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En este interesante artículo, Borja Bas examina cómo la homosexualidad fue disfrazada en las películas de gánsteres de Hollywood. Enfoca en total 9 películas y una serie de televisión (Los Sopranos, 1999-2007). Estas incluyen a Little Ceaser (1931), The Maltese Falcon  (1931), Gilda (1946), White Heat (1949), His Kind of Woman (1951), The Big Heat (1953), Performance (1970), Reservoir Dogs (1992) y Lost Highway (1997).

Bas es periodista del diario español El País.


Little Caesar. 1931. Directed by Mervyn LeRoy | MoMAViolencia explícita, sexo sugerido: cómo Hollywood disfrazó la homosexualidad en el cine de gánsteres

BORJA BAS

Icon –  13 de febrero de 2024

No es un chiste: ¿en qué se parecían un gánster y un homosexual? Llevaban una doble vida, se veían envueltos en conductas delictivas, se entregaban a encuentros clandestinos y ocultaban sus actividades en las sombras. Desde los años treinta hasta el cambio de siglo, estas dos figuras han vivido una evolución en su representación cinematográfica que redobla su marginalidad en la figura del gánster homosexual.

“Los expertos en cine negro responden a un perfil heterosexual muy canónico que, desde la reverencia y la mitificación, no han podido o no han querido ver las innumerables connotaciones maricas que palpitan en los grandes clásicos”, explica Juan Dos Ramos, autor del ensayo Gangsters maricas. Extravagancia y furia en el cine negroilustrado por Álex Tarazón. Además, desde hoy al 18 de febrero esta iniciativa editorial se traslada a la Cineteca de Matadero (Madrid), en el ciclo Gangsters maricas con la proyección de Gilda, Al rojo vivo, Los sobornados, Performance y Carretera perdida. A continuación, una cronología de este subgénero infiltrado con sus más ilustrativos ejemplos.

El gánster que entiende, pero no entiende nada

En Hampa dorada (Marvin Leroy, 1931), Edward G. Robinson es un atracador de poca monta que se muda a Chicago junto a su compinche, que prefiere hacerse bailarín en busca del éxito. Mientras su amigo prospera y se enamora de una bailarina, el pequeño César Rico Bandello escala en el hampa y se pasa toda la cinta intentando que su exsocio, el único en quien depositaría su confianza, regrese a su lado como mano derecha de la banda. “Las mujeres no van con los negocios”, le suelta.

Hacia el final de la película, Rico tiene encañonado a su amigo, pero no le salen las balas. “Su mirada desesperada en ese momento lo dice todo. Es casi como una escena de ruptura, el gánster ahí pierde todo por exponerse. Esa es la gran tragedia de Rico: el hombre que él quería se ha ido con una mujer”, señala Dos Ramos. Un patinazo emocional que le obliga a esconderse de la policía para acabar ametrallado en un callejón bajo un cartel que anuncia el nuevo espectáculo del que fue su amor secreto.

El halcón maltés (película de 1941) - Wikipedia, la enciclopedia libre

Humphrey Bogart: un macho asediado por gays

El editor de la novela El halcón maltés solicitó a su autor, Dashiell Hammett, que rebajara el tono homosexual. Cuando John Huston la llevó al cine en 1941, recogió las pistas que dejaba el libro para desplegar toda una paleta de moralidades dudosas, especialmente en el trío de gánsteres descaradamente homosexuales que sumen en el embrollo de búsqueda de la preciada figura del halcón a Humphrey Bogart, detective con pocas barreras éticas.

Juan Dos Ramos apunta: “Aquí se cumple otra de las reglas del cine negro: la de amariconar a los secundarios para apuntalar la hombría del detective protagonista. Es un recurso que el mismo Raymond Chandler decía que abundaba entre los narradores de novela negra”. Peter Lorre compone aquí uno de los roles más brillantes de su carrera: el de Joel Cairo, un gánster que no oculta su diferencia desde el minuto uno. Se presenta en el despacho de Bogart precedido por una tarjeta con aroma a su perfume de gardenias y durante la charla con el detective acaricia con remilgo su bastón. El personaje del gánster gordo (Sydney Greenstreet) siempre con su amigo pistolero cerca (Elisha Cook Jr.), al que quiere “como un hijo”, tampoco anda con disimulos. Cuando decide traicionar al joven esbirro, dice: “Si pierdes un hijo siempre es posible conseguir otro”.

Gilda o el triángulo amoroso como coartada

Gilda - www.posterissim.comGilda (Charles Vidor, 1946), ha pasado a la historia como gran precursora del destape (ese guante de Rita Hayworth), pero se marca otro tanto: el de plantear un posible triángulo amoroso bisexual. No hay más que asomarse a la escena de arranque. Glenn Ford sale de una timba ilegal en un antro del puerto de Buenos Aires tras jugársela con sus dados trucados. Un maleante ve su intento de atracarle frustrado por el golpe de un bastón que oculta una punta de cuchillo. Lo maneja un misterioso hombre atildado, el gánster encarnado por George Macready. Ya desde ese momento, todo son equívocos y dobles sentidos en el diálogo.

“Es un amigo fiel y obediente. Guarda silencio cuando quiero que esté callado y habla cuando quiero que hable”, dice Macready sobre su bastón. “Esa es mi idea de la amistad”. “Muy alegre su vida”, le responde Ford (ese “alegre” es gay en el guion original que, aunque ya está en desuso, en esa acepción servía para definir algo feliz o divertido). Y celebran su recién estrenada amistad fumando un cigarro y paseando juntos por la zona portuaria. “El que hace su propia suerte como yo, reconoce a sus semejantes”, dice el gánster antes de despedirse.

“Todo son signos para el ojo queer”, apunta Juan dos Ramos. “Se encuentran en el puerto, zona de cruising por antonomasia, rodeados de criminales y marineros. El gánster aparece en escena levantando el bastón como símbolo de una erección. Pronto ofrece a este hombre, con el que quiere ligar, una carrera meteórica en el hampa. La dinámica del triángulo amoroso también es muy divertida. Este mafioso es consciente de que Glenn Ford es un bomboncito heterosexual y se trae del brazo a Gilda como subterfugio para que acaben los tres juntos. Y para que no haya dudas morales, el villano muere ensartado por su propio bastón: el penetrador es penetrado”.

James Cagney y el complejo de edipo

Para Al rojo vivo (1949), James Cagney quiso dar vida a un matón sensible al que vemos llorar o dejarse arrullar en las rodillas de su madre, la matriarca de una banda criminal de eterno luto por su marido. Cuando fallece, el protagonista traslada sus afectos a un policía infiltrado en la banda. Como deduce el autor de Gangsters maricas: “El falso socio criminal pasa a ocupar su lugar. De él espera la protección y firmeza que encontraba en su progenitora. Es con él con quien tiene las escenas más íntimas, con quien quiere repartir el botín, mientras que a la mujer florero que le han puesto por guion (la explosiva Virginia Mayo) la desprecia sistemáticamente. Tras el desengaño amoroso mayúsculo que supone la revelación de la verdadera identidad del agente del orden, por supuesto, el desenlace del gánster es dramático y violento, digno de un loco, el único retrato posible para un marica. Hay un afán por desmontar un tipo de masculinidad y yo creo que Cagney era muy consciente de lo que estaba haciendo”, bromea.

Si es homosexual, es depravado

Desde 1934 hasta 1967 el código Hays (impulsado por el líder republicano William H. Hays y que velaba por la moralidad en pantalla) obligó a directores y guionistas a ser audaces. Como explica Dos Ramos: “Utilizaban ciertos apuntes como ponerle una flor en el ojal a un tipo corpulento, señores que van mucho al teatro, que van perfumados… A eso hay que sumarle el uso de la elipsis narrativa para resolver determinadas situaciones que sugieren encuentros sexuales. El código Hays permitía cierta relajación si la homosexualidad se percibía como una pincelada que subrayase la naturaleza monstruosa del gánster, además”.

Las fronteras del crimen (1951) - FilmaffinitySin embargo, algunas producciones dejaban traslucir un catálogo particularmente retorcido de perversiones sexuales. Es el caso de Howard Hughes, el magnate y productor. El playboy no disimulaba su voracidad bisexual. Para Las fronteras del crimen (1951) contó con dos sex symbols, Jane Russell y Robert Mitchum. El gánster marica en este caso lo encarna Raymond Burr, fornido actor gay que se había fabricado una biografía falsa encadenando matrimonios y que más tarde triunfaría en la serie Perry Mason. Burr se transforma en Las fronteras del crimen en el alter ego de Howard Hughes para desatar las fantasías más perversas de dominación sobre el macho heterosexual encarnado por Mitchum. En la escena final, después de que el protagonista se cuele en el barco de los malos, el villano Burr se deleita dando órdenes a sus hombres para que le den una paliza, lo descamisen, lo aten a un mástil, lo zurren con la hebilla de un cinturón y rematen la tortura encerrándolo en una sala de máquinas llena de vapor cuyos sudores emulan sin tapujos los de una sauna. Una fiesta bondage solo tolerada porque el bueno vence y acaba abrazando a la chica.

Y por fin salió del armario

Probablemente la película pionera en el gánster abiertamente homosexual sea Los sobornados (Fritz Lang, 1953). La secuencia de arranque presenta al maduro Alexander Scourby, envuelto en un pijama de seda en la cama con un guapo y atento joven en albornoz de pie a su lado que se dedica a marcarle llamadas de teléfono y prenderle los cigarrillos. Luego descubriremos que tiene una hija, pero ni rastro de esposa. Poco importa. “El relajamiento del código Hays permitió atender a las realidades de la calle y a las demandas de un público en busca de historias que reflejaran situaciones más reales”, deduce Dos Ramos.

