El excepcionalismo norteamericano sigue siendo un tema de discusión en los medios estadounidenses gracias a los ataques de los pre-candidatos republicanos a la presidencia contra Obama por su supuesto rechazo a la excepcionalidad norteamericana. Una de las aportaciones más interesantes a esta discusión es un artículo del Dr. Stephen M. Walt aparecido en la edición de noviembre del 2011 de la revista Foreign Policy. El Dr. Walt es profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard y coautor junto a John Mearsheimer del controversial e importante libro The Israeli Lobby and the U. S. Foreign Policy (2007), analizando la influencia de los grupos de presión pro-israelíes sobre la política exterior norteamericana.
Titulado “The Myth of American Exceptionalism”, el artículo de Walt examina críticamente la alegada excepcionalidad de los Estados Unidos. Lo primero que hace el autor es reconocer el peso histórico y, especialmente político, de esta idea. Por más de doscientos años los líderes y políticos estadounidenses han hecho uso de la idea del excepcionalismo. De ahí las críticas que recibe Obama por parte de los republicanos por su alegada abandono del credo de la excepcionalidad.
Esta pieza clave de la formación nacional norteamericana parte, según Walt, de la idea de que los valores, la historia y el sistema político de los Estados Unidos no son sólo únicos, sino también universales. El autor reconoce que esta idea está asociada a la visión de los Estados Unidos como nación destinada a jugar un papel especial y positivo, recogida muy bien por la famosa frase de la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright, quien en 1998 dijo que Estados Unidos era la nación indispensable (“we are the indispensable nation”).
Para Walt, el principal problema con la idea del excepcionalismo es que es un mito, ya que el comportamiento internacional de los Estados Unidos no ha estado determinado por su alegada unicidad, sino por su poder y por lo que el autor denomina como la naturaleza inherentemente competitiva de la política internacional (Walt compara la política internacional con un deporte de contacto (“contact sport”). Además, la creencia en la excepcionalidad no permite que los estadounidenses se vean como realmente son: muy similares a cualquier otra nación poderosa de la historia. El predominio de esta imagen falseada tampoco ayuda a los estadounidenses a entender cómo son vistos por otros países ni a comprender las críticas a la hipocresía de los Estados Unidos en temas como las armas nucleares, la promoción de la democracia y otros. Todo ello le resta efectividad a la política exterior de la nación norteamericana.
Como parte de su análisis, Walt identifica y examina cinco mitos del excepcionalismo norteamericano:
- No hay nada excepcional en el excepcionalismo norteamericano: Contrario a lo que piensan muchos estadounidenses, el comportamiento de su país no ha sido muy diferente al de otras potencias mundiales. Según Walt, los Estados Unidos no ha enfrentado responsabilidades únicas que le han obligado a asumir cargas y responsabilidades especiales. En otras palabras, Estados Unidos no ha sido una nación indispensable como alegaba la Sra. Albright. Además, los argumentos de superioridad moral y de buenas intenciones tampoco han sido exclusivos de los norteamericanos. Prueba de ello son el “white man´s burden” de los británicos, la “mission civilisatrice” de los franceses o la “missão civilizadora” de los portugueses. Todo ellos, añado yo, sirvieron para justificar el colonialismo como una empresa civilizadora.
- La superioridad moral: quienes creen en la excepcionalidad de los Estados Unidos alegan que ésta es una nación virtuosa, que promueve la libertad, amante de la paz, y respetuosa de la ley y de los derechos humanos. En otras palabras, moralmente superior y siempre regida por propósitos nobles y superiores. Walt platea que Estados Unidos tal vez no sea la nación más brutal de la historia, pero tampoco es el faro moral que imaginan algunos de sus conciudadanos. Para demostrar su punto enumera algunos de los “pecados” cometidos por la nación estadounidense: el exterminio y sometimiento de los pueblos americanos originales como parte de su expansión continental, los miles de muertos de la guerra filipino-norteamericana de principios del siglo XX, los bombardeos que mataron miles de alemanes y japoneses durante la segunda guerra mundial, las más de 6 millones de toneladas de explosivos lanzadas en Indochina en los años 1960 y 1970, los más de 30,000 nicaragüenses muertos en los años 1980 en la campaña contra el Sandinismo y los miles de muertos causados por la invasión de Irak. A esta lista el autor le añade la negativa a firmar tratados sobre derechos humanos, el rechazo a la Corte Internacional de Justicia, el apoyo a dictaduras violadores de derechos humanos en defensa de intereses geopolíticos, Abu Ghraib, el “waterboarding” y el “extraordinary rendition”.
