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Mi mejor recuerdo es que tuve conocimiento de la figura de Ricardo Flores Magón gracias a un libro que compré a los 17 años en una feria  del Instituto de Cultura Puertorriqueña. No tengo idea de cómo el  libro de un anarquista llegó a esa feria, pero gracias a ello pude acceder a las ideas de uno de los grandes intelectuales revolucionarios de América Latina. La intensidad y radicalismo de su contenido me causaron una gran impresión. Desde entonces le guardo una gran admiración y respeto al padre intelectual de la Revolución Mexicana.  No recuerdo qué fue de ese libro. Tal vez lo perdí al prestarlo o puede que siga entre los libros que esperan a que los rescate en la que fue mi casa de adolescente.

Hoy comparto un escrito del historiador Geraldo Cadava que es una combinación de artículo y reseña. Cadava reseña el libro de Kelly Little Herandez  Bad Mexicans: Race, Empire, and Revolution in the Borderlands (W. W. Norton & Company, 2022), acompañando sus comentarios de su propio análisis de la fugura de Flores Magón. El resultado es un  trabajo extraordinario que deja claro el papel que jugó el gobierno estadounidense en la persecución de Flores Magón y sus seguidores, exiliados en Estados Unidos.

Geraldo Cadava es profesor de History and Latino Studies en Northwestern University. Posee un doctorado en Historia de la Universidad de Yale. Sus áreas de especialización son la historia de los latinos en Estados Unidos, las tierras fronterizas entre Estados Unidos y México, la inmigración latinoamericana a los Estados Unidos y la política estadounidense.

Es autor de dos libros. The Hispanic Republican: The Shaping of An American Political Identity, from Nixon to Trump (2020) y  Standing On Common Ground: The Making of a Sunbelt Borderland (2013).

Kelly Lytle Hernández es profesora de Historia, Estudios Afroamericanos y Planificación Urbana en UCLA, donde ocupa la Cátedra Thomas E. Lifka en Historia y es la directora del Centro Ralph J. Bunche para Estudios Afroamericanos en UCLA. Hernández es la autora de Migra! A History of the U.S. Border Patrol (2010) y de City of Inmates: Conquest, Rebellion, and the Rise of Human Caging in Los Angeles (2017).


 

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El anarquista autor de la Revolución Mexicana

Geraldo Cadava

The New Yorker      5 de octubre de 2022

En 1901, Ricardo Flores Magón, periodista y disidente político de unos veinte años, se subió al escenario del Teatro de la Paz, en San Luis Potosí, México, y denunció al presidente Porfirio Díaz. “¡El gobierno de Díaz es una guarida de ladrones!”, gritó, no una, ni dos, sino tres veces. La multitud de liberales anti-Díaz se sentó con incredulidad. Es posible que estuvieran de acuerdo con el sentimiento: Díaz había robado a demasiados mexicanos sus tierras, derechos y salarios. Pero no lo habían escuchado expresado tan descaradamente. Al principio, silbaron. Finalmente, pisotearon con sus pies y aplaudieron en voz alta. El hombre que había convocado la reunión, Camilo Arriaga, admirador de los críticos europeos del capitalismo y el poder estatal como Karl Marx y Mikhail Bakunin, se preguntó: “¿A dónde nos lleva este hombre?”

En el momento de la reunión en San Luis Potosí, México era un polvorín. Díaz había ocupado el poder durante dos décadas con el apoyo de secuaces armados llamados rurales, espías que escuchaban susurros de disidencia y poderosos intereses empresariales y políticos en México y Estados Unidos. Díaz había modernizado y traído estabilidad a una joven nación que, antes de él, tenía más de treinta líderes en sus primeros cincuenta años, pero, debido a sus tácticas despiadadas, sus oponentes habían trabajado para destronarlo desde los primeros años de su Presidencia.

La familia de Flores Magón no estaba entre ellos al principio. Su padre había luchado por Díaz, pero en 1901, después de que Díaz había persuadido al Congreso mexicano para que alterara la constitución para permitir su gobierno continuo, Flores Magón y sus hermanos se habían convertido en disidentes. El radicalismo de Ricardo Flores Magón ayudó a desencadenar la Revolución Mexicana. Los intelectuales liberales y radicales eran algunos de sus asociados más cercanos, y los trabajadores pobres eran sus seguidores: los magonistas. Se comunicó con ellos a través de un periódico que fundó en 1900, llamado Regeneración. Al principio, el periódico se opuso a la corrupción de quienes apuntalaron el régimen de Díaz, incluidos policías, abogados y jueces, pero a finales de año, cuando Díaz estaba a punto de jurar para su quinto mandato consecutivo, apuntó directamente al propio Díaz. Los disidentes en todo México se dieron cuenta, y Regeneración circuló ampliamente, lo que le valió a Flores Magón la invitación para hablar en San Luis Potosí. Díaz también estaba tomando nota.

Después del estruendoso discurso de Flores Magón, regresó a la Ciudad de México. La represión de Díaz contra él fue rápida. Díaz encerró a Flores Magón en el sótano oscuro y lleno de aguas residuales de la prisión de Belem en la Ciudad de México. La policía allanó la oficina de Regeneración y cerró su imprenta. Después de la liberación de Flores Magón, concluyó que no podía emprender su campaña contra Díaz desde la capital de la nación, por lo que huyó hacia el norte a Laredo, Texas.

Dedica CDMX a Ricardo Flores Magón el 2022 – Luces del Siglo

Cuando Flores Magón se vio obligado a exiliarse en los Estados Unidos y Canadá, Regeneración fue publicado y distribuido desde ciudades de toda América del Norte. En el apogeo de su influencia, en 1905, el periódico tenía casi veinte mil suscriptores. Los lectores incluyeron a sus compañeros revolucionarios Francisco Madero y Emiliano Zapata, quienes hicieron suyo un  lema de Regeneración: “Tierra y Libertad”.

Trabajando en los Estados Unidos, los magonistas se convirtieron en una amenaza aún mayor para Díaz. Establecieron formalmente el Partido Liberal Mexicano (P.L.M.) en 1905, como el brazo político de su movimiento. En 1906, comenzaron a construir un ejército que, dos años más tarde, estaba lanzando incursiones militares en el norte de México.

Las tierras fronterizas no estaban lo suficientemente lejos como para evadir a Díaz. Los tentáculos de su régimen llegaron a la frontera norte de México, a lo profundo de los Estados Unidos e incluso a Canadá. Con la cooperación de agentes estadounidenses, los funcionarios mexicanos persiguieron a Flores Magón en San Antonio, St. Louis, Montreal y Los Ángeles, donde la policía lo alcanzó el 23 de agosto de 1907.

Flores Magón pasó los últimos quince años de su vida dentro y fuera de prisión en los Estados Unidos, condenado por delitos desde espionaje hasta violación de la neutralidad de los Estados Unidos, por sus esfuerzos para desencadenar una revolución contra Díaz desde suelo estadounidense. Durante este período, reveló su política anarquista, lo que llevó a muchos aliados a abandonarlo. Murió en Fort Leavenworth en 1922, doce años después del comienzo de la revolución que ayudó a encender. Desde Leavenworth, Flores Magón escribió que una pluma había sido “la única arma que he empuñado”, “el arma que me acompañó a través de los infiernos de una lucha de treinta años por lo que es hermoso”. Estaba perdiendo la vista rápidamente, y cuando eso sucediera, lamentó, su pluma sería “tan inútil como una espada rota”.

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Kelly Lytle Hernández, historiadora de U.C.L.A., cuenta la historia de Ricardo Flores Magón y sus seguidores en su nuevo libro, Bad Mexicans: Race, Empire, and Revolution in the Borderlands (W. W. Norton & Company). “Malos mexicanos” es como Díaz llamaba a sus oponentes. Pero en lugar de bandidos, estafadores, agitadores y enemigos mortales, como los caracterizó Díaz, los mexicanos “malos” de Lytle Hernández fueron, y son, los desposeídos, explotados, marginados, pobres de clase trabajadora, quienes, cuando trabajan juntos por causa común, pueden derrocar dictadores. Los  líderes magonistas que dieron forma a la plataforma política del colectivo fueron socialistas y anarquistas que no siempre estuvieron de acuerdo. Las bases, como los describe Lytle Hernández, eran “hombres y mujeres pobres, en su mayoría mineros, trabajadores agrícolas y recolectores de algodón, muchos de ellos desplazados de México cuando el presidente Díaz entregó sus tierras a inversionistas extranjeros”. Querían recuperar sus tierras y deshacerse de Díaz “por todos los medios”, por cualquier medio necesario. Ayudaron a desencadenar una revolución.

La llegada de la Revolución Mexicana no es un tema nuevo para los historiadores. Durante décadas, han debatido qué encendió el conflicto de una década, de 1910 a 1920, y qué intereses lo impulsaron. ¿Eran sus principales protagonistas reformadores de clase media y alta, forajidos en el norte, campesinos rurales en el sur o trabajadores urbanos? ¿Estaban luchando sólo por la destitución de Díaz y la restauración de las elecciones democráticas, o estaban interesados en una transformación más fundamental? Estas facciones lucharon por el poder y a veces se asesinaron entre sí mientras competían por dar forma y remodelar el México posterior a Díaz.

Porfirio Díaz - Real Life Villains Wiki

Porfirio Díaz

La contribución de Lytle Hernández es su enfoque en los magonistas radicales y la colaboración del gobierno de estados Unidos con Díaz para combatirlos. Los historiadores y los políticos los han reconocido durante mucho tiempo como “precursores” de la Revolución. Los radicales políticos de ambos lados del Atlántico han expresado admiración por los magonistas durante un siglo. Los magonistas han recibido cierta atención, pero menos que figuras como Francisco (Pancho) Villa, líder de la División del Norte, de Chihuahua, México. Fotógrafos, cineastas y periodistas siguieron sus hazañas. Fue un revolucionario hecho para Hollywood. También lo fue Emiliano Zapata, el líder agrario de Morelos, México, quien inspiró la película de Elia Kazán de 1952, “¡Viva Zapata!”, protagonizada por Marlon Brando como un Zapata bastante poco convincente.

