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En este ensayo, la socióloga Megan Kang examina un tema en el que Estados Unidos es realmente excepcional: la posesión civil de armas de fuego. Partiendo de un artículo publicado en 1970 por el gran historiador estadounidense Richard Hofstadter, Kang busca explicar por qué “los estadounidenses poseen aproximadamente 400 millones de armas de fuego y el país tiene la desafortunada distinción de ser el único en el mundo en el que se sabe que las armas de fuego  son la principal causa de muerte de niños y adolescentes”. Las cifras que nos presenta son realmente aterradoras: a pesar de ser solo el 5% de la población mundial, los estadounidenses poseen casi la mitad de todas las armas en manos de civiles del planeta Tierra. El promedio de posesión de armas es de un 1.2 armas por ciudadano.

Según la autora, este enamoramiento con las armas de fuego no es resultado de un proceso irremediable ni innato. El punto de inflexión que llevó al resultado actual se registró a mediados del siglo XX. En otras palabras, Kang rechaza la existencia de una cultura de armas continua en la historia estadounidense. Reconoce el papel que estas ha jugado en la historia estadounidense (guerra de independencia, expansión al Oeste, etc.), pero identifica otros factores que explican mejor la situación actual. El primero de ellos es el auge económico de la posguerra de la segunda guerra mundial. La capacidad económica de los estadounidenses en los años 1950 les permitió adquirir más armas. En segundo lugar, por presiones de la industria armamentista que quería aprovechar la coyuntura favorable, el gobierno federal redujo la regulación existente para la posesión de armas.

Kang cierra su ensayo enfatizando la importancia de entender la historia detrás del enamoramiento estadounidense con las armas de fuego para conocer y lidiar mejor con el problema que representan los millones de armas en manos de ciudadanos estadounidenses.

Megan Kang es candidata doctoral en sociología en Princeton University. Es, además,   investigadora afiliada en el University of Chicag Crime Labo y en el Violence and Inequality Project de Princeton.

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¿Por qué Estados Unidos se enamoró de las armas?
Megan Kang

AEON   9 de abril de 2024

En 1970, en medio de una confrontación nacional con la cultura de las armas de Estados Unidos tras los asesinatos de Robert F. Kennedy y Martin Luther King Jr., el historiador Richard Hofstadter se esforzó por dar sentido a cómo el país se había convertido en la “única nación industrial en la que la posesión de rifles, escopetas y pistolas prevalece legalmente entre un gran número de su población”. Escribiendo para la revista American Heritage, expresó su grave preocupación por un país “a flote con armas, tal vez hasta 50 millones de ellas, en manos civiles”. Si Estados Unidos estaba a flote entonces, ahora está inundado.

Medio siglo después, los estadounidenses poseen aproximadamente 400 millones de armas de fuego y el país tiene la desafortunada distinción de ser el único en el mundo en el que se sabe que las armas de fuego  son la principal causa de muerte de niños y adolescentes. Hoy en día, los estadounidenses viven con alrededor  de 1.2 armas per cápita, el doble que el siguiente país con mayor puntuación, Yemen. A pesar de tener menos  del 5 por ciento de la población mundial, Estados Unidos posee casi la mitad de las armas de fuego de propiedad civil del mundo. Además, en los últimos años, los estadounidenses han sido testigos de un aumento en las ventas de armas y las muertes relacionadas con armas de fuego, en un contexto de leyes de armas cada vez más indulgentes en todos los estados.

A la luz de estos acontecimientos, la pregunta de Hofstadter  adquiere una renovada urgencia: “¿Por qué en todas las demás sociedades democráticas modernas los que están en peligro piden que se desarmen a esos hombres, mientras que sólo en los Estados Unidos insisten en armarse?” ¿Cómo llegó Estados Unidos a ser tan terriblemente excepcional con respecto a sus armas?

Desde el punto de vista actual, es difícil imaginar un mundo en el que las armas fueran menos centrales en la vida estadounidense. Pero un país lleno de armas no era innato ni inevitable. La evidencia apunta a un punto de inflexión clave en la cultura de las armas en Estados Unidos a mediados del siglo XX, poco antes de que el estado de la política de armas captara la atención de Hofstadter.

Las estimaciones de armas de fuego derivadas de las ventas de armas y las encuestas indican que, en 1945, había alrededor de 45 millones de armas en los EE. UU. en un momento en que el país tenía 140 millones de habitantes. Un cuarto de siglo después, en 1970, el número de armas se duplicó, mientras que la población aumentó en poco menos del 50%. Para 2020, el número de armas se había disparado a casi diez veces su tasa de 1945, mientras que la población creció menos de 2.5 veces el número de 1945.

Desde mediados del siglo XX hasta hoy, las armas también pasaron de desempeñar un papel relativamente menor en la delincuencia estadounidense a ocupar un lugar central. La investigación realizada por el criminólogo Martin Wolfgang sobre los patrones de homicidios de Filadelfia entre 1948 y 1952 revela que solo el 33 por ciento de los homicidios de la ciudad involucraron un arma de fuego. Hoy en día, el 91 por ciento de los homicidios en Filadelfia tienen como resultado un arma de fuego. Del mismo modo, la tasa nacional de homicidios con armas de fuego es del 81%. Además, las encuestas de opinión trazaron la evolución durante la segunda mitad del siglo XX desde que los estadounidenses compraban armas principalmente para cazar y recrear hasta comprarlas para protegerse de otras personas. En conjunto, estos hallazgos revelan un cambio radical en la cultura de las armas de fuego en Estados Unidos entre mediados del siglo XX y la actualidad.

Entonces, ¿cómo se produjo este cambio? Hasta hace poco, era difícil decirlo. La escasez de datos históricos sobre la disponibilidad de armas ha dejado en el misterio los orígenes de la excepcional cultura de las armas en el país.

Estados Unidos carece de un registro nacional de armas, que es lo que la mayoría de los demás países utilizan para contar su suministro de armas. Sin embargo, el registro de armas ha sido un tema muy controvertido entre los propietarios de armas de Estados Unidos, a quienes les preocupa que el registro obligatorio por el estado sea un precursor de la confiscación patrocinada por el estado. A pesar de que se ha demostrado que los registros de armas reducen las muertes por armas de fuego, la ley estadounidense, específicamente, la Ley de Protección de Propietarios de Armas de Fuego de 1986 aprobada bajo el entonces presidente Ronald Reagan, prohíbe que el gobierno federal mantenga un registro. A día de hoy, solo seis estados de EE.UU. mantienen registros de armas.

Sin un registro nacional de armas, los investigadores han tenido que depender de encuestas y representantes de armas para investigar las tendencias relacionadas con la disponibilidad de armas en los EE. UU. La mayoría de los datos existentes sobre la prevalencia de las armas de fuego provienen de unas pocas preguntas de la Encuesta Social General (GSS, por sus siglas en inglés), que comenzó a preguntar a los hogares estadounidenses si poseían armas en 1973 y ha seguido preguntándoles cada dos años desde entonces. Debido a su consistencia a lo largo del tiempo y a su muestra representativa a nivel nacional, el GSS se considera el estándar de oro de los datos sobre la propiedad de armas. También se ha utilizado para validar los indicadores de propiedad de armas que proporcionan mejores estimaciones a nivel local y estatal. Algunos de los estimaciones del número armas más utilizados provienen de licencias de caza y suscripciones a revistas como Guns & Ammo por condado, así como el porcentaje de suicidios con armas de fuego por estado.

Gun Control Act | Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos

Las ventas anuales de armas nos dan otro indicador del flujo de armas hacia el país, pero dado que es imposible saber dónde terminan esas armas o durante cuánto tiempo están en uso, las ventas de armas proporcionan una medida imperfecta de la propiedad a lo largo del tiempo. Además, los datos sobre las ventas de armas están disponibles de manera consistente solo a nivel nacional y, por lo tanto, no permiten a los investigadores explotar las diferencias a nivel estatal o de condado para explorar cómo los cambios en la posesión de armas se relacionan con otros factores sociales como el crimen, la educación y las políticas públicas en todo el país.

No es de extrañar que cuando un comité del National Research Council revisó el estado de la investigación sobre las armas y la violencia en Estados Unidos en 2005, descubrió que “las respuestas a algunas de las preguntas más apremiantes no pueden abordarse con los datos existentes”. Los mejores datos disponibles comienzan en 1973 y se limitan principalmente a unas pocas preguntas de la Encuesta Social General. Como bien señaló la comisión:

Incluso los mejores métodos no pueden superar los datos inadecuados… Si no se mejora esta situación, es probable que las cuestiones sustantivas sobre el papel de las armas de fuego en el suicidio, el homicidio y otros delitos, y las lesiones accidentales, continúen debatiéndose sobre la base de conclusiones empíricas contradictorias.

En otras palabras, sin los datos adecuados, incluso las preguntas más básicas sobre las armas –como cuándo y cómo Estados Unidos llegó a tener tantas de ellas– son incomprobables y siguen siendo susceptibles de perspectivas politizadas e interpretaciones especulativas.

Sin embargo, una investigación reciente  llevada a cabo por Elizabeth Rasich y por mí misma abre nuevos caminos al ampliar los datos para abordar cuestiones clave sobre la posesión de armas. Los investigadores han utilizado durante mucho tiempo el indicador de suicidio con armas de fuego, considerado como el indicador más confiable de los hogares estadounidenses con al menos un arma, para explorar la conexión entre la posesión de armas y varios temas, incluidos los costos sociales  de las armas de fuego,  la brutalidad policial y los tiroteos masivos. Hasta nuestro nuevo conjunto de datos ampliado, este indicador solo estuvo disponible a partir de 1973, una época en la que la cultura de las armas del país ya estaba en pleno apogeo.

Al ampliar y examinar estos datos sobre las tasas de posesión de armas en los hogares (el porcentaje de suicidios con un arma de fuego), buscamos iluminar el enigma de los orígenes de la cultura de las armas en los Estados Unidos. La clave para entender el inicio de esta transformación cultural radicó en el acceso a datos sobre la posesión de armas en décadas anteriores. Al indagar en los registros históricos, descubrimos que los datos sobre suicidios con armas de fuego se remontan a 1949, que es el primer año en que las estadísticas vitales de EE. UU. incluyeron información sobre suicidios con armas de fuego. Digitalizamos a mano los recuentos de suicidios con armas de fuego para cada estado y cada año desde 1949 hasta 1972, validamos los datos a través de una serie de pruebas estadísticas y, al hacerlo, creamos lo que ahora es el conjunto de datos de mayor alcance  sobre las tasas de posesión de armas a nivel estatal hasta la fecha.

Con los datos correctos en la mano, pasamos a nuestra siguiente tarea: dar sentido a las tasas excepcionalmente altas de posesión de armas entre los estadounidenses. Al tratar de averiguar cuándo y cómo el país adquirió tantas armas, inicialmente pensamos que la respuesta podría estar en los disturbios civiles y el aumento de las tasas de criminalidad de las décadas de 1960 y 1970. En cambio, encontramos una trayectoria que se remonta a mediados del siglo XX.

La sabiduría convencional sostiene que la amplia oferta de armas siempre ha sido parte de la tradición estadounidense, con una demanda de los consumidores que la satisface constantemente. Hofstadter pensó que esto podría tener que ver con la “mitología histórica estadounidense sobre el valor protector de las armas” como “un importante contrapeso a la tiranía”. De hecho, las armas ayudaron a los estadounidenses a asegurar su independencia y expandir la frontera occidental a través de América del Norte. Como muchos saben, el derecho de los estadounidenses a poseer y portar armas está, por supuesto, consagrado en la Constitución de los Estados Unidos.

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Es cierto que las armas han estado presentes en los Estados Unidos desde sus inicios, sirviendo inicialmente como herramientas de necesidad en las colonias y en la frontera. Han desempeñado un papel clave en la imaginación, la cultura y la política estadounidenses. Sin embargo, en el último medio siglo, la cultura de las armas en Estados Unidos ha sido testigo de una transformación inequívoca. El historiador Brian DeLay sostiene que la idea de una cultura de armas continua en Estados Unidos es un mito. Su trabajo muestra que la cultura temprana de las armas era utilitaria, colectiva y dirigida por el Estado; mientras que en el último medio siglo, la aparición de nuevas tecnologías de armas, como las armas de asalto, junto con un cambio hacia los usos autodefensivos de las armas, han llegado a definir la cultura contemporánea de las armas en Estados Unidos. Estos desarrollos han llevado a expertos en armas como el sociólogo David Yamane a identificar el auge de la “Cultura de las Armas 2.0” o la “cultura de la ciudadanía armada” como un fenómeno moderno en lugar de un rasgo nacional endémico.

Una explicación alternativa para las excepcionales tasas de armas de fuego en Estados Unidos se centra en el aumento de la delincuencia y los disturbios civiles a finales de la década de 1960 y en la de 1970, un período que coincide con los escritos de Hofstadter y un repunte nacional de la delincuencia. Según esta perspectiva, el rápido aumento de las tasas de posesión de armas en el último medio siglo es el resultado del aumento de las tasas de criminalidad y la erosión de la confianza en las instituciones. Esta narrativa sitúa el punto de inflexión de la cultura de las armas en Estados Unidos en la propagación de la violencia urbana y el desgaste de la confianza pública en el gobierno en medio de la Guerra de Vietnam, que alentó a la gente a poner la seguridad en sus propias manos, o eso dice la historia.

Si bien un aumento en la delincuencia y una disminución en la confianza en el gobierno de los EE. UU. pueden haber contribuido al aumento en la demanda de armas, esta no puede ser la historia completa. Es cierto que las existencias de armas de EE. UU. aumentaron rápidamente durante este período, sin embargo, los datos históricos del Departamento de Justicia de EE. UU. indican que la tasa de familias que informaron sobre la posesión de armas se mantuvo estable o incluso disminuyó durante la década de 1960 y principios de la de 1970. Además, nuestros datos de propiedad de armas recientemente compilados que se remontan a 1949 desafían aún más esta explicación, señalando un punto de inflexión en décadas anteriores.

Para comprender los verdaderos orígenes de la excepcional cultura de las armas de los Estados Unidos, necesitábamos mirar más atrás en el tiempo. Nuestra investigación revela una nueva trayectoria desconcertante: un notable aumento del 45 por ciento en la tasa de posesión de armas de fuego en los hogares entre 1949 y 1990, alcanzando su punto máximo durante 1990. Para nuestra sorpresa, más de la mitad de este aumento se produjo antes de 1973, un período previamente oscurecido por la falta de datos sistemáticos sobre la prevalencia de las armas de fuego. Estos nuevos datos proporcionan una perspectiva histórica crucial, que muestra que el aumento en la prevalencia de armas de fuego comenzó antes del período marcado por el aumento de la delincuencia y la caída de la confianza. De hecho, nuestra medición muestra un aumento en la prevalencia de armas de fuego a partir de la década de 1950, un período definido por bajas tasas de homicidios y un pico de confianza en el gobierno, lo que genera preguntas sobre por qué y cómo más hogares adquirieron armas durante un período de relativa calma.

Indicador de suicidio con armas de fuego para la posesión de armas de fuego en el hogar (FSS), la tasa de homicidios y la tasa de homicidios con armas de fuego, 1949 a 2020. Las tasas nacionales de posesión de armas de fuego, medidas por el indicador de suicidio con armas de fuego dividido por suicidio (FSS, por sus siglas en inglés), se han movido junto con las tasas de homicidio y homicidio con armas de fuego por cada 100,000 personas durante la mayoría de los años entre 1949 y 2020. Según el representante del FSS, las tasas de posesión de armas en los hogares aumentaron en un 45% entre 1949 y 1990, el pico del país. Más de la mitad de ese aumento ocurrió entre 1949 y 1972, los datos a la izquierda de la línea de puntos verticales, el período en el que los investigadores carecían previamente de datos sobre las tasas de posesión de armas en los hogares.

