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Posts Tagged ‘J. Edgard Hoover’

Comparto con mis lectores  las  reseñas de dos películas  y un documental publicadas en el seminario puertorriqueño Claridad, que recogen, como bien señala su autora, el papel que han jugado las instituciones policiacas del gobierno estadounidense en la persecución de las minorías raciales en los Estados Unidos. El primero de los largos metraje, Judas and the Black Messiah, enfoca el asesinato por la policia de Chicago -en contubernio con el FBI- del joven líder de las Panteras Negras Fred Hampton. La segunda película, titulada The United States vs. Billie Holiday, es una producción  del servicio de suscripción  de vídeo Hulu. Dirigida por Lee Daniels, este largo metraje recoje la historia de la gran cantante afroamericana Billie Holiday y de los problemas que enfrentó con el Buró Antinarcóticos. El documental reseñado (MLK/FBI) retrata la persución   del FBI  contra el Dr. Martín Luther King. Para quienes gustamos del cine, y en particular del cine histórico, estas reseñas no podrán menos que despertar nuestra curiosidad por estas películas que parecen estar destinadas a convertirse en clásicos y documentos de una era muy difícil en la historia de Estados Unidos.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de abril de 2021


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La persecución continua del F.B.I.: Judas and the Black Messiah, MLK/FBI, The United States vs. Billie Holiday

María Cristina

Claridad    16 de abril de 2021

A pesar de que creo que Mississippi Burning (Alan Parker 1988) es un excelente filme que catalogo como político por centrarse en la irracional segregación sureña de los Estados Unidos, entiendo que la manera de presentar el FBI es lo más alejado de la verdad en ese tiempo y antes y después. Aunque Judas and the Black MessiahMLK/FBI  The United States vs. Billie Holiday enfocan en la persecución de la población afroamericana, el historial de esta agencia se extiende a cualquier grupo que ellos consideren ser una amenaza contra el gobierno de los Estados Unidos y a cualquier persona que exprese ideas “comunistas” según definido por ellos. A pesar del secreteo que siempre ha caracterizado al FBI, poco a poco han circulado documentos oficiales que revelan la intensidad de su carpeteo y acciones para poner fin, de una manera (desprestigiando) u otra (asesinato). Estos tres filmes son ejemplos de ello.

Judas and the Black Messiah 

Director: Shaka King; guionistas: Will Berson y Shaka King; cinematógrafo: Sean Bobbitt

Uno de los muchos aciertos de este filme—aparte de su temática—es que la recreación de época se presenta dentro de una realidad que capta la efervescencia de la década de los 1960 con toda su normalidad que puede ser agrupaciones de jóvenes entusiasmados por cambiar sus circunstancias, pero especialmente el mundo heredado y la sociedad que los reprime. Señalo esto porque a pesar de ser un proyecto muy prometedor, los cinco filmes del británico-caribeño Steve McQueen agrupados bajo el título Small Axe, intentan, pero no logran, ese sentido de urgencia de la época de turbulencia de la generación Windrushen el Reino Unido. Judas and the Black Messiahnos permite ser parte del momento, ver las maquinaciones del FBI, la utilización de un infiltrado (Bill O’Neal) para desprestigiar y, cuando esto no funciona, asesinar al joven Fred Hampton (1948-1969), líder de los Black Panthers en Chicago.

Daniel Kaluuya, obtiene el Bafta a mejor actor de reparto, por su  interpretación en 'Judas and the Black Messiah' - AlbertoNews - Periodismo  sin censura