No hay una película de Hollywood sobre los magonistas, aunque leer “Malos mexicanos” es como ver una. Se mueve de escena en escena mientras los personajes hacen proclamaciones audaces, escriben cartas en código, escapan de las garras de los agentes del gobierno, se involucran románticamente, se calumnian unos a otros, son arrestados y encarcelados, y viven y mueren por la espada, el arma y la pluma. La escena del arresto de Flores Magón en agosto de 1907 es particularmente dramática. Dos detectives privados habían estado rastreando a Flores Magón durante meses. Para cuando lo alcanzaron, habían solicitado la ayuda del Departamento de Policía de Los Ángeles. Dos detectives mexicano-estadounidenses de L.A.P.D., Tomás Rico y J. F. Talamantes, irrumpieron en la casa donde se alojaba, y se produjo una pelea de una hora de duración. Rompieron platos y sillas en el interior, luego pelearon en el patio, donde Flores Magón cayó al suelo, ensangrentado e inconsciente. Rico y Talamantes ataron a Flores Magón con cuerdas. Una vez que fue revivido, Flores Magón pateó y gritó, como un “clawing cat”, informó Los Angeles Times, todo el camino a la cárcel. El empresario de Los Ángeles Edward Doheny, propietario de una empresa mexicana que producía la mayoría del petróleo de México, celebró organizando una lujosa fiesta.

Rico y Talamantes habían arrestado a Flores Magón sin una orden judicial ni cargos formales, por lo que parecía por un breve período que sería liberado. Pero los gobiernos de México y Estados Unidos habían estado ideando un plan que resultó exitoso: Flores Magón sería acusado de violar la Ley de Neutralidad de Estados Unidos, por intentar incitar a una revolución en México, una nación amiga, desde dentro de los Estados Unidos.

Lytle Hernández reconstruye la historia magonista a partir de sus escritos en Regeneración, recortes de periódicos, libros e historias sobre ellos, y miles de cartas interceptadas por agentes mexicanos y estadounidenses, que compartieron entre sí y con sus jefes en la Ciudad de México y Washington, D.C., respectivamente. Estas cartas están seleccionadas para investigadores en archivos administrados por los gobiernos de México y Estados Unidos, como la Secretaría de Relaciones Exteriores y los archivos de Porfirio Díaz en la Ciudad de México, y los  National Archives and Records Administration en College Park, Maryland, donde han inspirado un puñado de libros recientes, incluido Redeeming La Raza de Gabriela González, el trabajo de Nicole M. Guidotti-Hernández “Archiving Mexican Masculinities in Diaspora, y el de Sonia Hernández titulado For a Just and Better World. Es irónico que una explicación completa de la historia de los magonistas solo sea posible gracias a la preservación de los archivos por parte de los gobiernos que los anarquistas esperaban desterrar de la existencia.

181 Anarquista, revolucionario e idealista: Ricardo Flores Magón - YouTube

Cuando Díaz llegó al poder, uno de sus partidarios argumentó que los mexicanos estaban menos preocupados por los derechos y más preocupados por el pan. Dijo: “Ya hemos promulgado innumerables derechos, que solo producen angustia y malestar en la sociedad. Ahora probemos un poco de tiranía, pero una tiranía honorable, y veamos qué resultados trae”.

El enfoque de Díaz logró resultados: no hubo más golpes de Estado ni invasiones extranjeras, la salud de los mexicanos mejoró, las tasas de alfabetización aumentaron y México se electrificó. El lema de su régimen era “Orden y Progreso”. Pero el costo del orden y el progreso fue la represión violenta de la disidencia. Díaz encarceló o ejecutó a quienes lo desafiaron públicamente, erosionó los principios democráticos de la Constitución de 1857, amañó las elecciones e impuso su voluntad al Congreso mexicano, al que llamó su “manada de caballos mansos”.

Díaz literalmente vendió México a intereses extranjeros. Millones de acres fueron vendidos a compañías agrícolas, ferroviarias y mineras de los Estados Unidos. El noventa y ocho por ciento de la población rural e indígena de México se quedó sin tierra, mientras que los empresarios estadounidenses y los mexicanos de élite que colaboraron con ellos se enriquecieron. Las familias Guggenheim, Rockefeller y Doheny en los Estados Unidos, y las familias Terrazas y Madero en México, entre muchas otras, cosecharon las ganancias del gobierno de Díaz. Como resultado, titanes como Andrew Carnegie afirmaron que Díaz fue “uno de los gobernantes más grandes del mundo, quizás el más grande de todos, tomando en consideración la transformación que ha hecho en México”.

La política de Flores Magón en los primeros años de su carrera fue moldeada por un enfoque en derrocar al propio Díaz. Criticó al régimen por atender a capitalistas extranjeros y nacionales en lugar de trabajadores, sus tendencias antidemocráticas y su robo de tierras en manos de pueblos rurales e indígenas. De acuerdo con Lytle Hernández, los magonistas argumentaron que un golpe a Díaz sería un golpe a los inversionistas estadounidenses, porque, sin Díaz, “ya no podrían hacer y multiplicar sus fortunas en México”. Y un golpe a los capitalistas sería una bendición para el movimiento obrero estadounidense, porque los empleadores tendrían menos recursos con los que reprimir a sus empleados. La plataforma del P.L.M. de 1906 propuso una prohibición de la inmigración china, pero Lytle Hernández afirma que Flores Magón probablemente se opuso. Para él, fue el capitalismo el que fomentó el “odio racial”.

Flores Magón fue en algunos aspectos feminista, denunciando el matrimonio como una institución que “ponía a la esposa bajo la custodia del marido”. También argumentó que las mujeres deberían tomar las armas. Sin embargo, él y otros magonistas criticaron las relaciones entre personas del mismo sexo y no siempre desafiaron los roles de género tradicionales. “Tu deber es ayudar al hombre”, decía un artículo en Regeneración, publicado el 24 de septiembre de 1910, justo antes del estallido de la Revolución. Aún así, las mujeres desempeñaron papeles importantes en el movimiento. Una magonista en Texas fue una poetisa llamada Sara Estela Ramírez. Después de leer Regeneración por primera vez, comenzó un club para simpatizantes locales del movimiento, así como su propio periódico feminista. Las mujeres también contrabandeaban cartas a  los líderes magonistas en la cárcel, y cuando los hombres fueron encarcelados mantuvieron unido al movimiento.

La compañera de vida de Flores Magón, María Brousse, a quien había conocido poco después de llegar a Los Ángeles, manejaba toda la correspondencia magonista enviada hacia y desde Los Ángeles. Ella cobijó a los magonistas cuando pasaban por la ciudad. Flores Magón dijo de ella: “Ella está preparada para cualquier excursión sin importar cuán peligrosa sea. Ella no pregunta si estará en peligro de muerte. Ella simplemente se entrega a la causa. Tal abnegación no se encuentra entre nuestros hermanos”.

Los magonistas evadieron el alcance del gobierno mexicano al buscar refugio en California, Arizona y Texas. Planearon redadas que se llevaron a cabo en el norte de México. Algunos de sus seguidores más leales eran inmigrantes mexicanos que vivían en las tierras fronterizas y experimentaron la violencia de “Juan Crow”, el análogo de la era de Jim Crow para los mexicanos y los mexico-americanos, durante la cual se mantuvieron fuera de ciertas escuelas y restaurantes, y se convirtieron en víctimas, como lo expresó un artículo en Regeneración, de la “turba racista o la policía abusiva que,  embriagado con el espíritu salvaje de Lynch, ha ensangrentado sus manos, cobrándose la vida de inocentes e indefensos”.

Públicamente, el régimen de Díaz trató de tranquilizar a los inversionistas mexicanos y estadounidenses de que los magonistas eran solo una molestia menor. En privado, Díaz entendió la amenaza que representaban y trató de aplastarlos. Envió a sus oficiales más leales tras los magonistas, para planear secuestros, interceptar el correo y rogar a los funcionarios estadounidenses que tomaran en serio su desafío. Argumentó repetidamente que la inestabilidad y el cambio de régimen no serían buenos para las inversiones estadounidenses. Inversores y políticos apoyaron a Díaz hasta sus últimos meses en el cargo.

Lytle Hernández agrega a los magonistas a la lista de amenazas que llevaron al establecimiento de la Oficina de Investigaciones, el precursor del FBI, en 1908. Entre los más citados se encuentran los anarquistas europeos, la mafia, los traficantes sexuales y el fraude de tierras, pero Lytle Hernández muestra cómo el gobierno de los Estados Unidos construyó un estado de vigilancia moderno en respuesta a los magonistas también. Una de las primeras tareas de la Oficina de Investigación fue seguir a los magonistas de escondite en escondite. Los magonistas también forzaron conversaciones entre funcionarios estadounidenses y mexicanos sobre la extradición, las leyes que rigen la apertura del correo enviado a través del Servicio Postal de los Estados Unidos y si los magonistas violaron las leyes de neutralidad de los Estados Unidos. El establecimiento del FBI en respuesta a los magonistas describe cómo el gobierno de los Estados Unidos se ha acercado a las tierras fronterizas como un punto de entrada para individuos e ideas peligrosas durante más de un siglo.

RICARDO FLORES MAGÓN… ¿ZAPATISTA? - MIR MEXICO

A lo largo de la vida del movimiento magonista, sus miembros socialistas y anarquistas debatieron si desafiarían electoralmente a Díaz a través del P.L.M. Parecía una posibilidad en los primeros años del movimiento, cuando los socialistas persuadieron a Flores Magón para que suprimiera su anarquismo en los pronunciamientos oficiales. Pero, cuando estalló la Revolución, los socialistas en el  movimiento magonista abandonaron a Flores Magón o fueron rechazados por él. Los miembros restantes de La Junta eran anarquistas comprometidos.

Para cuando comenzó la Revolución, en noviembre de 1910, las fuerzas anti-Díaz se habían reunido alrededor de Madero, quien trazó un curso más moderado, pidiendo la destitución de Díaz, pero no la destrucción del estado mexicano. Funcionarios del gobierno en México y Estados Unidos reconocieron que la marea se había vuelto en contra de Díaz. Sus partidarios incondicionales en los Estados Unidos se negaron a acudir en su ayuda. Díaz propuso cumplir su mandato, pero juró que no se presentaría a la reelección. Los opositores de Díaz, cuyas filas crecían cada día, insistieron en que renunciara de inmediato.

Después de casi treinta años, Díaz finalmente dejó vacante la Presidencia el 9 de mayo de 1911. Abordó un barco con destino a Francia, para nunca regresar. Unos meses después de que Díaz se fuera, Madero se convirtió en el Presidente de México. Siguiendo el curso de la Revolución desde la barrera, Flores Magón todavía trató de dar forma a sus ideas animadoras.

En septiembre de 1911, Flores Magón y sus aliados restantes publicaron un nuevo manifiesto magonista. En él, se identificó abiertamente como anarquista por primera vez. Estaba consternado de que los mexicanos se estuvieran uniendo detrás de moderados como Madero. Todos los líderes prometían “libertad política”, escribieron, pero sólo su movimiento ayudaría a los mexicanos marginados a “tomar las tierras, la maquinaria, los medios de transporte y las casas de inmediato, sin esperar a que nadie te diera todo esto, sin esperar a que alguna ley decrete estas cosas, porque las leyes no las hacen los pobres, sino los patrones revestidos de que se protegen bien de hacer leyes en detrimento de su propia casta”.

