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Archive for febrero 2023

En esta segunda entrega de la serie de artículos del Dr. Aaron Gamaliel Ramos sobre Haití, el autor enfoca varios temas: el costo para los haitianos del reconocimiento de su independencia por las potencias mundial, la mirada geopolítica estadounidense, la presencia de Frederick Douglass en Haití y la terrible ocupación militar estadounidense.

La primera parte de esta serie la pueden encontrar aquí.


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Haití en el espacio estadounidense

 Aaron Gamaliel Ramos

Claridad  15 de febrero de 2023

Especial para CLARIDAD

Este es el segundo de tres artículos sobre Haití dirigidos a conocer las raíces históricas de su actual crisis. En este capítulo considero el interés estadounidense por controlar el Estado haitiano. El primero de ellos se publicó en las páginas del suplemento cultural En Rojo

Introducción

En el tablero de luchas entre las naciones colonialistas de principios del siglo 19, el Haití liberado se fue convirtiendo en pieza codiciada. A pesar de las pretensiones de las metrópolis colonialistas de aislar a Haití de los circuitos económicos del capitalismo agrario de los primeros decenios de ese siglo, la nueva nación no disminuyó su importancia económica. Antes bien, se fue convirtiendo en un país codiciado por los intereses capitalistas de aquellos tiempos.

Durante sus años finales como colonia, el Sainte-Domingue francés suplió buena parte de las mercancías agrícolas ansiadas por los consumidores de Francia, sobre todo azúcar y café, superando la producción de otras colonias de las Antillas. De modo que, desde los primeros lustros del siglo 19, los intereses económicos y financieros de diversos países se interesaron en penetrar a Haití, iniciativa en la que encontraron el apoyo de la oligarquía haitiana, interesada en proveer continuidad al papel de Haití como principal exportador de mercancías agrícolas, pero bajo su mando.

Aunque Estados Unidos y varios países europeos tuvieron relaciones comerciales con el Haití liberado desde sus inicios, estos se resistieron a reconocer formalmente la existencia de la República de Haití, puesto que ella representaba la anulación de la esclavitud, que era el fundamento de las economías coloniales de aquellos tiempos. De ahí que los poderosos manejadores del colonialismo esclavista, que fueron aniquilados por la revolución haitiana, se transformaran en los principales acreedores de la nueva nación, exigiendo reparaciones a un pueblo que, en justicia, debió de haberlas recibido.

Cuando repensaron su oposición a reconocer la existencia de Haití como país, no lo hicieron como un acto de generosidad hacia un pueblo que pretendía construir un país de afrodescendientes libres desde las más dificultosas condiciones, sino como un modo de reapropiarse de sus recursos y sus riquezas, a través de la inserción de la producción agrícola en los circuitos comerciales de la época.

El reconocimiento de Haití

El reconocimiento por Francia fue el más costoso para Haití, ya que los esclavizadores franceses exigieron una altísima compensación por la pérdida de las propiedades de la clase esclavista.

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Jean-Pierre Boyer

En 1824, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer envió una delegación a París para negociar una indemnización a cambio del reconocimiento de Haití por su antigua metrópoli colonial. Francia reconoció a Haití en 1826, luego de extorsionar al gobierno de Boyer, obligándole a resarcir en metálico lo que los combatientes antiesclavistas habían conquistado en el campo de batalla. Como resultado de ello, Haití acabó pagando a Francia la suma de 150 millones de francos, que fue muchísimo más que lo que el gobierno de Estados Unidos pagó a la República francesa en 1803 por la compra del territorio de Luisiana. El Reino Unido lo haría una década más tarde, en 1833, junto a la aprobación de la Ley de abolición de la esclavitud en las colonias británicas.

A Estados Unidos se le hizo mucho más difícil reconocer a la primera república afrodescendiente del mundo. A diferencia de las metrópolis europeas, cuyas colonias estuvieron localizadas en una zona ultramarina distante de Europa, Estados Unidos construyó su sistema esclavista en su propio seno. El reconocimiento de Haití amenazaba los intereses de los dueños de las empresas esclavistas del Sur, temerosos de que el ejemplo haitiano sacudiera los fundamentos económicos de la nación. Por ello, las varias propuestas para que Estados Unidos reconociera a la república negra, tropezaran con el monstruoso racismo que existía, tanto en el sector económico de ese país, como en el seno de su propio gobierno.

De ahí que, a pesar de los intercambios comerciales informales que tuvieron ambas naciones durante cuatro décadas, Estados Unidos acabó reconociendo a Haití mucho más tarde que otras naciones. Lo hizo en 1862, justo cuando los estados del sur se separaron de la Unión de estados federados, iniciando la guerra civil de ese país, la cual tuvo como eje las pretensiones de la clase esclavócrata estadounidense de expandir el sistema esclavista hacia el oeste del país.

Haití en la mirada geopolítica estadounidense

Además de sus intereses económicos, los intereses geopolíticos de Estados Unidos fueron determinantes a la hora de entablar relaciones diplomáticas con el nuevo país. Haití había incrementado su papel como exportador de mercancías agrícolas, y los intereses navieros estadounidenses consideraban a Haití como un eje importante en el comercio marítimo en la región del Caribe, el cual aspiraban a controlar.

Además, a Estados Unidos le preocupaban los esfuerzos europeos de ampliar su presencia en esta parte del mundo, que fue precisamente el motivo que llevó al presidente estadounidense James Monroe a advertir a las metrópolis coloniales europeas en 1832, que no debían entremeterse en los asuntos del hemisferio occidental, que Estados Unidos consideraba como suyo. Con ello, se iniciaba las acciones de Estados Unidos dirigidas a dominar, no apenas la economía haitiana, sino toda la isla de La Española. Como parte de ese esquema, intentaron la adquisición del Mole-Saint Nicolas, en la región noroccidental del país, que mira hacia Cuba, para convertirlo en una base naval, garantizando el monopolio estadounidense del comercio marítimo en la región.

De ese modo, Haití se fue convirtiendo en una colonia informal de Estados Unidos, país que pretendía hacer girar las riendas del poder estatal haitiano hacia sus garfios imperiales. Como parte de ese esfuerzo, el presidente estadounidense Benjamin Harrison designó al reconocido abolicionista Frederick Douglass como ministro Residente y Cónsul General de los Estados Unidos en Haití, convirtiéndolo en un instrumento del naciente imperialismo estadounidense.

Un abolicionista negro en Haití

Aunque Douglass aceptó su nombramiento con la esperanza de que su presencia en Haití sería un potente factor para la paz, el bienestar y la prosperidad del pueblo de Haití, el Departamento de Estado tenía otros planes con su presencia, como «la esperanza de usarla para socavar la independencia de Haití mientras fortalecía el proyecto expansionista estadounidense en el Caribe».[1]

Merlin_4129046Durante su breve estancia en Haití, entre 1889 y 1891, Douglass se percató de que su misión no era estimular el desarrollo de una nación habitada por sus congéneres, sino abrirle las puertas al capital estadounidense. Desde el inicio de su gestión, Douglass percibió que, lejos de la visión romántica de un embajador estadounidense negro en afinidad con un país de mayoría negra, el poder imperial estadounidense esperaba de él que utilizara su negritud para abrirle el camino a los intereses económicos de ese país, sobre todo el sector naviero que se expandía por la región.