En ese contexto nace, por ejemplo, la despiadada pareja de pistoleros gais de Agente especial (Joseph H. Lewis, 1955), que quizás por ser una cinta de serie B, se permitió mayores licencias. “No puedo comer más salami”, dice uno de ellos. “Es todo lo que hay”, responde el otro. “La policía nos buscará hasta en los armarios”, aventuran antes de encontrar un trágico final. Aunque el primer film que nos brindaría por fin a un señor del crimen liberadamente marica fue británico. El gangster (1971) constituye un punto de inflexión, además, por contar por primera vez en un rol así con alguien que ya era una superestrella: Richard Burton. En ella vemos a Burton y su amante Ian McShane entrar y salir del dormitorio en albornoz (eso sí, el beso que se rodó quedó fuera del montaje final). A pesar de ello, dice el autor de Gangsters maricas, “es una película que conserva su atractivo. Además, le añade una capa al género que solo desde la tradición europea podían darle: mientras que el cine negro americano es más prefabricado en su estética, aquí asoma el dandismo que predicaba Oscar Wilde. La ropa en el gánster es esencial, y eso los británicos lo cultivan muy bien”.

El personaje de Burton se basa en uno de los gemelos Kray, célebres figuras reales del crimen organizado inglés. Con planta impecable, pinta de tipo duro y abiertamente homosexual, Ron Kray se ha convertido en un icono de la cultura pop. Tanto que hasta hemos visto desde un biopic, The Krays (1990), protagonizado por los hermanos Kemp de Spandau Ballet, hasta una pirueta interpretativa de Tom Hardy interpretando a ambos gemelos simultáneamente en Legend (2015). Lo que nos lleva al siguiente punto: el inevitable encuentro entre la figura del gánster y la de la estrella de la música.

Performance (1970) – B&S About Movies

El gánster ‘glitter’

Esta evolución del gánster glitter nos la brindó Performance (Donald Cammell y Nicolas Roeg, 1971). Un agresivo mafioso escondido de su propia banda, James Fox, y un rockero en pleno bloqueo creativo, Mick Jagger, se transmutan el uno en el otro. En mitad de este tripi (literalmente, en pleno viaje de setas), Anita Pallenberg (novia por entonces de otro Rolling, Keith Richards) le dice al matón camuflado bajo maquillaje y peluca que su amante músico es “un hombre mujer-hombre al que su demonio le ha abandonado”. También vemos al criminal acostarse con una andrógina groupie a la que le murmura en pleno acto: “Pareces un muchachito”. La actuación imaginaria de Jagger caracterizado de gánster, con los ambiguos y rollizos miembros del hampa despelotándose a su alrededor, es tan imposible que solo se puede aplaudir que exista.

A todo esto hay que sumarle la más que abierta naturaleza homosexual del capo que persigue al protagonista: un tipo calvo, peludete, del montón, al que vemos recibiendo a chaperos y ojeando revistas de culturistas rodeado de su banda de bichos raros. Es, en palabras de Dos Ramos, “un milagro de película. No solo por equiparar la figura de la estrella del pop con el gánster americano que acaparaba titulares en la era dorada, también por desarrollar todas esas nuevas masculinidades que trajo la liberación sexual a finales de los sesenta y la apertura de mentes que propiciaron las drogas psicodélicas”.

el primer (y casi único) papel masculino que compuso la drag queen Divine, musa de John Waters: el gánster ególatra, autoritario y misógino de Inquietudes (Alan Rudolph, 1985). A pesar de sus escasas apariciones, se alza como gancho incontestable del film componiendo lo que Juan Dos Ramos llama, “un gánster posmoderno, por encima de todos los clichés”.

David Lynch lo retuerce todo

Cuando hablamos de que el término gánster marica, o gay, o queer nunca es blanco ni negro, sino que ocupa una amplia gama de grises, no contábamos con la paleta de oscurísimos tonos que maneja David Lynch. En dos de sus obras maestras, Terciopelo azul (1986) y Carretera perdida (1997), nos enfrenta a unos villanos de sexualidad poco ortodoxa, extravagantes y aterradores. En palabras de Dos Ramos, “probablemente responda a la devoción de Lynch por el cine negro clásico. Cuando creces viendo a este tipo de personajes más ambiguos siempre presentados como depravados y con una vida interior torturada, no separas la parte criminal de la orientación sexual. Me imagino a David Lynch viendo de joven esas películas e intuyendo que no solo son malvados, sino que tienen una sexualidad oscura, casi indescriptible. Algo que él se apropia y potencia. El retrato que hace en estas dos pelis puede resultar hasta homófobo, pero le sirve para hacer aún más siniestros a sus personajes en busca de un impacto estético brutal”.

Pensemos en el personaje de Dean Stockwell en Terciopelo azul, crooner siniestro maquilladísimo, con boquilla de fumar y camisa de chorreras, que establece una conexión eléctrica con el retorcido Dennis Hopper. Comparten drogas, miradas abismales y extorsionan a la femme fatale (Isabella Rossellini) bajo la mirada del antihéroe Kyle MacLachlan. La escena, por supuesto, deriva en un Hopper desatado llevándose a la pareja secuestrada y exclamando “¡Vamos a joder! ¡Me joderé a todo lo que se mueva!”. De ahí, los somete a un viaje al fin de la noche en el que, sin parar de inhalar nitrito de amilo de una bombona (la droga conocida en el mundo gay como poppers), primero le quiere pinchar los pechos a ella y después le cubre a él la cara de besos con pintalabios para acabar dándole una paliza.

En Carretera perdida, el mafioso caracterizado por Robert Loggia no se presenta tan desaforado, pero sí igualmente inquietante. Tras obligar a su joven mecánico de confianza (Balthazar Getty) a subir a su coche para hacerle partícipe de un accidente provocado, tantea sus posibilidades invitándole a ver porno. En un paralelismo con Gilda (cinta de la que Lynch es declarado fan), intenta a continuación captar al joven presentándole a una bellísima rubia, Patricia Arquette. “Loggia introduce a Arquette de la misma forma que el gánster del casino presenta a Rita Hayworth en Gilda: primero sondea al muchacho, pero ve que no va a conseguir nada. Y un día aparece con la chica despampanante a su lado”. Cambian los tiempos, las pulsiones depravadas permanecen.

Lost Highway (1997) title sequence - YouTube

Si eres hombre, te va a gustar

Quentin Tarantino lo ha dicho muchas veces: “El subtexto gay siempre mejora una película”. En Reservoir Dogs (1992) lo materializó en el trasfondo romántico que une al Señor Blanco (Harvey Keitel) y el Señor Naranja (Tim Roth). Después de que en el atraco todo haya salido mal, Blanco pasa la mitad del metraje acunando a un Naranja moribundo sobre un charco de sangre con la esperanza de que, al menos, el compinche con el que se ha encariñado sobreviva a un tiro en el estómago. Son un ejemplo de lo que Juan Dos Ramos ha bautizado como “el superamor. No estamos hablando de una naturaleza gay en su literalidad, sino de los vínculos que generan estos hombres que viven en unos ambientes hipermasculinos, en constante peligro, siempre con miedo a no saber en quién confiar. Se enfrentan juntos a unas situaciones tan críticas que desarrollan otras dinámicas emocionales en las que la mujer tiene muy poco peso”.

Algo que se manifiesta también en Lock & Stock (Guy Ritchie, 1998), donde todo juega en favor de una desbordante y testosterónica camaradería, abundan los chistes de maricones y la figura de la mujer brilla por su ausencia. “Son tipos que se ponen cachondos entre ellos hablando de sus cosas de hombres. Es casi como una película de sexo gay quinqui, filmada en unos sótanos insalubres del East London, con las escenas explícitas suprimidas”.

Serie Los Soprano: argumento, análisis y reparto - Cultura Genial

Los Soprano: la homosexualidad no se perdona

El triste final en Los Soprano de Vito Spatafore, uno de los gánsteres más fieles de Tony Soprano, pone de manifiesto los complejos del mafioso italoamericano ante cualquier alternativa que desafíe su hombría. Esta subtrama está basada en el caso real de John D’Amato, más conocido como Johnny Boy, jefazo de la familia DeCavalcante, la más poderosa de Nueva Jersey. Su misma esposa filtró que iban a clubs de intercambios de pareja y que su marido tenía particular propensión en esos encuentros a entregarse a otros hombres. Fue asesinado a tiros por soldados de sus propias filas en 1992. En la investigación de su muerte, un informante deslizó que “nadie va a respetarnos si tenemos a un capo homosexual discutiendo asuntos de La Cosa Nostra”.

En la teleserie, Vito Spatafore pasa de respetable matón a repudiado al ser descubierto ligando, vestido del poli de Village People, en una discoteca gay. Su inmediato autoexilio le trae una ilusión efímera de felicidad junto a un tipo gay corriente. Aunque añora sus fechorías y regresa pidiendo perdón a la banda y proponiendo a su mujer tener otro hijo, amparándose en una enajenación homosexual transitoria provocada por una medicación. Pero la mafia no perdona. Spatafore aparece muerto en un hotel con un bate de béisbol metido por el recto. “La elección de un final tan gráfico y bestia responde a la necesidad de los guionistas de reforzar ese pensamiento monolítico y tradicional del hombre italoamericano, herencia de actitudes de las viejas mafias sicilianas, donde probablemente solo violar la omertà [la ley del silencio] sea un pecado mayor que ser homosexual”, concluye Dos Ramos.

¿Adiós al gánster marica?

Los modelos de gánster (marica o no) quedaron caducos con el cambio de siglo. En la era de la hipertecnificación y las distopías adelantadas, su figura podría tomar cualquier forma, desde un algoritmo villano que roba y extorsiona valiéndose de la inteligencia artificial hasta la encarnación de un megalómano tipo Elon Musk, capo de las estratosferas. O, más vulgarmente, la de banqueros, políticos o presidentes de club de fútbol. En cualquier caso, con el tabú de la homosexualidad prácticamente desarticulado en pantalla, el concepto de gánster marica deja de tener un sentido claro para el futuro. Concluye el autor de este ensayo: “La sexualidad termina siendo irrelevante cuando tienes poder. Otra cosa es explorar lo queer sobre este nuevo escenario en el que se ha desmoronado el sistema patriarcal, proliferan en los medios nuevos modelos de masculinidad y los logros LGTBI dibujan un nuevo marco donde situar ficciones. En esa nueva realidad, el gánster marica ya no va a ser algo tan raro ni tan sofisticado. De igual manera, el hombre heterosexual moderno se ha apropiado de comportamientos y acciones antes impensables por considerarse femeninas. Así que si decimos adiós al macho, también decimos adiós al gánster marica”.

