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Posts Tagged ‘Bases militares’

Hoy tengo el gusto de reseñar el trabajo de un compañero bloguero, Oscar Segura  Heros, titulado ¿El fin de la era americana?, que  aparece publicado en la edición de julio-septiembre de 2009 de la revista peruana Qué hacer. Segura Heros, padre de la bitácora  Real Policy, es periodista y analista de temas de seguridad, derechos humanos y relaciones internacionales.

El ensayo de Segura gira en torno a una pregunta fundamental: ¿son los Estados Unidos tan influyentes como hace veinte años? La respuesta del autor es un claro y rotundo no. Para llegar a esta conclusión el autor se embarca en una análisis directo de los rasgos de la decadencia del poderío de los Estados Unidos.

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El primer tema que toca  Segura Heros es el militar, subrayando el costo que conlleva el mantenimiento de cientos de bases y miles de soldados alrededor del mundo –tema que examinamos al reseñar el ensayo de Immanuel Wallerstein. Mantener su imperio de bases militares le cuesta a los norteamericanos miles de millones de dólares en momentos que su economía está “exhausta”.  Los fracasos en Irak y Afganistán también son una muestra clara de los límites crecientes del poderío norteamericano. A pesar  de su vasta capacidad militar y los  miles de soldados desplegados en ambos países, los Estados Unidos no han podido imponerse en sus dos intervenciones más costosas.  Pero no sólo no han podido imponerse, sino que en el caso afgano parecen avocados a una derrota.

Al tema militar, Segura añade el económico, subrayando la crisis por la que atraviesan los Estados Unidos en la actualidad, la peor desde 1929. Según el autor, la quiebra de General Motors es el símbolo más patente de la caída del poderío económico estadounidense y una prueba de que “el lugar de Estados Unidos como potencia económica es más una interrogante que una certeza”.  Además, la extensión mundial de la crisis económica ha llevado a una revaluación internacional del neoliberalismo defendido por Wall Street casi como una credo. Como resultado, la percepción mundial de la economía norteamericana ha sufrido daños severos,  generando desconfianza en el capitalismo estadounidense como modelo económico. Todo ello, a su vez, socavó, la legitimidad que tradicionalmente había disfrutado Washington para definir la agenda económica mundial.

Los Estados Unidos también parecen estar perdiendo la batalla “del conocimiento  y la innovación científica”, dos de los pilares de su superioridad económica y militar. De forma muy atinada el autor identifica una de las causas más importantes, pero menos mencionadas, de este problema: la paranoia post 11/9  llevó a la aplicación de restricciones migratorias que cortaron el flujo de cerebros procedentes de otras regiones del planeta. Sin los ingenieros, químicos, físicos, matemáticos o biólogos procedentes de América Latina, Pakistán, India, China o Europa del Este que no pudieron o dejaron de emigrar a los Estados Unidos, la nación norteamericana perdió importantísimos recursos que no pueden ser sustituidos por los egresados estadounidenses de un sistema educativo fragmentado, desigual e incapaz de llenar las necesidades de profesionales cualificados de la economía norteamericana. (Sobre los problemas de la educación, en los Estados Unidos puede ser consultado el artículo de Paul Krugman que aparece en la  edición de la revisa Sin permiso del 11 de octubre de 2009.)

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Seguras también da en el blanco al señalar que uno de los problemas actuales de los Estados Unidos es su tendencia al encierro. En el pasado no tan remoto, el gobierno estadounidense buscaba que otros países se abrieran comercial, cultural y tecnológicamente. Hoy, víctimas de un creciente conservadurismo,  los Estados Unidos optan por cerrarse. Yo añadiría,   y a excluirse, pues se han mantenido al margen de esfuerzos y mecanismos internacionales con un amplio apoyo mundial. En otras palabras, en temas ambientales, armamentistas y de derecho internacional los Estados Unidos ha tendido a ir contra la corriente en un unilateralismo que ha ayudado muy poco a cambiar la imagen que millones de seres humanos tienen  del país.

Segura lanza una crítica que me parece muy pertinente: el poco apoyo que la política exterior estadounidense da a temas sociales. Según el autor, los Estados Unidos no asumen “la lucha contra la pobreza y los temas sociales como una prioridad de su política exterior”. Este “error”  ha permitido que opciones radicales, autoritarias y antinorteamericanas “ganen espacio y que el discurso democratizador pierda sustento.” Concuerdo con Segura, pero igual me pregunto si la lucha contra la pobreza ha sido una prioridad de la política doméstica del gobierno estadounidense. Los ecos liberales de los años 1960 con la Gran Sociedad a la cabeza dejaron de ser hace mucho una prioridad nacional, por qué tendría que ser internacional.