Lejos de un embajador, ejerciendo su papel diplomático, la presencia de Douglass en Haití se vio reducida a recibir órdenes de empresarios estadounidenses golosos y racistas en detrimento de los empresarios y ciudadanos haitianos, lo que se convertiría en el estándar de conducta que regiría la asistencia de Estados Unidos hacia ese país durante el siglo veinte, e incluso hasta nuestros días.

La ocupación de Haití

Varias décadas después del experimento con Douglass Estados Unidos optó por el modo directo de control sobre Haití, enviando soldados de la Marina de Guerra en 1915, bajo la presidencia de Woodrow Wilson, con el pretexto de «restaurar el orden y preservar la estabilidad política y económica del país en el Caribe», proceso que se extendió hasta 1934.

En realidad, de lo que se trataba era de sustituir las cúpulas de los estados de América Latina y el Caribe mediante la promoción de golpes militares dirigidos instalar gobiernos favorables a Estados Unidos, o el control directo de ellos mediante su invasión y ocupación. En ambos casos se obligaba a los países a convertirse en repúblicas bananeras, bajo un modelo que privilegiaba los intereses de monopolios dedicados a la producción de mercancías agrícolas para la exportación, apoyado por oligarquías serviles que ejercían su represión sobre sociedades altamente estratificadas.

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Tropas estadounidenses en Haití

Durante la ocupación de casi dos décadas Estados Unidos cumplió buena parte de los objetivos que se propuso, entre ellos la consolidación de un Estado favorable a sus intereses estadounidenses, la creación de la Garde d’Haiti, que fue una fuerza policiaca adiestrada para suprimir a los movimientos de luchas campesinas, y la instalación de instituciones americanas en el país, que canalizarían las llamadas «ayudas» a la población. La ocupación también tuvo una clara preferencia por los mulatos en el poder, que se beneficiaron del esfuerzo estadounidense de implantar la estructura racista de Jim Crow en el seno de la primera república afrodescendiente.

Durante los diecinueve años que duró la intrusión en Haití, el gobierno de Washington realizó obras de infraestructura y servicios agrícolas en ese país, a la vez que incrementaba el flujo de exportaciones estadounidenses, tales como instrumentos y productos agrícolas, hacia ese país. Con ello se incrementó la corrupción gubernamental y el endeudamiento del estado haitiano en el mercado financiero internacional.

Una nueva constitución aprobada en 1918 viabilizó la posesión de tierras por extranjeros. En ese proceso, que fue primordialmente controlado por las élites mulatas, muchos campesinos fueron despojados de sus tierras, obligándolos a emigrar hacia las ciudades del país, en las cuales se topaban con un Estado manejado por élites que despreciaban al pueblo campesino haitiano..

Sin embargo, el control mulato sobre el aparato de Estado se fue debilitando luego de la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la fuerza ganada por los movimientos negristas haitianos durante el periodo entre las dos grandes guerras mundiales del siglo veinte.

Conclusión

A lo largo del siglo veinte hubo intentos de modernizar al estado, los cuales se desmoronaba por los vaivenes entre su papel figurativo de representar el bien de la nación en su conjunto y su misión real de ser instrumento para proteger los intereses de la clase dominante haitiana. En ese proceso, el bienestar de la población haitiana quedó siempre relegado en la agenda de los que controlaban las riendas del poder.

Afirmado el control estadounidense de Haití, el país vivió periodos altibajos de luchas entre los diversos sectores de la clase dominante que se resolvieron con asesinatos de varios presidentes. Con la toma del poder por François Duvalier en 1957, Haití se fue tornando en una dictadura servil más, dentro de las muchas que amamantó Washington con el fin de convertir naciones con futuros, en meros tugurios marcados por la pobreza persistente y ciclos de violencia que culminaban en intervenciones militares extranjeras.

Con ello, se trastocaba la agenda trazada por los fundadores de la República de Haití en 1804, quienes imaginaron una nación independiente, con un Estado volcado hacia el bienestar del pueblo que logró destruir las estructuras deshumanizantes que sirvieron para enriquecer al mundo europeo.

 

[1] «Frederick Douglass and American Empire in Haiti». National African-American Rerparations Commission (December 15, 2021)

 

 

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La lucha de los afroamericanos por la igualdad ha dado grandes figuras. Mujeres y hombres que han hecho enormes sacrificios en defensa de su comunidad. Destacan nombres como el de Angela Davis, W. E. B. DuBois, Fred Hampton, Martin Luther King, Malcom X, Myrlie Evers, Medgar Evers, Kathleen Cleaver, Fannie Lou Hammer, Bayard Rustin, Johnn Lewis, Diane Nash, Rosa Parks, entre muchos otros y otras.

Uno de ellos destaca por la profundidad y la solidez de su actitud y sus argumentos frente al racismo y la segreagación racial. Se trata del escritor James Baldwin. Nacido en Harlem en 1924, Baldwin fue novelista, ensayista, poeta y activista. Pocos han analizado el supremacismo blanco estadounidense con lo claridad y contundencia con la que lo hizo Baldwin.

En este artículo, el escritor Steven Hill comenta uno de los momentos cumbre en la lucha de Baldwin contra el racismo: su famoso debate con el escritor conservador Wiliam Buckley. Invitados por la Cambridge Union Society, Buckely y Balwind debatieron el 18 de febrero de 1965. Esta asociación estudiantil organiza debates de 1815, por lo que se le considera la sociedad de debate más antigua del mundo.

No voy a  abundar en el contenido y desarrollo del debate, pero no puedo dejar de subrayar algo que Hill destaca: la relevancia del año 1965 no solo en la historia de Estados Unidos, sino en la lucha por los derechos civiles. Ese año fue contradictorio, pues por un lado fue aprobada una ley protegiendo el derecho al voto de los afroamericanos, por el otro,  ocurrió el domingo sangriento,  cuando el 7 de marzo la policía reprimió salvajemente una marcha pacífica en el puente Edmund Pettus en Selma, Alabama.   Malcom X fue asesinado el 21 de  febrero de 1965.  Los interesados en el significado del año 1965 en la historia estadounidense, pueden consultar el libro de James Patterson. The Eve of Destruction: How 1965 Transformed America (Basic Books, 2012).

Steven Hill es editor jefe de @DemocracySOS  y autor de   «10 Steps to Repair American Democracy, Europe’s Promise: Why the European Way Is the Best Hope in an Insecure Age y Raw Deal: How the Uber Economy and Runaway Capitalism Are Screwing American Workers.