 

 

 

El bombardeo de la ciudad de Dresde por los Aliados en febrero de 1945 es considerado una de las peores atrocidades de la segunda guerra mundial. Miles de alemanes murieron víctimas de las bombas de los estadounidenses y británicos a pocos meses del fin de la guerra en Europa. En su momento el bombardeo no pasó de ser otro evento sangriento de una guerra brutal. Según Peter Feuerherd, no fue hasta la publicación de la novela Matadero cinco de Kurt Vonnegut en 1969, que la percepción del bombardeo de Dresde cambió.

Vonnegut, quien como prisionero de guerra fue testigo del bombardeo, reprodujo la brutalidad del ataque anglo-estadounidense. Escrito en medio de las protestas contra la guerra de Vietnam, Matadero cinco fue un éxito de ventas. A través de la ficción, Vonnegut no sólo rescató del olvido a Dresde, sino que planteó tres preguntas básicas: ¿Estaba moralmente justificado el bombardeo? ¿Fue un acto de venganza? ¿Fue necesario para acabar con la guerra en Europa? Esas tres preguntas siguen resonando y adquieren mayor fuerza en momentos en que Gaza sufre la acometida salvaje de un Israel que sabe y se siente impune. ¿Hemos aprendido algo los seres humanos desde que cayó la última bomba en Dresde? Pareciera que no.

Peter Feuerherd es profesor de periodismo en la Universidad de St. John’s en Nueva York y corresponsal del National Catholic Reporter. Es autor de Holy Land USA: A Catholic Ride Through America’s Evangelical Landscape (2006).


75 años del bombardeo de Dresde: la destrucción de la 'Florencia del Elba'

Cómo Matadero Cinco nos hizo ver el de Dresde

de manera diferente

 Peter Feuerherd 

JSTOR Daily    13 de febrero de 2017

El bombardeo estadounidense y británico de Dresde,  Alemania, que comenzó el 13 de febrero de 1945, fue visto en su día como una nota histórica a pie de página de una historia mucho más amplia. Después de todo, tuvo lugar cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, una guerra caracterizada por atrocidades demasiado numerosas para contarlas.

Luego vino la publicación en 1969 de una novela de ciencia ficción llamada Matadero Cinco de Kurt Vonnegut, Jr. Había presenciado el bombardeo como prisionero de guerra estadounidense, y sobrevivió refugiándose en un armario de carne en la histórica ciudad alemana. La novela cuenta la historia de Billy Pilgrim, también prisionero de guerra estadounidense en Dresde, que viaja en el tiempo a través del espacio y comenta la barbarie con el discreto mantra de “Así va”.

Matadero Cinco - Vonnegut, Kurt - 978-84-339-2031-7 - Editorial AnagramaLa novela se convirtió en la obra icónica de Vonnegut, vendiendo más de 800.000 copias en los Estados Unidos. Fue ampliamente traducido. Matadero Cinco fue ampliamente leído como una declaración gráfica sobre la inutilidad de la guerra, capturando el espíritu de la época, cuando las protestas contra la guerra de Vietnam estaban en su cenit.

“Todo esto sucedió, más o menos”, así es como Vonnegut introduce la novela.

La novela de Vonnegut reabrió una vieja herida: ¿estaba moralmente justificado el bombardeo de Dresde? ¿Fue simplemente un acto de venganza por los crímenes nazis, infligidos a civiles inocentes? ¿O era necesario poner fin a la guerra en Europa?

En la novela, Vonnegut describe a Billy Pilgrim como testigo del peor acto de violencia masiva en la historia europea, comparable al bombardeo atómico de Hiroshima. Citando una historia ampliamente publicada de la época, cifró las muertes de Dresde en 125.000.

Los historiadores cuestionaron las cifras de Vonnegut. Las muertes reales fueron mucho menores, alrededor de 25.000, y las cifras más altas fueron infladas por las afirmaciones de la propaganda nazi. Algunos argumentaron que Vonnegut había distorsionado los números para reforzar su punto de vista novelesco.

La crítica literaria Anne Rigney lo ve de otra manera. Vonnegut, señala, estaba trabajando con las cifras de víctimas aceptadas de su tiempo (las estimaciones posteriores y más bajas llegaron después de la publicación de la novela). Irónicamente, como testigo ocular del horror, Vonnegut sabía menos sobre el panorama general del bombardeo que los historiadores que tenían acceso a una gama más amplia de materiales.

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Cádaver de una mujer en un refugio antiaéreo, Dresde, 1945. Wikipedia

Señala que la obra de Vonnegut no es historia. No pretende serlo. Presenta a un personaje que viaja en el espacio exterior y a través del tiempo. La novela es, más bien, una “memoria cultural” al definir un acontecimiento histórico a través de impresiones gráficas novelescas.

Aun así, Matadero Cinco tuvo consecuencias en el mundo real. Reabrió la investigación moral sobre los bombardeos de Dresde y, por implicación, sobre la guerra en general. El objetivo de Vonnegut era utilizar a los muertos de Dresde como una “presencia espectral” que informara a los vivos sobre las atrocidades de todas las guerras, con el punto de que “cada víctima colateral es demasiada”, escribe Rigney.

El resultado fue que el uso de la ciencia ficción por parte de Vonnegut y sus propios relatos de testigos oculares trajeron un feo evento de la Segunda Guerra Mundial a un mundo más dispuesto a escuchar sobre el impacto de la barbarie en tiempos de guerra 24 años después de los eventos reales.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Con esta entrada presentamos un tema que no había recibido atención de esta bitácora: el impacto social y cultural de la moda. La historiadora Oline Eaton analiza el debate que se desarrolló en los Estados Unidos en la década de 1970, sobre la gran popularidad  de los llamados hot pants entre millones de mujeres estadounidenses. Eaton argumenta que estos pantalones cortos no sólo le dieron comodidad a las estadounidenses, sino que también se convirtieron en un mecanismo para  dejar oír su voz.

La Dra. Oline Eaton es una estudiosa de la escritura biográfica. Posee un doctorado del King’s College de Londres, enseña escritura en la Universidad de Howard. Ha enseñado en  American University, Trinity Washington University, NYU (Nueva York, D.C. y Shanghái) y en la Universidad de Memphis.  Su libro sobre Jackie Onassis, titulado Finding Jackie: A Life Reinvented, fue publicado por Diversion Books en enero de 2023


¡El Gran Show de Piernas!

Oline Eaton|

Contingent Magazine   29 de enero de 2024

Este artículo es el cuarto de una serie, “Revive Your Darlings”, en  la que se animó a los escritores a traer ideas que fueron cortadas o abandonadas en el proceso de escritura de un proyecto anterior.

En el otoño de 1970, hubo una cosa llamada “Midi-Craze”, en la que todos los poderes fácticos de la moda les dijeron a las mujeres estadounidenses que, en medio de una crisis energética y económica, debían estar desembolsando más dinero por faldas más largas. Se acabó la minifalda; supuestamente, el midi, un dobladillo a la mitad de la pantorrilla que, como le dijo un joven de 22 años a Life, “te hace parecer una puta francesa”, estaba de moda.1

Los poderes fácticos dejaron claro su interés comercial. Como dijo a la prensa el vicepresidente de los grandes almacenes de Marshall Field, los minoristas buscaban a “esa extraña mujer […]  ¿Quién quiere ser el primero en salir del gallinero con la última rareza… Ganamos mucho dinero gracias a ella”. Pero el midi era un puente demasiado lejos incluso para “esa extraña mujer”, como detallo en Finding Jackie: A Life Reinvented, mi libro sobre la cultura estadounidense de mediados del siglo XX y Jacqueline Kennedy Onassis.Hot Pants 1971 - Memorable 1970's Fashion Trends - Glamour Daze

El primer borrador de Buscando a Jackie originalmente tenía 150 mil palabras. Con el tiempo, se dejaron ir muchas cosas, a medida que la historia y la escritura se endurecían, y descubrí cómo comunicar de la manera más concisa y contundente la historia que quería contar sobre la vida y la celebridad de la ex primera dama de los Estados Unidos. En ese momento, mientras preparaba el manuscrito para su publicación, la historia de sus pantalones cortos (solo 327 palabras) me pareció una historia de moda de más y finalmente la corté, tirando despiadadamente a los pantalones cortos a la basura en mi carrera hacia los 100 mil palabras.

Sin embargo, los pantalones cortos de Jackie me han perseguido desde que un asistente a un evento de libros en marzo de 2023 preguntó qué detalles me había dolido más cortar del libro. Me sorprendió mi propia respuesta: los Hot Pants. Ahora me parecen una secuela de la discusión anterior del libro sobre los vestidos midi como una conspiración capitalista.

A pesar de que los hombres de la industria de la moda (y en su mayoría eran hombres) trabajaron, en palabras de la columnista de moda del Boston Globe, Marian Christy, para “meter en la garganta de las mujeres la idea de que el dobladillo de la temporada es el midi”, esto simplemente no sucedió.2 Muchas, muchas mujeres no estaban de acuerdo, y rechararon de forma abierta esta tendencia.

Como dijo en octubre de 1970 la “señora Mary Bartos, ama de casa”, al fotógrafo inquisitivo del Hazelton Standard-Speaker de Pensilvania: “Para algunos de nosotros, usarlo nos haría parecer un bicho raro de la Edad Media. Y con el alto costo de la comida y todo lo demás, ¿quién puede darse el lujo de deshacerse de todo un guardarropa de ropa corta por un tipo de ropa que no es práctica ni atractiva?”3

En 1971, la moda de las faldas midi, si es que alguna vez hubo una, se había enfriado. Ahora era el turno de los pantalones calientes (hot pants). Nadie estaba muy seguro de dónde venían, pero se dice que los pantalones calientes estaban “a punto de estallar” en Europa ese invierno y luego en las pasarelas cuando llegó la primavera.4 Más tarde, se filtraron en casi todos los rincones de la vida estadounidense, hasta tal punto que mi propia madre los usaba casualmente para trabajar.

