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Archive for the ‘Franklin D. Roosevelt’ Category

En esta entrevista, el historiador Howard Holzer analiza cómo Franklin D. Roosevelt  se relacionó con los medios y, en especial  la radio, durante su larga presidencia. Holzer es entrevistado por Kenny Ryan, anfitrión del podcast [Abridged] Presidential Histories.

Holzer  es una de las principales estudiosos de la presidencia de Abraham Lincoln y la cultura política de la época de la Guerra Civil. Es un prolífico escritor que en el 2015 ganó el  Gilder-Lehrman Lincoln Prize.  En el 2008 recibió  la Medalla Nacional de Humanidades.


FDR1El dominio de FDR de la radio, la prensa y la persuasión, una entrevista con Harold Holzer

[Abridged] Presidential Histories

1 de mayo de 2023

«The president wants to come into your home and sit at your fireside for a little fireside chat,» – Robert Trout of CBS News, introducing one of FDR’s radio speeches.

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FDR es el presidente con más años de servicio en la historia de Estados Unidos, ganando cuatro mandatos consecutivos. El historiador Howard Holzer, director del Roosevelt House Public Policy Institute en el Hunter College de la ciudad de Nueva York, presidente del Lincoln Forum, y autor de The Presidents vs. the Press: The Endless Battle Between the White House and the Media, From the Founding Fathers to Fake News, se une a mí para discutir cómo FDR dominó los medios de comunicación de su época para convertirse en el presidente más persuasivo de la historia de Estados Unidos.


Para oir la entrevista ir aquí.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Comparto esta nota de prensa de la Franklin D. Roosevelt Presidential Library and Museum (FDRPL) invitando a un conversatorio sobre el libro del Dr. Derek Leebaert, Unlikely heroes: Franklin Roosevelt, His Four Lieutenants, and the World They Made (St. Martin’s Press, 2023).


descargaHYDE PARK, NY — La Franklin D. Roosevelt Presidential Library and Museum presentará conversatorio y firma de libros con Derek Leebaert, autor de UNLIKELY HEROES: FRANKLIN ROOSEVELT, HIS FOUR LIEUTENANTS, AND THE WORLD THEY MADE, a las 6:00 P.M. el miércoles 10 de mayo de 2023. El evento se llevará a cabo en el Henry A. Wallace Center at the FDR Presidential Home and Library y se transmitirá en vivo a las cuentas oficiales de YouTube, Twitter y Facebook de la FDRRPL. Este es un evento público gratuito, pero se requiere registro para asistir en persona.  HAGA CLIC AQUÍ para registrarse.

Sinopsis:

Cuatro personas notables sirvieron en el escalón más alto de la administración del presidente Franklin Roosevelt desde los aterradores primeros meses de la primavera de 1933 hasta su muerte en abril de 1945. Estos lugartenientes fueron figuras clave en la administración de FDR. Desarrollaron políticas innovadoras para combatir la Depresión, implementaron el New Deal y fueron fundamentales para la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.

Hasta 1933, habría parecido poco probable que Harry Hopkins, Harold Ickes, Frances Perkins y Henry Wallace hubieran sido considerados para un alto cargo. Aún así, cada uno se convirtió en una figura mundial, y habría sido extremadamente difícil para Roosevelt transformar la nación sin ellos. Al examinar las vidas de estos cuatro individuos, surge una imagen muy diferente de cómo los estadounidenses salvaron su democracia. Muchos de los peligros que superaron siguen siendo relevantes.

Derek Leebaert es el autor de GRAND IMPROVISATION: AMERICA CONFRONTS THE BRITISH SUPERPOWER, 1945-1957; MAGIA Y CAOS: LOS DELIRIOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE DESDE COREA HASTA AFGANISTÁN; y ATREVERSE Y CONQUISTAR: OPERACIONES ESPECIALES Y EL DESTINO DE LAS NACIONES. Fue editor fundador de la revista International Security de Harvard / MIT  y es cofundador del Museo Nacional del Ejército de los Estados Unidos. Es D.Phil por la Universidad de Oxford y vive en Washington, D.C.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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El Nuevo Trato fue mucho más que un programa de recuperación y reforma económica. Este también tuvo un importantísimo componente cultural que se expresó a través de la inversión de recursos del Estado en programas de literatura, música, teatro, arte, etc. Además de dar trabajo a miles de artistas, escritores, dramaturgos, actores y actrices, estos programas conllevaron una gran aportación en la democratización de la cultura en Estados Unidos.