 

Remembering James Baldwin - Boston Review

James Baldwin, tan relevante hoy como hace 60 años

Steven Hill

Los Angeles Progressive  20 de febrero de 2023

Todos tenemos héroes personales. Uno de los míos es el escritor James Baldwin.

En una era violenta de injusticia racial, Baldwin fue un faro brillante en el claroscuro de la tormenta. Sus penetrantes palabras y profundas ideas sobre la naturaleza de la supremacía blanca estadounidense fueron entregadas con arte, dignidad, compasión, aplomo y perspicacia aguda sobre el ser humano. Sus novelas, ensayos, poemas y obras de teatro ayudaron a elevar la comprensión pública de la opresión racial y sexual.

Pero su estilo característico fue su retrato honesto de sus propias experiencias personales, que desafió a los estadounidenses a defender esos valores universales y democráticos que supuestamente estaban entretejidos en el marco constitucional de la nación.

Gandhi dijo que los argumentos convencen a la mente racional, pero que el sufrimiento convence al corazón humano, que el sufrimiento abre el corazón. Los incisivos ensayos de Baldwin, sus apasionantes discursos y entrevistas, y sus majestuosas novelas trágicas, al igual que las marchas y la desobediencia civil de Martin Luther King, encarnaron el espíritu de Gandhi de una manera fascinante.

El año 1965 iba a ser un hito en la batalla por el alma y la cordura de los Estados Unidos de América. El 7 de marzo, Domingo Sangriento, doscientos policías estatales de Alabama atacaron a más de 500 manifestantes de derechos civiles, incluido el futuro congresista John Lewis, con caballos, palos y gases lacrimógenos mientras los manifestantes cruzaban el puente Edmund Pettus en Selma, Alabama. El 8 de marzo, 3500 marines llegaron, no a Alabama para proteger y defender a sus compatriotas afroamericanos contra la violencia blanca sin paliativos, sino a Vietnam del Sur, convirtiéndose en las primeras tropas de combate estadounidenses en ese teatro explosivo de guerra colonial.

Durante el resto de marzo, las marchas de protesta no violentas dirigidas por el Dr. Martin Luther King Jr., el Nonviolent Student Coordinating Committee y otros líderes negros continuaron entre Selma y Montgomery, Alabama, primero con cientos y luego con miles. Estados Unidos y sus cacareados ideales estaban parados en el precipicio.

El establishment político se tambaleó y se crispó. En agosto, el presidente Lyndon Johnson promulgó la Voting Rights Act of 1965, prohibiendo las pruebas de alfabetización y otras prácticas electorales discriminatorias que habían sido responsables de la privación generalizada del derecho al voto de los afroamericanos. Días después, los disturbios de Watts explotaron en Los Ángeles. Unos días más tarde, los Beatles actuaron en el Shea Stadium de Nueva York. She loves you, yes-yes-yes

Syracuse Stage opens its fall 2021 theater season with 'Baldwin vs. Buckley'  - The Daily Orange

En medio de toda esta tensión amplificada y escalofrío cultural, justo antes de la embestida del Bloody Sunday, el debate de Baldwin con Buckley cautivó la imaginación del público. Ocurrió en Gran Bretaña en una sala llena de la Cambridge Union en la Universidad de Cambridge, una prestigiosa serie de debates de 150 años de antigüedad, que televisó el evento (aquí hay un enlace de YouTube al debate, y debajo está la transcripción). El aire crepitaba, la emoción era espesa entre los más de 700 asistentes, aparentemente conscientes de que algo trascendental estaba a punto de ocurrir. En la transmisión de la BBC, el narrador prepara el escenario:

“I don’t think I’ve ever seen the union so well attended. There are undergraduates everywhere: They’re on the benches; they’re on the floor; they’re in the galleries; and there are a lot more outside clamoring to get in.”

(«Creo que nunca he visto al sindicato tan bien atendido. Hay estudiantes universitarios en todas partes: están en los bancos; están en el suelo; están en las galerías; Y hay mucho más afuera clamando por entrar».)

A los dos gladiadores de la oratoria se les pidió que debatieran el tema: «¿Se ha logrado el sueño americano a expensas del negro estadounidense?»  Baldwin se pone de pie después de una breve introducción del moderador, y su reticencia y tal vez incluso miedo se siente palpable 58 años después, ya que está rodeado por un mar de caras blancas. Baldwin no era exactamente una voz militante como Malcolm X o Stokely Carmichael, o la voz apasionada de un predicador como el reverendo King; El suyo era el comportamiento de una furia profética silenciosa que aún conservaba suficiente inocencia e incredulidad como para que cualquier humano pudiera tratar a otro de la misma manera que los blancos trataban a los negros. Y, sin embargo, a lo largo de su discurso, Baldwin se niega a permitirse perder su propia humanidad. De hecho, encuentra compasión incluso por sus opresores.

“I suggest that what has happened to white Southerners is in some ways, after all, much worse than what has happened to Negroes there, because Sheriff Clark in Selma, Alabama, cannot be considered—you know, no one can be dismissed as—a total monster. I’m sure he loves his wife, his children… You know, after all, one’s got to assume, and he is visibly, a man like me. But he doesn’t know what drives him to use the club, to menace with the gun and to use the cattle prod. Something awful must have happened to a human being to be able to put a cattle prod against a woman’s breasts, for example. What happens to the woman is ghastly. What happens to the man who does it is in some ways much, much worse.”

(«Sugiero que lo que les ha sucedido a los sureños blancos es de alguna manera, después de todo, mucho peor que lo que les ha sucedido a los negros allí, porque el sheriff Clark en Selma, Alabama, no puede ser considerado, ya sabes, nadie puede ser descartado como un monstruo total. Estoy seguro de que ama a su esposa, a sus hijos… Ya sabes, después de todo, uno tiene que asumir, y es visiblemente, un hombre como yo. Pero no sabe qué lo impulsa a usar el garrote, a amenazar con el arma y a usar la picana de ganado. Algo horrible debe haberle sucedido a un ser humano para poder poner una picana de ganado contra los pechos de una mujer, por ejemplo. Lo que le sucede a la mujer es espantoso. Lo que le sucede al hombre que lo hace es de alguna manera mucho, mucho peor».)

Este es el Baldwin vintage, convocando una empatía inexplicable por los lamentables supervisores. Para aquellos de ustedes que están familiarizados con él y su trabajo, tómense 20 minutos para revisar su brillantez y dominio de  la narrativa, al servicio de su enjuiciamiento de los cargos de injusticia y tribalismo crudo que nos marca y estigmatiza a todos. Para aquellos de ustedes que nunca han experimentado a James Baldwin, les espera un verdadero placer.

