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Archive for the ‘Jimmy Carter’ Category

A pesar de los esfuerzos de Barack Obama para mejorar las relaciones de Estados Unidos con Irán – trabajo que fue saboteado por Donald J. Trump– las posibilidades de un conflicto entre ambos naciones son muy reales. De concretarse, tal conflicto culminaría cuarenta y cuatro años de distanciamiento entre ambas naciones. Como bien señala esta reseña del libro de la Dra. Firoozeh Kashani-Sabet, Heroes to Hostages: America and Iran, 1800-1988 (Cambridge University Press, 2023), las relaciones entre ambas naciones no siempre fueron tan tensas y negativas. Reseñado por la escritora y periodista independiente Fariba Amini, el libro de Kashani-Sabet analiza el desarrollo de las relaciones iraní-estadounidenses previas al golpe de Estado de 1953 contra  Mohammad Mossadegh, demostrando el acercamiento cultural y religioso que existió entre ambas naciones.


August 19: ON THIS DAY in 1953, Mossadegh is ousted

Reseña de Firoozeh Kashani-Sabet, Heroes to Hostages America and Iran, 1800-1988

Fariba Amini

Informed Comment.    28 de noviembre de 2023

Cuando el tema de las relaciones entre Irán y Estados Unidos viene a la mente, dos episodios memorables son a menudo invocados por iraníes y estadounidenses. El primero es el golpe de Estado liderado por la CIA en 1953, que derrocó al gobierno democráticamente elegido de Mohammad Mossadegh; y la segunda es la toma de rehenes estadounidenses en la embajada de Estados Unidos en Teherán después de la revolución de 1979.

En más de una ocasión, los presidentes y diplomáticos estadounidenses se han disculpado con Irán por la interferencia de Estados Unidos en el país, pero la República Islámica nunca ha asumido la responsabilidad de mantener a diplomáticos y personal estadounidense en cautiverio durante 444 días.

Ambos acontecimientos han dejado una cicatriz duradera en la historia de las relaciones entre los dos países.

Pero las cosas no son tan simples. Las relaciones no siempre fueron conflictivas.

Hubo un tiempo en que Estados Unidos e Irán tenían una buena relación y no nos referimos al reinado de Mohammad Reza Shah Pahlavi.

La historia de las relaciones entre las dos naciones se remonta a principios del siglo XIX, tal y como se presenta en un nuevo libro titulado Heroes to Hostages: America and Iran, 1800-1988 publicado por Cambridge University Press, 2023, y escrito por la Dra. Firouzeh Kashani Sabet, quien ocupa la cátedra Walter Annenberg de Historia en la Universidad de Pensilvania y recién elegida presidenta de la Sociedad de Estudios Iraníes.

Esta obra informativa, bien escrita y documentada nos lleva de vuelta a la década de 1830, al primer encuentro entre las dos naciones. Era una relación amistosa, que involucraba principalmente el trabajo de los misioneros presbiterianos estadounidenses en Irán. Esta buscaba   beneficiar a ambos pueblos.

No hubo petróleo, no hubo golpes de Estado, no hubo Revolución Blanca, no hubo venta de armas, no hubo asesores militares, no hubo doctrinas de Kennedy o Nixon y no hubo toma de rehenes. A diferencia de la historia de sospecha de los iraníes hacia los británicos, no compartieron la misma visión hacia Estados Unidos o el papel de los estadounidenses en Irán hasta 1953.

En cambio, había misioneros, Perkins, Graham Wilson, Howard Baskerville, Morgan Shuster y el Cuerpo de Paz.

En 1833, el primer misionero, el reverendo Justin Perkins, puso un pie en Irán y pasó unos 8 años en el país predicando a unos 140.000 cristianos nestorianos. Señaló: “Ningún estadounidense había residido jamás en ese antiguo y célebre país antes que yo” (página 17). Entre otras cosas, usó una imprenta en Urumiyeh, en el norte de Irán, para poner las Escrituras al alcance de todos. En un acto de compasión, desde Ohio, se enviaron contribuciones a Irán para aliviar el sufrimiento de las víctimas de la hambruna. Los misioneros también participaron en otros trabajos, incluyendo el establecimiento de escuelas y centros médicos en Hamadan, Tabriz y Teherán.

Aunque en la mayoría de los casos, el gobierno local no intervino con los misioneros, ya que muchos de los hijos de los funcionarios también estaban siendo educados por estos, hubo casos en que los gobernadores prohibieron la participación de musulmanes, como fue el caso de las clases impartidas por el reverendo A. R. Blankett.