Shaka King, director, coguionista y coproductor, muy astutamente enfoca en una sola etapa de la muy corta vida de Hampton (excelentemente interpretado por el británico Daniel Kaluuya): su ascenso a presidir la seccional de los Black Panthers en Illinois, la intensidad de su persecución de parte del FBI y su asesinato. Se dan tres episodios simultáneamente: el reclutamiento e infiltración de O’Neal (LaKeith Stanfield) y sus constantes dudas de si el dinero y la protección que recibe de la agencia valida su traición; el centralismo de Hampton en la lucha por una unidad de grupos y una línea de acción conjunta; el montaje del FBI para poner fin a lo que ellos mismos han fabricado como amenaza al gobierno establecido. Aunque conocemos lo sucedido (además de lo que recientemente se ha descubierto de las acciones del FBI), la historia personal y colectiva nos ofrece una esperanza de que la posibilidad del cambio existe. Por eso lo que queda en nuestra memoria son los esfuerzos de Hampton por crear el Rainbow Coalition y unir organizaciones políticas multiculturales como Black Panthers, Young Patriots y los Young Lords junto al apoyo de gangas rivales de Chicago para trabajar por cambios sociales dentro de las comunidades pobres y marginadas.

MLK/FBI

Director: Sam Pollard 2020

Edgar Hoover ha sido a través de los años una figura casi mítica por su malicia, astucia y persistencia en perseguir a cualquier persona o grupo que concibiera como enemigo de los Estados Unidos. Esa lista incluye a cualquier disidente de su propia definición de la ley y el orden. Además, parece obsesivo con sostener su versión de los que es la fibra moral—una versión fundamentalista de la sexualidad que no aplica a él—de los Estados Unidos que hace a este país mejor que cualquiera. Es su acumulación de poder lo que le permite violar precisamente los derechos humanos en los que se basa la Constitución de este país. Para él los derechos y la justicia sólo aplican a los “true Americans” lo que excluye a todos los que no provengan de la Europa blanca. Y si dentro de comunidades de descendencia italiana, irlandesa, judía y otros grupos étnicos favorecidos se desarrollan grupos activistas cuyo fin sea cambiar/alterar el gobierno actual, serán perseguidos de igual manera. Los estudiantes universitarios en contra de la Guerra de Vietnam, los grupos urbanos de jóvenes que abogaban por igual trato y derechos, los grupos religiosos y laicos que marchaban por la igualdad de derechos fueron fichados y perseguidos por unidades creadas específicamente para sabotear todas sus acciones. Martin Luther King se convirtió en un obsesivo objetivo para Hoover como demuestra este documental.

MLK/FBI, el documental que rastrea el ataque del FBI a Martin Luther King Jr.  – Luis Guillermo Digital

La historia que se presenta cubre de 1955 a 1968 y traza el inicio y el ascenso de Martin Luther King como activista de los derechos civiles y uno de los líderes más carismáticos, conocedores y determinados de conseguir la igualdad para toda la población de los Estados Unidos. Lo que Hoover consideraba sublevación, MLK y los integrantes de estos movimientos lo entendían como libertad y justicia para todxs. Nadie estaba exento de ser vigilado, acusado y encarcelado tanto por la policía local como por los agentes federales. Todxs tenían conocimiento de esto, aunque no supieran la extensión de esa persecución. Con excelente pietaje que cubre estos años, con archivos que ahora son públicos, con entrevistas con allegados a MLK y ex agentes del FBI, el documental cuestiona la veracidad de los documentos expuestos y, especialmente, los todavía protegidos bajo “Archivos privados de J. Edgar Hoover” y la gran pregunta de ¿cómo fue posible que con la vigilancia extrema que le tenían a MLK, no supieran de antemano que esa persona lo iba a asesinar en el balcón de la habitación del motel Lorraine en Memphis, Tennessee el 4 de abril de 1968? Con su muerte, el FBI cierra su archivo y toda la supuesta evidencia que tenían, para en algún momento utilizar en su contra, queda en ese infame archivo privado de Hoover.

The United States vs. Billie Holiday

Director: Lee Daniels; guionista: Suzan-Lori Parks; autora: Johann Hari; cinematógrafo: Andrew Dunn.