Examinamos los factores que estaban más relacionados con los aumentos a nivel estatal en estas tasas entre 1949 y 1990, las décadas en las que la posesión de armas en los hogares aumentó constantemente y cuando tomó forma la excepcional cultura de las armas en Estados Unidos. Probamos varias variables diferentes que podrían haber contribuido a este aumento, incluidos los cambios demográficos, el aumento de la delincuencia, los conflictos raciales, los cambios en la educación y los disturbios civiles, entre otros. Controlamos las diferencias de estado y año dentro de nuestra muestra, como es la convención en los estudios científicos sobre la posesión de armas a lo largo del tiempo, para asegurarnos de que no estábamos comparando estados con otros estados que tienen poblaciones y tradiciones de armas drásticamente diferentes, o que los resultados no estaban sesgados por años específicos que eran valores atípicos en los datos.

De todas las posibles explicaciones que probamos, descubrimos que el auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial y la relajación de las regulaciones federales sobre armas fueron los que más impulsaron el aumento de la demanda de armas. A medida que las tasas de desempleo disminuyeron y los ingresos aumentaron, las armas de fuego, que alguna vez se consideraron un lujo o una necesidad práctica, crecieron al alcance de más y más estadounidenses. Al mismo tiempo, las actitudes culturales en torno a la posesión de armas pueden haber cambiado, ya que varias generaciones de estadounidenses que regresaban de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Guerra de Vietnam se acostumbraron a poseer y usar armas.

En su libro Gun Country (2023), el historiador Andrew McKevitt complementa estos hallazgos con un rico tapiz de evidencia de archivo. Al entretejer anuncios de armas, audiencias en el Congreso y fuentes periodísticas, entre otros, McKevitt ilustra que la cultura de las armas en Estados Unidos es inequívocamente moderna, específicamente emergente después de 1945, y de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la política de la Guerra Fría.

Después de la desmovilización global en 1945, muestra McKevitt, el excedente de armas de fuego de guerra inundó el mercado estadounidense a precios muy baratos. Esta afluencia fue facilitada por los “nuevos capitalistas de armas”, un grupo de empresarios poco conocidos que importaban y vendían estas armas a los consumidores estadounidenses. Remodelaron la industria de armas de Estados Unidos al establecer un mercado masivo de armas civiles que tenía un uso práctico limitado en otros lugares y enfrentaba regulaciones más estrictas en otros países. Aprovechando el excedente de armas de fuego importadas de bajo costo, los nuevos capitalistas de armas aprendieron a estimular la demanda a través de la comercialización de armas extranjeras como bienes de consumo deseables para el estadounidense común. Comercializaron en masa estas armas importadas a consumidores llenos de dinero en efectivo y ansiosos por adquirir estas armas de guerra únicas en su tipo de todo el mundo.

Punch and Judy Comics, Volume 3, October 1947.

Los anuncios de las revistas para pedidos por correo de armas baratas se dirigían a nuevos compradores que no podían pagar los altos precios de las armas de fuego de marca estadounidenses. Estos anuncios aprovecharon el atractivo de las armas antiguas como “auténticos recuerdos de la Segunda Guerra Mundial” de Alemania, España, Rusia, Checoslovaquia, Japón y otros países devastados por la guerra. Se pueden encontrar anuncios posteriores a la Segunda Guerra Mundial que promocionan las armas como una de las mejores fabricadas por los fascistas. Llevado por las tropas alpinas italianas. El arma utilizada por Lee Harvey Oswald para asesinar al presidente John F. Kennedy era un rifle italiano comprado en una tienda de venta por correo de Chicago.

Lee Harvey Oswald

Con el fin de salvaguardar los precios de venta al público de este nuevo suministro de armas extranjeras, la industria armamentística estadounidense emprendió acciones federales para frenar el flujo no regulado de armas de fuego importadas. Sin embargo, la administración del presidente Dwight Eisenhower decidió que era preferible redirigir los arsenales mundiales de armas a los EE.UU. a que armaran a los insurgentes comunistas en todo el mundo. Fue el asesinato de Kennedy, junto con el aumento de las tasas de criminalidad en las ciudades de Estados Unidos, lo que finalmente llevó al Congreso a actuar. El senador Thomas Dodd presentó un proyecto de ley en 1963 destinado a restringir las armas de fuego por correo. Estos esfuerzos culminaron en la Ley de Control de Armas de 1968, una de las leyes de armas más importantes en la historia de Estados Unidos.

Al considerar las explicaciones de la cultura de armas única de los estadounidenses, Hofstadter pensó que tal vez surgió de la idea nacional perdurable de que el acceso a las armas contrarresta la tiranía. Tenía parte de razón. Como muestra la nueva evidencia histórica, fue la prosperidad económica posterior a la Segunda Guerra Mundial, el abundante suministro de armas baratas, junto con el aumento de los ingresos, lo que dio paso a la cultura de armas única de los Estados Unidos. Una vez que esa cultura de las armas echó raíces, floreció, ayudada por las políticas públicas. La teoría de Hofstadter es consistente con el hecho de que el aumento constante en la prevalencia de armas de fuego desde 1949 hasta 1990 fue posible gracias a regulaciones indulgentes, respaldadas por votantes que vieron el derecho a portar armas como un símbolo de libertad y el derecho a la autodefensa.

Con los datos extendidos, podemos ver que Hofstadter escribió en un momento clave en la historia de las armas en Estados Unidos. Durante gran parte de la historia de Estados Unidos, las armas se utilizaron principalmente para la recreación y la caza, pero durante la Guerra Fría la nación se volvió hacia una nueva era de cultura de las armas. Hofstadter murió en 1970, el mismo año en que escribió su artículo sobre las armas. No vivió para ver la transformación del espíritu en torno a la posesión de armas a uno de celebración que continúa hasta el día de hoy.

Hofstadter creía que los estadounidenses se armaron contra la tiranía desde arriba, pero la realidad actual es diferente. Las armas, utilizadas principalmente para la caza y el deporte a mediados del siglo XX, se convirtieron en gran parte en propiedad para protegerse de otros civiles, un reflejo de un miedo moderno, la tiranía de la incertidumbre de los demás.

En un país en el que decenas de millones de personas poseen armas, la seguridad pública se convierte en una responsabilidad personal, por lo que las personas a menudo deciden que lo mejor para ellos es protegerse comprando un arma. Este deseo de estar protegido contra aquellos que tienen armas de fuego mediante la obtención de un arma, multiplicado por millones de personas, ha resultado en una carrera armamentista que hace que todos estén menos seguros. Los acontecimientos históricos, junto con las decisiones políticas, han dado forma a esta explosión en la posesión de armas, lo que ha llevado a una sociedad en la que muchas personas han llegado a asociar las armas con un sentido de seguridad personal. Como resultado, escuchamos todo el tiempo sobre el uso de armas en espacios compartidos de aprendizaje, culto y ocio.

Qué se necesita en EEUU para comprar un arma de fuego?

En 1970, al pensar en cómo se desarrollan los conflictos personales y políticos en una nación con tantas armas, Hofstadter preguntó: “¿Hasta dónde deben llegar las cosas?”. Ahora, 54 años después, podemos responder a su pregunta. En 2021, Estados Unidos fue testigo del mayor número de muertes por armas de fuego de su historia y, en 2023, de su año más mortífero en cuanto a tiroteos masivos. Entre las nuevas tendencias alarmantes se encuentran el auge de las armas fantasma (armas caseras fabricadas con piezas no serializadas, lo que dificulta su rastreo y regulación) y la creciente prevalencia de armas automáticas de grado militar en manos de civiles. La posesión de armas no hace más que aumentar, ya  que uno de cada cinco hogares estadounidenses ha comprado un arma durante la pandemia de COVID-19, y los nuevos propietarios de armas se diversifican para incluir a más mujeres y personas de color. Mi amigo Charles, un trabajador comunitario callejero en Chicago que trabaja con jóvenes involucrados en la violencia, resumió acertadamente la situación: “La respuesta a más armas es más armas”.

Este ciclo en el que las armas engendran más armas corre el riesgo de convertirse en la norma, a menos que haya una acción estatal concertada para revertir la tendencia. Las investigaciones muestran que la intervención estatal para restringir la disponibilidad de armas puede marcar una diferencia significativa. En la década de 1990, las tasas de criminalidad sin precedentes llevaron a muchos estados de EE. UU. a adoptar restricciones de armas que resultaron en una reducción sustancial en la disponibilidad de armas y salvaron decenas de miles de vidas. Además, los tiroteos masivos en Australia, Canadá y el Reino Unido motivaron a sus gobiernos a implementar regulaciones de armas de sentido común, incluidas prohibiciones de armas automáticas y requisitos para la concesión de licencias y el registro. El éxito de estas intervenciones ofrece la esperanza de que la situación actual no es inmutable. Sin embargo, a pesar de este progreso, los últimos años han sido testigos de un retroceso en los esfuerzos estatales y federales de control de armas. Algunos estados han flexibilizado o derogado leyes, y en 2022 la Corte Suprema de EE. UU. limitó la capacidad de los estados para restringir el acceso a las armas. Es probable que esto haya contribuido al reciente aumento de las muertes por armas de fuego, especialmente entre los afroamericanos.

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Protesta a favor del control de armas

Examinar la historia de Estados Unidos ayuda a proporcionar información sobre el presente. El reciente aumento en las ventas de armas y la relajación de las restricciones de armas de fuego en los EE. UU. merecen nuestra atención, lo que conlleva implicaciones que trascienden generaciones y fronteras. Las armas adquiridas durante el aumento de la delincuencia en la década de 1990 han permanecido en las comunidades con consecuencias para las generaciones actuales, y representan una décima parte de la brecha de esperanza de vida entre los hombres blancos y negros en la actualidad. Las fronteras estatales porosas permiten el movimiento de armas desde jurisdicciones indulgentes a regiones con leyes más estrictas y tasas de criminalidad elevadas.

Hoy en día, los estadounidenses se encuentran en una coyuntura crítica, enfrentando las consecuencias de una nación armada contra los extranjeros y entre sí por igual. Para abordar este problema, las personas deben rechazar la premisa de que más armas equivalen a una mayor seguridad. Las armas, que duran más de un siglo, extienden su impacto más allá de los hogares individuales, afectando el bienestar colectivo de las comunidades. La priorización de los derechos individuales de armas en Estados Unidos por encima de la seguridad de la comunidad se ha convertido en un peligro para los inocentes. Los estadounidenses están atrapados en una carrera armamentista que se perpetúa a sí misma y que nos hace a todos menos seguros. La excepcional cultura de las armas de fuego en Estados Unidos exige una reevaluación crítica de las prioridades y políticas de la nación para garantizar un futuro más seguro, uno en el que sea conocido por algo más que las armas.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

La relaciones entre China y Estados Unidos no siempre han sido tan tensas como en la actualidad. Cabe recordar el importante papel que jugó Estados Unidos, a partir de la década de 1970, para sacar a China del aislamiento en que estuvo desde finales de la década de 1940, e reincorporarla al sistema económico mundial. Acciones que respondían a una lógica geopolítica asociada a la guerra fría, y a un cálculo económico.

En este artículo la historiadora Elizabeth O’Brien Ingleson enfoca las gestiones de dos empresarios estadounidenses  – Charles Abrams y Don King – a mediados de la década de 1970 buscando sacar provecho de la “apertura” de China. Con ello marcaron un importante cambio en la idea de China como un mercado para productos estadounidenses que había predominado desde el siglo XIX, para presentarle como una fuente de mano de obra barata donde elaborar productos de exportación. Según la autora, “Abrams y otros importadores estadounidenses ayudaron a este cambio fomentando una cultura de entusiasmo sobre el desarrollo de la relación comercial”.

O’Brien Ingleson es profesora asistente en el departamento de historia internacional de la London School of Economics and Political Science. Es autora de “U.S.-China Relations in the Cold War: Bridging Two Eras” (Tyson Reeder (ed.), Routledge History of U.S. Foreign Relations, Routledge: 2021, 341-356); The Invisible Hand of Diplomacy: Chinese Textiles and American Manufacturing in the 1970s (Pacific Historical Review 90:3, 2021, 345–376); y “‘Four Hundred Million Customers:’ Carl Crow and the Legacy of 1930s Sino-American Trade (Australasian Journal of American Studies 35:1, 2016, 103-124).


EL PLAN “MADE IN CHINA 2025” | IADE

Cómo ‘Made in China’ se convirtió en el evangelio estadounidense

 Elizabeth O’Brien Ingleson

Foreign Policy.  24 de marzo de 2024

El 25 de octubre de 1976, el empresario estadounidense Charles Abrams viajó al puerto marítimo de South Street en la ciudad de Nueva York para dar la bienvenida a un barco cargado de vodka chino. Esta fue, según Abrams, la primera vez que el licor se importó comercialmente de China desde 1949.

Abrams convirtió este momento en un elaborado evento de marketing. El puerto estaba adornado con un globo de vinilo réplica de una botella de vodka de la altura de un edificio de tres pisos. Balanceándose en el ventoso muelle, el globo con forma de vodka se elevó sobre un grupo de alrededor de 80 personas, incluido el comisionado de puertos y terminales de Nueva York, Louis F. Mastriani, que se había reunido para celebrar las importaciones. Una vez descargadas las cajas de vodka, el grupo se reunió en un restaurante chino donde, según informó el China Business Review con un guiño, “el vodka y las viandas calentaron rápidamente a los invitados”.

Abrams fue parte de una nueva generación de empresarios estadounidenses que comenzaron a comerciar con China después de más de 20 años de aislamiento durante la Guerra Fría. Fascinación, esperanza, emoción, frustración: las emociones guiaron sus decisiones tanto como la economía testaruda, a menudo más. Trabajando junto a empresarios en China, comenzaron a ver algo nuevo en el mercado chino.

Durante siglos, los extranjeros habían visto en China una vasta masa de tierra repleta de clientes potenciales. Para ellos, el comercio significaba expandir sus exportaciones. Pero los nuevos comerciantes en la década de 1970 miraron a China como una fuente potencial de mano de obra. Juntos, pusieron en marcha una transformación fundamental en el significado mismo del mercado chino: de un lugar para vender productos estadounidenses a un sitio de mano de obra barata.

Abrams y otros importadores estadounidenses ayudaron a este cambio fomentando una cultura de entusiasmo sobre el desarrollo de la relación comercial. A través de anuncios, exhibiciones de tiendas departamentales y globos con forma de vodka, los comerciantes chinos de la década de 1970 cambiaron la forma en que los estadounidenses entendían el comunismo chino: como apolítico y no amenazante. Para los consumidores estadounidenses, las importaciones chinas se convirtieron rápidamente en “exóticas”, y los empresarios estadounidenses lograron promover una aceptación cultural de las palabras “Made in China” en las etiquetas de los bienes de consumo cotidiano.

Al igual que muchos de la nueva generación de comerciantes chinos en Estados Unidos, Abrams había estado interesado en el país durante mucho tiempo. En 1974, le dijo al New York Times que había sido “un estudiante de China durante quince años”. Al recordar un viaje a Asia cuando los viajes a China estaban cerrados a los empresarios estadounidenses, reflexionó: “Todavía recuerdo estar parado allí en Hong Kong y decirme a mí mismo: ‘¿Qué hay más allá de ese gran muro?’“. Comenzó a comerciar con China en el primer momento que pudo. En 1972, fundó una compañía, China Trade Corp., y comenzó a importar un puñado de películas documentales que vendió a distribuidores de televisión estadounidenses.

Great Wall Vodka | Spirit labels, New china, Vodka

Abrams continuó importando una variedad de bienes de consumo de China. Cuando comenzó a traer vodka chino en 1976, lo importó bajo una marca exclusiva para el mercado estadounidense: “Great Wall Vodka”. No se trataba de baijiu, la bebida espirituosa blanca tradicional de la propia China, sino de vodka al estilo ruso de un fabricante fundado originalmente por emigrados en la década de 1920 que habían huido de la Guerra Civil Rusa. En China, el licor se vendía como “Sunflower Vodka”. Abrams había negociado el cambio de nombre para que, como él mismo dijo, “sonara más chino y menos como aceite de vinagre”. Por supuesto, fue Abrams, un hombre de negocios blanco estadounidense, y no los chinos con los que trató, quien eligió el nombre “más chino”.

Por su parte, los comerciantes chinos ciertamente enfatizaron los orígenes chinos del vodka de girasol en sus propios anuncios. La presión de Abrams por un cambio de nombre reveló que quería enfatizar no solo los orígenes chinos, sino también una cierta idea de China, que ofrece tanto una cultura antigua como una aventura de viajero, que atraería más a los consumidores estadounidenses.