En términos prácticos, la visión de Flores Magón se basaba en la abolición de la propiedad privada, lo que necesariamente significaría “la aniquilación de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que conforman el ambiente dentro del cual se sofoca la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos”. Sin la propiedad privada, continuaron, “no habría razón para el gobierno, que es necesario únicamente con el propósito de mantener a los desheredados dentro de los límites en sus disputas o en sus rebeliones contra aquellos que poseen la riqueza social; tampoco habría razón para la iglesia, cuyo único objetivo es estrangular la rebelión humana innata contra la opresión y la explotación a través de la predicación de la paciencia, la resignación y la humildad, y acallando el llamado del más poderoso y fértil de los instintos a través de penitencias inmorales, crueles e insalubres”.

Para cuando articuló su visión radical, pocos estaban escuchando. Las suscripciones a Regeneración estaban disminuyendo. El número de líderes centrales había disminuido a solo un puñado de devotos. La crudeza de la posición de Flores Magón alienó incluso a Mother Jones, quien concluyó que los magonistas restantes eran “uno y todos una combinación de fanáticos irracionales, sin lógica en sus argumentos”. Pero Flores Magón también fue criticado por no estar lo suficientemente comprometido. Uno de los magonistas más militantes, Práxedis Guerrero, preguntó: “¿Son ustedes hombres?”, cuando Flores Magón y un puñado de otros decidieron quedarse en Los Ángeles para escribir para Regeneración en lugar de unirse a él en la batalla.

Sin embargo, en la mente de los seguidores de Flores Magón, incluso de aquellos que eventualmente abandonarían su causa, sus ideas habían ayudado a inspirar una revolución. Cuando Flores Magón murió, en 1922, Antonio Díaz Soto y Gama, un ex magonista que se había convertido en congresista mexicano, lo llamó el “autor intelectual” de la Revolución.

Twitter 上的 Calendario Cívico:"7 | 1900. Sale el periódico “Regeneración”,  fundado por los hermanos Flores Magón. Se caracterizó por su crítica al  gobierno de Porfirio Díaz y por plantear en sus páginas

Al igual que Flores Magón, la pluma de Lytle Hernández es su espada; su escritura es un monumento a la creencia de que el lenguaje puede cambiar el mundo. Tanto como cualquier historiadora, ha arrojado luz sobre las injusticias del racismo sistémico, la crueldad de la policía de inmigrantes y la “supremacía de los colonos blancos”, como ella lo describe, lo que ha llevado al encarcelamiento masivo de personas negras y marrones durante mucho tiempo. Ella mantiene encendida la antorcha del activismo radical, especialmente para liberales y progresistas en busca de inspiración histórica para sus luchas en curso contra la brutalidad policial por motivos raciales y un sistema capitalista explotador que empodera a los patrones en lugar de a los trabajadores.

Su primer libro, Migra!, publicado en 2010, es una historia de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos que pone al descubierto la discriminación racista experimentada por los inmigrantes mexicanos y la complicidad del gobierno mexicano en ella. Su segundo libro, City of Inmates, es una amplia historia de la “jaula humana” en Los Ángeles. Sus páginas finales, “The Rebel Archive”, no están escritas por Lytle Hernández sino, más bien, por los activistas y organizadores con los que está en diálogo. Ella les da las palabras finales, que establece una conversación entre la historia que ha escrito y el momento presente.

Para Lytle Hernández, los magonistas ofrecen dos lecciones principales para hoy. La primera es que los mexicanos y los méxico-americanos como ellos, y los latinos en general, deben ser reconocidos como “actores importantes en la historia de los Estados Unidos”, en lugar de ser “desviados a un segundo plano”. Esto es indiscutible, pero se siente soso teniendo en cuenta que las personas sobre las que escribió eran revolucionarios con la intención de eliminar las instituciones estatales. La segunda lección tiene más de un impacto: la gente común que era magonista ­–migrantes, exiliados, trabajadores agrícolas, aparceros, mineros, intelectuales– constituían una “fuerza política extraordinaria”. Pero aquí su legado es menos claro.

Regeneración (periódico) - Wikipedia, la enciclopedia libreComo lo ve Lytle Hernández, los magonistas tuvieron mucho éxito. Un grupo relativamente pequeño de intelectuales y mexicanos comunes ayudó a derrocar a políticos poderosos, intereses comerciales y fuerzas bien armadas en México y los Estados Unidos. Muchas de sus ideas fueron incorporadas en la constitución mexicana de 1917, que se apropió y redistribuyó la tierra, y despojó a la Iglesia Católica de la autoridad. Ella concluye: “En el proceso de confrontar al régimen de Díaz en México, sacudieron el taller del imperio estadounidense, desafiaron la línea de color global, amenazaron con desentrañar la industrialización del oeste estadounidense y alimentaron el aumento de la policía en los Estados Unidos. . . . Algunas de las personas más poderosas de la tierra trataron de reprimirlos a ellos y a su historia, pero Ricardo Flores Magón y los magonistas alteraron el curso de la historia, definiendo el mundo en el que vivimos desafiando al mundo en el que vivían”.

Pero en otros aspectos los magonistas también perdieron claramente, y su historia ofrece lecciones más complicadas. Los líderes del movimiento se distanciaron unos de otros, sus maniobras militares finales terminaron en derrota, Díaz reprimió poderosamente sus incursiones y sus llamados cada vez más radicales al anarquismo alienaron incluso a algunos de los magonistas más comprometidos, sin mencionar a los seguidores de aquellos que tomaron el poder durante la Revolución Mexicana. Además, a pesar de que México no ha tenido desde entonces un solo dictador como Porfirio Díaz, fue gobernado por un solo partido, ahora llamado Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.) —durante setenta años. El P.R.I. mantuvo su poder a través de la represión política, los monopolios estatales en las principales industrias y la manipulación electoral.

De hecho, durante el siglo pasado, México apenas se ha convertido en el tipo de nación que Flores Magón quiso traer a la existencia, es decir, que es una nación, con un gobierno. En lugar de magonistas de los últimos días, los cárteles de la droga y los militares, sospechosos de estar involucrados en el asesinato de cuarenta y tres estudiantes que habían participado en protestas de izquierda, amenazan la estabilidad política. México también sigue siendo una nación de enormes desigualdades. El diez por ciento superior de los asalariados mexicanos gana el cincuenta y siete por ciento de todos los ingresos. En cuanto a los Estados Unidos, no está claro si esta nación, donde el diez por ciento superior de los asalariados gana cuarenta y cinco y medio por ciento del ingreso total, se parece más a México a principios de los años setenta o a México a principios de los mil novecientos. Bien podemos ser una nación preparada para aceptar un gobierno autoritario, en lugar de una nación dispuesta a luchar por una democracia multirracial que haga reales principios declarados como la libertad y la igualdad para todos.

Dadas estas difíciles realidades, simplemente elevar a los magonistas no hace justicia a la gravedad de su momento, ni al nuestro. Cuando consideramos cómo los magonistas podrían dar forma a nuestro activismo presente y futuro, ¿deberíamos inspirarnos en sus principios inflexibles; su socialismo o anarquismo; su creencia de que las ideas pueden cambiar el mundo; sus protestas cívicas o llamados a la revolución armada? Tal vez la respuesta sea todo lo anterior, aunque no está claro cuál será más probable que sacuda el poder hoy, cuando las herramientas de la represión estatal se sientan tan poderosas como siempre. Algunas de las creencias de Flores Magón están en línea con el progresismo actual, pero sus conclusiones más radicales probablemente no encontrarían muchos más seguidores ahora que hace cien años. Leyendo las palabras de admiración de Lytle Hernández sobre los magonistas, muchos estadounidenses podrían hacer una pregunta similar a la que Planteó Camilo Arriaga en 1901, después del discurso de Flores Magón en San Luis Potosí: ¿A dónde nos llevará esto?  ♦

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Comparto este trabajo del gran historiador puertorriqueño Mario Cancel sobre un tema que merece mayor atención comparativa de parte de la historiografía puertorriqueña: las actividades de los aparatos represivos imperiales en lo que Lanny Thompson ha denominado el insular empire.

Cancel enfoca la vigilancia y represión de que fue objeto el Partido Nacionalista puertorriqueño y su principal líder, Pedro Albizu Campos, en la décadas de 1920 y 1930. El autor destaca el papel que jugaron varias agencias federales en este proceso: la Office of Naval Intelligence, el Bureau of Insular Affairs y el FBI.

A quienes estén interesados en el uso de las colonias como laboratorios  para el desarrollo de políticas de represión y vigilancia que luego serían transplantadas a la metrópoli estadounidense, recomiendo la lectura del extraordinario libro de Alfred W. McCoy, Policing America’s Empire: the United States, the Philippines  and the Rise of the Surveillance State ( The University of Wisconsin Press, 2009)

El Dr. Cancel es profesor en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico y autor de innumerables trabajos  de historia, crítica literaria, poesía e historiografía.


Pedro Albizu Campos y la independencia de Puerto Rico | Informe Fracto

Nacionalistas: vigilancia y represión entre 1927 y 1936

La vigilancia sobre el nacionalismo puertorriqueño, su organización más agresiva, el Partido Nacionalista, y su liderato, en especial el licenciado Pedro Albizu Campos no deja de sorprender cuando se le observa desde la distancia. La estructura partidaria y el caudillo mulato no solo fueron objeto de la sátira de intelectuales socialistas moderados como Luis Abella Blanco y escritores de pulp fiction como Wenzell Brown, según he comentado en otras columnas en este medio. La devaluación del nacionalismo elaborada por la literatura satírica, cuyo alcance siempre puede ser cuestionado, fue reforzada por medio de un intenso proceso de criminalización cuyos efectos perduran hasta el presente. El nacionalismo también llamó la atención de las agencias de orden público puertorriqueñas y estadounidenses. La representación que de aquel sector elaboraron las fuerzas policiales, los funcionarios del Estado y la prensa comercial, penetró la llamada opinión pública de manera permanente.

Del mismo modo que durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se asoció al nacionalismo al enemigo fascista con algún éxito, tras el fin del conflicto y a lo largo de la Primera Guerra Fría (1946-1953) se le asoció con el adversario comunista. Lo cierto es que el Partido Nacionalista tuvo relaciones contradictorias con uno y otro extremo del espectro totalitario. Ello explica en parte la eficacia de ambas asociaciones. Desde la perspectiva de la cultura política del capitalismo liberal dominante y de los sectores que apoyaban el control estadounidense del territorio, aquellas alianzas resultaban lógicas e innegables. El esclarecimiento crítico de las convergencias y divergencias ideológicas entre aquellos sectores y el nacionalismo apenas comienza, según deduzco de una serie de investigaciones en curso en las últimas dos décadas.