Uno de los programas culturales más exitosos del Nuevo Trato fue el de fotografía. Fotógrafos y fotografas dejaron brillantes registros gráficos del dolor y la frustración que caracterizaron los años de la peor crisis económica en la historia estadounidense.  Comparto esta corta nota de  la escritora Ashawnta Jackson dedicada al programa de fotografía que fue auspiciado por la Farm Security Administration.


Imagen 1

Refugiados del Dust Bowl. Por Dorothea Lange

Los fotógrafos que capturaron la Gran Depresión

Ashawnta Jackson

JSTOR  2 de agosto de 2021

Recientemente, se ha hablado de revivir el Proyecto Federal de Escritores (FWP) un programa del Nuevo Trato  que empleaba a los escritores sin trabajo de la época. El FWP original dio trabajo a miles de escritores que produjeron guías,  historias orales, libros para niños y más.

Los fotógrafos también hicieron un importante trabajo patrocinado por el gobierno. Como explica el fotógrafo e historiador Michael L. Carlebach, el programa de fotografía patrocinado por la Farm Security Administration (FSA) «fue el primer intento del gobierno federal de proporcionar un amplio registro visual de la sociedad estadounidense».

Imagen 2

Recolectores de guisantes cerca de Calipatria, Imperial Valley, California. Por Dorothea Lange.

De 1935 a 1944, la FSA empleó fotógrafos para tomar imágenes de los Estados Unidos. No se trataba tanto de arte como de un proyecto político, según Carlebach. Las imágenes de la FSA «tenían la intención de persuadir a los estadounidenses de que era necesario hacer

El programa fue dirigido por Roy Stryker, quien era jefe de la Sección Histórica de la FSA. En palabras de Carlebach, Stryker contrató a fotógrafos para capturar «imágenes que explicaban a Estados Unidos a los estadounidenses al mismo tiempo que recaudaban el apoyo público y del Congreso a los programas agrícolas más controvertidos de FDR». El programa empleó fotógrafos que ahora son bien conocidos, Dorothea Lange, Walker Evans y Gordon Parks entre ellos, cada uno tomando fotos que incluso Stryker no podría haber imaginado. «Esperaba competencia», dijo en una entrevista. «No esperaba ser soprendido por lo que comenzó a llegar a mi escritorio…. Cada día era para mí una educación y una revelación».

Imagen 3

El recolector de fresas  tocando la guitarra en su tienda cerca de Hammond, Louisiana. LOC

Cruzando el país con cámaras en la mano, los fotógrafos tomaron imágenes ahora icónicas de paisajes, agricultores, trabajadores migrantes y aparceros en la América rural. Más tarde, su ámbito se ampliaría para incluir las áreas urbanas y el período previo a la Segunda Guerra Mundial.

Pero a pesar de estar impresionado por las fotos, Stryker también fue un duro crítico. Él era responsable de dar el sí final o no en las imágenes, y en lugar de simplemente decir no a una fotografía, hizo un agujero a través del negativo. Como escribe el estudioso del arte contemporáneo Andrew Stefan Weiner,«se estima que casi la mitad de los negativos filmados por los fotógrafos de la FSA fueron cancelados» de esta manera. Pero  los muchos que se quedaron hicieron su trabajo. Como escribe Carlebach, las imágenes tenían una gran demanda, y «a través de los servicios de cable, artículos de revistas, exposiciones itinerantes y folletos y folletos y folletos del gobierno, el público comenzó a responder favorablemente a las fotografías y, lo que es más importante, a expresar su apoyo para algunos de los programas novotratistas».

Imagen 4

Obrero de construcción, Washington, D.C. LOC.

Como señala Weiner, las fotos de la FSA son «las imágenes más conocidas de la pobreza estadounidense», y pueden servir como un poderoso modelo de «cómo las políticas públicas están mediadas a través de la representación y la percepción». Pero incluso mientras la FSA estaba ejecutando el programa de fotografía, esa representación fue monitoreada cuidadosamente. Aunque Stryker advirtió a los fotógrafos que no manipularan a los sujetos o las imágenes por el bien del drama, reconoció los objetivos del programa. «Mi sentido de las relaciones públicas… creció rápidamente. Y lo estábamos consiguiendo con nuestras fotos… en un grado sorprendente», escribió en una carta.

