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Alice Childress, Paul Robeson and Lorraine HansberryEn esta nota publicada en JSTOR  Daily,  Mohammed Elnaiem enfoca a tres artistas afroamericanos de los años 1940, 1950 y 1960: Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry.   Robeson no es ajeno a esta bitácora (Ver: Paul Robenson–El revolucionario),  pero debo reconocer que desconocía  a Childress y Hansberry. Los tres, como bien señala Elnaiem,  confirmaron el talento y la capacidad creadora de los afroamericanos,  y por ello lograron fama y reconocimiento. Robeson fue barítono y atleta. Childress fue actriz, dramaturga y novelista.  Hansberry fue escritora y dramaturga.  Su fama, unida a sus ideas socialistas y su lucha contra el Jim Crow, los transformaron en un peligro para el orden racial estadounidense, lo que les convirtió en blanco del aparato represivo norteamericano, en especial, del FBI.

Elnaiem es candidato a doctor en Sociología por la Universidad de Cambridge. Su línea de investigación gira en torno a la historia del capitalismo y del movimiento global de reparaciones.


En la era McCarthy, ser negro era ser rojo

Mohammed Elnaiem 

JSTOR DAILY   13 de noviembre de 2019

La sociedad los adoraba, pero el gobierno de Estados Unidos pensaba que eran peligrosos: los líderes radicales negros Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry transformaron la esfera cultural en Estados Unidos y más allá. Eran dramaturgos, cantantes e intérpretes, pero también agitadores, disidentes e incluso enemigos del Estado.

Alice Childress recibió el premio Tony por el papel que interpretó en el clásico de Broadway de 1944 Anna Lucasia. Con Gold in the Tress (1952), se convertiría en la primera mujer negra en producir profesionalmente una obra de teatro en los Estados Unidos y, años más tarde, en la única mujer afroamericana en haber sido dramaturga durante cuatro décadas. (Sin embargo, no fue la primera mujer negra en producir en Broadway. Ese manto perteneció a Lorraine Hansberry, con A Raisin in the Sun, quien también fue la primera dramaturga negra en ganar el premio del Drama Critics Circle de Nueva York).

En la década de 1950, el público en general se enteró de estas figuras hojeando revistas de arte y el New York Times, leyendo reseñas sobre los avances innovadores que hicieron para las artes afromaericanas. Los más inclinados a la política podrían encontrar artículos escritos en  el periódico Freedom de Robeson,  donde Childress escribiría una columna ficticia sobre las tribulaciones de la trabajadora doméstica negra, y Hansberry informaría desde Kenia, Corea y Brasil, sobre las luchas de las mujeres para emancipar a su pueblo.

Alice Childress

Sin embargo, desde la perspectiva del FBI, sus nombres eran conocidos por otra razón: una infame lista de vigilancia, que ponía su mirada en los percibidos”traidores» a la nación. Debido a su asociación con proyectos de teatro negro como el Comité para el Negro de las Artes, o, en el caso de Robeson y Hansberry, porque eran abiertamente marxistas, el gobierno de los Estados Unidos lideró un esfuerzo concertado para desterrarlos del ojo público. Después de que el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes comenzara a atacar a los artistas, Childress también apareció en la lista de vigilancia del FBI por su activismo y su asociación abierta con los comunistas.

Desde una perspectiva, tal vez este tipo de ataque era inevitable para los artistas negros, especialmente para aquellos que eran políticamente activos. Como dijo en ese momento un columnista del Baltimore African American:

“Puedes besar los pies de Stalin, tener una hoz y un martillo grabados en tus dientes… y sólo serás un “sospechoso de ser comunista». Pero si te atreves a revelar que odias a Jim Crow… inmediatamente te conviertes en un Maldito Rojo”.

Cuando los nombres de Robeson, Hansberry y Childress aparecieron en la lista de sospechosos de ser comunistas del FBI, fueron acompañados por el nombre de Harry Belafonte, el hombre que se convertiría en uno de los confidentes más confiables de Martin Luther King, Jr. Durante la época del macartismo, ser negro era ser rojo.

Pero desde otro ángulo, las simpatías marxistas de estas figuras públicas eran compartidas por una gran proporción de la intelectualidad afroamericana. Claude McKay y Langston Hughes, por poner dos ejemplos, son a menudo atribuidos, junto con Alain Locke, como los arquitectos del Renacimiento de Harlem. Ambos elogiaron abiertamente a la Unión Soviética. De hecho, ambos pasaron mucho tiempo allí.

A Raisin in the Sun: Lorraine Hansberry : Hansberry, Lorraine: Amazon.es: Alimentación y bebidasComo estudiante, Hansberry fue miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos, y comenzó a trabajar para el periódico de Robeson inmediatamente después de graduarse. El apartamento de Childress se convirtió en un centro para Herbert Aptheker y otros académicos marxistas clandestinos. No era ningún secreto que, como muchos en las artes de la época, eran socialistas.

A partir de la década de 1920, las artes negras se entrelazaron con las instituciones culturales de la izquierda radical estadounidense. ¿Dónde estarían Childress y Hansberry sin el camino que pavimentaron las mujeres negras antes que ellos? Entre ellas se encontraban mujeres como Louise Thompson, que encontró una oportunidad teatral en una tierra que intentaba posicionarse de forma oportunista como protectora de los afroamericanos y los colonizados: la URSS. Después de regresar de espectáculos con entradas agotadas y de vacaciones a un país de segregación y Jim Crow, se comprometieron a luchar por un nuevo orden social.

Thompson, una escritora clave del renacimiento de Harlem, es más famosa por su tesis de que las mujeres negras fueron “triplemente oprimidas», como negras, mujeres y trabajadoras (un precursor de la noción moderna de interseccionalidad). Fue Thompson quien le hizo saber a Langston Hughes, a través de un  telegrama, que la URSS planeaba filmar una nueva película llamada “Blanco y negro”. Lideró a un grupo de más de veinte afroamericanos en un viaje a la URSS, donde los gastos de viaje fueron reembolsados por los soviéticos y les esperaban hoteles de lujo. (El proyecto cinematográfico se vino abajo, pero los miembros del elenco se convirtieron en las primeras mujeres negras estadounidenses en actuar en el escenario soviético).

Es casi seguro que Robeson, Childress y Hansberry habrían sido igual de talentosos con o sin su visión socialista del mundo. Lo que es menos seguro es si el teatro negro habría florecido o no a principios del siglo XX en ausencia de las instituciones sociales y culturales de la izquierda radical estadounidense. Porque, en efecto, pocos norteamericanos les habrían proporcionado el escenario, salvo los detestados comunistas de la época.

Recursos:

Transition, No. 100 (2008), pp. 56-75
Indiana University Press on behalf of the Hutchins Center for African and African American Research at Harvard University
Race, Gender & Class, Vol. 8, No. 3, Amazigh Voices: The Berber Question (2001), pp. 157-174
Jean Ait Belkhir, Race, Gender & Class Journal
Callaloo, Vol. 25, No. 4 (Autumn, 2002), pp. 1114-1135
The Johns Hopkins University Press

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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La histeria anticomunista que embargó a Estados Unidos en los primeros años de la guerra fría tuvo consecuencias terribles en la sociedad estadounidense. Acabó de cerrar un periodo en la historia de Estados Unidos y abrió uno caracterizado por el miedo, la persecución política y la represión. Una de las instituciones que más abonó a este clima  fue el Comité de Actividades Antiamericanas  de la Cámara de Representantes (HUAC- House Committee on Un-American Activities), que desató una cacería de brujas contra comunistas reales, pero sobre todo, imaginarios.

En esta nota publicada en el seminario puertorriqueño Claridad, el abogado Manuel de J. González comenta la visita del HUAC a Puerto Rico en noviembre de 1959. Basa sus comentarios, en parte, en un libro del historiador Félix Ojeda Reyes que, según González,  pronto será publicado bajo el título La protesta armada.


Resisting HUAC – A Grassroots Success Story - Defending Rights & Dissent

Cuando el “Un-American Committee” vino a Puerto Rico

Claridad  8 de a

El “macartismo” toma su nombre del senador Joseph McCarthy, pero ni comenzó con el funesto personaje ni terminó cuando este falleció sumido en el alcoholismo a los 48 años, en 1957. La brutal persecución desatada en Estados Unidos contra todo lo que oliera a “comunismo”, mayormente estuvo alimentada y alentada por el FBI de Edgar Hoover, y comenzó varias décadas antes de que McCarthy llegara al senado en 1947. Además del FBI, que Hoover comandaba como una guardia pretoriana personal, en la amplia campaña que se desató contra personas e instituciones liberales y progresistas participó todo el aparato gubernamental estadounidense y varios comités del Congreso. El más importante de estos, el llamado “House Un-American Activities Committee” (HUAC), operó desde la Cámara de Representantes entre 1938 y 1975, utilizando el poder investigativo del Congreso para perseguir e intimidar a toda persona considerada de izquierda.

Aquel periodo, que a cada rato reaparece en la política estadounidense, está ahora mismo a la vista de todos gracias a la película Oppenheimer, donde se expone con dramatismo la persecución de que fue víctima el físico Robert Oppenheimer luego de que liderara el grupo de científicos que produjo la bomba atómica en 1945. En la película no aparece el HUAC, sino otro de los múltiples comités y procesos que se desataron en Estados Unidos mayormente durante la década de 1950.

Como era lógico esperar, el macartismo también impactó a Puerto Rico, y no solo porque aquí llegaron algunos académicos estadounidenses perseguidos allá por su pensamiento liberal. Ese traslado tuvo un efecto positivo porque algunos de esos académicos, que utilizaron a Puerto Rico como refugio, se incorporaron a la docencia universitaria aportando al crecimiento de la UPR. Pero antes y después de los académicos refugiados también llegó el HUAC.

Gracias a un libro del querido compañero Félix Ojeda Reyes de próxima publicación me enteré de que el HUAC extendió sus tentáculos directamente contra los puertorriqueños en 1959. Dice Ojeda: “Días antes de celebrarse en Ponce la primera asamblea constituyente del MPI (en 1959), distintas organizaciones independentistas se lanzaron a la calle para repudiar la pretendida investigación de actos subversivos que llevaría a cabo en San Juan el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos. Cientos de activistas se alborotaron contra aquellos intrusos que pretendieron transgredir los derechos civiles de personas que no habían cometido delito alguno. Hasta el morador de La Fortaleza, don Luis Muñoz Marín, manifestaba su oposición –muy light, por cierto– a la intromisión de los federales.”

El comité perseguidor del Congreso sesionó en Puerto Rico durante los días 18 al 20 de noviembre de 1959 utilizando una sala del Tribunal Federal, entonces solo ubicado en el Viejo San Juan, como centro de operaciones. Previo a llegar a Puerto Rico sesionó otros dos días en Nueva York para investigar a boricuas radicados en esa ciudad. Añade Ojeda: “En la gran manzana comparecieron ante los inquisidores Jesús Colón, don Félix Ojeda Ruiz, Jorge W. Maysonet, Armando Román, José Santiago, Richard Levins y otros.” Esos citados, una y otra vez se negaron a declarar ante el Comité, manteniendo su negativa aun después de la advertencia de que serían acusados de desacato.

La visita del comité del Congreso a Puerto Rico generó gran expectativa. En la edición de El Mundo de 22 de octubre con el titular “Convocan aquí vistas sobre subversión” se informa sobre su próxima llegada, añadiendo que la oficina del Alguacil federal estaba a cargo de notificar a las personas que serían citadas a comparecer. En la edición de 4 de noviembre se informa que 17 personas ya habían sido citadas para comparecer ante los congresistas inquisidores.

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Comunicado de prensa del Comité de Emergencia de Libertades Civiles protestando contra la presencia del Comité de Actividades Antiamericanas en Puerto Rico, 19 de noviembre de 1959. (https://considerthesourceny.org/activity/protest-against-un-american-activities-committee-1959)

Las vistas comenzaron el 18 de noviembre de 1959 y entre los citados figuraron César Andréu Iglesias, dirigente del MPI, escritor, periodista y activista sindical, el dirigente obrero Juan Sáez Corales, el abogado y profesor universitario Pablo García Rodríguez, José Enamorado Cuesta, Consuelo Burgos, y el entonces presidente del Partido Comunista, Juan Santos Rivera. Apunta Félix Ojeda que “Eugenio Cuevas Arbona, Ramón Mirabal Carrión y Juan Antonio Corretjer también habían sido convocados. Los primeros dos se hallaban en Cuba. Corretjer andaba por Venezuela y luego se trasladaría a La Habana.”