Abrams tardó tres años en concluir su acuerdo de importación de vodka de Ceroilfood, una empresa estatal china. Pero en la primavera de 1976, ambas partes finalmente llegaron a un acuerdo. Abrams no solo importaría vodka chino y cambiaría el nombre; Ceroilfood también accedió a colaborar con una campaña publicitaria por correo directo. Los estudiantes chinos se dirigían y sellaban los volantes y los enviaban desde China a ejecutivos, empresarios y funcionarios gubernamentales de licores de EE. UU. Esta fue la primera iniciativa de correo directo de China a los Estados Unidos, y Abrams, con su ojo para el drama, entendió que su novedad era un componente crucial de sus esfuerzos de marketing.

Al llegar al acuerdo, Abrams dijo a los periodistas que se sentía “extasiado”. Por primera vez desde que comenzó el acercamiento, el gobierno de China iba a embarcarse en un esfuerzo de marketing en Estados Unidos. Abrams, que no rehuye su entusiasmo, declaró: “Esta es la mejor tarde de mi vida”.

Con la ayuda de Ceroilfood, enviaría volantes publicitarios de Great Wall Vodka a 50,000 hogares estadounidenses. A los estudiantes chinos que dirigieron y sellaron los volantes no se les pagó por sus esfuerzos. El Times informó que los estudiantes trabajaron “gratis”, pero concluyó alegremente que Abrams “puede obtener ganancias tanto para él como para los chinos”.

Además de una campaña de correo gratuito, Abrams se benefició aún más al inflar sus precios. Los consumidores estadounidenses podían comprar una caja de 12 botellas de vodka Great Wall por la considerable suma de 108 dólares. La campaña de marketing de Abrams aprovechó al máximo el alto precio. Great Wall era “el vodka más caro del mundo”, declaraban los anuncios, que sólo aparecían en el New Yorker. La campaña se dirigía a los consumidores que estarían interesados en un vodka que, como decía un anuncio, “estrictamente no apto para los campesinos”. La política de clase aquí no era sutil. Los liberales adinerados que leen al New Yorker y consumen vodka chino, con un ojo puesto en el exotismo de la Gran Muralla, podían distinguirse de los “campesinos” gracias al trabajo no remunerado de los estudiantes chinos.

Abrams tenía un tipo particular de visión para las importaciones chinas: quería que conservaran su estatus como productos de alta calidad. “Mi énfasis en todo esto”, dijo a los periodistas, “está en los productos de calidad”. Y agregó: “No queremos convertir a China en otro Japón”. No explicó a qué se refería con “otro Japón”, pero habló en un momento en que Estados Unidos importaba grandes cantidades de productos japoneses de bajo costo. Abrams esperaba posicionar el mercado chino de manera diferente: como un sitio para bienes más baratos, incluso respaldados por mano de obra gratuita, que sin embargo eran exclusivos.

Stolichnaya 750ml STOLICHNAYA | falabella.comAbrams cultivó cuidadosamente la exclusividad de Great Wall Vodka. A pesar de que sus anuncios declaraban que Great Wall Vodka era el más caro del mundo, pronto se dio cuenta de que su principal competidor hacía una afirmación similar. PepsiCo, que importó el vodka ruso Stolichnaya, publicitó su propio licor como “el vodka más caro vendido en Estados Unidos”. De hecho, los costos minoristas de Great Wall Vodka eran $ 1 más, y para Abram esto era suficiente. Contrató abogados y en abril de 1977 llevó a PepsiCo a los tribunales, exigiendo la friolera de 5 millones de dólares por daños y perjuicios. Sus abogados presentaron su caso ante la Corte Suprema del Condado de Nueva York, afirmando que tenían el “derecho exclusivo en el uso de las palabras ‘el vodka más caro del mundo’”.

Las compañías resolvieron su disputa en noviembre de 1977, cuando el tribunal ordenó a PepsiCo que “cesara y desistiera inmediatamente” de usar cualquier lenguaje que sugiriera que su vodka era el más caro. Sin embargo, PepsiCo no estaba obligada a pagar daños y perjuicios. Para los periodistas, esta fue una historia de competencia de la Guerra Fría como ninguna otra. “China y la Unión Soviética están enfrascadas en una animada competencia en bares y licorerías de todo Estados Unidos”, bromeó el Wall Street Journal. Con un sensacionalismo irónico, la Review escribió que “China y Rusia están actualmente envueltas en una nueva área de contención altamente volátil”. Great Wall Vodka había tratado de desafiar “la hegemonía soviética en el mercado internacional del vodka”.

La ironía era realmente notable. Dos corporaciones estaban utilizando a las superpotencias comunistas para competir por el título de capitalistas más exitosos en la economía más rica del mundo. Sin embargo, la guerra del vodka fue quizás más exitosa en el avance de las estrategias de marketing de Abrams que cualquier otra cosa. En lo que respecta a PepsiCo, el asunto era un irritante insignificante. Abrams, sin embargo, siguió utilizando el contexto geopolítico a su favor. Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en diciembre de 1979, Abrams declaró una nueva “guerra del vodka” en la que alentó a los consumidores a romper botellas de Stolichnaya en protesta.

Abrams era tanto un showman como un hombre de negocios, y su postura con el vodka chino fue parte de un cambio cultural y económico más amplio que estaba teniendo lugar. El flujo constante de importaciones chinas y los esfuerzos promocionales de Abrams trabajaron juntos para remodelar la forma en que los empresarios y consumidores estadounidenses veían el mercado chino.

Don King, uno de los promotores de boxeo más reconocidos de Estados Unidos, también fomentó la cultura del espectáculo en torno al comercio con China. Después de haber trabajado durante años con Muhammad Ali, King se describió a sí mismo como un “promotor extraordinario”. Es quizás más conocido por organizar el combate de boxeo de 1974 en Zaire (ahora República Democrática del Congo) entre Ali y el invicto George Foreman. El llamado Rumble in the Jungle se convirtió en una de las transmisiones televisivas más vistas de la década y es recordado por la impactante victoria de Ali contra el favorito más joven.

En el verano de 1976, King dirigió sus esfuerzos promocionales hacia el comercio con China. En su casa de Manhattan, en el piso 67 del Rockefeller Center, celebró un evento para periodistas y élites corporativas que fue mitad conferencia de prensa, mitad fiesta. Vestido con una camisa con volantes debajo de un traje verde y sentado detrás de una larga mesa adornada con pelotas de baloncesto, zapatos deportivos y guantes de béisbol, King estaba flanqueado a ambos lados por Abrams y el productor de televisión Larry Gershman. King anunció que había iniciado una nueva empresa para importar artículos deportivos de China. Don King Friendship Sports Clothes and Goods Corp. sería una subsidiaria de China Trade Corp. de Abrams.

A los invitados a la fiesta en la casa de King se les ofreció el vodka Great Wall de Abrams. A medida que avanzaba la fiesta, los invitados comenzaron a jugar con las pelotas de baloncesto y voleibol de fabricación china, lanzándolas unas a otras a través de la enorme suite de Manhattan. King explicó que los equipos chinos tenían “poderes místicos”. Con las pelotas de baloncesto y los guantes de hockey chinos, los jugadores ganarían “más canastas, más anotaciones”. El atisbo de virilidad masculina operaba cerca de la superficie.

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King, que era negro, explicó a los periodistas que Abrams le había pedido que se uniera al equipo “porque hablo el idioma del Tercer Mundo”. No se trataba de un lenguaje hablado, continuó, sino más bien “el lenguaje del corazón”. Al invocar al “Tercer Mundo”, utilizó las ideas de solidaridad afroasiática para sus propios fines promocionales. Sus esfuerzos se produjeron en un momento en que muchos líderes negros de los derechos civiles habían recurrido al pensamiento de Mao Zedong como parte de una búsqueda de alternativas a la violencia y la desigualdad que habían surgido bajo el liberalismo estadounidense. De este modo, King se posicionó como distinto de los ricos hombres de negocios blancos que estaban a su lado. Como él mismo señaló: “Yo vengo de las masas”.

King y Abrams, ambos promotores consumados, trabajaron juntos para vender productos chinos utilizando diferentes tipos de atractivo capitalista. King afirmó su afinidad con el “Tercer Mundo” y las “masas”, una especie de capitalismo de la pobreza a la riqueza. Abrams perseguía una exclusividad elitista: un consumo capitalista que dependía de ser el más caro. Estas diferencias también eran evidentes en los tipos de productos chinos que importaban. La corporación de King podría haber sido una subsidiaria de Abrams, pero su relación con las importaciones chinas operaba de manera diferente. A diferencia del vodka Great Wall, había muy poco que fuera distintivamente chino en el equipo deportivo que King importaba. Por mucho que King promocionara la naturaleza “mística” de una pelota de baloncesto fabricada en China, eran los costos laborales más bajos  el verdadero atractivo de estas importaciones.

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Si bien Abrams esperaba que China no se convirtiera en “otro Japón”, eran los bienes de consumo baratos como King’s, en lugar del vodka caro como el suyo, los que llegarían a dominar las importaciones que los estadounidenses compraban a China. Por el momento, sin embargo, los espectáculos de marketing de ambos hombres impulsaron un cambio cultural dentro de Estados Unidos que transformó a China de enemiga de la Guerra Fría a socio comercial, de “China roja” a “Made in China”.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Alfred W. McCoy comienza este ensayo, publicado originalmente en inglés en la página TomDispatch, con un argumento categórico y muy difícil de refutar: los imperios no caen como árboles derribados, sino como consecuencia de un proceso lento en el que se debilitan hasta desintegrarse, víctimas  de “una sucesión de crisis que drenan sus fuerzas y confianza”.   No debe ser una sopresa para nadie que el imperio en decadencia al que McCoy dedica su análisis sea el estadounidense. Para el autor, Estados Unidos enfrenta tres crisis imperiales de cuyo manejo dependerá el futuro de su dominio geopolítico: Gaza, Taiwán y Ucrania. McCoy analiza las tres crisis destacando las limitaciones y errores cometidos por Estados Unidos, y el efecto sobre el debilitado poder global estadounidense. Estas tres crisis simultáneas representan un enorme reto para la diplomacia estadounidense en un momento de gran división interna y con la amenaza de un fuerte aislacionismo si Trump regresará la Casa Blanca.

El Doctor McCoy es un destacado analista del imperialismo estadounidense y  catedrático Harrington de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison. Es autor de varios obras, entre las que destacan de Colonial Crucible: Empire in the Making of the Modern American State (coeditado con Francisco A. Scarano en 2009); Policing America’s Empire: The United States, the Philippines, and the Rise of the Surveillance State (2009);  In the Shadows of the American Century: The Rise and Decline of U.S. Global Power (2017); y   To Govern the Globe: World Orders and Catastrophic Change (2021).


Is the American Empire Now in its Ultimate Crisis?

¿El declive y la caída de todo? El imperio estadounidense en crisis

Alfred W. McCoy 

Sin permiso    21 de marzo de 2024

Los imperios no caen como árboles derribados. Por el contrario, se debilitan lentamente a medida que una sucesión de crisis drena su fuerza y confianza hasta que de repente empiezan a desintegrarse. Así ocurrió con los imperios británico, francés y soviético; así ocurre ahora con la América imperial.

Gran Bretaña se enfrentó a graves crisis coloniales en la India, Irán y Palestina antes de precipitarse de cabeza al Canal de Suez y al colapso imperial en 1956. En los últimos años de la Guerra Fría, la Unión Soviética se enfrentó a sus propios retos en Checoslovaquia, Egipto y Etiopía antes de estrellarse contra un muro en su guerra de Afganistán.

La vuelta triunfal de Estados Unidos tras la Guerra Fría sufrió su propia crisis a principios de este siglo con las desastrosas invasiones de Afganistán e Irak. Ahora, en el horizonte de la historia se vislumbran otras tres crisis imperiales en Gaza, Taiwán y Ucrania que podrían convertir una lenta recesión imperial en un rápido declive, cuando no en un colapso.

Para empezar, pongamos en perspectiva la idea misma de una crisis imperial. La historia de todos los imperios, antiguos o modernos, siempre ha estado marcada por una sucesión de crisis, normalmente dominadas en los primeros años del imperio, sólo para ser aún más desastrosamente mal gestionadas en su época de declive. Justo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos se convirtió en el imperio más poderoso de la historia, los líderes de Washington gestionaron con habilidad este tipo de crisis en Grecia, Berlín, Italia y Francia, y con algo menos de habilidad, aunque no de forma desastrosa, en una Guerra de Corea que nunca llegó a terminar oficialmente. Incluso tras el doble desastre de una chapucera invasión encubierta de Cuba en 1961 y una guerra convencional en Vietnam que se torció de forma desastrosa en los años sesenta y principios de los setenta, Washington demostró ser capaz de recalibrarse con la suficiente eficacia como para sobrevivir a la Unión Soviética, “ganar” la Guerra Fría y convertirse en la “superpotencia solitaria” del planeta.

Tanto en el éxito como en el fracaso, la gestión de crisis suele implicar un delicado equilibrio entre la política interior y la geopolítica mundial. La Casa Blanca del presidente John F. Kennedy, manipulada por la CIA en la desastrosa invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba en 1961, consiguió recuperar su equilibrio político lo suficiente como para poner en jaque al Pentágono y lograr una resolución diplomática de la peligrosa crisis de los misiles cubanos con la Unión Soviética en 1962.

Sin embargo, la difícil situación actual de Estados Unidos se debe, al menos en parte, al creciente desequilibrio entre una política nacional que parece desmoronarse y una serie de desafiantes convulsiones mundiales. Ya sea en Gaza, en Ucrania o incluso en Taiwán, el Washington del Presidente Joe Biden está fracasando claramente a la hora de alinear a los grupos políticos nacionales con los intereses internacionales del imperio. Y en cada caso, la mala gestión de la crisis se ha visto agravada por los errores acumulados en las décadas transcurridas desde el final de la Guerra Fría, convirtiendo cada crisis en un enigma sin solución fácil o quizás sin solución alguna. Así pues, tanto individual como colectivamente, es probable que la mala gestión de estas crisis sea un indicador significativo del declive final de Estados Unidos como potencia mundial, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Desastre progresivo en Ucrania

Desde los últimos meses de la Guerra Fría, la mala gestión de las relaciones con Ucrania ha sido un proyecto curiosamente bipartidista. Cuando la Unión Soviética empezó a desmembrarse en 1991, Washington se centró en garantizar la seguridad del arsenal moscovita, compuesto por unas 45.000 cabezas nucleares, especialmente las 5.000 armas atómicas almacenadas entonces en Ucrania, que también poseía la mayor planta soviética de armas nucleares en Dnipropetrovsk.

Leonid Kravchuk, First President Of Independent Ukraine, Dead At 88

George H.W. Bush con el Primer Ministro ucraniano Leonid Kravchuk

Durante una visita en agosto de 1991, el Presidente George H.W. Bush dijo al Primer Ministro ucraniano Leonid Kravchuk que no podía apoyar la futura independencia de Ucrania y pronunció lo que se conoció como su discurso del “pollo de Kiev”, diciendo: “Los estadounidenses no apoyarán a quienes busquen la independencia para sustituir una tiranía lejana por un despotismo local. No ayudarán a quienes promuevan un nacionalismo suicida basado en el odio étnico”. Sin embargo, pronto reconocería a Letonia, Lituania y Estonia como estados independientes, ya que no tenían armas nucleares.

Cuando la Unión Soviética finalmente implosionó en diciembre de 1991, Ucrania se convirtió instantáneamente en la tercera potencia nuclear del mundo, aunque no tenía forma de hacer llegar la mayoría de esas armas atómicas. Para persuadir a Ucrania de que transfiriera sus cabezas nucleares a Moscú, Washington inició tres años de negociaciones multilaterales, al tiempo que daba a Kiev “seguridades” (pero no “garantías”) de su seguridad futura, el equivalente diplomático de un cheque personal librado contra una cuenta bancaria con saldo cero.

En virtud del Memorando de Budapest sobre Seguridad de diciembre de 1994, tres antiguas repúblicas soviéticas -Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania- firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear y empezaron a transferir sus armas atómicas a Rusia. Simultáneamente, Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña acordaron respetar la soberanía de los tres signatarios y abstenerse de utilizar dicho armamento contra ellos. Sin embargo, todos los presentes parecían entender que el acuerdo era, en el mejor de los casos, tenue. (Un diplomático ucraniano dijo a los estadounidenses que no se hacía “ilusiones de que los rusos cumplieran los acuerdos firmados”).