La heterogeneidad de la militancia nacionalista, y esto habrá que discutirlo con más detalle en otro momento, explica que su militancia nunca se pusiera de acuerdo en cuanto a qué actitud tomar ante propuestas manifiestamente antiestadounidenses como el fascismo y el comunismo, según se desprende de la “Carta a Irma” (1939) del abogado José Monserrate Toro Nazario, uno de los documentos más ricos en matices y menos investigado del archivo nacionalista. La “carta pública” que nunca se difundió, ha sido impugnada por los investigadores pronacionalistas una y otra vez por sus señalamientos hacia figuras destacadas del movimiento nacionalista. Ello, unido al manejo superficial y demagógico que han hecho de la pieza los investigadores antinacionalistas, ha impedido una discusión serena del texto, hecho que me parece lamentable. El tema sigue en el tintero pero en algún momento habrá que enfrentarlo de forma crítica.

Naval IntelligenceEl nacionalismo y Albizu Campos fueron proscritos desde una diversidad de lugares asociados al adversario y al poder político.1 Como se sabe, desde 1927 la Office of Naval Intelligence (ONI) llamó la atención sobre las actividades de Albizu Campos en el Caribe. La ONI había sido fundada en 1882 mediante la Orden General 292 emitida por el Secretario de Guerra William H. Hunt (1823-1884).2 La agencia cumplió una función decisiva en la justificación de la declaración de guerra de Estados Unidos a España en 1898 sobre la base de la explosión del acorazado Maine y su presunta condición de acto terrorista o de provocación. Sus agentes vigilaron las presentaciones públicas de Albizu Campos durante su viaje de propaganda por algunos países de Hispanoamérica y el Caribe iniciados en aquel año, y señalaron sus expresiones “antiestadounidenses” en República Dominicana, país ocupado por Estados Unidos entre 1916 y 1924; y Haití, ocupado por Estados Unidos entre 1915 y 1934. En ambos casos la deuda externa impagada y los intereses económicos de Estados Unidos en los territorios, unido a la competencia de intereses alemanes, justificaron la agresión.

Frank McIntyre - Wikipedia

General Frank McIntyre

En octubre de 1927 el Gen. Frank McIntyre (1865-1944), quien fuera jefe del Bureau of Insular Affairs y responsable por los territorios de Filipinas y Puerto Rico entre 1912 y 1929, envió un memo al Secretario de Guerra Dwight Filley Davis (1879-1945) sobre el asunto. Davis era egresado de Harvard, como Albizu Campos, fue Secretario de Guerra del presidente Calvin Coolidge entre 1925 y 1929 y luego Gobernador de Filipinas entre 1929 y 1932. Davis y McIntyre conocían muy bien el circuito colonial. Davis además era una figura muy popular por su relación con el tenis, deporte que practicó profesionalmente entre 1895 y 1904. En noviembre de 1927, Evan E. Young (1878-1946), miembro de la legación estadounidense en República Dominicana entre 1925 y 1929 y diplomático con amplia experiencia internacional, hizo lo propio en una nota a su Secretario de Estado el abogado Frank Billings Kellogg (1856-1937). Lo que le interesaba era “el fraseo exacto de sus artículos noticiosos y de sus discursos”3

Los funcionarios citados no eran figuras de poca monta en la política estadounidense hemisférica. Albizu Campos y el nacionalismo nunca fueron devaluados ni considerados como un enemigo pequeño. Todo lo contrario. El interés de aquellos era informarse sobre el abogado egresado de Harvard que hacía “propaganda antinorteamericana”. El dato no me parece peregrino. Todo indica que mucho antes de mayo de 1930, cuando obtuvo la presidencia del Partido Nacionalista, ya Albizu Campos era considerado “extremadamente antiamericano” y “peligroso” por las autoridades federales. La ONI permanecía activa durante la gobernación del Alm. William Leahy (1875-1959) entre 1939 y 1940, momento en el cual las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos estaban siendo revisadas en un sentido “liberal” en el marco de la Gran Depresión, el Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial, a la vez que la influencia del Partido Popular Democrático (PPD) se fortalecía.

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Foto de un adolescente puertorriqueño enviándole un mensaje al gobernador William D. Leahy, durante una manifestación en San Juan. San Juan, Puerto Rico. 1939. @ricardoolivenc1

De igual modo, a partir de 1932, cuando la organización comenzó a chocar con las autoridades coloniales en medio de la crisis económica, social y humana de la Gran Depresión, la Insular Police (IP), una fuerza creada durante los primeros días de la invasión de 1898, combinó la vigilancia con la represión. A partir de 1935 el Federal Bureau of Investigations (FBI), agencia fundada en 1908 que ya se había profesionalizado bajo la dirección de J. Edgar Hoover (1895-1972), profundizó sus trabajos en Puerto Rico respondiendo a la preocupación de ciertos funcionarios del poder colonial. El activismo nacionalista les preocupada mucho.

A todo ello habría que añadir el hecho de que, entre 1936 y 1944, los militantes independentistas del Partido Liberal Puertorriqueño que fundaron Acción Social Independentista (ASI) organizada en 1936 y el PPD en 1938, tomaron distancia de sus posturas siguiendo las pautas del caudillo Luis Muñoz Marín, quien atravesaba por un peculiar proceso de moderación política. La moderación política no resolvió todos los problemas del joven PPD. El celo del FBI también justificó la vigilancia de Muñoz Marín desde noviembre de 1940, según se desprende de los archivos de aquella agencia. El recién electo senador era “reputedly the ranking official of the Communist Party in the West Indies and the Caribbean Sea area”4, asunto al cual retornaré en otro momento. El agente que recomendó poner a Muñoz Marín bajo la lupa del FBI fue Guy Hottel (1902-1990), graduado de la George Washington University, estrella del futbol y jefe de la oficina del FBI en Washington desde 1936. Aquel agente se hizo famoso por el célebre “Guy Hottel Memo” de marzo de 1950, documento que giraba en torno a los reportes en torno a objetos voladores no identificados (OVNI) y sus tripulantes humanoides de 3 pies de estatura vestidos con ropa de metal, tema que había llamado la atención de los medios de comunicación masiva “after the infamous events in Roswell in July 1947”.5

Por último, entre 1948 y 1956 el PPD, que ya había purgado a los independentistas del seno de la organización entre 1936 y 1947 y se había transformado en el vocero más file de las políticas estadounidenses en el país, extremó la censura al nacionalismo y legitimó su contención a través de recursos como la Ley 53 o de la Mordaza (1948). La discursividad alrededor de la cual giraba la censura y se legitimaba la represión, sin embargo, no había cambiado mucho. La mirada del PPD no difería de la de la ONI, la IP y el FBI y, en gran medida, la reproducía y profundizaba por cuenta de las necesidades concretas que le impuso su acceso al poder desde 1944 y la necesidad de mantenerlo. El circuito del asedio al nacionalismo no estaba completo con ello.

Es importante recordar que no todos los antagonistas del nacionalismo estaban fuera del partido: muchos pululaban dentro de aquel. En 1930, cuando Albizu Campos obtuvo la Presidencia del Partido Nacionalista, los militantes más moderados, los que representaban la cultura política del nacionalismo de 1922, veían la agresividad de la “acción inmediata” propuesta por Albizu Campos durante la Asamblea como un riesgo mayor, por lo que muchos decidieron retirarse de la vida pública. Durante los años 1932 a 1936, cuando la organización militarizó a sus juventudes en medio de la crisis económica y las tensiones políticas que generaba la vigilancia y la represión, tema ampliamente discutido en un libro reciente de José Manuel Dávila Marichal6, el Partido Nacionalista se purgó naturalmente sin que nada ni nadie pudiera evitarlo.

Las divisiones internas se sucedieron y drenaron la vitalidad organizativa. Un ejemplo de ello fue la crisis por la que atravesó la Junta Nacionalista de Mayagüez en 1934. La queja por la militarización del partido fue clave en el conflicto. Los disidentes mayagüezanos defendían un tipo de nacionalismo que difería tanto de la praxis de 1922 como de la de 1930: ni el ateneísmo romántico de los primeros, ni la “acción inmediata” de los segundos les seducían. Los líderes de aquella revuelta fueron los historiadores y juristas Juan A. y Salvador Perea, el mulato y luego coleccionista de libros Regino Cabassa7, y Emilio Soler López descendiente de cafetaleros catalanes. No sólo encabezaron la resistencia al proceso de militarización sino que fundaron una Junta Independiente en la ciudad. La elucidación de la disidencia de Mayagüez debe ser interpretada a la luz de los argumentos de Toro Nazario en la “Carta a Irma” de 1939, asunto que me propongo elaborar próximamente.

Amílcar Tirado, en un valioso documento publicado en 1993 durante el centenario de Albizu campos, aseguraba que el fenómeno de 1930, el ascenso de Albizu Campos a la presidencia y la “acción inmediata”, suponía el triunfo del nacionalismo ponceño ante el de la capital.8 No pongo en duda su argumento. Pero los eventos de 1934 suponían el reto de otro nacionalismo, el mayagüezano. Aquella era una manifestación crítica de las posturas de 1930, sin que ello representara un retroceso ideológico a las posturas de 1922. La relevancia de este fenómeno es que demuestra la diversidad de la imaginación nacionalista, tema que no se ha discutido con propiedad favoreciendo con ello una imagen homogénea y estática del nacionalismo treintista. El liderato disidente de Mayagüez estuvo activo en la posteriormente en la Junta de Mayagüez Pro Independencia de Puerto Rico formada en el contexto del primer Proyecto Tydings (1936), para luego reorganizarse en un Partido Independentista local.9

En términos generales, el año 1934 fue determinante para el proceso de desmantelamiento del nacionalismo militante a partir de 1936. Los costos políticos de aquel conjunto de tensiones están todavía por evaluarse de manera cuidosa. La tesis del investigador Rodríguez Reyes es que desde el 1934, las autoridades federales adoptaron una política más agresiva y comenzaron a echar los cimientos del caso incoado por el Gran Jurado federal en 1936.10 En enero de 1934, el Mayor General Blanton Winship (1869-1947), abogado militar, veterano del 1898 y de la Gran Guerra, fue nombrado gobernador con la encomienda tácita de enfrentar con “mano dura” la amenaza nacionalista. La recomendación del exgobernador y abogado James R. Beverley (1894-1967) es emblemática: el funcionario recomendó que se enviara a “alguien que tenga el coraje para hacer su trabajo sea este popular o no” y preguntaba específicamente por Winship11.

