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Reseña de «Estados Unidos más allá de la crisis»

Castillo Fernández, Dídimo y Gandásegui (Hijo), Marco A. (coordinadores): Estados Unidos más allá de la crisis, México, Siglo XXI y CLACSO, 2012. 537 páginas.*

Por Leandro Morgenfeld

Vecinos en conflicto 8 de julio de 2014

UnknownPara comprender América Latina hay que estudiar a Estados Unidos. Acostumbrados a interpretar nuestro pasado y presente a través del prisma de la academia anglosajona, a primera vista puede parecer extraño o antojadizo que se analice el devenir de la crisis estadounidense desde el punto de vista latinoamericano. Y eso es justamente lo que se propone este libro: desentrañar diversas aristas vinculadas con la actual crisis de la potencia hegemónica mundial, desde el punto de vista latinoamericano. Luego de seis años de labor colectiva, un conjunto de intelectuales de la región, en el marco de un Grupo de Trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), presenta este libro, el tercero luego de Crisis de hegemonía de Estados Unidos y Estados Unidos: la crisis sistémica y las nuevas condiciones de legitimación. Coordinado por los sociólogos Dídimo Castillo Fernández y Marco A. Gandásegui, hijo, esta obra de nutre de 20 capítulos -sus autores son reconocidos investigadores de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Cuba, México, Panamá, Puerto Rico y Estados Unidos-, divididos en los tres grandes ejes que la articulan: Crisis mundial o crisis del capitalismo; Crisis de hegemonía y decadencia interna en Estados Unidos; Nueva geopolítica de Estados Unidos, escenarios para América Latina.
La primera parte trata sobre la crisis desatada en 2008 y las consecuencias para Estados Unidos y el resto del mundo a mediano y largo plazo. Theotonio Dos Santos analiza el carácter estructural de la misma; Carlos Eduardo Martins la compara con la de 1929 y avanza en planteos teóricos, abrevando en Marx, Braudel, Dos Santos y Marini; Orlando Caputo Leiva rebate los argumentos de quienes sostienen que es una crisis financiera; Jaime Ornelas Delgado se centra en el agotamiento del modelo económico neoliberal; y Gandásegui se ocupa de la crisis de hegemonía del sistema mundo, vinculándola con el cambio de época en el desarrollo capitalista.
La segunda parte plantea el debate sobre la declinación de Estados Unidos a nivel mundial. Adrián Sotelo Valencia sostiene el carácter estructural y global de la crisis, y discute con la idea de su posible encapsulamiento a partir de medidas correctivas; Katia Cobarrubias Hernández explica cómo la hegemonía financiera y monetaria de Estados Unidos, desde 1971, fue una de las causas de los desequilibrios actuales y terminó debilitando el propio dominio económico estadounidense; Daniel Munevar se centra en el déficit fiscal de Estados Unidos, su vínculo con la deuda pública y las opciones para evitar la depresión económica; Fabio Grobart Sunshine analiza el agotamiento relativo y la pérdida de liderazgo de Estados Unidos en materia de ciencia y tecnología, y las promesas incumplidas de Obama en relación a ese sector de punta; Castillo Fernández analiza los cambios en el proceso de producción y trabajo que acompañaron el neoliberalismo y el crecimiento de la informalidad, el desempleo y la precarización laboral, vinculados al aumento de la explotación; Alejandro I. Canales estudia la inmigración latinoamericana y la relaciona con el proceso de creciente precarización del trabajo; James Martín Cypher analiza las consecuencias regresivas de la crisis actual para los trabajadores y la clase media; y Jorge Hernández Martínez examina las redefiniciones ideológicas y los cambios en la geopolítica mundial a partir de la asunción de Obama, esencialmente continuador de la política exterior de Bush.