En ese momento, el programa enfrentó cargos de que era simplemente propaganda para el Nuevo Trato. Carlebach reconoce esto, pero también explica, «el uso de fotografías para educar y persuadir de ninguna manera altera su valor documental, ni tal uso mancha su veracidad.»

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

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Cuando Franklin D. Roosevelt  (FDR) llegó a la Casa Blanca a principios de marzo de 1933,   Estados Unidos parecía avocado a la anarquía, la revolución o la destrucción. La nación vivía la peor crisis económica de su historia.  Para el invierno de 1932, los efectos de la  Gran Depresión habían superado la capacidad de las instituciones públicas de ayuda. El hambre amenazaba tanto a la población urbana como a la rural. En Nueva York, la ciudad más rica del país más rico del mundo, se reportaron 95 muertes por inanición.

Ante un clima de desesperanza general Roosevelt inició su gobierno buscando inyectar confianza al pueblo estadounidense. Roosevelt comenzó su campaña en su discurso inaugural, pidiéndole a sus conciudadanos que sólo le tuvieran miedo al miedo mismo.  El 12 de marzo, una semana después de asumir la presidencia, Roosevelt emitió por radio su primera “charla hogareña” (fireside chat). En ésta, como en las muchas que seguirían semanalmente, el Presidente se dirigió a sus conciudadanos de forma directa y familiar para informarles de las acciones que estaba tomando  su gobierno  para la enfrentar los efectos de la crisis y promover la recuperación económica. Las charlas radiales de Roosevelt se convirtieron en un excelente instrumento para mantener una comunicación directa con el pueblo, y  darles ánimo y esperanza. Su objetivo era claro: que el pueblo norteamericano recuperara la confianza  en el gobierno y en sí mismo.

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El pasado 9 de junio, el historiador Christopher Brockman compartió con Kirsten Carter, jefa de los Archivos de la Biblioteca Franklin D. Rooosevelt, los hallazgos de su análisis de las cartas que recibió FDR del pueblo estadounidense en respuesta a sus charlas hogareñas. En esta conversación Brockman explora una amplia gama de reacciones públicas a los fireside chats, y comparte una herramienta digital que creó para visualizarlas.

Dr. Brockman defendió su tesis «Building a Coalition by the Fireside: FDR, the American People, and the Radio» el año pasado en Lehigh University.

Quienes estén interesados pueden ver la conversación aquí.

 

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Comparto otra interesante nota publicada en Diálogo Atlantico, blog del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá de Henares. En esta ocasión el Dr. Manuel Peinado enfoca un programa del Nuevo Trato que buscaba combatir las consecuencias del llamado Dust Bowl a través de un ambicioso proyecto de forestación.


Shelterbelt: El bosque protector de F.D. Roosevelt

Manuel Peinado

Diálogo Atlántico   16 de julio de 2020

Plains farms need trees LCCN98517930.jpgEl último Foro de Davos ha aprobado un proyecto para plantar un billón de árboles. Una iniciativa a la que, en una adhesión que es todo un oxímoron, también se ha sumado Donald Trump.

La preocupación por el estado de los bosques norteamericanos comenzó con James Madison, autor del primer discurso conservacionista de un presidente estadounidense. A Franklin Delano Roosevelt le cabe el honor de haber emprendido la primera plantación masiva de árboles en suelo estadounidense.

Cuando Roosevelt asumió por primera vez la presidencia en 1933, la nación estaba inmersa en una crisis económica, pero también ecológica. Desde 1930, una severa sequía azotaba las altas planicies, la región de las Grandes Llanuras a la que los primeros exploradores del ejército llamaron el Gran Desierto Americano. Durante los primeros treinta años del siglo XX esos inhóspitos páramos habían sido poblados por varias oleadas de colonos.

Millones de hectáreas de praderas naturales fueron transformadas en granjas y la tierra, que había permanecido compactada durante miles de años por las raíces de las hierbas y por el pisoteo de las manadas de bisontes, quedó abierta en canal por la reja del arado. Cuando la sequía golpeó, la tierra se secó rápidamente. Como unas cenizas sin llamas, se formaron ventiscas negras, unas tormentas de polvo y lodo tan potentes que llegaron a más de tres mil kilómetros de distancia, hasta el océano Atlántico, dejando a su paso una lluvia del limo fértil de la pradera. Como recogió Steinbeck en Las uvas de la ira, despojadas de suelo, las que una vez fueron granjas feraces se convirtieron en tierras sin valor, hundiendo a millones de colonos en la pobreza.

