzó con la comida. Como señala la Pantera y activista de la salud Cleo Silvers, gran parte de la atención comunitaria está relacionada con la comida. La comida saludable es necesaria para “tener un cuerpo sano”, dice Silvers, pero también “una actitud saludable … Y todo eso viene de las relaciones con las personas y del compartir”. Las Panthers sabían que la comida era el conducto a la comunidad, una línea directa a la salud pública y un medio para modelar una comunidad más justa. Imagínese lo que podrían haber logrado si sus esfuerzos fueran apoyados y no destruidos.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Comparto este interesante artículo de la colega Valeria L. Carbone sobre los eventos del 6 de enero de 2021. La Dra. Carbone analiza si lo ocurrido ese día en el Capitolio puede ser considerado un golpe de estado o no. Adem´ás, recuerda un episodio ocurrido en 1898 en la ciudad de Wilmington (Carolina del Sur) cuando un grupo de  exconfederados supremacistas blancos, derrocaron violentamente al gobierno local porque estaba compuesto mayoritariamente por negros.

Carbone es historiadora, especialista en Estados Unidos, doctorada en la Universidad de Buenos Aires. Es autora de  Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988) (Universidad de Valencia, 2020) y coeditora de la Revista Huellas de Estados Unidos.

Este artículo es la primera publicación de  Valeria’s Newsletter, a newsletter about A vantage point of the US of A. Esperemos que a esta le sigan más.

@Val_Carbone


El golpe fascista del 6 de enero - World Socialist Web Site

¿Golpe de estado?… Not so fast. But don’t calm down (Ni tanto, ni tan poco)

 

Valeria L. Carbone

19 de enero de 2022

El 6 de enero de 2022 se cumplió un año de lo que será conmemorado como el epítome de la crisis de representatividad política devenida en crisis de legitimidad que viene atravesando Estados Unidos: el asalto al Capitolio.

El escritor Marlon Weems describió este episodio llanamente:

El 6 de enero de 2021, una turba de partidarios de [Donald J.] Trump, compuesta por milicias supremacistas blancas, miembros del ejército y fuerzas del orden, atacaron el Capitolio de los Estados Unidos en una insurrección armada. El objetivo de los insurrectos era detener la transferencia pacífica del poder político.

El 1 de julio de 2021 se formó el House Select Committee to Investigate the January 6th Attack on the United States Capitol con el expreso objetivo de investigar tanto lo acontecido el 6 de enero como sus antecedentes y atenuantes. Los nueve miembros del comité (siete representantes demócratas y dos republicanos) comenzaron sus audiencias públicas el 27 de julio y en enero de 2022 aún llamaban a declarar a miembros del gabinete de Trump, entre ellos, el ex vicepresidente Mike Pence.

A medida que avanzaba la investigación, ciertos analistas y especialistas dejaron de hablar de “insurrección”, o inclusive de “ataque terrorista doméstico al Capitolio” (caracterización utilizada por la Cámara Baja del Congreso de los Estados Unidos), para hablar de intento de golpe de estado.

A lo largo de seis meses, la investigación del January 6th Committe expuso que lo que en un principio se describió como una manifestación espontánea, un incidente aislado que – por efectos del hombre-masa – se tornó violento ante el fragor de las circunstancias (a pesar de que esa masa humana iba, de antemano, armada), tuvo altos niveles de organización, coordinación y premeditación. La misma contó con el involucramiento (en diferentes grados) de personalidades ultra-conservadoras, legisladores que asumían su banca esa misma jornada, personajes de la cadena Fox News, prominentes figuras del Partido Republicano y miembros del círculo íntimo de Trump.

Trecientas indagatorias, 50 intimaciones y miles de páginas de documentos confidenciales después, se reveló desde la existencia de un “Plan de Seis Puntos” elaborado por John Eastman (abogado personal de Trump) con instrucciones para anular las elecciones presidenciales, la existencia de una presentación de power point del Coronel retirado de la Armada Phil Waldron sobre cómo desconocer y reemplazar a los electores de Joe Biden, hasta el despido de autoridades electorales en medio del proceso de recuento, el envío de falsos certificados al colegio electoral y del posible secuestro del “responsable de que las cosas se descarrilasen” en la ceremonia de certificación, el vice-presidente Pence, por parte de una muchedumbre enardecida.