Azafata de vuelo de TWA en pantalones cortos. Wikimedia Commons.

¿Qué eran exactamente? En realidad, los pantalones cortos no eran nada nuevo, solo “pantalones cortos revisados, todos acelerados para la ropa casual y urbana en la década de 1970”.5 Los pantalones cortos, que venían en una variedad de materiales (poliéster, punto, terciopelo, etc.), se podían vestir de manera elegante o informal y representaban una alternativa a la minifalda. También, de manera crucial, sirvieron como una respuesta sartorial a la implacable campaña de la industria de la moda por el midi.

Si bien el duque de Windsor, el ex rey Eduardo VIII, pudo haber salido de su exilio para declarar que los pantalones calientes eran “ridículos”, la mayoría de los hombres estaban a su favor.6 La frase “muchachas vigilantes” aparece en la cobertura noticiosa, junto con el reconocimiento repetido del atractivo que esta prenda para las mujeres tenía para los hombres.7 Una encuesta realizada en una “ciudad conservadora del este [de EE.UU.] sin nombre” determinó que el 84% de las mujeres menores de 25 años aprobaban los pantalones cortos, el 56% de las mujeres mayores de 25 años y el 75% de los hombres (edad no especificada) “aprobaban calurosamente”.8

En abril de 1971, un anuncio especialmente vertiginoso se dirigía directamente a las “chicas” que eran su audiencia, al tiempo que centraba el argumento para comprar pantalones calientes por completo en el placer que proporcionaban a los hombres: “¡Los hombres del público aplauden! ¡Se levanta el telón de The Great Leg Show! Son piernas, piernas, piernas para el verano del 71. ¡Piernas largas, piernas hermosas, piernas devastadoras! Si las tienes, chicas, haz alarde de ellas”.9

La elección de Miss Hot Pants en Ámsterdam. Bert Verhoeff. Wikimedia Commons.

Las opiniones giraban en torno a si los pantalones cortos eran apropiados o no para los lugares de trabajo y las escuelas, y también sobre quién debería usarlos. La opinión popular sostenía que las prendas venían con una serie de complicaciones, en gran parte debido a su corta edad. Por un lado, “no son tan simples como los pantalones cortos del pasado”, advirtió una columnista a sus lectores, destacando, como lo hicieron, mucho más de la parte superior del muslo. Si las piernas no eran perfectas, advirtió, entonces las medias o las medias corporales eran imprescindibles para dar la ilusión de un bronceado.10

La fiebre de los pantalones calientes provocó una ola de respuestas arraigadas en la antigordura. En Maine, el periodista Bill Caldwell publicó una columna satírica de 750 palabras sobre “la espantosa noticia” de que los pantalones cortos se estaban produciendo en tallas grandes, argumentando en broma pero cruelmente a favor del establecimiento de una “Comisión de Insumos de la Epidermis para protegernos de las mujeres de talla 56”.11 En Nueva York, Halston, la estrella en ascenso de la moda, exclamó: “Mientras no estés realmente gorda, ¿por qué no te las pones, independientemente de tu edad?”.12

En Washington, D.C., durante una discusión sobre los programas respaldados por los republicanos, el vicepresidente Spiro Agnew bromeó: “Lo más importante es que tenemos que evitar que Bella Abzug se presente en el Congreso en pantalones cortos”.13 El congresista demócrata de Nueva York respondió con una respuesta tajante: “No tengo intención de usar pantalones cortos porque no son mi estilo, como tampoco lo es el Sr. Agnew”.

Una cosa a favor de los pantalones calientes: podían ser de alta gama con seguridad, pero también eran accesibles. Eran baratos y fáciles de hacer con recursos que quizás ya tuvieras. Esa primavera, el artículo “Crochet These Daring Hot Pants” proporcionó instrucciones para que los lectores produjeran por sí mismos “el look que le gusta a Ali MacGraw, que Liz [Taylor] se sometió a una dieta de choque para usar y que Jackie Onassis ya ha sido vista varias veces”.14

Una mujer en pantalones cortos. Wikimedia Commons.

Las minifaldas y los vestidos también se reutilizaron fácilmente, como reveló Joan Kennedy, esposa del senador Ted Kennedy. En un evento celebrado en su casa, Kennedy le confió a Women’s Wear Daily que  su elegante conjunto era en realidad “uno de esos minivestidos que causaron tanto escándalo en la Casa Blanca [de Nixon]”, ahora convertido en pantalones cortos.15

También estaba el método más fácil de todos, como observó Marian Christy en la  columna sindicada del Boston Globe: “Difícilmente hay un habitante del campus estadounidense que no se haya cortado sus viejos jeans andrajosos en el muslo”. Christy los llamó “Hot Pants in the rough” y, aunque las versiones de diseñador eran más estilizadas, esta improvisación popular fue un componente clave del éxito de la tendencia. “En lugar de que la moda se filtrara desde los salones de belleza, fue al revés”, señaló, y reflexionó: “Ahí es donde radica la verdadera revolución de la moda, en cambiar las tornas”.16

Hot Pants of the 1970s | Vintage News Daily

Después de todo el alboroto con el midi, observó Christy, los pantalones cortos “han satisfecho el deseo de las mujeres de rebelarse contra los dobladillos largos”. Porque, como argumentó el diseñador Geoffrey Beene, incluso si todas las mujeres no se sintieran cómodas luciendo el look, con la llegada de los pantalones cortos, aún podían estar seguras de que “su voz ha sido escuchada”.17

(Para Mary Lou Baker, que preguntó).

Notas:

  1. “The Midi Muscle In”, Life, 21 de agosto de 1970, p. 27, http://goo.gl/nKqSEY.
  2. Marian Christy, “¿A dónde nos llevará la moda de los pantalones calientes?” Boston Evening Globe, 17 de febrero de 1971, https://www.newspapers.com/image/435513483.
  3. Phil Sarno, “The Inquiring Photographer”, Hazleton Speaker-Standard, 10 de octubre de 1970, https://www.newspapers.com/image/65792422.
  4. Earl Wilson, The Daily Reporter (Dover, OH), 24 de febrero de 1971, http://goo.gl/FWKEPf.
  5. Janis Froelich, “Hottest Thing in Fashion”, Akron Beacon Journal, 1 de febrero de 1971, p. 10, https://www.newspapers.com/image/151579593.
  6. “Who Has (Hasn’t) Bought Hot Pants”, Robesonian (Lumberton, Carolina del Norte), 25 de abril de 1971, http://goo.gl/7dU0o3.
  7. Paula Bunnell, “Hot Pants Revolution: Pararse en la esquina vale la pena ahora”. Thousand Oaks Star, 27 de junio de 1971, pág. 4, https://www.newspapers.com/image/925130897/.
  8. Judy Love, “Crochet These Daring Hot Pants For Summer”, Daily Times-News (Burlington, Carolina del Norte), 27 de abril de 1971, http://goo.gl/mIAqpD.
  9. Anuncio de Freimans, Ottawa Journal, 15 de abril de 1971, http://goo.gl/IVLt6u.
  10. Sally Morgan, “The Short Story”, Kansas City Star, 2 de mayo de 1971, http://goo.gl/4bTida
  11. Bill Caldwell, “Hot Pants Called Threat To State’s Environment”, Portland Press Herald, 4 de abril de 1971, p. 71, https://www.newspapers.com/image/848779732.
  12. “Who Has (Hasn’t) Bought Hot Pants”, Robesonian (Lumberton, Carolina del Norte), 25 de abril de 1971, http://goo.gl/7dU0o3.
  13. “Bella Cools Agnew’s Fear of Hot Pants”, LA Times, 7 de marzo de 1971, p. 2, https://www.newspapers.com/image/384743954.
  14. Judy Love, “Crochet These Daring Hot Pants For Summer”, Daily Times-News (Burlington, Carolina del Norte), 27 de abril de 1971, http://goo.gl/mIAqpD.
  15. Sally Smith, “Sally dice, la pareja de Charlotte disfruta de una noche con Kennedys”, The Charlotte News, 23 de marzo de 1971, p. 8A, https://www.newspapers.com/image/621936024.
  16. Marian Christy, “¿A dónde nos llevará la moda de los pantalones calientes?” Boston Evening Globe, 17 de febrero de 1971, https://www.newspapers.com/image/435513483.
  17. Marian Christy, “Hot Pants A Reaction to the Midi”, San Bernardino County Sun, 13 de abril de 1971, https://www.newspapers.com/image/61949799.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Para conmemorar el mes de la historia afromericana, la página Catalog de los National Archives, publica este análisis de algunos casos judiciales relacionados a la lucha de los negros estadounidenses por la  igualdad y la protección de la ley. Algunos de los casos son famosos como Plessy v. Ferguson (1896) que “legalizó” la segregación racial en Estados Unidos, otros son menos conocidos, pero no por ello menos importantes en la larga lucha de los afroamericanos contra el racismo y la discriminación racial.

El objetivo de esta nota es evidenciar e ilustrar cómo los afroamericanos usaron el sistema judicial de su país como herramienta en la batalla por los derechos civiles.

The National Archives in Washington, DC | National Archives

Inclinándose hacia la justicia: Derechos civiles en los tribunales federales

Catalog    7 de febrero de 2024

En honor al Mes de la Historia Afroamericana, echamos un vistazo a cómo los afroamericanos han utilizado históricamente el sistema judicial en busca de la igualdad de derechos. Estos casos abarcan la historia de los Estados Unidos, comenzando mucho antes de la Era de los Derechos Civiles de mediados del siglo XX. El Catálogo de los Archivos Nacionales incluye casos que llegaron a la Corte Suprema, como  Scott v. Sandford en 1857, Plessy v. Ferguson en 1896 y Brown v. Board of Education en 1954. Estos casos históricos y otros menos conocidos ilustran cómo el poder judicial ha sido durante mucho tiempo un campo de batalla central en la lucha por los derechos civiles.