“La indignación predominaba en los sectores liberales de Puerto Rico” continúa Ojeda. “El Colegio de Abogados nombró a una batería de letrados que, sin recibir remuneración, defendería a los comunistas. Entre los letrados designados se destacaban: Abraham Díaz González, Santos P. Amadeo, Gerardo Ortiz del Rivero, Manuel Abreu Castillo, Benicio Sánchez Castaño, Pedro Muñoz Amato, Marcos A. Ramírez y otros.”

Igual a los boricuas citados en Nueva York, los convocados en Puerto Rico se negaron a declarar ante el Comité, también manteniéndose firmes luego de ser amenazados con un procesamiento por desacato. En la edición de El Mundo del 6 de abril de 1960, con el titular “Imputan a 13 de aquí desacato al Congreso” se informa que, sesionando en Washington, el HUAC le solicitó al Departamento de Justicia que presentara cargos por desacato contra el grupo, lo que nunca ocurrió.

Como vemos, el macartismo también pisó en la colonia del imperio, siete años después de que se había aprobado la constitución del “ela”. En la edición de El Mundo del 4 de noviembre de 1959 se informa que uno de los abogados de los citados, Gerardo Ortiz del Rivero, estaba considerando alegar que el comité del Congreso carecía de jurisdicción sobre Puerto Rico porque, luego de 1952, nuestro país había dejado de ser territorio de Estados Unidos. Según el periódico, como autoridad citaba a la ONU y un discurso de Luis Muñoz Marín. El diario no informa si la moción efectivamente se presentó, pero todos sabemos cuál sería el resultado.

El libro de Félix Ojeda Reyes aquí citado, “La protesta armada”, estará en circulación en los próximos meses.

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Resulta redundante señalar que Martin Luther King es una de las figuras más importantes de la historia de los Estados Unidos. Sin embargo, desde 1986 no se había publicado una biografía del Dr. King. Esta inexplicable sequía fue rota este año con la publicación del libro King, A Life del periodista Jonathan Eig.

Comparto una reseña de este libro escrita por el historiador Walter G. Moss y publicada en Hollywood Progressive. Según Moss, el libro de Eig no sólo llena el vacío de un biografía actualizada de King, sino que también aporta una visión crítica del líder afroamericano. De acuerdo con Moss, Eig nos presenta a King como lo que era: un ser humano con enormes virtudes y serios defectos.

Autor de seis libros, Eig estudió periodismo en la Northwestern University y trabajó como reportero para medios como el New Orleans Times-PicayuneThe Dallas Morning News, la revista Chicago y The Wall Street Journal. También ha escrito para  medios como The New York TimesWashington Post y The New Yorker.

Moss es profesor emérito de historia en Eastern Michigan University. Su libro más reciente es An Age of Progress?: Clashing Twentieth-Century Global Forces (2008).


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Reseña del libro Jonathan Eig, King: A Life

Walter Moss

Hollywood Progressive 15 de julio  de 2023

La nueva biografía de Jonathan Eig  (2023) de Martin Luther King Jr.  (MLK) es la primera desde que apareció en 1986 la obra ganadora del Premio Pulitzer de David J. Garrow Bearing the Cross: Martin Luther King, Jr. and the Southern Christian Leadership Conference. En una reseña para la revista británica The Spectator, Garrow elogió el nuevo trabajo y reconoció que se convertirá en el “relato estándar” del famoso ministro bautista estadounidense.

Al distinguir entre las dos biografías, Garrow indica tres diferencias principales:

  1. Eig dedica mucho más espacio, casi una cuarta parte de su texto, a los años anteriores al boicot de autobuses de MLK. (Ambas biografías tienen más de 550 páginas de texto, excluyendo notas, etc.)
  2. La biografía más reciente incluye mucho más sobre Coretta Scott King, y también indica que King a menudo era sexista hacia su esposa (y otras mujeres).
  3. Eig entra en mucho más detalle sobre cómo y por qué la vida de King no sólo fue “profundamente valiente”, sino “también profundamente defectuosa”.

¿”Profundamente valiente”? Sí. “Empujó a los liberales blancos a confrontar sus propios comportamientos racistas … Cuando la presión contra él creció y podría haber retrocedido, dio un paso adelante, una y otra vez, a pesar del riesgo obvio. Advirtió que el materialismo socavaba nuestros valores morales, que el nacionalismo amenazaba con aplastar toda esperanza de fraternidad universal, que el militarismo engendraba cinismo y desconfianza. Vio una podredumbre moral en el centro de la vida estadounidense y le preocupaba que el racismo nos hubiera cegado a muchos de nosotros. [Pero] también insistió en que ‘nunca debemos perder la esperanza infinita’. Nunca lo hizo”.

“¿Defectuoso?” Sí. Él “engañó” a Coretta, “continuamente” y con muchas mujeres diferentes.

A menudo es difícil para nosotros aceptar que nuestros héroes son defectuosos, a veces profundamente, como con las frecuentes infidelidades matrimoniales de John Kennedy y MLK. Pero Eig cree que ignorar los defectos y simplemente celebrar lo positivo es más dañino. “Nuestra celebración simplificada de King tiene un costo. Socava la fuerza de sus contribuciones filosóficas e intelectuales. Socava su poder para inspirar el cambio… La nación sigue atormentada por el racismo, el etnonacionalismo, la división cultural, la segregación residencial y educativa, la desigualdad económica, la violencia y un sentido de esperanza que se desvanece de que el gobierno, o cualquier persona, alguna vez solucionará esos problemas”.

King: A Life" is a new biography of MLK — the man, not the myth

Jonathan Eig

Además, ignorar los defectos es violar la verdad. Y como Gandhi y muchos otros han señalado, “decir la verdad” debería ser una estrella estrella, especialmente para biógrafos e historiadores.

A pesar de la gran admiración de Eig por King y lo que logró, lo mujeriego no es el único defecto de MLK identificado. Como Eig escribe: “King era un hombre, no un santo. Se mordió las uñas … Escondió sus cigarrillos de sus hijos … Durmió mal … Llegaba crónicamente tarde a las reuniones. Cuando era adolescente, intentó suicidarse dos veces… Como adulto, fue hospitalizado repetidamente por lo que llamó agotamiento y otros describieron como depresión”. Además, Eig menciona que King a veces bebía demasiado, y a veces era culpable de algo que nosotros, los profesores, presentes y pasados, tomamos muy en serio: el plagio.

Y, sin embargo, a pesar de todas las amenazas a su vida (y la de su familia); a pesar de todos los encarcelamientos que soportó (unos 30); a pesar de su relativa juventud (sus años de fama se extendieron desde 1955 hasta 1968, cuando fue asesinado a los 39 años); a pesar de sus dudas demasiado humanas, inseguridades y fallas personales; a pesar del acoso injusto del FBI y las escuchas telefónicas resultantes de la creencia errónea de J. Edgar Hoover de que MLK estaba arrojando propaganda comunista; a pesar de las grandes dificultades de tratar de poner a los Estados Unidos en el camino correcto (después de cientos de años de esclavitud y casi un centenar de segregación posterior); y a pesar de los activistas de derechos civiles que se oponían al enfoque no violento de King, MLK seguía comprometido con sus nobles valores.

Eig escribe que King aprendió sus valores básicos de la iglesia negra. “Aprendió los valores del amor, el sacrificio y la humildad… Y aprendió a vivir esos valores”. Más tarde, en el Seminario Teológico Crozer en Pensilvania, aprendió de Gandhi que “el amor es el arma más potente de la humanidad”, no solo para la transformación personal, sino también para la social. Y también de Gandhi aprendió que el amor en la arena social y política significaba no violencia, ya sea en casa o en el extranjero. No importa cuál sea la provocación nacional o extranjera, incluida la policía racista armada, como Bull Connor de Alabama, King nunca se desvió de su énfasis en el amor y un enfoque no violento.

King: A Life by Jonathan Eig | GoodreadsDado que King hoy es celebrado principalmente por su actividad de derechos civiles, por luchar contra la segregación y por su famoso discurso “Tengo un sueño”, es apropiado recordar algunos de sus otros esfuerzos para hacer que nuestro país sea más grande. Y Eig hace eso.

Enfatiza especialmente la creencia de MLK de que nuestra escalada de la Guerra de Vietnam estaba equivocada. Y King comenzó a decir tan temprano cuando la guerra todavía no era tan impopular. Por ejemplo, en un discurso en la Universidad de Howard en marzo de 1965, cuando más de nuestros ciudadanos apoyaron la intensificación de nuestra participación que la retirada de nuestras tropas. Una y otra vez se le dijo, y a veces incluso por aquellos dentro del movimiento de derechos civiles, que criticar la guerra dañaría sus batallas contra el racismo y sus relaciones con el presidente Johnson, quien había hecho mucho para ayudar al movimiento, pero también intensificó la guerra. (Y es cierto que a medida que aumentaban los ataques de King contra la guerra, su popularidad disminuyó).

Pero la respuesta de King fue: “Como ministro del Evangelio, formado en la “tradición profética judeocristiana… No puedo abogar por la paz racial y la no violencia sólo para los hombres negros, ni solo para los hombres blancos, ni solo para los hombres amarillos … Si un hombre de Dios no ve esto; si no busca ayudar a lograr la paz en la tierra, así como la buena voluntad entre la humanidad, no es un gran portavoz del Cristo que predijo, hace siglos, que el que vive por la espada perecerá por la espada”. (King tomó en serio su papel profético, y las diferencias entre las actividades políticas presidenciales y las funciones proféticas pueden conducir a serias divisiones).

Quizás el  mejor discurso de MLK contra la guerra de Vietnam ocurrió en abril de 1967 en la Iglesia Riverside de Nueva York. John Lewis, que había escuchado a King hablar muchas veces y más tarde se convirtió en congresista, también habló en 1963 cuando MLK pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”. Pero todavía pensaba que el “discurso de Riverside fue su mejor … Fue profundo, comprensivo, reflexivo y valiente. Se trataba de lo que estábamos haciendo en Vietnam, pero más allá de eso se trataba de lo que estábamos haciendo en esta tierra”.

El discurso fue especialmente notable por la gran empatía que mostró por los campesinos vietnamitas: “Así que van, principalmente mujeres y niños y ancianos. Observan cómo envenenamos su agua, mientras matamos un millón de acres de sus cultivos. Deben llorar mientras las excavadoras rugen a través de sus áreas preparándose para destruir los preciosos árboles. Deambulan por los hospitales con al menos veinte bajas de la potencia de fuego estadounidense por una lesión infligida por el Vietcong. Hasta ahora podemos haber matado a un millón de ellos, en su mayoría niños”.

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La empatía es una de las virtudes más importantes que poseen los sabios y King la había mostrado antes. Después de que su casa de Montgomery, Alabama, fuera bombardeada en enero de 1956, con su esposa, Coretta, y su hija pequeña dentro, King recordó cómo estaba “a punto de corroer el odio hacia los responsables”. Pero luego trató de ponerse en su lugar y se dio cuenta de que su “toda la tradición cultural … les enseña que los negros no merecen ciertas cosas… Cuando buscan preservar la segregación, buscan preservar solo lo que sus costumbres locales les han enseñado que era correcto”.

Y más tarde, en el verano de 1966, reconoció la importancia de la empatía cuando en Mississippi enfatizó la importancia de trabajar junto con los blancos. Reconociendo que los negros eran solo el 10 por ciento de la población de los Estados Unidos, declaró (como Eig lo cita) que “tendrá que haber una coalición de conciencia y no vamos a ser libres aquí en Mississippi y en cualquier lugar de los Estados Unidos hasta que haya una empatía comprometida por parte del hombre blanco”.

En sus últimos años, King no solo se volvió más crítico con la guerra de Vietnam, sino que también amplió su crítica y lucha a otras áreas como contra el imperialismo, el materialismo y los peores abusos del capitalismo. También trabajó cada vez más para mejorar las condiciones de todas las personas pobres, independientemente del color de su piel y para superar las muchas dimensiones del racismo en las ciudades del norte como Chicago, así como en las áreas del sur.

Por ejemplo, en su último libro, Where Do We Go from Here: Chaos or Community? (1968), escribió: “Mientras trabajamos para deshacernos del estrangulamiento económico que enfrentamos como resultado de la pobreza, no debemos pasar por alto el hecho de que millones de puertorriqueños, mexicoamericanos, indios y blancos de los Apalaches también están afectados por la pobreza. Cualquier guerra seria contra la pobreza debe incluirlos necesariamente”. Y, “Nuestra economía debe estar más centrada en la persona que en la propiedad y las ganancias”. Eig enfatiza que Hoover y el FBI estaban equivocados: King nunca apoyó el comunismo, su ateísmo era anatema para él. Más bien, “su visión abarcó los mejores elementos del capitalismo y el socialismo”.

