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Archive for the ‘Fundamentalismo religioso’ Category

En julio  se cumplieron cien años de un juicio histórico que nos  recuerda,  que el oscurantismo y el fundamentalismo cristiano no son fenómenos nuevos de la historia estadounidense. El 10 de julio de 1925 comenzó en la pequeña ciudad de Dayton, Tennessee, el juicio contra el maestro de escuela superior John Thomas Scopes, acusado de violar la Butler Act,  una ley estatal prohibiendo la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas públicas. El llamado Scopes Monkey Trial trascendió los límites locales y se convirtió en una lucha de alcance nacional entre los sectores conservadores anti-evolucionistas y los grupos liberales defensores no sólo del evolucionismo, sino también de la separación de la Iglesia y el Estado, de la libertad académica y del pensamiento crítico.

En este ensayo publicado en LA Progressives, el historiador Berry Craig hace un análisis muy interesante del desarrollo del juicio y de su significado histórico, especialmente, en el contexto actual de la sociedad estadounidense. Subraya el sensacionalismo que desató el juicio (fue el primero transmitido en vivo por radio) y el papel destacado que jugaron el político demócrata William Jennings Bryan  y el famoso abogado Clarence Darrow. El primero fungió como fiscal, mientras que Darrow fue el abogado defensor de Scopes. El punto más álgido del juicio fue, sin duda, el interrogatorio a que Darrow sometió a Bryan, a quien llamó al estrado como experto en Biblia.

Quienes estén interesados en la intersección de la historia política y religiosa, y en el debate sobre qué papel debe jugar la religión en la educación, encontrarán este ensayo de interés.

Craig es profesor emérito de historia en el West Kentucky Community and Technical College en Paducah, y autor y escritor independiente.


Scopes Trial Centennial Celebration - College of Arts and Sciences

Ecos del caso Scopes  

Berry Craig

Progresistas de Los Ángeles 11 de julio de 2025

Hoy recuerdo lo que Lela Scopes me dijo sobre su famoso hermano para mi  historia de Paducah, Kentucky, Sun hace 46 años.

Dijo que antes de que John Thomas Scopes se fuera a enseñar ciencias y entrenar fútbol en la escuela secundaria del condado de Rhea en Dayton, Tennessee, en 1924, explicó: “Voy allí porque es una ciudad pequeña con una escuela pequeña donde no me meteré en aguas profundas”.

El joven de 24 años de Paducah, flaco, con gafas y cara pecosa, terminó siendo el acusado en una de las batallas judiciales más sensacionalistas de la historia.

Hace un siglo, este mes, Scopes fue condenado por violar la Ley Butler, una ley del estado de Tennessee que prohibía la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas. Su castigo fue una multa de $ 100.

Pero el llamado “Monkey Trial” acaparó los titulares de los periódicos de todo el mundo. Docenas de reporteros convergieron en Dayton. También lo hicieron los avivadores de tiendas de campaña y enjambres de vendedores ambulantes que vendían palomitas de maíz y limonada rosa y se apresuraban a comprar Biblias y recuerdos, incluidos monos de peluche.

“The State of Tennessee v John Thomas Scopes” también fue el primer juicio transmitido en vivo por radio.

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John Thomas Scopes

Entrevisté a Lela Scopes en agosto de 1979, cuando escribía  artículos para el Sun. También dijo que a John le había preocupado lo que su madre podría pensar del juicio: “Tenía miedo de que saliera en el periódico de Louisville, mamá lo leyera y pensara que era un exaltado”.

De todos modos, como dijo Mark Twain, “la historia no se repite, pero a menudo rima”, y ahora es uno de esos tiempos de rima.

“La educación pública está una vez más bajo el asedio de un esfuerzo sostenido de los nacionalistas cristianos para desdibujar la línea entre la iglesia y el estado”, advierte A.J. Schumann, miembro de organización juvenil de Americans United for Separation of Church and State.

Al igual que hoy, la década de 1920 fue una época de “rápidos cambios sociales, económicos y culturales”, dijo David Krueger, profesor emérito de historia en West Kentucky Community and Technical College en Paducah.

Scopes admitió que cubrió la evolución cuando sustituyó al profesor de biología ausente. (En su afán por prohibir la evolución, los legisladores de Tennessee no eliminaron el libro de texto de biología aprobado por el estado, que incluía la evolución).

Scopes creía en la evolución y aceptó ser juzgado por principios.