Sumado a la gran cantidad de indicios públicos y advertencias sobre la erupción de episodios de violencia (el Washington Post hizo un detallado seguimiento al respecto), parece haber pocas dudas de la existencia de una conspiración política para alterar el resultado de las elecciones o,  al menos, retrasar la confirmación del presidente demócrata electo lo suficiente como para restarle legitimidad tanto a su victoria como a su mandato.

Los antecedentes históricos latinoamericanos – incluido el rol jugado en ellos por la potencia regional – nos sugieren que hablar de “golpe de estado” es no solo impreciso, sino forzado. Por un lado, las Fuerzas Armadas estadounidenses no tuvieron un rol activo en el desarrollo de los acontecimientos. Inclusive hay quienes sugieren que el retraso de más de tres horas en la intervención de la Guardia Nacional (la fuerza doméstica de reserva del Ejército y la Fuerza Aérea) se debió a la reticencia de sus autoridades a intervenir y lo que de ello se podría inferir (ya sea de la represión a los manifestantes en defensa del proceso en curso que habilitaba a la administración entrante o que el por entonces comandante en jefe apelara a la fuerza militar para detener la transferencia de poder). Por otro, si bien grupos supremacistas se encontraban entre la multitud, milicias armadas como los Proud Boys, los Oath Keepers o los Boogaloo Boys expresaron lealtad al ex presidente, y 81 de las 700 personas acusadas por el Departamento de Justicia por su participación en la insurrección son o fueron miembros de las Fuerzas Armadas, no ha podido demostrarse su accionar como grupo armado organizado con planes de sostener a Trump en el poder.

Lo que queda por determinar es en qué grado el ex presidente estuvo – por acción u omisión, en palabras de la vice-presidenta del Comité, la republicana Liz Cheney – involucrado en el desarrollo de los acontecimientos y puede ser responsabilizado de lo que culminó en la avanzada sobre al Capitolio.

1898

Levantamiento, revuelta, motín, disturbios, insurrección, golpe de estado o conspiración. La visión de una turba armada avanzando sobre el símbolo del sistema democrático estadounidense llevó a incrédulos de todas partes del globo a afirmar: “esto no ha pasado nunca en la historia de los Estados Unidos”.

Sin embargo, lo insólito no hace a lo inédito. Lo que sigue es la breve historia de, sí, el primer golpe de estado en la historia de los Estados Unidos.

En 1898, un grupo de blancos demócratas pro-confederados y milicias supremacistas, derrocaron violentamente al gobierno local democraticamente electo de Wilmington, Carolina del Norte, la ciudad de mayoría negra más progresista del sur.

En las tres décadas que siguieron a la emancipación de las personas esclavizadas (1863) y el fin de la guerra de secesión, Wilmington se había convertido en una ciudad donde la población afrodescendiente había logrado cierta movilidad y progreso social, económico y político. Dicho progreso permitió a un segmento de la población negra convertirse en una pujante clase media profesional y comercial, y ocupar cargos políticos (tanto en la alcaldía y la legislatura como en puestos de menor rango). Sin embargo, ello no fue acompañado de un proceso de “reconciliación racial”.

Hacia fines del siglo XIX, la oposición blanca era no solo una minoría política sino demográfica: los blancos apenas superaban el 20% de la población. Durante años, esa oposición luchó (por medios legales y no tanto) contra el “negro rule”, pero hacía fines del siglo XIX y ante el menor resguardo del gobierno federal, se potenció la campaña de propaganda negativa, desinformación, intimidación y violencia política que concluyó con el golpe al gobierno birracial local y expulsó a la mayoría de los habitantes afro-estadounidenses de la ciudad.

Tom Hanchett, Sorting the New South City

La coalición gobernante formada por el Populist Party (partido de los trabajadores rurales blancos pobres) y el Partido Republicano (que, gracias a las medidas avanzadas por su ala radical en relación a los derechos cívico-políticos de los negros desde los años de Abraham Lincoln, era el partido por el que estos se inclinaban), constituyó un fenómeno conocido como fusion politics: una alianza de intereses tanto clasistas como raciales. Pero del otro lado también había intereses de raza-clase: los representados por los demócratas sureños, antiguos plantadores blancos pertenecientes al establishment político-económico que, con el fin de la guerra, se habían visto desplazados del ejercicio hegemónico del poder. La plataforma del Partido Demócrata de 1898 no podía expresarlo mejor: “Este es un país de hombres blancos, y los hombres blancos deben controlarlo y gobernarlo”.