Aunque cuando una bala de rifle le quitó la vida en abril de 1968, MLK se había dado cuenta de que reformar los Estados Unidos era más complejo y difícil de lo que había pensado anteriormente, todavía enfatizaba la importancia de mantener valores adecuados. “Para que los males del racismo, la pobreza y el militarismo mueran, debe nacer un nuevo conjunto de valores”.

En resumen, cuando terminé un ensayo de LAP sobre MLK hace cuatro años y medio: “Uno podría reconocer que King tenía sus defectos y fallas, algunos con respecto a las mujeres y la fidelidad matrimonial. Pero, ¿quién de nosotros los humanos no lo hace, incluidos otros que honramos como Washington y Lincoln? Sin embargo, al igual que las vidas de esos dos presidentes, vale la pena honrar la de MLK”.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Mi mejor recuerdo es que tuve conocimiento de la figura de Ricardo Flores Magón gracias a un libro que compré a los 17 años en una feria  del Instituto de Cultura Puertorriqueña. No tengo idea de cómo el  libro de un anarquista llegó a esa feria, pero gracias a ello pude acceder a las ideas de uno de los grandes intelectuales revolucionarios de América Latina. La intensidad y radicalismo de su contenido me causaron una gran impresión. Desde entonces le guardo una gran admiración y respeto al padre intelectual de la Revolución Mexicana.  No recuerdo qué fue de ese libro. Tal vez lo perdí al prestarlo o puede que siga entre los libros que esperan a que los rescate en la que fue mi casa de adolescente.

Hoy comparto un escrito del historiador Geraldo Cadava que es una combinación de artículo y reseña. Cadava reseña el libro de Kelly Little Herandez  Bad Mexicans: Race, Empire, and Revolution in the Borderlands (W. W. Norton & Company, 2022), acompañando sus comentarios de su propio análisis de la fugura de Flores Magón. El resultado es un  trabajo extraordinario que deja claro el papel que jugó el gobierno estadounidense en la persecución de Flores Magón y sus seguidores, exiliados en Estados Unidos.

Geraldo Cadava es profesor de History and Latino Studies en Northwestern University. Posee un doctorado en Historia de la Universidad de Yale. Sus áreas de especialización son la historia de los latinos en Estados Unidos, las tierras fronterizas entre Estados Unidos y México, la inmigración latinoamericana a los Estados Unidos y la política estadounidense.

Es autor de dos libros. The Hispanic Republican: The Shaping of An American Political Identity, from Nixon to Trump (2020) y  Standing On Common Ground: The Making of a Sunbelt Borderland (2013).

Kelly Lytle Hernández es profesora de Historia, Estudios Afroamericanos y Planificación Urbana en UCLA, donde ocupa la Cátedra Thomas E. Lifka en Historia y es la directora del Centro Ralph J. Bunche para Estudios Afroamericanos en UCLA. Hernández es la autora de Migra! A History of the U.S. Border Patrol (2010) y de City of Inmates: Conquest, Rebellion, and the Rise of Human Caging in Los Angeles (2017).


 

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El anarquista autor de la Revolución Mexicana

Geraldo Cadava

The New Yorker      5 de octubre de 2022

En 1901, Ricardo Flores Magón, periodista y disidente político de unos veinte años, se subió al escenario del Teatro de la Paz, en San Luis Potosí, México, y denunció al presidente Porfirio Díaz. “¡El gobierno de Díaz es una guarida de ladrones!”, gritó, no una, ni dos, sino tres veces. La multitud de liberales anti-Díaz se sentó con incredulidad. Es posible que estuvieran de acuerdo con el sentimiento: Díaz había robado a demasiados mexicanos sus tierras, derechos y salarios. Pero no lo habían escuchado expresado tan descaradamente. Al principio, silbaron. Finalmente, pisotearon con sus pies y aplaudieron en voz alta. El hombre que había convocado la reunión, Camilo Arriaga, admirador de los críticos europeos del capitalismo y el poder estatal como Karl Marx y Mikhail Bakunin, se preguntó: “¿A dónde nos lleva este hombre?”

En el momento de la reunión en San Luis Potosí, México era un polvorín. Díaz había ocupado el poder durante dos décadas con el apoyo de secuaces armados llamados rurales, espías que escuchaban susurros de disidencia y poderosos intereses empresariales y políticos en México y Estados Unidos. Díaz había modernizado y traído estabilidad a una joven nación que, antes de él, tenía más de treinta líderes en sus primeros cincuenta años, pero, debido a sus tácticas despiadadas, sus oponentes habían trabajado para destronarlo desde los primeros años de su Presidencia.

La familia de Flores Magón no estaba entre ellos al principio. Su padre había luchado por Díaz, pero en 1901, después de que Díaz había persuadido al Congreso mexicano para que alterara la constitución para permitir su gobierno continuo, Flores Magón y sus hermanos se habían convertido en disidentes. El radicalismo de Ricardo Flores Magón ayudó a desencadenar la Revolución Mexicana. Los intelectuales liberales y radicales eran algunos de sus asociados más cercanos, y los trabajadores pobres eran sus seguidores: los magonistas. Se comunicó con ellos a través de un periódico que fundó en 1900, llamado Regeneración. Al principio, el periódico se opuso a la corrupción de quienes apuntalaron el régimen de Díaz, incluidos policías, abogados y jueces, pero a finales de año, cuando Díaz estaba a punto de jurar para su quinto mandato consecutivo, apuntó directamente al propio Díaz. Los disidentes en todo México se dieron cuenta, y Regeneración circuló ampliamente, lo que le valió a Flores Magón la invitación para hablar en San Luis Potosí. Díaz también estaba tomando nota.

Después del estruendoso discurso de Flores Magón, regresó a la Ciudad de México. La represión de Díaz contra él fue rápida. Díaz encerró a Flores Magón en el sótano oscuro y lleno de aguas residuales de la prisión de Belem en la Ciudad de México. La policía allanó la oficina de Regeneración y cerró su imprenta. Después de la liberación de Flores Magón, concluyó que no podía emprender su campaña contra Díaz desde la capital de la nación, por lo que huyó hacia el norte a Laredo, Texas.

Dedica CDMX a Ricardo Flores Magón el 2022 – Luces del Siglo

Cuando Flores Magón se vio obligado a exiliarse en los Estados Unidos y Canadá, Regeneración fue publicado y distribuido desde ciudades de toda América del Norte. En el apogeo de su influencia, en 1905, el periódico tenía casi veinte mil suscriptores. Los lectores incluyeron a sus compañeros revolucionarios Francisco Madero y Emiliano Zapata, quienes hicieron suyo un  lema de Regeneración: “Tierra y Libertad”.

Trabajando en los Estados Unidos, los magonistas se convirtieron en una amenaza aún mayor para Díaz. Establecieron formalmente el Partido Liberal Mexicano (P.L.M.) en 1905, como el brazo político de su movimiento. En 1906, comenzaron a construir un ejército que, dos años más tarde, estaba lanzando incursiones militares en el norte de México.

Las tierras fronterizas no estaban lo suficientemente lejos como para evadir a Díaz. Los tentáculos de su régimen llegaron a la frontera norte de México, a lo profundo de los Estados Unidos e incluso a Canadá. Con la cooperación de agentes estadounidenses, los funcionarios mexicanos persiguieron a Flores Magón en San Antonio, St. Louis, Montreal y Los Ángeles, donde la policía lo alcanzó el 23 de agosto de 1907.

Flores Magón pasó los últimos quince años de su vida dentro y fuera de prisión en los Estados Unidos, condenado por delitos desde espionaje hasta violación de la neutralidad de los Estados Unidos, por sus esfuerzos para desencadenar una revolución contra Díaz desde suelo estadounidense. Durante este período, reveló su política anarquista, lo que llevó a muchos aliados a abandonarlo. Murió en Fort Leavenworth en 1922, doce años después del comienzo de la revolución que ayudó a encender. Desde Leavenworth, Flores Magón escribió que una pluma había sido “la única arma que he empuñado”, “el arma que me acompañó a través de los infiernos de una lucha de treinta años por lo que es hermoso”. Estaba perdiendo la vista rápidamente, y cuando eso sucediera, lamentó, su pluma sería “tan inútil como una espada rota”.

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Kelly Lytle Hernández, historiadora de U.C.L.A., cuenta la historia de Ricardo Flores Magón y sus seguidores en su nuevo libro, Bad Mexicans: Race, Empire, and Revolution in the Borderlands (W. W. Norton & Company). “Malos mexicanos” es como Díaz llamaba a sus oponentes. Pero en lugar de bandidos, estafadores, agitadores y enemigos mortales, como los caracterizó Díaz, los mexicanos “malos” de Lytle Hernández fueron, y son, los desposeídos, explotados, marginados, pobres de clase trabajadora, quienes, cuando trabajan juntos por causa común, pueden derrocar dictadores. Los  líderes magonistas que dieron forma a la plataforma política del colectivo fueron socialistas y anarquistas que no siempre estuvieron de acuerdo. Las bases, como los describe Lytle Hernández, eran “hombres y mujeres pobres, en su mayoría mineros, trabajadores agrícolas y recolectores de algodón, muchos de ellos desplazados de México cuando el presidente Díaz entregó sus tierras a inversionistas extranjeros”. Querían recuperar sus tierras y deshacerse de Díaz “por todos los medios”, por cualquier medio necesario. Ayudaron a desencadenar una revolución.

La llegada de la Revolución Mexicana no es un tema nuevo para los historiadores. Durante décadas, han debatido qué encendió el conflicto de una década, de 1910 a 1920, y qué intereses lo impulsaron. ¿Eran sus principales protagonistas reformadores de clase media y alta, forajidos en el norte, campesinos rurales en el sur o trabajadores urbanos? ¿Estaban luchando sólo por la destitución de Díaz y la restauración de las elecciones democráticas, o estaban interesados en una transformación más fundamental? Estas facciones lucharon por el poder y a veces se asesinaron entre sí mientras competían por dar forma y remodelar el México posterior a Díaz.

Porfirio Díaz - Real Life Villains Wiki

Porfirio Díaz

La contribución de Lytle Hernández es su enfoque en los magonistas radicales y la colaboración del gobierno de estados Unidos con Díaz para combatirlos. Los historiadores y los políticos los han reconocido durante mucho tiempo como “precursores” de la Revolución. Los radicales políticos de ambos lados del Atlántico han expresado admiración por los magonistas durante un siglo. Los magonistas han recibido cierta atención, pero menos que figuras como Francisco (Pancho) Villa, líder de la División del Norte, de Chihuahua, México. Fotógrafos, cineastas y periodistas siguieron sus hazañas. Fue un revolucionario hecho para Hollywood. También lo fue Emiliano Zapata, el líder agrario de Morelos, México, quien inspiró la película de Elia Kazán de 1952, “¡Viva Zapata!”, protagonizada por Marlon Brando como un Zapata bastante poco convincente.

No hay una película de Hollywood sobre los magonistas, aunque leer “Malos mexicanos” es como ver una. Se mueve de escena en escena mientras los personajes hacen proclamaciones audaces, escriben cartas en código, escapan de las garras de los agentes del gobierno, se involucran románticamente, se calumnian unos a otros, son arrestados y encarcelados, y viven y mueren por la espada, el arma y la pluma. La escena del arresto de Flores Magón en agosto de 1907 es particularmente dramática. Dos detectives privados habían estado rastreando a Flores Magón durante meses. Para cuando lo alcanzaron, habían solicitado la ayuda del Departamento de Policía de Los Ángeles. Dos detectives mexicano-estadounidenses de L.A.P.D., Tomás Rico y J. F. Talamantes, irrumpieron en la casa donde se alojaba, y se produjo una pelea de una hora de duración. Rompieron platos y sillas en el interior, luego pelearon en el patio, donde Flores Magón cayó al suelo, ensangrentado e inconsciente. Rico y Talamantes ataron a Flores Magón con cuerdas. Una vez que fue revivido, Flores Magón pateó y gritó, como un “clawing cat”, informó Los Angeles Times, todo el camino a la cárcel. El empresario de Los Ángeles Edward Doheny, propietario de una empresa mexicana que producía la mayoría del petróleo de México, celebró organizando una lujosa fiesta.

Rico y Talamantes habían arrestado a Flores Magón sin una orden judicial ni cargos formales, por lo que parecía por un breve período que sería liberado. Pero los gobiernos de México y Estados Unidos habían estado ideando un plan que resultó exitoso: Flores Magón sería acusado de violar la Ley de Neutralidad de Estados Unidos, por intentar incitar a una revolución en México, una nación amiga, desde dentro de los Estados Unidos.