El juicio, que comenzó el 10 de julio de 1925 y concluyó el 21 de julio, fue esencialmente un choque de valores en competencia: la ciencia urbana y el modernismo contra el cristianismo fundamentalista protestante rural de antaño.

“La causa defendida en Dayton es una causa continua que ha existido a lo largo de la breve historia del hombre y continuará mientras el hombre esté aquí”, escribió Scopes en Center of the Storm, sus memorias de 1967. “Es la causa de la libertad, por la cual el hombre debe hacer lo que pueda”.

Los abogados encarnaron la colisión de valores. Tennessee convocó a William Jennings Bryan de Nebraska como fiscal especial. Un campeón fundamentalista, había sido congresista demócrata, secretario de Estado y tres veces  candidato presidencial demócrata

La Unión Estadounidense  por las Libertades Civiles contrató a Clarence Darrow para dirigir el equipo de defensa de Scopes. Darrow era ampliamente considerado el más importante abogado defensor del país. Era de Chicago, creía en la evolución y era agnóstico

Bryan y Darrow se batieron en duelo como gladiadores en el sofocante calor del este de Tennessee en pleno verano. La sala del tribunal se calentó tanto que el juicio se trasladó al aire libre al césped del palacio de justicia a la sombra de los árboles, donde la multitud de espectadores creció aún más.

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Darrow y Bryan durante el juicio

Bryan obtuvo una condena como se esperaba. Pero los progresistas, incluidos  los cristianos liberales, creían que la ciencia y la razón habían vencido a la “EVIL-lution” en el tribunal de la opinión pública. Ellos señalaron el 20 de julio cuando Darrow llamó a Bryan al estrado como experto en Biblia.

“No hubo piedad por la impotencia del creyente que llegó tan repentina e inesperadamente en un momento en que no pudo reconciliar las declaraciones de la Biblia con los hechos generalmente aceptados”, informó The New York Times. “No había piedad por sus admisiones de ignorancia de las cosas que los niños y las niñas aprenden en la escuela secundaria, sus tambaleantes confesiones de que no sabía prácticamente nada de geología, biología, filología, poco de religión comparada y poco incluso de historia antigua”.

En Only Yesterday, su crónica de 1931 de la década de 1920, Frederick Lewis Allen escribió: “Teóricamente, el fundamentalismo había ganado, porque la ley se mantenía. Sin embargo, en realidad el fundamentalismo había perdido. Los legisladores podrían seguir aprobando leyes contra la evolución, y en el interior los piadosos podrían seguir manteniendo su religión encerrada en un compartimento de sus mentes a prueba de ciencia; pero la opinión civilizada de todas partes había mirado el juicio de Dayton con asombro y diversión, y el lento alejamiento de la certeza fundamentalista continuó”.

Allen y los progresistas de su época no dieron en el blanco. Donald Trump y su Partido Republicano deben gran parte de su éxito electoral a  los evangélicos cristianos blancos del “Dios lo dijo”. Lo creo. Eso lo resuelve”.

Schumann advirtió que “la retórica nacionalista cristiana de hoy  se hace eco de las ansiedades antimodernistas de la década de 1920: el temor de que el secularismo esté destruyendo los ‘valores tradicionales’ y que las instituciones públicas deberían reflejar una ‘América cristiana’“.

Escribió que la Primera Enmienda protege a todos los estadounidenses “de que el estado les imponga un solo sistema de creencias”, un hecho que parece haberse perdido en gran parte del Partido Republicano en estos días.

Schumann concluyó que el juicio de Scopes “nos recuerda que la separación de la iglesia y el estado no es algo que podamos dar por sentado. Es un principio que debe defenderse activamente, especialmente en momentos de ansiedad cultural y división política, cuando los llamados a volver a algún pasado mítico se hacen más fuertes”.

Scopes murió en 1970 a los 70 años. Está enterrado en la parcela familiar en el cementerio Oak Grove de Paducah junto a su esposa, Mildred, y cerca de Lela, quien murió en 1989 a los 92 años. “Un hombre de coraje” es su epitafio. Un marcador histórico estatal en la entrada principal del cementerio habla de él.

Scopes no dijo una palabra durante el juicio. Tuvo su oportunidad al final.

Después de que el jurado emitió el veredicto de culpabilidad esperado y el juez multó a Scopes con $ 100, uno de sus abogados señaló que al acusado se le había negado el derecho a hablar antes de la sentencia.