En un desafortunado incidente, un misionero llamado Benjamin Woods Labaree fue asesinado por bandidos kurdos. Su asesino fue encontrado más tarde y condenado a cadena perpetua.

Por supuesto, el nombre de Howard Conklin Baskerville no es ajeno a los iraníes. Fue un misionero que decidió unirse a los nacionalistas después de la Revolución Constitucional de 1906. De joven, luchó junto a ellos y murió a la edad de veinticuatro años, el 19 de abril de 1909.

Está enterrado en Tabriz, donde su tumba es visitada por muchos iraníes y turistas. Antes de morir, había declarado: “Soy de Persia”. (página 74)

Otro estadounidense muy conocido fue William Morgan Shuster, un banquero de Nueva York, que en 1911 fue contratado por el gobierno iraní para poner en orden la casa fiscal del país. A pesar de que a veces se sintió frustrado con las autoridades, aplaude a los iraníes por sus sacrificios al tratar de “cambiar el despotismo en democracia”.

En su conocido libro, El estrangulamiento de Persia, escribió: “Era obvio que el pueblo de Persia merecía mucho más de lo que está recibiendo, que quería que tuviéramos éxito, pero fueron los británicos y los rusos los que estaban decididos a no dejarnos triunfar”.

En 1925 se formó una Sociedad Americana para promover el comercio y el intercambio de arte y literatura entre las dos naciones. Entre los historiadores que visitaron Irán se encontraba Arthur Upham Pope (está enterrado con su esposa a lo largo del Zayandeh Rud en Isfahán) que dio una charla sobre arte persa con la asistencia de Reza Shah. Al mismo tiempo, en 1926, un estadista, Seyed Hasan Taghizadeh, había sido el representante de Irán en la exposición de Filadelfia y había pasado un tiempo en Estados Unidos.

A principios de 1936, Thomas R. Gibson llegó a Irán para dirigir el programa de exploración iraní. Reza Shah, que se había coronado a sí mismo como el primer rey de la dinastía Pahlavi, teniendo en mente una rápida modernización, se embarcó en acabar con el velo forzado de las mujeres iraníes. Un ministro estadounidense en Irán, William Hornibrook, había deducido que las reformas seculares de arriba hacia abajo de Reza Shah habían alienado a muchos iraníes, especialmente al clero. (página 121)

En su comentario, la Dra. Kashani Sabet dice: “Creo que el trabajo social fue importante, sí. Cuando los misioneros brindaban apoyo médico a los pobres, especialmente a las mujeres pobres, era valioso. El Cuerpo de Paz también intervino durante el terremoto de 1968. Este tipo de intervenciones y apoyo fueron útiles. Desafortunadamente, el contexto más amplio del imperialismo occidental y estadounidense y más tarde la Guerra Fría estaban enmarcando esta participación y relación, lo que la politizó y facilitó la eliminación de cualquier bien que pudiera haber surgido de ella”.

Escuela secundaria de Alborz

Me viene a la mente el nombre de Samuel Jordan, que se convirtió en el director del famoso colegio Alborz, establecido anteriormente en 1873. (Más tarde, Alborz pasó a llamarse Colegio Americano). Muchos otros estadounidenses se convierten en instrumentos para crear buena voluntad, incluidas las docenas de voluntarios del Cuerpo de Paz, algunos de los cuales se enamoraron del país y su cultura y más tarde, a su regreso, se convirtieron en importantes académicos de Irán. Entre ellos se encontraba el embajador John Limbert, que se convirtió en rehén durante 444 días.

Otros estadounidenses o las acciones estadounidenses en Irán dejan un sabor amargo:

Personalidades como el general Norman Schwarzkopf Sr., el hombre que ayudó con la organización de la gendarmería iraní (padre del famoso hijo y comandante de las fuerzas de la coalición en la Operación Tormenta del Desierto) y luego Kermit Roosevelt, Donald Wilbur (ambos involucrados en el golpe de 1953) y Richard Helms (el ex jefe de la CIA y más tarde embajador de Estados Unidos en Irán).

El libro examina el golpe de la CIA y el MI6 como tantos otros libros han cubierto. Baste decir que la Dra. Kashani Sabet examina este evento, como todos los académicos, como un punto de inflexión en la forma negativa que afectó la relación entre las dos naciones.

El golpe de Estado que derrocó a un querido primer ministro y a su gobierno dejó una huella duradera en la psique iraní.