Lytle Hernández reconstruye la historia magonista a partir de sus escritos en Regeneración, recortes de periódicos, libros e historias sobre ellos, y miles de cartas interceptadas por agentes mexicanos y estadounidenses, que compartieron entre sí y con sus jefes en la Ciudad de México y Washington, D.C., respectivamente. Estas cartas están seleccionadas para investigadores en archivos administrados por los gobiernos de México y Estados Unidos, como la Secretaría de Relaciones Exteriores y los archivos de Porfirio Díaz en la Ciudad de México, y los  National Archives and Records Administration en College Park, Maryland, donde han inspirado un puñado de libros recientes, incluido Redeeming La Raza de Gabriela González, el trabajo de Nicole M. Guidotti-Hernández “Archiving Mexican Masculinities in Diaspora, y el de Sonia Hernández titulado For a Just and Better World. Es irónico que una explicación completa de la historia de los magonistas solo sea posible gracias a la preservación de los archivos por parte de los gobiernos que los anarquistas esperaban desterrar de la existencia.

181 Anarquista, revolucionario e idealista: Ricardo Flores Magón - YouTube

Cuando Díaz llegó al poder, uno de sus partidarios argumentó que los mexicanos estaban menos preocupados por los derechos y más preocupados por el pan. Dijo: “Ya hemos promulgado innumerables derechos, que solo producen angustia y malestar en la sociedad. Ahora probemos un poco de tiranía, pero una tiranía honorable, y veamos qué resultados trae”.

El enfoque de Díaz logró resultados: no hubo más golpes de Estado ni invasiones extranjeras, la salud de los mexicanos mejoró, las tasas de alfabetización aumentaron y México se electrificó. El lema de su régimen era “Orden y Progreso”. Pero el costo del orden y el progreso fue la represión violenta de la disidencia. Díaz encarceló o ejecutó a quienes lo desafiaron públicamente, erosionó los principios democráticos de la Constitución de 1857, amañó las elecciones e impuso su voluntad al Congreso mexicano, al que llamó su “manada de caballos mansos”.

Díaz literalmente vendió México a intereses extranjeros. Millones de acres fueron vendidos a compañías agrícolas, ferroviarias y mineras de los Estados Unidos. El noventa y ocho por ciento de la población rural e indígena de México se quedó sin tierra, mientras que los empresarios estadounidenses y los mexicanos de élite que colaboraron con ellos se enriquecieron. Las familias Guggenheim, Rockefeller y Doheny en los Estados Unidos, y las familias Terrazas y Madero en México, entre muchas otras, cosecharon las ganancias del gobierno de Díaz. Como resultado, titanes como Andrew Carnegie afirmaron que Díaz fue “uno de los gobernantes más grandes del mundo, quizás el más grande de todos, tomando en consideración la transformación que ha hecho en México”.

La política de Flores Magón en los primeros años de su carrera fue moldeada por un enfoque en derrocar al propio Díaz. Criticó al régimen por atender a capitalistas extranjeros y nacionales en lugar de trabajadores, sus tendencias antidemocráticas y su robo de tierras en manos de pueblos rurales e indígenas. De acuerdo con Lytle Hernández, los magonistas argumentaron que un golpe a Díaz sería un golpe a los inversionistas estadounidenses, porque, sin Díaz, “ya no podrían hacer y multiplicar sus fortunas en México”. Y un golpe a los capitalistas sería una bendición para el movimiento obrero estadounidense, porque los empleadores tendrían menos recursos con los que reprimir a sus empleados. La plataforma del P.L.M. de 1906 propuso una prohibición de la inmigración china, pero Lytle Hernández afirma que Flores Magón probablemente se opuso. Para él, fue el capitalismo el que fomentó el “odio racial”.

Flores Magón fue en algunos aspectos feminista, denunciando el matrimonio como una institución que “ponía a la esposa bajo la custodia del marido”. También argumentó que las mujeres deberían tomar las armas. Sin embargo, él y otros magonistas criticaron las relaciones entre personas del mismo sexo y no siempre desafiaron los roles de género tradicionales. “Tu deber es ayudar al hombre”, decía un artículo en Regeneración, publicado el 24 de septiembre de 1910, justo antes del estallido de la Revolución. Aún así, las mujeres desempeñaron papeles importantes en el movimiento. Una magonista en Texas fue una poetisa llamada Sara Estela Ramírez. Después de leer Regeneración por primera vez, comenzó un club para simpatizantes locales del movimiento, así como su propio periódico feminista. Las mujeres también contrabandeaban cartas a  los líderes magonistas en la cárcel, y cuando los hombres fueron encarcelados mantuvieron unido al movimiento.

La compañera de vida de Flores Magón, María Brousse, a quien había conocido poco después de llegar a Los Ángeles, manejaba toda la correspondencia magonista enviada hacia y desde Los Ángeles. Ella cobijó a los magonistas cuando pasaban por la ciudad. Flores Magón dijo de ella: “Ella está preparada para cualquier excursión sin importar cuán peligrosa sea. Ella no pregunta si estará en peligro de muerte. Ella simplemente se entrega a la causa. Tal abnegación no se encuentra entre nuestros hermanos”.

Los magonistas evadieron el alcance del gobierno mexicano al buscar refugio en California, Arizona y Texas. Planearon redadas que se llevaron a cabo en el norte de México. Algunos de sus seguidores más leales eran inmigrantes mexicanos que vivían en las tierras fronterizas y experimentaron la violencia de “Juan Crow”, el análogo de la era de Jim Crow para los mexicanos y los mexico-americanos, durante la cual se mantuvieron fuera de ciertas escuelas y restaurantes, y se convirtieron en víctimas, como lo expresó un artículo en Regeneración, de la “turba racista o la policía abusiva que,  embriagado con el espíritu salvaje de Lynch, ha ensangrentado sus manos, cobrándose la vida de inocentes e indefensos”.

Públicamente, el régimen de Díaz trató de tranquilizar a los inversionistas mexicanos y estadounidenses de que los magonistas eran solo una molestia menor. En privado, Díaz entendió la amenaza que representaban y trató de aplastarlos. Envió a sus oficiales más leales tras los magonistas, para planear secuestros, interceptar el correo y rogar a los funcionarios estadounidenses que tomaran en serio su desafío. Argumentó repetidamente que la inestabilidad y el cambio de régimen no serían buenos para las inversiones estadounidenses. Inversores y políticos apoyaron a Díaz hasta sus últimos meses en el cargo.

Lytle Hernández agrega a los magonistas a la lista de amenazas que llevaron al establecimiento de la Oficina de Investigaciones, el precursor del FBI, en 1908. Entre los más citados se encuentran los anarquistas europeos, la mafia, los traficantes sexuales y el fraude de tierras, pero Lytle Hernández muestra cómo el gobierno de los Estados Unidos construyó un estado de vigilancia moderno en respuesta a los magonistas también. Una de las primeras tareas de la Oficina de Investigación fue seguir a los magonistas de escondite en escondite. Los magonistas también forzaron conversaciones entre funcionarios estadounidenses y mexicanos sobre la extradición, las leyes que rigen la apertura del correo enviado a través del Servicio Postal de los Estados Unidos y si los magonistas violaron las leyes de neutralidad de los Estados Unidos. El establecimiento del FBI en respuesta a los magonistas describe cómo el gobierno de los Estados Unidos se ha acercado a las tierras fronterizas como un punto de entrada para individuos e ideas peligrosas durante más de un siglo.

RICARDO FLORES MAGÓN… ¿ZAPATISTA? - MIR MEXICO

A lo largo de la vida del movimiento magonista, sus miembros socialistas y anarquistas debatieron si desafiarían electoralmente a Díaz a través del P.L.M. Parecía una posibilidad en los primeros años del movimiento, cuando los socialistas persuadieron a Flores Magón para que suprimiera su anarquismo en los pronunciamientos oficiales. Pero, cuando estalló la Revolución, los socialistas en el  movimiento magonista abandonaron a Flores Magón o fueron rechazados por él. Los miembros restantes de La Junta eran anarquistas comprometidos.

Para cuando comenzó la Revolución, en noviembre de 1910, las fuerzas anti-Díaz se habían reunido alrededor de Madero, quien trazó un curso más moderado, pidiendo la destitución de Díaz, pero no la destrucción del estado mexicano. Funcionarios del gobierno en México y Estados Unidos reconocieron que la marea se había vuelto en contra de Díaz. Sus partidarios incondicionales en los Estados Unidos se negaron a acudir en su ayuda. Díaz propuso cumplir su mandato, pero juró que no se presentaría a la reelección. Los opositores de Díaz, cuyas filas crecían cada día, insistieron en que renunciara de inmediato.

Después de casi treinta años, Díaz finalmente dejó vacante la Presidencia el 9 de mayo de 1911. Abordó un barco con destino a Francia, para nunca regresar. Unos meses después de que Díaz se fuera, Madero se convirtió en el Presidente de México. Siguiendo el curso de la Revolución desde la barrera, Flores Magón todavía trató de dar forma a sus ideas animadoras.

En septiembre de 1911, Flores Magón y sus aliados restantes publicaron un nuevo manifiesto magonista. En él, se identificó abiertamente como anarquista por primera vez. Estaba consternado de que los mexicanos se estuvieran uniendo detrás de moderados como Madero. Todos los líderes prometían “libertad política”, escribieron, pero sólo su movimiento ayudaría a los mexicanos marginados a “tomar las tierras, la maquinaria, los medios de transporte y las casas de inmediato, sin esperar a que nadie te diera todo esto, sin esperar a que alguna ley decrete estas cosas, porque las leyes no las hacen los pobres, sino los patrones revestidos de que se protegen bien de hacer leyes en detrimento de su propia casta”.

En términos prácticos, la visión de Flores Magón se basaba en la abolición de la propiedad privada, lo que necesariamente significaría “la aniquilación de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que conforman el ambiente dentro del cual se sofoca la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos”. Sin la propiedad privada, continuaron, “no habría razón para el gobierno, que es necesario únicamente con el propósito de mantener a los desheredados dentro de los límites en sus disputas o en sus rebeliones contra aquellos que poseen la riqueza social; tampoco habría razón para la iglesia, cuyo único objetivo es estrangular la rebelión humana innata contra la opresión y la explotación a través de la predicación de la paciencia, la resignación y la humildad, y acallando el llamado del más poderoso y fértil de los instintos a través de penitencias inmorales, crueles e insalubres”.

Para cuando articuló su visión radical, pocos estaban escuchando. Las suscripciones a Regeneración estaban disminuyendo. El número de líderes centrales había disminuido a solo un puñado de devotos. La crudeza de la posición de Flores Magón alienó incluso a Mother Jones, quien concluyó que los magonistas restantes eran “uno y todos una combinación de fanáticos irracionales, sin lógica en sus argumentos”. Pero Flores Magón también fue criticado por no estar lo suficientemente comprometido. Uno de los magonistas más militantes, Práxedis Guerrero, preguntó: “¿Son ustedes hombres?”, cuando Flores Magón y un puñado de otros decidieron quedarse en Los Ángeles para escribir para Regeneración en lugar de unirse a él en la batalla.

Sin embargo, en la mente de los seguidores de Flores Magón, incluso de aquellos que eventualmente abandonarían su causa, sus ideas habían ayudado a inspirar una revolución. Cuando Flores Magón murió, en 1922, Antonio Díaz Soto y Gama, un ex magonista que se había convertido en congresista mexicano, lo llamó el “autor intelectual” de la Revolución.

Twitter 上的 Calendario Cívico:"7 | 1900. Sale el periódico “Regeneración”,  fundado por los hermanos Flores Magón. Se caracterizó por su crítica al  gobierno de Porfirio Díaz y por plantear en sus páginas

Al igual que Flores Magón, la pluma de Lytle Hernández es su espada; su escritura es un monumento a la creencia de que el lenguaje puede cambiar el mundo. Tanto como cualquier historiadora, ha arrojado luz sobre las injusticias del racismo sistémico, la crueldad de la policía de inmigrantes y la “supremacía de los colonos blancos”, como ella lo describe, lo que ha llevado al encarcelamiento masivo de personas negras y marrones durante mucho tiempo. Ella mantiene encendida la antorcha del activismo radical, especialmente para liberales y progresistas en busca de inspiración histórica para sus luchas en curso contra la brutalidad policial por motivos raciales y un sistema capitalista explotador que empodera a los patrones en lugar de a los trabajadores.

Su primer libro, Migra!, publicado en 2010, es una historia de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos que pone al descubierto la discriminación racista experimentada por los inmigrantes mexicanos y la complicidad del gobierno mexicano en ella. Su segundo libro, City of Inmates, es una amplia historia de la “jaula humana” en Los Ángeles. Sus páginas finales, “The Rebel Archive”, no están escritas por Lytle Hernández sino, más bien, por los activistas y organizadores con los que está en diálogo. Ella les da las palabras finales, que establece una conversación entre la historia que ha escrito y el momento presente.

