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Me acabo de leer un libro fascinante, Ten Days in Harlem. Fidel Castro and the Making of the 1960s (Faber and Faber, 2020). Su autor, Simon Hall, enfoca la visita de Fidel Castro a Nueva York en setiembre de 1960 para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas de ese año. Durante los diez días que el jefe supremo de la Revolución Cubana estuvo en la Gran Manzana, hospedado en un hotel en Harlem,  provocó más de un dolor de cabeza a las autoridades estadounidenses.

Hall, quien es profesor en la School of History de la University of Leeds, hace un trabajo excelente en este libro, que además está muy bien escrito. Citando a la historiadora afroestadounidense Brenda Gayle Plummer, Hall cataloga la visita de Castro como «a Cold War watershed» (un momento decisivo de la guerra fría). Su viaje colocó al cubano en la escena mundial, convirtiéndole en líder y símbolo del  antimperialismo. En los díez días que estuvo en Nueva York, Castro se reunió con Nehru, Nkrumah, Nasser, Kruschev y Malcom X, y recibió, además,  las simpatías de miles de niuyorquinos. Su visita fue un éxito de relaciones públicas. Su estadía sirvió también para consolidar una relación más estrecha con la Unión Soviética. Fue claro para todos los que lo observaron la camaradería y respeto mutuo  entre Castro y Khruschev.  Su estadía en un hotel de Harlem, barrio de población mayoritariamente negra y pobre, expusó el problema del racismo en Estados Unidos. Según Hall, la visita de Castro «inspiró la adulación de una Nueva Izquierda emergente y ayudó a iniciar una nueva década de tumulto político, social y cultural de una manera apropiadamente irreverente, rebelde y anárquica.» (Mi traducción.) 

49639352. sy475 Para las autoridades estadounidenses, quienes hubieran preferido no tener de visita a Castro, la estadía del líder cubano acabó de convencerles de que era necesaria su remoción, lo que aceitó la maquinaria burocrática que llevaría al fiasco de Bahía de Cochinos en abril de 1961.

Para quienes analicen los años 1960,  el llamado Global South, la revolución cubana y las relaciones de Estados Unidos y América Latina, este libro debe ser lectura obligada. El trabajo de Hall sirve también de llamada de atención a una interesante historiografía sobre Estados Unidos desarrollada por académico británicos.

Comparto con mis lectores este ensayo escrito por el historiador Francisco Martínez Hoyos analizando las visitas que realizó Castro a Estados Unidos en 1959 y 1960.

Quienes estén interesado en el libro de Hall pueden escuchar una entrevista suya publicada en la New Books Network en setiembre de 2020.


Desde su independencia de España en 1898, Cuba vivió sometida a una humillante dependencia de los “gringos”, hasta el punto de ser considerada su patio trasero. La película El Padrino II refleja bien cómo, en la década de 1950, los gángsters estadounidenses tenían en la isla su propio paraíso. Gracias a sus conexiones con el poder, la mafia realizaba suculentos negocios en la hostelería, el juego y la prostitución. Miles de turistas llegaban dispuestos a vaciar sus bolsillos a cambio de sol, sexo y otras emociones fuertes en los casinos y los clubes que se multiplicaban sin control por La Habana.

El historiador Arthur M. Schlesinger Jr., futuro asesor del gobierno de Kennedy, se llevó una penosa impresión de la capital caribeña durante una estancia en 1950. Los hombres de negocios habían transformado la ciudad en un inmenso burdel, humillando a los cubanos con sus fajos de billetes y su actitud prepotente.

Cuba estaba por entonces en manos del dictador Fulgencio Batista, un hombre de escasos escrúpulos al que no le importaba robar ni dejar robar. Una compañía de telecomunicaciones estadounidense, la AT&T, le sobornó con un teléfono de plata bañado en oro. A cambio obtuvo el monopolio de las llamadas a larga distancia.

Barrio marginal de La Habana en 1954, junto al estadio de béisbol y a un cartel de un casino de juego.

