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Archive for the ‘Nueva York’ Category

Este año se cumplen veinte años del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentagono. Este es, sin lugar a dudas, uno de los eventos más trascendentales de este siglo, pues se siguen sintiendo sus consecuencias, directas e indirectas. Por ello no debe ser una sorpresas que tal hito capte la atención de las instituciones académicas y de investigación, los «think tanks», los medios y la sociedad civil tanto en Estados Unidos como otros países. Una de esas instituciones es el Gilder Lehrman Institute que, en unión al 9/11 Memorial and Museum y el History Channelrealizará una serie de interesantes actividades en conmemoración de los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2001.


Defining images from the 9/11 attacks | Reuters.com

Una colaboración con HISTORY en la programación especial del 9/11

El 9/11 Memorial and Museum y el Gilder Lehrman Institute (GLI) se enorgullecen de colaborar con   el History Channel en un proyecto que analiza el camino que condujo a los trágicos eventos del 11 de septiembre de 2001. Este proyecto forma parte la cobertura de HISTORY del vigésimo aniversario del 9/11, que también incluye un proyecto del Museo del 9/11, otro colaborador frecuente de GLI.

Hay tres componentes en el trabajo que GLI está haciendo en conjunto con la programación del History Channel:

Domingo, 29 de agosto: HISTORY Sponsors 9/11 Book Breaks Special:  The Only Plane in the Sky Book Breaks, nuestra popular exploración semanal de libros de los principales historiadores estadounidenses, estará dedicada al libro seminal de Garrett Graff  The Only Plane in the Sky: An Oral History of 9/11.

The Only Plane in the Sky: The Oral History of 9/11 | Sarajevo Publishing

Regístrese aquí para asistir.

El largo camino hacia el 9/11: una línea de tiempo digital

La línea de tiempo cuenta la historia de la política exterior entre Estados Unidos y Oriente Medio y veinticinco eventos que condujeron a los ataques del 9/11 y la respuesta de estados Unidos, a partir de 1932. La línea de tiempo estará en el sitio web del Instituto Gilder Lehrman y vinculada desde el sitio web de HISTORY. Ha sido creado para ser utilizado por maestros, estudiantes y el público en general para ayudar a dar sentido a los eventos que afectaron las relaciones entre los Estados Unidos y el Medio Oriente que conducen al 9/11, cubriendo todo, desde la formación de Arabia Saudita y las primeras preocupaciones de los Estados Unidos sobre el petróleo hasta el ataque de Al Qaeda en 2000 contra el USS Cole.

Focos en dos fuentes primarias

Dos documentos fundamentales sobre la participación de Estados Unidos en el Medio Oriente se destacarán como parte de nuestra exploración de la historia del 9/11:

  • George H. W. Bush, Discurso a la Nación anunciando la acción militar aliada en el Golfo Pérsico, 16 de enero de 1991,en el que el presidente George H. W. Bush anunció el comienzo de la campaña militar para poner fin a una ocupación iraquí del vecino KuwaitGeorge H. W. Bush Announces Start of Persian Gulf War - HISTORY
  • Telegrama del Departamento de Estado de los Estados Unidos, «Anuncio del presidente sobre Irán», 8 de abril de 1980,en el que el presidente Jimmy Carter anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Irán como resultado de la crisis de rehenes de 1979-1981.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Me acabo de leer un libro fascinante, Ten Days in Harlem. Fidel Castro and the Making of the 1960s (Faber and Faber, 2020). Su autor, Simon Hall, enfoca la visita de Fidel Castro a Nueva York en setiembre de 1960 para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas de ese año. Durante los diez días que el jefe supremo de la Revolución Cubana estuvo en la Gran Manzana, hospedado en un hotel en Harlem,  provocó más de un dolor de cabeza a las autoridades estadounidenses.

