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Posts Tagged ‘Alexander Hamilton’

Hoy tengo el gran honor de compartir un trabajo del compatriota y colega  Pablo L. Crespo Vargas.  Se trata de un análisis de la primera gran crisis doméstica que enfrentó la joven república estadounidense, la rebelión del whisky.  Por causas que el Dr. Crespo explica muy  bien, en 1794 se registró una rebelión de granjeros que fue sofocada por el propio George Washington. La importancia de esta rebelión ha sido reconocida por la historiografía, que la ha interpretado como la primera prueba de la autoridad del gobierno federal estadounidense. Esta rebelión permitió al  nuevo gobierno confirmar y afirmar su poder  de recaudar  impuestos que afectaran a los ciudadanos en todos los estados. También sirvió al gobierno federal para consolidar su derecho de aprobar y hacer cumplir las leyes a nivel nacional.

El Dr. Crespo posee una Maestría y un Doctorado de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Su tesis de Maestría obtuvo el primer premio para ensayo crítico e investigativo otorgado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña.  Se ha desempeñado como maestro del Departamento de Educación de Puerto Rico y como como profesor adjunto en la Universidad Interamericana de Puerto Rico (Recinto de San Germán y  Recinto Metro).  No puedo dejar de destacar el gran trabajo que ha realizado como parte del excelente proyecto del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Coloqueo. Con más de 200 episodios, Coloqueo se ha convertido una  importantísima plataforma de promoción de la cultura y la historia puertorriqueña.

Sus áreas de investigación son diversas, pues abarcan la investigación antropológica, arqueológica, etnográfica, histórica y folclórica.  Es autor de El demonismo en el Caribe hispano: Primera mitad del siglo XVII (2014) y de La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano, 1610-1632 (2018). Para terminar,  Crespo es el creador y administrador de la bitacora Akelarre: Historia y ficción, «un espacio literario donde se combinan dos de sus principales géneros: la narrativa y análisis histórico y la narrativa de ficción.» 


La insurrección del whiskey

Pablo L. Crespo Vargas

Akelarre: Historia y ficción    30 de setiembre de 2022

El 27 de julio de 1791, a los dos años y cuatro meses de haber comenzado la presidencia de George Washington, un grupo de ciudadanos se reunió en las facilidades del antiguo fuerte Piedra Roja en el condado de Fayette en Pensilvania para organizar las acciones a tomar en cuanto a la ley federal que le impuso un impuesto a las bebidas alcohólicas. Los protestantes a esta política argumentaban que la guerra de independencia se había luchado, entre varias cosas, por las imposiciones financieras que el gobernante continuamente establecía.

A partir de ese momento se realizaron una serie de protestas pacíficas que no dieron el resultado esperado más allá de la reducción de un centavo en el impuesto. De manera inicial, el arbitrio según la categoría de producción era de 6 a 9 centavos por galón, favoreciendo a las grandes destilerías. Las autoridades federales fueron agresivas, especialmente con los pequeños productores quienes tenía que pagar las cuotas más altas, ya que su volumen tendía a dejar menos ganancia.

Dado a que la resistencia pacífica no dio frutos, los protestantes comenzaron a atacar a los encargados de la recolección de impuestos. El resultado fue que entre 1791 y 1793, en muchos de los condados de Pensilvania no se cobró el gravamen. Alexander Hamilton propuso una intervención militar para acabar con las protestas y restablecer el pago de impuestos, sin embargo, desde la procuraduría general federal se opusieron a esta medida.

George Washington and the Whiskey Rebellion - Owlcation

En Pensilvania al conocerse las intenciones de Hamilton se comenzó a organizar una milicia que estuvo dispuesta a luchar en contra de la imposición federal. Los primeros ataques fueron dirigidos hacia los recolectores de impuestos, quienes eran golpeados y expulsados de distintos condados. Luego, los principales empresarios de la producción de alcohol, quienes apoyaban la medida del gobierno ya que al final acapararían con la competencia de los pequeños productores, también fueron atacados.

Las tensiones continuaron, el gobierno federal ya no tuvo dudas de intervenir militarmente. El 15 y 16 de julio de 1794 se dio un enfrentamiento que fue llamado la batalla de Bower Hill (Pensilvania) entre 600 protestantes que trataron de capturar a un alguacil federal que se refugió en la residencia del general John Neville, líder de los empresarios productores de alcohol, y quien respondió con la ayuda de fuerzas federales (alguaciles y tropas) y su personal de seguridad, incluyendo a sus esclavos. En la batalla murió uno de los líderes insurrectos, dos protestantes y un soldado federal.

Para agosto, a las filas de los protestantes se le habían unido unas 7,000 personas que se encontraban incómodos con la desigualdad social en que estaban viviendo. En su mayoría eran personas que no tenían hogares o tierras propias. El presidente Washington reacción enviando a un equipo de negociadores, a la vez que preparó una respuesta militar a la situación. Se convocaron a las milicias de varios estados. En total, se federalizaron 13,000 tropas. En Maryland hubo una protesta en contra de de movilizar soldados locales y el gobierno terminó arrestando a sobre 150 personas. En otros lugares de Pensilvania hubo enfrentamientos entre tropas y civiles, los cuales terminaron con la muerte de al menos 4 ciudadanos y el arresto de 2 militares que se excedieron en el uso de la fuerza.