تويتر \ Ricardo Olivencia على تويتر: "Foto de una manifestación pidiendo la  renuncia del gobernador Blanton Winship. San Juan, Puerto Rico. 1937  https://t.co/Y0wDzn2jt0"


Foto de una manifestación pidiendo la renuncia del gobernador Blanton Winship. San Juan, Puerto Rico. 1937 @ricardoolivenc1

Las objeciones de Winship a la prédica de Albizu Campos no eran nuevas. Durante el proceso de venta de los “Bonos de la República” en Wall Street en 1931 Winship, entonces asesor legal de las fuerzas armadas, recomendó que se procesara judicialmente a Albizu Campos y sus asociados. Una vez en la gobernación, Winship contó con una serie de recursos que superaban aquellos a los que el Partido Nacionalista podía recurrir. La Guardia Nacional, el Regimiento 295 y 296 recién creados, era activados cuando los conflictos civiles se profundizaban. También contaba con la Fuerzas Armadas de Estados Unidos y su Regimiento 65 de Infantería que podían ser llamadas a servicio en caso de necesidad. Las amenazas de movilización fueron recurrentes en medio de la crisis general del 1930, asunto que tampoco ha sido investigado con detenimiento.

En diciembre de 1933, por ejemplo, ante las protestas de los consumidores, los representantes del capital y la industria en Puerto Rico recomendaron al gobernador Robert H. Gore (1886-1972) que activara la Guardia Nacional y al Regimiento 65 de Infantería para ayudar a las empresas a frenar los reclamos de los trabajadores y los consumidores. El gobierno respondió reclutando más efectivos para la policía y adelantando el nombramiento de 150 agentes especiales antimotín rearmados con subametralladoras Tommy Boys y Thompson. Junto a ello se autorizó la activación y el despliegue de la Guardia Nacional en los conflictos generados por la ciudadanía.12

Lo cierto es que en 1935 la crisis hasta ahora descrita había llegado a un extremo. A mediados de aquel año se delató la existencia de una conjura al interior del partido con el propósito de sacar a Albizu Campos de la presidencia. La situación poco tenía que ver con la disidencia del grupo de San Juan en 1930 o con la de 1934 en Mayagüez. El complot por despojar a Albizu Campos de la presidencia se radicalizó y, dentro de los planes de los intrigantes, se consideró el asesinato político como remedio. Todo sugiere que el exsecretario del Partido Nacionalista José Lameiro, una figura que no he podido investigar a la saciedad y quien había sido expulsado por insubordinación, era el cerebro de la conjura.13 La inestabilidad de la organización pudo haber justificado la acción del Gran Jurado federal de 1936. Si a ello se añadía el temor a que los nacionalistas se sublevaran con el fin de inestabilizar proceso electoral de noviembre de aquel año, se comprenderá la premura de aquel proceso. La “acción inmediata” postulada por Albizu Campos requería crearle una “crisis” a Estados Unidos en Puerto Rico por lo que aquella era una coyuntura excelente para ello.

Las preguntas que trataré de responder son, sin embargo, otras. ¿Cómo se representaba el FBI a aquel abogado antiamericano graduado de Harvard a la atura del 1936? ¿A que fuentes de información recurrió? ¿Quiénes estaban interesados y quienes se beneficiaban de aquel proceso? Y, claro está, ¿cómo compara la imagen de Albizu Campos con la de Muñoz Marín? ¿En qué medida los fantasmas del fascismo y el comunismo fueron invertido por el FBI para manufacturar aquellas imágenes? A revisar ambos perfiles me dedicaré en la próxima reflexión.

1 Para una breve genealogía de la vigilancia y persecución del nacionalismo previo a los procesos de 1936 recomiendo Harry Rodríguez Reyes (1993 / 1997) “Los procesos judiciales incoados contra Pedro Albizu Campos” en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (San Juan: Editorial de la UPR): 215-216.

2 Rear Admiral A. P. Niblack (1920). The History and aims of the Office of Naval Intelligence (Washington: G.P.O.) URL http://www.ibiblio.org/hyperwar/NHC/History-Aims-ONI-1920/History-Aims-ONI-1920.html

3 H. Rodríguez Reyes, p. 215.

4 Freedom of Information and Privacy Acts Release of Subject: Luis Muñoz-Marin. File#: 100-5745. Section1: f. 2.

5 “UFOs And the Guy Hottel Memo” (March 25, 2013) FBI-News-Stories. URL https://www.fbi.gov/news/stories/ufos-and-the-guy-hottel-memo

6 J.M. Dávila Marichal (2022) “Capítulo II. Militarizando al Partido nacionalista” en Pedro Albizu campos y el Ejército Libertados del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930-1939) (San Juan: Laberinto): 63-126.

7 Sobre Regino Cabassa se ha publicado en una edición personal muy pequeña un volumen: Dennis de Jesús Rodríguez (2018) Diario de don Regino Cabassa Túa. Una biografía necesaria (Mayagüez). El volumen tiene un prólogo del Dr. Edwin Irizarry Mora y una nota del nacionalista Rafael Cancel Miranda.

8 Amílcar Tirado (1993 / 1997), “La forja de un líder: Pedro Albizu Campos (1924-1930)” en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. (San Juan: Editorial de la UPR): 65-81.

9 Los interesados pueden consultar Mario R. Cancel Sepúlveda (9 de agosto de 2010) “El Partido Nacionalista, los obreros y Mayagüez (1934)” en Puerto Rico entre siglos. URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2010/08/09/partido-nacionalista-obreros-mayaguez-1934/

10 H. Rodríguez Reyes, p. 217.

11 H. Rodríguez Reyes, p. 217

12 Mario R. Cancel-Sepúlveda (12 de abril de 2009) “La Gran Depresión de 1929: violencia y sociedad” en Puerto Rico: su transformación en el tiempo URL: https://historiapr.wordpress.com/2009/04/12/la-gran-depresion-de-1929-violencia-y-sociedad/

13 J. M. Dávila Marichal, p. 139 ss.

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El mes de febrero es dedicado en Estados Unidos a la historia afroamericana. Por ello, Diálogo Atlántico, blog del Instituto Franklin UHA, publica una nota del Dr. Rubén Peinado Abarrio, reseñando seis películas con temas afroamericanos.  Son estas: Selma (2014), Judas y el mesías negro (2021), Doce años como esclavo (2013), Los chicos del barrio (Boyz n the Hood, 1991),  Moonlight (2016) y Killer of Sheep (1978). 

El Dr. Peinado Abarrio es Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de Oviedo y  profesor en la Universidad de Zaragoza.


Black-History-Month

Black History Month: Un itinerario cinematográfico para conmemorar la historia negra de Estados Unidos

Diálogo Atlántico    3 de febrero de 2021

Cada país tiene sus propios fantasmas. En Estados Unidos, la esclavitud institucionalizada y su legado de racismo ocupan un lugar central en el imaginario colectivo. Iniciativas periodísticas como los proyectos Inheritance y 1619 se han propuesto dibujar una nación vertebrada en torno a la negritud, objetivo similar al del Black History Month, que durante el mes de febrero conmemora a figuras y momentos clave de la diáspora africana. Con motivo de la celebración, proponemos un itinerario cinematográfico que alterna grandes acontecimientos y héroes nacionales con luchas desde abajo y experiencias fuera de foco. Unos y otras sirven para convertir nuestras pantallas en espacios de recuerdo y homenaje.

Selma (Ava DuVernay, 2014)

Verano de 1963: cuatro niñas se disponen a abandonar una iglesia baptista de Alabama cuando la bomba plantada por miembros del Ku Klux Klan la hace saltar por los aires. En una cinta donde predomina el acercamiento solemne a la figura de Martin Luther King, es esta representación de terrorismo doméstico la que permanece en la retina del público. Con su puesta en escena, su iluminación, y su uso del ruido, el silencio y la cámara lenta, DuVernay muestra la fragilidad de la existencia afroamericana, sumergiéndonos en un horror que convierte un momento banal en parteaguas, tanto para las víctimas individuales como para todo el Movimiento por los Derechos Civiles.

 

Judas y el mesías negro (Shaka King, 2021)

Dos actitudes -no siempre excluyentes- surgen como respuesta a esa violencia blanca: una pacífica, cargada de amor cristiano y orientada a la integración, y otra beligerante y revolucionaria, articulada en torno al Nacionalismo Negro. Como líder de los Panteras Negras de Illinois, Fred Hampton seguía la segunda ruta, y así lo atestiguan los incendiarios discursos que salpican el film de King. Por ello, entre escenas de violencia potencial y consumada, brilla con luz propia el cortejo entre Hampton (Daniel Kaluuya) y Deborah Johnson (Dominique Fishback): los futuros amantes intiman mientras recitan un apasionado discurso del héroe común, Malcolm X. Como en el poema de Yeats, también de la lucha puede nacer una belleza terrible.

 

Moonlight (Barry Jenkins, 2016)

En una sociedad en la que la masculinidad tóxica ofrece refugio ante la precariedad histórica del cuerpo negro, el deseo consumado de dos adolescentes homosexuales adquiere valor subversivo. Ante las mismas aguas en las que Chiron (Ashton Sanders) había sido bautizado por una figura paterna de breve aparición -evocación de un ideal de amor en un mundo hostil-, tiene lugar este instante de intimidad, que permite olvidar temporalmente el acoso escolar y la homofobia y atreverse a abrazar una identidad sexual en construcción.

 

Killer of Sheep (Charles Burnett, 1978)

Saltamos de una joven pareja bañada por la luz de la luna a un matrimonio que baila al son de la elegante voz de Dinah Washington. Con caricias desesperadas, la esposa (Kaycee Moore) pelea por sacar a su marido (Henry Sanders) de la parálisis emocional propiciada por la precariedad económica y su trabajo alienante en un matadero. En este clásico perdido durante décadas, Burnett traslada al barrio angelino de Watts de los años 70 el impacto emocional y los hallazgos formales del neorrealismo, al tiempo que huye de los estereotipos de drogas, tiroteos y pandillas en el gueto.

 

Los chicos del barrio (John Singleton, 1991)

Recorremos ahora los cinco kilómetros que separan Watts de Compton, donde Furious (Laurence Fishburne) disecciona el complejo entramado de intereses que obstaculizan la justifica racial en Estados Unidos. Con un didacticismo tan efectista como efectivo, Singleton proyecta una espiral de catástrofe: los jóvenes negros permanecen sujetos a la violencia causada por el alcohol, las drogas y la falta de expectativas, el crimen devalúa el precio de las propiedades, sus dueños venden a bajo precio y son desplazados, con la consiguiente subida de precios que solo compradores blancos pueden permitirse. Como terrible consecuencia final: la dispersión y erosión de las comunidades negras.