La recreación de época y la maravillosa voz de Andra Day interpretando las canciones que Billie Holiday hizo famosas son los puntos excepcionales de este filme. Es una pena que la historia sobre esta etapa de la vida de Holiday, especialmente desde finales de la década de 1940 hasta su muerte por cirrosis entre otros desgastes de salud, no tenga una narrativa coherente y compleja como debe ser la presentación de personajes en literatura o cine. Holiday aparece como una mujer con una voz única en el mundo musical del momento, pero lo que se enfatiza es cómo su alcoholismo, adicción a drogas y su impotencia de alejarse de relaciones destructivas y abusivas la convierten en una víctima. Su grupo de amigos la cuidan, complacen, aconsejan cuando ella se los permite, pero a fin de cuenta Holiday los echa a un lado para seguir a los hombres que se enriquecerán de su talento sin importarle el daño que le puedan hacer.

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Desarrollar la historia a través de un romance al principio imaginario y luego dañino entre Holiday y el agente del FBI (encubierto y descubierto), Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes), es bastante dudoso porque requiere entrampar a la mujer que supuestamente admira tanto. Además, Fletcher se presenta como un tipo que quiere hacer bien su trabajo, que cree que ser parte del FBI es una forma de ser parte del centro de poder, pero que supuestamente deplora a tipos como Harry Anslinger (Garrett Hedlund), el encargado de entrampar y arruinar la vida de Holiday. Por su parte, se presenta a Holiday con poca información de su pasado y de cómo llega a ser tan admirada y a tener tantos seguidores que logra llenar la sala de espectáculos más importante de Nueva York, Carnegie Hall. Lo que lxs espectadores vemos es una mujer talentosa, pero determinada a acabar con su vida con relaciones tan dañinas que no hay marcha atrás. A pesar de las fallas del filme Lady Sings the Blues (Sidney Furie 1972) por enfocar primordialmente en su adicción a drogas, protagonizado por Diana Ross, aquí sí hay un desarrollo de personaje que capta todas sus contradicciones.

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The Security State, COINTELPRO, and Black Lives Matter

Excerpt of letter sent to MLK from FBI

Excerpt of letter sent to MLK from FBI.(Photo: NYT/NARA)

The revelations reported over the last several weeks that various federal, state, and local authorities have been regularly monitoring individual organizers and protest activities associated with the Black Lives Matter movement may seem unsurprising in light of the expansive American state security infrastructure developed since the terrorist attacks of September 11, 2001. Such covert operations nonetheless remain deeply disturbing. They are embedded in a long history of government officials equating civil rights activism with subversion and of a mindset that understands black leaders and black citizens as dangerous when they demand an end to the racism underpinning the socioeconomic and political order of the United States.

Arguably that mindset dates back to the era of slavery, when whites patrolled for and snuffed out signs of potential unrest among the enslaved, understood black churches and ministers as possible agents of dissent, and tried to embargo word of international events like the Haitian Revolution and British abolition lest enslaved people get any ideas. But nothing in recent memory more clearly demonstrates how concerns about threats originating abroad can bleed into government efforts to contain black domestic activism than the project known as COINTELPRO.

Shorthand for Counter Intelligence Program, COINTELPRO formally began in 1956 as a secret program led by FBI Director J. Edgar Hoover. Its goal was to infiltrate the Communist Party USA, disrupt its activities, and monitor its members for signs that they agitated against the American government or even fed intelligence to the Soviet Union. Within months, however, Hoover had begun widening the purview of COINTELPRO, and by the late 1960s the FBI’s targets included a large number of individuals and groups Hoover and his agents considered “subversive.” These sometimes included white supremacist and hate groups on the far right, such as the Ku Klux Klan, the National States’ Rights Party, and the American Nazi Party. But far more frequently, domestic organizations targeted by COINTELPRO were leftist groups associated with socialism, the student movement, the antiwar movement, and the women’s rights movement.

None of the activities falling under the COINTELPRO umbrella, however, were more notorious or extensive than those directed at the black civil rights movement. The FBI had been monitoring black leaders of the burgeoning movement long before 1956, claiming that they harbored communists in their ranks. But over the course of the ensuing fifteen years, agents of the COINTELPRO program trained their sights on almost every organization and individual working on behalf of black civil rights. Suspicions of communism gradually became little more than a pretext for clamping down on protest, and in 1967 COINTELPRO undertook an operation entirely focused on black activism. Ostensibly created in response to growing black nationalist and black power movements in the United States, the operation not only targeted groups willing to countenance relatively radical ideas and activities such as the Deacons for Defense and Justice, the Black Panther Party, and the Nation of Islam, but also mainstream groups like the Congress of Racial Equality, the Southern Christian Leadership Conference, and the NAACP.