File:James Baldwin 35AllanWarren Allan Warren.jpg - Wikimedia CommonsLos comentarios de Baldwin son seguidos por una ovación de pie, y ganó el debate sobre Buckley en un deslizamiento de tierra, 544-164. Para ese momento, esos jóvenes blancos ingleses estaban despertando a su privilegio y al horror de la realidad negra. La mordaz acusación de Baldwin no solo de Estados Unidos sino también de la civilización occidental (de nuevo, ecos de Gandhi) sigue siendo hasta el día de hoy un testimonio memorable y poderoso del poder de los individuos y los movimientos de masas para luchar por un mundo mejor. Estoy inspirado, y enojado, porque el racismo todavía está muy presente con nosotros, cada vez que veo este discurso.

Baldwin se pone de pie y pronuncia alrededor de las 13:50 después de una breve introducción del moderador, y su elocución dura hasta aproximadamente las 38:00. Cuando termina, para su aparente sorpresa, es tratado con una ovación de pie. En la década de 1960 y los años anteriores, generalmente las multitudes blancas de este tamaño significaban cosas terribles para los negros.

¿Estoy imaginando un grado de incomodidad para Baldwin, rodeado al final por una multitud cercana de personas blancas adoradoras? Había perseguido nada menos que un desafío duradero a las narrativas de la libertad y la civilización occidentales construidas por los blancos, y al menos durante ese tiempo y momento, la gente blanca en la sala parecía entenderlo.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Comparto la primera de una serie de artículos del Dr. Aaron Gamaliel Ramos, analizando el interés histórico del imperialismo estadounidense en Haití. En esta primera entrega, el Dr. Ramos enfoca el desarrollo pol´ítico haitiano dede su independencia y a lo largo del siglo XIX.

El Dr. Ramos es profesor retirado de la Universidad de Puerto Rico y un experto en temas caribeños. Entre sus mútliples publicaciones podemos mencionar  a Islands at the crossroads: politics in the non-independent Caribbean (2001) e Islas migajas: los países no independientes del Caribe contemporáneo (2016).


Haití. La primera revolución social victoriosa trazó el camino de la  independencia – Colectivo Voces Ecológicas

Haití: El estado oligárquico

Aaron Gamaliel Ramos

Este es el primero de tres artículos sobre Haití dirigidos a conocer las raíces históricas de su actual crisis. Los siguientes textos considerarán el interés de Estados Unidos por ejercer control sobre Haití, y el papel de las misiones internacionales en ese país.

Introducción

La visión sobre Haití que se tiene en muchos países de América, incluyendo el nuestro, se fue erigiendo desde las miradas y los silencios acerca de esa nación que los imperios colonialistas lograron imprimir en buena parte de los pueblos sobre los cuales ejercieron dominio. En el núcleo central de la imagen, Haití aparece como una nación al margen de los países civilizados del mundo e incapaz de ser parte del concierto de Estados que lo configuran. De ahí que buena parte de las sugerencias para resolver sus dificultades como nación descansen en asignaciones de fondos manejadas por entidades foráneas y de planes de intervención por ejércitos extranjeros.

Sin embargo, desde una lectura anticolonial de la historia de este país se pueden descubrir las raíces en el tiempo de los obstáculos que ha enfrentado la nación haitiana levantar una nación desarrollada, administrada por un Estado moderno, durante sus más de dos siglos de existencia.

En este ensayo intereso compartir algunas claves que contribuyan a entender los obstáculos que ha tenido Haití para desarmar el Estado depredador que, durante los pasados dos siglos, ha desempeñado su papel de espaldas a la nación haitiana.

Haití, sus primeros años

El primer lustro del siglo diecinueve conoció la más asombrosa hazaña de la historia del Caribe, cuando la población esclavizada de la antigua colonia francesa de Saint-Domingue destruyó la colonia más rentable de la región, forjando esperanzas de que un pueblo formado por afrodescendientes libres pudiera construir una nación, a la par con las principales naciones de la época, que sirviera de modelo a aquellos que luchaban contra la esclavización humana.

El primero de enero de 1804 se estableció el nuevo país de Haití sobre las ruinas de la colonia de Saint-Domingue, que Francia había regido desde 1659, convirtiéndola en la empresa más rentable de la región del Caribe. En ese año, Jean Jacques Dessalines, quien fue el principal dirigente de la revolución, proclamó una constitución que estableció la cesación de la esclavitud por siempre. Se había cumplido la misión de crear una nación de afrodescendientes en el Caribe, con un gobierno republicano, una constitución liberal, códigos legales adaptados al país, y libertades religiosas de las cuales otros países carecían.[1]

Paradójicamente, el pueblo cuyos combatientes derrotaron al poderoso ejército imperial de Francia en la Batalla de Vertieres de 1803, iniciando su ruta hacia la formación de la primera república habitada y dirigida por afrodescendientes, acabó convirtiéndose en un país empobrecido, con una oligarquía haitiana al mando de un estado ubicado de espaldas a las necesidades del pueblo haitiano.

Haití. Batalla de Vertières: El día que la diáspora africana venció a los  esclavistas – Jubileo Sur / Americas

Batalla de Vertieres

En la trayectoria formativa del estado en Haití identifico dos períodos clave. Una fase inicial, en la cual la autoridad pública estuvo mayormente centrada en la protección del pueblo afrodescendiente de los intentos europeos por devolverlos a la esclavitud, y el período de la construcción del Estado oligárquico que fue tomando forma con la desaparición de la generación fundacional.

Durante sus primeros años como nación independiente se erigió un Estado militar, con la misión de proteger la nación de la apetencia esclavista europea. La primera constitución haitiana, de 1805, establecía un gobierno regido por un emperador y comandante en jefe del ejército, que era un cargo electivo, y organizaba el territorio nacional en seis divisiones militares, comandadas por generales de división. Además, establecía que «ningún hombre blanco, de cualquier nación que fuese, pondrá su pie en este territorio con el título de amo o propietario, ni en el futuro adquirirá ninguna propiedad en el mismo».[2]

Jean Dessalines, Haitian Leader born - African American RegistryDesde de puesto de Gobernador General de Haití, el fundador de la nación Jean Jacques Dessalines dejó como legado su desconfianza en los europeos, firmando un decreto disponiendo que: «Los generales de división, al mando de los departamentos, ordenarán a los generales de brigada que erijan fortificaciones en la cima de las montañas más altas del interior, y los generales de brigada, de vez en cuando, informarán sobre el progreso de su trabajo».[3]

Como resultado de ello, se erigieron fuertes en diversos lugares del país, incluyendo la imponente Ciudadela Laferrière, que Henri Christophe edificó en el norte del país, a unos 836 metros de altura, con el propósito de divisar la entrada de tropas francesas en su aguardado retorno. Siempre desconfiado del interés europeo en devolver a los haitianos a la esclavitud, Dessalines instruyó a su pueblo a que, «a la primera señal de alarma las ciudades se esfuman y la nación se pone de pie».[4] Fue esa prevención la que llevaría a Dessalines a preservar su enorme ejército, preocupado por el hecho de que las aniquiladas tropas francesas habían encontrado refugio en la parte oriental de La Española.