Para Lytle Hernández, los magonistas ofrecen dos lecciones principales para hoy. La primera es que los mexicanos y los méxico-americanos como ellos, y los latinos en general, deben ser reconocidos como “actores importantes en la historia de los Estados Unidos”, en lugar de ser “desviados a un segundo plano”. Esto es indiscutible, pero se siente soso teniendo en cuenta que las personas sobre las que escribió eran revolucionarios con la intención de eliminar las instituciones estatales. La segunda lección tiene más de un impacto: la gente común que era magonista ­–migrantes, exiliados, trabajadores agrícolas, aparceros, mineros, intelectuales– constituían una “fuerza política extraordinaria”. Pero aquí su legado es menos claro.

Regeneración (periódico) - Wikipedia, la enciclopedia libreComo lo ve Lytle Hernández, los magonistas tuvieron mucho éxito. Un grupo relativamente pequeño de intelectuales y mexicanos comunes ayudó a derrocar a políticos poderosos, intereses comerciales y fuerzas bien armadas en México y los Estados Unidos. Muchas de sus ideas fueron incorporadas en la constitución mexicana de 1917, que se apropió y redistribuyó la tierra, y despojó a la Iglesia Católica de la autoridad. Ella concluye: “En el proceso de confrontar al régimen de Díaz en México, sacudieron el taller del imperio estadounidense, desafiaron la línea de color global, amenazaron con desentrañar la industrialización del oeste estadounidense y alimentaron el aumento de la policía en los Estados Unidos. . . . Algunas de las personas más poderosas de la tierra trataron de reprimirlos a ellos y a su historia, pero Ricardo Flores Magón y los magonistas alteraron el curso de la historia, definiendo el mundo en el que vivimos desafiando al mundo en el que vivían”.

Pero en otros aspectos los magonistas también perdieron claramente, y su historia ofrece lecciones más complicadas. Los líderes del movimiento se distanciaron unos de otros, sus maniobras militares finales terminaron en derrota, Díaz reprimió poderosamente sus incursiones y sus llamados cada vez más radicales al anarquismo alienaron incluso a algunos de los magonistas más comprometidos, sin mencionar a los seguidores de aquellos que tomaron el poder durante la Revolución Mexicana. Además, a pesar de que México no ha tenido desde entonces un solo dictador como Porfirio Díaz, fue gobernado por un solo partido, ahora llamado Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.) —durante setenta años. El P.R.I. mantuvo su poder a través de la represión política, los monopolios estatales en las principales industrias y la manipulación electoral.

De hecho, durante el siglo pasado, México apenas se ha convertido en el tipo de nación que Flores Magón quiso traer a la existencia, es decir, que es una nación, con un gobierno. En lugar de magonistas de los últimos días, los cárteles de la droga y los militares, sospechosos de estar involucrados en el asesinato de cuarenta y tres estudiantes que habían participado en protestas de izquierda, amenazan la estabilidad política. México también sigue siendo una nación de enormes desigualdades. El diez por ciento superior de los asalariados mexicanos gana el cincuenta y siete por ciento de todos los ingresos. En cuanto a los Estados Unidos, no está claro si esta nación, donde el diez por ciento superior de los asalariados gana cuarenta y cinco y medio por ciento del ingreso total, se parece más a México a principios de los años setenta o a México a principios de los mil novecientos. Bien podemos ser una nación preparada para aceptar un gobierno autoritario, en lugar de una nación dispuesta a luchar por una democracia multirracial que haga reales principios declarados como la libertad y la igualdad para todos.

Dadas estas difíciles realidades, simplemente elevar a los magonistas no hace justicia a la gravedad de su momento, ni al nuestro. Cuando consideramos cómo los magonistas podrían dar forma a nuestro activismo presente y futuro, ¿deberíamos inspirarnos en sus principios inflexibles; su socialismo o anarquismo; su creencia de que las ideas pueden cambiar el mundo; sus protestas cívicas o llamados a la revolución armada? Tal vez la respuesta sea todo lo anterior, aunque no está claro cuál será más probable que sacuda el poder hoy, cuando las herramientas de la represión estatal se sientan tan poderosas como siempre. Algunas de las creencias de Flores Magón están en línea con el progresismo actual, pero sus conclusiones más radicales probablemente no encontrarían muchos más seguidores ahora que hace cien años. Leyendo las palabras de admiración de Lytle Hernández sobre los magonistas, muchos estadounidenses podrían hacer una pregunta similar a la que Planteó Camilo Arriaga en 1901, después del discurso de Flores Magón en San Luis Potosí: ¿A dónde nos llevará esto?  ♦

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Comparto este trabajo del gran historiador puertorriqueño Mario Cancel sobre un tema que merece mayor atención comparativa de parte de la historiografía puertorriqueña: las actividades de los aparatos represivos imperiales en lo que Lanny Thompson ha denominado el insular empire.

Cancel enfoca la vigilancia y represión de que fue objeto el Partido Nacionalista puertorriqueño y su principal líder, Pedro Albizu Campos, en la décadas de 1920 y 1930. El autor destaca el papel que jugaron varias agencias federales en este proceso: la Office of Naval Intelligence, el Bureau of Insular Affairs y el FBI.

A quienes estén interesados en el uso de las colonias como laboratorios  para el desarrollo de políticas de represión y vigilancia que luego serían transplantadas a la metrópoli estadounidense, recomiendo la lectura del extraordinario libro de Alfred W. McCoy, Policing America’s Empire: the United States, the Philippines  and the Rise of the Surveillance State ( The University of Wisconsin Press, 2009)

El Dr. Cancel es profesor en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico y autor de innumerables trabajos  de historia, crítica literaria, poesía e historiografía.


Pedro Albizu Campos y la independencia de Puerto Rico | Informe Fracto

Nacionalistas: vigilancia y represión entre 1927 y 1936

La vigilancia sobre el nacionalismo puertorriqueño, su organización más agresiva, el Partido Nacionalista, y su liderato, en especial el licenciado Pedro Albizu Campos no deja de sorprender cuando se le observa desde la distancia. La estructura partidaria y el caudillo mulato no solo fueron objeto de la sátira de intelectuales socialistas moderados como Luis Abella Blanco y escritores de pulp fiction como Wenzell Brown, según he comentado en otras columnas en este medio. La devaluación del nacionalismo elaborada por la literatura satírica, cuyo alcance siempre puede ser cuestionado, fue reforzada por medio de un intenso proceso de criminalización cuyos efectos perduran hasta el presente. El nacionalismo también llamó la atención de las agencias de orden público puertorriqueñas y estadounidenses. La representación que de aquel sector elaboraron las fuerzas policiales, los funcionarios del Estado y la prensa comercial, penetró la llamada opinión pública de manera permanente.

Del mismo modo que durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se asoció al nacionalismo al enemigo fascista con algún éxito, tras el fin del conflicto y a lo largo de la Primera Guerra Fría (1946-1953) se le asoció con el adversario comunista. Lo cierto es que el Partido Nacionalista tuvo relaciones contradictorias con uno y otro extremo del espectro totalitario. Ello explica en parte la eficacia de ambas asociaciones. Desde la perspectiva de la cultura política del capitalismo liberal dominante y de los sectores que apoyaban el control estadounidense del territorio, aquellas alianzas resultaban lógicas e innegables. El esclarecimiento crítico de las convergencias y divergencias ideológicas entre aquellos sectores y el nacionalismo apenas comienza, según deduzco de una serie de investigaciones en curso en las últimas dos décadas.

La heterogeneidad de la militancia nacionalista, y esto habrá que discutirlo con más detalle en otro momento, explica que su militancia nunca se pusiera de acuerdo en cuanto a qué actitud tomar ante propuestas manifiestamente antiestadounidenses como el fascismo y el comunismo, según se desprende de la “Carta a Irma” (1939) del abogado José Monserrate Toro Nazario, uno de los documentos más ricos en matices y menos investigado del archivo nacionalista. La “carta pública” que nunca se difundió, ha sido impugnada por los investigadores pronacionalistas una y otra vez por sus señalamientos hacia figuras destacadas del movimiento nacionalista. Ello, unido al manejo superficial y demagógico que han hecho de la pieza los investigadores antinacionalistas, ha impedido una discusión serena del texto, hecho que me parece lamentable. El tema sigue en el tintero pero en algún momento habrá que enfrentarlo de forma crítica.

Naval IntelligenceEl nacionalismo y Albizu Campos fueron proscritos desde una diversidad de lugares asociados al adversario y al poder político.1 Como se sabe, desde 1927 la Office of Naval Intelligence (ONI) llamó la atención sobre las actividades de Albizu Campos en el Caribe. La ONI había sido fundada en 1882 mediante la Orden General 292 emitida por el Secretario de Guerra William H. Hunt (1823-1884).2 La agencia cumplió una función decisiva en la justificación de la declaración de guerra de Estados Unidos a España en 1898 sobre la base de la explosión del acorazado Maine y su presunta condición de acto terrorista o de provocación. Sus agentes vigilaron las presentaciones públicas de Albizu Campos durante su viaje de propaganda por algunos países de Hispanoamérica y el Caribe iniciados en aquel año, y señalaron sus expresiones “antiestadounidenses” en República Dominicana, país ocupado por Estados Unidos entre 1916 y 1924; y Haití, ocupado por Estados Unidos entre 1915 y 1934. En ambos casos la deuda externa impagada y los intereses económicos de Estados Unidos en los territorios, unido a la competencia de intereses alemanes, justificaron la agresión.

Frank McIntyre - Wikipedia

General Frank McIntyre

En octubre de 1927 el Gen. Frank McIntyre (1865-1944), quien fuera jefe del Bureau of Insular Affairs y responsable por los territorios de Filipinas y Puerto Rico entre 1912 y 1929, envió un memo al Secretario de Guerra Dwight Filley Davis (1879-1945) sobre el asunto. Davis era egresado de Harvard, como Albizu Campos, fue Secretario de Guerra del presidente Calvin Coolidge entre 1925 y 1929 y luego Gobernador de Filipinas entre 1929 y 1932. Davis y McIntyre conocían muy bien el circuito colonial. Davis además era una figura muy popular por su relación con el tenis, deporte que practicó profesionalmente entre 1895 y 1904. En noviembre de 1927, Evan E. Young (1878-1946), miembro de la legación estadounidense en República Dominicana entre 1925 y 1929 y diplomático con amplia experiencia internacional, hizo lo propio en una nota a su Secretario de Estado el abogado Frank Billings Kellogg (1856-1937). Lo que le interesaba era “el fraseo exacto de sus artículos noticiosos y de sus discursos”3

Los funcionarios citados no eran figuras de poca monta en la política estadounidense hemisférica. Albizu Campos y el nacionalismo nunca fueron devaluados ni considerados como un enemigo pequeño. Todo lo contrario. El interés de aquellos era informarse sobre el abogado egresado de Harvard que hacía “propaganda antinorteamericana”. El dato no me parece peregrino. Todo indica que mucho antes de mayo de 1930, cuando obtuvo la presidencia del Partido Nacionalista, ya Albizu Campos era considerado “extremadamente antiamericano” y “peligroso” por las autoridades federales. La ONI permanecía activa durante la gobernación del Alm. William Leahy (1875-1959) entre 1939 y 1940, momento en el cual las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos estaban siendo revisadas en un sentido “liberal” en el marco de la Gran Depresión, el Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial, a la vez que la influencia del Partido Popular Democrático (PPD) se fortalecía.

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Foto de un adolescente puertorriqueño enviándole un mensaje al gobernador William D. Leahy, durante una manifestación en San Juan. San Juan, Puerto Rico. 1939. @ricardoolivenc1

De igual modo, a partir de 1932, cuando la organización comenzó a chocar con las autoridades coloniales en medio de la crisis económica, social y humana de la Gran Depresión, la Insular Police (IP), una fuerza creada durante los primeros días de la invasión de 1898, combinó la vigilancia con la represión. A partir de 1935 el Federal Bureau of Investigations (FBI), agencia fundada en 1908 que ya se había profesionalizado bajo la dirección de J. Edgar Hoover (1895-1972), profundizó sus trabajos en Puerto Rico respondiendo a la preocupación de ciertos funcionarios del poder colonial. El activismo nacionalista les preocupada mucho.