 

12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013)

De la gentrificación retrocedemos a la manifestación más extrema del supremacismo blanco: la esclavitud basada en la raza. McQueen evoca el terror con la milimétrica composición del linchamiento de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), pero también abre ventanas desde las que celebrar la fuerza y belleza del legado cultural afroamericano. De entre todas ellas, nos quedamos con la imagen de comunión durante los cánticos espirituales en el funeral de un esclavo de la plantación. En un primer plano de poco más de un minuto, Ejiofor consigue transmitir el trayecto que va desde la desesperanza individual hasta el drama colectivo, y de ahí a la convicción de que un futuro mejor aguarda, ya sea a esta generación o a las siguientes. Esta escena, al igual que el resto del itinerario, funciona a un tiempo como recordatorio de la vulnerabilidad de las vidas negras y como monumento a la resiliencia de la comunidad afroamericana.

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Comparto con mis lectores  las  reseñas de dos películas  y un documental publicadas en el seminario puertorriqueño Claridad, que recogen, como bien señala su autora, el papel que han jugado las instituciones policiacas del gobierno estadounidense en la persecución de las minorías raciales en los Estados Unidos. El primero de los largos metraje, Judas and the Black Messiah, enfoca el asesinato por la policia de Chicago -en contubernio con el FBI- del joven líder de las Panteras Negras Fred Hampton. La segunda película, titulada The United States vs. Billie Holiday, es una producción  del servicio de suscripción  de vídeo Hulu. Dirigida por Lee Daniels, este largo metraje recoje la historia de la gran cantante afroamericana Billie Holiday y de los problemas que enfrentó con el Buró Antinarcóticos. El documental reseñado (MLK/FBI) retrata la persución   del FBI  contra el Dr. Martín Luther King. Para quienes gustamos del cine, y en particular del cine histórico, estas reseñas no podrán menos que despertar nuestra curiosidad por estas películas que parecen estar destinadas a convertirse en clásicos y documentos de una era muy difícil en la historia de Estados Unidos.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de abril de 2021


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La persecución continua del F.B.I.: Judas and the Black Messiah, MLK/FBI, The United States vs. Billie Holiday

María Cristina

Claridad    16 de abril de 2021

A pesar de que creo que Mississippi Burning (Alan Parker 1988) es un excelente filme que catalogo como político por centrarse en la irracional segregación sureña de los Estados Unidos, entiendo que la manera de presentar el FBI es lo más alejado de la verdad en ese tiempo y antes y después. Aunque Judas and the Black MessiahMLK/FBI  The United States vs. Billie Holiday enfocan en la persecución de la población afroamericana, el historial de esta agencia se extiende a cualquier grupo que ellos consideren ser una amenaza contra el gobierno de los Estados Unidos y a cualquier persona que exprese ideas “comunistas” según definido por ellos. A pesar del secreteo que siempre ha caracterizado al FBI, poco a poco han circulado documentos oficiales que revelan la intensidad de su carpeteo y acciones para poner fin, de una manera (desprestigiando) u otra (asesinato). Estos tres filmes son ejemplos de ello.

Judas and the Black Messiah 

Director: Shaka King; guionistas: Will Berson y Shaka King; cinematógrafo: Sean Bobbitt

Uno de los muchos aciertos de este filme—aparte de su temática—es que la recreación de época se presenta dentro de una realidad que capta la efervescencia de la década de los 1960 con toda su normalidad que puede ser agrupaciones de jóvenes entusiasmados por cambiar sus circunstancias, pero especialmente el mundo heredado y la sociedad que los reprime. Señalo esto porque a pesar de ser un proyecto muy prometedor, los cinco filmes del británico-caribeño Steve McQueen agrupados bajo el título Small Axe, intentan, pero no logran, ese sentido de urgencia de la época de turbulencia de la generación Windrushen el Reino Unido. Judas and the Black Messiahnos permite ser parte del momento, ver las maquinaciones del FBI, la utilización de un infiltrado (Bill O’Neal) para desprestigiar y, cuando esto no funciona, asesinar al joven Fred Hampton (1948-1969), líder de los Black Panthers en Chicago.

Daniel Kaluuya, obtiene el Bafta a mejor actor de reparto, por su  interpretación en 'Judas and the Black Messiah' - AlbertoNews - Periodismo  sin censura

Shaka King, director, coguionista y coproductor, muy astutamente enfoca en una sola etapa de la muy corta vida de Hampton (excelentemente interpretado por el británico Daniel Kaluuya): su ascenso a presidir la seccional de los Black Panthers en Illinois, la intensidad de su persecución de parte del FBI y su asesinato. Se dan tres episodios simultáneamente: el reclutamiento e infiltración de O’Neal (LaKeith Stanfield) y sus constantes dudas de si el dinero y la protección que recibe de la agencia valida su traición; el centralismo de Hampton en la lucha por una unidad de grupos y una línea de acción conjunta; el montaje del FBI para poner fin a lo que ellos mismos han fabricado como amenaza al gobierno establecido. Aunque conocemos lo sucedido (además de lo que recientemente se ha descubierto de las acciones del FBI), la historia personal y colectiva nos ofrece una esperanza de que la posibilidad del cambio existe. Por eso lo que queda en nuestra memoria son los esfuerzos de Hampton por crear el Rainbow Coalition y unir organizaciones políticas multiculturales como Black Panthers, Young Patriots y los Young Lords junto al apoyo de gangas rivales de Chicago para trabajar por cambios sociales dentro de las comunidades pobres y marginadas.

MLK/FBI

Director: Sam Pollard 2020

Edgar Hoover ha sido a través de los años una figura casi mítica por su malicia, astucia y persistencia en perseguir a cualquier persona o grupo que concibiera como enemigo de los Estados Unidos. Esa lista incluye a cualquier disidente de su propia definición de la ley y el orden. Además, parece obsesivo con sostener su versión de los que es la fibra moral—una versión fundamentalista de la sexualidad que no aplica a él—de los Estados Unidos que hace a este país mejor que cualquiera. Es su acumulación de poder lo que le permite violar precisamente los derechos humanos en los que se basa la Constitución de este país. Para él los derechos y la justicia sólo aplican a los “true Americans” lo que excluye a todos los que no provengan de la Europa blanca. Y si dentro de comunidades de descendencia italiana, irlandesa, judía y otros grupos étnicos favorecidos se desarrollan grupos activistas cuyo fin sea cambiar/alterar el gobierno actual, serán perseguidos de igual manera. Los estudiantes universitarios en contra de la Guerra de Vietnam, los grupos urbanos de jóvenes que abogaban por igual trato y derechos, los grupos religiosos y laicos que marchaban por la igualdad de derechos fueron fichados y perseguidos por unidades creadas específicamente para sabotear todas sus acciones. Martin Luther King se convirtió en un obsesivo objetivo para Hoover como demuestra este documental.

MLK/FBI, el documental que rastrea el ataque del FBI a Martin Luther King Jr.  – Luis Guillermo Digital

La historia que se presenta cubre de 1955 a 1968 y traza el inicio y el ascenso de Martin Luther King como activista de los derechos civiles y uno de los líderes más carismáticos, conocedores y determinados de conseguir la igualdad para toda la población de los Estados Unidos. Lo que Hoover consideraba sublevación, MLK y los integrantes de estos movimientos lo entendían como libertad y justicia para todxs. Nadie estaba exento de ser vigilado, acusado y encarcelado tanto por la policía local como por los agentes federales. Todxs tenían conocimiento de esto, aunque no supieran la extensión de esa persecución. Con excelente pietaje que cubre estos años, con archivos que ahora son públicos, con entrevistas con allegados a MLK y ex agentes del FBI, el documental cuestiona la veracidad de los documentos expuestos y, especialmente, los todavía protegidos bajo “Archivos privados de J. Edgar Hoover” y la gran pregunta de ¿cómo fue posible que con la vigilancia extrema que le tenían a MLK, no supieran de antemano que esa persona lo iba a asesinar en el balcón de la habitación del motel Lorraine en Memphis, Tennessee el 4 de abril de 1968? Con su muerte, el FBI cierra su archivo y toda la supuesta evidencia que tenían, para en algún momento utilizar en su contra, queda en ese infame archivo privado de Hoover.

The United States vs. Billie Holiday

Director: Lee Daniels; guionista: Suzan-Lori Parks; autora: Johann Hari; cinematógrafo: Andrew Dunn.

La recreación de época y la maravillosa voz de Andra Day interpretando las canciones que Billie Holiday hizo famosas son los puntos excepcionales de este filme. Es una pena que la historia sobre esta etapa de la vida de Holiday, especialmente desde finales de la década de 1940 hasta su muerte por cirrosis entre otros desgastes de salud, no tenga una narrativa coherente y compleja como debe ser la presentación de personajes en literatura o cine. Holiday aparece como una mujer con una voz única en el mundo musical del momento, pero lo que se enfatiza es cómo su alcoholismo, adicción a drogas y su impotencia de alejarse de relaciones destructivas y abusivas la convierten en una víctima. Su grupo de amigos la cuidan, complacen, aconsejan cuando ella se los permite, pero a fin de cuenta Holiday los echa a un lado para seguir a los hombres que se enriquecerán de su talento sin importarle el daño que le puedan hacer.

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Desarrollar la historia a través de un romance al principio imaginario y luego dañino entre Holiday y el agente del FBI (encubierto y descubierto), Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes), es bastante dudoso porque requiere entrampar a la mujer que supuestamente admira tanto. Además, Fletcher se presenta como un tipo que quiere hacer bien su trabajo, que cree que ser parte del FBI es una forma de ser parte del centro de poder, pero que supuestamente deplora a tipos como Harry Anslinger (Garrett Hedlund), el encargado de entrampar y arruinar la vida de Holiday. Por su parte, se presenta a Holiday con poca información de su pasado y de cómo llega a ser tan admirada y a tener tantos seguidores que logra llenar la sala de espectáculos más importante de Nueva York, Carnegie Hall. Lo que lxs espectadores vemos es una mujer talentosa, pero determinada a acabar con su vida con relaciones tan dañinas que no hay marcha atrás. A pesar de las fallas del filme Lady Sings the Blues (Sidney Furie 1972) por enfocar primordialmente en su adicción a drogas, protagonizado por Diana Ross, aquí sí hay un desarrollo de personaje que capta todas sus contradicciones.

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Según el diario The New York Times, un grupo de 17 historiadores han estado coordinando a través de Zoom, la publicación de lo que sería el primer balance histórico de la presidencia de Donald J. Trump. Nos guste o no, es inevitable reconocer el impacto, a corto y a largo plazo, de los cuatro años de Trump en la Casa Blanca. Siendo así, resulta imprescindible analizar y entender ese triste periodo.

