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Archive for May 2009

La primera década del siglo XXI ha sido testigo de una producción impresionante de obras analizando la política exterior norteamericana desde una óptica imperialista. Decenas, sino cientos de libros, ensayos y artículos periodísticos  testimonían lo que ha sido un profundo debate intelectual y político.  La siguiente  bibliografía recoge  una muestra mínima, pero a mi parecer muy siginificativa de ese debate. Espero que les sea útil.

VirtousClaes G. Ryn, America the Virtuous: The Crisis of Democracy and the Quest for Empire. New Brunswick, U.S.A.: Transaction Publishers, 2003.

Michael Mann, Incoherent Empire. London & New York: Verso, (2003)

Michael Mann, El imperio incoherente: Estados Unidos y el Nuevo Orden Internacional. España, Ediciones Paidos Ibérica, S.A., Mann2004.

Melani McAlister, Epic Encounters: Culture, Media, and US Interests in the Middle East, 1945-2000. Berkeley: University of California Press, 2001.

new_imperialismDavid Harvey, The New Imperialism. Oxford & New York: Oxford University Press, 2003

Noam Chomsky, Hegemony or Survival: Americas Quest for Global Dominance. New York: Metropolitan Books, 2003.

Noam Chomsky, Hegemonía o supervivencia: la estrategia imperialista de Estados Unidos. Colombia: Editorial Norma,Chomsky_hegemonia2004.

Chalmers Johnson, Blowback: The Costs and Consequences of American Empire. New York: Metropolitan Books, 2000.

Chalmers Johnson, The Sorrows of Empire: Militarism, Secrecy, and the End of the Republic. New York: Metropolitan Books, 2004.

empireChalmers Johnson, Nemesis: The Last Days of the American Republic. The American Empire Project. New York: Metropolitan Books, 2006.

Andrew J. Bacevich, American Empire: The Realities and Consequences of U.S. Diplomacy. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2002.

Andrew J. Bacevich, The Imperial Tense: Prospects and Problems of American Empire. Chicago: Ivan R. Dee, 2003.

Andrew J. Bacevich, The New American Militarism: How Americans Are Seduced by War. New York: Oxford University Press, Andrew_Bacevich_The_New_American_Militarism_sm2005.

Andrew J. Bacevich, The Limits of Power: The End of American Exceptionalism. New York: Metropolitan Books, 2008.

William E. Odom  and Robert Dujarric. America’s Inadvertent Empire. New Haven & London: Yale University Press, 2004.

Wars of peaceMax Boot, The Savage Wars of Peace: Small Wars and the Rise of American Power.  New York: Basic Books, 2003.

Niall Ferguson, Colossus: The Price of America’s Empire. New York: Penguin Press, 2004.

Niall Ferguson, Coloso. Auge y decadencia del imperio americano. Barcelona: Debate, 2005.

Charles S. Maier,   Among Empires: American Ascendancy and Its Predecessors. Cambridge, MA: Harvard University Press, Among2006.

PoderRobert Kagan, Of Paradise and Power: America and Europe in the New World Order.  New York: Vintage Books, 2004.

Robert Kagan,  Poder y debilidad. Europa y Estados Unidos en el nuevo orden mundial. Madrid: Taurus , 2003

Fareed Zakaria, The Post-American World. New York: W.W. Norton, 2008

Fareed Zakaria, El mundo después de USA. Madrid, Espasa Calpe, 2009

Melvyn P. Leffler, and Jeffrey Legro, To Lead the World: American Strategy after the Bush Doctrine. New ZakariaYork: Oxford University Press, 2008.

FukuyamaFrancis Fukuyama, America at the Crossroads: Democracy, Power, and the Neoconservative Legacy.  New Haven: Yale University Press, 2007.

Francis Fukuyama, América en la encrucijada. Barcelona: Ediciones B, S. A., 2007

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.

Lima, Perú, 30 de mayo de 2009

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No suelo comentar noticias, pero ésta es una que llamó poderosamente mi atención. Según Chloé Morrison del Chatanooga Times Free Press (edición del 27 de mayo de 2009),  John Culpepper,  administrador de la ciudad de Chickamauga en el estado de Georgia, busca fortalecer el turismo local  explotando el papel que su ciudad jugó durante la guerra hispano-cubano-norteamericana. Recordada como campo de batalla  de la guerra civil estadounidense, Chickamauga fue también la cede de una importante base militar durante  la guerra contra España.  Según Morrison, Camp Thomas, nombre de la base en cuestión, fue el centro de entrenamiento norteamericano más importante de la guerra hispano-cubano-norteamericana. Unos 70,000 soldados fueron entrenados en Chickamauga antes de ser enviados a Cuba, las Filipinas o Puerto Rico.

us-ga)cmSegún Morrison, el historiador Raymond Evans realizó  un investigación sobre el papel que jugó Chickamauga durante la guerra gracias al apoyo económico de Comisionado del Condado Walker, Bebe Heiskell. El señor comisionado espera que esta “renovación en el interés en la Guerra Hispanoamericana” estimule la economía de la zona a través del desarrollo del turismo patrimonial.