“Su Señoría, siento que he sido condenado por violar un estatuto injusto”, dijo Scopes. “Continuaré en el futuro, como lo he hecho en el pasado, oponiéndome a esta ley de cualquier manera que pueda. Cualquier otra acción violaría mis ideales de libertad académica, es decir, enseñar la verdad garantizada en nuestra Constitución, de libertad personal y religiosa. Creo que la multa es injusta”.

Después de que Scopes terminó, el juez repitió la multa. El veredicto fue anulado más tarde por un tecnicismo, escribió Schumann, pero la Ley Butler no fue derogada hasta 1967.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

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Stephen M. Walt

El excepcionalismo norteamericano sigue siendo un tema de discusión en los medios estadounidenses gracias a los ataques de los pre-candidatos republicanos a la presidencia contra Obama por su supuesto rechazo a la excepcionalidad norteamericana. Una de las aportaciones más interesantes a esta discusión es un artículo del Dr. Stephen M. Walt aparecido en  la edición de noviembre  del 2011 de la revista Foreign Policy.  El Dr. Walt es profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard y coautor junto a John Mearsheimer del controversial e importante libro The Israeli Lobby and the U. S. Foreign Policy (2007), analizando la influencia de los grupos de presión pro-israelíes sobre la política exterior norteamericana.

Titulado “The Myth of American Exceptionalism”, el artículo de Walt examina críticamente la alegada excepcionalidad de los Estados Unidos. Lo primero que hace el autor es reconocer el peso histórico y, especialmente político, de esta idea. Por más de doscientos años los líderes y políticos estadounidenses han  hecho uso de la idea del excepcionalismo. De ahí las críticas que recibe Obama por parte de los republicanos por su alegada abandono del credo de la excepcionalidad.

Esta pieza clave de la formación nacional norteamericana parte, según Walt, de la idea de que los valores, la historia  y el sistema político de los Estados Unidos no son sólo únicos, sino también universales. El autor reconoce que esta idea está asociada a la visión de los Estados Unidos como nación destinada a jugar un papel especial y positivo, recogida muy bien por la famosa frase de la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright, quien en 1998 dijo que Estados Unidos era la nación indispensable (“we are the indispensable nation”).

Para Walt, el principal problema con la idea del excepcionalismo es que es un mito, ya que el comportamiento internacional de los Estados Unidos no ha estado determinado por su alegada unicidad, sino por su poder y por lo que el autor denomina como la naturaleza inherentemente competitiva de la política internacional (Walt compara la política internacional con un deporte de contacto (“contact sport”). Además, la creencia en la  excepcionalidad no permite que los estadounidenses se vean como realmente son: muy similares a cualquier otra nación poderosa de la historia. El predominio de esta imagen falseada tampoco ayuda a los estadounidenses a entender  cómo son vistos por otros países ni a comprender las críticas a la hipocresía de los Estados Unidos en temas como las armas nucleares, la promoción de la democracia y otros. Todo ello le resta efectividad a la política exterior de la nación norteamericana.

Como parte de su análisis,  Walt identifica y examina cinco mitos del excepcionalismo norteamericano:

  1. No hay nada excepcional en el excepcionalismo norteamericano: Contrario a lo que piensan muchos estadounidenses, el comportamiento de  su país no ha sido muy diferente al de otras potencias mundiales. Según Walt, los Estados Unidos no ha enfrentado responsabilidades únicas  que le han obligado a asumir cargas y responsabilidades especiales. En otras palabras, Estados Unidos no ha sido una nación indispensable como alegaba la Sra. Albright. Además, los argumentos  de superioridad moral y de buenas intenciones tampoco han sido exclusivos  de los norteamericanos. Prueba de ello son el “white man´s burden” de los británicos, la “mission civilisatrice” de los franceses o la “missão civilizadora” de los portugueses. Todo ellos, añado yo, sirvieron para justificar el colonialismo como una empresa civilizadora.
  2. La superioridad moral: quienes creen en la excepcionalidad de los Estados Unidos alegan que ésta es una nación virtuosa, que promueve la libertad, amante de la paz, y respetuosa de la ley y de los derechos humanos. En otras palabras, moralmente superior y siempre regida por propósitos nobles y superiores. Walt platea que Estados Unidos tal vez no sea la nación más brutal de la historia, pero tampoco es el faro moral que imaginan algunos de sus conciudadanos. Para demostrar su punto enumera algunos de los  “pecados” cometidos por la nación estadounidense: el exterminio y sometimiento de los pueblos americanos originales como parte de su expansión continental, los miles de muertos de la guerra filipino-norteamericana de principios del siglo XX, los bombardeos que mataron miles de alemanes y japoneses durante la segunda guerra mundial, las más de 6 millones de toneladas de explosivos lanzadas en Indochina en los años 1960 y 1970, los más de 30,000 nicaragüenses muertos en los años 1980 en la campaña contra el Sandinismo y los miles de muertos causados por la invasión de Irak.  A esta lista el autor le añade la negativa a firmar tratados sobre derechos humanos, el rechazo a la Corte Internacional de Justicia, el apoyo a dictaduras violadores de derechos humanos en defensa de intereses geopolíticos, Abu Ghraib, el “waterboarding” y el “extraordinary rendition”.
  3. El genio especial de los norteamericanos: los creyentes de la excepcionalidad han explicado el desarrollo y poderío norteamericano como la confirmación de la superioridad y unicidad de los Estados Unidos. Según éstos, el éxito de su país se ha debido al genio especial de los norteamericanos. Para Walt, el poderío estadounidense ha sido producto de la suerte, no de su superioridad moral o genialidad. La suerte de poseer una territorio grande y con abundante recursos naturales. La suerte de estar ubicado lejos de los problemas y guerras de las potencias europeas. La suerte de que las potencias europeas estuvieran enfrentadas entre ellas y no frenaran la expansión continental de los Estados Unidos. La suerte de que dos guerras mundiales devastaran a sus competidores.
  4. EEUU como la fuente de “most of the good in the World”: los defensores de la excepcionalidad ven a Estados Unidos como una fuerza positiva mundial. Según Walt, es cierto que Estados Unidos ha contribuido a la paz y estabilidad mundial a través de acciones como el Plan Marshall, los acuerdos de Bretton Wood y su retórica a favor de los derechos humanos y la democracia. Pero no es correcto pensar que las acciones estadounidenses son buenas por defecto. El autor plantea que es necesario que los estadounidenses reconozcan el papel que otros países jugaron en el fin de la guerra fría, el avance d e los derechos civiles, la justicia criminal, la justicia económica, etc.  Es preciso que los norteamericanos reconozcan sus “weak spots” como el rol de su país como principal emisor de  gases de invernadero, el apoyo del gobierno norteamericano al régimen racista de Sudáfrica, el apoyo irrestricto a Israel, etc.
  5. “God is on our side”: un elemento crucial del excepcionalismo estadounidense es la idea de que Estados Unidos es un pueblo escogido por Dios, con una plan divino a seguir. Para el autor, creer que se tiene un mandato divino es muy peligroso porque lleva a creerse  infalible y caer en el riesgo de ser víctima de gobernantes incompetentes o sinvergüenzas como el caso de la Francia napoleónica y el Japón imperial. Además, un examen de la historia norteamericana en la última década deja claro sus debilidades y fracasos: un “ill-advised tax-cut”, dos guerras desastrosas y una crisis financiera producto de la corrupción y la avaricia. Para Walt, los norteamericanos deberían preguntarse, siguiendo a Lincoln, si su nación está del lado de Dios y no si éste está de su lado.

Walt concluye señalando que, dado los problemas que enfrenta Estados Unidos, no es sorprendente que se recurra al patriotismo del excepcionalismo con fervor. Tal patriotismo podría tener sus beneficios, pero lleva a un entendimiento incorrecto del papel internacional que juega la nación norteamericana y  a la toma de malas decisiones. En palabras de Walt,

  Ironically, U.S. foreign policy would probably be more effective if Americans were less convinced of their own unique virtues and less eager to proclaim them. What   we        need, in short, is a more realistic and critical assessment of America’s true  character and contributions.

Este análisis de los elementos que componen el discurso del excepcionalismo norteamericano es un esfuerzo valiente y sincero  que merece todas mis simpatías y respeto. En una sociedad tan ideologizada como la norteamericana, y en donde los niveles de ignorancia e insensatez son tal altos, se hacen imprescindibles  voces como las  Stephen M. Walt. Es indiscutible que los norteamericanos necesitan superar las gríngolas ideológicas que no les permiten verse tal como son y no como se imaginan. El mundo entero se beneficiaría de un proceso así.