Mientras tanto –y esto debería sonar familiar hoy en día– el Presidente ruso Boris Yeltsin se enfurecía contra los planes de Washington de ampliar aún más la OTAN, acusando al Presidente Bill Clinton de pasar de una Guerra Fría a una “paz fría”. Justo después de aquella conferencia, el Secretario de Defensa William Perry advirtió a Clinton, a bocajarro, que “un Moscú herido arremetería contra la expansión de la OTAN”.

No obstante, una vez que las antiguas repúblicas soviéticas quedaron desarmadas de forma segura de sus armas nucleares, Clinton accedió a empezar a admitir nuevos miembros en la OTAN, lanzando una implacable marcha hacia el este, en dirección a Rusia, que continuó bajo su sucesor George W. Bush. Llegó a incluir a tres antiguos satélites soviéticos, la República Checa, Hungría y Polonia (1999); a tres antiguas repúblicas soviéticas, Estonia, Letonia y Lituania (2004); y a otros tres antiguos satélites, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia (2004). Además, en la cumbre de Bucarest de 2008, los 26 miembros de la alianza acordaron por unanimidad que, en algún momento no especificado, Ucrania y Georgia también “se convertirían en miembros de la OTAN”. En otras palabras, tras haber empujado a la OTAN hasta la frontera ucraniana, Washington parecía ajeno a la posibilidad de que Rusia pudiera sentirse amenazada de algún modo y reaccionara anexionándose esa nación para crear su propio corredor de seguridad.

En aquellos años, Washington también llegó a creer que podría transformar a Rusia en una democracia funcional que se integrara plenamente en un orden mundial estadounidense aún en desarrollo. Sin embargo, durante más de 200 años el gobierno de Rusia había sido autocrático y todos los gobernantes, desde Catalina la Grande hasta Leonid Brézhnev, habían conseguido la estabilidad interna mediante una incesante expansión exterior. Por tanto, no debería haber sorprendido que la aparentemente interminable expansión de la OTAN llevara al último autócrata de Rusia, Vladimir Putin, a invadir la península de Crimea en marzo de 2014, tan solo unas semanas después de albergar los Juegos Olímpicos de Invierno.

En una entrevista poco después de que Moscú se anexionara esa zona de Ucrania, el presidente Obama reconoció la realidad geopolítica que aún podía relegar todo ese territorio a la órbita de Rusia, diciendo: “El hecho es que Ucrania, que es un país no perteneciente a la OTAN, va a ser vulnerable a la dominación militar de Rusia hagamos lo que hagamos”.

War in Ukraine: G7 Nations Focus on Helping Ukraine Rebuild - The New York TimesLuego, en febrero de 2022, tras años de combates de baja intensidad en la región de Donbass, en el este de Ucrania, Putin envió 200.000 soldados mecanizados para capturar la capital del país, Kiev, y establecer esa misma “dominación militar.” Al principio, mientras los ucranianos luchaban sorprendentemente contra los rusos, Washington y Occidente reaccionaron con una sorprendente determinación: cortando las importaciones energéticas europeas procedentes de Rusia, imponiendo serias sanciones a Moscú, ampliando la OTAN a toda Escandinavia y enviando un impresionante arsenal de armamento a Ucrania.

Sin embargo, tras dos años de guerra interminable, han aparecido grietas en la coalición antirrusa, lo que indica que la influencia mundial de Washington ha disminuido notablemente desde sus días de gloria de la Guerra Fría. Tras 30 años de crecimiento de libre mercado, la resistente economía rusa ha resistido a las sanciones, sus exportaciones de petróleo han encontrado nuevos mercados y se prevé que su producto interior bruto crezca un saludable 2,6% este año. En la temporada de combates de la primavera y el verano pasados, fracasó una “contraofensiva” ucraniana y la guerra está, en opinión de los mandos rusos y ucranianos, al menos “estancada”, si es que no está empezando a decantarse a favor de Rusia.

Y lo que es más grave, el apoyo de Estados Unidos a Ucrania está flaqueando. Tras conseguir que la alianza de la OTAN apoyara a Ucrania, la Casa Blanca de Biden abrió el arsenal estadounidense para proporcionar a Kiev un impresionante arsenal de armamento, por un total de 46.000 millones de dólares, que dio a su pequeño ejército una ventaja tecnológica en el campo de batalla. Pero ahora, en un movimiento con implicaciones históricas, parte del Partido Republicano (o más bien Trumpublicano) ha roto con la política exterior bipartidista que sostuvo el poder global estadounidense desde el comienzo de la Guerra Fría. Durante semanas, la Cámara de Representantes liderada por los republicanos incluso se ha negado repetidamente a considerar el último paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares del presidente Biden para Ucrania, lo que ha contribuido a los recientes reveses de Kiev en el campo de batalla.

Trump y Putin, de la cumbre de la OTAN a la de Helsinki - Real Instituto ElcanoLa ruptura del Partido Republicano empieza por su líder. En opinión de la ex asesora de la Casa Blanca Fiona Hill, Donald Trump fue tan dolorosamente deferente con Vladimir Putin durante “la ahora legendariamente desastrosa conferencia de prensa” en Helsinki en 2018 que los críticos estaban convencidos de que “el Kremlin tenía influencia sobre el presidente estadounidense.” Pero el problema es mucho más profundo. Como señaló recientemente el columnista del New York Times David Brooks, el histórico “aislacionismo del Partido Republicano sigue en marcha.” De hecho, entre marzo de 2022 y diciembre de 2023, el Pew Research Center descubrió que el porcentaje de republicanos que piensan que Estados Unidos da “demasiado apoyo” a Ucrania subió de sólo el 9% a la friolera del 48%. Cuando se le pide que explique esta tendencia, Brooks opina que “el populismo trumpiano sí representa algunos valores muy legítimos: el miedo a la extralimitación imperial… [y] la necesidad de proteger los salarios de la clase trabajadora de las presiones de la globalización.”

Dado que Trump representa esta tendencia más profunda, su hostilidad hacia la OTAN ha adquirido un significado añadido. Sus recientes declaraciones de que animaría a Rusia a “hacer lo que les dé la gana” con un aliado de la OTAN que no pagara lo que le corresponde provocaron una conmoción en toda Europa, obligando a aliados clave a plantearse cómo sería esa alianza sin Estados Unidos (incluso mientras el presidente ruso, Vladímir Putin, sin duda percibiendo un debilitamiento de la determinación estadounidense, amenazaba a Europa con una guerra nuclear). Sin duda, todo esto está indicando al mundo que el liderazgo mundial de Washington es ahora cualquier cosa menos una certeza.

Crisis en Gaza

Al igual que en Ucrania, décadas de un liderazgo estadounidense tímido, agravadas por una política interna cada vez más caótica, han dejado que la crisis de Gaza se descontrole. Al final de la Guerra Fría, cuando Oriente Medio estaba momentáneamente desvinculado de la política de las grandes potencias, Israel y la Organización para la Liberación de Palestina firmaron el Acuerdo de Oslo de 1993. En él acordaron crear la Autoridad Palestina como primer paso hacia una solución de dos Estados. Sin embargo, durante las dos décadas siguientes, las ineficaces iniciativas de Washington no lograron desbloquear la situación entre dicha Autoridad y los sucesivos gobiernos israelíes, que impedían cualquier avance hacia dicha solución.

En 2005, el halcón primer ministro israelí Ariel Sharon decidió retirar sus fuerzas de defensa y 25 asentamientos israelíes de la Franja de Gaza con el objetivo de mejorar “la seguridad y el estatus internacional de Israel”. Sin embargo, en dos años, los militantes de Hamás se hicieron con el poder en Gaza, desbancando a la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas. En 2009, el controvertido Benjamin Netanyahu inició su casi ininterrumpida etapa de 15 años como primer ministro de Israel y pronto descubrió la utilidad de apoyar a Hamás como elemento político para bloquear la solución de dos Estados que tanto aborrecía.

No es de extrañar, pues, que al día siguiente del trágico atentado de Hamás del 7 de octubre del año pasado, el Times of Israel publicara este titular: “Durante años Netanyahu apoyó a Hamás. Ahora nos ha explotado en la cara”. En su artículo principal, la corresponsal política Tal Schneider informaba: “Durante años, los distintos gobiernos encabezados por Benjamín Netanyahu adoptaron un enfoque que dividía el poder entre la Franja de Gaza y Cisjordania, poniendo de rodillas al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, mientras tomaban medidas que apuntalaban al grupo terrorista Hamás”.

El 18 de octubre, cuando los bombardeos israelíes de Gaza ya estaban causando graves víctimas entre la población civil palestina, el presidente Biden voló a Tel Aviv para mantener una reunión con Netanyahu que recordaría inquietantemente a la rueda de prensa de Trump en Helsinki con Putin. Después de que Netanyahu elogiara al presidente por trazar “una línea clara entre las fuerzas de la civilización y las fuerzas de la barbarie”, Biden respaldó esa visión maniquea al condenar a Hamás por “maldades y atrocidades que hacen que ISIS parezca algo más racional” y prometió proporcionar el armamento que Israel necesitaba “a medida que responden a estos ataques.” Biden no dijo nada sobre la anterior alianza de Netanyahu con Hamás o sobre la solución de los dos Estados. En lugar de ello, la Casa Blanca de Biden comenzó a vetar propuestas de alto el fuego en la ONU mientras enviaba por vía aérea, entre otras armas, 15.000 bombas a Israel, incluidos los gigantescos “cazabúnkeres” de 2.000 libras que pronto arrasaron los rascacielos de Gaza con un número cada vez mayor de víctimas civiles.

Biden se reúne con Netanyahu en Nueva York, indicio del enojo de su gobierno con el israelí | AP News

Tras cinco meses de envíos de armas a Israel, tres vetos de la ONU al alto el fuego y nada para detener el plan de Netanyahu de una ocupación interminable de Gaza en lugar de una solución de dos Estados, Biden ha dañado el liderazgo diplomático estadounidense en Oriente Medio y en gran parte del mundo. En noviembre y de nuevo en febrero, multitudinarias manifestaciones pidiendo la paz en Gaza se manifestaron en Berlín, Londres, Madrid, Milán, París, Estambul y Dakar, entre otros lugares.

Además, el incesante aumento de la cifra de civiles muertos en Gaza, que supera con creces los 30.000, de los cuales un sorprendente número son niñosya ha debilitado el apoyo interno de Biden en electorados que eran fundamentales para su victoria en 2020, como los árabe-estadounidenses en el estado clave de Michigan, los afro-estadounidenses en todo el país y los votantes más jóvenes en general. Para cerrar la brecha, Biden está ahora desesperado por un alto el fuego negociado. En un inepto entrelazamiento de política internacional y nacional, el presidente ha dado a Netanyahu, un aliado natural de Donald Trump, la oportunidad de una sorpresa en octubre de más devastación en Gaza que podría desgarrar la coalición demócrata y aumentar así las posibilidades de una victoria de Trump en noviembre –  con consecuencias fatales para el poder global de Estados Unidos.

Problemas en el estrecho de Taiwán

Mientras Washington está preocupado por Gaza y Ucrania, también puede estar en el umbral de una grave crisis en el estrecho de Taiwán. La implacable presión de Pekín sobre la isla de Taiwán no cesa. Siguiendo la estrategia incremental que ha utilizado desde 2014 para asegurarse media docena de bases militares en el mar de China Meridional, Pekín avanza para estrangular lentamente la soberanía de Taiwán. Sus violaciones del espacio aéreo de la isla han aumentado de 400 en 2020 a 1.700 en 2023. Del mismo modo, los buques de guerra chinos han cruzado la línea mediana del estrecho de Taiwán 300 veces desde agosto de 2022, borrándola de hecho. Como advirtió el comentarista Ben Lewis, “pronto puede que no queden líneas que China pueda cruzar”.

Tras reconocer a Pekín como “el único Gobierno legal de China” en 1979, Washington accedió a “reconocer” que Taiwán formaba parte de China. Al mismo tiempo, sin embargo, el Congreso aprobó la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979, que exigía “que Estados Unidos mantuviera la capacidad de resistir cualquier recurso a la fuerza… que pusiera en peligro la seguridad… del pueblo de Taiwán”.

Semejante ambigüedad estadounidense parecía manejable hasta octubre de 2022, cuando el presidente chino, Xi Jinping, declaró en el XX Congreso del Partido Comunista que “la reunificación debe hacerse realidad” y se negó a “renunciar al uso de la fuerza” contra Taiwán. En un contrapunto fatídico, el presidente Biden declaró, en septiembre de 2022, que Estados Unidos defendería a Taiwán “si de hecho se produjera un ataque sin precedentes”.

Misión de EE.UU. en Taiwán en plena crisis de los globos con Pekín | Perfil

Pero Pekín podría paralizar a Taiwán varios pasos antes de ese “ataque sin precedentes” convirtiendo esas transgresiones aéreas y marítimas en una cuarentena aduanera que desviaría pacíficamente toda la carga con destina a Taiwán hacia China continental. Con los principales puertos de la isla en Taipei y Kaohsiung frente al estrecho de Taiwán, cualquier buque de guerra estadounidense que intentara romper ese embargo se enfrentaría a un enjambre letal de submarinos nucleares, aviones a reacción y misiles asesinos de buques.

Ante la pérdida casi segura de dos o tres portaaviones, la marina estadounidense probablemente retrocedería y Taiwán se vería obligada a negociar los términos de su reunificación con Pekín. Un revés tan humillante enviaría una clara señal de que, tras 80 años, el dominio estadounidense sobre el Pacífico había llegado a su fin, infligiendo otro duro golpe a la hegemonía mundial de Estados Unidos.

La suma de tres crisis

Washington se enfrenta ahora a tres complejas crisis mundiales que exigen toda su atención. Cualquiera de ellas pondría a prueba las habilidades del diplomático más avezado. Su simultaneidad coloca a Estados Unidos en la poco envidiable posición de tener que hacer frente a posibles reveses en las tres crisis a la vez, incluso cuando su política interior amenaza con adentrarse en una era de caos. Aprovechando las divisiones internas estadounidenses, los protagonistas de Pekín, Moscú y Tel Aviv tienen la mano larga (o al menos potencialmente más larga que la de Washington) y esperan ganar por defecto cuando Estados Unidos se canse del juego. Como titular, el presidente Biden debe soportar la carga de cualquier marcha atrás, con el consiguiente daño político este noviembre.

Mientras tanto, entre bastidores, Donald Trump puede tratar de escapar de tales enredos extranjeros y de su coste político volviendo al aislacionismo histórico del Partido Republicano, incluso mientras se asegura de que la antigua superpotencia solitaria del Planeta Tierra podría venirse abajo tras las elecciones de 2024. De ser así, en un mundo tan claramente empantanado, la hegemonía global estadounidense se desvanecería con sorprendente rapidez, convirtiéndose pronto en poco más que un lejano recuerdo.

En esta nota que combina elementos de historia empresarial con historia del consumo y la alimentación, Katrina Gulliver enfoca el papel jugado por empresarios estadounidenses en la transformación de la lecha condensada en uno de los primeros productos globales.  Gulliver se apoya para su historia en el trabajo del fallecido historiador Joe B. Frantz.

Gulliver es historiadora y escritora independiente. Frantz trabajó en la Universidad de Texas entre 1948 y 1989.


File:Highland Condensed Milk Ad - 1889.png - Wikipedia

La dulce historia de la leche condensada

Katrina Gulliver 

JSTOR Daily.  20 de febrero de 2024

La leche condensada es un estándar de cocina para muchos de nosotros. Existe la posibilidad de que tengas una pequeña lata de Nestlé en la parte trasera de tu despensa. También es producto de una cultura alimentaria mecanizada, que representa el progreso agrícola, la necesidad de abordar el suministro de alimentos en áreas remotas y un triunfo de la comercialización de un alimento básico occidental (la leche de vaca) al resto del mundo.