La tercera parte se centra en la nueva geopolítica de Estados Unidos, la política exterior de Obama hacia América Latina -en su primer año y medio como presidente- y también en los potenciales escenarios para la región. Darío Salinas Firgueredo analiza las supuestas amenazas actuales a la seguridad estadounidense, la ubicación de la región en la agenda de ese país y las respuestas latinoamericanas; Luis Suárez Salazar critica las estrategias del «gobierno permanente» de Estados Unidos hacia el resto del continente americano, enfatizando las continuidades Bush-Clinton-Bush(h)-Obama, por sobre las rupturas; Silvina M. Romano desarrolla una perspectiva crítica del vínculo entre democracia y desarrollo, y su relación con la seguridad, desde los años sesenta hasta la actualidad; Jaime Zuluaga Nieto se centra en los cambios en las políticas de seguridad y en su incidencia en América Latina, desde los atentados de septiembre de 2001; María José Rodríguez Rejas explica cómo las transformaciones en la política de seguridad hemisférica inciden en el proceso de militarización de América Latina, enfocándose en los proyectos del Plan México y el Plan Colombia; Catalina Toro Pérez indaga en las continuidades en la política de Washington hacia la región y se pregunta si hay posibilidad de alternativas; y Gian Carlo Delgado Ramos estudia el papel de los recursos naturales -en particular los minerales estratégicos- en las relaciones interamericanas, contraponiendo las nociones de seguridad que plantea el gobierno estadounidense con el concepto de «seguridad ecológica».
Además, completan el libro una Presentación, escrita por Theotonio dos Santos, un Prólogo, de John Saxe-Fernández, y una Introducción, a cargo de los dos coordinadores de la obra. El reconocido teórico brasilero de la teoría de la dependencia reafirma justamente la necesidad imperiosa de estudiar a Estados Unidos y el sistema imperial desde el punto de vista de América Latina y recuerda los obstáculos enfrentados desde los años setenta: «Fue difícil establecer una tradición de investigación sobre Estados Unidos en la región. La idea es de que bastaban los estudios hechos en Estados Unidos para informarnos sobre lo que era y lo que pasaba en ese país» (p. 7). Reivindica este libro, entonces, como parte de la lucha contra los retrasos de la academia latinoamericana en institucionalizar el estudio sistemático de los intereses y estrategias de los poderes del centro del sistema imperialista, producto de la mentalidad subordinada y dependiente que promueven las oligarquías locales y sus aliados externos.
Este análisis del centro imperial, desde una de las regiones históricamente más subordinadas al poder de Washington, se inscribe en la creciente preocupación por la reversión de esa dependencia. En palabras de Saxe-Fernández, «Los lazos oligárquico-imperiales de sujeción económica, empresarial y policial militar, se basan en la propensión histórica de las oligarquías criollas a estar satisfechas y hasta propiciar arreglos de coparticipación en la apropiación del excedente y en el manejo fiscal, presupuestal y de seguridad de las naciones que depredan: ya hay condiciones y contradicciones para superar esa trabazón de intereses» (p. 21). El desafío de este colectivo de investigación, que se proyecta a futuro en el marco de un nuevo Grupo de Trabajo CLACSO para el período 2013-2016, es entender el carácter de la crisis estadounidense, el devenir de la declinación imperial y las alternativas que este proceso presenta para Nuestra América en el siglo XXI, en la marco de su histórica lucha emancipadora.