Hay dos cosas que me impresionan de esta noticia. La primera es cómo se maneja el tema de la guerra hispano-cubano-norteamericana. La única referencia a ésta se limita a decirnos que el conflicto ocurrió entre abril y agosto de 1898, y que fue una guerra causada por temas relacionados a la lucha independentista cubana. En otras palabras, esta noticia revela la persistencia de la invisibilidad del imperialismo a nivel público en los Estados Unidos.  No esperaba que Morrison hiciera un profundo análisis crítico del rol de su país en la guerra hispano-cubano-norteamericana, pero me choca que no haya en su escrito el más mínimo intento de recuperar el significado histórico de una guerra que cambió  el destino no sólo de la pequeña ciudad Chickamauga, sino de los Estados Unidos, Cuba, Filipinas y Puerto Rico.

Lo segundo que me impresiona de esta noticias es como el rol desempeñado por la ciudad Chickamauga  en el desarrollo del imperialismo norteamericano queda escondido tras lo anecdótico. Aunque no se le reconozca como tal, se rescata el pasado imperialista estadounidense, pero no para reflexionar sobre él, sino para convertirle en un souvenir turístico.

Según Morrison, Evans publicará un libro con los resultados de su investigación.  Ojalá este libro brinde a los ciudadanos de Chickamauga una perspectiva crítica que les permita reflexionar sobre el papel que jugó su ciudad en el desarrollo del imperialismo estadounidense.

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.

Lima, 27 de mayo de 2009

Nota: LAS TRADUCCIONES DEL INGLÉS SON MÍAS.


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El unilateralismo abierto y franco, el militarismo agresivo y el fuerte tono ideológico de la  política exterior de la presidencia de George W. Bush, provocaron en los Estados Unidos un intenso e interesantísimo debate académico en torno a la naturaleza imperialista de la nación norteamericana. En los último ocho años, autores como Chalmers Johnson, Fareed Zakaria, Robert Kagan, Max Boot, Francis Fukuyama, Niall Ferguson, Amy Kaplan, Noam Chomsky, Charles S. Maier, Michael Ignatieff, Howard Zinn, James Petras y Patrick K. O’Brien  (entre otros) se embarcaron en una intensa producción académica  (decenas de libros, artículos, ensayos, reportajes noticiosos y documentales) que giró en torno a una pregunta básica: ¿Son o actúan los Estados Unidos como un imperio? Tal interrogante ha estado directamente asociada con temas como el de la hegemonía norteamericana, el unilateralismo, el  neoconservadurismo, la guerra contra el terrorismo, el uso de la tortura, el choque de civilizaciones y otros.

Como he señalado anteriormente, éste no es un debate nuevo y hasta se podría plantear que es un proceso cíclico que responde a periodos o eventos traumáticos en el desarrollo de las relaciones exteriores de los Estados Unidos (por ejemplo, la guerra hispano-cubano-norteamericana o la guerra de Vietnam).  Estos periodos o  eventos traumáticos forzaron en su momento un análisis crítico de la política exterior estadounidense que llevó  a algunos analistas norteamericanos reconocer el carácter imperialista de ésta.  Lo novedoso del debate desarrollado en la primera década del siglo XXI es no sólo la fuerza con que la naturaleza imperialista de las acciones estadounidense ha sido reconocida por historiadores, sociólogos, politólogos y otros analistas estadounidenses, sino también cómo algunos de éstos vieron esas acciones como un proceso necesario. En otras palabras, como  algunos de estos analistas justificaron la “transformación” de los Estados Unidos en un imperio como un paso necesario para el bienestar de la nación norteamericana y la estabilidad y paz mundial.  Es necesario subrayar que un grupo significativo de estudiosos condenó las acciones norteamericanas, especialmente en Irak, y subrayó sus terribles consecuencias a corto y a largo plazo.