Culminada la fase imperial de la nueva nación, el país se fue configurando por un campesinado de cultura africana en economías de subsistencia a lo largo y ancho de sus fértiles tierras, y una oligarquía en ciernes interesada en integrar a la nueva nación a los flujos económicos de aquellos tiempos.

La oligarquía naciente

Las luchas que definirían el curso torcido de la nación haitiana aparecerían poco después, cuando se planteó el tipo de economía que habría de tener el país.

En su visión agrarista, el propio Dessalines había colocado la propiedad territorial nacionalizada al servicio del campesinado haitiano, lo que lo convirtió en enemigo de la antigua clase de libertos, negros y mulatos, quienes interesaban apropiarse de los bienes de los antiguos colonos franceses para controlar las riendas del poder político.[5]

A la muerte de Dessalines, estos dos sectores reclamaron privilegios que no disfrutaría la mayoría campesina. De una parte, los oficiales combatientes de la revolución, principalmente negros, ansiaban la posesión de tierras como recompensa por su sacrificio. Asimismo, el sector mestizo aprovechó sus vínculos de sangre con la antigua clase dominante francesa para reclamar privilegios que le daba su ascendencia y su color.

Conoce la Citadelle Laferrière, un lugar hipnótico de Haití - Ciudades con  Encanto

Ciudadela Laferrière

Las luchas epidérmicas entre ambos sectores oligárquicos fueron definiendo la historia haitiana durante los pasados dos siglos. La oligarquía mulata naciente intentó abrir los canales comerciales para la exportación de la producción agrícola, estableciendo vínculos con mercaderes del exterior, localizados en diferentes colonias del Caribe, principalmente Curazao y Jamaica.[6]

En su visión sobre el futuro del país el sector mulato de la nación reprodujo los códigos sociales heredados de las prácticas de exclusión prevalecientes durante el dominio francés, entre ellas la demarcación entre el mundo urbano y el rural y entre lo civilizado y lo retrógrado. Se fueron convirtiendo de ese modo en una nueva clase dominante que preservaba la discriminación contra las mayorías campesinas como la principal lógica de Estado.

La construcción del Estado

Desde muy temprano en su historia, el Estado que se fue construyendo orientó su misión a apoyar la economía de exportación hacia el mercado internacional, colocándose de espaldas a la nación haitiana, formada principalmente por campesinos libres.

El sociólogo haitiano Jean Casimir considera que, en la construcción del Haití independiente se fue reproduciendo el modelo típico del estado colonial, donde el poder político se construye de espaldas a la nación sobre la cual ejerce su poder. El naciente estado haitiano se fue convirtiendo en una maquinaria dominada por una oligarquía criolla que percibía su existencia separada del pueblo, añorando controlar el poder para su propio enriquecimiento, mediante sus vínculos a los intereses extranjeros de la época, y relegando los intereses del campesinado libre que iniciaba su trayectoria fuera de la dominación esclava.

Para Casimir, «los grupos privilegiados en el emergente Haití permanecieron dentro de los confines del pensamiento colonial racista y proesclavista. Manifestaban su visión de mundo a través de las herramientas conceptuales que habían heredado del poder imperial,  soñando emular los gustos de la civilización occidental.[7]

La lucha de clase

La nación haitiana se fue forjando en la tensión entre el interés oligárquico por construir un país estructurado en el modelo de la antigua colonia, y el interés de las masas haitianas de disponer de tierras propias para subsistir en la sociedad post esclavista. Es decir, las luchas del campesinado contra la oligarquía revelaban el interés de los primeros en permanecer como un campesinado libre, en oposición al interés de los segundos en convertirlos en trabajadores de una economía de plantaciones bajo su mando, propuesta que había ocupado un lugar en las mentes de los primeros dirigentes revolucionarios.

Cuando la oligarquía naciente intentó abrir los canales comerciales para la exportación de la producción agrícola, aprobó códigos rurales abusivos que pretendían forzar al trabajador a servir forzosamente en la finca de un propietario o hacendado, «colocando en manos de los soldados el disciplinar a los holgazanes, los rebeldes y los vagos».[8]

Para ello, los nuevos oligarcas haitianos reprodujeron la visión europea de que se trataba de gentes incivilizadas, provenientes de África y, por ello, condenadas a ocupar los escalafones más bajos de la estructura de producción.

Alejandro Petión | Sutori

Alejandro Petion

Fue Alejandro Petion, presidente de la República de Haití entre 1806 y 1818, quien alcanzó a poner fin a los esfuerzos de la oligarquía por reproducir la colonia esclavista francesa, subdividiendo las tierras del país para crear un sistema de pequeñas propiedades, y sustituyendo la prioridad del azúcar por el café.[9]  De ese modo se fue forjando una economía orientada hacia el interior, que viabilizaba la alimentación de la población de las masas haitianas, frente al cerco tendido al nuevo país por las metrópolis coloniales de esa época.

El historiador haitiano Leslie Manigat sugiere que Petión abrió las puertas a la distribución masiva de tierras como resultado del cálculo político, pues pareció estar preocupado por la reacción que tendría una decisión adversa hacia el campesinado mayoritariamente negro de parte de un presidente mulato.[10]

De ese modo, Haití acabó teniendo dos grandes porciones poblacionales desconectadas. De una parte, se forjó una nación haitiana, de campesinos libres que resistieron las presiones de la oligarquía para devolverlos a la plantación. De otra parte, la oligarquía haitiana fue forjando un Estado que le servía de instrumento para enlazar sus intereses con el capitalismo agrario de aquellos tiempos.

A lo largo del siglo diecinueve hubo intentos de modernizar el Estado que fracasaron como resultado de las luchas de sectores dominantes negros y mulatos por su control, y de la renuencia de ambos sectores oligárquicos en incorporar al campesinado libre de Haití en su inventario de preocupaciones. Aunque ha tenido en sus manos las riendas del poder a lo largo de la trayectoria histórica de la primera república afrodescendiente del planeta, acabaron desvalijando la riqueza del país de la mano de intereses extranjeros, convirtiendo a Haití en uno de los países más empobrecidos del mundo.

Continuará..

[1] Julia Gaffield, The Racialization of International Law after the Haitian Revolution: The Holy See and National Sovereignty. The American Historical Review, Volume 125, Issue 3 (June 2020), p. 841

[2] Segunda Constitución de Hayti, 20 de mayo de 1805, promulgada por el Emperador Jacques I (Dessalines). Declaración preliminar (12).

[3] Histoire de la Citadelle (Ferrière) Henry et le palais Sans-Souci. Bulletin de L’Ispan, No. 3, 1er août, 2009.

[4] Segunda Constitución de Haití (5 de mayo de 1805), Disposiciones Generales (28).

[5] Gérard Pierre Charles, L’économie haïtienne et sa voie de développement. Maisonneuve et Larose, 1967.

[6] Carolyn Fick 1990.