El 10 de noviembre de 1898, un ex Coronel Confederado organizó – con la venia de miembros del partido demócrata – un grupo de unos 2000 hombres blancos y los lideró primero al saqueo de la armería y luego a la toma de la casa de gobierno. Bajo amenazas de violencia, obligaron a los dirigentes negros y blancos de la coalición del Fusion Party a renunciar. Luego de instalar su propio gobierno encabezado por Alfred Moore Waddell, se dedicaron a incendiar propiedades particulares y comerciales de los habitantes negros de la ciudad con el expreso objetivo de “reinstalar la supremacía blanca”.

Según el informe realizado por la 1898 Wilmington Race Riot Commission, el golpe fue planificado y patrocinado por líderes políticos y medios de comunicación locales, y ejecutado por milicianos armados, muchos de ellos ex miembros o simpatizantes del Ku Klux Klan. Si bien datos oficiales registraron la muerte de 60 afro-estadounidenses, se estima que el número exacto de los asesinados está en el rango de los doscientos. Ciudadanos negros debieron abandonar la ciudad ante amenazas de represalias. Si bien ningún blanco murió durante la masacre, los medios locales y nacionales describieron el incidente como un “motín racial” provocado y perpetrado por negros, una narrativa que se reprodujo durante décadas. Fue recién en 1998 que se estableció la referida comisión, encargada de realizar el primer informe oficial a cargo del Departamento de Recursos Culturales de Carolina del Norte.

Ninguna autoridad estadual o federal intervino en respuesta a lo sucedido. El gobernador republicano de Carolina del Norte siquiera atinó a solicitar asistencia al poder ejecutivo nacional, encabezado por el también republicano William McKinley. En 1900, el Fiscal General de los Estados Unidos inició una investigación, pero nunca nadie fue juzgado.  

El golpe y la masacre diezmaron el poder político y económico de los ciudadanos negros de Wilmington. Una de las primeras medidas del gobierno golpista fue la sanción de una enmienda, aún vigente en la Constitución estadual, que requería a los votantes aprobar una prueba de alfabetización para empadronarse. Esta ley se convirtió en precedente para las leyes de restricción electoral propias del sistema de segregación racial vigentes hasta 1965. Como consecuencia, en 1902, el número de votantes negros registrados en la ciudad se redujo de más de 125.000 a 6.100. Para 1908, todos los estados sureños habían sancionado medidas similares con la intención de privar a los afro-estadounidenses de sus derechos políticos. Ningún ciudadano negro logró ocupar un cargo público en Wilmington hasta 1972. Y fue recién en 1992 que un afro-estadounidense fue electo para una banca en el Congreso.

Así, la violencia y el terrorismo blanco resolvió lo que elecciones democráticas y la práctica política no promovían ya a través de canales institucionales: terminar con la participación de los negros en la vida socio-económica y política de la ciudad.

2022

Todo ejercicio de memoria histórica nos invita a establecer comparaciones y paralelismo.

Una de las diferencias más inmediatas que pueden establecerse con Wilmington es que los sucesos del 6 de enero de 2021 se encuentran hoy bajo escrutinio político y del Departamento de Justicia. Hasta el momento, 738 personas fueron arrestadas y acusadas de delitos de diversa índole, y algunas pocas están cumpliendo simbólicas condenas de prisión, entre ellos, el Shaman del Capitolio.

Sin embargo, importantes figuras con conexiones con el ex presidente se han negado a presentarse ante la Comisión o declarar ante la justicia, como el ex jefe de gabinete Mark Meadows, el asesor Stephen Miller, el abogado del Departamento de Justicia Jeffrey Clark, la vocera Kayleigh McEnany, el asesor de seguridad nacional Teniente Coronel Michael Flynn, John Eastman, e integrantes del gabinete de Pence. Stephen Bannon, el oscuro asesor de Trump durante su primer año de mandato, fue uno de los que se negó a prestar declaración, hoy detenido por desacato y obstrucción de la justicia.