El presidente Washington dirigió a las tropas convocadas en una muestra de poder militar dirigido a desalentar a los insurrectos. Esto tuvo su efecto, ya que según las fuerzas militares avanzaron los focos de protesta se fueron apagando. Muchos de los insurrectos fueron arrestados, aunque solo a diez de ellos se les enjuició en las cortes federales. Al menos dos fueron ahorcados por sedición.

Para más detalles, recomendamos las siguientes lecturas:

Carol Berkin, A Sovereign People: The Crises of the 1790s and the Birth of American Nationalism, New York, Basic Books, 2017.

Robert W. Coakley, The Role of Federal Military Forces in Domestic Disorders: 1789-1878, Washington, Centro de Estudios Militares, 1996.

Thomas P. Slaughter, The Whiskey Rebellion: Frontier Epilogue to the American Revolution, New York: Oxford University Press, 1986.

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El Gilder Lehrman Institute anuncia los seminarios para maestros de escuela que estará ofreciendo en los meses de junio y julio. Entre ellos podemos mencionar los siguientes: colonización y exploración (Dr. John Fea), la revolución americana (Dra. Carol Berkin), la ilustración nortemericana (Dr. Caroline Winterer), la era revolucionaria (Dr. Denver Brunsman) y los negros durante la república temprana (Dr. James G. Basker).

Quienes estén interesados en estos seminarios deben ir aquí.


 

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HNN  August 3, 2014

 

Before leading her nation into default on its sovereign debt for the second time in twelve years, Argentina’s President Cristina Fernandez de Kirchner might profitably have examined the work of America’s first Treasury Secretary, Alexander Hamilton, when he faced a debt crisis.

In 1789, the new government of the United States confronted a tower of “sovereign debt.”  In a nation with only three fledgling banks and a rudimentary financial structure, the debts of state and national governments totaled roughly 40 percent annual economic output.  The national government had no revenues other than funds voluntarily contributed by states.  When the Massachusetts state government raised taxes to pay down its debts, thousands of armed citizens marched on the federal arsenal in Springfield in Shays’ Rebellion of 1786.

The American debts accrued during eight years of Revolution against the British Empire.  The debt instruments ranged from formal loan papers, to largely worthless paper currency, to scribbled receipts for seized supplies or soldier pay, to “indents” for missed interest payments.  For four years before 1789, no American government had paid interest on its debts.

The new Treasury Secretary, a 32-year-immigrant from the Caribbean, confronted a wildly unstable financial market when he took office.  As with Argentine debt in recent years, the value of American debt paper had been driven down to 20 percent of face value or less.

Canny investors – including Abigail Adams, wife of new Vice President John Adams – were snapping up those bargains, betting that the new government would have to make good on the debts.

Investors’ agents carried satchels of cash to Southern and Western communities, sweeping up debts while sometimes misleading the sellers about the political situation.  A congressmen traveling to New York passed two express riders headed south with money for speculation; a financier sent two ships to South Carolina with goods and cash for buying military certificates.  The atmosphere in New York, then the center of government and of speculation , grew feverish.  James Madison referred disdainfully to the prevailing “avidity for stock.”

The questions swirled, reinforcing  all that was speculation.  Would Hamilton honor all of the debts of the national government?  Would he assume the debts of the state governments?  Would he pay the face value of the debt?  Would he pay in hard money or create a new shaky paper currency?  What interest would he pay?  What schedule for redemption?

In early January 1790-, after only four months on the job, Hamilton issued his “Report on Public Credit.”  With the implicit backing of President George Washington, he proposed to repay all the federal debt and all the state debts, and to do so with hard money.  The redemption periods would be long and some of the interest rates would be reduced.  Only current holders of the debt would be paid.  For most speculators, the result would be a bonanza.

Speculation continued for eight long months later, until Congress largely adopted Hamilton’s plan.

Some opposed Hamilton’s scheme.  It rewarded wealthy speculators and gave nothing to the poor soldiers and farmers who had sold their government IOUs for pennies on the dollar.  America, James Madison complained, was erecting monuments of gratitude “not to those who saved her liberties, but to those who had enriched themselves in her funds.”

But Hamilton’s hardheaded approach established the credit of both the national and state governments.  The United States prospered on that solid foundation.

Argentina today, in contrast, denounces as vultures” those speculators who scooped up Argentine debt at dramatically discounted prices.  Having failed to come to terms with them, Argentina defaults and its markets tumble.   That’s not how Alexander Hamilton did it.

David O. Stewart is the author of «Madison’s Gift: Five Partnerships that Built America,» which will be released by Simon & Schuster in February 2015. His other books include «The Summer of 1787: The Men Who Invented the Constitution» and «American Emperor: Aaron Burr’s Challenge to Jefferson’s America.»

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