[7] Jean Casimir, The Haitians: a Decolonial History (North Carolina: University of North Carolina Press, 2020), 127-28

[8] Franklin J. Franco, Haití: De Dessalines a nuestros días. Santo Domingo, Editora Nacional, 1988, p. 19

[9] James G. Leyburn, El pueblo haitiano, Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1986, pp. 68-83

[10] Leslie Manigat, Éventails d’Histoire Vivante d’Haïti, p. 328.

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Uno de los libros que más ha influido en mi desarrollo como historiador es, sin lugar dudas, la obra de Charles A. Beard, An Economic Interpretation of the U.S. Constitution. Publicado en 1913, el libro de Beard cuestionó de forma brillante, directa y sin tapujos los mitos que habían adornado la creación de la constitución estadounidense presentándole como uno de los principales ejercicios democráticos en la historia de la Humanidad. Sin compasión alguna por los llamados Padres Fundadores, Beard analiza cómo la defensa de los intereses económicos de la oligarquía estadounidense fue el factor determinante en la redacción de la constitución.  Obviamente, esta obra no fue bien recibida por el establishment académico y Beard se convirtió en un historiador marcado, lo que eventualmente le terminó costando su trabajo en la Universidad de Columbia. Su salida de la gran universidad neoyorquina no detuvo su trabajo. Junto a su esposa Mary Beard, otra gran historiadora, continuó desmontado mitos históricos

En este corto ensayo, el doctor Richard Drake reacciona ante acusaciones de racismo hechas en contra de los Beard. Drake resalta el antisemitismo y el rechazo a la esclavitud de los Beard. El profesor Drake ocupa la Cátedra de Investigación Lucile Speer en Política e Historia en la Universidad de Montana. Es autor de Charles Austin Beard: The Return of the Master Historian of American Imperialism (2018) y de The Education of an Anti-Imperialist: Robert La Follette and U.S. Expansion (2013).

Charles Beard: Bob La Follette's Friend - Progressive.org

¿Fue Charles Austin Beard un historiador racista?

Richard Drake

Counterpunch

10 de febrero de 2023

La controversia sobre Charles Austin Beard comenzó en 1913 cuando publicó An Economic Interpretation of the U.S. Constitution.  Cumplió treinta y nueve años ese año. Hasta entonces, sus libros habían aparecido con elogios generalizados dentro de la profesión y con el descuido benigno del público lector en general. Un profesor de gran éxito en la Universidad de Columbia y un prolífico autor y crítico de libros sobre inglés e historia estadounidense, avanzó rápidamente en la profesión. Como muestra de su promesa profesional, la principal revista en su campo lo buscó temprano para servir en su junta de editores.

El ascenso profesional normal de un académico talentoso, enérgico y ambicioso cambió repentinamente su trayectoria en 1913. Lo hizo bruscamente en dos direcciones. Los socialistas y los liberales progresistas elogiaron a Beard por su análisis realista de la Convención Constitucional como el lugar de nacimiento de un gobierno nacional destinado desde el principio a servir como el ayudante político de las élites económicas del país. Para la izquierda, Beard se convirtió y siguió siendo una figura heroica y un avatar de la forma en que se debe escribir la historia crítica. Los conservadores, sin embargo, nunca perdonarían a Beard por su retrato de los Padres Fundadores como una asamblea de políticos, por muy brillantes y eruditos que fueran, actuando necesariamente en el engrandecimiento de las élites que los habían enviado a Filadelfia en 1787, más o menos estableciendo el patrón de la política estadounidense desde entonces. Por hacer tal argumento y documentarlo, se convirtió en el historiador más famoso e influyente del país, pero también en el más notorio y controvertido.

Las batallas sobre la interpretación de Beard de la Constitución palidecieron en comparación con las consecuencias del papel que desempeñó durante los debates nacionales sobre la intervención estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Para entonces también era el principal intelectual público del país. Utilizó su influencia para oponerse a la política intervencionista de Franklin Delano Roosevelt, argumentando que esta guerra, como la Gran Guerra que la precedió, se refería principalmente al imperio. Basó su apelación en las tradiciones imparciales de política exterior consagradas en el discurso de despedida de Washington. Abandonar esas tradiciones en favor de apoyar a los imperios británico, francés y soviético en una guerra que sería la más catastrófica de la historia le pareció el principio del fin de una auténtica civilización democrática estadounidense.

An Economic Interpretation of the Constitution of the United States: Beard,  Charles A.: 9780486433653: Amazon.com: BooksBeard despreciaba a los nazis, pero pensaba que su derrota era sólo incidental al objetivo principal del gobierno de los Estados Unidos, establecer su hegemonía sobre la economía mundial. Al igual que con la Convención Constitucional y todas las guerras estadounidenses que comenzaron con la Revolución en 1775, entendió la Segunda Guerra Mundial en su nivel más profundo como un evento económico. El espectacular ascenso del poder del gobierno estadounidense que luego comenzó con la creación del complejo militar-industrial sería el principal legado de la guerra y convertiría a los Estados Unidos en un estado de guarnición permanente en eterna vigilancia para el bienestar y el aumento del orden capitalista corporativo. Beard no entendió todo bien sobre la Segunda Guerra Mundial, pero vio claramente la dirección en la que se dirigía el país.

En septiembre del año pasado, Beard fue atacado en un tercer frente, su presunto racismo. El ataque ocurrió en las páginas de The New York Review of Books en un artículo de uno de los historiadores más eminentes del país, Eric Foner. En reacción a ese cometario escribí la siguiente carta a los editores de esa publicación.

A los editores:

En “La complicidad de los libros de texto” (NYRB, 22 de septiembre de 2022), Eric Foner afirma: “Charles y Mary Beard, en un libro de texto escrito en la década de 1920, prácticamente ignoraron el movimiento abolicionista, reflejando no solo el racismo, ciertamente presente en su libro, sino también la comprensión ‘beardiana’ de la historia como una serie de luchas entre clases económicas, con ideologías políticas que son esencialmente máscaras para el interés económico propio”.

Los Beards ciertamente no estaban imbuidos de todas las actitudes iluminadas de nuestro tiempo hacia la igualdad humana. Como podríamos esperar de la mayoría de los estadounidenses nacidos en la década de 1870, es poco probable que alguno de ellos pueda aprobar un examen estrictamente calificado de entrenamiento de sensibilidad en el lugar de trabajo.

Sin embargo, a los Beards les fue bien en los debates sobre la igualdad humana de su propio tiempo. Mary Ritter Beard avanzó la historia de las mujeres como un campo de investigación vital. The Rise of American Civilization, el libro de texto citado por el profesor Foner y que ella coescribió con su esposo, atrajo nueva atención a los problemas de las mujeres.