A todo ello habría que añadir el hecho de que, entre 1936 y 1944, los militantes independentistas del Partido Liberal Puertorriqueño que fundaron Acción Social Independentista (ASI) organizada en 1936 y el PPD en 1938, tomaron distancia de sus posturas siguiendo las pautas del caudillo Luis Muñoz Marín, quien atravesaba por un peculiar proceso de moderación política. La moderación política no resolvió todos los problemas del joven PPD. El celo del FBI también justificó la vigilancia de Muñoz Marín desde noviembre de 1940, según se desprende de los archivos de aquella agencia. El recién electo senador era “reputedly the ranking official of the Communist Party in the West Indies and the Caribbean Sea area”4, asunto al cual retornaré en otro momento. El agente que recomendó poner a Muñoz Marín bajo la lupa del FBI fue Guy Hottel (1902-1990), graduado de la George Washington University, estrella del futbol y jefe de la oficina del FBI en Washington desde 1936. Aquel agente se hizo famoso por el célebre “Guy Hottel Memo” de marzo de 1950, documento que giraba en torno a los reportes en torno a objetos voladores no identificados (OVNI) y sus tripulantes humanoides de 3 pies de estatura vestidos con ropa de metal, tema que había llamado la atención de los medios de comunicación masiva “after the infamous events in Roswell in July 1947”.5

Por último, entre 1948 y 1956 el PPD, que ya había purgado a los independentistas del seno de la organización entre 1936 y 1947 y se había transformado en el vocero más file de las políticas estadounidenses en el país, extremó la censura al nacionalismo y legitimó su contención a través de recursos como la Ley 53 o de la Mordaza (1948). La discursividad alrededor de la cual giraba la censura y se legitimaba la represión, sin embargo, no había cambiado mucho. La mirada del PPD no difería de la de la ONI, la IP y el FBI y, en gran medida, la reproducía y profundizaba por cuenta de las necesidades concretas que le impuso su acceso al poder desde 1944 y la necesidad de mantenerlo. El circuito del asedio al nacionalismo no estaba completo con ello.

Es importante recordar que no todos los antagonistas del nacionalismo estaban fuera del partido: muchos pululaban dentro de aquel. En 1930, cuando Albizu Campos obtuvo la Presidencia del Partido Nacionalista, los militantes más moderados, los que representaban la cultura política del nacionalismo de 1922, veían la agresividad de la “acción inmediata” propuesta por Albizu Campos durante la Asamblea como un riesgo mayor, por lo que muchos decidieron retirarse de la vida pública. Durante los años 1932 a 1936, cuando la organización militarizó a sus juventudes en medio de la crisis económica y las tensiones políticas que generaba la vigilancia y la represión, tema ampliamente discutido en un libro reciente de José Manuel Dávila Marichal6, el Partido Nacionalista se purgó naturalmente sin que nada ni nadie pudiera evitarlo.

Las divisiones internas se sucedieron y drenaron la vitalidad organizativa. Un ejemplo de ello fue la crisis por la que atravesó la Junta Nacionalista de Mayagüez en 1934. La queja por la militarización del partido fue clave en el conflicto. Los disidentes mayagüezanos defendían un tipo de nacionalismo que difería tanto de la praxis de 1922 como de la de 1930: ni el ateneísmo romántico de los primeros, ni la “acción inmediata” de los segundos les seducían. Los líderes de aquella revuelta fueron los historiadores y juristas Juan A. y Salvador Perea, el mulato y luego coleccionista de libros Regino Cabassa7, y Emilio Soler López descendiente de cafetaleros catalanes. No sólo encabezaron la resistencia al proceso de militarización sino que fundaron una Junta Independiente en la ciudad. La elucidación de la disidencia de Mayagüez debe ser interpretada a la luz de los argumentos de Toro Nazario en la “Carta a Irma” de 1939, asunto que me propongo elaborar próximamente.

Amílcar Tirado, en un valioso documento publicado en 1993 durante el centenario de Albizu campos, aseguraba que el fenómeno de 1930, el ascenso de Albizu Campos a la presidencia y la “acción inmediata”, suponía el triunfo del nacionalismo ponceño ante el de la capital.8 No pongo en duda su argumento. Pero los eventos de 1934 suponían el reto de otro nacionalismo, el mayagüezano. Aquella era una manifestación crítica de las posturas de 1930, sin que ello representara un retroceso ideológico a las posturas de 1922. La relevancia de este fenómeno es que demuestra la diversidad de la imaginación nacionalista, tema que no se ha discutido con propiedad favoreciendo con ello una imagen homogénea y estática del nacionalismo treintista. El liderato disidente de Mayagüez estuvo activo en la posteriormente en la Junta de Mayagüez Pro Independencia de Puerto Rico formada en el contexto del primer Proyecto Tydings (1936), para luego reorganizarse en un Partido Independentista local.9

En términos generales, el año 1934 fue determinante para el proceso de desmantelamiento del nacionalismo militante a partir de 1936. Los costos políticos de aquel conjunto de tensiones están todavía por evaluarse de manera cuidosa. La tesis del investigador Rodríguez Reyes es que desde el 1934, las autoridades federales adoptaron una política más agresiva y comenzaron a echar los cimientos del caso incoado por el Gran Jurado federal en 1936.10 En enero de 1934, el Mayor General Blanton Winship (1869-1947), abogado militar, veterano del 1898 y de la Gran Guerra, fue nombrado gobernador con la encomienda tácita de enfrentar con “mano dura” la amenaza nacionalista. La recomendación del exgobernador y abogado James R. Beverley (1894-1967) es emblemática: el funcionario recomendó que se enviara a “alguien que tenga el coraje para hacer su trabajo sea este popular o no” y preguntaba específicamente por Winship11.

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Foto de una manifestación pidiendo la renuncia del gobernador Blanton Winship. San Juan, Puerto Rico. 1937 @ricardoolivenc1

Las objeciones de Winship a la prédica de Albizu Campos no eran nuevas. Durante el proceso de venta de los “Bonos de la República” en Wall Street en 1931 Winship, entonces asesor legal de las fuerzas armadas, recomendó que se procesara judicialmente a Albizu Campos y sus asociados. Una vez en la gobernación, Winship contó con una serie de recursos que superaban aquellos a los que el Partido Nacionalista podía recurrir. La Guardia Nacional, el Regimiento 295 y 296 recién creados, era activados cuando los conflictos civiles se profundizaban. También contaba con la Fuerzas Armadas de Estados Unidos y su Regimiento 65 de Infantería que podían ser llamadas a servicio en caso de necesidad. Las amenazas de movilización fueron recurrentes en medio de la crisis general del 1930, asunto que tampoco ha sido investigado con detenimiento.

En diciembre de 1933, por ejemplo, ante las protestas de los consumidores, los representantes del capital y la industria en Puerto Rico recomendaron al gobernador Robert H. Gore (1886-1972) que activara la Guardia Nacional y al Regimiento 65 de Infantería para ayudar a las empresas a frenar los reclamos de los trabajadores y los consumidores. El gobierno respondió reclutando más efectivos para la policía y adelantando el nombramiento de 150 agentes especiales antimotín rearmados con subametralladoras Tommy Boys y Thompson. Junto a ello se autorizó la activación y el despliegue de la Guardia Nacional en los conflictos generados por la ciudadanía.12

Lo cierto es que en 1935 la crisis hasta ahora descrita había llegado a un extremo. A mediados de aquel año se delató la existencia de una conjura al interior del partido con el propósito de sacar a Albizu Campos de la presidencia. La situación poco tenía que ver con la disidencia del grupo de San Juan en 1930 o con la de 1934 en Mayagüez. El complot por despojar a Albizu Campos de la presidencia se radicalizó y, dentro de los planes de los intrigantes, se consideró el asesinato político como remedio. Todo sugiere que el exsecretario del Partido Nacionalista José Lameiro, una figura que no he podido investigar a la saciedad y quien había sido expulsado por insubordinación, era el cerebro de la conjura.13 La inestabilidad de la organización pudo haber justificado la acción del Gran Jurado federal de 1936. Si a ello se añadía el temor a que los nacionalistas se sublevaran con el fin de inestabilizar proceso electoral de noviembre de aquel año, se comprenderá la premura de aquel proceso. La “acción inmediata” postulada por Albizu Campos requería crearle una “crisis” a Estados Unidos en Puerto Rico por lo que aquella era una coyuntura excelente para ello.

Las preguntas que trataré de responder son, sin embargo, otras. ¿Cómo se representaba el FBI a aquel abogado antiamericano graduado de Harvard a la atura del 1936? ¿A que fuentes de información recurrió? ¿Quiénes estaban interesados y quienes se beneficiaban de aquel proceso? Y, claro está, ¿cómo compara la imagen de Albizu Campos con la de Muñoz Marín? ¿En qué medida los fantasmas del fascismo y el comunismo fueron invertido por el FBI para manufacturar aquellas imágenes? A revisar ambos perfiles me dedicaré en la próxima reflexión.

1 Para una breve genealogía de la vigilancia y persecución del nacionalismo previo a los procesos de 1936 recomiendo Harry Rodríguez Reyes (1993 / 1997) “Los procesos judiciales incoados contra Pedro Albizu Campos” en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (San Juan: Editorial de la UPR): 215-216.

2 Rear Admiral A. P. Niblack (1920). The History and aims of the Office of Naval Intelligence (Washington: G.P.O.) URL http://www.ibiblio.org/hyperwar/NHC/History-Aims-ONI-1920/History-Aims-ONI-1920.html

3 H. Rodríguez Reyes, p. 215.

4 Freedom of Information and Privacy Acts Release of Subject: Luis Muñoz-Marin. File#: 100-5745. Section1: f. 2.

5 “UFOs And the Guy Hottel Memo” (March 25, 2013) FBI-News-Stories. URL https://www.fbi.gov/news/stories/ufos-and-the-guy-hottel-memo

6 J.M. Dávila Marichal (2022) “Capítulo II. Militarizando al Partido nacionalista” en Pedro Albizu campos y el Ejército Libertados del Partido Nacionalista de Puerto Rico (1930-1939) (San Juan: Laberinto): 63-126.

7 Sobre Regino Cabassa se ha publicado en una edición personal muy pequeña un volumen: Dennis de Jesús Rodríguez (2018) Diario de don Regino Cabassa Túa. Una biografía necesaria (Mayagüez). El volumen tiene un prólogo del Dr. Edwin Irizarry Mora y una nota del nacionalista Rafael Cancel Miranda.

8 Amílcar Tirado (1993 / 1997), “La forja de un líder: Pedro Albizu Campos (1924-1930)” en La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. (San Juan: Editorial de la UPR): 65-81.

9 Los interesados pueden consultar Mario R. Cancel Sepúlveda (9 de agosto de 2010) “El Partido Nacionalista, los obreros y Mayagüez (1934)” en Puerto Rico entre siglos. URL: https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2010/08/09/partido-nacionalista-obreros-mayaguez-1934/

10 H. Rodríguez Reyes, p. 217.

11 H. Rodríguez Reyes, p. 217

12 Mario R. Cancel-Sepúlveda (12 de abril de 2009) “La Gran Depresión de 1929: violencia y sociedad” en Puerto Rico: su transformación en el tiempo URL: https://historiapr.wordpress.com/2009/04/12/la-gran-depresion-de-1929-violencia-y-sociedad/

13 J. M. Dávila Marichal, p. 139 ss.

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El mes de febrero es dedicado en Estados Unidos a la historia afroamericana. Por ello, Diálogo Atlántico, blog del Instituto Franklin UHA, publica una nota del Dr. Rubén Peinado Abarrio, reseñando seis películas con temas afroamericanos.  Son estas: Selma (2014), Judas y el mesías negro (2021), Doce años como esclavo (2013), Los chicos del barrio (Boyz n the Hood, 1991),  Moonlight (2016) y Killer of Sheep (1978). 

El Dr. Peinado Abarrio es Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de Oviedo y  profesor en la Universidad de Zaragoza.


Black-History-Month

Black History Month: Un itinerario cinematográfico para conmemorar la historia negra de Estados Unidos

Diálogo Atlántico    3 de febrero de 2021

Cada país tiene sus propios fantasmas. En Estados Unidos, la esclavitud institucionalizada y su legado de racismo ocupan un lugar central en el imaginario colectivo. Iniciativas periodísticas como los proyectos Inheritance y 1619 se han propuesto dibujar una nación vertebrada en torno a la negritud, objetivo similar al del Black History Month, que durante el mes de febrero conmemora a figuras y momentos clave de la diáspora africana. Con motivo de la celebración, proponemos un itinerario cinematográfico que alterna grandes acontecimientos y héroes nacionales con luchas desde abajo y experiencias fuera de foco. Unos y otras sirven para convertir nuestras pantallas en espacios de recuerdo y homenaje.