The directive creating the “racial intelligence” operation made no pretenses about its aims, which were to “expose, disrupt, misdirect, discredit, or otherwise neutralize the activities” of civil rights organizations and to frustrate the “efforts of the various groups to consolidate their forces or to recruit new or youthful adherents.” Although the directive claimed that the organizations most heavily targeted were “hate-type organizations and groupings” with a “propensity for violence and civil disorder,” few people came under greater scrutiny than Martin Luther King, Jr. Prior to King’s assassination in 1968, the FBI bugged King’s home and every hotel room in which he stayed, sent him audio recordings that supposedly captured his adulterous liaisons along with a blackmail letter urging him to commit suicide, and smeared him publicly as a communist and a “notorious liar.”

These tactics, nasty as they were, barely begin to capture the range of COINTELPRO’s activities, which included rooting through people’s mail and trash, breaking into organizational offices and the homes of individuals to conduct searches, planting false rumors and informants to turn activists and groups against one another, creating false documents and correspondence, attempting to get people fired from their jobs, fabricating evidence and perjured testimony at trials, carrying out acts of vandalism, soliciting beatings and sometimes assassinations, and otherwise engaging in a campaign of nearly unrestrained harassment, psychological warfare, and violence.

COINTELPRO might have continued indefinitely had it not been for a group of citizen activists who broke into an FBI field office in Media, Pennsylvania early in 1971, stole a number of incriminating documents, and released them to the press. The ferocity of the ensuing criticism led Hoover to announce several months later that COINTELPRO had ceased to exist. But resignations, lawsuits, and investigations followed for years, and in 1976 a Senate committee chaired by Senator Frank Church investigated the FBI generally and COINTELPRO specifically. Its report blasted the entire American intelligence community for engaging in domestic activities that went well beyond the boundaries of what was either acceptable or legal. Senior intelligence officials, the report concluded, sanctioned operations that routinely violated Americans’ constitutional rights and failed entirely to control field agents, who often neglected to consider the law and sometimes purposefully violated it.

With regard to COINTELPRO in particular, the Church Committee concluded that “many of the techniques used would be intolerable in a democratic society even if all of the targets had been involved in violent activity, but COINTELPRO went far beyond that.” The FBI, the Committee reported, had been less involved in legitimate counterintelligence than it had been conducting “a sophisticated vigilante operation aimed squarely at preventing the exercise of First Amendment rights of speech and association, on the theory that preventing the growth of dangerous groups and the propagation of dangerous ideas would protect the national security and deter violence.”

The exposure of COINTELPRO substantiated legitimate and accurate accusations about government abuses that had been floated for years. If it also lent credence to some wilder claims about government surveillance and repression that likely amount to conspiracy theories, the FBI has only itself to blame. Moreover, while public knowledge of COINTELPRO helped produce some reforms of American intelligence agencies, a number of the tactics used under COINTELPRO to investigate domestic activists and their organizations continued long after the program formally ended. Today, government officials scrutinizing those in the Black Lives Matter movement who stand on the front lines of the battle against white supremacy might be wise to direct more of their time and resources toward monitoring right-wing racist and antigovernment extremists, who have carried out nineteen lethal attacks resulting in the deaths of nearly fifty people since 2001. That is what a genuine domestic threat looks like.

About the Author

Joshua D. Rothman

Joshua D. Rothman is Professor of History and Director of the Frances S. Summersell Center for the Study of the South at the University of Alabama. He is the author, most recently, of Flush Times and Fever Dreams: A Story of Capitalism and Slavery in the Age of Jackson (2012), and is currently working on a book about the slave traders Isaac Franklin, John Armfield, and Rice Ballard.

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