El 15 de noviembre de 1953, el vicepresidente Nixon, en representación de Eisenhower, cuya administración fue cómplice del golpe de Estado de 1953, llega a Irán para rendir homenaje al Shah. El 9 de diciembre de ese mismo año, se producen protestas masivas en la Universidad de Teherán donde tres estudiantes son asesinados.

Tanto el Dr. Mossadegh como el clero se opusieron a la ley de capitulación, que otorgaba amnistía a los estadounidenses que cometían crímenes en Irán. En 1964, el parlamento iraní ratificó una ley que otorgaba inmunidad a los miembros de las misiones militares y a sus dependientes. Esta ley injusta fue una de las primeras que fue desmantelada por el gobierno revolucionario en 1979.

En las décadas de 1960 y 1970, el Shah, cuyo reinado siempre estuvo ensombrecido por un golpe de Estado, compra un gran número de armas, incluidas las F 16 y AWACKS.

Did the U.S. like or dislike the Shah of Iran, and why? - QuoraEl Shah se convierte en el gendarme pro-estadounidense de la región.

Aumenta la influencia occidental, incluida una revolución sexual.

Las discotecas y las minifaldas echan raíces en una sociedad muy religiosa. El Shah y su séquito son pro-estadounidenses. El cine iraní, salvo en raras ocasiones, mostraba mujeres semidesnudas. La policía secreta iraní – la SAVAK– cuya creación cuenta con la ayuda de la CIA, comienza como un aparato de inteligencia, pero más tarde se convierte en una herramienta de tortura de disidentes, incluidos izquierdistas y elementos religiosos.

Ali Shariati, el famoso sociólogo iraní, escribe: ¿Por qué no deberíamos saber de alguien como Angela Davis, sino que debemos estar al tanto de la señorita Twiggy? (Página 327)

En los años de Shah se realizan muchas inversiones por parte de empresas estadounidenses y otras empresas occidentales. Algunas ayudaron a desarrollar el país, pero principalmente tenían la intención de convertir a Irán en un estado cliente.

Pero, ¿hasta qué punto estos desarrollos y modernizaciones ayudan al Shah y a su régimen a mantener su gobierno? Tal vez lo hicieron superficialmente, pero en un nivel más profundo no lo hicieron.

De hecho, los acontecimientos de 1978-1979 hicieron añicos la ilusión de la “Isla de la paz y la estabilidad”.

A Jimmy Carter se le echo la culpa por la revolución de 1979, ya que la mayoría de los iraníes culpan a los extranjeros por su destino. ¿Estuvo bien? De ninguna manera se trata de un relato fáctico. No siempre.

Gary Sick, asesor de seguridad nacional del presidente Carter, dijo en una entrevista que no había ninguna razón por la que el presidente quisiera deshacerse del Shah. Era nuestro aliado y protegía nuestros intereses. Carter estaba ocupado con el acuerdo de Camp David y, por lo tanto, las noticias que llegaban de Irán no le alertaban, ya que tanto su embajador (Sullivan) como el propio Shah habían asegurado a la administración estadounidense que todo estaba bajo control.

Bueno, no lo estaban. El Shah estaba demasiado enfermo y había ocultado su enfermedad mortal a todo el mundo. La CIA no tenía conocimiento de ello.

El Shah no pudo tomar las decisiones correctas en el período más turbulento. Pidió consejo al general Huyser. Sus asesores iraníes también eran incompetentes. Alam, su bufón de la corte, había muerto.

Y luego se produce la toma de rehenes, que pone completamente en desacuerdo a Irán y Estados Unidos.

El resto es historia, como decimos.

La portada de este libro es una foto de 1943 de la señora Louis Dreyfus, la esposa del ministro de Estados Unidos en Irán, dando comida a los niños iraníes.

Hay otras ilustraciones interesantes, entre ellas, las estudiantes del seminario de Fiske (mujeres) en 1900, Angela Davis en Zaneh Rouz, (día de la mujer), varios dibujos cómicos en la famosa revista satírica mensual Towfigh que ilustran el Plan Roger y una foto de manifestaciones sosteniendo pancartas de “Yankee Go Home”. ( página 203)

Llama la atención la imagen de tres niñas escuchas con el pelo corto en 1936, muy lejos de las imágenes de mujeres obligadas a llevar velo después de 1980.