*Revista de la Red Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea (Segunda Época), Año 1, N° 1, Córdoba, Junio de 2014. ISSN 2250.7264

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Próximos a conmemorar el cincuentenario de la peor crisis de la Guerra Fría, comparto con ustedes esta interesante nota de Leandro Morgenfeld sobre la Crisis de los misiles. Morgenfeld es docente  de la UBA y un estudioso  de las relaciones argentino-estadounidenses. Padre de la bitácora Vecinos en conflicto, Morgenfeld es un analista agudo de las relaciones de América Latina y Estados Unidos.

La crisis de los misiles y el sistema interamericano

La crisis de los misiles y el sistema interamericano
Por Leandro Morgenfeld (http://www.marcha.org.ar/1/)
A pocos días de cumplirse 50 años de la denominada “Crisis de los misiles” que puso al mundo al borde de una guerra nuclear un análisis de lo sucedido y el sistema interamericano, impulsado por EE.UU., que resultó de dicho acontecimiento.
En octubre de 1962 se temió, como nunca antes, el estallido de la tercera guerra mundial. El enfrentamiento Washington-Moscú llegó al punto de máxima tensión y se vivieron días dramáticos, hasta que finalmente se vislumbró una salida diplomática. Hoy, medio siglo más tarde, todavía se discuten los entretelones de las negociaciones entre Kennedy, Jruschov y Castro. Lo que no cabe duda es que la crisis permitió a Washington reposicionarse en América y evitar una mayor influencia del proceso revolucionario cubano.
La crisis desatada tras el descubrimiento estadounidense de misiles soviéticos con capacidad nuclear en Cuba no sólo llevó al mundo al borde de la guerra, sino que tuvo consecuencias importantes en el sistema interamericano. La tensión internacional se desató cuando aviones espía de Estados Unidos lograron fotografiar la instalación de misiles soviéticos en la isla caribeña, a pocas millas de Florida. La temida tercera conflagración mundial estuvo a punto de estallar en ese momento. La crisis efectivamente no se circunscribió a los dramáticos 13 días que transcurrieron entre el descubrimiento estadounidense de los misiles soviéticos emplazados en Cuba (15 de octubre) y el acuerdo entre la Casa Blanca y el Kremlin (28 de octubre). Es necesario analizar el contexto de la crisis, no circunscribiéndolo a ese momento específico de laguerra fría, sino ahondando en la relación Washington-La Habana desde una perspectiva histórica, incluyendo los procesos más cercanos al estallido de la misma, como la invasión de Bahía de Cochinos y la Operación Mangosta. Sólo así pueden entenderse las razones de la decisión soviética de desplegar misiles nucleares en Cuba (para evitar lo que se consideraba como un probable nuevo ataque estadounidense a la Isla), aunque también esa riesgosa jugada tenía que ver con el enfrentamiento global entre Washington y Moscú, y en particular con el conflicto por Berlín que se desarrollaba en ese momento.
El despliegue militar soviético, según muestran documentos recientemente desclasificados, fue superior al que entonces habían considerado las autoridades de la Administración Kennedy (el número de militares que Moscú envió a Cuba llegó casi a 50.000). La primera semana del conflicto, desde que se descubrieron los misiles -sin hacerse público- hasta el famoso discurso de Kennedy en el que dio cuenta del hallazgo a través de las fotografías de los aviones U-2 y se dispuso el bloqueo naval a Cuba, bajo el eufemismo de una «cuarentena», es clave para entender la posición estadounidense. A partir de documentación ahora desclasificada, puede entenderse cómo se llegó a tomar la decisión del bloqueo, aplazando otras alternativas más temerarias impulsadas por los halcones del Pentágono, como el ataque aéreo, que hubiera iniciado una escalada y un enfrentamiento nuclear de consecuencias imprevisibles. El haber contado con una semana, antes de que el hallazgo se hubiera filtrado, permitió a la Administración Kennedy barajar alternativas menos riesgosas que la del ataque a Cuba, que casi con seguridad hubiera provocado una escalada de consecuencias trágicas para la humanidad entera.
La segunda semana del conflicto, cuando ya era público, también es clave para comprender el desenlace final. Estados Unidos desplegó las estrategias de la «zanahoria» y el «garrote». Las acciones militares y las declaraciones guerreristas de los gobiernos de Washington y Moscú estuvieron acompañadas de negociaciones diplomáticas sigilosas, a través de canales informales. Las mismas llegaron a buen puerto: el Kremlin se comprometió a retirar los misiles y la Casa Blanca a no invadir Cuba. Además, aunque esto no se hizo público, Estados Unidos prometió retirar los misiles de la OTAN que había emplazado en Turquía para amenazar a la Unión Soviética. La crisis, de todas formas, no se cerró definitivamente el 28 de octubre, sino que siguió hasta que se concretaron los acuerdos. A partir de entonces, se estableció una línea de comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin para evitar en el futuro los cortocircuitos que en octubre de 1962 casi desembocaron en una guerra nuclear.
Más allá de las negociaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la crisis provocó una movilización en todo el continente americano. Posibilitó a Washington reposicionarse en la región, luego de las dificultades que había tenido en enero de 1962 para excluir a Cuba del sistema interamericano (Argentina, Brasil, México, Chile, Bolivia y Ecuador se habían opuesto a expulsar a la isla de la OEA). La subordinación del continente tras los mandatos del Departamento de Estado, que se manifestó el 23 de octubre de 1962 (la OEA votó aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca para garantizar el bloqueo contra Cuba) fue posible, entre otras cuestiones, gracias al giro que se produjo en la relación entre Estados Unidos y Argentina tras el golpe contra Arturo Frondizi y la asunción de José María Guido. El canciller argentino Muñiz, en la OEA, dio impulso a la creación de una fuerza interamericana de intervención, que incluiría una “brigada argentina”, integrada por 10.000 efectivos militares, lista para interceder en cualquier lugar del continente. Además, Argentina participó en el bloqueo, enviando dos buques de guerra y aviones. Se produjo, en esos meses, un inédito alineamiento argentino tras las políticas del Departamento de Estado. Altos mandos de las fuerzas armadas visitaron frecuentemente el Pentágono, entre ellos el jefe del ejército, Onganía, quien adhirió en forma entusiasta a la Doctrina de Seguridad Nacional, impulsada por la Junta Interamericana de Defensa. Con este giro en la relación bilateral, se anticipaba la política de acercamiento a Washington que se profundizaría tras el golpe contra Illia, en 1966.
La crisis de los misiles, entonces, permitió a la Casa Blanca y al Pentágono avanzar en su política de aislar a Cuba del resto del continente y evitar que su influencia se expandiera. Ofreciendo ayuda financiera al gobierno de Guido, que zozobraba ante la aguda crisis económica y las presiones militares, Washington pudo profundizar su histórico objetivo estratégico de alentar la balcanización latinoamericana.