Otro paralelismo, pero que en este caso precede al 6 de enero, es el movimiento en pos de la restricción de derechos electorales. Desde 2013 – año en que la Corte Suprema declaró inconstitucional una de las cláusulas de la ley de derechos al voto de 1965 que obligaba a la supervisión y pre-autorización federal de cambios en los requisitos y procedimientos electorales de estados con una larga historia de segregación y discriminación racial -, leyes que restringen o imposibilitan el ejercicio del derecho al voto fueron sancionadas en los 50 estados. Según el Brennan Center, 2021 ha sido “un año sin precedentes” para la legislación electoral. Luego de la elección presidencial que registró uno de los mayores índices de participación popular, 19 estados promulgaron 33 leyes que dificultan el ejercicio del derecho al voto y la minoría republicana del senado se niega a debatir un proyecto de ley federal de protección de derechos electorales.

Por último, si bien 2021 no fue un golpe, sí podríamos decir que se trata de una conspiración… en curso. Y no solo eso. Está adoptando ciertas características propias de la resistencia guerrillera. En enero de 2021, el Department of Homeland Security (DHS) publicó un boletín sobre amenazas a la seguridad interna que postuló:

“[Algunos] extremistas violentos ideológicamente motivados, con objeciones al ejercicio de la autoridad gubernamental y la transición presidencial, así como otros percibidos agravios alimentados por falsos discursos, podrían continuar movilizándose para incitar o cometer violencia”.

La supremacía y el extremismo blanco fueron declarados como las mayores amenazas a la seguridad interna tanto por el Federal Bureau of Investigations (FBI) como por el DHS mucho antes de las elecciones del 2020. Según este último, las “fuerzas del 6 de enero” siguen vivas y vigentes, se están organizando en nuevos grupos extremistas, fortaleciendo milicias armadas, propagando teorías conspirativas, incitando el accionar de grupos de odio y promoviendo la amenaza de posibles atentados terroristas “contra sistemas de infraestructura crítica, incluidos el eléctrico, de telecomunicaciones y sanitario”.

Por su parte, el director del FBI, Christopher Wray, afirmó en su testimonio de septiembre de 2020 ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes que:

·         “[L]os promotores del violento extremismo doméstico – como ser la concepción sobre la extralimitación del gobierno o de las fuerzas del orden, las condiciones sociopolíticas, el racismo, el antisemitismo, la islamofobia, la misoginia y las reacciones a las medidas legislativas – permanecen constantes”.

·         “En la categoría de terrorismo doméstico, el extremismo violento por motivos raciales es, creo, el mayor dentro del grupo. Y dentro del grupo de extremistas violentos por motivos raciales, las personas que suscriben a algún tipo de ideología de supremacismo blanco, son el grupo más importante y numeroso.”

A un año del cambio de gobierno, Trump y el ala de extrema derecha del Partido Republicano a la que el personaje dio su “ismo”, perdieron la batalla, pero vienen ganando la guerra. En el plano político, los republicanos son “técnicamente” la minoría en ambas cámaras del Congreso, pero han logrado impedir el avance de la agenda legislativa de la Administración Biden. Asimismo, cooptaron el discurso y la retórica política, logrando que – a pesar de la recuperación de la economía y de la tasa de empleo, y la popularidad de su plan de gobierno – el índice de aprobación de gestión haya bajado sistemáticamente hasta ubicarse en el 43%. Finalmente, si bien la legalidad de la presidencia de Biden ha sido respaldada a nivel institucional en todos los niveles de gobierno (local, estadual, federal) y judicial (desde tribunales inferiores hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos), un segmento significativo de los ciudadanos políticamente activos desconoce la legitimidad de la presente Administración y creen que hay que inclinarse por opciones abiertamente anti-democráticas para recuperar el poder.

Una encuesta sobre realizada por el Public Religion Research Institute arroja datos, al menos, preocupantes:

  • 31% (y 68% republicanos) creen que las elecciones presidenciales de 2020 fueron fraudulentas.
  • el 82% de la audiencia de Fox News y el 97 % de canales de extrema derecha (One America News NetworkNewsmax) cree que Biden no ganó legítimamente las elecciones.
  • 18 % (30% republicanos, 17% independientes, 11% demócratas) cree que la violencia podría estar justificada para “salvar a Estados Unidos”.
  • Al menos uno de cada cinco estadounidenses cree que alguna de las teorías  conspirativas de Q’Anon tienen algún fundamento.