Barrio marginal de La Habana en 1954, junto al estadio de béisbol y a un cartel de un casino de juego.
 Dominio público

Para acabar con la corrupción generalizada y el autoritarismo, el Movimiento 26 de Julio protagonizó una rebelión que el régimen, pese a la brutalidad de su política represiva, fue incapaz de sofocar. Tenía en su contra a los sectores progresistas de las ciudades, en alianza con los guerrilleros de Sierra Maestra, dirigidos por líderes como Fidel Castro o el argentino Ernesto “Che” Guevara.

Se ha tendido en muchas ocasiones a presentar la revolución antibatistiana como el fruto de una intolerable opresión económica. En realidad, el país era uno de los más avanzados de América Latina en términos de renta per cápita o nivel educativo, aunque los indicadores globales ocultaban las fuertes desigualdades entre la ciudad y el campo o entre blancos y negros. Las verdaderas causas del descontento hay que buscarlas más bien en el orden político. Entre los guerrilleros predominaba una clase media que aspiraba a un gobierno democrático, modernizador y nacionalista.

Entre la opinión pública norteamericana, Fidel disfrutó en un principio del estatus de héroe, en gran parte gracias a Herbert Matthews, antiguo corresponsal en la Guerra Civil española, que en 1957 consiguió entrevistarle. Matthews, según el historiador Hugh Thomas, transformó al jefe de los “barbudos” en una figura mítica, al presentarlo como un hombre generoso que luchaba por la democracia. De sus textos se desprendía una clara conclusión: Batista era el pasado y Fidel, el futuro.

Happy New Year

A principios de 1959, la multitud que celebraba la llegada del año nuevo en Times Square, Nueva York, acogió con alegría la victoria de los guerrilleros cubanos. El periodista televisivo Ed Sullivan se apresuró a viajar a La Habana, donde consiguió entrevistar al nuevo hombre fuerte. Había comenzado el breve idilio entre la opinión pública norteamericana y el castrismo.

Poco después, en abril, el líder revolucionario realizó una visita a Estados Unidos, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos. Ello creó un problema protocolario, ya que la Casa Blanca daba por sentado que ningún jefe de gobierno extranjero iba a visitar el país sin invitación oficial. Molesto, el presidente Eisenhower se negó a efectuar ningún recibimiento y se marchó a jugar al golf.

Fidel Castro firma como primer ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959.

Fidel Castro firma su nombramiento como primer ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959. Dominio público

En esos momentos, sus consejeros estaban divididos respecto a la política a seguir con Cuba. Unos defendían el reconocimiento del nuevo gobierno; otros preferían aguardar a que se definiese la situación. ¿Qué intenciones tenía Castro? ¿No sería, tal vez, un comunista infiltrado?

Parte de la opinión pública norteamericana, sin embargo, permanecía ajena a esos temores. Algunos periódicos trataron con cordialidad al recién llegado, lo mismo que las principales revistas. Look y Reader’s Digest, por ejemplo, le presentaron como un moderno Robin Hood.

El senador demócrata John F. Kennedy, futuro presidente, le consideraba el continuador de Simón Bolívar por encarnar un movimiento antiimperialista, reconociendo así que su país se había equivocado con los cubanos al apoyar la sangrienta dictadura batistiana. Entre los intelectuales existía un sentimiento de fascinación similar.

Muchos norteamericanos supusieron que el líder latinoamericano buscaba ayuda económica. Fidel, sin embargo, proclamó en público su voluntad de no mendigar a la superpotencia capitalista: “Estamos orgullosos de ser independientes y no tenemos la intención de pedir nada a nadie”. Sus declaraciones no podían interpretarse al pie de la letra. Sabía sencillamente que no era el momento de hablar de dinero, pero había previsto que un enviado suyo, quince días después, presentara a la Casa Blanca su demanda de inversiones.

En su opinión, ese era el camino para promover el desarrollo industrial, algo totalmente imposible sin el entendimiento con el coloso norteamericano. De ahí que insistiera, una y otra vez, en que no era partidario de las soluciones extremas: “He dicho de forma clara y definitiva que no somos comunistas”.