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Andrew J. Bacevich

Uno de los participantes más importantes de este debate lo es el historiador conservador Andrew J. Bacevich. Bacevich es un exCoronel del Ejército de los Estados Unidos, graduado de la Academia Militar de West Point, veterano de la guerra de Vietnam, que posee un Doctorado de la Universidad de Princeton y que actualmente se desempeña como profesor de Historia en la Universidad de Boston.  Además, Bacevich tiene el triste honor de haber perdido a su hijo, el Teniente Primero Andrew J. Bacevich, en Irak en mayo del 2007. Escritor prolífico, Bacevich  es  autor de los siguientes libros: American Empire: The Realities and Consequences of US Diplomacy (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2002); The Imperial Tense: Prospects and Problems of American Empire (Chicago, Ivan R. Dee, 2003); The New American Militarism: How Americans are Seduced by War (New York, Oxford University Press, 2005); The Long War: A New History of U.S. National Security Policy since World War II (New York, Columbia University Press, 2007); y The Limits of Power: The End of American Exceptionalism (New York, Metropolitan Books, 2008).  A través de sus libros, artículos, ensayos y presentaciones públicas, Bacevich ha desarrollado una incisiva y sistemática crítica de las acciones y de las bases ideológicas y culturales de la política exterior estadounidense.  Ello resulta realmente admirable dada su orientación ideológica (pues se le considera un historiador conservador) y, sobre todo, por su transfondo personal y profesional.

En su edición del 28 de abril de 2009, TomDispatch.com incluyó un corto, pero valioso ensayo de Bacevich titulado “Farewell, the American Century Rewriting the Past by Adding In What’s Been Left Out” (publicado en español por Rebelión.org bajo el título “Adiós, siglo estadounidense”). En este trabajo, Bacevich reacciona a una columna de Robert Cohen titulada “Moralism on the Shelf”, que fue publicada en el Washington Post el 10 de marzo pasado. En su columna, Cohen reacciona a comentarios del presidente Barack Obama rechazando la  posibilidad de negociar con los talibanes moderados y propone que el llamado  “American Century”  (“siglo norteamericano”) ha llegado a su fin. Bacevich usa la columna de Cohen como excusa para hacer una reflexión crítica del significado (y limitaciones) de uno de los conceptos más importantes de la segunda mitad del siglo XX y de paso hacer un examen crítico de la política exterior norteamericana de los últimos sesenta años.

Luce

Henry Luce

Mi objetivo es reseñar el ensayo de Bacevich, pero antes es necesario hacer un poco de historia. A principios de 1941, la segunda guerra mundial llevaba un poco más de un año de iniciada y Alemania parecía invencible.  Tras aplastar a Polonia y noquear a  Francia, Hitler logró en menos de un año lo que las tropas imperiales alemanas no alcanzaron durante toda la primera guerra mundial, la conquista de Europa occidental continental.  Con Francia fuera de la guerra, Gran Bretaña resistía, casi sola, las embestidas del expansionismo nazi. En los Estados Unidos, el Presidente Franklin D. Roosevelt hacía todo lo que estaba a su alcance para ayudar a los británicos, pero sus esfuerzos se veían seriamente limitados por la apatía y el aislacionismo reinante en el Congreso y en sectores de la opinión pública estadounidense.
En febrero de 1941, el publicista norteamericano Henry Luce publicó en la revista Time un  corto ensayo titulado “The American Century” que se convertiría en uno de los documentos más importantes de la historia de los Estados Unidos en el siglo XX. Henry Luce era hijo de misioneros presbiterianos,  lo que explica que naciera en China en 1898. Graduado de la Universidad de Yale, en 1923 Luce  funda la revista  Time,  que sería la base para la creación de un imperio publicitario que incluiría publicaciones como Fortune y Life. Preocupado por la situación mundial, Luce escribió “The American Century” para llamar la atención de sus compatriotas ante la amenaza nazi.  En su breve escrito, Luce resaltó la responsabilidad de los Estados Unidos ante los eventos mundiales, pues según él, eran “la nación más poderosa y vital del mundo”, y como tal, debían hacer sentir su influencia y poder. Para Luce, era necesario que los norteamericanos entendieran que los Estados Unidos ya estaban involucrados en la guerra mundial y que sólo la nación estadounidense podía “definir de forma efectiva los objetivos de esta guerra.” Hijo de su momento histórico, “The American Century” buscaba luchar contra el aislacionismo sacudiendo a quienes se negaban a aceptar que los Estados Unidos debían intervenir en la guerra mundial para dar vida al “primer gran siglo norteamericano”. De esta forma, Luce anunció la hegemonía norteamericana de la posguerra.