Norberto Barreto Velázquez, PhD

Lima, 14 de diciembre de 2011

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En un corto, pero interesantísimo ensayo que recoge la revista cibernética Rebelión en su edición del 21 de marzo de 2009, el diplomático venezolano Alfredo Toro Hardy nos lanza una pregunta muy relevante: “¿Se encuentra Estados Unidos volcado hacia el futuro o hacia el pasado?”. Independientemente de que su poder mundial se encuentre o no en un proceso de decadencia, nadie puede negar que  los Estados Unidos son un país fundamental para enfrentar los enormes retos que agobian a la humanidad. La actitud que asuman los norteamericanos ante temas como el calentamiento global, la pobreza o la proliferación de armas nucleares puede resultar determinante porque, inevitablemente, influirá en la posición que asuman otras naciones del planeta. Además, los Estados Unidos se encuentran en un momento muy difícil de su historia, caracterizado por una profunda crisis económica (además, de quiebra moral), cuya solución requerirá que se dejen atrás prácticas e ideas del pasado. En consecuencia, determinar hacia dónde miran los norteamericanos –si al pasado o al futuro– es un asunto fundamental.

Alfredo Toro Hardy

Alfredo Toro Hardy

Toro Hardy es actualmente embajador de Venezuela en España, posición que ha ocupado en países como el Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Chile, Irlanda y Bahamas. También ha representado a Venezuela en la CEPAL y ha servido como  Director del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos del Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. Toro es autor de dieciséis  libros y co-autor de otros diez en materia de relaciones internacionales. Entre sus obras destacan: Hegemonía e imperio (Bogotá, Villegas Editores, 2007), La guerra en Irak: sus causas, riesgos y consecuencias (Caracas, Editorial Panapo, 2003) y The Age of Villages: The Small Village vs. The Global Village. (Bogotá, Villegas Editores, 2002). Además de su carrera diplomática, Toro Hardy ha destacado como profesor visitante  de varias universidades (Universidad de Princeton y Universidad de Brasilia) y como director del Centro de Estudios Norteamericanos de la Universidad Simón Bolívar.

Para responder a la pregunta que le inquieta, Toro desarrolla un valiosísimo análisis de los rasgos de la cultura política e idiosincrasia nacional norteamericana. Su análisis repasa elementos que ya hemos visto en autores ya reseñados, pero también incluye elementos novedosos y un balanceado enfoque crítico que llamó poderosamente mi atención.

El primer tema que toca el autor es el religioso y lo hace de una forma directa, sin ambigüedades: para Toro, los “excesos de religiosidad” convierten a los norteamericanos en “un pueblo más cercano a los fundamentalista del Medio Oriente, que  a sus congéneres de Occidente”. Palabras muy duras, pero sustentadas con hechos: según Toro Hardy, el 39% de los estadounidenses “interpreta literalmente” el contenido de la Biblia, el 46% de los cristianos  (71% de los evangélicos) creen en el Armagedón y el 31% de los norteamericanos cree “en un Dios bravo vengativo que castiga al no creyente”. Para rematar, el autor afirma que sólo uno de cada cuatro estadounidenses cree en la teoría de la selección natural. ¡Pobre Darwin!

De la religión Toro pasa al análisis lo que él identifica como el puritanismo social, es decir,  la tendencia norteamericana a “penalizar, regular, legislar o asignarle  un carácter patológico a las más insignificantes amenazas sociales”. Este un tema que no hemos tratado anteriormente, pues apunta más la esfera doméstica que a las relaciones internacionales de los Estados Unidos.  Herencia del pasado puritano estadounidense, esta noción cultural es la que lleva al 70% de los norteamericanos a respaldar la pena de muerte. Toro Hardy es dolorosamente claro: “Ningún otro país occidental visualiza la retribución a los delitos con igual dureza ni evidencia tal predilección por la pena de muerte”.

La  próxima característica analizada por Toro es una que ya hemos discutido en varias ocasiones, lo que no le resta vital importancia: el excepcionalismo. Los norteamericanos, señala el autor, se consideran un pueblo escogido por Dios, excepcional, moralmente superior. Esto les lleva a vivir lo que Toro identifica como una religión seglar basada en “la convicción de disponer de un modelo societario superior y de constituir la expresión de una historia excepcional en los anales humanos.”  Esta es un pieza clave para entender las historia de los Estados Unidos, pues ha estado presente –conciente o inconcientemente– en la mayoría de las acciones norteamericanas a nivel internacional, desde la guerra hispano-cubano-norteamericana hasta el desastre iraquí.

