La edición peruana del Le Monde Diplomatique correspondiente a abril del 2008 recoge un ensayo del analista francés Pierre Conesa titulado “Estados Unidos, riesgo para Europa” que llamó poderosamente mi atención. ()Conesa, Director Gerente de la Compagnie Européenne d’Intelligence Stratégique en Paris, se pregunta si la política exterior de los Estados Unidos constituye una amenaza “para la seguridad internacional”. La preocupación del francés es un claro reflejo del impacto de la política exterior de la administración Bush (hijo) sobre la imagen internacional de la nación estadounidense. Según Conesa, nos encontramos en un periodo de transición de un “sistema de unilateralismo militarista” controlado por un superpotencia (los EEUU) a un sistema “multilateralista” de potencias emergentes (Brasil, China, India) y de países con armas nucleares (Corea del Norte, India, Pakistán). Todo ello enmarcado en una espiral de altos precios del petróleo y escasez de alimentos. El autor se pregunta hasta qué punto las acciones unilaterales norteamericanas podrían “tener un papel desestabilizador” en el contexto actual. Mas que nada, este autor está preocupado por el impacto que las acciones norteamericanas podrían tener sobre Europa.
Tal unilateralismo mesiánico posee unos rasgos particulares. Primero, “el poder de rechazar las reglas de seguridad comunes,” como el convenio contra las minas personales. Segundo, el poder de decidir quién es “el enemigo” e imponerlo a la comunidad internacional, por ejemplo, la lucha contra el terrorismo. Tercero, “el poder de actuar militarmente por propia cuenta” gracias a su vasta superioridad militar. Cuarto, “el derecho que uno se otorga a sí mismo de volver a dibujar el mapa del mundo”. A estos cuatro factores Conesa añade un quinto y muy importante elemento: el excepcionalismo como filosofía nacional. En este punto el análisis de Conesa es claro y contundente:
“El individualismo, el moralismo y el excepcionalismo que impregnan tanto a las elites como a la opinión pública explican el sentimiento consensual de que nadie tiene derecho a cuestionar la pureza de sus intenciones. Ni la precisión de sus definiciones del Bien y del Mal. El deslizamiento estratégico de Washington desde la disuasión –una doctrina de preservación de la paz que funcionó durante toda la guerra fría– a la prevención, que es una lógica de desencadenamiento de la guerra, encuentra su origen en el excepcionalismo estadounidense. Éste postula que la seguridad del país no debe depender de nadie y que podría justificar por sí sola un ataque preventivo. El ataque directo y homicida sobre el territorio estadounidense del 11 de septiembre consolidó este tipo de “postulado””.
El respaldo incondicional a Israel, un gasto militar que es la suma del resto de los presupuestos militares del mundo y la predilección por el uso de la fuerza militar completan el cuadro que perturba a Conesa y le lleva a preguntarse, ¿son los Estados Unidos un riesgo para Europa?
¿Hubiese sido posible este planteamiento hace diez años? Creo que no, y no porque entonces no hubiese quien pensase que los Estados Unidos eran una amenaza, sino porque entonces la política exterior norteamericana se mantenía dentro de unos márgenes internacionales que la administración Bush (hijo) decidió transgredir. Al hacer eso, cayó un telón muy fino que reveló una imagen de la nación norteamericana difícil de reconocer para unos, pero muy familiar para otros. Sería bueno preguntar a millones de indochinos, indonesios, iraquíes, iraníes, guatemaltecos, chilenos, angoleños y afganos si los últimos cincuenta años de la política exterior norteamericana –unilateral o no– constituyeron una amenaza para sus vidas.
Me parece muy valido que Conesa mire hacia el futuro, pero yo por formación no puedo dejar de mirar al pasado y preguntarme, ¿desde cuándo la política exterior norteamericana es una amenaza?
Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.
Lima, 13 de julio de 2008