 

Hay muchos otros casos relacionados con los derechos civiles dentro de los Tribunales de Distrito y de Circuito de los Estados Unidos que están en manos de las National Archives Field Facilities. Puede que no todos tengan la misma fama (o infamia) que algunos de los casos más citados, pero estos ejemplos  de los National Archives Chicago ponen de relieve cómo los activistas negros han utilizado los sistemas judiciales para luchar contra las leyes y políticas racistas en Estados Unidos. A menudo hay una línea intermedia entre estos registros judiciales, lo que ejemplifica cómo el progreso no siempre es lineal. El Dr. Martin Luther King Jr. dijo: “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”.  Estos casos también pueden mostrar cómo los casos bien estudiados encajan en una imagen más amplia de ese arco.

 

Henrietta Wood vs. Zeb Ward, Declaration

Henrietta Wood vs. Zeb Ward, Declaración, Identificador de los Archivos Nacionales 148721411

La decisión de la Corte Suprema de 1857 en el caso Dred Scott declaró que las personas de ascendencia africana no eran ciudadanos de los Estados Unidos y, por lo tanto, no podían esperar ninguna protección del gobierno federal o de los tribunales. Menos de 15 años después, en 1871, una mujer anteriormente esclavizada llamada Henrietta Wood presentó una demanda civil para obtener reparaciones y ganó. Wood vivía como una mujer libre en Cincinnati en 1853 cuando Zeb Ward, en connivencia con los antiguos esclavistas de Wood, la secuestró y la llevó a Kentucky.  Como dice el caso, “la demandante ha sido privada de su tiempo y del valor de su trabajo por el espacio de quince años y obligada a trabajar para dicho demandado… que ha sido reducida a la esclavitud y tratada como esclava todo ese tiempo y sometida a grandes dificultades, abusos y opresión, y a causa de dicho traslado injusto al estado de Mississippi y Texas, y su dicha coacción y encarcelamiento allí, se le impidió regresar a su hogar en Cincinnati hasta el mes de abril del año mil ochocientos sesenta y siete”. Fue un caso largo, pero en abril de 1878 el jurado emitió un veredicto a favor de Wood y le otorgó $ 2500 en daños y perjuicios. Ver el caso completo en el Catálogo: Henrietta Wood vs. Stone Ward. Leer más sobre Dred Scott v. Sandford en DocsTeach (en inglés).

 

Eva V. Gazaway by John W. Gazaway, her next friend vs. William J. WhiteEva V. Gazaway por John W. Gazaway, su próximo amigo vs. William J. White, página 46, Identificador de los Archivos Nacionales 312294066

 

En 1881, setenta y siete años antes de que Oliver Brown demandara a la Junta de Educación de Topeka, un padre de familia de Springfield, Ohio, intentó utilizar el tribunal para forzar la integración de las escuelas públicas de Springfield. John W. Gazaway, que era reverendo en Springfield, demandó al superintendente William White en nombre de su hija Eva, de ocho años, para que se le permitiera asistir a la escuela pública de Shaffer Street, que estaba mucho más cerca de donde vivían que cualquiera de las escuelas designadas para niños negros. Al igual que en el caso de Brown v. Junta de Educación, la demanda de Gazaway fue un esfuerzo deliberado de los activistas para poner fin a la segregación. En noviembre de 1882, un jurado falló a favor del superintendente, y las escuelas de Springfield permanecieron segregadas. Vea el caso del Tribunal de Circuito de los Estados Unidos en Cincinnati aquí Eva V. Gazaway por John W. Gazaway, su próximo amigo vs. William J. White.

 

Exhibit, Racial Characteristics of Public Elementary Schools

Exhibit, Racial Characteristics of Public Elementary Schools, National Archives Identifier 12008848

Este y otros casos, como el de James H. Vines et al. v. James Cruse et al, ejemplifican cómo los éxitos del Movimiento por los Derechos Civiles se basaron en décadas de trabajo activista. Y la decisión en el caso Brown v. Board of Ed no marcó el final de este trabajo, como se muestra en casos como James William Webb, Jr. et al. v. The City of Chicago Board of Education and Benjamin Willis, que buscaron poner fin a la segregación en el sistema de escuelas públicas de Chicago en la década de 1960.

Estos son solo algunos de los casos que se han presentado. Existen muchos más casos de derechos civiles en el Catálogo de los Archivos Nacionales de nuestras instalaciones en todo el país, y hay aún más que se pueden encontrar que aún no han sido identificados o digitalizados. Si está interesado en este tema, puede buscar en  el catálogo o comunicarse con nuestro personal de referencia utilizando el  formulario Contáctenos.  Seleccione Investigación y, a continuación, Casos judiciales

 

 

¿Dónde se encuentran los registros?

Los registros de los tribunales de circuito y distrito de los Estados Unidos  son mantenidos por las instalaciones regionales de los National Archives que manejan ese estado.

Más información

  • Los National Archives no tienen una lista maestra nacional de expedientes de casos por nombre, tipo o contenido. Los registros están organizados secuencialmente por número de expediente, no por el tipo de demanda civil.
  • Dependiendo del tipo de tribunal federal y de la fecha del caso, puede haber índices y expedientes disponibles para ayudar a localizar un expediente judicial en particular. Busque los archivos de casos digitalizados en el  Catalog of the National Archives ingresando los nombres de las partes del caso y/o las variaciones de nombres.
  • Si la búsqueda no tiene éxito, determine dónde se habría presentado el caso (por ejemplo, “U.S. District Court for the Central Division of California” o “U.S. Court of Appeals for the Eighth Circuit”). Usando la ubicación de la corte, comuníquese con la instalación indicada en la guía donde se encuentran los registros para obtener más ayuda.
  • Para obtener más informacción se puede visitar el History Hub blog  Indexes of Case Files Created by Federal Courts: Introduction (Part 1 of 3), Indexes of Records Created by Federal Courts: Examples of Indexes (Part 2 of 3), and Indexes of Case Files Created by Federal Courts: Digitized and Digitale Indexess (Parte 3 de 3). Revise esta información antes de intentar solicitar registros en línea.

¿Le gustaría leer sobre más casos de Derechos Civiles?  Echa un vistazo a una versión extendida en History Hub.


Traducción: Norberto Barreto Velázquez

 

Alice Childress, Paul Robeson and Lorraine HansberryEn esta nota publicada en JSTOR  Daily,  Mohammed Elnaiem enfoca a tres artistas afroamericanos de los años 1940, 1950 y 1960: Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry.   Robeson no es ajeno a esta bitácora (Ver: Paul Robenson–El revolucionario),  pero debo reconocer que desconocía  a Childress y Hansberry. Los tres, como bien señala Elnaiem,  confirmaron el talento y la capacidad creadora de los afroamericanos,  y por ello lograron fama y reconocimiento. Robeson fue barítono y atleta. Childress fue actriz, dramaturga y novelista.  Hansberry fue escritora y dramaturga.  Su fama, unida a sus ideas socialistas y su lucha contra el Jim Crow, los transformaron en un peligro para el orden racial estadounidense, lo que les convirtió en blanco del aparato represivo norteamericano, en especial, del FBI.

Elnaiem es candidato a doctor en Sociología por la Universidad de Cambridge. Su línea de investigación gira en torno a la historia del capitalismo y del movimiento global de reparaciones.


En la era McCarthy, ser negro era ser rojo

Mohammed Elnaiem 

JSTOR DAILY   13 de noviembre de 2019

La sociedad los adoraba, pero el gobierno de Estados Unidos pensaba que eran peligrosos: los líderes radicales negros Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry transformaron la esfera cultural en Estados Unidos y más allá. Eran dramaturgos, cantantes e intérpretes, pero también agitadores, disidentes e incluso enemigos del Estado.

Alice Childress recibió el premio Tony por el papel que interpretó en el clásico de Broadway de 1944 Anna Lucasia. Con Gold in the Tress (1952), se convertiría en la primera mujer negra en producir profesionalmente una obra de teatro en los Estados Unidos y, años más tarde, en la única mujer afroamericana en haber sido dramaturga durante cuatro décadas. (Sin embargo, no fue la primera mujer negra en producir en Broadway. Ese manto perteneció a Lorraine Hansberry, con A Raisin in the Sun, quien también fue la primera dramaturga negra en ganar el premio del Drama Critics Circle de Nueva York).

En la década de 1950, el público en general se enteró de estas figuras hojeando revistas de arte y el New York Times, leyendo reseñas sobre los avances innovadores que hicieron para las artes afromaericanas. Los más inclinados a la política podrían encontrar artículos escritos en  el periódico Freedom de Robeson,  donde Childress escribiría una columna ficticia sobre las tribulaciones de la trabajadora doméstica negra, y Hansberry informaría desde Kenia, Corea y Brasil, sobre las luchas de las mujeres para emancipar a su pueblo.

Alice Childress

Sin embargo, desde la perspectiva del FBI, sus nombres eran conocidos por otra razón: una infame lista de vigilancia, que ponía su mirada en los percibidos”traidores» a la nación. Debido a su asociación con proyectos de teatro negro como el Comité para el Negro de las Artes, o, en el caso de Robeson y Hansberry, porque eran abiertamente marxistas, el gobierno de los Estados Unidos lideró un esfuerzo concertado para desterrarlos del ojo público. Después de que el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes comenzara a atacar a los artistas, Childress también apareció en la lista de vigilancia del FBI por su activismo y su asociación abierta con los comunistas.