The Dust Bowl Black Sunday | Dust bowl

Una posible solución a esta catástrofe, que se conoció como el Dust Bowl, se le ocurrió a Roosevelt durante su campaña presidencial. Fue durante un día de calor abrasador cuando su comitiva se detuvo en las desoladas afueras de Butte, Montana. El candidato salió de su automóvil y observó una región desprovista de árboles por naturaleza. Roosevelt, que acababa de anunciar sus planes para crear el CCC, el Cuerpo Civil de Conservación, un programa federal de empleo masivo que estaría ligado las políticas del New Deal, tuvo una revelación: quizás la respuesta al Dust Bowl estaba en los árboles.

Poco después de su toma de posesión, Roosevelt pidió consejo al Servicio Forestal creado en 1905 por su primo Teddy. A finales de la primavera de 1934, el informe del Servicio Forestal llegó al Despacho Oval de la Casa Blanca en un momento que no podía haber sido más apropiado. La sequía sobrepasaba todo lo visto hasta entonces. Las ventiscas negras arrasaban todo el país desde las Rocosas hasta Chesapeake. Llovió polvo en Nueva York, en Washington e incluso en barcos que navegaban por el Atlántico. Los que vivían en las Grandes Llanuras sufrían desdichas insoportables.

Para enfrentarse a la terrible situación, Roosevelt finalmente anunció la propuesta que había estado madurando durante casi dos años. El 11 de julio, mientras estaba de vacaciones a bordo del USS Houston, emitió una orden ejecutiva que ordenaba «la plantación de franjas de protección forestal en la Región de las Llanuras como medio para mejorar las condiciones de sequía». La proclamación autorizaba el gasto de 15 millones de dólares, la primera partida de los 75 millones necesarios para construir una barrera contra el viento más desolador del mundo. Rápidamente, el proyecto se bautizó como el Shelterbelt, el cinturón protector.

La siembra comenzó en marzo de 1935. Las plantaciones continuaron durante toda la temporada de crecimiento de primavera. En total, el Servicio Forestal y los trabajadores federales contratados como apoyo lograron plantar ese año doscientos kilómetros de franjas forestales, que cubrían más de 15 000 hectáreas.

W. Scott Olsen – Trees – About Place Journal

Una vez que el programa se puso en marcha, muchos agricultores de las Grandes Llanuras lo abrazaron con entusiasmo. Con su colaboración, el Servicio Forestal había plantado en 1938 más de 34 millones de árboles en casi 50 000 hectáreas. Los interminables horizontes de las altiplanicies cerca del meridiano noventa y nueve empezaban a verse interrumpidos por las lejanas siluetas de los bosques.

Aunque muchos de sus últimos días los empleó agobiado por asuntos de Estado y por las emergencias de la guerra, hasta los últimos momentos Roosevelt todavía pensaba en su amado y políticamente atacado Shelterbelt. Tres días antes de su muerte, revisó un nuevo memorándum sobre el programa y envió una carta a su autor pidiéndole «un poco más de material sobre lo que está suponiendo la plantación de árboles para que las familias puedan mejorar el rendimiento de sus cultivos».

Al final, la gran visión de Roosevelt para transformar las Grandes Llanuras en un bosque se quedó corta, pero el proyecto dejó su huella en la región. Una evaluación de 1954 del Shelterbelt concluyó que se habían plantado más de 220 millones de árboles en treinta mil granjas. En total, el Servicio Forestal había plantado más de 18 600 millas lineales de franjas de árboles y la mayoría de ellas, más del 70 %, sobrevivió durante décadas.

Entre los campos y las granjas de las planicies altas por los que conduzco entre Omaha y South Pass, algunos rodales de álamos, fresnos y olmos siguen dando testimonio de la existencia de un programa planeado inicialmente como «el mayor trabajo técnico que el Servicio Forestal haya realizado jamás», pero que se convirtió, a los ojos de muchos, en «el proyecto más ridículo del New Deal».