Hall, quien es profesor en la School of History de la University of Leeds, hace un trabajo excelente en este libro, que además está muy bien escrito. Citando a la historiadora afroestadounidense Brenda Gayle Plummer, Hall cataloga la visita de Castro como «a Cold War watershed» (un momento decisivo de la guerra fría). Su viaje colocó al cubano en la escena mundial, convirtiéndole en líder y símbolo del  antimperialismo. En los díez días que estuvo en Nueva York, Castro se reunió con Nehru, Nkrumah, Nasser, Kruschev y Malcom X, y recibió, además,  las simpatías de miles de niuyorquinos. Su visita fue un éxito de relaciones públicas. Su estadía sirvió también para consolidar una relación más estrecha con la Unión Soviética. Fue claro para todos los que lo observaron la camaradería y respeto mutuo  entre Castro y Khruschev.  Su estadía en un hotel de Harlem, barrio de población mayoritariamente negra y pobre, expusó el problema del racismo en Estados Unidos. Según Hall, la visita de Castro «inspiró la adulación de una Nueva Izquierda emergente y ayudó a iniciar una nueva década de tumulto político, social y cultural de una manera apropiadamente irreverente, rebelde y anárquica.» (Mi traducción.) 

49639352. sy475 Para las autoridades estadounidenses, quienes hubieran preferido no tener de visita a Castro, la estadía del líder cubano acabó de convencerles de que era necesaria su remoción, lo que aceitó la maquinaria burocrática que llevaría al fiasco de Bahía de Cochinos en abril de 1961.

Para quienes analicen los años 1960,  el llamado Global South, la revolución cubana y las relaciones de Estados Unidos y América Latina, este libro debe ser lectura obligada. El trabajo de Hall sirve también de llamada de atención a una interesante historiografía sobre Estados Unidos desarrollada por académico británicos.

Comparto con mis lectores este ensayo escrito por el historiador Francisco Martínez Hoyos analizando las visitas que realizó Castro a Estados Unidos en 1959 y 1960.

Quienes estén interesado en el libro de Hall pueden escuchar una entrevista suya publicada en la New Books Network en setiembre de 2020.


Desde su independencia de España en 1898, Cuba vivió sometida a una humillante dependencia de los “gringos”, hasta el punto de ser considerada su patio trasero. La película El Padrino II refleja bien cómo, en la década de 1950, los gángsters estadounidenses tenían en la isla su propio paraíso. Gracias a sus conexiones con el poder, la mafia realizaba suculentos negocios en la hostelería, el juego y la prostitución. Miles de turistas llegaban dispuestos a vaciar sus bolsillos a cambio de sol, sexo y otras emociones fuertes en los casinos y los clubes que se multiplicaban sin control por La Habana.

El historiador Arthur M. Schlesinger Jr., futuro asesor del gobierno de Kennedy, se llevó una penosa impresión de la capital caribeña durante una estancia en 1950. Los hombres de negocios habían transformado la ciudad en un inmenso burdel, humillando a los cubanos con sus fajos de billetes y su actitud prepotente.

Cuba estaba por entonces en manos del dictador Fulgencio Batista, un hombre de escasos escrúpulos al que no le importaba robar ni dejar robar. Una compañía de telecomunicaciones estadounidense, la AT&T, le sobornó con un teléfono de plata bañado en oro. A cambio obtuvo el monopolio de las llamadas a larga distancia.

Barrio marginal de La Habana en 1954, junto al estadio de béisbol y a un cartel de un casino de juego.

Barrio marginal de La Habana en 1954, junto al estadio de béisbol y a un cartel de un casino de juego.
 Dominio público

Para acabar con la corrupción generalizada y el autoritarismo, el Movimiento 26 de Julio protagonizó una rebelión que el régimen, pese a la brutalidad de su política represiva, fue incapaz de sofocar. Tenía en su contra a los sectores progresistas de las ciudades, en alianza con los guerrilleros de Sierra Maestra, dirigidos por líderes como Fidel Castro o el argentino Ernesto “Che” Guevara.