Este libro, a diferencia de otros libros sobre este mismo tema, no sólo está escrito con elegancia, sino que atrae al lector a una historia más intensa y detallada de las relaciones entre Estados Unidos e Irán, muchos de cuyos aspectos siguen siendo poco conocidos para nosotros.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

 

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Comparto este interesantísimo artículo del profesor  Khaled A. Beydoun, analizando el impacto que tuvieron la revolución iraní de 1979, la figura del ayatolá Ruhollah Jomeini y la crisis de los rehenes en la concepción estadounidense del Islam. En palabras del propio autor: “Jomeini llegó a encarnar cómo el terror musulmán masculino es imaginado, construido y luego estereotipado. A pesar de ser musulmán iraní y chiíta, la fuerza de su ser físico difuminó las divisiones sectarias y étnicas, y mezcló árabes e iraníes, de Oriente Medio y musulmanes en el monolito indistinguible que impulsa la islamofobia privada en la actualidad.”

Khaled A. Beydoun es  Profesor Asociado de Derecho en Wayne State University en Detroit, Michigan.  Es autor de  American Islamophobia: Understanding the Roots and Rise of Fear (University of California Press, 2019) y de The New Crusades: Islamophobia and the Global War on Muslims (University of California Press, 2023).


Jomeini - Irán, una revolución transformada 30 años después de la muerte de  Jomeini - RTVE.es

Las raíces de la islamofobia estadounidense

Khaled A. Beydoun

American Experience       16 denoviembre de 2022 |  

Tres décadas antes de la “Guerra contra el Terror” y su orientación del “terrorismo islámico” como la principal amenaza para la seguridad estadounidense, el ayatolá Ruhollah Jomeini era su talismán permanente. El color y los contornos de su propio ser, desde su turbante negro hasta la larga barba plateada, representaban la suma de todos los musulmanes para los estadounidenses. La nación que rehizo en una teocracia islámica, nacida por las protestas muy populares que la amenazan hoy, combinó la comprensión popular de “musulmán” con el desarrollo de estereotipos de “terrorismo”.

Desde el 4 de noviembre de 1979 hasta el 20 de enero de 1981, Jomeini y el nuevo régimen que dirigió surgieron como los nuevos símbolos de una amenaza islámica global para los Estados Unidos y sus aliados. La imaginación estadounidense, y las crecientes audiencias pegadas a las pantallas de noticias nocturnas y los titulares de los periódicos, fueron tomadas como rehenes por la atracción del miedo y el desastre que se desarrolló en Teherán, que todavía penetra más de cuatro décadas después de esos impresionantes eventos.

American Islamophobia by Khaled A. BeydounMeses después de que una revolución popular derrocó al Sha, Mohammad Reza Pahlavi, y el régimen islámico se apoderó del poder, los leales a Jomeini irrumpieron en la embajada estadounidense en Teherán. En los once meses posteriores al ascenso de Jomeini y la caída del Sha, la Embajada de Estados Unidos se transformó del sitio del mayor aliado de la nación en un símbolo de la transgresión occidental, que marcó a los 52 estadounidenses retenidos como rehenes dentro de ella como recompensa para los devotos extasiados por el creciente culto a la personalidad de Jomeini.

“Muerte a América”, coreada en cada etapa de la Revolución, se convirtió en un eslogan estatal consagrado después de que Jomeini se convirtiera en líder supremo el 16 de enero de 1979. El símbolo abrumador de la Revolución Islámica resonó más allá de Irán, e inicialmente, incluso trascendió los límites sectarios para inspirar a los movimientos musulmanes sunitas en las naciones árabes y de mayoría musulmana de la región. Con el éxito de la revolución, el llamado “Muerte a América” pregonado desde las mismas calles de Teherán donde las banderas estadounidenses fueron pisoteadas, cambiadas de forma en protestas contra el neocolonialismo, y una bandera poderosamente galvanizadora ondeada en toda la región por facciones en ascenso que se oponen a la hegemonía estadounidense.

Aparentemente de la noche a la mañana, estas tres palabras, “Muerte a Estados Unidos”, surgieron de las plazas revolucionarias de las bases de Irán a las principales calles de la imaginación musulmana y estadounidense global. Para el primero, el eslogan representaba la posibilidad de autodeterminación para las sociedades musulmanas poscoloniales asfixiadas entre la agresión soviética y el imperio estadounidense. Aún más, ofrecía la posibilidad de un tercer espacio dentro de un paisaje geopolítico donde el Islam podría reinar supremo y dirigir el gobierno del estado-nación. Sin embargo, para este último, “Muerte a América” dio definición y significado a la imagen melancólica de un hombre que se convertiría en el arquetipo perfecto de la amenaza islámica. El verso ideal para un villano que representaba todo lo que Estados Unidos no era dio lugar a una reorientación estadounidense de un Islam que presentaba como “antitético a la civilización”, mientras que simultáneamente presentaba a Jomeini como la cara de este inminente enfrentamiento civilizatorio.