Desde una perspectiva, tal vez este tipo de ataque era inevitable para los artistas negros, especialmente para aquellos que eran políticamente activos. Como dijo en ese momento un columnista del Baltimore African American:

“Puedes besar los pies de Stalin, tener una hoz y un martillo grabados en tus dientes… y sólo serás un “sospechoso de ser comunista». Pero si te atreves a revelar que odias a Jim Crow… inmediatamente te conviertes en un Maldito Rojo”.

Cuando los nombres de Robeson, Hansberry y Childress aparecieron en la lista de sospechosos de ser comunistas del FBI, fueron acompañados por el nombre de Harry Belafonte, el hombre que se convertiría en uno de los confidentes más confiables de Martin Luther King, Jr. Durante la época del macartismo, ser negro era ser rojo.

Pero desde otro ángulo, las simpatías marxistas de estas figuras públicas eran compartidas por una gran proporción de la intelectualidad afroamericana. Claude McKay y Langston Hughes, por poner dos ejemplos, son a menudo atribuidos, junto con Alain Locke, como los arquitectos del Renacimiento de Harlem. Ambos elogiaron abiertamente a la Unión Soviética. De hecho, ambos pasaron mucho tiempo allí.

A Raisin in the Sun: Lorraine Hansberry : Hansberry, Lorraine: Amazon.es: Alimentación y bebidasComo estudiante, Hansberry fue miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos, y comenzó a trabajar para el periódico de Robeson inmediatamente después de graduarse. El apartamento de Childress se convirtió en un centro para Herbert Aptheker y otros académicos marxistas clandestinos. No era ningún secreto que, como muchos en las artes de la época, eran socialistas.

A partir de la década de 1920, las artes negras se entrelazaron con las instituciones culturales de la izquierda radical estadounidense. ¿Dónde estarían Childress y Hansberry sin el camino que pavimentaron las mujeres negras antes que ellos? Entre ellas se encontraban mujeres como Louise Thompson, que encontró una oportunidad teatral en una tierra que intentaba posicionarse de forma oportunista como protectora de los afroamericanos y los colonizados: la URSS. Después de regresar de espectáculos con entradas agotadas y de vacaciones a un país de segregación y Jim Crow, se comprometieron a luchar por un nuevo orden social.

Thompson, una escritora clave del renacimiento de Harlem, es más famosa por su tesis de que las mujeres negras fueron “triplemente oprimidas», como negras, mujeres y trabajadoras (un precursor de la noción moderna de interseccionalidad). Fue Thompson quien le hizo saber a Langston Hughes, a través de un  telegrama, que la URSS planeaba filmar una nueva película llamada “Blanco y negro”. Lideró a un grupo de más de veinte afroamericanos en un viaje a la URSS, donde los gastos de viaje fueron reembolsados por los soviéticos y les esperaban hoteles de lujo. (El proyecto cinematográfico se vino abajo, pero los miembros del elenco se convirtieron en las primeras mujeres negras estadounidenses en actuar en el escenario soviético).

Es casi seguro que Robeson, Childress y Hansberry habrían sido igual de talentosos con o sin su visión socialista del mundo. Lo que es menos seguro es si el teatro negro habría florecido o no a principios del siglo XX en ausencia de las instituciones sociales y culturales de la izquierda radical estadounidense. Porque, en efecto, pocos norteamericanos les habrían proporcionado el escenario, salvo los detestados comunistas de la época.

Recursos:

Transition, No. 100 (2008), pp. 56-75
Indiana University Press on behalf of the Hutchins Center for African and African American Research at Harvard University
Race, Gender & Class, Vol. 8, No. 3, Amazigh Voices: The Berber Question (2001), pp. 157-174
Jean Ait Belkhir, Race, Gender & Class Journal
Callaloo, Vol. 25, No. 4 (Autumn, 2002), pp. 1114-1135
The Johns Hopkins University Press

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Este blog acaba de superar las 1,250,000 vistas, lo que me alegra muchísimo. Por su naturaleza y nivel de especialización, no esperaba al crearlo en el 2008, que llegará a ser extremadamente popular.  Me preguntaba entonces cuántas personas podrían estar interesadas en la historia de Estados Unidos y en el análisis del imperialismo estadounidense.  Debo reconocer casi 15 años y varios meses después, que el alcance del Imperio de Calibán ha superado la más optimista de mis expectativas. No solo ha sido sobrevivido al embate del tiempo (una hija, mis responsabilidades pedagógicas, etc.), sino que ha llegado  a 1.25 millones de personas, mucho más que cualquiera otro de mis trabajos y proyectos  académicos y/o educativos.  Es realmente lamentable que desde su torre de marfil la Academia (y las Universidades) no valoren el trabajo -y el alcance- de blogs como el Imperio de Calibán.

El objetivo ahora es llegar a los 1.5 millones de vistas. ¿Cuánto nos tomará?

Norberto

El sistema de segregación racial establecido en el Sur de los Estados Unidos en las últimas décadas del Siglo XIX, tuvo terribles consecuencias a corto y a largo plazo. El  Jim Crow –como fue conocido este sistema– buscaba garantizar el predominio político, económico y social de los blancos, manteniendo subordinados y sometidos a los negros a través de un sistema que combinaba restricciones legales y terrorismo racial.

En este escrito, Livia Gershon nos da un excelente ejemplo de la capacidad destructora del Jim Crow. Siguiendo al historiador Andrew Gómez, Gershon examina el efecto que tuvo la segregación racial sobre los cubanos residentes en la Florida.  Según ella, a finales del siglo XIX, en una pequeña parte de la costa de Florida existía una cultura única  creada por inmigrantes cubanos. Este era un microcosmo racialmente integrado, en donde cubanos blancos y negros convivían hasta que el Jim Crow se impuso y  los separó.

Gershon es una escritora independiente cuyos trabajos han aparecido en publicaciones como Salon y Aeon Magazine.


A few of the workers of the San Martin Cigar Company in Tampa, Florida

Cómo Jim Crow dividió a los cubanos de Florida

Livia Gershon 

JStor Daily   21 de enero de 2024

Según el historiador Andrew Gómez, el comienzo de la Guerra de los Diez Años de Cuba en 1868 hizo que los fabricantes de cigarros cubanos y sus empleados huyeran a Florida, específicamente a Ybor City (ahora parte de Tampa) y Key West. Los trabajadores de esta industria multimillonaria tenían varias mezclas de ascendencia africana, europea e indígena. Y, a pesar de la jerarquía racial histórica de Cuba, trajeron consigo el espíritu del movimiento independentista de la nación, que estaba cada vez más comprometido con la igualdad racial.

“En Florida, los cubanos de color organizaron comités revolucionarios, trabajaron en concierto con líderes militares y mantuvieron profundos vínculos con la prensa regional”, escribe Gómez.

El Instituto San Carlos de Cayo Hueso, fundado en 1871 por cubanos de Florida, albergó una de las primeras escuelas racialmente integradas en los Estados Unidos y albergó conferencias muy concurridas donde se discutía la importancia de los cubanos negros para el futuro de ese país. El instituto era una de las más prominentes de las muchas sociedades de ayuda mutua de la zona, que ofrecía seguro médico, ayuda con los entierros, entretenimiento y otros servicios. Mientras tanto, en las fábricas de cigarros, las organizaciones laborales construidas por anarquistas y socialistas, como La Resistencia de Ybor City, reclutaron trabajadores de todos los puestos de trabajo sin discriminar por  raza y género.

Estudiantes del Instituto San Carlos

Para la cultura estadounidense más amplia de la época, los cubanos ocupaban un estatus racial entre negros y blancos, al igual que  los inmigrantes de Europa del Este y del Sur, los mexicanos y  los Creoles. Pero, escribe Gómez, eso comenzó a cambiar a medida que las leyes de Jim Crow y el terrorismo supremacista blanco se intensificaron.

Bajo el gobernador Edward Aynesworth Perry, elegido en 1885, el gobierno de Florida revirtió los cambios de la era de la Reconstrucción, destituyendo a los funcionarios negros de sus cargos y consagrando la segregación racial en la constitución estatal. A finales de la década de 1880, algunos de los muchos matrimonios entre cubanos de diferentes tonos de piel estaban siendo cuestionados como mestizaje (miscegenation).

A principios del siglo XX, las sociedades de ayuda mutua, incluido el Instituto San Carlos, adoptaron reglas que excluían a los cubanos negros. Y las escuelas cubanas, muchas de las cuales inicialmente habían desafiado los requisitos de segregación de la década de 1880 en Florida, se convirtieron gradualmente en instituciones solo para blancos. A algunos cubanos de piel más oscura se les prohibió la entrada a los cines y a las piscinas que disfrutaban sus primos.

Mientras tanto, escribe Gómez, los comités de vigilantes disolvieron las organizaciones sindicales radicales. En su lugar, la Cigar Makers International, afiliada a la Federación Americana del Trabajo, comenzó a organizar las fábricas de cigarros, pero solo a los trabajadores blancos.

The Rise and Fall of the Second Ku Klux Klan - The AtlanticLa década de 1920 trajo la segunda ola del Ku Klux Klan a las comunidades de todo el país. En el sur de la Florida, el Ku Klux Klan atacó a miembros de la comunidad cubana, en particular a aquellos que cruzaban la línea divisoria cada vez más sólida que separaba a mujeres y hombres, blancos y negros.

La segregación legal y el terrorismo racial empujaron a los cubanos negros a las escuelas e instituciones afroamericanas, que se volvieron cada vez más multiculturales. A pesar de las barreras lingüísticas, culturales y religiosas, muchas personas de estas comunidades formaron amistades y matrimonios.

Los cubanos blancos, por su parte, siguieron la misma trayectoria que las comunidades española e italiana de la región, integrándose cada vez más en la sociedad anglosajona blanca.


Recursos

JSTOR es una biblioteca digital para académicos, investigadores y estudiantes. Los lectores de JSTOR Daily pueden acceder a la investigación original detrás de nuestros artículos de forma gratuita en JSTOR.