Manuel Peinado / Sobre el autor

Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Granada. Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid. En la Universidad de Alcalá ha sido secretario general, secretario del Consejo Social, vicerrector de Investigación y director del Departamento de Biología Vegetal. Es también director de la Cátedra de Medio Ambiente de la Fundación General de la Universidad de Alcalá. Es especialista en el estudio de la vegetación del oeste de Norteamérica, donde ha llevado a cabo su investigación desde 1989, cuyos resultados han sido publicados en una cincuentena de artículos científicos.

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Great Depression: Causes and Definition | HISTORY.com. - HISTORY

La prosperidad económica que caracterizó a la década de 1920 acabó abruptamente  el 29 de octubre de 1929. Ese día los Estados Unidos entraron en una profunda crisis económica que duraría más de diez años y que amenazó el sistema de vida estadounidense.  Para 1932, entre 10 y 15 millones de estadounidenses estaban desempleados, cientos de negocios de diversos tamaños se habían ido a la quiebra  y por lo menos 5,000 bancos habían cerrado sus puertas. Nunca antes la economía  estadounidense había caído tan bajo. Muestra de ello eran los cientos de personas que a diario hacían largas filas para recibir un plato de sopa o una manzana gratis.

Al comienzo de  la crisis la presidencia de los Estados Unidos estaba ocupada por un político Republicano llamado Herbert Hoover, que no entendió las dimensiones del problema económico por el que estaban atravesando los Estados Unidos y, por ende, fue incapaz de tomar las medidas  necesarias. En 1932, fue electo presidente  Franklin D. Roosevelt, quien le había prometido al pueblo norteamericano un liderato activo y eficaz. Una vez en la Casa Blanca, Roosevelt puso en marcha un programa agresivo para enfrentar las consecuencias de la crisis económico. Este programa fue conocido como el Nuevo Trato y se caracterizó por una intensa experimentación  e intervención directa del gobierno federal en la economía.

El Nuevo Trato provocó el crecimiento  del tamaño e influencia del gobierno federal, transformándole en un Estado moderno.  El gobierno federal se convirtió en el proveedor de protección, ayuda directa, trabajo, préstamos y pagos del seguro social de millones de estadounidenses. Además, el gobierno intervino de forma directa en la economía de la nación para sustituir al sector privado como motor económico. El sector privado vio, no sin horror, como el Estado creó una serie de mecanismo para regularle, supervisarle y controlarle. En otras palabras, el Nuevo Trato aceleró el proceso de regulación federal iniciado durante la Era Progresista que buscaba generar orden a la vida económica del país. Por primera vez en la historia estadounidense el gobierno federal garantizó el derecho de los trabajadores a formar y unirse a sindicatos laborales.  Además, el gobierno jugó un papel fundamental redefiniendo las relaciones obrero-patronales al establecer salarios mínimos y máximo de horas de trabajo.

Stocks on track for worst December since the Great Depression | WGNO

El Nuevo Trato también fue fundamental en el desarrollo de un estado del bienestar o “welfare state” en los Estados Unidos. El gobierno aceptó  la responsabilidad sobre el bienestar colectivo e individual de millones de ciudadanos.  Nunca antes en la los ciudadanos habían recibido tanto del gobierno como durante el Nuevo Trato. Sin embargo, esa ayuda no era perfecta ni incluía a todos. En comparación del estado de bienestar desarrollado en Europa, el Nuevo Trato tuvo serias limitaciones. Por ejemplo, la administración Roosevelt no pudo incluir un seguro medico universal como parte del Seguro Social por la oposición de diversos sectores del país, entre ellos la Asociación Médica Norteamericana. Los trabajadores agrarios y domésticos también fueron dejados fuera del Seguro Social, lo que limitó su alcance.

El Nuevo Trato reconoció la pobreza como un mal económico, no como una falla personal o el resultado de flojera o vagancia. A pesar de ello, los reformistas no encontraron una solución para este asunto. Algunos de ellos creían que con el fin de la Depresión se lograría nuevamente que todos los norteamericanos estuvieran empleados y que ello reduciría la pobreza.  Desafortunadamente, eso no ocurrió y el fin de la Depresión no significó el fin de la pobreza.

