El objetivo de este blog es fomentar el estudio de la historia de los Estados Unidos y analizar las prácticas, instituciones y discursos del imperialismo estadounidense.
El sistema electoral estadounidense puede resultar difícil de comprender por ser uno donde obtener la mayoría de los votos no garantiza ganar la presidencia. Una de sus piezas claves y más difíciles de entender es el colegio electoral, pues es este quien elige al presidente. Para aquellos interesados en el origen de esta institución, el 2 de mayo el Book Break delGilder Lehrman Instutite contará con la participación del Dr. Alexander Keyssar, quien comentará su libro Why do We Still Have the Electoral College? (Harvard University Press, 2020). El Dr. Keyssar es profesor de Historia y Sociología en la John F. Kennedy School of Government en Harvard University.
Quienes estén interesados en esta actvidad pueden registrarse aquí.
Me acabo de leer un libro fascinante, Ten Days in Harlem. Fidel Castro and the Making of the 1960s(Faber and Faber, 2020). Su autor, Simon Hall, enfoca la visita de Fidel Castro a Nueva York en setiembre de 1960 para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas de ese año. Durante los diez días que el jefe supremo de la Revolución Cubana estuvo en la Gran Manzana, hospedado en un hotel en Harlem, provocó más de un dolor de cabeza a las autoridades estadounidenses.
Hall, quien es profesor en la School of Historyde la University of Leeds, hace un trabajo excelente en este libro, que además está muy bien escrito. Citando a la historiadora afroestadounidense Brenda Gayle Plummer, Hall cataloga la visita de Castro como «a Cold War watershed» (un momento decisivo de la guerra fría). Su viaje colocó al cubano en la escena mundial, convirtiéndole en líder y símbolo del antimperialismo. En los díez días que estuvo en Nueva York, Castro se reunió con Nehru, Nkrumah, Nasser, Kruschev y Malcom X, y recibió, además, las simpatías de miles de niuyorquinos. Su visita fue un éxito de relaciones públicas. Su estadía sirvió también para consolidar una relación más estrecha con la Unión Soviética. Fue claro para todos los que lo observaron la camaradería y respeto mutuo entre Castro y Khruschev. Su estadía en un hotel de Harlem, barrio de población mayoritariamente negra y pobre, expusó el problema del racismo en Estados Unidos. Según Hall, la visita de Castro «inspirólaadulacióndeuna Nueva Izquierdaemergenteyayudóainiciarunanuevadécadadetumultopolítico,socialyculturaldeunamaneraapropiadamenteirreverente,rebeldeyanárquica.» (Mi traducción.)
Para las autoridades estadounidenses, quienes hubieran preferido no tener de visita a Castro, la estadía del líder cubano acabó de convencerles de que era necesaria su remoción, lo que aceitó la maquinaria burocrática que llevaría al fiasco de Bahía de Cochinos en abril de 1961.
Para quienes analicen los años 1960, el llamado Global South, la revolución cubana y las relaciones de Estados Unidos y América Latina, este libro debe ser lectura obligada. El trabajo de Hall sirve también de llamada de atención a una interesante historiografía sobre Estados Unidos desarrollada por académico británicos.
Comparto con mis lectores este ensayo escrito por el historiador Francisco Martínez Hoyos analizando las visitas que realizó Castro a Estados Unidos en 1959 y 1960.
Quienes estén interesado en el libro de Hall pueden escuchar una entrevista suya publicada en la New Books Network en setiembre de 2020.
Desde su independencia de España en 1898, Cuba vivió sometida a una humillante dependencia de los “gringos”, hasta el punto de ser considerada su patio trasero. La película El Padrino II refleja bien cómo, en la década de 1950, los gángsters estadounidenses tenían en la isla su propio paraíso. Gracias a sus conexiones con el poder, la mafia realizaba suculentos negocios en la hostelería, el juego y la prostitución. Miles de turistas llegaban dispuestos a vaciar sus bolsillos a cambio de sol, sexo y otras emociones fuertes en los casinos y los clubes que se multiplicaban sin control por La Habana.
El historiador Arthur M. Schlesinger Jr., futuro asesor del gobierno de Kennedy, se llevó una penosa impresión de la capital caribeña durante una estancia en 1950. Los hombres de negocios habían transformado la ciudad en un inmenso burdel, humillando a los cubanos con sus fajos de billetes y su actitud prepotente.
Cuba estaba por entonces en manos del dictador Fulgencio Batista, un hombre de escasos escrúpulos al que no le importaba robar ni dejar robar. Una compañía de telecomunicaciones estadounidense, la AT&T, le sobornó con un teléfono de plata bañado en oro. A cambio obtuvo el monopolio de las llamadas a larga distancia.
Barrio marginal de La Habana en 1954, junto al estadio de béisbol y a un cartel de un casino de juego. Dominio público
Para acabar con la corrupción generalizada y el autoritarismo, elMovimiento 26 de Julio protagonizó una rebelión que el régimen, pese a la brutalidad de su política represiva, fue incapaz de sofocar. Tenía en su contra a los sectores progresistas de las ciudades, en alianza con los guerrilleros de Sierra Maestra, dirigidos por líderes como Fidel Castro o el argentino Ernesto “Che” Guevara.
Se ha tendido en muchas ocasiones a presentar la revolución antibatistiana como el fruto de una intolerable opresión económica. En realidad, el país era uno de los más avanzados de América Latina en términos de renta per cápita o nivel educativo, aunque los indicadores globales ocultaban las fuertes desigualdades entre la ciudad y el campo o entre blancos y negros. Las verdaderas causas del descontento hay que buscarlas más bien en el orden político. Entre los guerrilleros predominaba una clase media que aspiraba a un gobierno democrático, modernizador y nacionalista.
Entre la opinión pública norteamericana, Fidel disfrutó en un principio del estatus de héroe, en gran parte gracias a Herbert Matthews, antiguo corresponsal en la Guerra Civil española, que en 1957 consiguió entrevistarle. Matthews, según el historiador Hugh Thomas, transformó al jefe de los “barbudos” en una figura mítica, al presentarlo como un hombre generoso que luchaba por la democracia. De sus textos se desprendía una clara conclusión: Batista era el pasado y Fidel, el futuro.
Happy New Year
A principios de 1959, la multitud que celebraba la llegada del año nuevo en Times Square, Nueva York, acogió con alegría la victoria de los guerrilleros cubanos. El periodista televisivo Ed Sullivan se apresuró a viajar a La Habana, donde consiguió entrevistar al nuevo hombre fuerte. Había comenzado el breve idilio entre la opinión pública norteamericana y el castrismo.
Poco después, en abril, el líder revolucionario realizó una visita a Estados Unidos, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos. Ello creó un problema protocolario, ya que la Casa Blanca daba por sentado que ningún jefe de gobierno extranjero iba a visitar el país sin invitación oficial. Molesto, el presidente Eisenhower se negó a efectuar ningún recibimiento y se marchó a jugar al golf.
Fidel Castro firma su nombramiento como primer ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959. Dominio público
En esos momentos, sus consejeros estaban divididos respecto a la política a seguir con Cuba. Unos defendían el reconocimiento del nuevo gobierno; otros preferían aguardar a que se definiese la situación. ¿Qué intenciones tenía Castro? ¿No sería, tal vez, un comunista infiltrado?
Parte de la opinión pública norteamericana, sin embargo, permanecía ajena a esos temores. Algunos periódicos trataron con cordialidad al recién llegado, lo mismo que las principales revistas. Look y Reader’s Digest, por ejemplo, le presentaron como un moderno Robin Hood.
El senador demócrata John F. Kennedy, futuro presidente, le consideraba el continuador de Simón Bolívar por encarnar un movimiento antiimperialista, reconociendo así que su país se había equivocado con los cubanos al apoyar la sangrienta dictadura batistiana. Entre los intelectuales existía un sentimiento de fascinación similar.
Muchos norteamericanos supusieron que el líder latinoamericano buscaba ayuda económica. Fidel, sin embargo, proclamó en público su voluntad de no mendigar a la superpotencia capitalista: “Estamos orgullosos de ser independientes y no tenemos la intención de pedir nada a nadie”. Sus declaraciones no podían interpretarse al pie de la letra. Sabía sencillamente que no era el momento de hablar de dinero, pero había previsto que un enviado suyo, quince días después, presentara a la Casa Blanca su demanda de inversiones.
En su opinión, ese era el camino para promover el desarrollo industrial, algo totalmente imposible sin el entendimiento con el coloso norteamericano. De ahí que insistiera, una y otra vez, en que no era partidario de las soluciones extremas: “He dicho de forma clara y definitiva que no somos comunistas”.
Ofensiva de encanto
Allí donde iba, Fidel generaba la máxima expectación. En las universidades de Princeton y Harvard sus discursos le permitieron meterse en el bolsillo a los estudiantes. En el Central Park de Nueva York, cerca de cuarenta mil personas siguieron atentamente sus palabras. No hablaba un buen inglés, pero supo ganarse al público con algunas bromas en ese idioma. De hecho, todo su viaje puede ser entendido como una “ofensiva de encanto”, en palabras de Jim Rasenberger, autor de un estudio sobre las relaciones cubano-estadounidenses. Castro, a lo largo de su visita, no dejó de repartir abrazos entre hombres, mujeres y niños.
Fidel Castro en la asamblea de la ONU en 1960. Dominio público
El entonces vicepresidente, Richard Nixon, se encargó de sondear sus intenciones en una entrevista de dos horas y media, en la que predicó al jefe guerrillero sobre las virtudes de la democracia y le urgió a que convocara pronto elecciones. Fidel escuchó con receptividad, disimulando el malestar que le producía la insistencia en si era o no comunista. ¿No era libre Cuba de escoger su camino? Parecía que a los norteamericanos solo les importara una cosa de la isla, que se mantuviera alejada del radicalismo de izquierdas.
Según el informe de Nixon acerca del encuentro, justificó su negativa a convocar comicios con el argumento de que su pueblo no los deseaba, desengañado por los malos gobernantes que en el pasado habían salido de las urnas. A Nixon Castro le pareció sincero, pero increíblemente ingenuo acerca del comunismo, si es que no estaba ya bajo su égida. Creía, además, que no tenía ni idea de economía. No obstante, estaba seguro de que iba a ser una figura importante en Cuba y posiblemente en el conjunto de América Latina. A la Casa Blanca solo le quedaba una vía: intentar orientarle “en la buena dirección”.
Desde entonces se ha discutido mucho sobre quién provocó el desencuentro entre Washington y La Habana. ¿Los norteamericanos, con su política de acoso a la revolución? ¿Los cubanos, al implantar un régimen comunista, intolerable para la Casa Blanca en plena Guerra Fría?
El envenenamiento
La “perla de las Antillas” constituía un desafío ideológico para Estados Unidos, pero también una amenaza económica. Al gobierno cubano no le había temblado el pulso a la hora de intervenir empresas como Shell, Esso y Texaco, tras la negativa de estas a refinar petróleo soviético. Los norteamericanos acabarían despojados de todos sus intereses agrícolas, industriales y financieros. Las pérdidas fueron especialmente graves en el caso de los jefes del crimen organizado, que vieron desaparecer propiedades por un valor de cien millones de dólares.
Como represalia, Eisenhower canceló la cuota de azúcar cubano que adquiría Estados Unidos. Fue una medida inútil, porque enseguida los soviéticos acordaron comprar un millón de toneladas en los siguientes cuatro años, además de apoyar a la revolución con créditos y suministros de petróleo y otras materias primas.
En septiembre de 1960, Fidel Castro regresó a Estados Unidos para intervenir en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue otra visita memorable. Tras marcharse de su hotel por el aumento astronómico de las tarifas, decidió alojarse en el barrio negro de Harlem, donde disfrutó de un recibimiento entusiasta.
Fidel Castro y el revolucionario Camilo Cienfuegos antes de disputar un partido de béisbol. Dominio público.
Los periódicos norteamericanos aseguraban que los cubanos utilizaban su alojamiento para realizar orgías sexuales, pero Castro aprovechaba para recibir visitas importantes, como la del líder negro Malcolm X, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru o Nikita Jruschov, mandatario de la Unión Soviética.
Desde la perspectiva del gobierno norteamericano, estaba claro que la isla había ido a peor. Batista podía ser un tirano, pero al menos era un aliado. Castro, en cambio, se había convertido en un enemigo peligroso. Lo cierto es que la Casa Blanca alentó desde el mismo triunfo de la revolución operaciones clandestinas para forzar un cambio de gobierno en La Habana, sin dar oportunidad a que fructificara la vía diplomática.
Por orden de Eisenhower, la CIA se encargó de organizar y entrenar militarmente a los exiliados cubanos. Era el primer paso que conduciría, en 1961, al desastroso episodio de Bahía de Cochinos, ya bajo mandato de Kennedy, en el que un contingente anticastrista fracasó estrepitosamente en su intento de invasión de la isla. Alejado entonces de cualquier simpatía por Fidel Castro, JFK le acusaba de traicionar los nobles principios democráticos de la revolución para instaurar una dictadura.
Comparto con mis lectores las reseñas de dos películas y un documental publicadas en el seminario puertorriqueño Claridad, que recogen, como bien señala su autora, el papel que han jugado las instituciones policiacas del gobierno estadounidense en la persecución de las minorías raciales en los Estados Unidos. El primero de los largos metraje, Judas and the Black Messiah, enfoca el asesinato por la policia de Chicago -en contubernio con el FBI- del joven líder de las Panteras Negras Fred Hampton. La segunda película, titulada The United States vs. Billie Holiday, es una producción del servicio de suscripción de vídeo Hulu. Dirigida por Lee Daniels, este largo metraje recoje la historia de la gran cantante afroamericana Billie Holiday y de los problemas que enfrentó con el Buró Antinarcóticos. El documental reseñado (MLK/FBI) retrata la persución del FBI contra el Dr. Martín Luther King. Para quienes gustamos del cine, y en particular del cine histórico, estas reseñas no podrán menos que despertar nuestra curiosidad por estas películas que parecen estar destinadas a convertirse en clásicos y documentos de una era muy difícil en la historia de Estados Unidos.
A pesar de que creo que Mississippi Burning (Alan Parker 1988) es un excelente filme que catalogo como político por centrarse en la irracional segregación sureña de los Estados Unidos, entiendo que la manera de presentar el FBI es lo más alejado de la verdad en ese tiempo y antes y después. Aunque Judas and the Black Messiah, MLK/FBI y The United States vs. Billie Holiday enfocan en la persecución de la población afroamericana, el historial de esta agencia se extiende a cualquier grupo que ellos consideren ser una amenaza contra el gobierno de los Estados Unidos y a cualquier persona que exprese ideas “comunistas” según definido por ellos. A pesar del secreteo que siempre ha caracterizado al FBI, poco a poco han circulado documentos oficiales que revelan la intensidad de su carpeteo y acciones para poner fin, de una manera (desprestigiando) u otra (asesinato). Estos tres filmes son ejemplos de ello.
Judas and the Black Messiah
Director: Shaka King; guionistas: Will Berson y Shaka King; cinematógrafo: Sean Bobbitt
Uno de los muchos aciertos de este filme—aparte de su temática—es que la recreación de época se presenta dentro de una realidad que capta la efervescencia de la década de los 1960 con toda su normalidad que puede ser agrupaciones de jóvenes entusiasmados por cambiar sus circunstancias, pero especialmente el mundo heredado y la sociedad que los reprime. Señalo esto porque a pesar de ser un proyecto muy prometedor, los cinco filmes del británico-caribeño Steve McQueen agrupados bajo el título Small Axe, intentan, pero no logran, ese sentido de urgencia de la época de turbulencia de la generación Windrushen el Reino Unido. Judas and the Black Messiahnos permite ser parte del momento, ver las maquinaciones del FBI, la utilización de un infiltrado (Bill O’Neal) para desprestigiar y, cuando esto no funciona, asesinar al joven Fred Hampton (1948-1969), líder de los Black Panthers en Chicago.
Shaka King, director, coguionista y coproductor, muy astutamente enfoca en una sola etapa de la muy corta vida de Hampton (excelentemente interpretado por el británico Daniel Kaluuya): su ascenso a presidir la seccional de los Black Panthers en Illinois, la intensidad de su persecución de parte del FBI y su asesinato. Se dan tres episodios simultáneamente: el reclutamiento e infiltración de O’Neal (LaKeith Stanfield) y sus constantes dudas de si el dinero y la protección que recibe de la agencia valida su traición; el centralismo de Hampton en la lucha por una unidad de grupos y una línea de acción conjunta; el montaje del FBI para poner fin a lo que ellos mismos han fabricado como amenaza al gobierno establecido. Aunque conocemos lo sucedido (además de lo que recientemente se ha descubierto de las acciones del FBI), la historia personal y colectiva nos ofrece una esperanza de que la posibilidad del cambio existe. Por eso lo que queda en nuestra memoria son los esfuerzos de Hampton por crear el Rainbow Coalition y unir organizaciones políticas multiculturales como Black Panthers, Young Patriots y los Young Lords junto al apoyo de gangas rivales de Chicago para trabajar por cambios sociales dentro de las comunidades pobres y marginadas.
MLK/FBI
Director: Sam Pollard 2020
Edgar Hoover ha sido a través de los años una figura casi mítica por su malicia, astucia y persistencia en perseguir a cualquier persona o grupo que concibiera como enemigo de los Estados Unidos. Esa lista incluye a cualquier disidente de su propia definición de la ley y el orden. Además, parece obsesivo con sostener su versión de los que es la fibra moral—una versión fundamentalista de la sexualidad que no aplica a él—de los Estados Unidos que hace a este país mejor que cualquiera. Es su acumulación de poder lo que le permite violar precisamente los derechos humanos en los que se basa la Constitución de este país. Para él los derechos y la justicia sólo aplican a los “true Americans” lo que excluye a todos los que no provengan de la Europa blanca. Y si dentro de comunidades de descendencia italiana, irlandesa, judía y otros grupos étnicos favorecidos se desarrollan grupos activistas cuyo fin sea cambiar/alterar el gobierno actual, serán perseguidos de igual manera. Los estudiantes universitarios en contra de la Guerra de Vietnam, los grupos urbanos de jóvenes que abogaban por igual trato y derechos, los grupos religiosos y laicos que marchaban por la igualdad de derechos fueron fichados y perseguidos por unidades creadas específicamente para sabotear todas sus acciones. Martin Luther King se convirtió en un obsesivo objetivo para Hoover como demuestra este documental.
La historia que se presenta cubre de 1955 a 1968 y traza el inicio y el ascenso de Martin Luther King como activista de los derechos civiles y uno de los líderes más carismáticos, conocedores y determinados de conseguir la igualdad para toda la población de los Estados Unidos. Lo que Hoover consideraba sublevación, MLK y los integrantes de estos movimientos lo entendían como libertad y justicia para todxs. Nadie estaba exento de ser vigilado, acusado y encarcelado tanto por la policía local como por los agentes federales. Todxs tenían conocimiento de esto, aunque no supieran la extensión de esa persecución. Con excelente pietaje que cubre estos años, con archivos que ahora son públicos, con entrevistas con allegados a MLK y ex agentes del FBI, el documental cuestiona la veracidad de los documentos expuestos y, especialmente, los todavía protegidos bajo “Archivos privados de J. Edgar Hoover” y la gran pregunta de ¿cómo fue posible que con la vigilancia extrema que le tenían a MLK, no supieran de antemano que esa persona lo iba a asesinar en el balcón de la habitación del motel Lorraine en Memphis, Tennessee el 4 de abril de 1968? Con su muerte, el FBI cierra su archivo y toda la supuesta evidencia que tenían, para en algún momento utilizar en su contra, queda en ese infame archivo privado de Hoover.
The United States vs. Billie Holiday
Director: Lee Daniels; guionista: Suzan-Lori Parks; autora: Johann Hari; cinematógrafo: Andrew Dunn.
La recreación de época y la maravillosa voz de Andra Day interpretando las canciones que Billie Holiday hizo famosas son los puntos excepcionales de este filme. Es una pena que la historia sobre esta etapa de la vida de Holiday, especialmente desde finales de la década de 1940 hasta su muerte por cirrosis entre otros desgastes de salud, no tenga una narrativa coherente y compleja como debe ser la presentación de personajes en literatura o cine. Holiday aparece como una mujer con una voz única en el mundo musical del momento, pero lo que se enfatiza es cómo su alcoholismo, adicción a drogas y su impotencia de alejarse de relaciones destructivas y abusivas la convierten en una víctima. Su grupo de amigos la cuidan, complacen, aconsejan cuando ella se los permite, pero a fin de cuenta Holiday los echa a un lado para seguir a los hombres que se enriquecerán de su talento sin importarle el daño que le puedan hacer.
Desarrollar la historia a través de un romance al principio imaginario y luego dañino entre Holiday y el agente del FBI (encubierto y descubierto), Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes), es bastante dudoso porque requiere entrampar a la mujer que supuestamente admira tanto. Además, Fletcher se presenta como un tipo que quiere hacer bien su trabajo, que cree que ser parte del FBI es una forma de ser parte del centro de poder, pero que supuestamente deplora a tipos como Harry Anslinger (Garrett Hedlund), el encargado de entrampar y arruinar la vida de Holiday. Por su parte, se presenta a Holiday con poca información de su pasado y de cómo llega a ser tan admirada y a tener tantos seguidores que logra llenar la sala de espectáculos más importante de Nueva York, Carnegie Hall. Lo que lxs espectadores vemos es una mujer talentosa, pero determinada a acabar con su vida con relaciones tan dañinas que no hay marcha atrás. A pesar de las fallas del filme Lady Sings the Blues (Sidney Furie 1972) por enfocar primordialmente en su adicción a drogas, protagonizado por Diana Ross, aquí sí hay un desarrollo de personaje que capta todas sus contradicciones.
La revista Tribuna Norteamericana del Instituto Franklin en la Universidad de Alcalá de Henares, acaba de publicar su número 34, dedicado a la administración de Donald J. Trump. Tres ensayos componen está edición. El primero de ellos, escrito por Fernando Vallespín, enfoca la polarización de las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses. El segundo, escrito por Cristina Manzano, enfoca la misoginía del expresidente. El tercero y último artículo, escrito por Pedro Rodriguez Martín, analiza el papel protagónico de la mentira como arma política durante los cuatro años que Trump ocupó la Casa Blanca. En su conjunto, estos trabajos constituyen importantes aportaciones al necesario análisis del gobierno del cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Quienes estén interesados pueden acceder a la revista aquí.
La Dra. Wagner analizará el papel que jugaron las nativo americanas en el desarollo del movimiebto sufragista en Estados Unidos. Debo reconocer que este es un tema para mí desconocido. La conferencia se llevará a cabo el 14 de abril, 2:00PM hora del este a través de Facebook y Youtube. Quienes estén interasados deben visitar el sitio en Facebook de la Franklin D. Roosevelt Library.
La colega Valeria L. Carbone dictará un seminario virtual como parte del programa doctoral del Instituto de Relaciones internacionalesde la Universidad de la Plata en Argentina. El curso, titulado Política, economía y sociedad en los Estados Unidos de América desde la segunda posguerra, comienza el 5 de mayo. Los interesados pueden ir aquípor más información.
Comparto esta breve nota del historiador Luis Valer del Portillo, analizando lo que él considera, los tres principales retos a nivel de política exterior que enfrenta Joe Biden.
Enero de 2021 supuso el inicio de una nueva etapa en el gobierno de los Estados Unidos con la toma de posesión del 46º Presidente, Joe Biden. Desde los primeros compases de su mandato ha puesto en marcha acciones y ha firmado decisiones ejecutivas que buscan reconducir la huella internacional del legado de Trump en áreas clave de la política exterior a la vez que afronta los grandes retos del futuro:
La cuestión climática
El anuncio en 2017 del abandono del Acuerdo de París supuso un serio daño a la imagen de liderazgo mundial de Estados Unidos en la lucha climática. Sin embargo, Biden dejó claro durante la campaña que volvería a incluir la firma de Estados Unidos en el Acuerdo, cosa que ordenó en una de sus primeras decisiones ejecutivas. John Kerry, quien estampó su firma en abril de 2016 sobre el Acuerdo de París, es el enviado especial contra el cambio climático. La cuestión climática es una prioridad para Estados Unidos, como uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero (suponiendo un 14,7 % del total, solo superado por China con un 27 %). Entre los principales puntos del programa de Biden-Harris estaba la descarbonización de la economía para 2035, para lo cual se han comprometido 1,7 miles de millones de dólares para poner en marcha esta transición. Sin duda, es un objetivo ambicioso pero complejo ya que requiere de medidas estrictas que llevarán a la reconversión del mercado laboral dentro del paquete de 10 millones de “empleos verdes”. Por otro lado, se pretende potenciar la inversión en tecnologías e industrias verdes bajas en carbono, infraestructuras de energías renovables, apoyado por un fuerte compromiso en innovación y desarrollo. Liderar con el ejemplo y guiar al resto de países del mundo consiguiendo que amplíen sus compromisos adquiridos al inicio del acuerdo –especialmente China– es un punto clave de la agenda climática.
El multilateralismo abandonado
El “America First” de Trump significó un paso atrás en materia de cooperación y presencia internacional. Esto se tradujo en la salida de consensos y foros globales como la UNESCO (2017), la Organización Mundial de la Salud (2020) y las trabas al funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio. Biden, con su vocación multilateralista, pretende dar continuidad a la herencia de Obama; algo que ha resumido en la frase “America is back, diplomacy is back”. Por otro lado, los aliados tradicionales, especialmente los europeos, han visto cómo se les daba no solo el tradicional “toque de atención” por no cumplir con los gastos en defensa establecidos por la OTAN, sino que han escuchado las amenazas veladas del presidente Trump cuestionando la utilidad de la organización. Así, el compromiso con el multilateralismo y la fe en su funcionamiento por parte de Biden auguran un nuevo y esperanzador horizonte para la OTAN, Naciones Unidas y otros organismos de carácter internacional. En este plano, buscando potenciar el multilateralismo, destaca la elección de Anthony Blinken como secretario de Estado. Blinken, que es un europeísta (francófilo) e internacionalista de firmes convicciones, buscará retomar el legado de Obama en materia exterior, con quien ya fue vicesecretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional. Nombramiento clave, también, el de Jake Sullivan como consejero de Seguridad Nacional, quien ha dejado claro su convencimiento de que Estados Unidos debe reflotar la idea del liderazgo de puertas a dentro y a nivel global, defendiendo el concepto de American exceptionalism, también conocido como el excepcionalismo estadounidense.
El Pacífico y China
Biden anticipa una “competencia extrema” con China que seguirá siendo una preocupación mayor y si bien se espera que el enfoque que aplique no sea tan hard-line como el desplegado por Trump desde el inicio de la guerra comercial en 2018, la guerra arancelaria continuará. Más allá de cuestiones comerciales, hay otras de carácter estratégico y de seguridad que preocupan, como son las violaciones de derechos fundamentales de ciudadanos chinos en Xinjiang y Hong Kong, así como el expansionismo de Pekín en las aguas y atolones del Mar de la China Meridional. También la cuestión de Taiwán ocupa un lugar clave en las relaciones con China, especialmente tras las últimas decisiones ejecutivas de Trump realizando un acercamiento diplomático que no sentó nada bien en Pekín. La persona clave en las relaciones de la administración Biden con China es Kurt Campbell que será el coordinador de la Casa Blanca para el espacio del Indo-Pacífico.
En definitiva, tres son los grandes bloques que estructuran la acción exterior de los Estados Unidos dirigidos por Biden-Harris. Todo ello sin olvidar la importancia que se le ha dado a terminar con las long lasting wars (guerras de larga duración) en las que Washington está inmerso desde hace años.
Escrito por Luis Valer del Portillo (Zaragoza, 1993), graduado en Historia por la Universidad de Zaragoza. Ha realizado estudios de posgrado y master en Barcelona y Madrid, habiéndose especializado en geopolítica y asuntos internacionales de seguridad y políticas de defensa, con especial enfoque en Europa y su vecindad. Twitter: @ValerPortillo/@geopol21
El Gilder Lehrman Institute anuncia los seminarios para maestros de escuela que estará ofreciendo en los meses de junio y julio. Entre ellos podemos mencionar los siguientes: colonización y exploración (Dr. John Fea), la revolución americana (Dra. Carol Berkin), la ilustración nortemericana (Dr. Caroline Winterer), la era revolucionaria (Dr. Denver Brunsman) y los negros durante la república temprana (Dr. James G. Basker).
Quienes estén interesados en estos seminarios deben ir aquí.