Ofensiva de encanto

Allí donde iba, Fidel generaba la máxima expectación. En las universidades de Princeton y Harvard sus discursos le permitieron meterse en el bolsillo a los estudiantes. En el Central Park de Nueva York, cerca de cuarenta mil personas siguieron atentamente sus palabras. No hablaba un buen inglés, pero supo ganarse al público con algunas bromas en ese idioma. De hecho, todo su viaje puede ser entendido como una “ofensiva de encanto”, en palabras de Jim Rasenberger, autor de un estudio sobre las relaciones cubano-estadounidenses. Castro, a lo largo de su visita, no dejó de repartir abrazos entre hombres, mujeres y niños.

Fidel Castro en la asamblea de la ONU en 1960.

Fidel Castro en la asamblea de la ONU en 1960.
 Dominio público

El entonces vicepresidente, Richard Nixon, se encargó de sondear sus intenciones en una entrevista de dos horas y media, en la que predicó al jefe guerrillero sobre las virtudes de la democracia y le urgió a que convocara pronto elecciones. Fidel escuchó con receptividad, disimulando el malestar que le producía la insistencia en si era o no comunista. ¿No era libre Cuba de escoger su camino? Parecía que a los norteamericanos solo les importara una cosa de la isla, que se mantuviera alejada del radicalismo de izquierdas.

Según el informe de Nixon acerca del encuentro, justificó su negativa a convocar comicios con el argumento de que su pueblo no los deseaba, desengañado por los malos gobernantes que en el pasado habían salido de las urnas. A Nixon Castro le pareció sincero, pero increíblemente ingenuo acerca del comunismo, si es que no estaba ya bajo su égida. Creía, además, que no tenía ni idea de economía. No obstante, estaba seguro de que iba a ser una figura importante en Cuba y posiblemente en el conjunto de América Latina. A la Casa Blanca solo le quedaba una vía: intentar orientarle “en la buena dirección”.

Desde entonces se ha discutido mucho sobre quién provocó el desencuentro entre Washington y La Habana. ¿Los norteamericanos, con su política de acoso a la revolución? ¿Los cubanos, al implantar un régimen comunista, intolerable para la Casa Blanca en plena Guerra Fría?

El envenenamiento

La “perla de las Antillas” constituía un desafío ideológico para Estados Unidos, pero también una amenaza económica. Al gobierno cubano no le había temblado el pulso a la hora de intervenir empresas como Shell, Esso y Texaco, tras la negativa de estas a refinar petróleo soviético. Los norteamericanos acabarían despojados de todos sus intereses agrícolas, industriales y financieros. Las pérdidas fueron especialmente graves en el caso de los jefes del crimen organizado, que vieron desaparecer propiedades por un valor de cien millones de dólares.

Como represalia, Eisenhower canceló la cuota de azúcar cubano que adquiría Estados Unidos. Fue una medida inútil, porque enseguida los soviéticos acordaron comprar un millón de toneladas en los siguientes cuatro años, además de apoyar a la revolución con créditos y suministros de petróleo y otras materias primas.

En septiembre de 1960, Fidel Castro regresó a Estados Unidos para intervenir en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue otra visita memorable. Tras marcharse de su hotel por el aumento astronómico de las tarifas, decidió alojarse en el barrio negro de Harlem, donde disfrutó de un recibimiento entusiasta.

Fidel Castro y el revolucionario Camilo Cienfuegos antes de disputar un partido de béisbol.

Fidel Castro y el revolucionario Camilo Cienfuegos antes de disputar un partido de béisbol. Dominio público.

Los periódicos norteamericanos aseguraban que los cubanos utilizaban su alojamiento para realizar orgías sexuales, pero Castro aprovechaba para recibir visitas importantes, como la del líder negro Malcolm X, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru o Nikita Jruschov, mandatario de la Unión Soviética.

Desde la perspectiva del gobierno norteamericano, estaba claro que la isla había ido a peor. Batista podía ser un tirano, pero al menos era un aliado. Castro, en cambio, se había convertido en un enemigo peligroso. Lo cierto es que la Casa Blanca alentó desde el mismo triunfo de la revolución operaciones clandestinas para forzar un cambio de gobierno en La Habana, sin dar oportunidad a que fructificara la vía diplomática.