Dorothea Lange

Dorothea Lange

Los novotratistas no se limitaron a atender los serios problemas socioeconómicos de su sociedad, pues también le dieron importancia a otras áreas, entre ellas, las artes. Entre 1935 y 1943,   los fotógrafos de la Farm Security Administration (Administración de Seguridad Agraria) recorrieron el país documentando la pobreza. También buscaban dar a conocer un segmento de la sociedad estadounidense desconocido para el resto del país. Una de las fotógrafas más importantes de ese proyecto fue Dorothea Lange (1896-1965), quien entre 1935 y 1939 produjo una impresionante obra  que tuvo alcance nacional a través de la prensa. Su trabajo se concentró  en fotos de pobres y marginados: campesinos, familias desplazadas, inmigrantes, japoneses internados, etc.

En esta nota publicada en el New York Times, Tess Taylor comenta su «pilgrimage» en algunas de zonas de California, específìcamente, del Imperial County, recorridos por Lange hace más de ochenta años. Sus comentarios resultan muy interesantes y las fotos que los acompañan son realmente impresionantes.

Para ver más fotos de Dorothea Lange se puede visitar la sección  que le dedica la página web de la Biblioteca del Congreso, seleccionando aquí.


Dorothea Lange.

Credit…Paul S. Taylor/The Dorothea Lange Collection, the Oakland Museum of California

The Californian photographer known for her images of the Great Depression is a guide to the complexity of the present.

By 

HOLTVILLE, Calif. — It’s late when I check into the Barbara Worth Country Club, 600 miles southeast of my home in the Bay Area. Spare rooms border dark fields, a dry golf course and a web of open irrigation troughs that help make Imperial County one of the biggest agricultural producers in California. Holtville calls itself the carrot capital of the world, and even now, after this season’s harvest, stray carrot tops bolt, blooming to seed.

Fifteen miles from my hotel is the border with Mexico, a boundary now marked by barbed wire that loops around the edges of the All-American Canal, an elaborate, 80-mile long aqueduct that diverts water from Colorado to irrigate farmland that would otherwise get around three inches of rain per year.

Migratory field workers pulling carrots in a field near Meloland, Imperial County, Calif., 1939.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division
Oklahoma migratory workers washing in a hot spring in the desert. Imperial Valley, Calif., 1937.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

“They’ll sleep in the row (to hold a place in the field) to earn sixty cents a day.” — From Dorthea Lange’s caption notes.

Migratory labor housing near Holtville, Imperial Valley, Calif., during the carrot harvest in 1939.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

When I arrive in April 2019, Donald Trump has just visited Imperial County to stump for his wall. But I’m not here to talk politics, exactly. Instead, I’m on a pilgrimage to visit as many of the places Dorothea Lange photographed in California as I can.

 

Ms. Lange came to Imperial County during the late 1930s, capturing a different generation of migrants drawn here from Mexico, the Philippines, Oklahoma and the Dakotas, looking for work in the carrot fields. In 1937, she photographed ramshackle tents lining a canal; a group of Model T’s making haphazard camp in a gully. In other shots, cabbage pickers bend deep and hoist baskets high on their shoulders.

Ms. Lange, best known for her Depression-era photographs of migrant laborers, began photographing bread lines and labor strikes near her San Francisco studio in 1932. In the 1920s, she had made her living as a society portraitist, photographing San Francisco’s wealthiest families — the Levi Strauss and the Haas families among them.

As the Great Depression worsened, she began photographing people she saw on the streets: men curled up sleeping or in line for food. In 1935, she married the economist Paul Taylor; they left San Francisco together to photograph the living conditions of agricultural laborers up and down the state, from Davis and Marysville all the way to Imperial County. The Farm Security Administration supported their work.

Pea pickers in California, 1936.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

“Mam, I’ve picked peas from Calipatria to Ukiah. This life is simplicity boiled down.” — From Dorthea Lange’s notebook

A page of Dorothea Lange’s original caption notes, for the above image of “Pea Pickers,” that also includes her request for a “typewriter.”
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

In 2017, I started reading Ms. Lange’s notebooks, now held at the Oakland Museum of California. On lined 3 by 5 inch pages, in penciled-in cursive, she captures American history in staccato fragments, jotting down what laborers paid for gas, rent and food; how much they could make picking a day’s worth of potatoes. On one June trip following the melon harvest in El Centro, under a heading “The camp,” she notes someone saying: “This is a hard life to swallow, but I can’t just rest here.”

“We come from all states and we can’t make a dollar in this field noways. Working from seven in the morning until 12 noon, we earn an average of 35 cents,” a worker told her in 1937.