Se ha tendido en muchas ocasiones a presentar la revolución antibatistiana como el fruto de una intolerable opresión económica. En realidad, el país era uno de los más avanzados de América Latina en términos de renta per cápita o nivel educativo, aunque los indicadores globales ocultaban las fuertes desigualdades entre la ciudad y el campo o entre blancos y negros. Las verdaderas causas del descontento hay que buscarlas más bien en el orden político. Entre los guerrilleros predominaba una clase media que aspiraba a un gobierno democrático, modernizador y nacionalista.

Entre la opinión pública norteamericana, Fidel disfrutó en un principio del estatus de héroe, en gran parte gracias a Herbert Matthews, antiguo corresponsal en la Guerra Civil española, que en 1957 consiguió entrevistarle. Matthews, según el historiador Hugh Thomas, transformó al jefe de los “barbudos” en una figura mítica, al presentarlo como un hombre generoso que luchaba por la democracia. De sus textos se desprendía una clara conclusión: Batista era el pasado y Fidel, el futuro.

Happy New Year

A principios de 1959, la multitud que celebraba la llegada del año nuevo en Times Square, Nueva York, acogió con alegría la victoria de los guerrilleros cubanos. El periodista televisivo Ed Sullivan se apresuró a viajar a La Habana, donde consiguió entrevistar al nuevo hombre fuerte. Había comenzado el breve idilio entre la opinión pública norteamericana y el castrismo.

Poco después, en abril, el líder revolucionario realizó una visita a Estados Unidos, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos. Ello creó un problema protocolario, ya que la Casa Blanca daba por sentado que ningún jefe de gobierno extranjero iba a visitar el país sin invitación oficial. Molesto, el presidente Eisenhower se negó a efectuar ningún recibimiento y se marchó a jugar al golf.

Fidel Castro firma como primer ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959.

Fidel Castro firma su nombramiento como primer ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959. Dominio público

En esos momentos, sus consejeros estaban divididos respecto a la política a seguir con Cuba. Unos defendían el reconocimiento del nuevo gobierno; otros preferían aguardar a que se definiese la situación. ¿Qué intenciones tenía Castro? ¿No sería, tal vez, un comunista infiltrado?

Parte de la opinión pública norteamericana, sin embargo, permanecía ajena a esos temores. Algunos periódicos trataron con cordialidad al recién llegado, lo mismo que las principales revistas. Look y Reader’s Digest, por ejemplo, le presentaron como un moderno Robin Hood.

El senador demócrata John F. Kennedy, futuro presidente, le consideraba el continuador de Simón Bolívar por encarnar un movimiento antiimperialista, reconociendo así que su país se había equivocado con los cubanos al apoyar la sangrienta dictadura batistiana. Entre los intelectuales existía un sentimiento de fascinación similar.

Muchos norteamericanos supusieron que el líder latinoamericano buscaba ayuda económica. Fidel, sin embargo, proclamó en público su voluntad de no mendigar a la superpotencia capitalista: “Estamos orgullosos de ser independientes y no tenemos la intención de pedir nada a nadie”. Sus declaraciones no podían interpretarse al pie de la letra. Sabía sencillamente que no era el momento de hablar de dinero, pero había previsto que un enviado suyo, quince días después, presentara a la Casa Blanca su demanda de inversiones.

En su opinión, ese era el camino para promover el desarrollo industrial, algo totalmente imposible sin el entendimiento con el coloso norteamericano. De ahí que insistiera, una y otra vez, en que no era partidario de las soluciones extremas: “He dicho de forma clara y definitiva que no somos comunistas”.

Ofensiva de encanto

Allí donde iba, Fidel generaba la máxima expectación. En las universidades de Princeton y Harvard sus discursos le permitieron meterse en el bolsillo a los estudiantes. En el Central Park de Nueva York, cerca de cuarenta mil personas siguieron atentamente sus palabras. No hablaba un buen inglés, pero supo ganarse al público con algunas bromas en ese idioma. De hecho, todo su viaje puede ser entendido como una “ofensiva de encanto”, en palabras de Jim Rasenberger, autor de un estudio sobre las relaciones cubano-estadounidenses. Castro, a lo largo de su visita, no dejó de repartir abrazos entre hombres, mujeres y niños.