Selma (Ava DuVernay, 2014)

Verano de 1963: cuatro niñas se disponen a abandonar una iglesia baptista de Alabama cuando la bomba plantada por miembros del Ku Klux Klan la hace saltar por los aires. En una cinta donde predomina el acercamiento solemne a la figura de Martin Luther King, es esta representación de terrorismo doméstico la que permanece en la retina del público. Con su puesta en escena, su iluminación, y su uso del ruido, el silencio y la cámara lenta, DuVernay muestra la fragilidad de la existencia afroamericana, sumergiéndonos en un horror que convierte un momento banal en parteaguas, tanto para las víctimas individuales como para todo el Movimiento por los Derechos Civiles.

 

Judas y el mesías negro (Shaka King, 2021)

Dos actitudes -no siempre excluyentes- surgen como respuesta a esa violencia blanca: una pacífica, cargada de amor cristiano y orientada a la integración, y otra beligerante y revolucionaria, articulada en torno al Nacionalismo Negro. Como líder de los Panteras Negras de Illinois, Fred Hampton seguía la segunda ruta, y así lo atestiguan los incendiarios discursos que salpican el film de King. Por ello, entre escenas de violencia potencial y consumada, brilla con luz propia el cortejo entre Hampton (Daniel Kaluuya) y Deborah Johnson (Dominique Fishback): los futuros amantes intiman mientras recitan un apasionado discurso del héroe común, Malcolm X. Como en el poema de Yeats, también de la lucha puede nacer una belleza terrible.

 

Moonlight (Barry Jenkins, 2016)

En una sociedad en la que la masculinidad tóxica ofrece refugio ante la precariedad histórica del cuerpo negro, el deseo consumado de dos adolescentes homosexuales adquiere valor subversivo. Ante las mismas aguas en las que Chiron (Ashton Sanders) había sido bautizado por una figura paterna de breve aparición -evocación de un ideal de amor en un mundo hostil-, tiene lugar este instante de intimidad, que permite olvidar temporalmente el acoso escolar y la homofobia y atreverse a abrazar una identidad sexual en construcción.

 

Killer of Sheep (Charles Burnett, 1978)

Saltamos de una joven pareja bañada por la luz de la luna a un matrimonio que baila al son de la elegante voz de Dinah Washington. Con caricias desesperadas, la esposa (Kaycee Moore) pelea por sacar a su marido (Henry Sanders) de la parálisis emocional propiciada por la precariedad económica y su trabajo alienante en un matadero. En este clásico perdido durante décadas, Burnett traslada al barrio angelino de Watts de los años 70 el impacto emocional y los hallazgos formales del neorrealismo, al tiempo que huye de los estereotipos de drogas, tiroteos y pandillas en el gueto.

 

Los chicos del barrio (John Singleton, 1991)

Recorremos ahora los cinco kilómetros que separan Watts de Compton, donde Furious (Laurence Fishburne) disecciona el complejo entramado de intereses que obstaculizan la justifica racial en Estados Unidos. Con un didacticismo tan efectista como efectivo, Singleton proyecta una espiral de catástrofe: los jóvenes negros permanecen sujetos a la violencia causada por el alcohol, las drogas y la falta de expectativas, el crimen devalúa el precio de las propiedades, sus dueños venden a bajo precio y son desplazados, con la consiguiente subida de precios que solo compradores blancos pueden permitirse. Como terrible consecuencia final: la dispersión y erosión de las comunidades negras.

 

12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013)

De la gentrificación retrocedemos a la manifestación más extrema del supremacismo blanco: la esclavitud basada en la raza. McQueen evoca el terror con la milimétrica composición del linchamiento de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), pero también abre ventanas desde las que celebrar la fuerza y belleza del legado cultural afroamericano. De entre todas ellas, nos quedamos con la imagen de comunión durante los cánticos espirituales en el funeral de un esclavo de la plantación. En un primer plano de poco más de un minuto, Ejiofor consigue transmitir el trayecto que va desde la desesperanza individual hasta el drama colectivo, y de ahí a la convicción de que un futuro mejor aguarda, ya sea a esta generación o a las siguientes. Esta escena, al igual que el resto del itinerario, funciona a un tiempo como recordatorio de la vulnerabilidad de las vidas negras y como monumento a la resiliencia de la comunidad afroamericana.

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Comparto con mis lectores  las  reseñas de dos películas  y un documental publicadas en el seminario puertorriqueño Claridad, que recogen, como bien señala su autora, el papel que han jugado las instituciones policiacas del gobierno estadounidense en la persecución de las minorías raciales en los Estados Unidos. El primero de los largos metraje, Judas and the Black Messiah, enfoca el asesinato por la policia de Chicago -en contubernio con el FBI- del joven líder de las Panteras Negras Fred Hampton. La segunda película, titulada The United States vs. Billie Holiday, es una producción  del servicio de suscripción  de vídeo Hulu. Dirigida por Lee Daniels, este largo metraje recoje la historia de la gran cantante afroamericana Billie Holiday y de los problemas que enfrentó con el Buró Antinarcóticos. El documental reseñado (MLK/FBI) retrata la persución   del FBI  contra el Dr. Martín Luther King. Para quienes gustamos del cine, y en particular del cine histórico, estas reseñas no podrán menos que despertar nuestra curiosidad por estas películas que parecen estar destinadas a convertirse en clásicos y documentos de una era muy difícil en la historia de Estados Unidos.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de abril de 2021


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La persecución continua del F.B.I.: Judas and the Black Messiah, MLK/FBI, The United States vs. Billie Holiday

María Cristina

Claridad    16 de abril de 2021

A pesar de que creo que Mississippi Burning (Alan Parker 1988) es un excelente filme que catalogo como político por centrarse en la irracional segregación sureña de los Estados Unidos, entiendo que la manera de presentar el FBI es lo más alejado de la verdad en ese tiempo y antes y después. Aunque Judas and the Black MessiahMLK/FBI  The United States vs. Billie Holiday enfocan en la persecución de la población afroamericana, el historial de esta agencia se extiende a cualquier grupo que ellos consideren ser una amenaza contra el gobierno de los Estados Unidos y a cualquier persona que exprese ideas “comunistas” según definido por ellos. A pesar del secreteo que siempre ha caracterizado al FBI, poco a poco han circulado documentos oficiales que revelan la intensidad de su carpeteo y acciones para poner fin, de una manera (desprestigiando) u otra (asesinato). Estos tres filmes son ejemplos de ello.

Judas and the Black Messiah 

Director: Shaka King; guionistas: Will Berson y Shaka King; cinematógrafo: Sean Bobbitt

Uno de los muchos aciertos de este filme—aparte de su temática—es que la recreación de época se presenta dentro de una realidad que capta la efervescencia de la década de los 1960 con toda su normalidad que puede ser agrupaciones de jóvenes entusiasmados por cambiar sus circunstancias, pero especialmente el mundo heredado y la sociedad que los reprime. Señalo esto porque a pesar de ser un proyecto muy prometedor, los cinco filmes del británico-caribeño Steve McQueen agrupados bajo el título Small Axe, intentan, pero no logran, ese sentido de urgencia de la época de turbulencia de la generación Windrushen el Reino Unido. Judas and the Black Messiahnos permite ser parte del momento, ver las maquinaciones del FBI, la utilización de un infiltrado (Bill O’Neal) para desprestigiar y, cuando esto no funciona, asesinar al joven Fred Hampton (1948-1969), líder de los Black Panthers en Chicago.

Daniel Kaluuya, obtiene el Bafta a mejor actor de reparto, por su  interpretación en 'Judas and the Black Messiah' - AlbertoNews - Periodismo  sin censura

Shaka King, director, coguionista y coproductor, muy astutamente enfoca en una sola etapa de la muy corta vida de Hampton (excelentemente interpretado por el británico Daniel Kaluuya): su ascenso a presidir la seccional de los Black Panthers en Illinois, la intensidad de su persecución de parte del FBI y su asesinato. Se dan tres episodios simultáneamente: el reclutamiento e infiltración de O’Neal (LaKeith Stanfield) y sus constantes dudas de si el dinero y la protección que recibe de la agencia valida su traición; el centralismo de Hampton en la lucha por una unidad de grupos y una línea de acción conjunta; el montaje del FBI para poner fin a lo que ellos mismos han fabricado como amenaza al gobierno establecido. Aunque conocemos lo sucedido (además de lo que recientemente se ha descubierto de las acciones del FBI), la historia personal y colectiva nos ofrece una esperanza de que la posibilidad del cambio existe. Por eso lo que queda en nuestra memoria son los esfuerzos de Hampton por crear el Rainbow Coalition y unir organizaciones políticas multiculturales como Black Panthers, Young Patriots y los Young Lords junto al apoyo de gangas rivales de Chicago para trabajar por cambios sociales dentro de las comunidades pobres y marginadas.

MLK/FBI

Director: Sam Pollard 2020

Edgar Hoover ha sido a través de los años una figura casi mítica por su malicia, astucia y persistencia en perseguir a cualquier persona o grupo que concibiera como enemigo de los Estados Unidos. Esa lista incluye a cualquier disidente de su propia definición de la ley y el orden. Además, parece obsesivo con sostener su versión de los que es la fibra moral—una versión fundamentalista de la sexualidad que no aplica a él—de los Estados Unidos que hace a este país mejor que cualquiera. Es su acumulación de poder lo que le permite violar precisamente los derechos humanos en los que se basa la Constitución de este país. Para él los derechos y la justicia sólo aplican a los “true Americans” lo que excluye a todos los que no provengan de la Europa blanca. Y si dentro de comunidades de descendencia italiana, irlandesa, judía y otros grupos étnicos favorecidos se desarrollan grupos activistas cuyo fin sea cambiar/alterar el gobierno actual, serán perseguidos de igual manera. Los estudiantes universitarios en contra de la Guerra de Vietnam, los grupos urbanos de jóvenes que abogaban por igual trato y derechos, los grupos religiosos y laicos que marchaban por la igualdad de derechos fueron fichados y perseguidos por unidades creadas específicamente para sabotear todas sus acciones. Martin Luther King se convirtió en un obsesivo objetivo para Hoover como demuestra este documental.

MLK/FBI, el documental que rastrea el ataque del FBI a Martin Luther King Jr.  – Luis Guillermo Digital

La historia que se presenta cubre de 1955 a 1968 y traza el inicio y el ascenso de Martin Luther King como activista de los derechos civiles y uno de los líderes más carismáticos, conocedores y determinados de conseguir la igualdad para toda la población de los Estados Unidos. Lo que Hoover consideraba sublevación, MLK y los integrantes de estos movimientos lo entendían como libertad y justicia para todxs. Nadie estaba exento de ser vigilado, acusado y encarcelado tanto por la policía local como por los agentes federales. Todxs tenían conocimiento de esto, aunque no supieran la extensión de esa persecución. Con excelente pietaje que cubre estos años, con archivos que ahora son públicos, con entrevistas con allegados a MLK y ex agentes del FBI, el documental cuestiona la veracidad de los documentos expuestos y, especialmente, los todavía protegidos bajo “Archivos privados de J. Edgar Hoover” y la gran pregunta de ¿cómo fue posible que con la vigilancia extrema que le tenían a MLK, no supieran de antemano que esa persona lo iba a asesinar en el balcón de la habitación del motel Lorraine en Memphis, Tennessee el 4 de abril de 1968? Con su muerte, el FBI cierra su archivo y toda la supuesta evidencia que tenían, para en algún momento utilizar en su contra, queda en ese infame archivo privado de Hoover.

The United States vs. Billie Holiday

Director: Lee Daniels; guionista: Suzan-Lori Parks; autora: Johann Hari; cinematógrafo: Andrew Dunn.

La recreación de época y la maravillosa voz de Andra Day interpretando las canciones que Billie Holiday hizo famosas son los puntos excepcionales de este filme. Es una pena que la historia sobre esta etapa de la vida de Holiday, especialmente desde finales de la década de 1940 hasta su muerte por cirrosis entre otros desgastes de salud, no tenga una narrativa coherente y compleja como debe ser la presentación de personajes en literatura o cine. Holiday aparece como una mujer con una voz única en el mundo musical del momento, pero lo que se enfatiza es cómo su alcoholismo, adicción a drogas y su impotencia de alejarse de relaciones destructivas y abusivas la convierten en una víctima. Su grupo de amigos la cuidan, complacen, aconsejan cuando ella se los permite, pero a fin de cuenta Holiday los echa a un lado para seguir a los hombres que se enriquecerán de su talento sin importarle el daño que le puedan hacer.