Texas woman in a carrot pullers’ camp, Imperial Valley, Calif., 1939.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

“Not enough money for cotton sacks” reads another note; “All I’ve got is right here.”

“2 children 4-6.”

“Sold everything little by little.”

“We said we came from,” she writes in a note that ends in an eerie, indecipherable smudge: “They said, “Why don’t you go back there then?”

“This country’s a hard country” one woman told Ms. Lange. “If you die, you’re dead — that’s all.”

As a poet, I was drawn to the chorus of voices Ms. Lange recorded, which call across time. Her notebooks catalog concerns that feel sharply relevant eight decades later: the search for shelter, a fair wage and stable work.

Last year, from January to October, I drove across California, following routes Ms. Lange noted in her travels from 1935 to 1942, by which time she had been hired by the Office of War Information to document the process of Japanese internment.San Francisco residents of Japanese ancestry in 1942 at a civil control station for registration where they would then be interned in war relocation camps.

Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division
The quarters at Manzanar, Calif., War Relocation Authority Center where people of Japanese ancestry were interned by the U.S. Army during WWII.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

As I visited encampments, internment centers and small agricultural towns, I used Ms. Lange’s images and words as a lens to help refract the messy complexity of California’s present. I grew up a mile from where Ms. Lange lived in Berkeley. My town, El Cerrito, populated quickly in the early 1940s by an influx of shipyard workers, has neat cottage bungalows with lemon trees on tight plots. Ms. Lange photographed these in 1942 as a hopeful emblem of the New California: an emergent middle class.

But the Bay Area today is no picture of middle class stability. My once modest neighborhood has skyrocketing home prices — a small three-bedroom that eight years ago cost $500,000 now lists for $1.3 million, while roughly 28,000 homeless people sleep on the streets in the Bay Area each night. Vacant lots, industrial blocks and underpasses nearby fill with semipermanent encampments. I bike my children to school each day through a maze of tents and trailers.

Following Ms. Lange’s images and notes has become a study in uneasy juxtapositions: rifts between enormous wealth and unsettled poverty, some of which feel new, some like a continuation of the past.

Farm Security Administration emergency migratory labor camp established for the 1939 spring pea harvest, Calipatria, Imperial Valley, Calif.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

In Imperial County, which now has the highest unemployment rate in California, Eddie Preciado of Catholic Charities holds beds at the county’s one homeless shelter for men, offering shelter to migrant laborers who cross the border to pick corn.

“There’s still no dedicated housing for agricultural workers,” he told me. Down the road, a detention center run by Management Training Corporation for ICE holds 782 beds.

“Most middle-class jobs are in border security,” Mr. Preciado said.

In Nipomo, where Ms. Lange pulled over near a frozen pea field to make her famous photograph “Migrant Mother” in 1936, a new community of $1.2 million tract homes overlooks rows of factory-farmed strawberry fields edged with workers’ trailers.

A Mexican mother in California in 1935. “Sometimes I tell my children that I would like to go to Mexico, but they tell me ‘We don’t want to go, we belong here.’”
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division
Destitute pea pickers in California. Mother of seven children. Age thirty-two. Nipomo, Calif., shows Florence Thompson with three of her children in the 1936 photograph known as “Migrant Mother.”
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

I asked a bartender at Jocko’s Steakhouse where I could find the spot where “Migrant Mother” was photographed.

“I don’t know,” he said “but people are still always coming through.”

Last spring, walking a section of Route 98 in Imperial County just after dawn, I remembered Ms. Lange’s images of Model T’s camped in arroyos. Those gullies are now lined with border security officers in shiny trucks parked at quarter-mile intervals to police those who make their way north.

Ms. Lange often said, “A camera is a tool for learning how to see without a camera.” I wonder what details she’d notice, what notes she’d take now.

A store owned by a Japanese-American who was sent to an internment camp in Oakland, Calif. The store had been closed the day after the Pearl Harbor attack.
Credit…Dorothea Lange/Library of Congress Prints and Photographs Division

Tess Taylor (@Tessathon) is a poet and author. Her book of poems “Work & Days” was named one of the best books of poetry of 2016 by The Times. Her new collection of poetry “Last West: Roadsongs for Dorothea Lange” is part of the “Dorothea Lange: Words & Pictures” exhibition at the Museum of Modern Art.


 

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