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Archive for enero 2009

Que mejor forma de comenzar el año 2009 que reseñando una obra monumental, el libro del historiador brasileño Luiz Alberto Móniz Bandeira, La formación del imperio americano: de la guerra con España a la guerra de Irak (Buenos Aires, Ediciones Norma, 2007, traducción de Miguel Grinberg). Móniz Bandeira (Bahia, 1935) es hijo de una familia de aristócratas brasileños cuyos miembros se han destacado en diversas áreas de las humanidades, la política y la diplomacia. Militante socialista, Móniz salió al destierro tras el golpe militar que acabó con la presidencia de João Goulart. Tras ­­­­­­­­varios años de exilio, Móniz regresó de forma clandestina al Brasil para incorporarse a la lucha contra la dictadura. Sus actividades en contra de la dictadura militar le llevaron a la cárcel. Una vez finalizada la dictadura, Móniz se reincorporó a la vida académica, jugando un papel muy importante en el desarrollo del estudio de las relaciones exteriores en su país. Móniz Bandeira es autor de importantes obras, entre las que destacan Presença dos Estados Unidos no Brasil (1973) Brasil-Estados Unidos: a rivalidade emergente (1989), Conflito e integração na América do Sul: Brasil, Argentina e Estados Unidos (Da Tríplice Aliança ao Mercosul) (2003) y As Relações Perigosas : Brasil-Estados Unidos (De Collor a Lula, 1990-2004) (2004).

Luiz Alberto Móniz Bandeira

Luiz Alberto Móniz Bandeira


La formación del imperio americano: de la guerra con España a la guerra de Irak es una obra monumental no sólo por su extensión de más de 700 páginas, sino también porque su autor busca “describir el mosaico que configuró la formación del Imperio Americano” (17), es decir, el proceso que permitió que la nación norteamericana se convirtiera en una superpotencia en menos de un siglo. Para ello, Móniz se embarca en un análisis detallado y extenso de la historia de los Estados Unidos desde el estallido de la guerra hispano-cubano-norteamericana en 1898 hasta la invasión de Irak en el año 2003. El autor combina de forma magistral el análisis de la política exterior estadounidense y el estudio del desarrollo doméstico de los Estados Unidos, dejando al descubierto la interacción entre ambas esferas en el desarrollo de las prácticas imperialistas norteamericanas.

Móniz realiza un análisis crítico y consistente de la historia norteamericana, dejando claro la naturaleza imperialista de los EEUU y el significado de las acciones del gobierno norteamericano para la humanidad. El resultado es un libro imprescindible para quienes quieran entender la política exterior de los EEUU en un contexto global y visualizar el desarrollo histórico de la humanidad a la sombra de lo que el autor denomina la “formación del imperio americano”.

Dadas sus dimensiones, no creo conveniente hacer una reseña detallada del contenido de este libro, sino mas bien un recuento de los elementos que llamaron mi atención. Uno de ellos es el análisis que hace Móniz de la política exterior norteamericana durante la presidencia de George W. Bush como una expresión del neoconservadurismo estadounidense (cabe recordar que la versión original del libro se publicó en el año 2005, justo al inicio del segundo mandato presidencial de Bush). Móniz elabora una lista de elementos que, según él, caracterizaron la política exterior de la administración Bush (hijo): el unilateralismo, el desprecio por la soberanía de otros países, el militarismo, la prepotencia, la arrogancia, la pretensión de formar el mundo a su imagen y el uso de la democracia como excusa para desatar guerras. Lo que me parece verdaderamente interesante de esta lista no es su contenido, sino que el autor plantee que estas tendencias no son una consecuencia de los eventos del 11 de setiembre de 2001, sino que se remontan “a los orígenes de la fundación de los Estados Unidos”. (30). En otras palabras, Móniz plantea que la administración Bush no se inventó nada al recurrir al militarismo o al unilateralismo como bases de su política exterior. Por el contrario, la administración Bush (hijo) puso en práctica de forma abierta lo que el autor considera tendencias históricas de las relaciones exteriores de los Estados Unidos. En palabras de Móniz,

“El desprecio por la soberanía de otras Estados, el unilateralismo y el militarismo, que estaban latentes y se manifestaban a veces, se convirtieron en normas oficiales de su política internacional. La prepotencia, la arrogancia y la mentira pasaron a ser la característica de su administración [la de Bush]”. (30)

Tales tendencias forman parte de lo que el autor denomina  el proceso “de perversión de la democracia” (30), producto de la militarización de la economía norteamericana y de la transformación de la guerra y la violencia en políticas nacionales. Móniz ve a los EEUU como una nación históricamente imperialista, agresiva y peligrosa, que ha cometido grandes crímenes en defensa de sus intereses, excusada en la defensa y promoción de la democracia.

A pesar de que comparto buena parte de los argumentos del autor, debo señalar que hay dos asuntos que me preocupan. En primer lugar, el autor explica el desarrollo de las relaciones exteriores de los EEUU desde 1898 desde una óptica económica y estratégica, dejando factores culturales e ideológicos en un plano muy limitado. En pocas ocasiones el autor enfoca las ideas y patrones culturales que están detrás de las acciones norteamericanas (por ejemplo, cuando enfoca el tema del excepcionalismo en la página 27 y cuando señala en la página 575 que las ideas de los neoconservadores “tenían raíces en el pasado”, pero no especifica cuáles). En su análisis del desarrollo imperialista estadounidense, Móniz se concentra en tres factores: el impacto del complejo militar-industrial (la militarización de la economía estadounidense y dependencia en la guerra), el peso de los hidrocarburos (las industrias petroleras) y la promoción de los intereses comerciales (corporaciones) estadounidenses en la política exterior de los EEUU. Según él, estos factores han determinado las acciones norteamericanos desde finales de la segunda guerra mundial. En otras palabras, Moniz considera al Estado norteamericano como una herramienta que los grandes intereses económicos estadounidenses manejan a través de sus vínculos con el liderato político del país.  No niego la importancia de estos factores en el desarrollo del imperialismo norteamericano, pero no puedo dejar de subrayar que al minimizar el peso de los elementos ideológicos y culturales,  Móniz no le hace justicia a los ricos matices ideológicos de la política exterior de los Estados Unidos.

Por otro lado, su nivel de crítica del imperialismo norteamericano es tan intenso, que el autor lanza acusaciones o da como validos planteamientos cuestionables como, por ejemplo, que la explosión del USS Maine fue intencional, que Franklin D. Roosevelt dejó que los japoneses atacaran Pearl Harbor para así tener una excusa para entrar en la segunda guerra mundial o que el gobierno norteamericano no evitó los taques terroristas del 11/9 para poner en práctica el programa del New American Century. No es que víctima de una ingenuidad rampante no crea al gobierno norteamericano capaz de tales acciones, sino que nunca he sido fanático de las teorías conspirativas. Prefiero ver los eventos como producto de procesos históricos, no como resultado de conspiraciones a puertas cerradas.

A pesar de las críticas antes expuestas, considero que esta obra es una aportación importantísima al entendimiento de la naturaleza imperialista de los Estados Unidos. Su lectura es imprescindible para entender la historia del mundo en el llamado siglo americano. Agradezco a Ediciones Norma la traducción al castellano de una obra que, sin lugar a dudas, ayudará a promover el estudio de la historia de los Estados Unidos y del imperialismo norteamericano en el mundo hispano parlante.

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.

San Juan, Puerto Rico

19 de enero de 2009

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