Este proyecto -dirigido por el historiador Julian A. Zelizer– será publicado en el año 2022 por la Princenton University Press  con el título The Presidency of Donald J. Trump: A First Historical Assessment. Cada uno de los 17 historiadores estará a cargo de un capítulo analizando un tema específico. La temática del libro será muy amplia. Por ejemplo, Jason Scott Smith   (University of New Mexico) escribirá un capítulo sobre infraestructura que incluirá el tema del famoso muro, Merlin Chowkwanyun (Columbia University) analizará el manejo de la pandemia, Beverly Gage (Yale University) enfocará  las tumultuosas relaciones de  Trump con el FBI, Keeanga-Yamahtta Taylor (Princeton) estudiará el tema racial a través del movimiento Black Lives Matter y Mae Ngai (Columbia Unversity) atenderá las controversiales politicas migratorias del exmandatario.

Habrá que esperar con paciencia la publicación de esta obra, que debería sentar las bases para un análisis histórico profundo de la presidencia de Donald J. Trump.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 24 de marzo de 2021

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Hillary Clinton Isn’t the First Government Official to Send Secret Messages

From Hoover’s FBI to George W. Bush’s White House, officials have been hiding their communications for decades. 

Recent revelations that, during her tenure as secretary of state, ­Hillary Clinton maintained a private e-mail server separate from the State Department’s official one raise a question that transcends the current debate over whether she compromised national security: Was the former secretary’s decision exceptional, or did it reflect what had been (and conceivably remains) the practice of senior White House and intelligence-agency officials to preclude, or at least minimize, the exposure of controversial, even illegal policy decisions?

Clinton’s reliance on a private e-mail account ensured that, because her communications were not logged into the State Department’s records system, she alone could determine which of them would be destroyed and which would be saved. A further issue involves the inadvertent discovery of her actions—that is, as the by-product of Congress’s narrow inquiry into the Benghazi matter. This inadvertent revelation raises an additional query: Did other senior administration and intelligence officials, unwilling to rely solely on classification restrictions, devise special procedures to prevent the discovery of their actions? For, as we belatedly learned through the congressional investigations of the 1970s and ’80s and the release of records in response to Freedom of Information Act requests, senior intelligence officials involved in controversial and politically sensitive operations had purposely and covertly instituted a series of separate procedures to keep and destroy records.

Dating from the early 1940s, for example, FBI director J. Edgar Hoover maintained especially sensitive records in two secret office files that were separate from the FBI’s central records system. Those records documented the FBI’s illegal investigative techniques and the collection of derogatory information on prominent Americans. Hoover also instituted a series of special records and record-destruction policies (“Do Not File,” “June Mail,” and blue, pink, or informal memorandums), and he authorized senior FBI officials to regularly purge the contents of their own secret office files.

In 1973, responding to the creation of the Senate Watergate Committee, CIA director Richard Helms ordered the destruction of all the tapes and transcripts of his office and telephone conversations. CIA officials also authorized the use of “soft files” and “privacy channels” to send (and then destroy) sensitive communications—and specifically authorized the destruction of the agency’s records on its infamous drug program, MK-ULTRA; on Chile’s Manuel Contreras (head of the country’s murderous secret police under dictator Augusto Pinochet); and on the CIA-engineered 1953 coup that overthrew President Mohammad Mossadegh in Iran.

The National Security Agency similarly created special records and record-destruction policies involving two illegal programs: Project Minaret (running from 1967 to 1973, it intercepted the international communications of anti–Vietnam War and civil-rights activists) and Project Shamrock (running from 1947 to 1975, it intercepted telegraph messages in transit to and from the United States). And Oliver North, a National Security Council aide in the Reagan administration, created a “do not log” procedure to manage communications to his boss, John Poindexter—and then, when the Iran/Contra scandal broke, destroyed those records (although North’s ignorance that the NSC computer system maintained a backup memory allowed investigators to reconstruct some of those records).

At a time when the public and Congress are exploring how the George W. Bush administration, by classifying records on national-security grounds, was able to secretly authorize the NSA’s Terrorism Surveillance Program and the CIA’s rendition and torture programs, it is equally important to explore whether the secret procedures employed in the past continue. Bush White House officials created special e-mail accounts for their communications with the Republican National Committee—and it was subsequently revealed that many of those e-mails had been destroyed or were missing. More seriously, attorneys from the Office of Professional Responsibility found, in the course of their investigation into legal rulings by Justice Department attorneys John Yoo, Patrick Philbin, and Jay Bybee, that many of their e-mails were missing and that “most of” Yoo’s and Philbin’s e-mail records covering the period from July to August 2002 “had been deleted and were not recoverable.” In addition, forewarned of Congress’s intent to convene hearings on CIA interrogation practices, agency officials in 2005 destroyed 92 videotapes of the CIA’s brutal treatment of Al Qaeda detainees Abu Zubaydah and Abd al-Rahim al-Nashiri.

These recent practices not only confirm that Hillary Clinton’s actions were notexceptional; they underscore the need for a broader examination of the US government’s practices for keeping records to ensure the effectiveness of congressional and judicial oversight.

 Athan G. Theoharis, a professor of history at Marquette University, is the author, most recently, of The FBI and American Democracy: A Brief Critical History (Kansas).

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The Security State, COINTELPRO, and Black Lives Matter

Excerpt of letter sent to MLK from FBI

Excerpt of letter sent to MLK from FBI.(Photo: NYT/NARA)

The revelations reported over the last several weeks that various federal, state, and local authorities have been regularly monitoring individual organizers and protest activities associated with the Black Lives Matter movement may seem unsurprising in light of the expansive American state security infrastructure developed since the terrorist attacks of September 11, 2001. Such covert operations nonetheless remain deeply disturbing. They are embedded in a long history of government officials equating civil rights activism with subversion and of a mindset that understands black leaders and black citizens as dangerous when they demand an end to the racism underpinning the socioeconomic and political order of the United States.

Arguably that mindset dates back to the era of slavery, when whites patrolled for and snuffed out signs of potential unrest among the enslaved, understood black churches and ministers as possible agents of dissent, and tried to embargo word of international events like the Haitian Revolution and British abolition lest enslaved people get any ideas. But nothing in recent memory more clearly demonstrates how concerns about threats originating abroad can bleed into government efforts to contain black domestic activism than the project known as COINTELPRO.

Shorthand for Counter Intelligence Program, COINTELPRO formally began in 1956 as a secret program led by FBI Director J. Edgar Hoover. Its goal was to infiltrate the Communist Party USA, disrupt its activities, and monitor its members for signs that they agitated against the American government or even fed intelligence to the Soviet Union. Within months, however, Hoover had begun widening the purview of COINTELPRO, and by the late 1960s the FBI’s targets included a large number of individuals and groups Hoover and his agents considered “subversive.” These sometimes included white supremacist and hate groups on the far right, such as the Ku Klux Klan, the National States’ Rights Party, and the American Nazi Party. But far more frequently, domestic organizations targeted by COINTELPRO were leftist groups associated with socialism, the student movement, the antiwar movement, and the women’s rights movement.

None of the activities falling under the COINTELPRO umbrella, however, were more notorious or extensive than those directed at the black civil rights movement. The FBI had been monitoring black leaders of the burgeoning movement long before 1956, claiming that they harbored communists in their ranks. But over the course of the ensuing fifteen years, agents of the COINTELPRO program trained their sights on almost every organization and individual working on behalf of black civil rights. Suspicions of communism gradually became little more than a pretext for clamping down on protest, and in 1967 COINTELPRO undertook an operation entirely focused on black activism. Ostensibly created in response to growing black nationalist and black power movements in the United States, the operation not only targeted groups willing to countenance relatively radical ideas and activities such as the Deacons for Defense and Justice, the Black Panther Party, and the Nation of Islam, but also mainstream groups like the Congress of Racial Equality, the Southern Christian Leadership Conference, and the NAACP.

The directive creating the “racial intelligence” operation made no pretenses about its aims, which were to “expose, disrupt, misdirect, discredit, or otherwise neutralize the activities” of civil rights organizations and to frustrate the “efforts of the various groups to consolidate their forces or to recruit new or youthful adherents.” Although the directive claimed that the organizations most heavily targeted were “hate-type organizations and groupings” with a “propensity for violence and civil disorder,” few people came under greater scrutiny than Martin Luther King, Jr. Prior to King’s assassination in 1968, the FBI bugged King’s home and every hotel room in which he stayed, sent him audio recordings that supposedly captured his adulterous liaisons along with a blackmail letter urging him to commit suicide, and smeared him publicly as a communist and a “notorious liar.”

These tactics, nasty as they were, barely begin to capture the range of COINTELPRO’s activities, which included rooting through people’s mail and trash, breaking into organizational offices and the homes of individuals to conduct searches, planting false rumors and informants to turn activists and groups against one another, creating false documents and correspondence, attempting to get people fired from their jobs, fabricating evidence and perjured testimony at trials, carrying out acts of vandalism, soliciting beatings and sometimes assassinations, and otherwise engaging in a campaign of nearly unrestrained harassment, psychological warfare, and violence.

COINTELPRO might have continued indefinitely had it not been for a group of citizen activists who broke into an FBI field office in Media, Pennsylvania early in 1971, stole a number of incriminating documents, and released them to the press. The ferocity of the ensuing criticism led Hoover to announce several months later that COINTELPRO had ceased to exist. But resignations, lawsuits, and investigations followed for years, and in 1976 a Senate committee chaired by Senator Frank Church investigated the FBI generally and COINTELPRO specifically. Its report blasted the entire American intelligence community for engaging in domestic activities that went well beyond the boundaries of what was either acceptable or legal. Senior intelligence officials, the report concluded, sanctioned operations that routinely violated Americans’ constitutional rights and failed entirely to control field agents, who often neglected to consider the law and sometimes purposefully violated it.

With regard to COINTELPRO in particular, the Church Committee concluded that “many of the techniques used would be intolerable in a democratic society even if all of the targets had been involved in violent activity, but COINTELPRO went far beyond that.” The FBI, the Committee reported, had been less involved in legitimate counterintelligence than it had been conducting “a sophisticated vigilante operation aimed squarely at preventing the exercise of First Amendment rights of speech and association, on the theory that preventing the growth of dangerous groups and the propagation of dangerous ideas would protect the national security and deter violence.”

The exposure of COINTELPRO substantiated legitimate and accurate accusations about government abuses that had been floated for years. If it also lent credence to some wilder claims about government surveillance and repression that likely amount to conspiracy theories, the FBI has only itself to blame. Moreover, while public knowledge of COINTELPRO helped produce some reforms of American intelligence agencies, a number of the tactics used under COINTELPRO to investigate domestic activists and their organizations continued long after the program formally ended. Today, government officials scrutinizing those in the Black Lives Matter movement who stand on the front lines of the battle against white supremacy might be wise to direct more of their time and resources toward monitoring right-wing racist and antigovernment extremists, who have carried out nineteen lethal attacks resulting in the deaths of nearly fifty people since 2001. That is what a genuine domestic threat looks like.