Fidel Castro en la asamblea de la ONU en 1960.

Fidel Castro en la asamblea de la ONU en 1960.
 Dominio público

El entonces vicepresidente, Richard Nixon, se encargó de sondear sus intenciones en una entrevista de dos horas y media, en la que predicó al jefe guerrillero sobre las virtudes de la democracia y le urgió a que convocara pronto elecciones. Fidel escuchó con receptividad, disimulando el malestar que le producía la insistencia en si era o no comunista. ¿No era libre Cuba de escoger su camino? Parecía que a los norteamericanos solo les importara una cosa de la isla, que se mantuviera alejada del radicalismo de izquierdas.

Según el informe de Nixon acerca del encuentro, justificó su negativa a convocar comicios con el argumento de que su pueblo no los deseaba, desengañado por los malos gobernantes que en el pasado habían salido de las urnas. A Nixon Castro le pareció sincero, pero increíblemente ingenuo acerca del comunismo, si es que no estaba ya bajo su égida. Creía, además, que no tenía ni idea de economía. No obstante, estaba seguro de que iba a ser una figura importante en Cuba y posiblemente en el conjunto de América Latina. A la Casa Blanca solo le quedaba una vía: intentar orientarle “en la buena dirección”.

Desde entonces se ha discutido mucho sobre quién provocó el desencuentro entre Washington y La Habana. ¿Los norteamericanos, con su política de acoso a la revolución? ¿Los cubanos, al implantar un régimen comunista, intolerable para la Casa Blanca en plena Guerra Fría?

El envenenamiento

La “perla de las Antillas” constituía un desafío ideológico para Estados Unidos, pero también una amenaza económica. Al gobierno cubano no le había temblado el pulso a la hora de intervenir empresas como Shell, Esso y Texaco, tras la negativa de estas a refinar petróleo soviético. Los norteamericanos acabarían despojados de todos sus intereses agrícolas, industriales y financieros. Las pérdidas fueron especialmente graves en el caso de los jefes del crimen organizado, que vieron desaparecer propiedades por un valor de cien millones de dólares.

Como represalia, Eisenhower canceló la cuota de azúcar cubano que adquiría Estados Unidos. Fue una medida inútil, porque enseguida los soviéticos acordaron comprar un millón de toneladas en los siguientes cuatro años, además de apoyar a la revolución con créditos y suministros de petróleo y otras materias primas.

En septiembre de 1960, Fidel Castro regresó a Estados Unidos para intervenir en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue otra visita memorable. Tras marcharse de su hotel por el aumento astronómico de las tarifas, decidió alojarse en el barrio negro de Harlem, donde disfrutó de un recibimiento entusiasta.

Fidel Castro y el revolucionario Camilo Cienfuegos antes de disputar un partido de béisbol.

Fidel Castro y el revolucionario Camilo Cienfuegos antes de disputar un partido de béisbol. Dominio público.

Los periódicos norteamericanos aseguraban que los cubanos utilizaban su alojamiento para realizar orgías sexuales, pero Castro aprovechaba para recibir visitas importantes, como la del líder negro Malcolm X, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru o Nikita Jruschov, mandatario de la Unión Soviética.

Desde la perspectiva del gobierno norteamericano, estaba claro que la isla había ido a peor. Batista podía ser un tirano, pero al menos era un aliado. Castro, en cambio, se había convertido en un enemigo peligroso. Lo cierto es que la Casa Blanca alentó desde el mismo triunfo de la revolución operaciones clandestinas para forzar un cambio de gobierno en La Habana, sin dar oportunidad a que fructificara la vía diplomática.