Por orden de Eisenhower, la CIA se encargó de organizar y entrenar militarmente a los exiliados cubanos. Era el primer paso que conduciría, en 1961, al desastroso episodio de Bahía de Cochinos, ya bajo mandato de Kennedy, en el que un contingente anticastrista fracasó estrepitosamente en su intento de invasión de la isla. Alejado entonces de cualquier simpatía por Fidel Castro, JFK le acusaba de traicionar los nobles principios democráticos de la revolución para instaurar una dictadura.

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Tráiler de 'Da 5 Bloods', la película de Spike Lee para Netflix ...Que recuerde, no he reseñado películas en esta bitácora, pero acabo de ver una que lo amerita. Se trata del largometraje de Spike Lee  Da 5 Bloods. A través de la historia de cuatro veteranos negros que regresan a Vietnam en búsqueda de un tesoro y de los restos de un camarada, Lee enfoca de forma genial la inmoralidad de la intervención estadounidense en Indochina. Claramente enmarcada en el contexto actual de conflicto racial en Estados Unidos, esta película nos muestra, como bien señala unos de sus personajes, el impacto en cuatro veteranos -y sus allegados y familiares- de una guerra en la que pelearon en «defensa» de derechos que como afroamericanos, ellos no tenían.

Norberto Barreto Velázquez,PhD

Lima 5 de agosto de 2020

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A People’s History of Muslims in the United States Zinn Education Project
What school textbooks and the media miss
By Alison Kysia

When I teach history related to Islam or Muslims in the United States, I begin by asking students what names they associate with these terms. The list is consistent year after year: Malcolm X, Elijah Muhammad, and Muhammad Ali.

ali_newspaper_vietnamprotest_caption2All of these individuals have affected U.S. history in significant ways. If we take a step back and look at the messages these figures communicate about Muslims in U.S. history, we see a story dominated by men and by the Nation of Islam. Although important, focusing solely on these stories leaves us with a skewed view of Muslims in U.S. history. Even these examples are a stretch. Most of my students reference 9/11 as the first time they heard of Muslims.

Mainstream textbooks do little to correct or supplement the biases that students learn from the media. These books distort the rich and complex place of Muslims throughout U.S. history. For example, Malik El-Shabazz (consistently referred to first by the name Malcolm X rather than the name he chose for himself before his assassination) is framed as the militant, angry black man, the opposite of the Christian, nonviolent Martin Luther King Jr. Muhammad Ali is another popular representative of Muslims in U.S. history textbooks but is misrepresented through the emphasis on his boxing career rather than his anti-racist activism against the Vietnam War.

blackcresent9780521600798Muslims have been part of our story from the beginning. For example, although U.S. history textbooks wouldn’t dare leave out the sanitized story of Christopher Columbus, they fail to include the Muslim-led revolt against his son, Diego, on Dec. 25, 1522. Armed with the machetes they used to cut cane, these rebels, including enslaved West African Muslims, succeeded in killing a number of colonial settlers before the insurrection was quelled; of the 15 bodies recovered, nine were Europeans. As Michael Gomez explains in Black Crescent: The Experience and Legacy of African Muslims in the Americas, Muslims were among the first to resist the colonialists. In fact, colonial authorities had long seen these “Moors” as a threat. According to Sylviane Diouf, author of Servants of Allah: African Muslims Enslaved in the Americas, colonial documents between the Crown and conquistadors describe enslaved Muslims as “arrogant, disobedient, rebellious, and incorrigible.” Diouf writes that no fewer than five decrees were issued against these rebels in the first 50 years of colonization. Records from as early as 1503 confirm a request by Nicholas de Ovando, the governor of Hispaniola, to Queen Isabella asking her to restrict further shipment of enslaved Muslims because they were “a source of scandal to the Indians, and some had fled their owners.” It’s essential that students know that resistance to colonial domination has always been a part of our history—and Muslims played a role in this resistance from the earliest days.