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Segura concluye que el futuro de un mundo unipolar con los Estados Unidos a la cabeza es cada vez más remoto. Según él, los norteamericanos seguirán ejerciendo un papel importante  dado su poderío militar y su influencia política, pero que “intervenir permanentemente fuera de sus fronteras ya no será una prioridad”.  En otras palabras, que el aislacionismo regresará con fuerza a definir la política exterior de los Estados Unidos.

El autor cierra su interesante ensayo advirtiendo a quienes celebran el eventual fin de la hegemonía estadounidense  que ésta no producirá necesariamente “un mundo multipolar armonioso”. Por el contrario, un mundo libre de la hegemonía estadounidense podría estar dominado por la anarquía, el individualismo estatal y la violencia.

Este corto ensayo analiza de manera clara y directa lo que parece cada vez más evidente: la decadencia del poderío norteamericano. Su lectura puede resultar de gran utilidad para aquellos interesados en entender las causas y los rasgos de este proceso histórico, cuyas consecuencias están aún por verse.

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Chalmers Johnson

Chalmers Johnson

En un ensayo titulado “There Good Reasons to Liquidate Our Empire and Ten Steps to Take to Do So» (TomDispatch.com, 30 de julio de 2009), el historiador norteamericano Chalmers Johnson enfoca uno de los elementos más característicos del imperialismo norteamericano: la extensión de sus bases militares alrededor del mundo.  Johnson es profesor emérito de la Universidad de California (San Diego) y uno de los críticos más filosos de la política exterior norteamericana. Este antiguo asesor de CIA es  autor de un trilogía clave  en el desarrollo de la historiografía reciente del imperialismo norteamericano: Blowback: The Costs and Consequences of American Empire (New York: Metropolitan Books, 2000), The Sorrows of Empire: Militarism, Secrecy, and the End of the Republic (New York: Metropolitan Books, 2004) y Nemesis: The Last Days of the American Republic (Metropolitan Books, 2006).

A Johnson le preocupa el efecto que pueda tener el imperio de bases militares sobre el programa reformista del Presidente Barack Obama. Para el autor, las bases militares ­–y el militarismo del que son una expresión– podrían tener tres consecuencias devastadoras para los Estados Unidos: sobre extender (“over-stretch”) militarmente a los Estados Unidos, provocar un estado perpetuo de guerra y/o llevar a la nación norteamericana a la ruina económica. Todo ello podría provocar un colapso similar al que sufrió la Unión Soviética. Palabras fuertes de un historiador sin pelos en la lengua.  Veamos a que se refiere Johnson.

Citando un inventario realizado por el Pentágono en 2008, Johnson alega que los Estados Unidos poseen 865 bases militares en 46 países y territorios estadounidenses. Según ese mismo inventario, los Estados Unidos tenían desplegados 196,000 soldados en sus bases. Por ejemplo, en Japón hay 46,364 miembros de las fuerzas armadas estadounidenses, acompañados por 45,753 familiares y apoyados por 4,178 empleados civiles norteamericanos.  Sólo en la pequeña isla de Okinawa hay 13,975 soldados norteamericanos.

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Para Johnson, tal despliegue de poder militar no sólo es innecesario para garantizar la seguridad nacional de los Estados Unidos, sino que también excesivamente costoso. Citando un artículo de Anita Dancs, analista del “think tank” Foreign Policy in Focus, Johnson arguye que los Estados Unidos gastan $250 mil millones anuales en el mantenimiento de sus bases militares con un solo objetivo: garantizar su control de un imperio que nunca necesitaron y que “no pueden sostener”.

El autor identifica tres razones que, según él, hacen necesaria la eliminación de ese imperio de bases como un paso inevitable para el bienestar de los Estados Unidos:

  1. Los Estados Unidos ya no son capaces de mantener su hegemonía global  sin convocar a un desastre nacional. Según Johnson, los Estados Unidos no pueden mantener su rol hegemónico por razones económicas, pues son un país al borde de la bancarrota y en franca decadencia económica. Obviar esas realidades insistiendo en retener sus bases mundiales podría llevar al gobierno norteamericano a la insolvencia. Para justificar sus argumentos el autor recurre a cifras muy impresionantes, pues según él, para el 2010 el déficit presupuestario norteamericano será de $1.75 trillones, cifra que no incluye el presupuesto militar para el 2009 ascendente a $640 mil millones,  ni el costo de las guerras en Irak y Afganistán.  Johnson concluye que el pago de tal deuda tomara generaciones.
  2. Los Estados Unidos están destinados a ser derrotados en Afganistán. Según Johnson, las autoridades norteamericanos no han sido capaces de reconocer que tanto ingleses como soviéticos fracasaron en sus empresas militares en Afganistán empleando las mismas estrategias usadas por los Estados Unidos hoy en día. Esto constituye “uno de nuestros  más grandes errores estratégicos”.  Johnson critica que las acciones estadounidenses en Afganistán no estén basadas en el reconocimiento de la historia de una región que históricamente ha resistido con éxito la presencia de fuerzas foráneas. Éste crítica las tácticas estadounidenses, en especial, el uso de aviones a control remotos o “drones”, porque éstos provocan la muerte de civiles afganos inocentes,  enajenando el apoyo de quienes supuestamente los estadounidenses están “salvando para la democracia”. Además, las operaciones militares estadounidenses en Afganistán y Pakistán carecen de una inteligencia precisa sobre ambos países  y reflejan, por ende, una visión miope de la realidad política de la región.  Johnson cree que los Estados Unidos deben reconocer que la guerra en Afganistán está ya perdida y no desperdiciar más tiempo, vidas humanas y dinero en un conflicto que no pueden ganar.
  3. Es necesario que los Estados Unidos pongan fin a la vergüenza que acompaña su imperio de bases. El autor visualiza las bases militares como una especie de campo de juego sexual (“sexual playground”) donde los soldados norteamericanos comprometen con su conducta la imagen de los Estados Unidos. Según Johnson, miles de soldados norteamericanos son destinados a países cuya cultura no entienden y que, además, han sido enseñados a ver a sus habitantes como entes inferiores, lo que provoca serios problemas en su comportamiento, sobre todo, sexual. Para probar este punto el autor nos brinda cifras muy interesantes y reveladoras sobre la violencia sexual de que son objetos los residentes de las zonas aledañas a las bases militares norteamericanas ­–además de las mujeres que forman parte de las fuerzas armadas estadounidenses– y de cómo las autoridades militares norteamericanas no hacen, prácticamente, nada para frenar y castigar los delitos sexuales que comenten sus soldados. Para Johnson la solución está en reducir el tamaño de las fuerzas armadas trayendo de vuelta a los Estados Unidos a miles de soldados estadounidenses, desmantelando las bases donde éstos están desplegados.

Johnson no sólo identifica las razones que hacen necesario que los Estados Unidos desmantelen su imperio de bases, sino que también nos brinda diez medidas que él considera necesarias para ello. Entre ellas destacan: poner fin al mito creado por el complejo militar-industrial de que el establecimiento militar norteamericano es valioso en términos económicos, pues produce empleos e investigación científica. Johnson recomienda poner fin al uso de la fuerza como “el principal medio para alcanzar los objetivos de la política exterior” estadounidense.  El autor también sugiere reducir el tamaño del ejército, darle más ayuda médica a los veteranos afectados física o mentalmente, eliminar el ROTC, dejar de ser el principal exportador mundial de armas y restaurar la disciplina y la responsabilidad por sus acciones entre las tropas estadounidenses. NS_Rota

Johnson cierra su ensayo reconociendo que a lo largo de la historia pocos imperios han renunciado a “sus dominios” para salvar sus instituciones políticas. Es necesario, según el autor, que los Estados Unidos aprendan de dos ejemplos recientes (Gran Bretaña y la Unión Soviética) y tomen las medidas necesarias para frenar los efectos del imperialismo. El autor concluye su trabajo pronosticando que si los estadounidenses no aprenden de los errores  de los imperios que le antecedieron, será imposible evitar la “caída y decadencia” de los Estados Unidos de América.

Este corto ensayo nos brinda información valiosa sobre la extensión del militarismo norteamericano a nivel mundial y de sus consecuencias. Es claro que Johnson ve el mantenimiento de las  cientos  de bases militares norteamericanas como una rémora que compromete valiosos recursos económicos que podrían ser usados para enfrentar algunos de los serios problemas que enfrenta la nación estadounidense. Su enfoque es claramente aislacionista y moralista. Para él, los Estados Unidos deben reconocer que ya no son lo ricos y poderosos que solían ser, y concentrarse en sí mismos. Su tono refleja una visión muy pesimista del futuro de los Estados Unidos. Para Johnson, la nación norteamericana es un país en franca decadencia gracias a su obsesión belicista.  Es curioso que a principios del siglo XX analistas y críticos de la política exterior norteamericana, especialmente de la retención de las Filipinas como colonia y de la expansión de la marina de guerra, pronosticaron exactamente lo que hoy Johnson denuncia de forma tan severa.

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.

Lima, Perú, 10 de septiembre de 2009

Nota: todas las traducciones del inglés son mías.

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Dramatización narrada por Viggo Mortensen del artículo del historiador Howard Zinn, «Empire or Humanity», relatando cómo llegó al entendimiento de la naturaleza imperialista de los Estados Unidos. http://www.tomdispatch.com/post/174913/howard_zinn_the_end_of_empire_

 

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