Charles Austin Beard, el principal historiador e intelectual público de la época, se opuso vigorosamente al antisemitismo en la vida estadounidense. En 1917, protestó por el despido en la ciudad de Nueva York de tres maestros de escuela judíos de izquierda: Samuel Schmalhausen, Thomas Mufson y A. Henry Schneer, quienes, según el New York Times, habían sido despedidos por “tener puntos de vista subversivos de buena disciplina y de socavar la buena ciudadanía en las escuelas”. Beard avaló a estos hombres y protestó en una carta citada por  el Times que había habido “no poco sentimiento antisemita en el caso”. También se involucró en otro notorio episodio de antisemitismo más de veinte años después, la denegación de un nombramiento para el historiador Eric Goldman en la Universidad Johns Hopkins a pesar del respaldo unánime del departamento de historia. Beard, un profesor visitante allí en ese momento, criticó la decisión como un caso flagrante de prejuicio.

Beard también atacó el antisemitismo como una fuerza maligna en todo el mundo. A principios y mediados de la década de 1930, cuando muchos en Europa y Estados Unidos vitorearon a Adolf Hitler como un baluarte contra el comunismo soviético, Beard atacó implacablemente al régimen nazi. Condenó a los nazis por su antisemitismo y actitudes racistas en general. Escribiendo para The New Republic  en 1933 y 1934, condenó “el salvajismo nazi habitual en el trato con los judíos” y protestó por las conferencias de los portavoces nazis que intentaban influir en los estadounidenses “en beneficio del juego de propaganda de Hitler”. En un discurso pronunciado en 1934 en la New School for Social Research, Beard retrató el nazismo como “una filosofía diabólica baja” responsable de un reino de terror en el corazón de Europa. Ese octubre, criticó a Roscoe Pound, decano de la Facultad de Derecho de Harvard, por aceptar un título honorario de la Universidad de Berlín. Un honor de los nazis contó en contra del destinatario, en la economía moral de Beard. En un  artículo de Foreign Affairs  de 1936, criticó el sistema nazi de educación por su obsesión con la higiene racial y el programa de aplastar “toda libertad de instrucción y toda búsqueda independiente de la verdad”.

¿La interpretación económica de los Beards de la Guerra Civil reflejó motivos racistas como afirma el profesor Foner? Los Beards odiaban la esclavitud como una institución irremediablemente malvada. Su relato de la esclavitud comienza: “En los amargos anales de los humildes no hay capítulo más espantoso que la historia de este comercio de carne humana”. La esclavitud surge para una discusión sostenida a lo largo del primer volumen, siempre como una tragedia para el país. Entre los escritores de la época de la Guerra Civil que los Beards admiraban, Ralph Waldo Emerson recibe elogios singularmente altos y no solo por su penetrante discernimiento de las conexiones entre la propiedad y la política. También señalan con evidente aprobación sus “golpes rotundos a la esclavitud como institución”. Presentan el caso a favor de la esclavitud que el Sur se hizo a sí mismo, al tiempo que señalan que su naturaleza autoengañosa condujo a la aplastante derrota militar de la región y a la ruina económica a largo plazo. También examinan la agenda económica del Norte, esencialmente siguiendo el razonamiento presentado brevemente por Henry Adams, un historiador ejemplar para ellos, en su autobiografía. Adams sintetizó en una sola imagen el significado último de la Guerra Civil como el triunfo de los intereses económicos del Norte: “El mundo después de 1865 se convirtió en un mundo de banqueros”.

El análisis de los Beards, sin embargo, no puede atribuirse legítimamente al racismo. Escribieron su libro inmediatamente después de la Gran Guerra. Partidarios de la política intervencionista del presidente Wilson en ese conflicto, posteriormente se desilusionaron por la codicia imperialista que triunfó en la Conferencia de Paz de París de 1919. La guerra para hacer que el mundo fuera seguro para la democracia había enseñado a los Beards a descartar las profesiones de idealismo sobre la libertad como una explicación persuasiva de las políticas de guerra de Washington. A esta regla, no hicieron una excepción para la Guerra Civil. No el racismo, sino la lógica de su convicción sobre la guerra en general los guió en su interpretación de la Guerra Civil.

Richard Drake

Missoula, Montana

Mary Beard and the Beginning of Women's History - JSTOR Daily

Mary Beard

La carta no encontró el favor de los editores de NYRB. Este resultado era quizás comprensible. Los editores explican en su sitio web que reciben miles de tales cartas. Sin embargo, es necesario hacer algunos esfuerzos para aportar equidad y precisión al debate sobre Beard. Se lo debemos. Fue, después de Henry Adams, nuestro mayor historiador. Su idea de seguir el rastro del dinero para una comprensión adecuada del imperialismo y el militarismo estadounidenses constituye un rayo de luz en la niebla de propaganda que nos envuelve hoy. Descartar a Beard como racista en esta época puede ser un medio efectivo, aunque históricamente irresponsable, para deshacerse de él de una vez por todas. Como siempre desde 1913, cancelar Beard vendría como una consumación devotamente deseada por los guardianes de nuestras mitologías nacionales.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

 

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USS Maine (ACR 1)

Rickover y el hundimiento del USS Maine

16 de febrero de 2023

Una de las ventajas de administrar un blog es que no estás limitado por los parámetros de publicación que caracterizan a otros tipos de medios. Básicamente, puedo hacer lo que quiera, como reseñar un libro “viejo”. En setiembre de 1974, el Almirante H. G. Rickover leyó un artículo publicado en el diario Washington Star-News titulado “Returning to the Riddle of the Explosion that Sunk the Maine”. Su autor, John M. Taylor, planteaba la necesidad de resolver el misterio del hundimiento del USS Maine. Enviado a la Habana para presionar a los españoles a lograr la pacificación de Cuba, el Maine explotó el 15 de febrero de 1898, matando a 266 marinos estadounidenses. Esta tragedia llevó a una corta, pero muy importante guerra que cambió la historia de Estados Unidos, España, Cuba, las Filipinas, Guam y Puerto Rico. Desde entonces el porqué de la destrucción del acorazado ha generado intensas discusiones, colocando la explosión del Maine junto al asesinato de Kennedy, el ataque a Pearl Harbor y  9/11 como uno de los grandes “misterios” de la historia estadounidense. De ahí que se hayan desarrollado teorías conspiratorias que acusan a los estadounidenses de la voladura del acorazado y que alegan que la mayoría de los marinos de eran negros, entre otras cosas.[1]

How the Battleship Maine Was Destroyed : Rickover, Hyman George: Amazon.de:  BücherIntrigado por el artículo de Taylor, Rickover inició su propia investigación que culminó en 1976 con la publicación del libro How the Battleship Maine was Destroyed (Washington: Naval History Division, U.S. Govertment Printing Office, 1976). Gracias a un trabajo de Dana Wegner[2] conocía de la existencia de este escrito, pero no había podido acceder al libro. Esto cambió el año pasado, pues pude comprar una copia de la reimpresión del libro de Rickover publicada por la Naval Institute Press (Annapolis: 1995). Tras disfrutar de su lectura lo voy a reseñar.