Advertisements for people escaping slavery included names like Moosa or Mustapha, common names even among Muslims today. According to Gomez, in 1753 Mahamut (one of many spellings of Muhammad) and Abel Conder challenged the legality of their enslavement through a petition to the South Carolina government “in Arabick.” Similarly, in 1790 a number of formerly enslaved people originally from Morocco—referred to as free Moors—likewise petitioned South Carolina to secure equal rights with whites.

U.S. history textbooks generally present “slaves” as a monolithic group, absent of history, culture, and scholarship. But stories of the Muslim presence in the early United States give examples of the rich multicultural diversity among enslaved Africans.

Mahammed-Ali-ben-Said_captionAlthough most of the first Muslims in the United States were brought as slaves, some came as free men. Mohammed Ali b. Said, or Nicholas Said, fought in the Civil War. He was born around 1833 in the Islamic state of Bornu near Lake Chad. He was enslaved around 1849 and sold numerous times throughout the Middle East, Russia, and Europe. He traveled to the United States as a free man in 1860 and became a teacher in Detroit. Said joined the 55th Regiment of Massachusetts Colored Volunteers and served in the Union Army until 1865.

Nagi_Daifullah_captionMuslims are also part of the rich history of resistance to Jim Crow. In the 1920s, P. Nathaniel Johnson, who changed his name to Ahmad Din, led a multiracial integrated mosque in St. Louis. The Ahmadiyya Muslim community in the United States (followers of Mirza Ghulam Ahmad, who began an Islamic renewal movement in India in 1889) vocally opposed segregation, supported Marcus Garvey’s UNIA (Universal Negro Improvement Association), and included articles in their newspaper, The Moslem Sunrise, criticizing U.S. racism.

Muslims also participated in union activism. One of them was Nagi Daifallah, a Yemeni Muslim farmworker murdered for his participation in the 1973 California grape strike. Nagi was an active member of the UFW (United Farm Workers of America). On Aug. 15, Nagi joined a weeks-long strike in Lamont, Calif., where he worked at the nearby El Rancho Farms. Fifteen strikers met early that morning at the Smokehouse Café when Kern County Sheriff’s Department Deputy Gilbert Cooper arrived to harass the workers. The deputy targeted Nagi, who tried to run away. Cooper ran after him and smashed Nagi in the head with a long five-cell metal flashlight. Nagi’s spinal cord was severed from his skull. Two sheriff’s deputies picked Nagi up by the wrists and dragged him for 60 feet, taking no care to protect his head, which repeatedly hit the pavement, and then dumped him in the gutter. Deputies arrested workers who attempted to help Nagi, and he died shortly thereafter.

sarsour_arrested_wcaption3U.S. Muslims today continue the legacy of a people’s history. Linda Sarsour, executive director of the Arab American Association of New York, is an outspoken critic of stop-and-frisk and proponent of immigration reform—she was arrested in October 2013 at the national immigration reform protest in Washington, D.C. She is also at the forefront of protests against the NYPD and CIA-sponsored secret surveillance program against Muslims that began in 2001. Not only is Sarsour’s nonprofit one of the organizations targeted by the illegal spying program, so too is her children’s soccer league. The NYPD included the league in its community outreach program until further investigation found that the NYPD’s involvement was simply a way to spy on the community. As Sarsour explains in a Democracy Now!interview, “[W]hat it does is it creates psychological warfare in our community.” Considering the fact that Muslims have been routinely disappeared by the U.S. government since 9/11, her willingness to stand up to the NYPD and CIA is even more courageous.

Students need these stories of Muslims throughout U.S. history in order to talk back to the dominant media stereotypes of Muslims aslying, violent, brown foreigners. If we gave students the historical examples in this article and more, they would realize that the history of Muslims in the United States is not limited to 9/11 and, in fact, spans from the late 15th century through today.


alison_kysiaAlison Kysia has taught history at Northern Virginia Community College-Alexandria for six years. She is a Zinn Education Project Program Associate at Teaching for Change. This article is part of the Zinn Education Project If We Knew Our History series.

 

Photo/image credits:

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