Jim Crow and the Caribbean South: Cubans and Race in South Florida, 1885–1930s

By: Andrew Gomez

Journal of American Ethnic History, Vol. 36, No. 4 (Summer 2017), pp. 25–48

University of Illinois Press on behalf of the Immigration & Ethnic History Society


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Adoptada en 1868,  la Decimocuarta es una de las enmiendas más importantes de la Constitución de los Estados Unidos  por el papel que ha jugado en la protección de los derechos de los ciudadanos estadounidenses, el respeto al debido proceso de ley  y la defensa de la igualdad de la protección ante la ley.  Sin ella habría sido muy difícil enfrentar el racismo, la segregación racial, la homofobia y el discrimen. Esta también ha jugado un papel político, pues su interpretación, dirían muchos equivocada, llevó a la Corte Suprema a garantizar la victoria de George W. Bush en las elecciones presidenciales de 2000.

El 8 de febrero la Corte Suprema oirá los alegatos de quienes buscan eliminar  a Trump  como candidato presidencial esgrimiendo como arma la tercera sección de la Decimocuarta Enmienda, negándole el derecho a aspirar a la presidencia a quienes hubieran cometidos actos de traición. Hija de la Reconstrucción, la Enmienda 14 buscaba atender los retos que la sociedad estadounidenses enfrentaba tras la Guerra Civil. Uno de ellos era qué hacer con los altos funcionarios de la Confederación a quienes la Enmienda les cerró la puerta a la presidencia del país por considerarlos traidores. La Corte Suprema tendrá que decidir si quienes acusan a Trump de traición por sus acciones durante el ataque al Congreso el 6 de enero de 2021 están en lo correcto y, por ende, Trump no puede ser candidato a la presidencia.

En esta nota publicada en JStor Daily se nos incluye una versión anotada de la Enmienda Catorce que busca ayudar a los interesados en este tema, a entender el papel histórico de la enmienda a través de vínculos a ensayos de acceso libre.


The first page of the 14th Amendment of the United States Constitution

La Decimocuarta Enmienda:  Anotada

Liz Tracey 

JStor Daily   22 de enero de 2024 

El 8 de febrero de 2024, la Corte Suprema  de los Estados Unidos escuchará los argumentos en Trump v. Anderson: si un estado (Colorado) puede eliminar a un candidato presidencial de una boleta primaria en virtud de la Sección 3 de la Decimocuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. El expresidente está apelando la decisión de la Corte Suprema de Colorado que determinó que “las acciones del Sr. Trump antes y el 6 de enero de 2021 constituyeron participar en una insurrección, y que los tribunales tenían la autoridad para hacer cumplir la Sección 3 contra una persona que el Congreso no había designado específicamente“.

No es la primera vez que la Decimocuarta Enmienda ha estado involucrada en una elección presidencial: en 2000,  la decisión mayoritaria  en el caso Bush v. Gore  sostuvo que la cláusula de protección igualitaria en la Sección 1 requería que se detuviera el recuento del “hanging chad”, otorgando efectivamente la presidencia a George W. Bush.

El alcance de las decisiones de la Corte Suprema de EE. UU. que se basan en partes de la Decimocuarta Enmienda es bastante amplio y abarca cuestiones fundamentales de los derechos y libertades civiles estadounidenses, incluida la ciudadanía, el matrimonio, la elección reproductiva, los derechos LGBTQ+, el derecho al voto y los derechos de los acusados de delitos. Como una de las Enmiendas de Reconstrucción destinadas a modificar (o en algunos casos, crear) un marco para el gobierno federal posterior a la Guerra Civil, la Decimocuarta llegó a incluir gran parte de lo que se necesitaba en un “nuevo” Estados Unidos.

La erudición de la Constitución, y de las enmiendas individuales, está bien representada en JSTOR; esta anotación de la Decimocuarta Enmienda es sólo una pequeña muestra de lo que se puede encontrar. Como siempre ocurre con las anotaciones, todos los artículos enlazados son de lectura y acceso gratuitos.

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Enmienda XIV

Sección 1.

Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos, y  sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de los Estados Unidos y del estado en el que residen. Ningún estado dictará o hará cumplir  ninguna ley que restrinja los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; ni privará a ninguna persona de la vida, la libertad o la propiedad, sin el debido proceso legal; ni negará a ninguna persona dentro de su jurisdicción la igual protección   de  las leyes.

Sección 2.

Los representantes se distribuirán entre los diversos estados de acuerdo con sus respectivos números, contando el número total de personas en cada estado, excluyendo a los indios que no pagan impuestos. Pero cuando se niegue el derecho a votar en cualquier elección para la elección de los  electores para Presidente y Vicepresidente de los Estados Unidos, los representantes en el Congreso, los funcionarios ejecutivos y judiciales de un estado, o los miembros de la legislatura del mismo, a cualquiera de los  habitantes varones de  dicho estado, teniendo veintiún años de edad,  y ciudadanos de los Estados Unidos, o de cualquier manera reducida, excepto por la participación en rebelión u otro crimen, la base de la representación en ellos se reducirá en la proporción que el número de tales ciudadanos varones tendrá con respecto al número total de ciudadanos varones de veintiún años de edad en dicho estado.

Sección 3.

Ninguna persona podrá ser Senador o Representante en el Congreso, o  elector de Presidente y Vicepresidente, ni ocupar ningún cargo, civil o militar, bajo los Estados Unidos, o bajo cualquier estado, que, habiendo prestado juramento previamente, como miembro del Congreso, o como funcionario de los Estados Unidos, o como miembro de cualquier legislatura estatal,  o como funcionario ejecutivo o judicial de cualquier estado, para apoyar la Constitución de los Estados Unidos, haya participado en una insurrección o rebelión contra la misma, o haya brindado ayuda o consuelo a sus enemigos. Pero el Congreso puede, por el voto de dos tercios de cada Cámara, eliminar dicha incapacidad.

Sección 4.

La validez de la deuda pública de los Estados Unidos, autorizada por la ley, incluidas las deudas contraídas para el pago de pensiones y recompensas por servicios prestados en la represión de la insurrección o rebelión, no será cuestionada. Pero ni los Estados Unidos ni ningún estado asumirán ni pagarán ninguna deuda u obligación contraída en ayuda de la insurrección o rebelión contra los Estados Unidos, ni ninguna reclamación por la pérdida o emancipación de ningún esclavo; pero todas esas deudas, obligaciones y reclamaciones se considerarán ilegales y nulas.

Sección 5.

El Congreso tendrá la facultad de hacer cumplir, mediante legislación apropiada, las disposiciones de este artículo.


Recursos

JSTOR es una biblioteca digital para académicos, investigadores y estudiantes. Los lectores de JSTOR Daily pueden acceder a la investigación original detrás de nuestros artículos de forma gratuita en JSTOR.

Social Science, Vol. 50, No. 1 (Winter 1975), pp. 3–9
Pi Gamma Mu, International Honor Society in Social Sciences
The Yale Law Journal, Vol. 108, No. 8, Symposium: Moments of Change: Transformation in American Constitutionalism (June 1999), pp. 2003–2009
The Yale Law Journal Company, Inc.
The American Historical Review, Vol. 92, No. 1 (February 1987), pp. 45–68
Oxford University Press on behalf of the American Historical Association
Journal of the Civil War Era, Vol. 10, No. 1, Cracks in the Foundation: The Fourteenth Amendment and Its Limits: A Special Issue (March 2020), pp. 29–53
University of North Carolina Press
The Yale Law Journal, Vol. 101, No. 6 (April 1992), pp. 1193–1284
The Yale Law Journal Company, Inc.
The Yale Law Journal, Vol. 122, No. 8, Symposium Issue: the Gideon Effect: Rights, Justice, and Lawyers Fifty Years After Gideon V. Wainwright (June 2013), pp. 2150–2174
The Yale Law Journal Company, Inc.
Columbia Law Review, Vol. 123, No. 1 (January 2023), pp. 1–100
Columbia Law Review Association, Inc.
Daedalus, Vol. 143, No. 3, The Invention of Courts (Summer 2014), pp. 51–61
The MIT Press on behalf of American Academy of Arts & Sciences
The Yale Law Journal, Vol. 97, No. 6 (May 1988), pp. 1153–1172
The Yale Law Journal Company, Inc.
The Journal of American History, Vol. 88, No. 2 (September 2001), pp. 436–443
Oxford University Press on behalf of Organization of American Historians
Family Advocate, Vol. 38, No. 4, Same-Sex Marriage Is Settled: But important questions remain (Spring 2016), pp. 6–10
American Bar Association
Duke Law Journal, Vol. 53, No. 3 (December 2003), pp. 875–965
Duke University School of Law
Equality under the Constitution: Reclaiming the Fourteenth Amendment, (1983), pp. 57–72
Cornell University Press
Journal of the Civil War Era, Vol. 10, No. 1, Cracks in the Foundation: The Fourteenth Amendment and Its Limits: A Special Issue (March 2020), pp. 81–104
University of North Carolina Press
Law and Contemporary Problems, Vol. 67, No. 3, Conservative and Progressive Legal Orders (Summer, 2004), pp. 175–211
Duke University School of Law
The Yale Law Journal, Vol. 121, No. 7 (May 2012), pp. 1584–1670
The Yale Law Journal Company, Inc.
Racism & Felony Disenfranchisement: An Intertwined History
Brennan Center for Justice
The Journal of Southern History, Vol. 22, No. 4 (November 1956), pp. 477–497
Southern Historical Association
Negro History Bulletin, Vol. 12, No. 1 (OCTOBER 1948), pp. 10–11, 15–18
Association for the Study of African American Life and History
Virginia Law Review, Vol. 99, No. 6 (October 2013), pp. 1291–1326
Virginia Law Review
The Journal of American History, Vol. 74, No. 3, The Constitution and American Life: A Special Issue (December 1987), pp. 863–883
Oxford University Press on behalf of Organization of American Historians
ABA Journal, Vol. 103, No. 5 (May 2017), pp. 36–47
American Bar Association
The American Journal of Legal History, Vol. 49, No. 2 (April 2007), pp. 180–196
Oxford University Press

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Los Archivos Nacionales anuncian que están disponibles las grabaciones sonoras digitalizadas de procedimientos y opiniones de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Estas fueron digitalizadas por la Film Division de la Moving Image and Sound Branch. Los procedimientos están disponibles desde al año 1955 y las opiniones a partir de los años 1980. Para los interesados en la historia judicial de Estados Unidos, esta podría ser una fuente muy valiosa, cuyo acceso es completamente libre.