Hay que comenzar con una pregunta básica: ¿quién fue el Almirante H. G. Rickover? La respuesta más sencilla es que es el padre del programa de submarinos nucleares de la Marina estadounidense, pero me quedaría corto. Rickover fue un marino de carrera que nació en Polonia, pero emigró a Estados Unidos a muy corta edad. Graduado de la Naval Academy en 1918, Rickover se incorporó a la Marina como oficial. En 1930 obtuvo una Maestría en ingeniería eléctrica de la Universidad de Columbia. Durante gran parte de la segunda guerra mundial, Rickover trabajó en el Bureau of Engineering en Washington, D.C como jefe adjunto de la sección eléctrica del Bureau of Engineering. Después de la guerra se convirtió en un promotor del uso de la energía nuclear para propulsión marítima. Sus esfuerzos culminaron con la botadura del USS Nautilius, el primer submarino propulsado por energía atómica, cuyo diseño y construcción dirigió. Admirado y respetado, Rickover se retiró de la Marina en 1982 con el rango de Contralmirante de cuatro estrellas, después de 63 años servicio.

Para indagar las causas del hundimiento del Maine, Rickover contó con la ayuda de un equipo de investigadores. Dos de ellos eran historiadores: el Dr. Francis Duncan y Dana Wegner, ambos empleados del US Navy. Duncan trabajó en la Atomic Energy Commission y en 1991 publicó un libro titulado Rickover and the Nuclear Navy: The Discipline of Techonology (Annapolis: Naval Institute Press). Este trabajo ganó el Theodore and Franklin D. Roosevelt Naval History Prize de 1991. Wegner era Curador de Maquetas de Buques para la Armada de Estados Unidos y autor de Fouled Anchors: The “Constellation” Question Answered (Bethesda: David Taylor Research Center, 1991). Ambos trabajaban para Rickover y se encargaron de la parte histórica de la investigación.

Para atender los temas técnicos, el almirante contó con la ayuda de  dos ingenieros: Ib Hansen y Robert Price. Hansen era ingeniero civil y estructural, especializado en el análisis de estructuras de barcos expuestas por explosiones. Price era un ingeniero químico y experto en la fotografía de explosiones submarinas.

Hyman Rickover Interview Techniques

Almirante H. G. Rickover

Tras la explosión del Maine se llevaron a cabo dos investigaciones: una por la Marina estadounidense y otra por las autoridades españolas. Ambas se realizaron en medio de un periodo muy tenso que presagiaba una guerra. La comisión investigadora española llegó a la conclusión que la destrucción del Maine había sido provocada por un accidente. La comisión estadounidense contó con los dibujos y testimonios de los busos que examinaron los restos del acorazado. También testificaron los sobrevivientes de la tripulación del barco, incluyendo a su capitán Charles D. Sigsbee. Los estadounidenses concluyeron que el Maine había sido hundido por una mina. Aunque su informe no identificaba a los perpetradores del atentado, su conclusión hizo inevitable la guerra hispano-cubano-estadounidenses.

En 1911 el Congreso aprobó fondos para reflotar y remover los restos del Maine de la bahía de la Habana.  Rickover describe con gran precisión los detalles técnicos de este proceso. También fue nombrada una comisión investigadora para que examinara los restos de barco y determinara las causas de su destrucción. Aunque fueron invitados, los españoles se negaron a participar de esta segunda investigación. La comisión investigadora de 1911 contó con la ventaja de que pudo ver los restos del barco, que además fueron fotografiados antes de ser removidos de la Habana y hundidos a cuatro millas de la costa cubana el 16 de marzo de 1912. En su informe final esta comisión confirmó las conclusiones de su homóloga de 1898: el Maine fue hundido por una mina.

The USS Maine And The Real Story Behind Its Explosion

USS Maine

Rickover rechaza las conclusiones de ambas investigaciones, señalando que “there is no evidence that a mine destroyed the Maine”. (91) Para ello se fundamenta en un informe técnico preparado por Hansen y Price – incluido como una apéndice del libro– basado en el análisis de las fotos tomadas en 1911 y de la documentación recopilada por las dos comisiones estadounidenses. Para Hansen y Price, la destrucción del Maine fue causada por una explosión interna en los polvorines del barco. En otras palabras, una accidente y no un ataque premeditado.

Para Rickover, la principal falla de las dos investigaciones estadounidenses estuvo en la ausencia de asesoría técnica. Tanto la comisión investigadora de 1898 como la de 1911 estuvieron integradas por marinos de carrera, con amplia experiencia naval, pero sin el conocimiento técnico necesario para examinar los restos del Maine y llegar una conclusión acertada de las causas de su destrucción. ¿Cómo explica el almirante esta seria falla? Según él, en la investigación de 1898 privó la prisa de llegar a un dictamen, pues la presencia de técnicos hubiera atrasado el desarrollo de la investigación en un contexto de urgencia nacional por determinar qué le había ocurrido al Maine. Rickover señala, además, que “the court´s verdict of an external explosion was on that could be expected” por tres razones: la tensión existente en las relaciones españolas-estadounidenses, la actitud patriótica y guerrerista de gran parte de la opinión pública, la prensa y el Congreso estadounidenses, y que se quería evitar que la culpa de la destrucción del Maine cayera sobre la Marina. Según el almirante,

“Had the ship blown up in an American or friendly foreign port, and had the same type of damage occurred, it is doubtful that an inquiry would have laid the blame on a mine. The finding of the court of 1898 appears to have been guided less by technical consideration and more by the awareness that war was now inevitable”. (95)

USS Maine Disaster

Reflotando el Maine, 1911

Aunque la comisión de 1911 no estaba bajo la presión de una guerra inminente, confirmó las conclusiones de la investigación de 1898. Tampoco contó con la asesoría de expertos. Según Rickover, solo habían transcurrido 13 años desde que el hundimiento del Maine había llevado a Estados Unidos a una guerra con España y “it would have been difficult for the Board to raise the issue whether the nation and its constitued authorities had made a grave error in 1898”. (97) En otras palabras, cuestionar que el Maine había sido destruido por una mina era políticamente incorrecto.

Podríamos entonces concluir, que el trabajo, tanto de la comisión de 1898 como la de 1911, estuvo determinado, no por factores técnicos, sino políticos.

Para terminar, debo señalar que el libro está acompañado de fotos, gráficos, dibujos, diagramas, planos y una sección de apéndices, que enriquecen esta obra. A pesar de la seriedad y profundidad de este estudio, su publicación no acabó con el debate en torno a qué ocurrió la noche que el Maine explotó en la Habana. Las teorías de conspiración no han desaparecido, sobre todo, aquellas que buscan por razones ideológicas, culpar al gobierno de Estados Unidos de la destrucción del Maine

Dr. Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de febrero de 2023

[1] Para un examen de las diversas explicaciones dadas a la tragedia del Maine pueden consultar la entrada del 23 de octubre de 2021 titulada El acorazado norteamericano Maine: ¿qué sucedió?.

[2] Wegner, Dana, “New Interpretations of How the Maine was Lost”,  en Edward J. Marolda. Theodore Roosevelt, the U.S. Navy, and the Spanish-American War. New York: Palgrave, 2001, 7-17.

 

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