- El genio especial de los norteamericanos: los creyentes de la excepcionalidad han explicado el desarrollo y poderío norteamericano como la confirmación de la superioridad y unicidad de los Estados Unidos. Según éstos, el éxito de su país se ha debido al genio especial de los norteamericanos. Para Walt, el poderío estadounidense ha sido producto de la suerte, no de su superioridad moral o genialidad. La suerte de poseer una territorio grande y con abundante recursos naturales. La suerte de estar ubicado lejos de los problemas y guerras de las potencias europeas. La suerte de que las potencias europeas estuvieran enfrentadas entre ellas y no frenaran la expansión continental de los Estados Unidos. La suerte de que dos guerras mundiales devastaran a sus competidores.
- EEUU como la fuente de “most of the good in the World”: los defensores de la excepcionalidad ven a Estados Unidos como una fuerza positiva mundial. Según Walt, es cierto que Estados Unidos ha contribuido a la paz y estabilidad mundial a través de acciones como el Plan Marshall, los acuerdos de Bretton Wood y su retórica a favor de los derechos humanos y la democracia. Pero no es correcto pensar que las acciones estadounidenses son buenas por defecto. El autor plantea que es necesario que los estadounidenses reconozcan el papel que otros países jugaron en el fin de la guerra fría, el avance d e los derechos civiles, la justicia criminal, la justicia económica, etc. Es preciso que los norteamericanos reconozcan sus “weak spots” como el rol de su país como principal emisor de gases de invernadero, el apoyo del gobierno norteamericano al régimen racista de Sudáfrica, el apoyo irrestricto a Israel, etc.
- “God is on our side”: un elemento crucial del excepcionalismo estadounidense es la idea de que Estados Unidos es un pueblo escogido por Dios, con una plan divino a seguir. Para el autor, creer que se tiene un mandato divino es muy peligroso porque lleva a creerse infalible y caer en el riesgo de ser víctima de gobernantes incompetentes o sinvergüenzas como el caso de la Francia napoleónica y el Japón imperial. Además, un examen de la historia norteamericana en la última década deja claro sus debilidades y fracasos: un “ill-advised tax-cut”, dos guerras desastrosas y una crisis financiera producto de la corrupción y la avaricia. Para Walt, los norteamericanos deberían preguntarse, siguiendo a Lincoln, si su nación está del lado de Dios y no si éste está de su lado.
Walt concluye señalando que, dado los problemas que enfrenta Estados Unidos, no es sorprendente que se recurra al patriotismo del excepcionalismo con fervor. Tal patriotismo podría tener sus beneficios, pero lleva a un entendimiento incorrecto del papel internacional que juega la nación norteamericana y a la toma de malas decisiones. En palabras de Walt,
Ironically, U.S. foreign policy would probably be more effective if Americans were less convinced of their own unique virtues and less eager to proclaim them. What we need, in short, is a more realistic and critical assessment of America’s true character and contributions.
Este análisis de los elementos que componen el discurso del excepcionalismo norteamericano es un esfuerzo valiente y sincero que merece todas mis simpatías y respeto. En una sociedad tan ideologizada como la norteamericana, y en donde los niveles de ignorancia e insensatez son tal altos, se hacen imprescindibles voces como las Stephen M. Walt. Es indiscutible que los norteamericanos necesitan superar las gríngolas ideológicas que no les permiten verse tal como son y no como se imaginan. El mundo entero se beneficiaría de un proceso así.
Norberto Barreto Velázquez, PhD
Lima, 14 de diciembre de 2011