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La revista Huellas de los Estados Unidos de la Cátedra de Historia de los Estados Unidos de la UBA acaba de publicar el número correspondiente al mes de setiembre de 2012. Como ya nos tiene acostumbrado esta revista, este número destaca por la calidad y variedad de sus artículos y reseñas. Entre éstos sobresale un ensayo del gran historiador estadounidense William Cronon titulado “Los usos de la historia ambiental”. Autor del ya un clásico Changes in the Land: Indians, Colonists, and the Ecology of New England (New York: Hill & Wang, 1983), Cronon es una de las principales autoridades en historia ambiental. Además del trabajo de Cronon, componen esta edición otros nueve ensayos, un editorial y una reseña crítica.  El editorial, a cargo del Dr. Fabio G. Nigra, Director de la revista, enfoca el tema de las lecciones presidenciales en los Estados Unidos. De los ensayos, me llamaron poderosamente la atención dos: el de Darío Marini analizando la guerra filipino-norteamericana principios del siglo XX, tal vez el conflicto más olvidado en la historia estadounidense; y el ensayo de Ignacio A. Pacce sobre el uso de muñecos animados –el Pato Donald en este caso específico– como herramienta de propaganda durante la segunda guerra mundial. La reseña crítica es de la autoría del amigo Leandro Morgenfeld, padre de la excelente bitácora Vecinos en conflicto, dedicada al análisis de las relaciones entre Estados Unidos, Argentina y América Latina. Morgenfeld reseña el libro The Cuban Missile Crisis. A Concise History (New York, Oxford University Press, 2012)  de Don Munton y David A. Welch.

Para aquellos interesados en someter trabajos para la publicación en este medio, el Comité Editorial de Huellas de Estados Unidos recibirá artículos para evaluación hasta el día 15 de enero de 2013. El próximo número, a ser publicado en marzo de 2013, estará dedicado al análisis de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

Felicitamos al equipo de Huellas de Estados Unidos, y en particular a su Director y su Secretaria de Redacción, la Doctoranda Valeria L. Carbone, por su gran trabajo promoviendo el estudio de los Estados Unidos en América Latina.

Norberto Barreto Velázquez, PhD

Lima, Perú, 27 de setiembre de 2012

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