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Desarrollar la historia a través de un romance al principio imaginario y luego dañino entre Holiday y el agente del FBI (encubierto y descubierto), Jimmy Fletcher (Trevante Rhodes), es bastante dudoso porque requiere entrampar a la mujer que supuestamente admira tanto. Además, Fletcher se presenta como un tipo que quiere hacer bien su trabajo, que cree que ser parte del FBI es una forma de ser parte del centro de poder, pero que supuestamente deplora a tipos como Harry Anslinger (Garrett Hedlund), el encargado de entrampar y arruinar la vida de Holiday. Por su parte, se presenta a Holiday con poca información de su pasado y de cómo llega a ser tan admirada y a tener tantos seguidores que logra llenar la sala de espectáculos más importante de Nueva York, Carnegie Hall. Lo que lxs espectadores vemos es una mujer talentosa, pero determinada a acabar con su vida con relaciones tan dañinas que no hay marcha atrás. A pesar de las fallas del filme Lady Sings the Blues (Sidney Furie 1972) por enfocar primordialmente en su adicción a drogas, protagonizado por Diana Ross, aquí sí hay un desarrollo de personaje que capta todas sus contradicciones.

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Según el diario The New York Times, un grupo de 17 historiadores han estado coordinando a través de Zoom, la publicación de lo que sería el primer balance histórico de la presidencia de Donald J. Trump. Nos guste o no, es inevitable reconocer el impacto, a corto y a largo plazo, de los cuatro años de Trump en la Casa Blanca. Siendo así, resulta imprescindible analizar y entender ese triste periodo.

Este proyecto -dirigido por el historiador Julian A. Zelizer– será publicado en el año 2022 por la Princenton University Press  con el título The Presidency of Donald J. Trump: A First Historical Assessment. Cada uno de los 17 historiadores estará a cargo de un capítulo analizando un tema específico. La temática del libro será muy amplia. Por ejemplo, Jason Scott Smith   (University of New Mexico) escribirá un capítulo sobre infraestructura que incluirá el tema del famoso muro, Merlin Chowkwanyun (Columbia University) analizará el manejo de la pandemia, Beverly Gage (Yale University) enfocará  las tumultuosas relaciones de  Trump con el FBI, Keeanga-Yamahtta Taylor (Princeton) estudiará el tema racial a través del movimiento Black Lives Matter y Mae Ngai (Columbia Unversity) atenderá las controversiales politicas migratorias del exmandatario.

Habrá que esperar con paciencia la publicación de esta obra, que debería sentar las bases para un análisis histórico profundo de la presidencia de Donald J. Trump.

Norberto Barreto Velázquez

Lima, 24 de marzo de 2021

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Hillary Clinton Isn’t the First Government Official to Send Secret Messages

From Hoover’s FBI to George W. Bush’s White House, officials have been hiding their communications for decades. 

Recent revelations that, during her tenure as secretary of state, ­Hillary Clinton maintained a private e-mail server separate from the State Department’s official one raise a question that transcends the current debate over whether she compromised national security: Was the former secretary’s decision exceptional, or did it reflect what had been (and conceivably remains) the practice of senior White House and intelligence-agency officials to preclude, or at least minimize, the exposure of controversial, even illegal policy decisions?

Clinton’s reliance on a private e-mail account ensured that, because her communications were not logged into the State Department’s records system, she alone could determine which of them would be destroyed and which would be saved. A further issue involves the inadvertent discovery of her actions—that is, as the by-product of Congress’s narrow inquiry into the Benghazi matter. This inadvertent revelation raises an additional query: Did other senior administration and intelligence officials, unwilling to rely solely on classification restrictions, devise special procedures to prevent the discovery of their actions? For, as we belatedly learned through the congressional investigations of the 1970s and ’80s and the release of records in response to Freedom of Information Act requests, senior intelligence officials involved in controversial and politically sensitive operations had purposely and covertly instituted a series of separate procedures to keep and destroy records.

Dating from the early 1940s, for example, FBI director J. Edgar Hoover maintained especially sensitive records in two secret office files that were separate from the FBI’s central records system. Those records documented the FBI’s illegal investigative techniques and the collection of derogatory information on prominent Americans. Hoover also instituted a series of special records and record-destruction policies (“Do Not File,” “June Mail,” and blue, pink, or informal memorandums), and he authorized senior FBI officials to regularly purge the contents of their own secret office files.

In 1973, responding to the creation of the Senate Watergate Committee, CIA director Richard Helms ordered the destruction of all the tapes and transcripts of his office and telephone conversations. CIA officials also authorized the use of “soft files” and “privacy channels” to send (and then destroy) sensitive communications—and specifically authorized the destruction of the agency’s records on its infamous drug program, MK-ULTRA; on Chile’s Manuel Contreras (head of the country’s murderous secret police under dictator Augusto Pinochet); and on the CIA-engineered 1953 coup that overthrew President Mohammad Mossadegh in Iran.

The National Security Agency similarly created special records and record-destruction policies involving two illegal programs: Project Minaret (running from 1967 to 1973, it intercepted the international communications of anti–Vietnam War and civil-rights activists) and Project Shamrock (running from 1947 to 1975, it intercepted telegraph messages in transit to and from the United States). And Oliver North, a National Security Council aide in the Reagan administration, created a “do not log” procedure to manage communications to his boss, John Poindexter—and then, when the Iran/Contra scandal broke, destroyed those records (although North’s ignorance that the NSC computer system maintained a backup memory allowed investigators to reconstruct some of those records).

At a time when the public and Congress are exploring how the George W. Bush administration, by classifying records on national-security grounds, was able to secretly authorize the NSA’s Terrorism Surveillance Program and the CIA’s rendition and torture programs, it is equally important to explore whether the secret procedures employed in the past continue. Bush White House officials created special e-mail accounts for their communications with the Republican National Committee—and it was subsequently revealed that many of those e-mails had been destroyed or were missing. More seriously, attorneys from the Office of Professional Responsibility found, in the course of their investigation into legal rulings by Justice Department attorneys John Yoo, Patrick Philbin, and Jay Bybee, that many of their e-mails were missing and that “most of” Yoo’s and Philbin’s e-mail records covering the period from July to August 2002 “had been deleted and were not recoverable.” In addition, forewarned of Congress’s intent to convene hearings on CIA interrogation practices, agency officials in 2005 destroyed 92 videotapes of the CIA’s brutal treatment of Al Qaeda detainees Abu Zubaydah and Abd al-Rahim al-Nashiri.

These recent practices not only confirm that Hillary Clinton’s actions were notexceptional; they underscore the need for a broader examination of the US government’s practices for keeping records to ensure the effectiveness of congressional and judicial oversight.

 Athan G. Theoharis, a professor of history at Marquette University, is the author, most recently, of The FBI and American Democracy: A Brief Critical History (Kansas).

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The Security State, COINTELPRO, and Black Lives Matter

Excerpt of letter sent to MLK from FBI

Excerpt of letter sent to MLK from FBI.(Photo: NYT/NARA)

The revelations reported over the last several weeks that various federal, state, and local authorities have been regularly monitoring individual organizers and protest activities associated with the Black Lives Matter movement may seem unsurprising in light of the expansive American state security infrastructure developed since the terrorist attacks of September 11, 2001. Such covert operations nonetheless remain deeply disturbing. They are embedded in a long history of government officials equating civil rights activism with subversion and of a mindset that understands black leaders and black citizens as dangerous when they demand an end to the racism underpinning the socioeconomic and political order of the United States.

Arguably that mindset dates back to the era of slavery, when whites patrolled for and snuffed out signs of potential unrest among the enslaved, understood black churches and ministers as possible agents of dissent, and tried to embargo word of international events like the Haitian Revolution and British abolition lest enslaved people get any ideas. But nothing in recent memory more clearly demonstrates how concerns about threats originating abroad can bleed into government efforts to contain black domestic activism than the project known as COINTELPRO.

Shorthand for Counter Intelligence Program, COINTELPRO formally began in 1956 as a secret program led by FBI Director J. Edgar Hoover. Its goal was to infiltrate the Communist Party USA, disrupt its activities, and monitor its members for signs that they agitated against the American government or even fed intelligence to the Soviet Union. Within months, however, Hoover had begun widening the purview of COINTELPRO, and by the late 1960s the FBI’s targets included a large number of individuals and groups Hoover and his agents considered “subversive.” These sometimes included white supremacist and hate groups on the far right, such as the Ku Klux Klan, the National States’ Rights Party, and the American Nazi Party. But far more frequently, domestic organizations targeted by COINTELPRO were leftist groups associated with socialism, the student movement, the antiwar movement, and the women’s rights movement.

None of the activities falling under the COINTELPRO umbrella, however, were more notorious or extensive than those directed at the black civil rights movement. The FBI had been monitoring black leaders of the burgeoning movement long before 1956, claiming that they harbored communists in their ranks. But over the course of the ensuing fifteen years, agents of the COINTELPRO program trained their sights on almost every organization and individual working on behalf of black civil rights. Suspicions of communism gradually became little more than a pretext for clamping down on protest, and in 1967 COINTELPRO undertook an operation entirely focused on black activism. Ostensibly created in response to growing black nationalist and black power movements in the United States, the operation not only targeted groups willing to countenance relatively radical ideas and activities such as the Deacons for Defense and Justice, the Black Panther Party, and the Nation of Islam, but also mainstream groups like the Congress of Racial Equality, the Southern Christian Leadership Conference, and the NAACP.

The directive creating the “racial intelligence” operation made no pretenses about its aims, which were to “expose, disrupt, misdirect, discredit, or otherwise neutralize the activities” of civil rights organizations and to frustrate the “efforts of the various groups to consolidate their forces or to recruit new or youthful adherents.” Although the directive claimed that the organizations most heavily targeted were “hate-type organizations and groupings” with a “propensity for violence and civil disorder,” few people came under greater scrutiny than Martin Luther King, Jr. Prior to King’s assassination in 1968, the FBI bugged King’s home and every hotel room in which he stayed, sent him audio recordings that supposedly captured his adulterous liaisons along with a blackmail letter urging him to commit suicide, and smeared him publicly as a communist and a “notorious liar.”

These tactics, nasty as they were, barely begin to capture the range of COINTELPRO’s activities, which included rooting through people’s mail and trash, breaking into organizational offices and the homes of individuals to conduct searches, planting false rumors and informants to turn activists and groups against one another, creating false documents and correspondence, attempting to get people fired from their jobs, fabricating evidence and perjured testimony at trials, carrying out acts of vandalism, soliciting beatings and sometimes assassinations, and otherwise engaging in a campaign of nearly unrestrained harassment, psychological warfare, and violence.

COINTELPRO might have continued indefinitely had it not been for a group of citizen activists who broke into an FBI field office in Media, Pennsylvania early in 1971, stole a number of incriminating documents, and released them to the press. The ferocity of the ensuing criticism led Hoover to announce several months later that COINTELPRO had ceased to exist. But resignations, lawsuits, and investigations followed for years, and in 1976 a Senate committee chaired by Senator Frank Church investigated the FBI generally and COINTELPRO specifically. Its report blasted the entire American intelligence community for engaging in domestic activities that went well beyond the boundaries of what was either acceptable or legal. Senior intelligence officials, the report concluded, sanctioned operations that routinely violated Americans’ constitutional rights and failed entirely to control field agents, who often neglected to consider the law and sometimes purposefully violated it.

With regard to COINTELPRO in particular, the Church Committee concluded that “many of the techniques used would be intolerable in a democratic society even if all of the targets had been involved in violent activity, but COINTELPRO went far beyond that.” The FBI, the Committee reported, had been less involved in legitimate counterintelligence than it had been conducting “a sophisticated vigilante operation aimed squarely at preventing the exercise of First Amendment rights of speech and association, on the theory that preventing the growth of dangerous groups and the propagation of dangerous ideas would protect the national security and deter violence.”

The exposure of COINTELPRO substantiated legitimate and accurate accusations about government abuses that had been floated for years. If it also lent credence to some wilder claims about government surveillance and repression that likely amount to conspiracy theories, the FBI has only itself to blame. Moreover, while public knowledge of COINTELPRO helped produce some reforms of American intelligence agencies, a number of the tactics used under COINTELPRO to investigate domestic activists and their organizations continued long after the program formally ended. Today, government officials scrutinizing those in the Black Lives Matter movement who stand on the front lines of the battle against white supremacy might be wise to direct more of their time and resources toward monitoring right-wing racist and antigovernment extremists, who have carried out nineteen lethal attacks resulting in the deaths of nearly fifty people since 2001. That is what a genuine domestic threat looks like.

About the Author

Joshua D. Rothman

Joshua D. Rothman is Professor of History and Director of the Frances S. Summersell Center for the Study of the South at the University of Alabama. He is the author, most recently, of Flush Times and Fever Dreams: A Story of Capitalism and Slavery in the Age of Jackson (2012), and is currently working on a book about the slave traders Isaac Franklin, John Armfield, and Rice Ballard.

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