La leche condensada es leche a la que se le ha eliminado alrededor del 60 por ciento de su contenido de agua y se le ha añadido azúcar (la leche evaporada, con la que a veces se confunde, también es leche a la que se le ha quitado agua, pero sin el azúcar adicional). Como técnica para conservar la leche, fue útil para un mundo industrializado que implicaba más viajes de larga distancia. Cualquier persona que no tenga acceso a una vaca (o refrigeración) podría tener productos lácteos para usar.

Condensed milk, oh the joy!Gail Borden fue una de los primeros en producirla comercialmente en los Estados Unidos en la década de 1850. El propio Borden era un emprendedor en serie, con tantos fracasos como éxitos, pero el momento para la leche era el adecuado. Como lo describe Joe B. Frantz en su ensayo sobre la carrera empresarial de Borden: “Cuando en 1858 Frank Leslie expuso a los productores de leche ‘fresca’ en Nueva York por vender desperdicios, Borden, perfumando la oportunidad, publicó el primer anuncio en el periódico que afirmaba que su leche no solo era pura, sino que se conservaría indefinidamente”.

El negocio no fue un éxito inmediato, señala Frantz. Como nueva empresa, “sufrió los dolores del lento crecimiento hasta 1861, cuando durante una hora del mediodía un cliente entró y, después de hacer algunas preguntas, anunció que quería 500 libras de leche condensada para el Ejército de los Estados Unidos”. Los soldados que luchaban en los teatros sureños de la Guerra Civil Americana pronto fueron alimentados con leche condensada enlatada.

Borden se convirtió en un proveedor militar y la leche condensada llegó a ser conocida por miles de soldados. Con su alto contenido de azúcar, contenía un verdadero golpe calórico en una lata pequeña. (Volvería a estar en los paquetes de raciones de los militares en la Primera Guerra Mundial). La leche condensada (generalmente precedida por la palabra “endulzada”) pronto se convirtió en un producto estándar en los estantes de los supermercados en los Estados Unidos. En Europa, su producción se asoció con la compañía láctea anglo-suiza, precursora de Nestlé, lo que llevó a que se la denominara “Swiss Milk” en inglés.

A principios del siglo XX, la leche condensada (y evaporada) era común en las recetas de fórmula casera para bebés. En los días en que  la seguridad de la leche era un verdadero problema de salud pública (y los niños morían por leche fresca contaminada), la opción de mezclar leche enlatada puede haber parecido una opción más segura, incluso cuando algunos médicos señalaron que, a pesar de las afirmaciones de sus refuerzos, a menudo todavía estaba cargada de bacterias.

A condensed history | Nestlé Global

(Estas viejas recetas tampoco eran nutricionalmente ideales para los bebés. Durante la escasez de fórmula en polvo comercial para bebés en los últimos años, comenzaron a circular en línea como alternativas, lo que  llevó a los médicos a emitir advertencias contra la alimentación de los bebés con leche condensada).

Pero su utilidad civil venía con llevar leche a climas cálidos. La leche condensada pronto se convirtió en parte de la vida cotidiana de los países tropicales y está tan arraigada culturalmente que no desapareció con la llegada de la familia Frigidaire. Su popularidad mundial ha hecho que se adapte a los gustos y modas regionales, y en cada lugar (como ocurre con  la salsa Maggi), parece ser la quintaesencia de lo local.

Desde  el dulce de leche  de América Latina hasta  el kopi (café con leche condensada) de Singapur y Malasia, la leche  condensada es un pilar en todo el mundo, mucho después de que la refrigeración hiciera de la leche fresca una opción conveniente. Esto se debe en parte a Nestlé, que globalizó el gusto por sus productos lácteos. Aunque el problema para el que fue creada (el acceso a un suministro seguro de leche) ha desaparecido en gran medida, la leche condensada encontró su propio mercado. Se convirtió en un ingrediente clave en las recetas, y los cocineros inventivos que encontraron nuevas oportunidades para ponerlo en práctica ayudaron a construir su propia base de fans.

Recursos

JSTOR es una biblioteca digital para académicos, investigadores y estudiantes. Los lectores de JSTOR Daily pueden acceder a la investigación original detrás de nuestros artículos de forma gratuita en JSTOR.

Gail Borden as a Businessman

By: Joe B. Frantz

Bulletin of the Business Historical Society, Vol. 22, No. 4/6 (Dec., 1948), pp. 123–133

The President and Fellows of Harvard College

Condensed Milk For Infants

The British Medical Journal, Vol. 2, No. 2651 (October 21, 1911), p. 1022

Coffee-shops in Colonial Singapore: Domains of Contentious Publics

By: Khairudin Aljunied

History Workshop Journal, No. 77 (SPRING 2014), pp. 65–85

Oxford University Press

Nestlé in the Ottoman Empire: Global Marketing with Local Flavor 1870–1927

By: YAVUZ KOESE

Enterprise & Society, Vol. 9, No. 4 (DECEMBER 2008), pp. 724–761

Cambridge University Press


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

Para cerrar febrero, mes en el que los estadounidenses celebran la herencia afroamericana, comparto esta nota de Julia Métraux analizando el papel del rap como medio para enseñar la historia de los negros norteamericanos. Basada en el trabajo del historiador  Pero G. Dagabovie, Métraux señala que existe una brecha entre los afroamericanos nacidos entre 1965 y mediados de la década de 1970 y los nacidos a finales de la década de 1970 y principios de los años 1980. Los primeros estuvieron en contacto con lo que la autora denomina como “raperos analíticos” (Public Enemy, KRS-One, X-Clan, Queen Latifah y otros). Estos raperos transmitieron su conciencia histórica a quienes los escuchaban. El segundo grupo no tuvo esa experiencia lo que explica la existencia de una “brecha en la conciencia histórica” de ambos grupos. La nota de Métraux nos recuerda de forma muy clara la importancia, no sólo de la música, sino también del cine, en la formación de conciencia histórica y racial.

Julia Métraux es ecritora y “fellow”de la revista Mother Jones. Tiene una Maestría de la Graduate School of Journalism de UC Berkeley.

El Dr. Dagabovie es Profesor Distinguido de Historia de la  Michigan State University y Decano Asociado de la Escuela de Posgrado.  Sus intereses de investigación incluyen la historia intelectual negra, la historia de la empresa histórica negra, la historia de las mujeres negras, el movimiento por los derechos civiles y el Black Power, y la cultura hip hop. Es autor de  “Old School” Black Historians and the Hip Hop Generation (Bedford Publishers, Inc., 2006), The Early Black History Movement, Carter G. Woodson, and Lorenzo Johnston Greene (University of Illinois Press, 2007), African American History Reconsidered (University of Illinois Press, 2010), Carter G. Woodson in Washington, D.C.:  The Father of Black History (The History Press, 2014), What is African American History? (Polity Press:  Cambridge, UK,  2015), y Reclaiming the Black Past:  The Use and Misuse of African American History in the Twenty-First Century (Verso Books, 2018).


(Clockwise from bottom left) Flavor Flav, Professor Griff, Terminator X, S1W and Chuck D of the rap group Public Enemy pose for a portrait in a studio, 1988

Cómo el rap enseñó (parte de) la historia negra de la generación del hip hop

Julia Métraux 

JSTOR Daily 26 de febrero de 2023

La historia ha sido durante mucho tiempo una inspiración para el arte, incluida la música rap. Grupos como Public Enemy no solo irrumpieron en la corriente principal y entretuvieron a las multitudes, sino que, como  dijo un artículo reciente  de Rolling Stone  , “enseñaron a una generación la historia negra”. Pero según el historiador Pero G. Dagbovie, algunos han afirmado que la llamada generación del Hip Hop —afroamericanos nacidos aproximadamente entre 1965 y 1984— “parece ser autoconsumida, individualista y no está dispuesta a sacrificarse por el avance de ‘la tradición de la protesta’. La búsqueda de la riqueza parece ser la mayor preocupación de sus miembros.

Escribiendo a mediados de la década de 2000, Dagbovie argumenta que esto es algo así como una generalización excesiva. Explica que existen dos generaciones de Hip Hop, con “una diferencia significativa entre las ideologías de los nacidos entre 1965 y mediados de la década de 1970 y los nacidos a finales de la década de 1970 y la de 1980”.

Los afroamericanos nacidos entre 1965 y mediados de la década de 1970, en el apogeo de la era del Poder Negro (BP), fueron moldeados por fuerzas sociales y culturales más propicias para el nacionalismo cultural negro que los nacidos a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, lo que él denomina la era posterior al Poder Negro (PBP). Los adolescentes del grupo anterior estaban rodeados de raperos analíticos “conscientes de la nación” (Public Enemy, KRS-One, X-Clan, Queen Latifah y otros). Los jóvenes del último grupo no fueron expuestos tan directamente al “rap de realidad”. Existe una notable “brecha en la conciencia histórica” entre los dos grupos.

“Los jóvenes afroamericanos podrían recurrir fácilmente a la música no underground para discusiones perspicaces sobre el estado de los africanos, el pasado, el presente y el futuro”, escribe Dagbovie sobre la generación de BP Hip Hop. El rap analítico era más común a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 que a mediados de la década de 2000.

30 Facts about Spike Lee - Facts.net

Spike Lee

El cine negro, desde las películas de “blaxploitation” de la década de 1970 hasta el trabajo de Spike Lee, “también desempeñó un papel importante en la socialización de los jóvenes afroamericanos al abordar temas importantes y a menudo controvertidos en sus vidas y en la historia de la pobreza”.

Tales películas fueron paralelas a la popularización de Malcolm X, el activista de derechos humanos y portavoz de la Nación del Islam que fue asesinado en 1965, observa Dagbovie. Al mismo tiempo, la vida y obra de Malcolm X fomentó “una conciencia histórica negra dentro de la generación del Hip Hop de BP”.

Por ejemplo, el nombre del álbum de Boogie Down Production, By All Mean’s Necessary,  era un juego de palabras con la famosa frase de Malcolm X “by any mean’s necessary”. En 1992, la película Malcolm X, protagonizada por Denzel Washington y dirigida por Spike Lee, introdujo a más miembros de la Generación BP Hip Hop al activismo de Malcolm X. A su vez, los jóvenes estudiantes negros se sintieron inspirados a tomar medidas contra el racismo contra los negros en instituciones predominantemente blancas.

Malcolm X - Where to Watch and Stream - TV Guide“Usando a Malcolm X como consejero espiritual y construyendo sobre el movimiento estudiantil negro de la era del Black Power, a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990, miles de estudiantes negros en varios colegios y universidades predominantemente blancos participaron en muchas protestas y sentadas significativas y bien organizadas”, escribe Dagbovie.

La confluencia de películas y música significó que los jóvenes negros podían acceder fácilmente a la historia a través de letras y diálogos que les enseñaban sobre los líderes de los derechos civiles y el racismo que los negros enfrentaban, y seguían enfrentando, en Estados Unidos. Dagbovie contrasta esto con la experiencia de la Generación Hip Hop del PBP.

“Ha habido algunas películas negras hacia las que la generación del Hip Hop de PBP podría haber gravitado”, señala, pero eso no sucedió. En lugar de

Four Little Girls (1997) y Bamboozled (2000) de Spike Lee no lograron atraer a una gran audiencia negra joven. Bamboozled… podría haberse convertido en una experiencia cinematográfica de ritos de iniciación para la generación PBP Hip Hop. En cambio, en 2002 la generación del Hip Hop de PBP fue testigo de cómo Halle Berry y Denzel Washington recibieron los Oscar a la Mejor Actriz y al Mejor Actor por sus papeles estereotipados en Monster’s Ball (2003) y Training Day (2003) respectivamente.

Dagbovie argumenta que, aunque la generación más joven no respondió colectivamente a la opresión negra, podría deberse a que tanto los segmentos de BP como los de BPB vivían “en un momento en el que es demasiado fácil infravalorar o no apreciar el valor de la historia afroamericana”. Observa que

Los jóvenes negros se distraen con una multitud de imágenes y mensajes generados por los medios de comunicación con los que ninguna generación anterior de jóvenes ha tenido que lidiar. Mientras que las generaciones anteriores… han extraído un gran conocimiento e inspiración de la historia de los negros y los diálogos intergeneracionales, la generación del Hip Hop ha fallado en gran medida en reconocer el valor potencial de emplear la historia de negra.

Un obstáculo adicional para la adopción de la historia negra como herramienta política ha sido la creciente comercialización del Mes de la Historia Negra, cuyas críticas fueron planteadas en la década de 1990 por historiadores negros, incluidos John Hope Franklin, Earl Ofari Hutchinson y Robert L. Harris.

NOCCCD | News & Announcements | It's Black History Month

“Hoy en día, el Mes de la Historia Negra es una tradición establecida”, señaló Hutchinson en 1999. “Los políticos designan días especiales, emiten proclamas y patrocinan homenajes a notables afroamericanos. […] Luego termina febrero y vuelve a la normalidad”.

El Mes de la Historia Negra no es suficiente, concluye Dagbovie. “Los historiadores negros, especialmente los de la generación del Hip Hop, deben considerar la creación de medios efectivos, innovadores y atractivos con los que popularizar y transmitir la historia negra a través de las comunidades negras, especialmente entre la generación del Hip Hop y los jóvenes”.

Nota del editor: Este artículo fue modificado para atribuir la cita en el primer párrafo a Pero G. Dagbovie e incluir un enlace a su trabajo académico.


Recursos

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The Hip-Hop Generation: Young Blacks and the Crisis in African- American Culture by Bakari Kitwana

Daniella Ann Cook

Journal of Thought, Vol. 39, No. 4 (Winter 2004), pp. 103–105

Caddo Gap Press

“Of All Our Studies, History Is Best Qualified to Reward Our Research”: Black History’s Relevance to the Hip Hop Generation

Pero Gaglo Dagbovie

The Journal of African American History, Vol. 90, No. 3, The History of Hip Hop (Summer, 2005), pp. 299–323

Association for the Study of African American Life and History


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Antes de que acabe el mes de la historia afroamericana no pude dejar de compartir con ustedes este trabajo de Matthew Wills sobre el linchamiento de mujeres negras en Estados Unidos. El linchamiento de afroamericanos fue una de las herramientas usadas por los blancos para mantener el orden racial del régimen Jim Crow. Miles de hombres negros fueron linchados principalmente, pero no exclusivamente en el Sur.

Aunque la inmensa mayoría de  las más de 4,000 personas linchadas en Estados Unidos entre 1870 y 1950 fueron hombres, las mujeres no estuvieron libres de esta forma de violencia racial. Basado en el trabajo de la historiadora Haley Brown, Wills enfoca los linchamientos de once mujeres negras en Texas. Lo primero que señala es que estas mujeres no fueron linchadas solas, sino acompañadas de otras víctimas afroamericanas, como sus hijos, esposos, etc. Algunas fueron linchadas no por algo que hubieran hecho, sino por algo del que se acusaba a algún conocido o familiar. En otras palabras, se les linchó como una forma de desquite. El linchamiento  de mujeres contradecía una de las principales justificaciones de los defensores de los ajusticiamientos extrajudiciales: la defensa de la feminidad. Claro está, la feminidad que merecía ser protegida era la de las mujeres blancas, “víctimas” de la alegada voracidad sexual de los negros.

Para mí, uno de los elementos más interesantes de este trabajo, es que con la ayuda de Brown, Wills rescata la humanidad de estas mujeres. No son una mera estadística que evidencia la barbarie racial de la sociedad estadounidense durante la era del Jim Crow. Por el contrario, son mujeres con nombres y apellidos; son madres, esposas, abuelas, vecinas, etc. Todas unidas por la violencia racial y el racismo.

Wills es escritor, bibliotecario y naturalista aficionado.

Haley Brown es estudiante graduada en la University of North Texas.


News coverage of lynchings in Texas

Las mujeres negras también fueron linchadas

Matthew Wills 

JSTOR Daily.  19 de febrero de 2024

Las víctimas del linchamiento eran en su inmensa mayoría hombres negros. Las mujeres negras también fueron linchadas, pero esta historia ha recibido poca atención hasta hace poco. Como ejemplo, la académica Haley Brown encontró once casos confirmados de mujeres negras linchadas en el estado de Texas, en comparación con cientos de hombres linchados en ese estado.