A través del éxtasis de la retórica ardiente y la revolución, Jomeini pasó de tener “ningún recurso material, [ninguno] partido político, [y] sin el apoyo de una sola potencia extranjera” a los peldaños más altos del poder político en Irán. En el proceso, se levantó para representar una amenaza islámica que inspiraría el temor de los estadounidenses por

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Estudiantes iraníes suben por la puerta de la embajada de Estados Unidos en Teherán, Irán. Wikimedia Commons

Esos temores se hicieron realidad el domingo 4 de noviembre de 1979. Después de días de planificación, los Estudiantes Musulmanes Seguidores de la Línea del Imán irrumpieron en la Embajada de Estados Unidos como lo hicieron con las calles de Teherán durante el grueso de la Revolución. Los jóvenes leales a Jomeini tenían como objetivo cesar la presencia estadounidense dentro de Irán y apoderarse de su último remanente. “Muerte a Estados Unidos”, ese domingo y los dos años que siguieron, evolucionó de las palabras de lucha a la acción en toda regla, acción armada y violenta, llevada a cabo por los hombres con turbante y barba que tomaron a los estadounidenses como rehenes. Inflamado por la decisión del presidente Carter de conceder refugio al destituido Shah, y la complicidad de larga data del gobierno estadounidense con la monarquía dinástica en Irán, la hostilidad que llevó a la crisis de los rehenes estaba profundamente arraigada.

Durante los 444 días que siguieron, la “Crisis de los rehenes de Irán” proporcionó teatro en tiempo real para el choque contemporáneo de Estados Unidos con el Islam. Los eventos dentro de la embajada convertida en celda de detención produjeron carretes de imágenes de hombres musulmanes morenos dominando a los estadounidenses blancos, atándolos y torturándolos. Estas vistas formaron el embrión de cómo la amenaza musulmana moderna fue reimaginada en la era posterior al 9/11, construida en la imagen muy marrón y melancólica, barbuda y vestida con turbante de la amenaza musulmana masculina encarnada por los secuestradores, y el líder iconoclasta que emularon. Los secuestradores, por sus acciones y su encarnación de la melancólica masculinidad musulmana, presionaron al entonces presidente Jimmy Carter (que perdería la reelección debido a estos eventos en Teherán) para que calificara a los culpables iraníes con el título tan íntimamente combinado con la identidad musulmana de hoy: “terroristas”. La etiqueta tocó una fibra sensible poderosa en la mente del público estadounidense, y cuatro décadas después, todavía se pega ominosamente a los hombres musulmanes que parecen los culpables.

The New Crusades by Khaled A. BeydounEsta acusación de terrorismo, con Jomeini orientado como su director principal, se arraigó en la psique estadounidense cuando millones sintonizaron el carrete de cobertura en vivo que se desarrolló en sus pantallas de televisión. En la programación de noticias heredada todas las noches, y en el advenedizo canal de cable CNN que se hizo famoso en la Crisis de los Rehenes, los estadounidenses tomaron las caras nacientes y las frases ominosas que formaron la amenaza islámica emergente que fue paralela a la agresión soviética.

Jomeini, a cada paso y en cada canal, era omnipresente. Esos penetrantes ojos marrones entre ese característico turbante negro y barba plateada estaban al frente y al centro, en tiempo real y durante todo el día, penetrando más allá de las pantallas y de pie en el centro de las salas de estar estadounidenses y la psique colectiva de una sociedad que lidia con un nuevo tipo de enemigo. En American Islamophobia: Understanding the Roots and Rise of Fear, escribí: “El miedo avivado por las principales noticias también advirtió de una toma musulmana en Estados Unidos, corroborada en la mente de los espectadores por el aumento de la población musulmana y el ‘aumento significativo en el número de mezquitas y asociaciones musulmanas en las décadas de 1970 y 1980’. La línea entre los informes de noticias objetivas y el alarmismo se desdibujó con respecto a la cobertura de la crisis de los rehenes, ya que despertó la preocupación por una creciente población musulmana empeñada en apoderarse de los barrios estadounidenses, reemplazar iglesias con mezquitas y, en una escala mucho mayor que una embajada, tomar a Estados Unidos como rehén.