Bacevich reconoce que aunque el chauvinismo, la religiosidad y la grandilocuencia de los argumentos de Luce no caen bien hoy en día, “The American Century” caló hondo en la mentalidad norteamericana, pues promovió la idea de los Estados Unidos  como “la fuente de salvación” del mundo, como el guía espiritual de la humanidad que sirvió de justificante ideológico-cultural de las políticas norteamericanas de la segunda mitad del siglo XX.  En otras palabras, Luce capturó en un frase la esencia de un momento histórico y aportó así un nuevo elemento a lo que el crítico cultural estadounidense  John Carlos Rowe denomina el “repertorio de métodos de dominación” del imaginario imperialista de los Estados Unidos.

Para Bacevich, la idea –él le llama mito– del siglo norteamericano tiene dos problemas básicos: primero, exagera el papel de los Estados Unidos y, segundo, “ignora y trivializa  asuntos en conflicto con el relato  triunfal” en el que ésta está basada. Con ello se perpetúa lo que Bacevich llama una “serie de ilusiones” que no permiten a los norteamericanos tomar conciencia de sí mismos, y que obstaculizan “nuestros esfuerzos para navegar por las aguas traidoras en las que se encuentra actualmente el país”.  La idea  de un supuesto siglo norteamericano perpetúa, por ende, una versión mítica del pasado estadounidense que no le permite a los norteamericanos entender los retos y problemas actuales.

Bacevich no tienes dudas de que el siglo XXI no es el siglo norteamericano, pero está conciente de que el pueblo y, en especial el liderato estadounidense aún permanecen bajo la “esclavitud” de esta idea. Por ello le combate demostrando su falsedad. Lo primero que hace Bacevich es reconocer que los Estados Unidos no derrotaron a la Wehrmacht, sino lo soviéticos. Segundo, Bacevich niega que los norteamericanos ganasen la guerra fría, pues según él, el imperio soviético fue víctima de la ineptitud de su liderato, no de las acciones de los norteamericanos. Tercero, Bacevich examina varios “errores cometidos por los Estados Unidos” que, según él, permiten ver la verdadera naturaleza del llamado siglo norteamericano: Cuba en 1898, la bomba atómica de 1945, Irán en 1953 y Afganistán desde la década de 1980.  Veamos cada uno de estos errores:

•    Cuba: En 1898, los Estados Unidos pelearon una guerra con España para, supuestamente, liberar a Cuba, pero la isla terminó convertida en un protectorado norteamericano, preparando así el camino hacia Fidel Castro y la Revolución Cubana, el fiasco de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y Gitmo.
•    La bomba nuclear: Bacevich enfatiza la responsabilidad de los Estados Unidos en la creación de uno de los principales peligros que amenazan a la Humanidad: la proliferación de armas nucleares. Los Estados Unidos  no sólo crearon y usaron la bomba, sino que también definieron su posesión como “el parámetro de poder en el mundo de la posguerra” mundial, dejando a las demás potencias mundiales en una posición desventajosa. En otras palabras, la ventaja nuclear estadounidense obligó a las demás potencias a desarrollar su propio armamento nuclear, fomentando así la proliferación de las armas nucleares.
•   Irán: Bacevich reconoce que los problemas actuales de los Estados Unidos e Irán no se originan en la Revolución Iraní de 1979, sino en el papel que jugó la CIA en el derrocamiento, en 1953, del primer ministro iraní Mohammed Mossadegh.  En otras palabras,  el pueblo iraní fue condenado a vivir bajo la dictadura del Shah para que los norteamericanos pudieran obetener petróleo. Bacevich llega inclusive a reconocer que el anti-norteamericanismo que llevó a la toma de la embajada estadounidense en noviembre de 1979 no “fue enteramente sin motivo.”
•    Afganistán: Bacevich considera necesario reconocer el rol que jugaron los norteamericanos en la creación de los talibanes. Los gobiernos de Jimmy Carter y Ronald Reagan enviaron armas y dieron ayuda a los fundamentalistas afganos que libraran una guerra santa en contra de los soviéticos. En ese momento se creía que la política norteamericana era muy inteligente, pues les causaba serios problemas a la Unión Soviética. Sin embargo, el tiempo demostró que la política norteamericana en Afganistán  alimentó un  cáncer que terminó costándole muy caro a los Estados Unidos.