Estas mujeres fueron, escribe Brown, linchadas por algo de lo que se acusaba a un conocido, cónyuge, pareja o miembro de la familia. Cada uno fue linchado con otros: Lizzie Jackson fue linchada con su esposo y otras tres personas en 1885; Sallie Molena fue asesinada por una turba junto a su marido y su pequeña hija en 1890; Fanny Phillips fue asesinada junto con su esposo, cuatro hijos, una nieta y dos jornaleros en 1895 cuando su casa fue bombardeada y acribillada a balazos.

Brown detalla el caso de Mary Jackson, quien fue linchada en el condado de Harrison, Texas, en febrero de 1912. Jackson tenía alrededor de cuarenta años y fue ahorcada junto a su vecino mayor, George Sanders.

“El linchamiento de Jackson y Sanders demuestra las formas en que una turba de linchamiento apoyó una mentalidad de ojo por ojo sin tener en cuenta el género de la persona que pagó por el crimen, siempre y cuando la persona fuera negra”, escribe Brown. “Aunque seguramente hubieran preferido linchar al propio [Tennie] Sneed, la turba parecía contenta con linchar a cualquier persona negra relacionada con el crimen”.

The 'strange fruit' was often female

Jennie Steers, 25 de julio de 1903, Luisiana.

Tennie Sneed había disparado y matado a un hombre blanco, Paul Strange, en lo que era claramente un caso de defensa propia. Pero el condado de Harrison tenía una “larga historia de violencia racial”: cinco hombres negros fueron linchados juntos en 1901; cuatro hombres negros fueron linchados en dos casos distintos en 1909; y solo tres meses antes del crimen de Sneed, una turba ahorcó a Will Ollie, por lo que “muchos ciudadanos negros abandonaron la ciudad por temor a represalias”. Sneed también huyó. Los vigilantes blancos respondieron inicialmente atacando a los miembros de la familia de Sneed que pudieron encontrar, azotando a su cuñado, a su suegro, a su esposa (embarazada de cuatro meses) y a su suegra.

Después de que Sneed fue arrestado, una turba se presentó en la cárcel de Harrison Co. exigiendo que les fuera entregado. Pero él no estaba allí. Había sido enviado a otro condado para su propia protección. La turba, sin embargo, sintió que tenía que matar a alguien negro: la sustitución de sustitutos negros era “común” cuando las fuerzas del orden protegían a la víctima prevista. Esa noche, la turba persiguió a personas que solo se relacionaban tangencialmente con la acción de Sneed. Jackson, que vivía en la propiedad de Paul Strange, había trabajado como su cocinero y ama de llaves.

Black and white image of a gathering of protesters wearing sandwich boards with messages from the NAACP on them. The signs read: 'Follow the President. Outlaw Lynching'; '83 Women Lynched Since 1889'; 'Crime Conference Should Consider Lynching'.Como subraya Brown, el linchamiento de mujeres socavó una de las principales justificaciones de la ley de linchamiento, la defensa de la “feminidad”. Eso era en gran medida  la feminidad blanca, pero, por lo general, las turbas que linchaban a las mujeres negras lo hacían lejos del ojo público. Jackson y Sanders fueron linchados por la noche por un pequeño grupo de hombres.

Era legítimo que las mujeres  y los  niños blancos observaran los violentos rituales comunales de linchamientos públicos, que podían incluir la castración, la quema y otras torturas. Pero se suponía que las mujeres y los niños blancos no debían ver cómo linchaban a las mujeres negras. Brown sugiere que “las turbas sabían de alguna manera que linchar a las mujeres era más deshonroso que linchar a los hombres, pero no lo suficientemente equivocado” como para impedirlo.

“La opinión pública local se puso del lado de la turba de linchamiento”, y el periódico del condado, sin pruebas, calificó a Jackson y Sanders de cómplices del asesinato de Strange. Ningún miembro de la turba de linchamiento fue castigado por tomarse la justicia por su mano, nunca lo fueron. Pero, en un caso inusual de crítica a uno de los pilares del reino del terror que impuso la supremacía blanca, el Dallas Morning News regañó a los blancos del condado de Harrison, diciendo que las dos víctimas eran “probablemente inocentes” y que linchar a mujeres (y niños) “rebajaba el estándar de ciudadanía”. Brown cree que es poco probable que el News hubiera sido  crítico si Sanders hubiera sido linchado por su cuenta.

Después de dos juicios que terminaron con jurados incapaces de llegar a un veredicto, Tennie Sneed fue condenado por homicidio involuntario en 1914. El jurado declaró abiertamente que pensaba que “el acusado sería asesinado si era absuelto”. Cumplió tres años de prisión y vivió hasta 1972.

Texas no fue, por supuesto, el único estado donde se linchó a mujeres negras. Quizás el incidente más infame fue el de Mary Turner en 1918. Embarazada de ocho meses, Turner fue asesinada en una orgía salvaje de violencia por ciudadanos blancos de Georgia que estaban enfurecidos porque ella se había pronunciado en contra del linchamiento de su esposo un día antes.


Recursos

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The Lynching of Mary Jackson in Harrison County, Texas, 1912

Por: Haley Brown

The Southwestern Historical Quarterly,  Vol. 124, No. 2 (October 2020), pp. 183–201

Texas State Historical Association


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

El racismo contra los emigrantes no es nuevo en Estados Unidos. Por el contrario, es tan viejo como la nación misma. Históricamente, ese racismo se ha intensificado en momentos de crisis. Uno de esos periodos fue la Gran Depresión. El aumento en el desempleo y la miseria llevaron a muchos a estadounidenses a buscar chivos expiatorios a quien acusar de sus problemas.  Fue así como los mexicano americanos se convirtieron en blanco de las autoridades federales y estatales, que comenzaron a perseguirles acusándoles falsamente de robar empleos,  de abrumar a las oficinas de asistencia social y de agotar los recursos de las organizaciones benéficas. La solución fue la deportación de cerca de 1.8 millones de mexicanos, de los cuales el 60% había  nacido en Estados Unidos y, por ende, eran ciudadanos estadounidenses.

En esta nota del Washington Post, la periodista Diane Bernard, analiza este triste periodo de la historia estadounidense. Para ello recurre al trabajo del historiador Francisco Balderrama y de la investigación realizada por el exsenador estatal Joseph Dunn.

En un año electoral en el que la migración se ha convertido en uno de los principales temas de campaña, resulta particularmente útil ver el pasado para entender que el fascismo anti-inmigrante de Trump no es algo nuevo, sino un fenómeno recurrente en la historia estadounidense.


Expulsion of Mexicans and Mexican Americans During the Great Depression - Re-imagining Migration

El presidente que deportó a 1 millón de mexicano americanos hace casi un siglo

Diane Bernard

The Washington Post  21 de febrero de 2024

El 26 de febrero de 1931, un domingo soleado en Los Ángeles, cientos de personas se reunieron para una tarde de relajación en el parque La Placita, en el corazón de la comunidad mexicana de la ciudad.

De repente, un gran grupo de agentes vestidos de civil armados con pistolas y porras entró en el parque. Se apostaron dos agentes en cada entrada de La Placita para que nadie pudiera salir. Decenas de camiones de plataforma rodeaban el perímetro del parque.

Los agentes detuvieron a todas las personas de piel más oscura, dijo Joseph Dunn, un ex senador estatal demócrata de California, que investigó este episodio olvidado de la historia de Estados Unidos.

El pánico se apoderó de la multitud. Alrededor de 400 clientes del parque se alinearon y se les pidió que mostraran prueba de entrada legal y ciudadanía de los Estados Unidos.

Los inmigrantes mexicanos y los mexicano americanos que no pudieron presentar la documentación adecuada fueron detenidos. Luego, algunos fueron colocados en los camiones y enviados a la principal estación de ferrocarril de la ciudad, dijo Dunn. Una vez allí, se les ordenó que subieran a trenes previamente fletados y se adentraran en México, según Dunn.

La redada se produjo en el apogeo de la Gran Depresión y poco después del anuncio del presidente Herbert Hoover de un programa nacional de “empleos estadounidenses para estadounidenses reales”, palabras clave para “deshacerse de los mexicanos”, que no eran considerados estadounidenses ´reales´”, dijo Dunn, cuyo personal pasó tres años indagando en los registros federales, estatales y locales en Estados Unidos y México para documentar esta tragedia poco conocida de la experiencia latina en Estados Unidos.

El programa, implementado por el secretario de Trabajo de Hoover, William Doak, incluyó la aprobación de leyes locales que prohibían el empleo en el gobierno a cualquier persona de ascendencia mexicana, incluso a los  residentes permanentes legales y a los ciudadanos estadounidenses. Grandes compañías, entre ellas Ford, U.S. Steel y Southern Pacific Railroad, se confabularon con el gobierno diciéndoles a los mexicanos que estarían mejor con su propia gente, despidiendo a miles de personas.

La administración Hoover comenzó a reembolsar a las localidades por promulgar su programa.

Las autoridades de Los Ángeles habían planeado la redada en La Placita como una táctica de miedo para motivar a la población a regresar a su patria, a pesar de que muchos de ellos habían nacido en Estados Unidos.

El Concejo Municipal de Los Ángeles envió memorandos a la junta de supervisores del condado aconsejándole que detuviera las deportaciones ilegales, dijo Dunn. “La junta se cansó de los memorandos y le escribió al consejo de la ciudad: “Esto no se trata de validez constitucional. Se trata del color de su piel” dijo Dunn, quien tiene cajas de documentos que detallan tales eventos.

The president who deported 1 million Mexican Americans nearly a century ago - The Washington Post

Familiares y amigos se despiden de un tren que transportaba a 1.500 personas que fueron deportadas de Los Ángeles a México el 20 de agosto de 1931. (Archivo de noticias diarias de Nueva York/Getty Images)

El miedo se extendió por las comunidades mexicanas de todo el país a principios de la década de 1930 cuando las fuerzas del orden locales detuvieron a las personas en parques, hospitales, mercados y clubes sociales, las metieron en trenes fletados y las depositaron al otro lado de la frontera.

“En todo el país, los mexicanos fueron utilizados como chivos expiatorios de la mala economía y se convirtieron en víctimas de crueles dilemas”, dijo Francisco Balderrama, profesor emérito de historia y estudios chicanos en la Universidad Estatal de California en Los Ángeles y coautor de Decade of Betrayal: Mexican Repatriation in the 1930s, un libro basado en historias orales e investigación de archivos.

Además de afirmar que las deportaciones mexicanas crearían más empleos, los funcionarios también dijeron que los mexicanos estaban abrumando las oficinas de asistencia social y agotando las organizaciones benéficas establecidas para los necesitados durante un momento de calamidad económica. Sin embargo, durante los primeros años de la Depresión, los mexicanos “constituían menos del 10 por ciento de los receptores de ayuda en todo el país”, según Decade of Betrayal.

Casi un siglo después, el expresidente Donald Trump y sus aliados están discutiendo la posibilidad de deportaciones masivas militarizadas si es elegido nuevamente en noviembre.

Dunn dijo que el enfoque de Hoover se repitió en la política de inmigración de tolerancia cero de Trump y en las redadas del Immigration and Customs Enforcement (ICE) durante su presidencia, que tenían “tensiones de lo que les ocurrió a los mexicanos en la década de 1930”.

Una familia de migrantes mexicanos, en la carretera en California, 1936 (Dorothea Lange/Biblioteca del Congreso)

Pero la diferencia entre los enfoques de los dos presidentes sobre las deportaciones radica en el uso que Hoover hace del término “repatriación”, dijo Balderrama. La palabra sugiere un regreso voluntario a su lugar de nacimiento, y la repatriación mexicana fue vista como un gesto humanitario por la administración y el público, dijo Dunn.

“En mi investigación, encontré que lo que se llamó repatriación era en realidad un encubrimiento y un caso de deportación inconstitucional porque la mayoría de los mexicanos que fueron deportados nacieron y crecieron en Estados Unidos”, dijo Dunn.

La investigación de Dunn muestra que alrededor de 1.8 millones de mexicanos fueron deportados durante la década de 1930. De ese número, alrededor del 60 por ciento eran ciudadanos estadounidenses.

Elena Herrada, una activista que ha recopilado historias orales de mexicanos que fueron deportados, dijo que su padre era un niño pequeño cuando él y su familia se vieron obligados a ir a México en 1930.

La tía de Herrada dijo que el viaje a México era peligroso. “Todo el mundo sabía que los mexicanos se estaban yendo, por lo que los robos en las carreteras eran comunes”, dijo Herrada.

Como fue el caso de muchos mexicanos que fueron obligados a irse, el gobierno le dio a la familia Herrada provisiones de alimentos para tres días. Pero el viaje duró 30 días porque no podían conducir de noche. Escondían su coche, que estaba cargado de pertenencias, después de la puesta del sol para evitar que les robaran.

Para los niños, la mayoría de los cuales nacieron en Estados Unidos, el viaje y la reubicación en México fueron especialmente traumáticos. Dejar el único país que conocían para ir a un lugar desconocido, rural y pobre donde nadie hablaba inglés dejó una huella en la madre de Christine Valenciana, Emilia Castañeda.

Emilia Castañeda, de 89 años de edad sostiene el libro “Década de la traición”, que habla de la repatriación de mexicanos en la década de 1930.

Emilia Castañeda

Valenciana, profesora asociada emérita de la Universidad Estatal de California en Fullerton, dijo que su madre no estaba acostumbrada a no tener plomería interior, fue condenada al ostracismo en la escuela en México por no hablar español y sufría de falta de atención médica y dental.

“Mi madre nunca recibió una educación adecuada”, dijo Valenciana. “Vivió en México durante nueve miserables años”.

Finalmente, cuando Emilia cumplió 17 años, su madrina encontró su acta de nacimiento, que era necesaria para volver a entrar a Estados Unidos, y le envió dinero para que regresara. Emilia siempre había considerado a Los Ángeles como su hogar y estaba ansiosa por volver. Pero no pudo reanudar sus estudios porque su inglés se había desvanecido con el paso de los años.

Con tantos mexicanos y mexicoamericanos obligados a abandonar el país, no hubo voces en ese momento que protestaran contra esta remoción masiva, dijo Balderrama. Los sindicatos y otros grupos estaban a favor de salvar los empleos para los blancos en Estados Unidos.

El famoso artista mexicano Diego Rivera, quien estuvo en Estados Unidos pintando sus “Frescos de la industria de Detroit” a principios de la década de 1930, ayudó a recaudar dinero para los deportados y trabajó para obtener un trato humano para sus compatriotas por parte de las autoridades de bienestar, según Decade of Betrayal. Pero, como a muchos, le convenció la idea de que la repatriación era una acción positiva en lugar de una interrupción violenta con efectos de por vida.

“Al menos hoy podemos decir que las cosas han mejorado en términos de oposición a las políticas de inmigración”, dijo Balderrama.

“Pero puedo ver que nos deslizamos por el mismo camino con el enfoque de Trump”, dijo Dunn. “La democracia es frágil”.

Donald Trump Plans Largest Deportation In "History of America" If Reelected | Trump Speech In Reno - YouTubeLas deportaciones continuaron hasta bien entrada la década de 1930, incluso después de que el demócrata Franklin D. Roosevelt asumiera el cargo en enero de 1933. Roosevelt nunca revocó oficialmente la campaña “Empleos estadounidenses para estadounidenses reales”, pero en 1933 estaba siendo llevada a cabo únicamente por gobiernos locales que actuaban por su cuenta y su administración no hizo nada para detenerlos.

“Simplemente se desvaneció a finales de la década de 1930 y luego la Segunda Guerra Mundial trajo de vuelta los empleos”, por lo que la búsqueda de chivos expiatorios de los mexicanos disminuyó, dijo Dunn.

En 2005, Dunn presentó una legislación en el Capitolio de California para disculparse por el trato del gobierno a los mexicanos durante la Depresión. La Ley de Disculpas se hizo oficial el 1 de enero de 2006, expresando su pesar por las deportaciones ilegales. La ley también incluyó la instalación de un monumento conmemorativo en el lugar donde se llevó a cabo el allanamiento a La Placita en Los Ángeles. En 2013, California también aprobó una ley que exige que esta historia perdida se enseñe en las escuelas públicas del estado.

“Todos sabemos sobre el internamiento de 145.000 japoneses durante la Segunda Guerra Mundial”, dijo Dunn. “Pero 1.8 millones de deportados mexicanos empequeñece ese tamaño, y la mayoría de la gente no sabe nada sobre este tema”.