Horizontal

Rehenes estado­unidenses en manos de estudiantes iraníes

Con Jomeini y la crisis de los rehenes, la amenaza islámica mutó de una amenaza secundaria confinada a una amenaza transnacional completamente formada, que puso en peligro a los Estados Unidos desde afuera y desde dentro. Los rehenes tomados dentro de la Embajada de Estados Unidos en 1727 Taleqani Street en Teherán presagiaban, en la mente del público estadounidense, una toma de posesión más grande que podría descender a Main Street.

Décadas más tarde, realidades completas fueron tomadas como rehenes por mitos de cabeza plana. La crisis de los rehenes escenificada en el centro de la Embajada de Estados Unidos en Teherán ofreció algo más que una metáfora impresionante; se convirtió en la primera estrofa de las obras de propaganda modernas que construyeron el carácter del “terrorismo islámico”, que todavía ocupa un lugar central en la imaginación estadounidense de hoy.

Cuando los estudiantes iraníes irrumpieron en la embajada estadounidense ese fatídico domingo de noviembre de 1979, el ayatolá Jomeini tomó como rehén a la psique estadounidense durante la década siguiente. Impulsado poderosamente por una máquina de propaganda estadounidense que voluntariamente amplificó su descripción de Estados Unidos como “El Gran Satán”, y lo presentó incesantemente en el centro de las pantallas de televisión, los periódicos y la codiciada portada de Time.

Mil novecientos setenta y nueve y la década que siguió fue su tiempo.  En Jomeini, los seguidores vestidos con turbante que lo rodeaban y la creciente amenaza islámica que llegó a personificar, Estados Unidos encontró un villano oportuno listo para reemplazar a los soviéticos y su amenaza de deshielo en la era venidera. Un nuevo chivo expiatorio político que justificaría los diseños estadounidenses de dividir y conquistar en el Medio Oriente. Un nuevo antagonista en un enfrentamiento civilizatorio entre el bien y el mal. Y, una nueva cara de una amenaza terrorista transnacional que, a pesar de sus divisiones sectarias y

Jomeini llegó a encarnar cómo el terror musulmán masculino es imaginado, construido y luego estereotipado. A pesar de ser musulmán iraní y chiíta, la fuerza de su ser físico difuminó las divisiones sectarias y étnicas, y mezcló árabes e iraníes, de Oriente Medio y musulmanes en el monolito indistinguible que impulsa la islamofobia privada en la actualidad. Si se les pidiera que armaran a un “terrorista musulmán” desde cero, la mayoría de los estadounidenses se agarrarían a un turbante, barba, piel morena y atuendo negro como partes integrales. Partes que se creían integrales porque las veían en Jomeini, mucho antes de que Osama Bin Laden o los talibanes, ISIS o incluso los hombres sijs despertaran el estereotipo construido de la amenaza islámica.

Bandera de EEUU

Manifestantes queman una bandera estadounidense encima de la pared de la embajada de Estados Unidos en Teherán, 1979.

Jomeini, el hombre, puede haberse ido hace mucho tiempo, pero su huella es atemporal. Su imagen continúa dando forma a cómo se construye y caricaturiza, despliega y difunde el terrorismo islámico durante una Guerra contra el Terror que Jomeini, él mismo, nunca vivió para ver.  Jomeini estaba del otro lado de lo que Estados Unidos veía en sí mismo; y poco después de tomar el poder en Irán, tomó posesión del asiento vacante dentro de una imaginación política estadounidense en busca de un nuevo enemigo.

“Para definirse a sí misma, la gente necesita un otro”, escribe Samuel P. Huntington en Who Are We?, una continuación de su (in)famoso The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. La frase da testimonio de ese impulso exclusivamente estadounidense de crear divisiones maniqueas míticas como espejos existenciales y expedientes políticos; para hacer monstruos perfectos de hombres imperfectos para cumplir con las órdenes de marcha del imperio. Más de veinte años antes de que el Islam reclamara ese asiento poco envidiable como el principal enemigo de Estados Unidos, Jomeini y la crisis de los rehenes proporcionaron a los Estados Unidos un nuevo rostro y una nueva fe que temer.  La crisis de los rehenes de Irán sirvió como la primera etapa moderna para el estereotipo terrorista musulmán que tomó forma completa décadas más tarde, y permanece profundamente arraigada en las mentes de los estadounidenses y la maquinaria de la Guerra contra el Terrorismo que avanza.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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U.S. National Archives Web Site Uploads Hundreds of Thousands of Diplomatic Cables from 1977