Lo que indica todo esto es que 2020 marcó el cenit de un proceso de deslegitimación del sistema representativo estadounidense que se ha gestado desde arriba y que está teniendo sus frutos: el descreimiento de amplios sectores de la población sobre los sistemas electorales de representación, el rol de las instituciones democráticas y el aval a opciones anti-populares que aseguren legalmente el poder de las minorías políticas. En otras palabras, “democracias sin respaldo popular”.

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8d858-huellasLa revista digital Huellas de Estados Unidos cumple diez años de vida. Durante este periodo ha desarrollado una labor importantísima promoviendo el estudio de la historia estadounidense en América Latina. Huellas se ha convertido en unos de los pocos medios académicos dedicados  a la publicación de trabajos analizando en castellano la historia del vecino del Norte.

Para celebrar estos diez años, Huellas publica su número veinte, en gran parte dedicado al análisis del ascenso de la derecha radical y su más reciente y preocupante expresión: el ataque al Capitolio del pasado 6 de enero. Asimismo, destaca la traducción de un ensayo de dos destacados académicos afroestadounidenses, Ibram X. Kendi y Keisha Blain.  Completan este número trabajos sobre el desarrollo de Hollywood en los últimos años del siglo XX, el poder financiero en los años 1970, el tema migratorio y el significado para América Latina de la administración Biden.

Felicitamos a los colegas Valeria Carbone y Fabio Nigra por estos diez años de arduo trabajo.

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Comparto con mis lectores  las  reseñas de dos películas  y un documental publicadas en el seminario puertorriqueño Claridad, que recogen, como bien señala su autora, el papel que han jugado las instituciones policiacas del gobierno estadounidense en la persecución de las minorías raciales en los Estados Unidos. El primero de los largos metraje, Judas and the Black Messiah, enfoca el asesinato por la policia de Chicago -en contubernio con el FBI- del joven líder de las Panteras Negras Fred Hampton. La segunda película, titulada The United States vs. Billie Holiday, es una producción  del servicio de suscripción  de vídeo Hulu. Dirigida por Lee Daniels, este largo metraje recoje la historia de la gran cantante afroamericana Billie Holiday y de los problemas que enfrentó con el Buró Antinarcóticos. El documental reseñado (MLK/FBI) retrata la persución   del FBI  contra el Dr. Martín Luther King. Para quienes gustamos del cine, y en particular del cine histórico, estas reseñas no podrán menos que despertar nuestra curiosidad por estas películas que parecen estar destinadas a convertirse en clásicos y documentos de una era muy difícil en la historia de Estados Unidos.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de abril de 2021


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La persecución continua del F.B.I.: Judas and the Black Messiah, MLK/FBI, The United States vs. Billie Holiday

María Cristina

Claridad    16 de abril de 2021

A pesar de que creo que Mississippi Burning (Alan Parker 1988) es un excelente filme que catalogo como político por centrarse en la irracional segregación sureña de los Estados Unidos, entiendo que la manera de presentar el FBI es lo más alejado de la verdad en ese tiempo y antes y después. Aunque Judas and the Black MessiahMLK/FBI  The United States vs. Billie Holiday enfocan en la persecución de la población afroamericana, el historial de esta agencia se extiende a cualquier grupo que ellos consideren ser una amenaza contra el gobierno de los Estados Unidos y a cualquier persona que exprese ideas “comunistas” según definido por ellos. A pesar del secreteo que siempre ha caracterizado al FBI, poco a poco han circulado documentos oficiales que revelan la intensidad de su carpeteo y acciones para poner fin, de una manera (desprestigiando) u otra (asesinato). Estos tres filmes son ejemplos de ello.