Por orden de Eisenhower, la CIA se encargó de organizar y entrenar militarmente a los exiliados cubanos. Era el primer paso que conduciría, en 1961, al desastroso episodio de Bahía de Cochinos, ya bajo mandato de Kennedy, en el que un contingente anticastrista fracasó estrepitosamente en su intento de invasión de la isla. Alejado entonces de cualquier simpatía por Fidel Castro, JFK le acusaba de traicionar los nobles principios democráticos de la revolución para instaurar una dictadura.

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Comparto esta interesante nota del Dr. Raúl César Cancio Fernández, publicada en Diálogo Atlántico, blog del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá de Henares, analizando el papel histórico que ha jugado una pequeña isla en la ciudad de Nueva York. Desde el siglo XIX, esta isla conocida como Heart Island ha servido de «recurso escatólogico», es decir, donde se han enterrado aquellos quen han muerto en la Gran Manzana de enfermedades  contagiosas y cuyos cuerpos no fueron reclamados por algún familiar.

Espero que sea de interés de mis lectores.


NY's Hart Island and coronavirus: ''A meaningful place in a dark ...

H(e)art Island, una historia descorazonadora

Dr. Raúl César Cancio Fernández

Diálogo Atlántico    9 de julio de 2020

La última tierra para los apestados a los que nadie quiere. Esa es la estremecedora realidad de las cincuenta hectáreas de roca en medio del ventoso Estrecho de Long Island y a menos de un kilómetro de los pintorescos restaurantes de langosta de City Island que, de nuevo, una epidemia ha sacado a la luz. Existen diferentes teorías sobre los orígenes del nombre de la isla; según una de ellas, los cartógrafos británicos la bautizaron Heart Island, la Isla del Corazón, en 1775 debido a su forma, diluyéndose la “e” con el paso del tiempo. Nunca un topónimo fue más inadecuado, y es que es terriblemente descorazonadora la historia de esta isla de los olvidados.

Mientras que en ciudades de todo el mundo se han tenido que habilitar morgues provisionales en todo tipo de instalaciones –pistas de hielo en Madrid– para hacer frente a la espantosa e inopinada mortalidad provocada por el SARS-CoV-2, la ciudad de Nueva York dispone, trágicamente y desde hace más de un siglo, de un recurso escatológico insular. Algunos de los más de 10 000 fallecidos en esa ciudad a causa del virus, aquellos a quienes nadie ha reclamado, descansan ya en las fosas comunes de Hart Island, como lo hiciera Louisa Van Slyke en 1869, la primera inhumación en la isla, una joven de veinticuatro años que murió a causa de la tuberculosis, la temida peste blanca. Al año siguiente, cuando un brote de fiebre amarilla arrasó la ciudad, las instalaciones existentes en la isla se emplearon también para colocar en cuarentena a las personas infectadas.

Poco más de un siglo después, en el año 1985, otra enfermedad mortal atrajo nueva y dramáticamente la atención del islote. El miedo y la incertidumbre acerca del sida generó que las funerarias de la ciudad cerraran sus puertas a quienes sucumbían ante el VIH, y en los primeros días de la epidemia, diecisiete víctimas de la nueva enfermedad fueron enterradas en el extremo sur de la isla. Después llegarían muchas más, convirtiendo Hart Island en el cementerio más grande del país para víctimas del sida.

A pesar de que hay más de un millón de personas enterradas en Hart Island, lo cierto es que antes que cementerio público, fue otras muchas cosas: lugar de acantonamiento para el 31st Infantry Regiment  (US Colored Troops) y campo para prisioneros confederados durante la Guerra de Secesión; en 1885 se construyó The Pavillion, una instalación que se usó como hospital psiquiátrico para mujeres, tuberculario, escuela industrial y reformatorio para menores. En los años veinte hubo incluso un proyecto inmobiliario frustrado impulsado por el especulador Salomon Riley, una suerte de Negro Coney Island, con salones de baile, ferias, hoteles y un vistoso boardwalk marítimo, llegando a adquirir sesenta vapores para la operación. Finalmente, el gobierno estatal expresó su preocupación por la proximidad a la zona recreativa diseñada tanto de la cárcel de Rikers como de un hospital, rechazando finalmente el proyecto e indemnizando a Riley con 144 000 dólares por la expropiación de los terrenos. Posteriormente se empleó la isla para instalar barracones disciplinarios durante la II Guerra Mundial; albergue para indigentes en la posguerra; centro de desintoxicación de drogodependientes adscrito a la vecina prisión de Rikers en los años sesenta y hasta un silo de misiles MIM-3 Nike Ajax en plena Guerra Fría.