National Security Archive Electronic Briefing Book No. 463

March 27, 2014

Edited by William Burr

 

Ambassador to the United Nations Andrew Young meeting with President Jimmy Carter. Young served as ambassador during 1977-1979, but was forced to resign because of an unauthorized meeting with Palestinian diplomats. (Photograph from Still Pictures Unit, National Archives and Records Administration, RG 59-SO, box 39)

Ambassador to the United Nations Andrew Young meeting with President Jimmy Carter. Young served as ambassador during 1977-1979, but was forced to resign because of an unauthorized meeting with Palestinian diplomats. (Photograph from Still Pictures Unit, National Archives and Records Administration, RG 59-SO, box 39)

Washington, DC, March 27, 2014 – In February 2014, the National Archives and Records Administration (NARA) posted 300,000 State Department telegrams from 1977 — the first year of the Jimmy Carter administration — on its Access to Archival Databases system. This posting is another step in carrying out the commitment that NARA and the State Department have made to putting on-line major State Department document databases and indexes as they are declassified. The 1977 telegrams cover the gamut of issues of the day: human rights on both sides of the Cold War line, U.S.-Soviet relations, China, NATO issues, nuclear proliferation, the Middle East Crisis, African affairs, a variety of diplomatic and security relationships around the world from Latin American to Southeast Asia, and issues of growing concern, such as women in development. The last release of on-line State Department material — telegrams and other records for 1976 — was in January 2010. Meeting the requirements of the Privacy Act, budgetary problems, and a complex declassification process prolonged the review and release of the 1977 material.

NARA’s mass posting of State Department telegrams began in 2006 when it uploaded nearly 320,000 declassified telegrams from 1973 and 1974. During the following years, NARA posted hundreds of thousands of telegrams from 1975 and 1976, bringing the total to nearly a million. The Access to Archival Databases (AAD) search engine permits searches for documents on a year-to-year basis, but in 2012 Wikileaks usefully repackaged the telegram databases by aggregating them, making it possible to search through all of telegrams at once.

The National Archives has not publicized this or previous diplomatic telegram releases so the National Security Archive is stepping in to the breach to alert researchers and to offer some interesting examples of the new material. Some key documents are already available in the State Department’s Foreign Relations of the United States historical series, but there is more material than the FRUSeditors can use on many topics. A stroll through the AAD search engine produces absorbing results. Among the highlights from the search conducted by the editor:

  • During Jimmy Carter’s first year, U.S. officials in Moscow and Washington wondered about Soviet General Secretary Leonid Brezhnev’s state of health and its implications for Moscow-Washington relations, which were already complicated by disagreements over strategic arms control and human rights policy. In an exchange of telegrams State Department intelligence and the U.S. Embassy in Moscow argued over the former’s view that Brezhnev’s health problems meant that he was «no longer in command of all aspects of Soviet policy.» For the Bureau of Intelligence and Research (INR), even if Brezhnev was losing control, he could still be a channel of communication, not unlike Mao Zedong’s declining years where «we had more success with Mao’s slobbering and shambling through critical meetings with U.S. representatives …than we have had since Mao’s passing.» Disagreeing with that assessment, U.S. Ambassador Malcolm Toon acknowledged that Brezhnev «suffers from a variety of physical ailments» but he «is still in control.»
  • When two senior U.S. officials met with South Korean dictator General Park Chung Hee in 1977 to discuss the withdrawal of U.S. forces, they brought up human rights problems. The detention of dissidents arrested at Myeongdong Cathedral in 1976 was one issue that concerned the White House but Park was reluctant to take a lenient approach because it would «encourage defendants to violate Korean law again.»
  • According to a report from the U.S. Embassy in Thailand on the situation in Cambodia and the status of organized resistance against the Khmer Rouge, two informants declared that «the fruit of Khmer Rouge rule might well be the extinction of the Cambodian race.» While the Khmer Rouge had continued «to eliminate anyone associated with the former regime,» the «greatest threat to life in Cambodia» was disease and famine. The recent rice harvest had been good but the regime was stockpiling and exporting the grain.
  • A telegram on a conversation between U.S. Ambassador to the United Nations Andrew Young and an influential figure in the South African National Party, Cornelius («Connie») Petrus Mulder, who was «more liberal» but did not want to get «out in front of agreed policy on apartheid.» Young conveyed the message that the administration sought «progressive transformation of South Africa toward majority rule» and the discussion covered the range of regional issues as well as the Young’s argument about the possibility of reconciliation based on the «sharing of economic benefits.»
  • In mid-1977, the Temple University biologist Niu Man-Chiang was visiting Beijing and met with Deng Xiaoping (Teng Hsiao-Ping in the Wade-Giles transliteration), who, after very difficult years during the Cultural Revolution, was again holding top-level positions. Deng claimed that he «was in charge of two things: science and the military,» but kept bringing the discussion back to economic policy, especially solving the problem of «feeding a growing population,» for which he proposed restricting births and growing more food.