Judas and the Black Messiah 

Director: Shaka King; guionistas: Will Berson y Shaka King; cinematógrafo: Sean Bobbitt

Uno de los muchos aciertos de este filme—aparte de su temática—es que la recreación de época se presenta dentro de una realidad que capta la efervescencia de la década de los 1960 con toda su normalidad que puede ser agrupaciones de jóvenes entusiasmados por cambiar sus circunstancias, pero especialmente el mundo heredado y la sociedad que los reprime. Señalo esto porque a pesar de ser un proyecto muy prometedor, los cinco filmes del británico-caribeño Steve McQueen agrupados bajo el título Small Axe, intentan, pero no logran, ese sentido de urgencia de la época de turbulencia de la generación Windrushen el Reino Unido. Judas and the Black Messiahnos permite ser parte del momento, ver las maquinaciones del FBI, la utilización de un infiltrado (Bill O’Neal) para desprestigiar y, cuando esto no funciona, asesinar al joven Fred Hampton (1948-1969), líder de los Black Panthers en Chicago.

Daniel Kaluuya, obtiene el Bafta a mejor actor de reparto, por su  interpretación en 'Judas and the Black Messiah' - AlbertoNews - Periodismo  sin censura

Shaka King, director, coguionista y coproductor, muy astutamente enfoca en una sola etapa de la muy corta vida de Hampton (excelentemente interpretado por el británico Daniel Kaluuya): su ascenso a presidir la seccional de los Black Panthers en Illinois, la intensidad de su persecución de parte del FBI y su asesinato. Se dan tres episodios simultáneamente: el reclutamiento e infiltración de O’Neal (LaKeith Stanfield) y sus constantes dudas de si el dinero y la protección que recibe de la agencia valida su traición; el centralismo de Hampton en la lucha por una unidad de grupos y una línea de acción conjunta; el montaje del FBI para poner fin a lo que ellos mismos han fabricado como amenaza al gobierno establecido. Aunque conocemos lo sucedido (además de lo que recientemente se ha descubierto de las acciones del FBI), la historia personal y colectiva nos ofrece una esperanza de que la posibilidad del cambio existe. Por eso lo que queda en nuestra memoria son los esfuerzos de Hampton por crear el Rainbow Coalition y unir organizaciones políticas multiculturales como Black Panthers, Young Patriots y los Young Lords junto al apoyo de gangas rivales de Chicago para trabajar por cambios sociales dentro de las comunidades pobres y marginadas.

MLK/FBI

Director: Sam Pollard 2020

Edgar Hoover ha sido a través de los años una figura casi mítica por su malicia, astucia y persistencia en perseguir a cualquier persona o grupo que concibiera como enemigo de los Estados Unidos. Esa lista incluye a cualquier disidente de su propia definición de la ley y el orden. Además, parece obsesivo con sostener su versión de los que es la fibra moral—una versión fundamentalista de la sexualidad que no aplica a él—de los Estados Unidos que hace a este país mejor que cualquiera. Es su acumulación de poder lo que le permite violar precisamente los derechos humanos en los que se basa la Constitución de este país. Para él los derechos y la justicia sólo aplican a los “true Americans” lo que excluye a todos los que no provengan de la Europa blanca. Y si dentro de comunidades de descendencia italiana, irlandesa, judía y otros grupos étnicos favorecidos se desarrollan grupos activistas cuyo fin sea cambiar/alterar el gobierno actual, serán perseguidos de igual manera. Los estudiantes universitarios en contra de la Guerra de Vietnam, los grupos urbanos de jóvenes que abogaban por igual trato y derechos, los grupos religiosos y laicos que marchaban por la igualdad de derechos fueron fichados y perseguidos por unidades creadas específicamente para sabotear todas sus acciones. Martin Luther King se convirtió en un obsesivo objetivo para Hoover como demuestra este documental.

MLK/FBI, el documental que rastrea el ataque del FBI a Martin Luther King Jr.  – Luis Guillermo Digital

La historia que se presenta cubre de 1955 a 1968 y traza el inicio y el ascenso de Martin Luther King como activista de los derechos civiles y uno de los líderes más carismáticos, conocedores y determinados de conseguir la igualdad para toda la población de los Estados Unidos. Lo que Hoover consideraba sublevación, MLK y los integrantes de estos movimientos lo entendían como libertad y justicia para todxs. Nadie estaba exento de ser vigilado, acusado y encarcelado tanto por la policía local como por los agentes federales. Todxs tenían conocimiento de esto, aunque no supieran la extensión de esa persecución. Con excelente pietaje que cubre estos años, con archivos que ahora son públicos, con entrevistas con allegados a MLK y ex agentes del FBI, el documental cuestiona la veracidad de los documentos expuestos y, especialmente, los todavía protegidos bajo “Archivos privados de J. Edgar Hoover” y la gran pregunta de ¿cómo fue posible que con la vigilancia extrema que le tenían a MLK, no supieran de antemano que esa persona lo iba a asesinar en el balcón de la habitación del motel Lorraine en Memphis, Tennessee el 4 de abril de 1968? Con su muerte, el FBI cierra su archivo y toda la supuesta evidencia que tenían, para en algún momento utilizar en su contra, queda en ese infame archivo privado de Hoover.