Hart Island (Bronx) - Wikipedia

Actualmente, el acceso a la isla está restringido y controlado por el Departamento Correccional y Penitenciario de Nueva York, que opera un servicio de transbordadores con frecuencia discrecional, con severas y restringidas cuotas para las visitas, practicándose las inhumaciones por internos del centro penitenciario del propio Rikers.

Desde hace unos años, funciona en este ámbito el Proyecto Hart Island, una organización pública de naturaleza benéfica cuyo objeto es mejorar tanto la política de acceso a la isla, como la simplificación de los requisitos para consultar los registros mortuorios, de forma que sea más eficaz y transparente. Incluso ha habido diversas propuestas legislativas tendentes a transferir la jurisdicción de la isla desde el Departamento de Prisiones al de Parques, y así facilitar el acceso público a Hart Island. Iniciativas, en fin, todas ellas encaminadas a mantener el recuerdo de este damasiano millón de cadáveres. Desde Hart Island, los allí enterrados nos dicen lo mismo que el espíritu del rey Hamlet le pedía a su hijo: Adieu, adieu, adieu, Remember me…

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seguridad-colectiva-chrysler-building1El edificio Chrysler es una joya arquitectónica de la ciudad de Nueva York. Con sus 300 metros de altura, el Chrysler se levanta majestuoso con su estilo art déco, como uno de los símbolos de la Gran Manzana. El Chrysler fue construido al comienzo de la Gran Depresión por cientos de trabajadores que luego de inaugurado cayeron en el olvido.

La revista digital Aeon comparte  un intersante video que recoje imágenes de la instalación de uno de los águilas que distinguen al Chrysler del resto de los rascacielos niuyorquinos. Vemos, además, trabajadores laborando en las alturas sin equipo de seguridad y arriesgando, por ende, su vida, pero orgullosos de su labor.

Comparto con mis lectores este video.


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‘Quite a height, ah?’ A tour of the Chrysler Building by those building it

Aeon   24 April, 2020

The Chrysler Tower … stands by itself, something apart and alone. It is simply the realisation, the fulfilment in metal and masonry, of a one-man dream, a dream of such ambition and such magnitude as to defy the comprehension and the criticism of ordinary men or by ordinary standards.
– The Architectural Forum, October, 1930

Today, it’s easy to mistake the Chrysler Building for just another skyscraper dotting the New York City skyline. But upon its completion in 1930, and until it was surpassed by the Empire State Building in 1931, it was the world’s tallest manmade structure. At the time, the tower was notable not just for its sheer mass, but for its polarisation of architecture critics, with detractors deriding the building as an unsightly novelty, and a monument to the grand ego of its car magnate namesake, Walter Chrysler. But, as is clear in this footage filmed by Fox Movietone News, while the building might have originated as a ‘one-man dream’, it was built on the backs of fearless ironworkers – self-proclaimed ‘roughnecks’, who constructed it without harnesses or hard hats. This footage from 1929 and 1930 of the building’s construction – including the placement of an iconic 61st-floor Art Deco eagle – showcases how these workers were less comfortable delivering canned lines for the cameras than they were sitting atop beams hundreds of feet high.

This footage was accessed and published by Aeon with the permission of the University of South Carolina’s Moving Image Research Collections, an archive that ‘preserves films and videos produced outside the American feature film industry to make them available to present and future audiences’.

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