About the Author

Joshua D. Rothman

Joshua D. Rothman is Professor of History and Director of the Frances S. Summersell Center for the Study of the South at the University of Alabama. He is the author, most recently, of Flush Times and Fever Dreams: A Story of Capitalism and Slavery in the Age of Jackson (2012), and is currently working on a book about the slave traders Isaac Franklin, John Armfield, and Rice Ballard.

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Part 2: Eric Lichtblau on «The Nazis Next Door: How America Became a Safe Haven for Hitler’s Men»

Democracy Now    October 31,  2014

We continue our conversation with Pulitzer Prize-winning journalist Eric Lichtblau about his new book detailing how America became a safe haven for thousands of Nazi war criminals. Many of them were brought here after World War II by the CIA, and got support from then FBI Director J. Edgar Hoover.

Click here to watch part 1 of this interview. Read the prologue to The Nazis Next Door: How America Became a Safe Haven for Hitler’s Men.

AMY GOODMAN: This is Democracy Now!, democracynow.org, The War and Peace Report. I’m Amy Goodman, with Juan González.

JUAN GONZÁLEZ: We continue our conversation with investigative reporter Eric Lichtblau, author of a new book that unveils the secret history of how America became a safe haven for thousands of Nazi war criminals. Many of them were brought here after World War II by the CIAand got support from the FBI’s director, J. Edgar Hoover.

AMY GOODMAN: Eric Lichtblau’s book is called The Nazis Next Door: How America Became a Safe Haven for Hitler’s Men. You can read the prologue on our website at democracynow.org.

Eric, we left the first part of the interview by you talking about those held in the concentration camps under the Nazis. Once the Allies won, the U.S. and Allies took over these camps.

ERIC LICHTBLAU: Right.

AMY GOODMAN: And the Jews and others were kept there, often under the supervision—if you could call it that—of the Nazi POWs who were put in these camps, as well.

ERIC LICHTBLAU: Right.

AMY GOODMAN: The people who had killed and murdered and maimed them.

ERIC LICHTBLAU: Right.

AMY GOODMAN: Can you take it from there and talk about General Patton and, ultimately, President Truman, as well?

ERIC LICHTBLAU: Sure, yeah, yeah. It’s a remarkable saga and a fairly shameful period in postwar history. We sort of think of the concentration camps, you know, being liberated at Dachau, at Bergen-Belsen, at Auschwitz, by the U.S. and Britain and Russia. But liberation for the survivors who were left in the camps meant staying in those same camps, behind barb wire, under armed guard. And remarkably, sometimes they were supervised by the same Nazis who had lorded over them when the Germans were still in charge.

And there was a report to Truman from the dean of the University of Pennsylvania Law School, a guy named Earl Harrison, that compared the camps to the Nazi concentration camps, except that, Harrison wrote, the only difference is we’re not exterminating the Jews. And General Patton, who ran the camps as the supreme Allied commander for the United States after the war, was furious when he read Harrison’s findings to Truman. And he wrote in his own journal—and I looked at these. I found the remarks so troubling and so jarring, I thought maybe at first they were a forgery, but it turned out to be true. He wrote in his own journal that what Harrison doesn’t understand, he thinks that the displaced persons in the camps are human, and they’re not. The Jews, he wrote—this is General Patton speaking—are worse than human, they’re locusts, and they have no respect for human dignity. And he recounted taking General Eisenhower, soon to be President Eisenhower, on a tour of the displaced person camps, and he said that Eisenhower didn’t really understand how loathsome the displaced persons were, and he thinks that they have some human dignity, when really they don’t.

Patton, it turns out, was not only a virulent anti-Semite, but also held the Germans in a weird sort of place of respect. I also tell the story in the book about, in those displaced person camps, Patton went to the holding cells for the German POWs, the German scientists, and he sought out one in particular, General Walter Dornberger, who oversaw the production of Hitler’s V-2 rockets, which had been phenomenally successful and destructive in bombing London and Antwerp. And Patton brings him out of the cell and says, «Are you Dornberger? Are you the guy who ran the V-2 program?» And Dornberger said to him, «Jawohl, Herr General.» And Patton pulled out three cigars from his pocket and handed them to the Nazi general and said, «Well, congratulations. We couldn’t have done it.» And it sort of epitomized this attitude that he had towards the Nazis. He even defied an order from Eisenhower at one point, General Eisenhower, and maintained the Nazis as supervisors in the DP camps, because he saw them as the most competent group that the Allieds had. So, I think you need to understand how horrific the conditions were for the survivors to understand how it was that so many Nazis made it into the United States.

AMY GOODMAN: Explain the—

ERIC LICHTBLAU: I think there was—yes.

AMY GOODMAN: —the V-2 factories, just to explain the significance of what happened—

ERIC LICHTBLAU: Sure.

AMY GOODMAN: —in these rocket factories.

ERIC LICHTBLAU: Sure. These rocket factories were basically torture chambers. These were places where 10,000 prisoners—not most of them Jews, but most of them POWs from France, Poland, Russia and elsewhere—were building on an assembly line—an assembly line of death, basically—hundreds of rockets each month for Hitler. And if they did not meet their quotas, if they did not work up to standards, if they were suspected of sabotaging the rockets, as some tried to do, they were hanged from a giant crane, and all the other prisoners would be gathered around to watch them. And those who weren’t intentionally killed, thousands of them died just from disease and malnutrition and exhaustion, kept in these horrible, horrible conditions literally inside a mountain in Nordhausen, where the factory was held.

So, this was the production facility that Dornberger and Wernher von Braun, who went on to become even more famous, ran. And there was a guy who—physically at the mountain factory, named Arthur Rudolph, who was the production head at the Mittelwerk Nordhausen plant, he came to the United States, along with Wernher von Braun and Dornberger and the others, and Rudolph became almost as famous, as one of the geniuses behind the Saturn space program. And their Nazi legacies were basically erased.

JUAN GONZÁLEZ: And, Eric, the government files and records that tell this story were kept, obviously, from the public for decades. Could you talk about the importance of those files finally being released to be able to put together this story?

ERIC LICHTBLAU: Sure, sure. Well, the CIA, especially, and other intelligence agencies really went to enormous lengths to conceal their ties to the Nazis. They had had all these relationships, beginning immediately after the war through the ’50s, the ’60, in some cases even the ’70s, with Nazi spies and informants and scientists. And they went to great lengths to cleanse the records of a lot of the Nazis who came to the United States, removing material that showed their links to Nazi atrocities. Now, I found cases even in the 1990s, believe it or not, where you had the CIA actively intervening in investigations. By the 1980s and 1990s, the Justice Department was going after a number of these guys, was trying to deport them, for their involvement in war crimes, belatedly, I think.

And the CIA—in the case of a Lithuanian security chief who was involved in the massacre of about 60,000 Jews, the CIA tried to kill that investigation in 1994 and ’95. And they told Congress, yes, this guy was a CIA spy for us, this former Nazi collaborator, but we knew nothing of his wartime activities, is what they said. And, in fact, in their own files, in their own postwar files, it showed that they knew that this Lithuanian was under—quote, «under the control of the Gestapo and was probably involved in the murder of Jews in Vilnius.» So, this was—again, this is not the 1950s we’re talking about; this is the 1990s, where people at the CIAwere actively trying to conceal their ties.

And some of these documents, as you suggested, only became available beginning in the 1990s, the late 1990s, when Congress ordered the declassification of war crime files. The CIA really resisted that at first. It took years for the historians to get at the war crime files. But beginning in around 2003, 2004, a lot of these files became declassified, and they really painted a pretty troubling picture.

AMY GOODMAN: But even the piece that started you on this journey, Eric Lichtblau, in 2010 was about a report coming out that had been censored right until most recently.

ERIC LICHTBLAU: Sure.

AMY GOODMAN: Explain why right through until these last few years the U.S. has refused to give this out? And the man who had campaigned to his death bed to have it released—it was aCIA report?

ERIC LICHTBLAU: True. No, it was a Justice Department report. But as you say, it was kept under wraps for about five years. It was written in the mid-2000s. And I first got onto this, and really what started the book was that I got a tip that there was this exhaustive internal report at the Justice Department that looked at the efforts to go after the Nazis, and the Justice Department was sitting on the report. They had refused to release this publicly for very mysterious reasons. And I was able to get a hold of it and did a story on that. And I think even before I finished writing the story, I thought, you know, the material was so rich and so troubling that I wanted to try and do a book on it, because it really—it exposed both the successes of prosecutors in later years in going after these guys, but also really the just perverse relationships that the government had with a lot of these guys going back to the 1950s and 1960s. And that was something that the Justice Department did not want out there publicly.

AMY GOODMAN: Can you talk about the anti-Semitism also of President Truman and then this issue of the scientists? What, 1,600 scientists were brought into the United States, many others, but at the same time, how many Jews were held in these camps, millions of them, not allowed to come into the United States? This is after the war.

ERIC LICHTBLAU: Right, right. You know, I think the anti-Semitism really did play a part in the immigration policies after the war, which had the dual effect of both keeping out Jews—I mean, there were documents that I looked at from Senate immigration lawyers who actively said they didn’t—they thought Jews were lazy and not hard-working enough and didn’t belong in America. And so, it was very difficult. Only a few thousand Jews got into the United States in the immediate aftermath of the war.

And you had something like 400,000 Eastern Europeans who, because of the, quote, «immigration quotas,» were allowed in in those years from places like Lithuania and Latvia and Estonia and Ukraine. And many of those, probably the vast majority of those 400,000, were in fact legitimate war refugees. These were people who were victims of Nazi occupation and were about to be taken over by the Soviet Union and were exiles. They really were. But among those 400,000 were many, many, probably several thousand or more, Nazi collaborators, and they came in with the group as—disguised basically as refugees and POWs. I mean, these were people who ran, for instance, a Nazi concentration camp in Estonia. There was—the head of that camp lived on Long Island for about 30 years. There were people who were prison camp guards. There were people who were the heads of Nazi security forces all throughout Nazi-occupied Eastern Europe. And it was very easy for them to basically fade into the larger group of war refugees and become Americans.

AMY GOODMAN: Well, Eric Lichtblau, we want to thank you very much for being with us

ERIC LICHTBLAU: Thank you. Appreciate your interest.

AMY GOODMAN: Pulitzer Prize-winning reporter for The New York Times. The new book, out this week, The Nazis Next Door: How America Became a Safe Haven for Hitler’s Men. You can read the prologue at democracynow.org. Thanks so much.

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