The United States vs. Billie Holiday

Director: Lee Daniels; guionista: Suzan-Lori Parks; autora: Johann Hari; cinematógrafo: Andrew Dunn.

La recreación de época y la maravillosa voz de Andra Day interpretando las canciones que Billie Holiday hizo famosas son los puntos excepcionales de este filme. Es una pena que la historia sobre esta etapa de la vida de Holiday, especialmente desde finales de la década de 1940 hasta su muerte por cirrosis entre otros desgastes de salud, no tenga una narrativa coherente y compleja como debe ser la presentación de personajes en literatura o cine. Holiday aparece como una mujer con una voz única en el mundo musical del momento, pero lo que se enfatiza es cómo su alcoholismo, adicción a drogas y su impotencia de alejarse de relaciones destructivas y abusivas la convierten en una víctima. Su grupo de amigos la cuidan, complacen, aconsejan cuando ella se los permite, pero a fin de cuenta Holiday los echa a un lado para seguir a los hombres que se enriquecerán de su talento sin importarle el daño que le puedan hacer.

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Desarrollar la historia a través de un romance al principio imaginario y luego dañino entre Holiday y el agente del FBI (encubierto y descubierto), Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes), es bastante dudoso porque requiere entrampar a la mujer que supuestamente admira tanto. Además, Fletcher se presenta como un tipo que quiere hacer bien su trabajo, que cree que ser parte del FBI es una forma de ser parte del centro de poder, pero que supuestamente deplora a tipos como Harry Anslinger (Garrett Hedlund), el encargado de entrampar y arruinar la vida de Holiday. Por su parte, se presenta a Holiday con poca información de su pasado y de cómo llega a ser tan admirada y a tener tantos seguidores que logra llenar la sala de espectáculos más importante de Nueva York, Carnegie Hall. Lo que lxs espectadores vemos es una mujer talentosa, pero determinada a acabar con su vida con relaciones tan dañinas que no hay marcha atrás. A pesar de las fallas del filme Lady Sings the Blues (Sidney Furie 1972) por enfocar primordialmente en su adicción a drogas, protagonizado por Diana Ross, aquí sí hay un desarrollo de personaje que capta todas sus contradicciones.

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Según el diario The New York Times, un grupo de 17 historiadores han estado coordinando a través de Zoom, la publicación de lo que sería el primer balance histórico de la presidencia de Donald J. Trump. Nos guste o no, es inevitable reconocer el impacto, a corto y a largo plazo, de los cuatro años de Trump en la Casa Blanca. Siendo así, resulta imprescindible analizar y entender ese triste periodo.

Este proyecto -dirigido por el historiador Julian A. Zelizer– será publicado en el año 2022 por la Princenton University Press  con el título The Presidency of Donald J. Trump: A First Historical Assessment. Cada uno de los 17 historiadores estará a cargo de un capítulo analizando un tema específico. La temática del libro será muy amplia. Por ejemplo, Jason Scott Smith   (University of New Mexico) escribirá un capítulo sobre infraestructura que incluirá el tema del famoso muro, Merlin Chowkwanyun (Columbia University) analizará el manejo de la pandemia, Beverly Gage (Yale University) enfocará  las tumultuosas relaciones de  Trump con el FBI, Keeanga-Yamahtta Taylor (Princeton) estudiará el tema racial a través del movimiento Black Lives Matter y Mae Ngai (Columbia Unversity) atenderá las controversiales politicas migratorias del exmandatario.

Habrá que esperar con paciencia la publicación de esta obra, que debería sentar las bases para un análisis histórico profundo de la presidencia de Donald J. Trump.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 24 de marzo de 2021

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Como bien ha analizado la historiadora Joanne Freeman en su excelente libro Field of Blood: Congressional Violence in Antebellum America (Farrar, Straus and Giroux, 2018), previo a la guerra civil el Capitolio era un lugar peligroso. Separados cada vez más por el tema de la esclavitud, los legisladores recurrieron a métodos más violentos para tratar de imponer su posición. En otras palabras, la guerra de secesión se comenzó a pelear en los hemiciclos del Congreso años antes de que la primera bomba confederada cayera sobre Fort Sumter el fatídico día 12 de abril de 1861.

En este nota que comparto con mis lectores, la escritora Livia Gershon comenta uno de los episodios más famosos de violencia ocurridos en el Capitolio. El 22 de mayo de 1856, el Representante Preston S. Brooks, un esclavista de Carolina del Sur, atacó con una bastón al senador por el estado de Massachussets y abolicionistas, Charles Sumner. El severo ataque fue en respuesta a un discurso de Sumner criticando a la esclavitud y a los senadores que la defendían.

En el contexto del asalto contra del Capitolio el pasado 6 de enero, creo conveniente continuar subrayando que la violencia es un elemento intrínseco en la historia política estadounidense.


A dramatic portrayal of the 1856 attack and severe beating of Massachusetts senator Charles Sumner by Representative Preston S. Brooks of South Carolina.

A dramatic portrayal of the 1856 attack and severe beating of Massachusetts senator Charles Sumner by Representative Preston S. Brooks of South Carolina
via LOC

Political Divisions Led to Violence in the U.S. Senate in 1856

The horrific caning of Charles Sumner on the floor of the Senate in 1856 marked one of the most divisive moments in U.S. political history.

As we prepare for a new term of government in the wake of the recent insurrection at the U.S. Capitol, we might wonder just how contentious federal politics can get. But let’s not forget that time when South Carolina congressman Preston Smith Brooks assaulted Massachusetts senator Charles Sumner with a cane in the Senate chamber, beating him so badly that his skull was exposed and he lost consciousness, was covered in blood, and nearly died. As historian Manisha Sinha writes, this 1856 attack highlighted and magnified the divisions that would cause the country to come apart less than five years later.

Charles Sumner | American Battlefield TrustWhen Sumner joined the Senate in 1851, Sinha writes, his anti-slavery beliefs quickly made him enemies. Opponents blocked him from committee appointments, denied him the floor, and heckled him when he spoke.

Brooks’s attack came after Sumner gave his May 1856 speech “The Crime Against Kansas,” in which he condemned the actions of pro-slavery forces. Brooks claimed that he was provoked by Sumner’s insulting words about another senator, who was a distant relation of his. But, Sinha points out, under the prevailing southern code of honor, the appropriate response to a personal insult from a social equal would be a challenge to duel. Instead, Brooks resorted to a form of violence reserved for social inferiors—notably including the enslaved. Many southerners praised Brooks specifically for using a demeaning form of physical force. As a public letter to Brooks from five Charleston residents put it, “You have put the Senator from Massachusetts where he should be. You have applied a blow to his back… His submission to your blows has now qualified him for the closest companionship with a degraded class.”

Charles Sumner

Senator Charles Sumner was beaten nearly to death by Representative Preston Brooks on the Senate floor in 1856
via Flickr/Boston Public Library

Sinha writes that abolitionists drew the same comparison, to different ends. The New York Tribune asked if Congress was “a slave plantation where Northern members act under the lash, the bowie-knife, and the pistol.” Robert Morris, a Black Boston lawyer, wrote to Sumner that “no persons felt more keenly and sympathized with you more deeply and sincerely than your colored constituents in Boston.”

The attack on Sumner also highlighted divisions in the nation when it came to ideas of masculinity. Some in the South reviled Sumner’s “unmanly submission.” This was in line with pro-slavery rhetoric that tied abolitionism to feminism and accused white male abolitionists of effeminate “sickly sentimentality.” Northerners, on the other hand, were more likely to embrace a bourgeois idea of masculinity rooted in self-control and to view Brooks’s attack on an unarmed man as cowardly.

For many in the North, Sinha writes, the incident called to mind the question of whether slavery was compatible with a republican form of government. The New England Anti-Slavery Convention warned that slaveholders were trying to “crush out” freedom of speech on the floor of Congress, as they had done on their plantations.

As we think about division in our own time, it’s worth considering the historical context of political anger and division in the past.

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