ToroDel excepcionalismo el autor pasa a un tema de la mitología nacional norteamericana que no habíamos tocada anteriormente: el espíritu de la frontera. La frontera es un concepto fundamental en el desarrollo histórico de los Estados Unidos, que se origina en el momento mismo de la fundación de los primeros asentamientos coloniales ingleses en la costa este a principios del siglo XVII. Citando a Ziauddin Sardar y Merryl Wyn Davies, Toro aclara que la frontera no era solamente un espacio geográfico, sino también una “expresión de ideas acerca del significado de la historia. Un genuino espacio mítico”. El espíritu de la frontera  responde a la creencia de “ser un pueblo que se ha forjado a sí mismo enfrentando peligros y amenazas”. Los norteamericanos viven con temor a la “hostilidad circundante”, de ahí su necesidad a estar armados a nivel individual y nacional. De los pieles rojas a los talibanes, siempre habido un enemigo que enfrentar, una amenaza que frenar. En otras palabras, los estadounidenses viven en un “paranoia extrema”, pues el peligro no desaparece no importa cuán armados estén los ciudadanos o el país. Ello explica dos cosas: que el derecho a portar armas sea sagrado en la sociedad norteamericana y que en 2007 los norteamericanos poseían 240 millones de armas de fuego.

Toro concluye de forma muy atinada que los Estados Unidos son una sociedad aplastada por la carga del pasado”. La sociedad norteamericana vive con el ropaje de la tradición, la inmovilidad y la rigidez social. En palabras del autor,

“La suya es una cultura de la ‘virtud’ asentada en valores inmanentes definidos por los padres fundadores en la que Dios y la protección divina constituyen referencias cotidianas. Una sociedad proclive a los fundamentalismos por la fijación en sus raíces y por la percepción de su sentido de ‘misión’”.

Todo ello contrasta con Europa, pues los Estados Unidos son una sociedad joven que “luce aferrada a su pasado”, mientras los europeos no temen “reinventarse y reconfigurarse”. La vieja Europa no le tema a la innovación, a la experimentación ni a los retos, los norteamericanos sí.

Lo curioso y contradictorio, según Toro, es que a nivel de la industria, la ciencia, tecnología, el entretenimiento y la academia, los Estados Unidos son un país vigoroso, no una nación envejecida.

“Así las cosas no encontramos con la curiosa paradoja de un país que a pesar de liderar al mundo en tantos sectores, sigue hablando y pensando de manera extrañamente arcaica. La suya es una incomprensible amalgama entre  factores extremos de tradicionalismo y modernidad”.

Toro Hardy concluye que los Estados Unidos se encuentran simultáneamente a la vanguardia del mundo moderno “y rebelión en contra del mundo moderno”, lo que explica lo complicado que es entender a los estadounidenses.

Concuerdo con la apreciación de Toro y admiro sus capacidad para sintetizar y presentar de forma balanceada y honesta un tema tan importante. Su mirada es muy certera y refleja una observación cuidadosa de la sociedad estadounidense. A pesar de ello, sospecho lo  que deben estar pensando algunos optimistas: la victoria de Barack Obama marcó el triunfo del futuro sobre el pasado, así que para qué perder el tiempo preguntándonos hacía donde van los Estados Unidos. No tan rápido, por favor. Aunque la Casa Blanca la ocupe un afro-americano inteligente y en busca de respuestas para los grandes retos que enfrenta su país, la vocación al pasado de los norteamericanos sigue viva y a la espera de una oportunidad para  sabotear la necesaria transformación de los Estados Unidos. Los patrones culturales y las mentalidades no mueren súbitamente, ni se suicidan. De no ser el caso, cómo explicar entonces la resistencia, por ejemplo, que las propuestas para un  plan médico universal ha generado en diversos sectores de la sociedad norteamericana. Invito a quienes aún no estén convencidos a escuchar los comentarios del  locutor radial y comentarista político conservador Rush Limbaugh. Me atrevo a concluir que la batalla entre el pasado y el futuro continúa, y que su desenlace será crucial para el destino de los Estados Unidos y el mundo.

Norberto Barreto Velázquez, Ph. D.

Lima, Perú, 31 de marzo de 2009

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