Según la nota de los Archivos Nacionales, las grabaciones están accesibles a través «del Catálogo de los National Archives utilizando palabras clave como el nombre del caso o el número de expediente».


Supreme Court building

La Corte Suprema, ¡ahora con sonido!

National Archives.  24 de enero de 2024

La  Moving Image and Sound Branch  de los National Archives no solo contiene películas.  También alberga más de 300.000 grabaciones sonoras.  Recientemente, la Film Division puso a disposición del público grabaciones sonoras digitalizadas de la Corte Suprema en el Catálogo.

La Corte Suprema comenzó a registrar sus procedimientos en 1955, pero las opiniones de la corte no se registraron hasta la década de 1980.  Las grabaciones están organizadas cronológicamente.  Dado que los casos a menudo se discuten durante varios días, los casos se pueden dividir entre diferentes grabaciones.

Un ejemplo interesante es Time, Inc. v. Hill en 1966.  La familia Hill, que había sido víctima de un crimen sensacional en el que convictos fugados irrumpieron en la casa familiar, demandó a la revista Life por un artículo sobre una obra de teatro que represntaba la experiencia de la familia.  En la Corte Suprema en 1966, su caso fue argumentado por el ex vicepresidente y futuro presidente Richard Nixon.  Se puede escuchar a Nixon discutiendo alrededor del minuto 51:30 en esta grabación.

El presidente Barack Obama y el vicepresidente Joe Biden en una reunión de la Corte Suprema con los jueces antes de la ceremonia de investidura de la jueza Sotomayor, el martes 8 de septiembre de 2009. (Foto oficial de la Casa Blanca por Souza)

El caso Hill hace referencia al famoso caso del New York Times v. Sullivan, que dictaminó  que para probar la difamación, un funcionario público debe demostrar que lo que se dijo en su contra fue hecho con malicia real.

Otros casos importantes que puedes encontrar incluyen:

  • En 2015, Obergefell v. Hodges requirió que los estados emitieran licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo.  Las grabaciones se dividen en tres partes:  la primera pregunta,  la segunda y el dictamen.
  • Vitale en  1962 decidió que la oración iniciada por la escuela en las escuelas públicas violaba la Primera Enmienda.
  • Gideon v. Wainwright de 1963 declaró que los acusados indigentes deben recibir representación legal sin cargo.
  • Wade, quizás la decisión más conocida de la Corte Suprema, Roe v. Wade, fue discutida en dos fechas:  diciembre de 1971  y octubre de 1972.  El tribunal declaró que el aborto es un derecho constitucional.
  • Virginia anuló las leyes estatales que prohibían el matrimonio interracial en 1967.
Las grabaciones forman parte del Record Group 267: U.S. Supreme Court Records, y se dividen en 3 series:  Sound Recordings of Oral Arguments – Black Series, October 1955 – December 1972, Sound Recordings of Oral Arguments –  Red Series, December 1972 – June 27, 2005, and Sound Recordings of Oral Arguments – Gold Series, October 3, 2005, 2005 – June 30,  2023 .  Los Archivos Nacionales reciben adiciones anuales a la serie de la Corte Suprema.Se pueden encontrar más grabaciones de audio en el Catálogo de los National Archives utilizando palabras clave como el nombre del caso o el número de expediente.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

La ratificación en 1919 de una enmienda prohibiendo el consumo y la producción de alcohol en los Estados Unidos, coronó años de trabajos de diversos grupos religiosos. Estos veían al alcohol como el culpable de inumerables problemas de la sociedad estadounidense y proponían su ilegalización como la única solución. Contrario a los que los prohibicionistas esperaban, la ilegalización del alcohol no acabó con la criminalidad, la violencia doméstica, la prostitución o el juego. Por el contrario, produjo una seria disrupción del orden social que conllevó consecuencias imprevistas, muchas de ellas de duración a largo plazo.

En esta nota la escritora Ashawnta Jackson nos presenta   la Prohibición como un periodo que abrió oportunidades para las minorías, especialmente, las mujeres. Estas no solo se incorporaron como clientes de los bares ilegales que proliferaron en Estados Unidos, sino que también se convirtieron en productoras ilegales de alcohol.

 


A woman smiles while holding bottles of various types of alcohol, including peach brandy, port wine, gin, absinthe, and forbidden fruit.

Whisky, mujeres y trabajo

Ashawnta Jackson 

Jstor Daily 20 de abril de 2023

La dueña de un restaurante Albertine During tenía algunas razones para servir licor en su establecimiento de Nueva Orleans. Era ilegal, claro, pero como le dijo al juez, “simplemente lo tenía a mano para aquellos clientes a los que todavía les gusta una bebida con sus comidas”. Durante el juicio de 1930, en el que fue condenada a noventa días de prisión y multada con 200 dólares, no era inusual en los Estados Unidos de la era de la Prohibición. Y aunque, como señala la historiadora Tanya Marie Sánchez, “hoy en día el público en general percibe el contrabando de la era de la Prohibición como una actividad abrumadoramente masculina dominada por gángsters“, la realidad era que el contrabando de mujeres era igual de común.

En su investigación sobre las mujeres contrabandistas de Nueva Orleans, Sánchez descubrió algunos puntos en común entre ellas. La mayoría eran divorciados, separados o viudos, muchos eran inmigrantes y la mayoría eran madres. Como explica Sánchez, “para las madres de clase trabajadora, el contrabando era un método conveniente y lucrativo para complementar los escasos ingresos familiares”. En resumen, las mujeres se involucraron en el contrabando por la misma razón que los hombres: dinero. En su investigación sobre los contrabandistas en Montana, la historiadora Mary Murphy encontró gran parte del mismo patrón y, como era de esperar, el contrabando, sin importar dónde se encontrara, “permitió a los grupos étnicos y a las mujeres capitalizar la economía clandestina“.

Como explica Murphy, antes de la Prohibición, los bares eran espacios dominados por hombres: “Cualquier mujer que bebiera en una cantina se suponía que era una prostituta en el peor de los casos, ‘suelta’ en el mejor de los casos”. Las chicas agradables bebían en casa. Ya sea por la emoción que conlleva ser un forajido, una protesta servida sobre hielo o cualquier otra cosa, esto estaba claro: “las mujeres comenzaron a  ir al bar junto con los hombres, aunque en bares clandestinos y clubes nocturnos en lugar de en los viejas tabernas de las esquinas”. Las mujeres no solo estaban frente a la barra, sino que también se presentaban constantemente detrás de ella, aunque el alcohol, la mayoría de las veces, salía de sus casas. Como señala Sánchez, la mayoría de las mujeres que fueron detenidas por la ley “fueron arrestadas en sus casas por fabricar y vender cerveza, vino, whisky o ginebra casera”.

Una contrabandista, Marie Hoppe, de Nueva Orleans, fue arrestada por elaborar cerveza casera. Se hizo una excepción legal para la elaboración casera de cerveza, siempre que fuera estrictamente para consumo personal, pero la policía incautó 130 botellas de la casa de Hoppe. Cuando se le preguntó sobre la gran cantidad que tenía a mano, Hoppe le dijo al juez: “Tengo seis buenas razones para hacer cerveza. Tengo seis hijos pequeños”. ¿Y en cuanto al uso personal? Ella también tenía una respuesta para eso. “Creía que la cerveza era propicia para la buena salud, ya que era vital para el desarrollo muscular de un niño”, por lo que a cada niño se le dio un vaso al día mientras ella tomaba tres.

File:Detroit police prohibition.jpg

La policía de Detroit decomisa el equipo de una cervecería clandestina durante la era de la ley seca. (Wikipedia)

Aunque la explicación de Hoppe fue creativa, no fue la única que utilizó el contrabando para mantener a sus hijos. Muchos registros judiciales muestran que el contrabando era una alternativa a la inanición, ya que las mujeres suplicaban a los jueces que se apiadaran de ellas.

Pero no todas las mujeres lo hacían por desesperación. Se descubrió que una mujer, la esposa de un médico, tenía un alambique en el sótano de su casa. Su esposo lo destruyó, pero llegaron a un acuerdo, explica Murphy, en el sentido de que “le permitió quedarse con un galón para su club de damas”. Otro contrabandista también evitó la defensa de la madre desesperada. Fue descrita como “’joven y rubia’ conduciendo un cupé ‘inteligente’“, escribe Sánchez. Cuando se enfrentó a un juez acusado de llevar cinco galones de licor a un salón, respondió: “una mujer debe ayudar a su marido, incluso en el contrabando”. Y aunque parece que la pareja era socia de negocios, cuando su esposo apareció una hora más tarde para rescatarla, le preguntó, en audiencia pública, dónde había conseguido el licor. Su respuesta “fue una gran sonrisa”.

Otras mujeres emprendedoras vieron el contrabando como una forma de complementar los negocios existentes, como las tiendas de comestibles o los puestos de refrescos. Una o dos botellas de licor escondidas crearon “un comercio de alcohol mucho más extenso y rentable que el de sus hermanas en el crimen”, escribe Sánchez. Otras mujeres dirigían las plantas embotelladoras desde casa, mientras que algunas eran dueñas de servicios de entrega y otras abrían bares clandestinos. La Ley Seca, y su recién creada economía clandestina, cambiaron la forma en que las mujeres vivían, trabajaban y socializaban. Y aunque puede que no haya muchos corolarios directos de los Al Capones de la época, como escribe Sánchez, “por cada contrabandista que dejó un registro de sus actividades, hubo muchas más cuyas historias nunca serán contadas”.

 

Traducido por Norberto Barreto Velázquez