Dunn dijo que la Ley de Disculpas era principalmente simbólica. “Pero sigue siendo algo”, dijo. “Ahora nadie puede decir que nunca sucedió”.

Una versión de esta historia fue publicada el 13 de agosto de 2018.

 


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

 

Gracias al amigo José A. Muñoz, accedí a esta nota periodística dedicada a las Pachucas. Publicada en el medio digital latino Luz Media, “Pachucas: un legado atemporal de moda, rebeldía e identidad mexicana”, examina la expresión femenina del movimiento contra cultura desarrollado por mexicano-americanos en la década de 1930. Me refiero a los Pachucos, que se hicieron famosos por sus “zoot suites”,  y que fueron víctima de discrimen y violencia racial.

El equipo de Luz Media autor de esta nota reflexiona sobre las Pachucas como un movimiento que combinó raza, género y clase. Estas mujeres no se limitaron a cuestionar las normas sociales con su vestimenta y comportamiento, sino que también promovieron la liberación femenina y de sus comunidades. De esta forma fomentaron  los movimientos chicano y feminista. Este artículo rescata y enfatiza la importancia de la rebeldía y de resiliencia de las Pachucas, que enfrentaron el racismo de los blancos y el prejuicio de los suyos.

Luz Media se describí a sí mismo como un medio que “encarna el potencial de las latinas”, desafiando las narrativas falsas e inexactas que abundan en los medios de comunicación. Para ello desarrollan “contenido digital de alta calidad, y construimos una comunidad a través de experiencias y oportunidades tangibles en la vida real y digitales”.


Three Latina women representing the Mexican cultural group Pachucas

Pachucas: un legado atemporal de moda, rebeldía e identidad mexicana

Luz Media

6 de Febrero de 2024

Vestidos de punta en blanco, desafiando las normas, bailando al ritmo del jazz y dando forma a una subcultura revolucionaria a mediados del siglo XX, este era el mundo de las pachucas. No solo entusiastas de la moda, sino activas defensoras del cambio, estas mujeres mexicanas se atrevieron a pisar el escenario de la historia cultural. Llevemos una máquina del tiempo a la década de 1940 hasta el nacimiento de este movimiento icónico y exploremos el legado de los Pachucas.

El nacimiento de un icono cultural

El término ‘Pachuca’ es sinónimo de mujeres jóvenes mexicoamericanas que pertenecían a la subcultura pachuca, vista predominantemente en las décadas de 1940 y 1950. Las pachucas se caracterizaban por su estilo distintivo de vestir y su desafío a las normas sociales convencionales.

La historia de Pachuca comienza en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, con los disturbios de “Zoot Suit” en Los Ángeles. El Zoot Suit, con su cintura alta, piernas anchas y abrigo largo, era el uniforme de la subcultura pachuca. El traje fue una rebelión contra el racionamiento de telas en tiempos de guerra, convirtiéndose en un símbolo de inconformidad y resistencia.

Three women, Dora Barrios, Frances Silva, and Lorena Encinas, standing together in a posed group portrait.

Dora Barrios, Frances Silva y Lorena Encinas, de pie juntas en un retrato grupal posado.

Las Pachucas adoptaron este estilo, agregando su propio toque femenino con faldas lápiz, medias de rejilla y tacones de plataforma. Aunque en muchos casos, optaron por usar los mismos atuendos que los hombres y usaron su cabello en copetes altos o peinados en un “Rollo de la Victoria”, desafiando aún más las expectativas sociales de la apariencia de una mujer en ese momento.

Pachucas no solo superó los límites con su estilo, sino que también lo hizo con su baile. Adoptaron bailes como el jitterbug y el swing, que se originaron en la cultura afroamericana. Esta fue una posición significativa contra la segregación racial y la discriminación que prevaleció en la década de 1940.

Las pachucas bailaban con confianza y control, a menudo liderando a sus parejas, un papel tradicionalmente reservado para los hombres. Este desafío directo a las normas de género de la época estableció aún más a la Pachuca como un símbolo de rebeldía.

El movimiento Pachuca fue más que solo moda y baile; era una lucha por la identidad. Como mexicoamericanos, las pachucas se encontraron en un espacio liminal, atrapados entre dos culturas. Se enfrentaban a la discriminación racial y a menudo eran condenadas al ostracismo por no encajar en los roles femeninos tradicionales mexicanos o estadounidenses.

Al adoptar el estilo de vida pachucano, estas mujeres se labraron un espacio cultural único para sí mismas. Se negaron a ser encasillados, y en su lugar crearon una identidad híbrida que celebraba tanto su herencia mexicana como su influencia estadounidense.

El legado de las Pachucas

El movimiento Pachuca dejó una huella duradera en el mundo. Fueron pioneros de su tiempo, haciendo olas en una sociedad que a menudo buscaba mantenerlos en su lugar. Su impacto continúa resonando vívidamente dentro de nuestra sociedad moderna. En algunas ciudades, como Los Ángeles y Ciudad Juárez, esta subcultura no es sólo una página de un libro de historia, sino una entidad viva que respira, que hace alarde de su continua vitalidad y fuerza.

El corazón de esta cultura se puede encontrar en áreas donde las poblaciones mexicoamericanas son sustanciales, especialmente en el suroeste de los Estados Unidos, como California y Texas, y en partes de México como Ciudad Juárez y Chihuahua.

1944 black and white photograph of Ramona Fonseca, a young Mexican-American woman, posing confidently in a stylish zoot suit, representing the fashion and women of that era. The image is part of the historic Shades of L.A. Collection, highlighting the diverse families and communities in Los Angeles.

Fotografía en blanco y negro de 1944 de Ramona Fonseca, una joven mexicoamericana, posando con confianza en un elegante zoot suit, representando la moda y las mujeres de esa época.

Los Ángeles sigue siendo un bastión de la cultura pachuca, evidente en su influencia duradera en la escena musical, de la moda y del arte de la ciudad. Eventos como el desfile de modas El Pachuco Zoot Suits  o el festival anual Zoot Suit celebran este estilo distintivo y su impacto cultural.

El resurgimiento del interés por la moda vintage y los estilos clásicos en los últimos años también ha llevado a un renovado aprecio por la estética pachuca y pachuco. Su estilo, una mezcla de influencias mexicanas y estadounidenses, continúa inspirando a los diseñadores de moda de hoy, haciendo eco en el glamour de las pasarelas de alta costura y el borde del estilo callejero.

Las pachucas también contribuyeron significativamente a los movimientos feministas  y chicanos, demostrando la interseccionalidad de las luchas de raza, género y clase. Al rebelarse contra las normas tradicionales de género y las expectativas raciales, allanaron el camino para futuros activistas. Su historia se ha convertido en un grito de guerra para quienes siguen luchando por la igualdad y la representación; un poderoso recordatorio del poder de la resiliencia y la resistencia.

El legado de Pachuca continúa danzando a través de los anales de la historia, sirviendo como un recordatorio atemporal del poder del desafío, la belleza de la individualidad y la fuerza duradera de la identidad cultural.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

En este interesante artículo, Borja Bas examina cómo la homosexualidad fue disfrazada en las películas de gánsteres de Hollywood. Enfoca en total 9 películas y una serie de televisión (Los Sopranos, 1999-2007). Estas incluyen a Little Ceaser (1931), The Maltese Falcon  (1931), Gilda (1946), White Heat (1949), His Kind of Woman (1951), The Big Heat (1953), Performance (1970), Reservoir Dogs (1992) y Lost Highway (1997).

Bas es periodista del diario español El País.


Little Caesar. 1931. Directed by Mervyn LeRoy | MoMAViolencia explícita, sexo sugerido: cómo Hollywood disfrazó la homosexualidad en el cine de gánsteres

BORJA BAS

Icon –  13 de febrero de 2024

No es un chiste: ¿en qué se parecían un gánster y un homosexual? Llevaban una doble vida, se veían envueltos en conductas delictivas, se entregaban a encuentros clandestinos y ocultaban sus actividades en las sombras. Desde los años treinta hasta el cambio de siglo, estas dos figuras han vivido una evolución en su representación cinematográfica que redobla su marginalidad en la figura del gánster homosexual.

“Los expertos en cine negro responden a un perfil heterosexual muy canónico que, desde la reverencia y la mitificación, no han podido o no han querido ver las innumerables connotaciones maricas que palpitan en los grandes clásicos”, explica Juan Dos Ramos, autor del ensayo Gangsters maricas. Extravagancia y furia en el cine negroilustrado por Álex Tarazón. Además, desde hoy al 18 de febrero esta iniciativa editorial se traslada a la Cineteca de Matadero (Madrid), en el ciclo Gangsters maricas con la proyección de Gilda, Al rojo vivo, Los sobornados, Performance y Carretera perdida. A continuación, una cronología de este subgénero infiltrado con sus más ilustrativos ejemplos.

El gánster que entiende, pero no entiende nada

En Hampa dorada (Marvin Leroy, 1931), Edward G. Robinson es un atracador de poca monta que se muda a Chicago junto a su compinche, que prefiere hacerse bailarín en busca del éxito. Mientras su amigo prospera y se enamora de una bailarina, el pequeño César Rico Bandello escala en el hampa y se pasa toda la cinta intentando que su exsocio, el único en quien depositaría su confianza, regrese a su lado como mano derecha de la banda. “Las mujeres no van con los negocios”, le suelta.

Hacia el final de la película, Rico tiene encañonado a su amigo, pero no le salen las balas. “Su mirada desesperada en ese momento lo dice todo. Es casi como una escena de ruptura, el gánster ahí pierde todo por exponerse. Esa es la gran tragedia de Rico: el hombre que él quería se ha ido con una mujer”, señala Dos Ramos. Un patinazo emocional que le obliga a esconderse de la policía para acabar ametrallado en un callejón bajo un cartel que anuncia el nuevo espectáculo del que fue su amor secreto.

El halcón maltés (película de 1941) - Wikipedia, la enciclopedia libre

Humphrey Bogart: un macho asediado por gays

El editor de la novela El halcón maltés solicitó a su autor, Dashiell Hammett, que rebajara el tono homosexual. Cuando John Huston la llevó al cine en 1941, recogió las pistas que dejaba el libro para desplegar toda una paleta de moralidades dudosas, especialmente en el trío de gánsteres descaradamente homosexuales que sumen en el embrollo de búsqueda de la preciada figura del halcón a Humphrey Bogart, detective con pocas barreras éticas.

Juan Dos Ramos apunta: “Aquí se cumple otra de las reglas del cine negro: la de amariconar a los secundarios para apuntalar la hombría del detective protagonista. Es un recurso que el mismo Raymond Chandler decía que abundaba entre los narradores de novela negra”. Peter Lorre compone aquí uno de los roles más brillantes de su carrera: el de Joel Cairo, un gánster que no oculta su diferencia desde el minuto uno. Se presenta en el despacho de Bogart precedido por una tarjeta con aroma a su perfume de gardenias y durante la charla con el detective acaricia con remilgo su bastón. El personaje del gánster gordo (Sydney Greenstreet) siempre con su amigo pistolero cerca (Elisha Cook Jr.), al que quiere “como un hijo”, tampoco anda con disimulos. Cuando decide traicionar al joven esbirro, dice: “Si pierdes un hijo siempre es posible conseguir otro”.

Gilda o el triángulo amoroso como coartada

Gilda - www.posterissim.comGilda (Charles Vidor, 1946), ha pasado a la historia como gran precursora del destape (ese guante de Rita Hayworth), pero se marca otro tanto: el de plantear un posible triángulo amoroso bisexual. No hay más que asomarse a la escena de arranque. Glenn Ford sale de una timba ilegal en un antro del puerto de Buenos Aires tras jugársela con sus dados trucados. Un maleante ve su intento de atracarle frustrado por el golpe de un bastón que oculta una punta de cuchillo. Lo maneja un misterioso hombre atildado, el gánster encarnado por George Macready. Ya desde ese momento, todo son equívocos y dobles sentidos en el diálogo.

“Es un amigo fiel y obediente. Guarda silencio cuando quiero que esté callado y habla cuando quiero que hable”, dice Macready sobre su bastón. “Esa es mi idea de la amistad”. “Muy alegre su vida”, le responde Ford (ese “alegre” es gay en el guion original que, aunque ya está en desuso, en esa acepción servía para definir algo feliz o divertido). Y celebran su recién estrenada amistad fumando un cigarro y paseando juntos por la zona portuaria. “El que hace su propia suerte como yo, reconoce a sus semejantes”, dice el gánster antes de despedirse.

“Todo son signos para el ojo queer”, apunta Juan dos Ramos. “Se encuentran en el puerto, zona de cruising por antonomasia, rodeados de criminales y marineros. El gánster aparece en escena levantando el bastón como símbolo de una erección. Pronto ofrece a este hombre, con el que quiere ligar, una carrera meteórica en el hampa. La dinámica del triángulo amoroso también es muy divertida. Este mafioso es consciente de que Glenn Ford es un bomboncito heterosexual y se trae del brazo a Gilda como subterfugio para que acaben los tres juntos. Y para que no haya dudas morales, el villano muere ensartado por su propio bastón: el penetrador es penetrado”.

James Cagney y el complejo de edipo

Para Al rojo vivo (1949), James Cagney quiso dar vida a un matón sensible al que vemos llorar o dejarse arrullar en las rodillas de su madre, la matriarca de una banda criminal de eterno luto por su marido. Cuando fallece, el protagonista traslada sus afectos a un policía infiltrado en la banda. Como deduce el autor de Gangsters maricas: “El falso socio criminal pasa a ocupar su lugar. De él espera la protección y firmeza que encontraba en su progenitora. Es con él con quien tiene las escenas más íntimas, con quien quiere repartir el botín, mientras que a la mujer florero que le han puesto por guion (la explosiva Virginia Mayo) la desprecia sistemáticamente. Tras el desengaño amoroso mayúsculo que supone la revelación de la verdadera identidad del agente del orden, por supuesto, el desenlace del gánster es dramático y violento, digno de un loco, el único retrato posible para un marica. Hay un afán por desmontar un tipo de masculinidad y yo creo que Cagney era muy consciente de lo que estaba haciendo”, bromea.

Si es homosexual, es depravado

Desde 1934 hasta 1967 el código Hays (impulsado por el líder republicano William H. Hays y que velaba por la moralidad en pantalla) obligó a directores y guionistas a ser audaces. Como explica Dos Ramos: “Utilizaban ciertos apuntes como ponerle una flor en el ojal a un tipo corpulento, señores que van mucho al teatro, que van perfumados… A eso hay que sumarle el uso de la elipsis narrativa para resolver determinadas situaciones que sugieren encuentros sexuales. El código Hays permitía cierta relajación si la homosexualidad se percibía como una pincelada que subrayase la naturaleza monstruosa del gánster, además”.

Las fronteras del crimen (1951) - FilmaffinitySin embargo, algunas producciones dejaban traslucir un catálogo particularmente retorcido de perversiones sexuales. Es el caso de Howard Hughes, el magnate y productor. El playboy no disimulaba su voracidad bisexual. Para Las fronteras del crimen (1951) contó con dos sex symbols, Jane Russell y Robert Mitchum. El gánster marica en este caso lo encarna Raymond Burr, fornido actor gay que se había fabricado una biografía falsa encadenando matrimonios y que más tarde triunfaría en la serie Perry Mason. Burr se transforma en Las fronteras del crimen en el alter ego de Howard Hughes para desatar las fantasías más perversas de dominación sobre el macho heterosexual encarnado por Mitchum. En la escena final, después de que el protagonista se cuele en el barco de los malos, el villano Burr se deleita dando órdenes a sus hombres para que le den una paliza, lo descamisen, lo aten a un mástil, lo zurren con la hebilla de un cinturón y rematen la tortura encerrándolo en una sala de máquinas llena de vapor cuyos sudores emulan sin tapujos los de una sauna. Una fiesta bondage solo tolerada porque el bueno vence y acaba abrazando a la chica.