Bacevich reconoce que nadie puede asegurar que, por ejemplo, si a principios del siglo XX los Estados Unidos hubiesen enfocado el tema cubano de una forma diferente, Cuba no sería hoy un enemigo de los Estados Unidos. Lo que sí le parece indiscutible es que las acciones norteamericanas en Cuba, Irán y Afganistán lucen hoy en día como acciones y políticas erradas.  Además, demuestran la falsedad del mito del siglo norteamericano y subrayan la necesidad de reconocer los errores de la política exterior estadounidense. Según el autor, “sólo a través de la franqueza lograremos evitar repetir estos errores”.

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Pero no basta con reconocer los errores, los Estados Unidos deben pedir disculpas, deben hacer un acto de contrición.  Según Bacevich, los norteamericanos deben pedir perdón a los cubanos, japoneses, iraníes y  afganos (yo añadiría a los guatemaltecos, a los chilenos, a los vietnamitas, a los camboyanos, a los salvadoreños, a los palestinos, a los angoleños y a otros pueblos que sufrieron los efectos del “siglo norteamericano”) sin esperar ni pedir nada a cambio.  Bacevich es muy claro:

“No, les pedimos perdón, pero por nuestro propio bien –para liberarnos de los engreimientos acumulados del siglo norteamericano y para reconocer que Estados Unidos participó plenamente en la barbarie, locura y tragedia que definen nuestra época. Debemos responsabilizarnos por todos esos pecados.”

Bacevich concluyen que para resolver los problemas que enfrentan los Estados Unidos, los norteamericanos tienen que verse a sí mismos tal como son, y para ello es imprescindible dejar a un lado “las ilusiones encarnadas en el siglo norteamericano”.

Debo reconocer que la franqueza y dureza del análisis de Bacevich me dejo muy impresionado.  Su deconstrucción del mito del siglo norteamericano es muy efectiva, aunque no incluye elementos como la guerra filipino-norteamericana, la guerra de Vietnam, el conflicto árabe-israelí y las intervenciones en América Latina (Guatemala, Chile, Nicaragua, El Salvador, etc.) Concuerdo plenamente en que es necesario que el gobierno y el pueblo norteamericano hagan un examen crítico y honesto de su política exterior. Para ello necesario dejar atrás varios elementos  ideológicos que han servido de base y justificante moral, cultural y política para las acciones norteamericanas desde el siglo XIX. No se trata sólo de superar el mito del siglo norteamericano,  es también necesario examinar críticamente ideas como el excepcionalismo, el sentido de misión, la doctrina Monroe, el puritanismo social, la doctrina del pecado original, el espíritu de la frontera, etc. En otras palabras, no basta con reconocer el carácter mitológico del llamado siglo norteamericano, pero sería un paso importantísimo.  La mentalidad que ha predominado en la política exterior de los Estados Unidos en los últimos sesenta años (por lo menos) es muy compleja y responde a patrones culturales muy enraizados en la historia de los Estados Unidos.  Superarlos no será fácil, pero yo quiero pensar que es posible.

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.
Lima, 24 de mayo de 2009

Las  traducciones del inglés son mías

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democracynowDemocracy Now! (¡Democracia Ahora!) es un programa noticioso norteamericano transmitido diariamente a través de más de 750 estaciones de radio y televisión. Su principal conductora y directora ejecutiva, Amy Goodman, es una prestigiosa y galardonada periodista norteamericana, coautora de varios libros y respetada a nivel mundial. Democracy Now! es, sin lugar dudas, una prueba del valor e importancia del periodismo independiente como alternativa a la cobertura noticiosa de las principales cadenas radiales y televisivas del mundo. Diariamente, millones de personas en el mundo obtienen al escuchar o ver Democracy Now!, información y una perspectiva periodística muy diferente a la que encontrarían en noticiarios tradicionales.

El pasado 13 de mayo, Amy Goodman realizó una interesante entrevista al gran historiador norteamericano Howard Zinn. Autor del ya clásico libro A People´s History of the United States (publicado en español por Ediciones Siglo XXI  bajo el título La otra historia de los Estados Unidos), Zinn es uno de los analistas más lúcidos de la sociedad y la historia estadounidense. En su entrevista con Goodman, Zinn enfoca temas como la política exterior del Presidente Barack Obama y su visión de la historia de los Estados Unidos. Zinn también comenta sobre el estreno en el History Channel de un documental titulado The People Speak basado en la lectura de pasajes de su libro A People´s History of the United States por actores como Matt Damon, Josh Brolin, Viggo Mortensen, Danny Glover, Marisa Tomei y Don Cheadle.

Aquí incluyo la entrevista divida en tres partes:

Primera parte

Segunda Parte

Tercera parte

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