The release includes telegrams at many levels of classification, from «Unclassified» and «Official Use Only» to «Confidential» and «Secret.» Moreover, telegrams with a variety of handling restrictions are available, including «Limdis» [limited distribution], «Exdis» [exclusive distribution], and «Nodis» [no distribution except with permission], as well as «Noforn» [no foreign nationals] and «STADIS» [State Department distribution]. Unlike the previous telegram releases, the one for 1977 includes the «nodis» items and also the closely-held cables with the «Cherokee» distribution control, usually reserved for messages involving the secretary of state and senior White House officials. The Cherokee control originated during the 1960s, when Dean Rusk was Secretary of State.  It was named after Cherokee County, Georgia, where he was born.  Information confirmed in e-mail from David Langbart, National Archives, 28 March 2014.

The downside of the 1977 release is that nearly 60,000 telegrams have been exempted altogether, about 19.5 percent of the total for the year. This means that thousands of documents will remain classified for years; even if persistent researchers deluge NARA with requests they will take years to process under present budgetary limitations. Yet, 19.5 percent is close to the same exemption rate for the previous two years: 23 percent for 1976 and 19 percent for 1975. The specific reasons for the withdrawal of a given document are not given; according to information on the Web site, they are withdrawn variously for national security reasons, statutory exemptions, or privacy. No doubt specific statutory exemptions such as the CIA Act and the Atomic Energy Act play a role, which makes one wonder how many exempted documents concern such things as obsolete nuclear stockpile locations that are among the U.S. government’s dubious secrets. Moreover, given the endemic problem of over-classification at the Pentagon, it is possible that the Defense Department erroneously classified some information, for example, telegrams relating to NATO’s Nuclear Planning Group.

The collection of telegrams is only a segment of the State Department record for that year; still to be declassified and processed for 1977 is the index to the P-reels, the microfilmed record of the non-telegram paper documentation. Moreover, top secret telegrams are not yet available for any year since 1973 and collections of «Nodis» telegrams from the mid-1970s remain unavailable. No doubt, NARA’s inadequate funding is an important cause of delay. OMB and Congress have kept NARA on an austerity budget for years; this is a serious problem, which directly damages the cause of greater openness for government records. In real terms (adjusted for inflation), the NARA budget has been declining since FY 2009, despite the agency’s ever-growing responsibility for billions of pages of paper and electronic records. Consistent with the policy of forced austerity, OMB has cut NARA’s budget for the next fiscal year by $10 million.

At the current rate it will be years before all the telegrams before all telegrams and other material for the 1970s, much less the 1980s, are on-line at AAD. While the State Department has moved forward in reviewing telegrams from the 1980s, its reviewers need to catch up with the «Nodis» and top secret central files from the mid-1970s and 1977 before they get too far ahead of themselves. As for the telegrams for 1978 and 1979, according to recent reports, they have been fully reviewed for declassification and physically transferred to NARA. When they will become available is not clear. They may have to go through a review for privacy information by NARA, for example, of material concerning visa applications. That was a major element contributing to the delay in the release of the 1977 telegrams. Such a review is justifiable, such as when social security numbers are at issue; certainly protecting private information deserves special care. Nevertheless, there is concern, even among NARA staffers, that the privacy review process may be becoming too extensive (e.g., excluding old mailing addresses). More needs to be learned about criteria used for the privacy review.

Note: As in the previous openings, some telegrams are missing for technological reasons. Over the years, when IT specialists migrated the telegram collections from one electronic medium to another some records were lost. Such missing records, of which there are over 3,800 for 1977 are indicated by this wording: «telegram text for this mrn [message reference number] is unavailable.» That does not mean that all are gone for good; some copies will show up in embassy files or presidential libraries. Moreover, copies can often be found in P-reel microfilm collections at the State Department and the National Archives, depending on the years. The «message attribution» information appended to such documents [an example] includes the microfilm numbers that can be used for requesting copies.

 

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