Y por fin salió del armario

Probablemente la película pionera en el gánster abiertamente homosexual sea Los sobornados (Fritz Lang, 1953). La secuencia de arranque presenta al maduro Alexander Scourby, envuelto en un pijama de seda en la cama con un guapo y atento joven en albornoz de pie a su lado que se dedica a marcarle llamadas de teléfono y prenderle los cigarrillos. Luego descubriremos que tiene una hija, pero ni rastro de esposa. Poco importa. “El relajamiento del código Hays permitió atender a las realidades de la calle y a las demandas de un público en busca de historias que reflejaran situaciones más reales”, deduce Dos Ramos.

En ese contexto nace, por ejemplo, la despiadada pareja de pistoleros gais de Agente especial (Joseph H. Lewis, 1955), que quizás por ser una cinta de serie B, se permitió mayores licencias. “No puedo comer más salami”, dice uno de ellos. “Es todo lo que hay”, responde el otro. “La policía nos buscará hasta en los armarios”, aventuran antes de encontrar un trágico final. Aunque el primer film que nos brindaría por fin a un señor del crimen liberadamente marica fue británico. El gangster (1971) constituye un punto de inflexión, además, por contar por primera vez en un rol así con alguien que ya era una superestrella: Richard Burton. En ella vemos a Burton y su amante Ian McShane entrar y salir del dormitorio en albornoz (eso sí, el beso que se rodó quedó fuera del montaje final). A pesar de ello, dice el autor de Gangsters maricas, “es una película que conserva su atractivo. Además, le añade una capa al género que solo desde la tradición europea podían darle: mientras que el cine negro americano es más prefabricado en su estética, aquí asoma el dandismo que predicaba Oscar Wilde. La ropa en el gánster es esencial, y eso los británicos lo cultivan muy bien”.

El personaje de Burton se basa en uno de los gemelos Kray, célebres figuras reales del crimen organizado inglés. Con planta impecable, pinta de tipo duro y abiertamente homosexual, Ron Kray se ha convertido en un icono de la cultura pop. Tanto que hasta hemos visto desde un biopic, The Krays (1990), protagonizado por los hermanos Kemp de Spandau Ballet, hasta una pirueta interpretativa de Tom Hardy interpretando a ambos gemelos simultáneamente en Legend (2015). Lo que nos lleva al siguiente punto: el inevitable encuentro entre la figura del gánster y la de la estrella de la música.

Performance (1970) – B&S About Movies

El gánster ‘glitter’

Esta evolución del gánster glitter nos la brindó Performance (Donald Cammell y Nicolas Roeg, 1971). Un agresivo mafioso escondido de su propia banda, James Fox, y un rockero en pleno bloqueo creativo, Mick Jagger, se transmutan el uno en el otro. En mitad de este tripi (literalmente, en pleno viaje de setas), Anita Pallenberg (novia por entonces de otro Rolling, Keith Richards) le dice al matón camuflado bajo maquillaje y peluca que su amante músico es “un hombre mujer-hombre al que su demonio le ha abandonado”. También vemos al criminal acostarse con una andrógina groupie a la que le murmura en pleno acto: “Pareces un muchachito”. La actuación imaginaria de Jagger caracterizado de gánster, con los ambiguos y rollizos miembros del hampa despelotándose a su alrededor, es tan imposible que solo se puede aplaudir que exista.

A todo esto hay que sumarle la más que abierta naturaleza homosexual del capo que persigue al protagonista: un tipo calvo, peludete, del montón, al que vemos recibiendo a chaperos y ojeando revistas de culturistas rodeado de su banda de bichos raros. Es, en palabras de Dos Ramos, “un milagro de película. No solo por equiparar la figura de la estrella del pop con el gánster americano que acaparaba titulares en la era dorada, también por desarrollar todas esas nuevas masculinidades que trajo la liberación sexual a finales de los sesenta y la apertura de mentes que propiciaron las drogas psicodélicas”.

el primer (y casi único) papel masculino que compuso la drag queen Divine, musa de John Waters: el gánster ególatra, autoritario y misógino de Inquietudes (Alan Rudolph, 1985). A pesar de sus escasas apariciones, se alza como gancho incontestable del film componiendo lo que Juan Dos Ramos llama, “un gánster posmoderno, por encima de todos los clichés”.

David Lynch lo retuerce todo

Cuando hablamos de que el término gánster marica, o gay, o queer nunca es blanco ni negro, sino que ocupa una amplia gama de grises, no contábamos con la paleta de oscurísimos tonos que maneja David Lynch. En dos de sus obras maestras, Terciopelo azul (1986) y Carretera perdida (1997), nos enfrenta a unos villanos de sexualidad poco ortodoxa, extravagantes y aterradores. En palabras de Dos Ramos, “probablemente responda a la devoción de Lynch por el cine negro clásico. Cuando creces viendo a este tipo de personajes más ambiguos siempre presentados como depravados y con una vida interior torturada, no separas la parte criminal de la orientación sexual. Me imagino a David Lynch viendo de joven esas películas e intuyendo que no solo son malvados, sino que tienen una sexualidad oscura, casi indescriptible. Algo que él se apropia y potencia. El retrato que hace en estas dos pelis puede resultar hasta homófobo, pero le sirve para hacer aún más siniestros a sus personajes en busca de un impacto estético brutal”.

Pensemos en el personaje de Dean Stockwell en Terciopelo azul, crooner siniestro maquilladísimo, con boquilla de fumar y camisa de chorreras, que establece una conexión eléctrica con el retorcido Dennis Hopper. Comparten drogas, miradas abismales y extorsionan a la femme fatale (Isabella Rossellini) bajo la mirada del antihéroe Kyle MacLachlan. La escena, por supuesto, deriva en un Hopper desatado llevándose a la pareja secuestrada y exclamando “¡Vamos a joder! ¡Me joderé a todo lo que se mueva!”. De ahí, los somete a un viaje al fin de la noche en el que, sin parar de inhalar nitrito de amilo de una bombona (la droga conocida en el mundo gay como poppers), primero le quiere pinchar los pechos a ella y después le cubre a él la cara de besos con pintalabios para acabar dándole una paliza.

En Carretera perdida, el mafioso caracterizado por Robert Loggia no se presenta tan desaforado, pero sí igualmente inquietante. Tras obligar a su joven mecánico de confianza (Balthazar Getty) a subir a su coche para hacerle partícipe de un accidente provocado, tantea sus posibilidades invitándole a ver porno. En un paralelismo con Gilda (cinta de la que Lynch es declarado fan), intenta a continuación captar al joven presentándole a una bellísima rubia, Patricia Arquette. “Loggia introduce a Arquette de la misma forma que el gánster del casino presenta a Rita Hayworth en Gilda: primero sondea al muchacho, pero ve que no va a conseguir nada. Y un día aparece con la chica despampanante a su lado”. Cambian los tiempos, las pulsiones depravadas permanecen.

Lost Highway (1997) title sequence - YouTube

Si eres hombre, te va a gustar

Quentin Tarantino lo ha dicho muchas veces: “El subtexto gay siempre mejora una película”. En Reservoir Dogs (1992) lo materializó en el trasfondo romántico que une al Señor Blanco (Harvey Keitel) y el Señor Naranja (Tim Roth). Después de que en el atraco todo haya salido mal, Blanco pasa la mitad del metraje acunando a un Naranja moribundo sobre un charco de sangre con la esperanza de que, al menos, el compinche con el que se ha encariñado sobreviva a un tiro en el estómago. Son un ejemplo de lo que Juan Dos Ramos ha bautizado como “el superamor. No estamos hablando de una naturaleza gay en su literalidad, sino de los vínculos que generan estos hombres que viven en unos ambientes hipermasculinos, en constante peligro, siempre con miedo a no saber en quién confiar. Se enfrentan juntos a unas situaciones tan críticas que desarrollan otras dinámicas emocionales en las que la mujer tiene muy poco peso”.

Algo que se manifiesta también en Lock & Stock (Guy Ritchie, 1998), donde todo juega en favor de una desbordante y testosterónica camaradería, abundan los chistes de maricones y la figura de la mujer brilla por su ausencia. “Son tipos que se ponen cachondos entre ellos hablando de sus cosas de hombres. Es casi como una película de sexo gay quinqui, filmada en unos sótanos insalubres del East London, con las escenas explícitas suprimidas”.

Serie Los Soprano: argumento, análisis y reparto - Cultura Genial

Los Soprano: la homosexualidad no se perdona

El triste final en Los Soprano de Vito Spatafore, uno de los gánsteres más fieles de Tony Soprano, pone de manifiesto los complejos del mafioso italoamericano ante cualquier alternativa que desafíe su hombría. Esta subtrama está basada en el caso real de John D’Amato, más conocido como Johnny Boy, jefazo de la familia DeCavalcante, la más poderosa de Nueva Jersey. Su misma esposa filtró que iban a clubs de intercambios de pareja y que su marido tenía particular propensión en esos encuentros a entregarse a otros hombres. Fue asesinado a tiros por soldados de sus propias filas en 1992. En la investigación de su muerte, un informante deslizó que “nadie va a respetarnos si tenemos a un capo homosexual discutiendo asuntos de La Cosa Nostra”.

En la teleserie, Vito Spatafore pasa de respetable matón a repudiado al ser descubierto ligando, vestido del poli de Village People, en una discoteca gay. Su inmediato autoexilio le trae una ilusión efímera de felicidad junto a un tipo gay corriente. Aunque añora sus fechorías y regresa pidiendo perdón a la banda y proponiendo a su mujer tener otro hijo, amparándose en una enajenación homosexual transitoria provocada por una medicación. Pero la mafia no perdona. Spatafore aparece muerto en un hotel con un bate de béisbol metido por el recto. “La elección de un final tan gráfico y bestia responde a la necesidad de los guionistas de reforzar ese pensamiento monolítico y tradicional del hombre italoamericano, herencia de actitudes de las viejas mafias sicilianas, donde probablemente solo violar la omertà [la ley del silencio] sea un pecado mayor que ser homosexual”, concluye Dos Ramos.

¿Adiós al gánster marica?

Los modelos de gánster (marica o no) quedaron caducos con el cambio de siglo. En la era de la hipertecnificación y las distopías adelantadas, su figura podría tomar cualquier forma, desde un algoritmo villano que roba y extorsiona valiéndose de la inteligencia artificial hasta la encarnación de un megalómano tipo Elon Musk, capo de las estratosferas. O, más vulgarmente, la de banqueros, políticos o presidentes de club de fútbol. En cualquier caso, con el tabú de la homosexualidad prácticamente desarticulado en pantalla, el concepto de gánster marica deja de tener un sentido claro para el futuro. Concluye el autor de este ensayo: “La sexualidad termina siendo irrelevante cuando tienes poder. Otra cosa es explorar lo queer sobre este nuevo escenario en el que se ha desmoronado el sistema patriarcal, proliferan en los medios nuevos modelos de masculinidad y los logros LGTBI dibujan un nuevo marco donde situar ficciones. En esa nueva realidad, el gánster marica ya no va a ser algo tan raro ni tan sofisticado. De igual manera, el hombre heterosexual moderno se ha apropiado de comportamientos y acciones antes impensables por considerarse femeninas. Así que si decimos adiós al macho, también decimos adiós al gánster marica”.

 

 

 

El bombardeo de la ciudad de Dresde por los Aliados en febrero de 1945 es considerado una de las peores atrocidades de la segunda guerra mundial. Miles de alemanes murieron víctimas de las bombas de los estadounidenses y británicos a pocos meses del fin de la guerra en Europa. En su momento el bombardeo no pasó de ser otro evento sangriento de una guerra brutal. Según Peter Feuerherd, no fue hasta la publicación de la novela Matadero cinco de Kurt Vonnegut en 1969, que la percepción del bombardeo de Dresde cambió.

Vonnegut, quien como prisionero de guerra fue testigo del bombardeo, reprodujo la brutalidad del ataque anglo-estadounidense. Escrito en medio de las protestas contra la guerra de Vietnam, Matadero cinco fue un éxito de ventas. A través de la ficción, Vonnegut no sólo rescató del olvido a Dresde, sino que planteó tres preguntas básicas: ¿Estaba moralmente justificado el bombardeo? ¿Fue un acto de venganza? ¿Fue necesario para acabar con la guerra en Europa? Esas tres preguntas siguen resonando y adquieren mayor fuerza en momentos en que Gaza sufre la acometida salvaje de un Israel que sabe y se siente impune. ¿Hemos aprendido algo los seres humanos desde que cayó la última bomba en Dresde? Pareciera que no.

Peter Feuerherd es profesor de periodismo en la Universidad de St. John’s en Nueva York y corresponsal del National Catholic Reporter. Es autor de Holy Land USA: A Catholic Ride Through America’s Evangelical Landscape (2006).


75 años del bombardeo de Dresde: la destrucción de la 'Florencia del Elba'

Cómo Matadero Cinco nos hizo ver el de Dresde

de manera diferente

 Peter Feuerherd 

JSTOR Daily    13 de febrero de 2017

El bombardeo estadounidense y británico de Dresde,  Alemania, que comenzó el 13 de febrero de 1945, fue visto en su día como una nota histórica a pie de página de una historia mucho más amplia. Después de todo, tuvo lugar cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, una guerra caracterizada por atrocidades demasiado numerosas para contarlas.

Luego vino la publicación en 1969 de una novela de ciencia ficción llamada Matadero Cinco de Kurt Vonnegut, Jr. Había presenciado el bombardeo como prisionero de guerra estadounidense, y sobrevivió refugiándose en un armario de carne en la histórica ciudad alemana. La novela cuenta la historia de Billy Pilgrim, también prisionero de guerra estadounidense en Dresde, que viaja en el tiempo a través del espacio y comenta la barbarie con el discreto mantra de “Así va”.

Matadero Cinco - Vonnegut, Kurt - 978-84-339-2031-7 - Editorial AnagramaLa novela se convirtió en la obra icónica de Vonnegut, vendiendo más de 800.000 copias en los Estados Unidos. Fue ampliamente traducido. Matadero Cinco fue ampliamente leído como una declaración gráfica sobre la inutilidad de la guerra, capturando el espíritu de la época, cuando las protestas contra la guerra de Vietnam estaban en su cenit.

“Todo esto sucedió, más o menos”, así es como Vonnegut introduce la novela.

La novela de Vonnegut reabrió una vieja herida: ¿estaba moralmente justificado el bombardeo de Dresde? ¿Fue simplemente un acto de venganza por los crímenes nazis, infligidos a civiles inocentes? ¿O era necesario poner fin a la guerra en Europa?

En la novela, Vonnegut describe a Billy Pilgrim como testigo del peor acto de violencia masiva en la historia europea, comparable al bombardeo atómico de Hiroshima. Citando una historia ampliamente publicada de la época, cifró las muertes de Dresde en 125.000.

Los historiadores cuestionaron las cifras de Vonnegut. Las muertes reales fueron mucho menores, alrededor de 25.000, y las cifras más altas fueron infladas por las afirmaciones de la propaganda nazi. Algunos argumentaron que Vonnegut había distorsionado los números para reforzar su punto de vista novelesco.

La crítica literaria Anne Rigney lo ve de otra manera. Vonnegut, señala, estaba trabajando con las cifras de víctimas aceptadas de su tiempo (las estimaciones posteriores y más bajas llegaron después de la publicación de la novela). Irónicamente, como testigo ocular del horror, Vonnegut sabía menos sobre el panorama general del bombardeo que los historiadores que tenían acceso a una gama más amplia de materiales.

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Cádaver de una mujer en un refugio antiaéreo, Dresde, 1945. Wikipedia

Señala que la obra de Vonnegut no es historia. No pretende serlo. Presenta a un personaje que viaja en el espacio exterior y a través del tiempo. La novela es, más bien, una “memoria cultural” al definir un acontecimiento histórico a través de impresiones gráficas novelescas.

Aun así, Matadero Cinco tuvo consecuencias en el mundo real. Reabrió la investigación moral sobre los bombardeos de Dresde y, por implicación, sobre la guerra en general. El objetivo de Vonnegut era utilizar a los muertos de Dresde como una “presencia espectral” que informara a los vivos sobre las atrocidades de todas las guerras, con el punto de que “cada víctima colateral es demasiada”, escribe Rigney.

El resultado fue que el uso de la ciencia ficción por parte de Vonnegut y sus propios relatos de testigos oculares trajeron un feo evento de la Segunda Guerra Mundial a un mundo más dispuesto a escuchar sobre el impacto de la barbarie en tiempos de guerra 24 años después de los eventos reales.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez