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Archive for the ‘Guerra hispano-cubano-estadounidense’ Category

Comparto con mis lectores este ensayo del historiador británico Marc-William Palen refutando la idea de que el uso coercitivo que está haciendo Trump de los aranceles es algo novedoso en la historia estadounidense. Según Palen, el Partido Republicano tiene una vieja historia de uso del  proteccionismo con fines imperiales. Esta se remonta a finales del siglo XIX y en específico, a la aprobación en 1890 del llamado arancel McKinley.

Para apoyar su argumento el autor analiza tres casos del uso por los republicanos de aranceles coercitivos y de la reciprocidad con objetivos políticos:  en la década de 1890 con la intención de forzar la anexión de Canadá; en 1901 para expandir el control político sobre Cuba y en los famosos casos insulares –especialmente Downes vs. Bidwell (1901)– con el fin de bloquear la posible migración a Estados Unidos de los sujetos coloniales adquiridos gracias a  la guerra con España de 1898.

El autor concluye que “el uso coercitivo de los aranceles por parte de Trump para cuestiones más allá del comercio no es nuevo, es un regreso a las raíces proteccionistas del Partido Republicano”.

Palen es profesor en la University of Exeter. Posee un doctorado de la University of Texas (Austin). Sus investigaciones buscan  comparar y contrastar los imperios británico y estadounidense desde mediados del siglo XIX.  Es autor de  The “Conspiracy” of Free Trade: The Anglo-American Struggle over Empire and Economic Globalisation, 1846-1896 (Cambridge University Press, 2016) y de Pax Economica: Left-Wing Visions of a Free Trade World (Princeton University Press, 2024).


Trump materializa su amenaza e impone aranceles a México, Canadá y China desde el martes | Actualidad EconómicaNo, el uso coercitivo de los aranceles por parte de Trump no es nuevo

Marc-William Palen

CIGH Exeter 13 de febrero de 2025 

El “hombre de los aranceles» Trump continúa destrozando el sistema comercial al mismo tiempo que hace demandas imperiales para la expansión territorial. Para sorpresa de casi todos, su gran plan colonial para “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande” ahora incluye convertir a Canadá en el estado número 51, y usar la amenaza de aranceles punitivos para obtener lo que quiere.

Algunos, como Max Boot del Washington Post, han argumentado que el uso coercitivo de los aranceles por parte de Trump para obtener concesiones “no relacionadas con el comercio” es “novedoso”.

Pero aunque Trump a menudo cita al presidente William McKinley del siglo XIX  como su inspiración, Trump está usando los aranceles de manera muy diferente a la forma en que la mayoría de los otros presidentes de Estados Unidos, u otros líderes mundiales, los han usado. Por lo general, los aranceles se promulgan para aumentar los ingresos o para proteger a las industrias nacionales de la competencia extranjera. Trump, por el contrario, está utilizando los aranceles como un instrumento coercitivo del arte de gobernar para lograr objetivos que no están relacionados con el comercio.

El artículo de Boot plantea buenos puntos de comparación, incluidos paralelismos con la coerción económica china en la actualidad. Y estoy de acuerdo en que los resultados de los aranceles de Trump probablemente serán negativos para Estados Unidos.

Pero no estoy de acuerdo en que el uso coercitivo de los aranceles por parte de Trump sea nuevo; más bien, está sacado directamente del viejo libro de jugadas proteccionistas del Partido Republicano.

William McKinley

El uso coercitivo de los aranceles por parte del Partido Republicano para anexar Canadá en la década de 1890

Recientemente expuse uno de esos casos para la revista Time, sobre cuando el Partido Republicano utilizó el arancel McKinley de 1890, altamente proteccionista, con el objetivo de forzar la anexión de Canadá.

Y digamos que no funcionó según lo planeado.

Para presionar a Canadá para que se uniera a los EE.UU., el arancel McKinley se negó explícitamente a hacer una excepción para los productos canadienses. Los republicanos esperaban que los canadienses, que se estaban volviendo cada vez más dependientes del mercado estadounidense, estuvieran ansiosos por convertirse en el estado número 45 en evitar los aranceles punitivos.

El secretario de Estado James G. Blaine vio la anexión como una forma de eliminar la continua y contenciosa competencia por el pescado y la madera. Blaine, coautor del arancel McKinley, declaró públicamente que esperaba “un amor fraternal más grande y noble, que pueda unir al final” a Estados Unidos y Canadá “en una unión perfecta”. Blaine se declaró “totalmente opuesto a dar a los canadienses la satisfacción sentimental de ondear la bandera británica. . . y disfrutar de la remuneración real de los mercados americanos”. En privado, admitió ante el presidente Benjamin Harrison que al negar la reciprocidad, Canadá “en última instancia, creo, buscaría la admisión a la Unión”.

[…] Al igual que Trump, los republicanos de finales del siglo XIX querían anexionarse Canadá, que entonces todavía era una colonia británica. El impulso para hacer que Canadá fuera parte de los EE.UU. alcanzó un punto álgido después de la aprobación del arancel McKinley altamente proteccionista en 1890, que elevó las tasas arancelarias promedio a alrededor del 50%

[…] Una vez más, un presidente estadounidense está a punto de imponer aranceles contra Canadá y presionar para la anexión. Los dos temas serán, sin duda, centrales en las elecciones canadienses de 2025. Las amenazas de Trump podrían ser fácilmente contraproducentes, como lo hizo el arancel McKinley, lo que llevaría a la elección de políticos canadienses que prometen enfrentarse a él, responder ojo por ojo a cualquier arancel que promulgue y, en cambio, buscar otros socios comerciales. El resultado sería que los consumidores estadounidenses pagarían el precio en las líneas de pago, mientras que los fabricantes estadounidenses también podrían decidir trasladarse a Canadá. Y la disputa arancelaria podría provocar más conflictos con Canadá en el futuro. En otras palabras, el “hombre de los aranceles” Trump estaría una vez más cortándole la nariz a su país para fastidiar a Canadá.

Así es como el Partido Republicano trató de usar aranceles punitivos, junto con la retención del comercio recíproco, para anexionarse Canadá a través del arancel McKinley de 1890, un momento crucial que se explora con mucho más detalle en mi libro de 2016, The “Conspiracy” of Free Trade: The Anglo-American Struggle over Empire and Economic Globalisation, 1846-1896 (Cambridge University Press, 2016).

The 'Conspiracy' of Free Trade: The Anglo-American Struggle over Empire and Economic Globalisation, 1846–1896

El uso coercitivo de los aranceles por parte del Partido Republicano para expandir el control político en Cuba, c. 1901

En otras ocasiones, sin embargo, el Partido Republicano proteccionista ofrecía reciprocidad con fines políticos coercitivos.

Como he comentado anteriormente para el Washington Post durante el primer mandato de Trump, su “palabra favorita” -reciprocidad- había proporcionado al Partido Republicano una herramienta coercitiva, unilateral y condicional de represalia desde la década de 1890 que, en algunos casos, permitió a Estados Unidos afirmar el control político y económico sobre los signatarios reacios, como en el caso de Cuba.

El Partido Republicano de la Gilded Age, paranoico por la amenaza que representaban los británicos librecambistas y temeroso del multilateralismo, implementó su visión comercial restrictiva a través de las disposiciones de reciprocidad contenidas en el arancel McKinley de 1890, altamente proteccionista. Entonces, como con Trump hoy, la versión de reciprocidad del Partido Republicano era bilateral y condicional. Cualquier reducción arancelaria mutuamente acordada se aplicaría únicamente a los Estados Unidos y al otro signatario, lo que limitaría el alcance de la liberalización comercial a los dos países involucrados.

[…] En 1892, el presidente republicano Benjamin Harrison se postuló para la reelección con el lema de campaña “Protección y reciprocidad”. (Incluso tenía dos zarigüeyas como mascotas llamados “Sr. Reciprocidad” y “Sr. Protección”). La plataforma republicana de 1896 también llamó a estas “medidas gemelas de la política republicana” que “van de la mano”.

Las connotaciones coercitivas de la reciprocidad al estilo republicano adquirieron dimensiones cada vez más imperiales con el cambio de siglo. Después de la Guerra de 1898, los Estados Unidos adquirieron formalmente numerosas colonias en el Caribe y el Pacífico del Imperio Español vencido. Si bien la antigua colonia española de Cuba siguió siendo independiente en principio a principios de siglo, el presidente republicano Theodore Roosevelt trabajó para hacerla similar a una colonia estadounidense en la práctica a través de la reciprocidad.

En su mensaje de 1901 al Congreso, Roosevelt reconoció que “la reciprocidad debe ser tratada como la sierva de la protección” y debe extenderse a Cuba. Profundizando en esto, explicó que la reciprocidad le daría a Estados Unidos el control informal del “mercado cubano y por todos los medios fomentar nuestra supremacía en las tierras y aguas tropicales al sur de nosotros”.

Vale la pena destacar aquí el último párrafo, y no solo porque Trump, para inaugurar la semana “Made in America” en 2017, declaró que “la reciprocidad debe ser tratada como la sierva de la protección”, una frase tomada directamente del mensaje de Teddy Roosevelt de 1901. Pero también porque fue en el contexto del uso de la “protección y la reciprocidad” no solo para expandir el control económico de Estados Unidos sobre los signatarios, sino también el control político.

Three Tariffs that led to Depression - Market Mad House

Uso de aranceles por parte del Partido Republicano para limitar la inmigración

 No estoy convencido de que los temas de inmigración estén “completamente desconectados del comercio”, como se citó a un experto en el artículo de Boot en  el Washington Post al que se hizo referencia al principio. Pero por el bien del argumento, supongamos que están desconectados.

Si es así, entonces aquí también podemos encontrar precedentes históricos del pasado proteccionista del Partido Republicano en los que utilizaron los aranceles con fines políticos antiinmigración: durante la presidencia de William McKinley, y con el apoyo explícito de la Corte Suprema controlada por los republicanos a través de la decisión de 1901 Downes v. Bidwell.

Como he comentado anteriormente para el History News Network, el Australian, y aquí en el Imperial and Global Forum, el respaldo legislativo del Tribunal Supremo a los aranceles contra su propia colonia -Puerto Rico- trascendió las cuestiones comerciales.

Al declarar que la Constitución no se aplicaba a las colonias estadounidenses recién adquiridas (et al. Puerto Rico y Filipinas) después de la reciente guerra de EE.UU. con España, que “la Constitución sigue la bandera… pero no lo alcanza del todo”, como dijo el secretario de Guerra Elihu Root en 1901, significaba que el gobierno de EE.UU. podía imponer aranceles contra ellos. Como señalé en 2017:

La decisión legal de la Corte Suprema en el caso Downes v. Bidwell (1901) se convirtió en el primero de los ahora infames Casos Insulares. Al permitir que McKinley y el Congreso implementaran aranceles proteccionistas sobre los productos puertorriqueños en lugar de otorgarles libre acceso al mercado estadounidense, la decisión “decretó” que la Constitución “no sigue la bandera”.

En Los “casos insulares” y el surgimiento del imperio estadounidense, Bartholomew Sparrow  nos ha recordado cómo las decisiones de la Corte Suprema tuvieron ramificaciones duraderas para el imperialismo estadounidense. Todavía en 1922, en el caso Balzac contra Puerto Rico, el Tribunal Supremo sostuvo que los puertorriqueños, aunque eran ciudadanos estadounidenses, no tenían garantizados los derechos de la Constitución de los Estados Unidos.

La decisión también facilitó la restricción de la inmigración de las colonias a los Estados Unidos continentales.

¿Por qué? Porque si la administración proteccionista republicana hubiera permitido que la Constitución siguiera la bandera, esto habría significado tratar a las colonias como los estados y territorios continentales de Estados Unidos. Esto, entonces, habría significado que los habitantes coloniales podrían haber emigrado a los Estados Unidos sin restricciones.

Lo he señalado en mi último libro Pax Economica: Left-Wing Visions of a Free Trade World (Princeton University Press, 2024).

“Sus votos a favor del libre comercio, sus votos a favor de la política fantasma [antiimperialista] de la bandera que sigue a la Constitución”, advirtió el congresista Charles Grosvenor (republicano de Ohio) en 1900, “no son más que una declaración de que los Sulus, los Tagals, los filipinos y toda la enorme horda de extranjeros en Asia que han venido a nosotros como una posesión” podrían entrar en los Estados Unidos en “abrumadoras columnas de  ¡Qué barato! — trabajo bajo y degradado”. Se plantearon temores similares sobre los migrantes de las colonias caribeñas de la nación. El órgano noticioso proteccionista American Economist reiteró la demanda racista de la revista Gunton’s Magazine de que Puerto Rico y Hawái “sean anexados permanentemente como colonias, sin derechos de ciudadanía estadounidense o estadidad”, para restringir la inmigración y la representación extranjera en el Congreso, y para sentar un “precedente imperial para Cuba, si finalmente fuera anexada”. La Corte Suprema de los Estados Unidos le dio al imperio proteccionista xenófobo su sello legal de aprobación a partir de su decisión de 1901 en el caso Downes v. Bidwell, que efectivamente dictaminó que el gobierno de los Estados Unidos podía imponer políticas arancelarias ad hoc a sus colonias, en contraste con una política interna de libre comercio que existía entre los estados de los Estados Unidos.

Los Casos Insulares, derivados de un arancel estadounidense a las naranjas puertorriqueñas, se han utilizado desde entonces para justificar la detención de prisioneros en la instalación naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo, Cuba (“adquirida” por Estados Unidos en 1903).

Ya sabes, ese lugar que Trump acaba de convertir en un campo de detención de migrantes.

Conclusión

El tipo imperial de proteccionismo del Partido Republicano tiene una larga y accidentada historia que se remonta a la década de 1890 y principios de 1900: un pasado coercitivo que aún permanece con nosotros. Se ha utilizado para anexar territorios, para ejercer control político sobre estados extranjeros, para restringir la inmigración y, ahora, para detener a migrantes en Cuba.

En otras palabras, el uso coercitivo de los aranceles por parte de Trump para cuestiones más allá del comercio no es nuevo, es un regreso a las raíces proteccionistas del Partido Republicano.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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La guerra hispano-cubano-estadounidense es uno de los temas al que más espacio le he dedicado en esta bitácora. Ello no debe sorprender a nadie dado su enorme importancia y relevancia en el desarrollo del imperialismo estadounidense. Sin embargo, que recuerde, nunca lo había hecho desde la perspectiva de este artículo del escritor cubano Leandro Estupiñán: la representación pictórica de la guerra.

El autor enfoca el trabajo de tres artistas estadounidenses: Howard Chandler Christy, Frederick Remington y Charles Johnson Post. Según Estupiñan, estos transformaron los hechos y protagonistas de la guerra en leyendas. Sus representaciones heroicas aún se mantienen en las narraciones actuales del conflicto. Como bien señala el autor, esto confirma la importancia de las representaciones ya sean escritas como visuales.

Estupiñán es un periodista, escritor, editor y fotógrafo  cubano radicado en Buenos Aires.


Una ilustración de Chandler Christy.  Foto: Tomada de la colección digital de Biblioteca Pública de Nueva York.

Pintores estadounidenses colorean la guerra en Cuba (I)

Leandro Estupiñán

12 de septiembre de 2024    CubaNews

Las memorias de la guerra Hispanoamericana, o hispano-cubano-norteamericana, cuenta con decenas de registros. Habrá pocos como el testimonio visual que sumaron a golpe de pincel y plumilla artistas cuya sensibilidad y buen ojo captó el intríngulis humano de una contienda, de la cual pasaron 126 años este verano.

El tema me mantiene ocupado, al punto que concluyo una novela cuyo trasfondo parte de la sensibilidad de los profesionales que, inscrito en uno de los batallones de voluntarios, llegó a la isla, donde realizó una serie de esbozos que hoy constituyen el cuerpo de su obra pictórica.

Pero es un tema amplio: profesionales que por estilo, técnica y uso del color habrían de encontrar la fama en años posteriores, como los pintores Howard Chandler Christy o Frederick Remington, estuvieron entre los cientos de periodistas, fotógrafos y cineastas que viajaron al oriente de Cuba con la única intención de atestiguar el tono de una contienda.

Un fervor justicialista había ido colándose en el ánimo de la nación estadounidense mediante crónicas y reportajes escritos al calor de los acontecimientos que estallaron con el Maine. Las ilustraciones de estos artistas, sin embargo, habían ido inyectando impresiones, sentimientos, sensaciones a la imaginación del público lector desde las primeras entregas.

Ilustración de Remington  de 1897.

Ilustración de Remington de 1897. Tomada de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.

La fuerza de los acontecimientos, captada mediante plumilla, acuarela u óleo, transformó determinados hechos y sus protagonistas en parte de una leyenda. Narraciones nos acompañan hasta hoy y sirven para alentar el valor de la justicia o el coraje y la fuerza de la perseverancia. Tan decisiva fue la acción como la representación que fijó la escritura de la historia.

Fue una guerra trascendental. En unas pocas semanas España y Estados Unidos se disputaron el podio de las superpotencias en las postrimerías del siglo XIX; intervinieron el propio destino de los países donde se disputaban los acontecimientos, como era el caso de Cuba o Filipinas.

Entre los artistas hubo quienes arribaron al terreno como típicos reporteros de guerra, y, en ciertos casos, después de haber permanecido meses componiendo crónicas y dándole forma a escenas que habrían de ser publicadas en la primera plana de los principales diarios de Nueva York.

Frederick Remington (1861-1909) fue un dibujante y escultor neoyorquino que había descollado por el tratamiento a la figura del cowboy como resultado de sus continuos viajes al oeste de Estados Unidos, donde llegó a atestiguar los enfrentamientos de las tropas yanquis contra poblaciones de apaches en su ofensiva de dominación y exterminio. Compuso decenas de cuadros y esculturas inspiradas en estos hechos.

En su paso por la isla, mucho antes de que estallara el Maine en puerto habanero, Remington dibujó escenas inspiradas en la vida en la ciudad y captó el maltrato de las autoridades coloniales a la población civil y, especialmente, a pacíficos e insurrectos que se había exacerbado en un momento álgido de la guerra, desde su reinicio en 1895.

Formando una dupla con una estrella del reporterismo, el periodista Richard Harving Davis, Remington compuso trabajos, algunos de los que pueden encontrarse en un libro interesante como Done in the open, una compilación de su trabajo gráfico durante 20 años que llegó acompañado de textos del escritor Owen Wister.

Otro artista seducido por la guerra en Cuba fue Howard Chandler Christy (1873-1952), más adelante convertido en un exitoso pintor de influencia en la moda, especialmente por la percepción estereotipada de lo que entendía como la “nobleza natural” de la mujer, algo que expuso en libros como The American Girls, un repaso personal del ideal femenino en su país.

En los días de la contienda, en aquel bochornoso verano de 1898, la actividad de Chandler Christy se circunscribió a cubrir los movimientos de una brigada de caballería, desde donde, gracias a su paso por este conflicto y a la adulación de la prensa que lo rodeaba, sería catapultado a la presidencia de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt. Como el propio Remington, aprovechaba los momentos de sosiego para componer esbozos de generales u operaciones en el terreno, hoy entre sus más conocidas escenas.

Pero, de entre estos artistas, solo unos pocos dejaron testimonio desde la perspectiva del soldado común, esa figura para quien la guerra es algo más que una ambiciosa pretensión profesional, política u económica, pues la mayoría de las veces se ve movido por la mera necesidad de la supervivencia.

Fue el caso del neoyorquino Charles Johnson Post (1873-1956), quien con poco más de veinte años formó parte del 71 Regimiento de Infantería de Nueva York, una estructura militar que existía desde la guerra de Secesión y que en playa de Siboney inscribió su primer desembarco militar aquel verano de 1898.

Unas de las pinturas de Post. Tomada del Centro de Historia Militar del ejército de EE.UU

Johnson Post, que había sido ilustrador de prensa en uno de los periódicos más influyentes e importantes de ese momento, llegó a escribir en la mayoría de los periódicos y revistas de la ciudad; pero en sus días de servicio, solo tomó apuntes y esbozó escenas que perfeccionaría luego para conformar su obra, dispersa e integrada hoy por una serie de acuarelas y óleos.

De estos trabajos, algunos fueron publicados en forma de esbozos en magazines como American Legion Monthly. Otra parte fue recogida en un libro que vio la luz años después de su muerte bajo el título de The Little war of private Post, una especie de diario de campaña, pero también una curiosa crónica moral en la que se dejan apuntes sobre el ser humano y su contexto.

Aunque no se atestiguan demasiados cubanos en sus pinturas conocidas, a Johnson Post se deben algunas valiosas reflexiones sobre los mambises. Sus palabras constituyen una peculiar visión sobre un ejército por momentos visto como mero lazarillo de las tropas invasoras. Robert Freeman Smith le dedica todo un capítulo a las observaciones de Johnson Post de su libro Background to Revolution, pues pocos valoraron la valentía de aquel ejército de hombres harapientos cuyo carácter algunas veces parecía ser lo único amable en medio del clima salvaje.

Personas en acción, individuos en la batalla, vacilantes, desmejorados, llenos de miedo y coraje por supervivir; personajes anónimos cuya vida la historia ha licuado. Todo ello fue captado por estos artistas o ilustradores de la guerra, sobre quienes seguiré contando detalles en próximas entregas de esta columna.

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La batalla naval de Santiago de Cuba es uno de los episodios más trágicos de la guerra hispana-cubana- estadounidense. Obligado por las circunstancias, el 29  abril de 1898 el Almirante Pascual Cervera y Topete zarpó de Cadiz con su flota en un viaje del que sabía no habría regreso. Su misión era llegar a Cuba, donde se enfrentaban el ascendente imperio estadounidense y el moribundo imperio español. Cervera sabía que  no estaba en condiciones de enfrentar a la flota superior  del Almirante  William T. Sampson. El resultado fue inevitable: todos los barcos españoles fueron hundidos o deshabilitados el fatídico 3 de julio de 1898.  Unida a la derrota de la flota española del Pacífico dos meses antes, la victoria de Sampson marcó la transformación de Estados Unidos en una potencia mundial.

En una nota publicada en el diario El País, Vicente G. Olaya, redactor especializado en arqueológicos y de patrimonio cultural,  reseña un artículo de Teodoro Rubio Castaño publicado en el número más reciente de la Revista General de Marina, con el título  «Pecios de la escuadra del almirante Cervera en Santiago de Cuba«. Olaya comenta  el papel que jugaron los barcos que componían la flota de Cervera durante la batalla de Santiago y las condiciones en que se encuentran sus pecios en aguas cubanas.

El artículo de Teodoro Rubio Castaño viene acompañado de otro del Almirante en retiro José María Treviño itulado «El Almirante  Rickover y el hundimiento del USS Maine», que podría ser del interés de los lectores de esta bitácora.


Crucero español Cristóbal Colón

La escuadra del almirante Cervera permanece ‘intacta’ bajo las aguas de Cuba 125 años después del Desastre del 98

Vicente G. Olaya

El  país  27 de octubre de 2023

A las 21.40 horas del 15 de febrero de 1898, el acorazado estadounidense USS Maine saltó por los aires. La bahía de La Habana se iluminó inesperadamente. Las autoridades de Estados Unidos acusaron a España de la muerte de 256 de sus marineros y declararon la guerra. Este año se cumple el 125º aniversario de un enfrentamiento que provocó la pérdida de las últimas posesiones españolas en América y el Pacífico y que dio pie al nacimiento de un nuevo imperio, el estadounidense. Ahora, el artículo Pecios de la escuadra del almirante Cervera en Santiago de Cuba, publicado por la Revista General de Marina, del Ministerio de Defensa, da cuenta del parque arqueológico subacuático en el que yacen —colapsados por el tiempo y por la historia— los restos de la que fuera la temida Escuadra de Operaciones de las Antillas: los cruceros acorazados Cristóbal Colón, Vizcaya, Almirante Oquendo, los destructores Furor y Plutón y el carbonero estadounidense USS Merrimac. Sin embargo, el buque insignia, el Infanta María Teresa, no se encuentra en aguas cubanas, sino que está hundido en Cat Island, en las Bahamas.

Ante la no disimulada escalada y presión bélica norteamericana (Estados Unidos había ya intentado en varias ocasiones comprar Cuba), el Gobierno de España envió preventivamente el 29 de abril una flota, mientras los estadounidenses mandaron dos claramente superiores técnicamente. Los EE UU habían declarado la guerra el 24 de abril con carácter retroactivo desde el 21 de ese mes, ya que ese día el cañonero USS Nashville había apresado al vapor español Buenaventura sin motivo alguno. El almirante Pascual Cervera y Topete, ante la superioridad tecnológica y de fuego estadounidense, decidió no presentar batalla, sino mantener a resguardo sus barcos en puerto de Santiago de Cuba. La escuadra de Estados Unidos, por su parte, se mantenía en alerta en el exterior de la bocana.

El 3 de junio de 1898 el teniente Hobson, acompañado de siete hombres, intentó hundir el carbonero estadounidense USS Merrimac para impedir una posible salida de los buques de Cervera en la bahía de Santiago de Cuba; pero los españoles se adelantaron y lo echaron a pique en un lugar que no impedía la navegación. Teodoro Rubio Castaño, autor del informe y el único español que ha buceado entre todos los pecios del llamado Desastre del 98, recuerda que el “Merrimac yace desde entonces en el lecho fangoso, entre los 16 y los 23 metros de profundidad, perpendicular a la línea de costa”. “Su casco de acero se encuentra bastante bien conservado a pesar de los 125 años que lleva hundido, e impresiona la oscuridad de su interior, que le da un aspecto fantasmagórico”, dice.

En 1892, la corbeta española Nautilus dio la vuelta al mundo. Su capitán, Fernando Villaamil, visitó así los arsenales de la Marina de Guerra estadounidense en Filadelfia. Quedó sorprendido al descubrir “el nivel de eficiencia de sus buques, la última expresión de la arquitectura naval”. Desconocía que esos mismos barcos de guerra acabarían con el destructor Furor y le costarían la vida. El Furor está hundido frente a la playa de Mar Verde, cerca de Santiago de Cuba, a una milla de la costa aproximadamente. El pecio yace a una profundidad de entre 24 y 27 metros sobre un fondo arenoso con bastantes formaciones coralinas. El navío estalló antes de su completo hundimiento, por lo que en el fondo no se distingue la típica silueta de un barco.

En la noche del 3 de junio de 1898 el destructor Plutón logró torpedear al carbonero norteamericano USS Merrimac. Después, su capitán, y ante la superioridad estadounidense, decidió embarrancarlo entre las playas de Buey Cabón y Rancho Cruz. Pero debido a la falta de profundidad y a los envites del Caribe está irreconocible. Solo permanecen los restos de sus máquinas, bielas, toberas, proyectiles y un sinfín de objetos metálicos de lo que fuera la estructura. Los cuatro o cinco metros de fondo arenoso a los que se halla y su proximidad a la costa permiten que se pueda visitar con o sin equipo de buceo autónomo.

Faja acorazada de la banda de babor del acorazado 'Vizcaya', en la bahía de Santiago.

Restos de la cubierta del acorazado ‘Vizcaya’. VICENTE GONZÁLEZ DÍAZ

Por su parte, Juan Bautista Lazaga, máximo responsable del crucero Almirante Oquendo, sabía que las posibilidades de salir con vida de la batalla eran mínimas. “Sea cual fuere el resultado del primer encuentro, juro no arriar el pabellón español, y demostraré a ese enemigo odioso que los hijos de esta tierra hidalga saben morir antes que rendirse”. Y así fue. Falleció en la batalla.

El pecio del Oquendo está situado frente a la playa de Juan González, a unos cien metros de la orilla y a una profundidad de entre 8 y 14 metros. De él emerge casi en su totalidad el cañón González Hontoria de 280 milímetros y parte del de proa, proporcionando una visión exterior espectacular. Su estado general es considerablemente bueno, a pesar de la poca profundidad a la que se encuentra y a estar sometido a la presión de las rompientes de los temporales. “Se aprecia casi toda su eslora de 103 metros de longitud y está apoyado en su quilla sobre un lecho de arena”, explica Rubio Castaño.

El crucero Vizcaya sufrió varias explosiones y un incendio, por lo que terminó embarrancado frente a la playa de Aserradero, a media milla de la costa. Está incrustado en un arrecife paralelo a tierra. “Es todo un espectáculo introducirse en la barbeta [parapeto del cañón] que permanece fuera del agua y tener la misma visión que tuvieron en su día los artilleros españoles. Es impresionante recorrer su cubierta colapsada a lo largo de toda la eslora y apreciar las varengas [pieza curva de la quilla] de su coraza de acero, sus calderas reventadas por la acción del mar y del tiempo y una de sus enormes anclas de almirantazgo, de la que cuelga una cadena de inmensos grilletes”.

Imagen del destructor 'Furor'.

Imagen del destructor ‘Furor’.

El comandante Cousteau, en su documental Cuba: las aguas del destino, describió el pecio del crucero Colón así: “Atravesando la barrera del tiempo, flotamos sobre la irreconocible chimenea que impulsó al Colón en una carrera por la supervivencia, que estaba perdida de antemano. Perseguido, el pesado crucero, acabó sucumbiendo”. Se encuentra en la desembocadura del río Turquino, a unas 48 millas náuticas de la bahía de Santiago de Cuba y a unos 64 metros de la costa, a una profundidad de entre nueve metros la popa y 32 la proa. Los restos yacen sobre un lecho de arena, siendo su estado general bueno, a pesar de los 125 años transcurridos desde su hundimiento, ya que la profundidad ha protegido al Colón de la erosión de las rompientes, conservando casi todo el pecio de una sola pieza, pues su superestructura ha resistido el paso del tiempo y los envites de los huracanes. De hecho, son visibles hoy en día las escotillas de bronce, piezas de artillería Armstrong de 152 y 120 mm, algunos cañones de tiro rápido Nordenfelt de 57 y 37 mm y muchas balas del calibre 7,62 para el fusil Mauser modelo 1893, que los marineros españoles nunca pudieron disparar.

En 2015, las aguas donde se produjo el enfrentamiento fueron declaradas Monumento Nacional y denominadas Parque Arqueológico Subacuático Batalla Naval de Santiago de Cuba 1898. Es la huella sumergida de la valentía y del fin de un imperio.

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El Grupo de Investigación Estados, Naciones y Soberanías (GRENS) de la Universitat Pompeu Fabra invita a los interesados a participar en un taller internacional que organiza titulado Imperio a Imperio: La Guerra HispanoEstadounidense y el Tratado de París (1898) Revisitado. Éste será en formato  virtual el 14 de diciembre del presente año. Quienes estén interesados en presentar propuestas tienen hasta el 15 de setiembre para hacerlo. 


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Convocatoria para la presentación de resúmenes para el taller internacional virtual «Empire to Empire: The Spanish-American War and the Treaty of Paris (1898) Revisited»

Fecha: 14 de diciembre de 2023

Fecha límite: 15 de septiembre de 2023

El Grupo de Investigación Estados, Naciones y Soberanías (GRENS) de la Universitat Pompeu Fabra tiene el placer de invitarle a un taller sobre la Guerra Hispano-Estadounidense (1898) y sus secuelas desde una perspectiva global. El Tratado de París puso fin al dominio imperial español en el Caribe y el Pacífico, y tradicionalmente se ha visto como una señal del ascenso de los Estados Unidos como potencia global. El taller también profundizará en las revoluciones en Cuba y Filipinas, destacando las complejidades y las confluencias del conflicto y la colaboración imperial entre Estados Unidos y España.

Invitamos a trabajos de veinte minutos (3.000 palabras). Los temas relacionados con el estudio de la(s) guerra(s) y el Tratado de París (1898) pueden incluir, pero no se limitan a:

  • Circulación de ideas y políticas
  • El papel de los medios de comunicación, incluidas las caricaturas
  • Las mujeres y la resistencia
  • Impacto en las identidades nacionales
  • Intercambios culturales
  • Continuidades legales y militares
  • Imperio y raza

Las ponencias se pueden presentar en inglés, castellano y catalán. El taller abarcará una amplia gama de perspectivas y alentará las presentaciones de académicos pertenecientes a grupos minoritarios subrepresentados. Reconociendo la diversidad geográfica y las diversas zonas horarias de nuestros participantes potenciales, estamos comprometidos a crear un calendario de talleres inclusivo y factible.

Invitamos a los académicos a enviar un resumen de 250 palabras y un breve CV antes del 15 de septiembre de 2023 a Gerard Llorens (gerard.llorens@upf.edu). Los avisos de aceptación se enviarán a finales de septiembre. El taller tendrá lugar como un evento en línea el 14 de diciembre de 2023. No hay cuotas de inscripción asociadas con el taller.

Se pedirá a los participantes que envíen sus documentos para su distribución previa dos semanas antes del taller. En una etapa posterior, existe la posibilidad de un número especial  de la revista del GRENS con artículos seleccionados del taller.

Información de contacto

Gerard Llorens

Investigador postdoctoral

Universitat Pompeu Fabra

Correo electrónico de contacto

gerard.llorens@upf.edu


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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En conmemoración del aniversario ciento veinticinco del inicio de la guerra hispano-cubano-estadounidense, la National Portrait Gallery del Smithsonian anuncia la inaguración de una exhibición llamada “1898: U.S. Imperial Visions and Revisions of the United States”.

La pinic war, como la llamó un  alto funcionario del gobierno estadounidense, es uno de los conflictos más cortos y exitosos en la historia de Estados Unidos. Con una fuerza asombrosa, la Marina de guerra estadounidense arrazó a su homóloga española, llevando a Estados Unidos a convertirse en un «imperio insular». Esta guerra cambió la historia no solo de los estadounidenses, sino también de los españoles, cubanos, filipinos, hawaianos, puertorriqueños  y chamorros.

De acuerdo con la nota de prensa del Smithsonian, la exhibición, inagurada el 28 de abril pasado, estará disponible hasta el 25 de febrero de 2024. Quienes estamos lejos de Washington D.C. podremos acceder a ésta a través de su sitio web.


National Portrait Gallery (United States) - Wikipedia

La Galería Nacional de Retratos presenta “1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” del 28 de abril al 25 de febrero de 2024

Smithsonian Museum    28 de marzo 2023

Comunicado de prensa

La National Portrait Gallery del Smithsonian Museum ha anunciado la inauguración de una exhibición titulada “1898: Imperial Visions and Revisions of the United States”, que marca el 125 aniversario del año en que Estados Unidos adquirió territorios de ultramar y emergió como una potencia mundial. Inaugurada el 28 de abril, “1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” es la primera gran exposición del Museo Smithsonian que examina la Guerra de 1898 (a menudo llamada la Guerra Hispano-Estadounidense), la Resolución Conjunta del Congreso para anexar Hawai’i (julio de 1898), la Guerra Filipino-Estadounidense (1899-1913) y el legado de este controvertido capítulo de la historia. A través de la lente del retrato y la cultura visual, esta exposición de más de 90 objetos presenta las perspectivas de aquellos que abogaron por la expansión en el extranjero, aquellos que se opusieron y aquellos que trataron de tener agencia sobre su futuro político cuando Estados Unidos trajo a Cuba, Guam, Hawai’i, Puerto Rico y Filipinas a su esfera de poder.

“1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” es co-curada por Taína Caragol, curadora de pintura, escultura y arte e historia latinos, y Kate Clarke Lemay, historiadora, con la asistencia de Carolina Maestre, asistente curatorial de arte e historia latina. El público en línea tendrá acceso a los componentes de la exposición y recursos educativos a través de un sitio web dedicado en inglés y español con traducciones de textos de la exposición disponibles en Chamoru, filipino y ʻŌlelo Hawai’i. Una vista previa de prensa de la exposición con los curadores se llevará a cabo el jueves 27 de abril, de 10 a 11:30 a.m. RSVP a duncanc@si.edu.

“En 1898, Estados Unidos comenzó a emerger como una potencia mundial, empleando una flota naval recién modernizada para enfrentar y derrotar a la armada española tanto en Manila como en Cuba”, dijo Lemay. A medida que el país se expandió a través de la toma de territorios de ultramar, incluido Hawai’i, también buscó controlar el acceso al mar, un esfuerzo que culminó con la construcción del Canal de Panamá en 1913. El año 1913 también fue testigo de las escaramuzas finales de la guerra filipino-estadounidense, un conflicto cuya brutalidad conmocionó a muchos e incurrió en vehementes debates en los Estados Unidos sobre el imperialismo. Aunque a menudo se pasa por alto, este período de la historia de Estados Unidos fue fundamental en términos del surgimiento del país como potencia mundial, y sus consecuencias continúan influyendo en las políticas internacionales.

“1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” posiciona a 1898 como el ápice de la trayectoria de expansión territorial de la nación que se remonta a la fundación de las Trece Colonias. La exposición ancla la historia de 1898 en el desplazamiento y la guerra contra las naciones nativas americanas y examina cómo esa expansión llegó a los territorios de ultramar.

USS Maine (ACR 1)

El Maine hundido en la bahía de la Habana

El hundimiento del USS Maine en el puerto de La Habana hacia el final de la Guerra de Independencia final de Cuba (1895-98) proporcionó la justificación para que Estados Unidos interviniera militarmente en Cuba. Si bien la explosión del barco probablemente fue causada por la explosión de sus calderas, muchos en los Estados Unidos culparon a España, allanando el camino para que Estados Unidos tomara tierras controladas por los españoles en el Caribe y el Pacífico.

La Guerra de 1898 y la subsiguiente Guerra Filipino-Estadounidense (1899-1913) permitieron a los Estados Unidos afirmar el control sobre Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. En el transcurso de la Guerra de 1898, los Estados Unidos también anexaron Hawai’i por resolución conjunta del Congreso.

“1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” yuxtapone retratos de figuras clave en los debates estadounidenses sobre la expansión en el extranjero con los de reformistas y luchadores por la libertad como José Martí de Cuba, Eugenio María de Hostos de Puerto Rico, José Rizal de Filipinas y Padre José Bernardo Palomo de Guam. Para abordar el derrocamiento y posterior anexión de Hawái en julio de 1898, la exposición incluye un retrato venerado de la reina Liliʻuokalani, la única reina reinante del Reino de Hawái y su última monarca soberana. Prestado por los Archivos Estatales de Hawái, con el apoyo del Palacio ‘Iolani y las Sociedades Benéficas Reales de Hawái, esta es la primera vez que el retrato estará a la vista fuera de la patria de la realeza.

“En Estados Unidos, la Guerra de 1898 y la expansión territorial que produjo han sido aclamadas como un triunfo que marcó el comienzo de una era de poder global de Estados Unidos”, dijo Caragol. Sin embargo, este período histórico también fue testigo de un intenso debate, cuando muchos en los Estados Unidos y en las tierras que se apoderó preguntaron: ¿Cómo podría una nación nacida de una lucha anticolonial tomar posesión territorios de ultramar? ¿Iba esto en contra de los valores fundacionales de libertad del país? Esta exposición se centra en esos debates y señala sus consecuencias”.

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“1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” presenta objetos e investigaciones desarrolladas a partir de visitas curatoriales a 74 colecciones de todo el mundo. Las semejanzas de individuos están acompañadas por pinturas de género y paisajes marinos de varias batallas. Las obras de arte de los principales artistas de época Winslow Homer, Armando García Menocal, Juan Luna, Francisco Oller y Cestero, John Singer Sargent y Frederic Remington están a la vista junto con documentos de archivo. Mapas, juegos de mesa, ilustraciones de revistas y caricaturas ilustran cómo se utilizaron las imágenes para obtener apoyo público para los esfuerzos expansionistas del gobierno.

“1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” es posible gracias a la generosidad de la Fundación Andrew W. Mellon, Ann S. y Samuel M. Mencoff, Luis A. Miranda, Jr., la Fundación de la Familia Miranda, la Fundación Terra para el Arte Americano y muchos otros partidarios. La exposición recibió apoyo federal del Latino Initiatives Pool, administrado por el Smithsonian Latino Center, y del Asian Pacific American Initiatives Pool, administrado por el Smithsonian Asian Pacific American Center. “1898: U.S. Imperial Visions and Revisions” se presenta en consulta con un comité asesor de académicos de diversos orígenes y especialidades, en particular Silvia Álvarez Curbelo, David Aiona Chang, Jorge Duany, Anne Perez Hattori, Kristin L. Hoganson, Brian M. Linn, Ambeth Ocampo, Lanny Thompson y Neil Weare. Un nuevo libro, copublicado por la National Portrait Gallery y Princeton University Press y editado por los curadores de la exposición, incluirá textos de Caragol, Lemay, Maestre y seis académicos externos: Duany, Theodore S. Gonzalves, Hoganson, Healoha Johnston, Paul A. Kramer y Weare. 1898: Visual Culture and U.S. Imperialism in the Caribbean and the Pacific está programado para estrenarse en el verano de 2023.

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Galería Nacional de Retratos

La Galería Nacional de Retratos del Smithsonian cuenta la historia multifacética de los Estados Unidos a través de los individuos que han dado forma a la cultura estadounidense. Abarcando las artes visuales, las artes escénicas y los nuevos medios, la Galería de Retratos retrata a poetas y presidentes, visionarios y villanos, actores y activistas cuyas vidas cuentan la historia de la nación.

La Galería Nacional de Retratos está ubicada en las calles Octava y G N.W., Washington, D.C. Smithsonian Information: (202) 633-1000. Conéctate con el museo en npg.si.edu y  en Facebook, Instagram, Twitter y YouTube.


Traducido por Norberto Barreto Velázquez

 

 

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USS Maine (ACR 1)

Rickover y el hundimiento del USS Maine

16 de febrero de 2023

Una de las ventajas de administrar un blog es que no estás limitado por los parámetros de publicación que caracterizan a otros tipos de medios. Básicamente, puedo hacer lo que quiera, como reseñar un libro “viejo”. En setiembre de 1974, el Almirante H. G. Rickover leyó un artículo publicado en el diario Washington Star-News titulado “Returning to the Riddle of the Explosion that Sunk the Maine”. Su autor, John M. Taylor, planteaba la necesidad de resolver el misterio del hundimiento del USS Maine. Enviado a la Habana para presionar a los españoles a lograr la pacificación de Cuba, el Maine explotó el 15 de febrero de 1898, matando a 266 marinos estadounidenses. Esta tragedia llevó a una corta, pero muy importante guerra que cambió la historia de Estados Unidos, España, Cuba, las Filipinas, Guam y Puerto Rico. Desde entonces el porqué de la destrucción del acorazado ha generado intensas discusiones, colocando la explosión del Maine junto al asesinato de Kennedy, el ataque a Pearl Harbor y  9/11 como uno de los grandes “misterios” de la historia estadounidense. De ahí que se hayan desarrollado teorías conspiratorias que acusan a los estadounidenses de la voladura del acorazado y que alegan que la mayoría de los marinos de eran negros, entre otras cosas.[1]

How the Battleship Maine Was Destroyed : Rickover, Hyman George: Amazon.de:  BücherIntrigado por el artículo de Taylor, Rickover inició su propia investigación que culminó en 1976 con la publicación del libro How the Battleship Maine was Destroyed (Washington: Naval History Division, U.S. Govertment Printing Office, 1976). Gracias a un trabajo de Dana Wegner[2] conocía de la existencia de este escrito, pero no había podido acceder al libro. Esto cambió el año pasado, pues pude comprar una copia de la reimpresión del libro de Rickover publicada por la Naval Institute Press (Annapolis: 1995). Tras disfrutar de su lectura lo voy a reseñar.

Hay que comenzar con una pregunta básica: ¿quién fue el Almirante H. G. Rickover? La respuesta más sencilla es que es el padre del programa de submarinos nucleares de la Marina estadounidense, pero me quedaría corto. Rickover fue un marino de carrera que nació en Polonia, pero emigró a Estados Unidos a muy corta edad. Graduado de la Naval Academy en 1918, Rickover se incorporó a la Marina como oficial. En 1930 obtuvo una Maestría en ingeniería eléctrica de la Universidad de Columbia. Durante gran parte de la segunda guerra mundial, Rickover trabajó en el Bureau of Engineering en Washington, D.C como jefe adjunto de la sección eléctrica del Bureau of Engineering. Después de la guerra se convirtió en un promotor del uso de la energía nuclear para propulsión marítima. Sus esfuerzos culminaron con la botadura del USS Nautilius, el primer submarino propulsado por energía atómica, cuyo diseño y construcción dirigió. Admirado y respetado, Rickover se retiró de la Marina en 1982 con el rango de Contralmirante de cuatro estrellas, después de 63 años servicio.

Para indagar las causas del hundimiento del Maine, Rickover contó con la ayuda de un equipo de investigadores. Dos de ellos eran historiadores: el Dr. Francis Duncan y Dana Wegner, ambos empleados del US Navy. Duncan trabajó en la Atomic Energy Commission y en 1991 publicó un libro titulado Rickover and the Nuclear Navy: The Discipline of Techonology (Annapolis: Naval Institute Press). Este trabajo ganó el Theodore and Franklin D. Roosevelt Naval History Prize de 1991. Wegner era Curador de Maquetas de Buques para la Armada de Estados Unidos y autor de Fouled Anchors: The “Constellation” Question Answered (Bethesda: David Taylor Research Center, 1991). Ambos trabajaban para Rickover y se encargaron de la parte histórica de la investigación.

Para atender los temas técnicos, el almirante contó con la ayuda de  dos ingenieros: Ib Hansen y Robert Price. Hansen era ingeniero civil y estructural, especializado en el análisis de estructuras de barcos expuestas por explosiones. Price era un ingeniero químico y experto en la fotografía de explosiones submarinas.

Hyman Rickover Interview Techniques

Almirante H. G. Rickover

Tras la explosión del Maine se llevaron a cabo dos investigaciones: una por la Marina estadounidense y otra por las autoridades españolas. Ambas se realizaron en medio de un periodo muy tenso que presagiaba una guerra. La comisión investigadora española llegó a la conclusión que la destrucción del Maine había sido provocada por un accidente. La comisión estadounidense contó con los dibujos y testimonios de los busos que examinaron los restos del acorazado. También testificaron los sobrevivientes de la tripulación del barco, incluyendo a su capitán Charles D. Sigsbee. Los estadounidenses concluyeron que el Maine había sido hundido por una mina. Aunque su informe no identificaba a los perpetradores del atentado, su conclusión hizo inevitable la guerra hispano-cubano-estadounidenses.

En 1911 el Congreso aprobó fondos para reflotar y remover los restos del Maine de la bahía de la Habana.  Rickover describe con gran precisión los detalles técnicos de este proceso. También fue nombrada una comisión investigadora para que examinara los restos de barco y determinara las causas de su destrucción. Aunque fueron invitados, los españoles se negaron a participar de esta segunda investigación. La comisión investigadora de 1911 contó con la ventaja de que pudo ver los restos del barco, que además fueron fotografiados antes de ser removidos de la Habana y hundidos a cuatro millas de la costa cubana el 16 de marzo de 1912. En su informe final esta comisión confirmó las conclusiones de su homóloga de 1898: el Maine fue hundido por una mina.

The USS Maine And The Real Story Behind Its Explosion

USS Maine

Rickover rechaza las conclusiones de ambas investigaciones, señalando que “there is no evidence that a mine destroyed the Maine”. (91) Para ello se fundamenta en un informe técnico preparado por Hansen y Price – incluido como una apéndice del libro– basado en el análisis de las fotos tomadas en 1911 y de la documentación recopilada por las dos comisiones estadounidenses. Para Hansen y Price, la destrucción del Maine fue causada por una explosión interna en los polvorines del barco. En otras palabras, una accidente y no un ataque premeditado.

Para Rickover, la principal falla de las dos investigaciones estadounidenses estuvo en la ausencia de asesoría técnica. Tanto la comisión investigadora de 1898 como la de 1911 estuvieron integradas por marinos de carrera, con amplia experiencia naval, pero sin el conocimiento técnico necesario para examinar los restos del Maine y llegar una conclusión acertada de las causas de su destrucción. ¿Cómo explica el almirante esta seria falla? Según él, en la investigación de 1898 privó la prisa de llegar a un dictamen, pues la presencia de técnicos hubiera atrasado el desarrollo de la investigación en un contexto de urgencia nacional por determinar qué le había ocurrido al Maine. Rickover señala, además, que “the court´s verdict of an external explosion was on that could be expected” por tres razones: la tensión existente en las relaciones españolas-estadounidenses, la actitud patriótica y guerrerista de gran parte de la opinión pública, la prensa y el Congreso estadounidenses, y que se quería evitar que la culpa de la destrucción del Maine cayera sobre la Marina. Según el almirante,

“Had the ship blown up in an American or friendly foreign port, and had the same type of damage occurred, it is doubtful that an inquiry would have laid the blame on a mine. The finding of the court of 1898 appears to have been guided less by technical consideration and more by the awareness that war was now inevitable”. (95)

USS Maine Disaster

Reflotando el Maine, 1911

Aunque la comisión de 1911 no estaba bajo la presión de una guerra inminente, confirmó las conclusiones de la investigación de 1898. Tampoco contó con la asesoría de expertos. Según Rickover, solo habían transcurrido 13 años desde que el hundimiento del Maine había llevado a Estados Unidos a una guerra con España y “it would have been difficult for the Board to raise the issue whether the nation and its constitued authorities had made a grave error in 1898”. (97) En otras palabras, cuestionar que el Maine había sido destruido por una mina era políticamente incorrecto.

Podríamos entonces concluir, que el trabajo, tanto de la comisión de 1898 como la de 1911, estuvo determinado, no por factores técnicos, sino políticos.

Para terminar, debo señalar que el libro está acompañado de fotos, gráficos, dibujos, diagramas, planos y una sección de apéndices, que enriquecen esta obra. A pesar de la seriedad y profundidad de este estudio, su publicación no acabó con el debate en torno a qué ocurrió la noche que el Maine explotó en la Habana. Las teorías de conspiración no han desaparecido, sobre todo, aquellas que buscan por razones ideológicas, culpar al gobierno de Estados Unidos de la destrucción del Maine

Dr. Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de febrero de 2023

[1] Para un examen de las diversas explicaciones dadas a la tragedia del Maine pueden consultar la entrada del 23 de octubre de 2021 titulada El acorazado norteamericano Maine: ¿qué sucedió?.

[2] Wegner, Dana, “New Interpretations of How the Maine was Lost”,  en Edward J. Marolda. Theodore Roosevelt, the U.S. Navy, and the Spanish-American War. New York: Palgrave, 2001, 7-17.

 

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80grados+ – PRENSA SIN PRISA

Comparto este artículo del Dr. Juan José Vélez Peña, enfocando el impacto en las  políticas educativas del proceso de transculturación al que los estadounidenses sometieron a Puerto Rico a partir de 1898. El autor también en enfoca la apropiación por las autoridades coloniales y sus colaboradores puertorriqueños  de la música popular afro-puertorriqueña.

Vélez Peña es doctor por la Universidad de Bremen en Alemania.


Genealogía de políticas educacionales y la colonialidad en Puerto Rico

Juan José Vélez Peña

Revista 80 grados  1 de abril de 2022

Introducción

En el siguiente texto analizaré el trasfondo sociohistórico y cultural de las políticas educacionales implementadas por el poder colonial norteamericano en Puerto Rico. Al final tematizaré brevemente la rearticulación discursiva de la música afropuertorriqueña como parte de las políticas pedagógico-educativas aludidas. Esto lo hago por la importancia que asume la reapropiación de la música popular, en toda Latinoamérica, por parte de discursos oficiales, como campo de implementación de políticas educacionales destinadas a diseñar una identidad nacional esencialista, homogenizada, en favor de proyectos coloniales, o bien, neocoloniales.

Aunque la reformulación de estas expresiones musicales fue llevada a cabo asumiendo que éstas eran el medio idóneo para acelerar el proceso de transculturación de los puertorriqueños, nunca han sido absorbidas ‘totalmente’ por las instancias que intentan instrumentalizarlas. Las prácticas musicales afropuertorriqueñas siempre se han ejercido logrando concretizar espacios de resistencia y contestación sociocultural. Su rearticulación discursiva ha tenido resultados hasta cierto punto paradójicos, contrarios a las metas perseguidas.

El texto consta de dos partes. En la primera, esbozo una contextualización histórico social de las estrategias pedagógicas colonizantes implementadas. En la segunda, procedo a describir la rearticulación de la música afropuertorriqueña por iniciativas pedagógicas.

Contextualización histórico-social

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, luego de la guerra e invasión en 1898 y del paso del colonialismo español al norteamericano, Estados Unidos de inmediato inició un proceso de usurpación económica e inferiorización sociocultural de los puertorriqueños. Como parte de esta estrategia el poder colonizante impuso el inglés como idioma oficial. Situación que perduró hasta los años 50 del siglo XX, cuando se restauró el español como lengua oficial. Esta fue una de muchas medidas político-administrativas llevadas a cabo para impulsar la asimilación de los valores foráneos provenientes del nuevo régimen.

Sin embargo, desde comienzos los puertorriqueños se enfrentaron a un profundo prejuicio racial. Pues, las autoridades norteamericanas no solo se valían de una racialización jerarquizada en la que los boricuas eran clasificados como >negros<, ubicándolos en la posición más inferior de su escala de valores, sino también, se entendía que eran transmisores del elemento cultural español, pueblo que consideraban decadente.[i]

Convencidos de su supuesta ‘superioridad’ cultural y religiosa, ocultando su política expansionista imperialista bajo el manto ideológico del destino manifiesto, iniciaron una serie de medidas ‘educacionales’ y culturales dirigidas a lograr la transculturación de los puertorriqueños.[ii]

El proceso de transculturación iniciado por el poder imperial norteamericano fue llevado a cabo por dos motivos principales. Por un lado, se realizó para justificar la invasión, sugiriendo que la sociedad y cultura puertorriqueña se caracterizaba por ser una arcaica y retrógrada, fruto del colonialismo español, situación que había que cambiar. Por el otro, para favorecer la aceptación pasiva por parte del pueblo al ‘renovado’ proyecto colonial, y así lograr instaurar y afianzar su hegemonía.

Desde sus comienzos, el proyecto de educación norteamericano en la isla se muestra como claro ejemplo político-social de imperialismo cultural. No obstante, es de notar que se trataba de un proyecto sumamente contradictorio. Pues se suponía que los puertorriqueños fueran ‘americanizados’ por quienes los despreciaban.[iii]

En este contexto no sorprende que, en caricaturas de la época, Puerto Rico sea representado por una figura infantil, acompañada por un Tío Sam bondadoso, generoso y condescendiente, pero dispuesto a civilizarlos, aun si fuera necesario hacerlo con mano dura.

Caricatura de 1899 de Louis Dalrymple archivada en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

 La imagen muestra un salón de clases adornado con la bandera norteamericana. En este espacio, dividido entre alumnos ejemplares sentados en butacas individuales equipadas con escritorio y los otros que han sido sentados, todos juntos, en un banco sin escritorio, directamente frente al profesor, bajo su vigilante y amenazante mirada. El profesor está representado por el tío Sam. Medio inclinado sobre su escritorio, mirando de forma hostil a los nuevos, demuestra su antipatía frente a éstos. Con un gesto abiertamente represivo, gesticula con una vara disciplinaria que lleva en su mano derecha, como advirtiéndoles lo que les espera, de no adaptarse y seguir sus reglas.

Los nuevos alumnos, representados como niños de tez oscura y pelo revuelto, están etiquetados con el nombre de sus países de proveniencia: Cuba, Puerto Rico, Hawái y Filipinas. Las nuevas colonias, trofeos de guerra, luego del conflicto con España en 1898. En sus caras se puede claramente leer su infelicidad y en su postura su miedo. En la parte trasera del salón, podemos ver el resto de la clase, compuesto por niños de complexión angloamericana. Todos irradian felicidad y disciplina, leyendo concentrados. Los libros que sostienen en sus manos llevan como título: California, Texas, Nuevo México, Arizona y Alaska, simbolizando la pertenencia de estos niños a los nuevos territorios anexionados adquiridos a mediados del siglo XIX por los EEUU, en gran parte como resultado de su guerra contra México.

Al fondo, un niño afro-estadounidense trabaja. Lo vemos limpiando una ventana, mirando intimidado lo que sucede con los nuevos. Junto a la puerta, vemos a un niño nativo norteamericano sentado solo. Obviamente no ha logrado ser integrado, pues el libro que pretende leer, titulado “ABC”, está puesto de cabeza. Fuera del salón, a través de la puerta, podemos ver a otro niño. Se trata de un niño chino, que, libro en mano, o bien ha llegado tarde, o aparentemente está esperando ser incluido en la escuela del Tío Sam.

En el libro ubicado sobre el escritorio del tío Sam podemos leer su título: “Primeras lecciones de Estados Unidos sobre gobierno propio”. El texto que acompaña la caricatura indica lo siguiente: Tío Sam (a su nueva clase de Civilización): Ahora, niños, deben aprender estas lecciones, ¡quieran o no! Pero echen un vistazo a la clase frente a ustedes, y recuerden que en un momento, ¡estarán tan contentos de estar aquí como lo están ellos!

La caricatura, una de tantas publicadas en periódicos y revistas publicadas a finales de 1890 y comienzos de 1900, muestra de forma ejemplar el discurso dominante norteamericano sobre la invasión de 1898 a Puerto Rico y a las otras excolonias españolas. En el mismo se sugiere que la “intervención” en la Guerra Hispanoamericana y la posterior ocupación de territorios en realidad se dio como acto de benevolencia, como parte de su misión de civilizar esos territorios y llevarles la democracia.

La propagación de este tipo de caricaturas racistas en los Estados Unidos formó parte de las estrategias destinadas a llevarle al pueblo norteamericano ese mensaje, para contribuir a convencerlo de la necesidad de apoyar la invasión y ocupación que estaba teniendo lugar. De ahí la representación de filipinos, hawaianos, cubanos y puertorriqueños como salvajes, que, gracias a la piedad y la benevolencia de sus invasores, iban a ser educados para que, en un futuro indefinido, lograran ser capaces de gobernarse por sí mismos. Y esto lo llevarían a cabo, aun si fuese necesario hacerlo por mano dura.

Otra muestra del desprecio racista de las autoridades norteamericanas frente a los puertorriqueños es el testimonio de no pocos de sus políticos.[iv] Muchos de los congresistas norteamericanos se expresaban con un abierto desprecio hacia los boricuas. El senador de Tejas Slayden, por ejemplo, al referirse a estos utilizó una metáfora, en aquel tiempo despectiva, hoy en día una noción generalizada en discursos culturales: la hibridez.

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Nosotros somos mayormente anglosajones mientras que ellos son una estructura mezclada con aportaciones liberales de sangre europea, asiática y africana. Ellos son en estos momentos mayormente híbridos. (Congressional Record, 1909: 2.921, p. 59.)

Rearticulación discursiva de la cultura musical afropuertorriqueña por parte de iniciativas pedagógicas estatales o privadas

El proceso de inferiorización cultural aludido fue articulado para conformar la base ideológica de un segundo proceso de inferiorización: el socio-económico. Este fue apoyado por medidas jurídicas que proveyeron el fundamento legal para la usurpación de la base económica del país. El mismo despertó la repulsión, protesta y rebelión del pueblo que una y otra vez se manifestó por medio de quemas de cañaverales y almacenes de tabaco y de café y a través de huelgas para mejorar las condiciones de trabajo y lograr obtener salarios justos.

Más tarde, a partir de mediados de los años 1950, luego de que movimientos políticos en favor de la independencia fueran violentamente reprimidos e inclusive muchos de sus miembros encarcelados o asesinados, comenzaron a surgir estrategias político-discursivas que, con el paso del tiempo, sustituyeron el hasta entonces dominante nacionalismo político por un nacionalismo de tipo cultural. Como parte esencial de ese proceso en el que se elaboraba una identidad nacional, proyecto cuyo norte consistía en integrar diferencias étnicas, sociales, de género y políticas en un discurso identitario homogéneo y monocultural, ya desde comienzos del siglo XX se creó e instauró la imagen de ‘la gran familia puertorriqueña’.

En Puerto Rico la metáfora la gran familia puertorriqueña muestra ejemplarmente cómo se expresa en nuestro medio el discurso multiculturalista neoliberal, basado en una universalidad abstracta. Este tópico es la versión boricua de la trillada democracia racial, sostenida por discursos de grupos criollos mestizos dominantes en Latinoamérica. Fue y continúa siendo lanzado por grupos de poder interesados en negar u ocultar la estratificación social en Puerto Rico y de negar la racialización jerarquizada, propia del racismo que sostiene las estructuras de dominio en el país.

División de Educación a la Comunidad - La escuela en la pantalla - YouTubeComo parte del proyecto pedagógico de elaboración e implementación de discursividades nacionalista-culturales por parte de la llamada cultura letrada, el Instituto de Cultura Puertorriqueño[v] y la División de Educación a la Comunidad, así como –más tarde– el Banco Popular de Puerto Rico asumieron un papel central. Desde allí se lanzaron y desarrollaron iniciativas (libros, películas, grabados, etc.) dirigidas a promover una imagen folklórica y blanqueada de las culturas musicales provenientes de las capas sociales bajas, mayormente compuesta por afropuertorriqueños.

Así se reformularon estos estilos, integrándolos, desde una perspectiva eurocéntrica, al canon estético, es decir, como manifestaciones de un primitivismo local que, de alguna manera, merecía ser tematizado. Pues estas ‘primitivas’ formas podrían servir de base, para – reelaborándolas– ‘elevarlas’ al arte.

Sin embargo, como indicamos anteriormente, la promoción y apoyo que recibieron los productos culturales subalternos, tuvieron efectos ambiguos para el proyecto de unificación identitario-cultural. Pues si bien la música popular boricua de ascendencia africana fue reformulada intentando folklorizarla, lo que desde una visión eurocéntrica implicaba su desvalorización, las investigaciones realizadas y la promoción de proyectos que se llevaron a cabo les fueron de gran provecho a los grupos subalternos de los cuales provenían. La documentación que se produjo contribuyó a la reafirmación de su diferencia como grupo, así como evidenció la diversidad cultural del país. La promoción de eventos culturales con música afropuertorriqueña les abrió plazas de trabajo a los músicos implicados, además de contribuir a la propagación de sus expresiones músico-culturales fuera de los grupos étnicos de los que provenían.

El proceso mediante el cual la música afropuertorriqueña fue rearticulada por discursos pedagógicos del Estado ha sido llamado de diferentes maneras por intelectuales puertorriqueños. Entre otras, se usan las expresiones “la institucionalización (del) poder colonial sobre lo puertorriqueño,” la “tecno-buroqueiñización del territorio no incorporado” (Enrique Toledo), “la identidad estatizada” (Elba Iris Pérez), “el dirigismo cultural” (Elba Iris Pérez), “el blanqueamiento” (Errol Montes-Pizarro) o “sponsored identities” (Arlene Torres). También fue certeramente denominado por Ramón López “oficialización estatal de la negritud.”

Precisamente quisiera terminar con una cita de Ramón en la que muy bien describe el proceso de rearticulación discursiva de la música afropuertorriqueña que acabo de presentar en esta segunda parte.:

A mediados de la década del 50 la plena puertorriqueña que por medio siglo había sido tocada-ejecutada (…) prohibida-aceptada y hasta insultada-elogiada fue por fin admitida-recogida en el inventario de ingredientes del Arte y la Cultura como parte de la incipiente oficialización estatal de la negritud como parte del mestizaje biológico-cultural puertorriqueño (…) Esta gestión condescendiente y ambigua pero fundamental y pionera se ubicó en los quehaceres institucionales de la División de Educación a la Comunidad y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. (…) Todos estos proyectos fueron montajes intencionales realizados con mucha dedicación y celo profesional.  (López, Ramón, 2015)

Bibliografía

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Hunt, M. 1987. Ideology and US Foreign Policy. New Haven: Yale University Press.

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Montes, Pizarro, Errol. 2012. “Viajes de la música afrodescendiente: Más allá de la
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puertorriqueño contemporáneo
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Puerto Rican family is really really black”. En A. Torres, & N.E. Whitteen, Blackness in Latin America and the Caribbean (págs. 287 – 306). Bloomington: Indiana University Press.

 Notas

 [i] Uno de los políticos norteamericanos, refiriéndose a la guerra hispanoamericana, se expresó de la siguiente forma sobre España: “España fue juzgada y convicta ante el foro de la historia. Su religión ha sido una obstinada intolerancia llena de hipocresía cuyos sacramentos han sido solemnizados por la perversión y la tortura. Su liderazgo político internacional ha sido la infamia; su diplomacia la hipocresía; sus guerras masacres, su supremacía ha sido una afrenta y una maldición que ha condenado los continentes a la esterilidad y sus habitantes a la muerte”. (Hunt, 1987: 58; 46-91)

[ii] Como es conocido, el concepto transculturación fue acuñado por el antropólogo y etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz en la primera mitad del siglo XX en oposición al criterio asimilacionista del concepto aculturación, utilizado por la antropología cultural estadounidense. Según su concepción: “…el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz anglosajona acculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación. Al fin, como bien sostiene la escuela de Malinowski, en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos.” Ortiz, Fernando (2002 [1940]): Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (Advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), Madrid: Cátedra, S. 260.

[iii] Según el discurso racista de las autoridades norteamericanas, desde el principio los puertorriqueños habían sido desafortunados. Pues se nutrieron de la cultura occidental a través de España, cuya civilización consideraban degenerada. De ahí que consideraran como necesario y urgente adelantar su proceso civilizatorio con la noble ayuda del “genio del pueblo norteamericano”. (Cf. Congressional Record, 1909: 3.632)

[iv] Otro ejemplo del racismo institucional norteamericano es el del Senador Kennedy de Ohio para el que el pueblo puertorriqueño era incapaz de ejercer el autogobierno: “El gran error que hemos cometido es asumir que los puertorriqueños tienen siquiera una pizca de capacidad para poder gobernarse por sí mismos. Si hubiésemos considerado la historia hubiésemos aprendido que de todas las razas los españoles son los que menos capacidad tienen para gobernarse”. (Congressional Record, 1909: 2.928, p. 59.)

[v] “Un grupo de prominentes líderes y educadores del PPD, preocupados por la creciente americanización y por lo que denominaban la erosión del patrimonio cultural (que generaba el proceso de industrialización), se dedicó a organizar entre círculos oficialistas un movimiento de afirmación de los valores y la creación cultural puertorriqueña. Este proyecto de promoción de una ‘cultura nacional’ como parte de la estructura política del Estado Libre Asociado (…) se cristalizó mediante la creación, por ley de 1955, del Instituto de Cultura Puertorriqueña.” Toledo-Hernández, Enrique. 2001 La burocratización del poder colonial: de la americanización a la tecno-buroqueiñación del territorio no incorporado de Puerto Rico y el informe del “Task Force” de la Casa Blanca sobre el estatus político de Puerto Rico.  Río Piedras: Archivo Sociedad Sinergia, p. 40.

[vi] Según Ramón en una conversación que tuvimos en su casa en Barranquitas en 2018.

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El Instituto Franklin de la Universidad del Alcalá de Henares (IF-UAH)  es la única institución universitarias española dedicada a la investigación y docencia graduada de temas relacionados con  Estados Unidos.  Fundado en 1987, el IF-UHA posee un programa de Maestría en estudios norteamericanos, grupos de investigación, una editorial y programas de becas de estudio e investigación. Además, de una colección de libros, publica varias revistas (Tribuna Norteamericana, Revista Española de Estudios Norteamericanos (REDEN) y Camino Real Estudios de las Hispanidades Norteamericanas) y posee una bitácora (Diálogo Atlántico). Envidiable para quienes, desde el subdesarrollo económico y mental, buscamos desarrollar la investigación y el estudio de Estados Unidos con un óptica latinoamericana.

En esta corta nota publicada en Diálogo Atlántico, el Dr. Ignacio Uría comenta el proceso que llevó a la creación e imposición al pueblo cubano de la enmienda Platt. Uría recoge muy bien el juego de intereses económicos, ideológicos, estratégicos  y raciales   que determinaron el desarrollo de las relaciones cubano-estadounidenses en un momento crucial de la historia de Cuba.

Este análisis les sirve de base para introducir su libro Viento norte. La primera ocupación militar norteamericana de Cuba (1899-1902), co-editado por la editorial  Los Libros de la Catarata y el Instituto Franklin-UAH como parte de la Colección de Estudios Norteamericanos. Esta obra será presentada mañana miércoles 19 de enero a las 7:30PM (hora de Madrid)  en el Congreso de Diputados de España. Desafortunadamente no habrá transmisión en línea de esta actividad.

Ignacio Uría es profesor contratado  de la Universidad de Alcalá y  Doctor por la Universidad de Navarra. Ha sido Visiting Researcher en Georgetown University  y Senior Associate Researcher en el Cuban Studies Institute.


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Estados Unidos en Cuba: ¿anexión o independencia?

Ignacio Uría

Diálogo Atlántico     18 de enero de  2022

España perdió Cuba en 1898 y, partir de ese momento, la Isla dejó de interesarle a la gran mayoría de los españoles. Por eso, el periodo posterior a la derrota apenas se conoce en nuestro país. Sin embargo, se trató de una etapa clave para los cubanos, para Estados Unidos y para los doscientos mil españoles (el 10 % de la población) que se quedaron allí.

Entre 1899 y 1902, EE. UU. ocupó militarmente Cuba. Este hecho es capital en la historia norteamericana, ya que se trató su primera intervención en América y su ascenso a potencia regional llamada a empresas mayores. Gracias a esa intervención, Cuba se convirtió en un semiprotectorado estadounidense, situación imprevista cuando Washington declaró la guerra a España «por motivos humanitarios y solo el tiempo estrictamente necesario». Al menos, esa fue su declaración.

Sin embargo, EE. UU. permaneció en la Isla durante casi cuatro años e inició una renovación estructural que afectó a la educación y la judicatura, el ejército, la economía o las relaciones con la Iglesia católica. Incluso permitió la redacción de una nueva Constitución. Cuba se convirtió entonces en un laboratorio político con inmensas posibilidades económicas, sociales y estratégicas. Tan grandes que, desde el primer momento, se planteó convertirla en un nuevo estado de la Unión. El número 46, antes que Oklahoma, Nuevo México, Arizona, Alaska o Hawái, que aún no pertenecían a EE. UU.

En contra de la anexión estaban, por supuesto, los mambises cubanos, que llevaban cuatro décadas luchado contra España. A favor, se encontraba la colonia española, un próspero grupo compuesto por decenas de miles de personas que habían decidido permanecer en la Isla. ¿Motivos? Lazos familiares, propiedades y negocios, empleos… o la incapacidad de comprar un pasaje a España. Para ellos, Norteamérica suponía estabilidad política y el acceso a un mercado inmenso de 76 millones de consumidores que necesitaba el azúcar de Cuba.

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En EE. UU., entre tanto, había disparidad de opiniones acerca de la anexión. Se oponían a ella los estados productores de tabaco (Virginia, Kentucky, Carolina del Norte o Tennessee) o de azúcar (ya fuera de caña, como Luisiana, o de remolacha, como California), amenazados todos por la producción cubana, más amplia y de mejor calidad. Tampoco la querían aquellos estados de mayoría blanca, opuestos a la integración de un territorio donde el 40 % de la población era negra. Y, finalmente, un grupo de legisladores —tanto republicanos como demócratas— para los que anexionarse a Cuba contradecía el ideario democrático estadounidense y traicionaba las promesas hechas a los independentistas.

Sin embargo, la Isla era clave desde el punto de vista militar por su situación a la entrada al Caribe, un mar que EE. UU. quería controlar a cualquier precio. También, por las grandes oportunidades económicas (el ferrocarril, las minas de cobre, la construcción…) y su privilegiada posición cercana al canal de Panamá, que pronto comenzaría a operar controlado por los norteamericanos una vez que los panameños se independizaran de Colombia.

Por todos estos motivos, la amenaza de la anexión sobrevoló durante toda la ocupación de Cuba, pero fue neutralizada porque los cubanos maniobraron con habilidad. ¿Cómo lo consiguieron? Convenciendo a Estados Unidos de que no hacía falta perturbar su política interna si podían conseguir lo mismo por medios más sencillos y baratos (como tener una base naval en Guantánamo, situación que pervive hoy). En síntesis, si alcanzaban la independencia, serían un aliado fiable.

A cambio, ciertamente, Cuba pagó un alto precio: la entrega de su política exterior a EE. UU. mediante la Enmienda Platt, una cláusula constitucional impuesta de Washington y que dividió a la clase política en dos bandos, los reformistas y los rupturistas. Sin embargo, gracias a esta concesión, Cuba alcanzó la libertad y un tratado de reciprocidad comercial que les garantizó el acceso al mercado estadounidense. La soberanía nació mediatizada, sin duda, pero suponía el primer paso hacia la verdadera independencia, alcanzada en 1902.

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Todas estas cuestiones son analizadas en el libro Viento norte. La primera ocupación militar norteamericana de Cuba (1899-1902), co-editado recientemente por Los Libros de la Catarata y el Instituto Franklin-UAH dentro de la Colección de Estudios Norteamericanos. Esta monografía incorpora documentación inédita de archivos estadounidenses (Library of Congress, National Archives and Records Administration, Harvard University…), cubanos (Archivo Nacional de Cuba) y españoles (Archivo Histórico Nacional), así como monografías y artículos académicos hasta 2021.

El miércoles 19 de enero a las 19:30 horas se celebrará la presentación del libro en la Sala Ernest Lluch del Congreso de los Diputados (Madrid).


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Smedley Darlington Butler es una  de las figuras más interesantes en el desarrollo del imperialismo estadounidense. Como oficial del Cuerpo de Infantes de Marina, participó en las principales intervenciones militares estadounidenses en las primersas décadas del siglo XX: Cuba, Nicaragua, Panamá, Haití, China y México. Sin embargo, también se convirtió en un duro crítico del uso de la fuerza para adelantar y promover los grandes intereses económicos de los Estados Unidos.

En en este trabajo el Dr. Patrick Iber reseña el libro del periodista Jonathan M. Katz titulado  Gangsters of Capitalism: Smedley Butler, the Marines, and the Making and Breaking of America’s Empire (MacMillan, 2022). Iber es profesor asociado de historia en la Universidad de Wisconsin-Madison y autor de Neither Peace nor Freedom: The Cultural Cold War in Latin America.


The Drinks of the Marine Corps: Smedley Butler and the Origin of “Old  Gimlet Eye” - National Museum of the Marine Corps

El marine que se volvió contra el imperio estadounidense

Patrick Iber

The New Republic    11 de enero de 2022

Hay algunas figuras cuyo lugar en la historia del pasado estadounidense es tan central que los escolares no pueden evitar conocerlas: George Washington, o Abraham Lincoln, o Rosa Parks. Pero también hay un grupo de personas que no han pasado a la leyenda nacional, y tal vez cuyas vidas no se consideran aptas para explicar a los niños. Es más probable que se hallen, si es que se encuentran, en las instituciones que a menudo atraen la atención de los jóvenes entre las edades de 18 y 22 años. Entre ellos, probablemente solo haya una sola persona que será descubierta casi exclusivamente por dos grupos generalmente no superpuestos: ávidos lectores del corpus de Noam Chomsky y miembros del Cuerpo de Marines. Ese hombre, de pie solitario a horcajadas sobre el centro en forma de lente de un peculiar diagrama de Venn, tiene el improbable nombre de Smedley Darlington Butler. El nombre refleja la herencia cuáquera de Pensilvania de Butler: su padre, Thomas Butler, fue congresista en el escaño que una vez ocupó el padre de su esposa, Smedley Darlington. Ambos eran familias prominentes, pero el joven Mayor Butler no seguiría una carrera en la política. Tenía 16 años cuando estalló la guerra hispano-cubano-estadounidense. Estados Unidos prometió que estaba entrando en la lucha para liberar a las colonias españolas de ultramar restantes de la tiranía. A pesar de la tradición cuáquera de pacifismo, Butler creía en la misión. “Apreté los puños cuando pensé en esos pobres demonios cubanos que estaban hambrientos y siendo asesinados por los bestiales tiranos españoles”, escribió más tarde. Cuando leyó sobre la explosión  del USS  Maine en el puerto de La Habana en 1898, que el “periodismo amarillo” de la época  pintó como un ataque español, decidió alistarse en los Marines. Su carrera militar lo llevaría de Cuba a China a Centroamérica, donde se convirtió en una leyenda en el Cuerpo de Marines, representando el valor marcial y la virtud. Famoso en su día, tema de ficción y cine, se retiró con  dos  Medallas de Honor y un mayor número de apodos —Old Gimlet Eye, the Leatherneck’s Friend, the Fighting Quaker— que atestiguaban su lugar en la cultura.

En los países que ayudó a ocupar, un recuerdo diferente de Smedley Butler persiste. En Haití, simplemente era conocido como “El Diablo”. En Nicaragua, las madres solían callar a sus hijos con el reclamo: “¡Silencio! El Mayor Butler te atrapará”. El tiempo de Butler en los Marines coincidió con su transformación de un auxiliar de la Marina a tener su propia identidad y propósito como infantería colonial. Esto podría ser suficiente para explicar por qué Butler haría una aparición en los escritos antiimperialistas de Noam Chomsky. Pero no es la razón. En su retiro en la década de 1930, Butler tuvo una segunda carrera exitosa como orador público. Contó historias de su servicio militar. Y lo hizo desde un punto de vista notablemente crítico, incluso confesional.

Escribiendo en la revista socialista Common Sense  en 1935, lo expresó de esta manera:

Pasé 33 años y 4 meses en servicio activo como miembro de la fuerza militar más ágil de nuestro país: el Cuerpo de Marines. Y durante ese período pasé la mayor parte de mi tiempo de bandido altamente calificado al servicio de las grandes, para Wall Street y para los banqueros. En resumen, yo era un extorsionador del capitalismo.

Estas son las citas que enviarán al entusiasta de Chomsky corriendo a las pilas de la biblioteca de la universidad. Mientras tanto, en la Biblioteca del Cuerpo de Marines en Quantico, los escritos contra la guerra de Butler están aislados de sus memorias y otros textos sobre él, en una estantería separada para el pensamiento radical que incluye las obras de Marx.

Imagen 1Si perdió su ventana juvenil para Butleriana, ya sea por no ser miembro del Cuerpo de Marines o por no dedicar un estante en su dormitorio a las obras recopiladas de Chomsky, el nuevo y atractivo libro de Jonathan M. Katz es una oportunidad para corregir la omisión. En Gangsters of Capitalism, Katz sigue a Butler a través de los archivos y a pie, recorriendo el camino de Butler en todo el mundo: desde Cuba hasta Filipinas, Nicaragua y Haití. A veces, las visitas de Katz a los terrenos de Butler revelan las formas en que el imperio apenas ha relajado su comprensión. A veces revelan cuán dramáticamente ha cambiado el mundo. Juntos, muestran la fuerza de la crítica de Butler y algunas de sus limitaciones.

Cuando Butler aterrizó en Cuba, llegó a la Bahía de Guantánamo. La corta campaña de combate terrestre del Ejército de los Estados Unidos ya había terminado esencialmente, y España se vio obligada a renunciar a sus reclamos sobre Cuba. Con fines propagandísticos, Estados Unidos atribuyó la victoria a sus propias tropas e ignoró la lucha mucho más larga de los cubanos por su propia independencia. La intervención de Estados Unidos pronto se dirigió a reducir los cambios sociales por los que los cubanos habían estado luchando junto con su independencia. El presidente McKinley, que había tratado de comprar Cuba a España en 1897, interpretó que la “estabilidad” en Cuba significaba que las relaciones de propiedad permanecerían en gran parte intactas. El poeta y mártir cubano  José Martí, quien murió en combate en 1895, había previsto tales imposiciones, preguntando: “Una vez que Estados Unidos esté en Cuba, ¿quién lo expulsará?”

Sin embargo, la autorización para la guerra del Congreso prohibió a los Estados Unidos adquirir el territorio directamente (como lo haría el país con Puerto Rico y las Islas Vírgenes). En cambio, los Estados Unidos esencialmente hicieron de Cuba un protectorado, insistiendo  en la inclusión de la “Enmienda Platt” en la constitución de Cuba. Esa enmienda otorgó a los Estados Unidos el derecho de intervenir con el propósito de “mantener un gobierno adecuado para la protección de la vida, la propiedad y la libertad individual”. Y además requería el arrendamiento de tierras que pudieran servir como una estación de carbón o naval: la Bahía de Guantánamo. Fue precisamente esta cualidad legalmente ambigua de ser controlado por los Estados Unidos pero no ser parte de él lo que, 100 años después, hizo que Guantánamo fuera atractivo como la prisión y el sitio negro más notorios de la guerra contra el terrorismo.

El siguiente destino de Butler fue Filipinas. Al igual que los cubanos, los filipinos habían estado luchando por la independencia de España y por el cambio social. Pero a diferencia del caso de Cuba, ninguna ley estadounidense prohibió a las islas la incorporación territorial directa. McKinley razonó  que los filipinos no eran aptos para el autogobierno, y que las islas podrían perderse fácilmente ante otra potencia. En su mente, Estados Unidos no tuvo más remedio que tomar las islas y “civilizar” a sus residentes. Pero el ejército estadounidense terminó en una prolongada guerra de guerrillas. Atrapadas en un atolladero aterrador, las tropas estadounidenses emplearon abusos que volverían a ocurrir en prácticamente todos los conflictos con dinámicas similares en los años posteriores. Temerosas y sin distinguir entre insurgentes (que también eran, en este caso, combatientes de la independencia) y civiles, las fuerzas estadounidenses atacaron aldeas, creando nuevos enemigos. Y emplearon la tortura, como la “cura de agua” aprendida de los españoles, que implicaba forzar la apertura de la boca y verter cubos de agua por las gargantas de las víctimas supinas hasta que se “hincharan como sapos”.

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Parte del entusiasmo por mantener el territorio filipino provino de la creencia de que abriría el acceso al gran mercado chino, y China demostró ser el próximo destino de Butler. Allí, Estados Unidos estaba interviniendo en la Rebelión de los Bóxers como parte de una alianza de ocho naciones  para sofocar el movimiento anti-extranjero. Butler recibió dos disparos, uno en el muslo y otro en un botón que salvó sus pulmones. Ascendido a capitán, todavía tenía solo 19 años cuando representó a los Primeros Marines mientras marchaban hacia la Ciudad Prohibida. Las tropas saquearon y mataron a residentes chinos de Beijing indiscriminadamente. “Supongo que no deberíamos haber tomado nada, pero la guerra es un infierno de todos modos y ninguno de nosotros estaba en el estado de ánimo para mejorarla”, escribió Butler más tarde.

El imperialismo de esta era fue alimentado por un sentido de superioridad civilizatoria y racial. En el extremo más suave del espectro, esto justificó el control condescendiente, y en el extremo brutal, justificó el asesinato y la deshumanización. Pero los costos de la ocupación generaron descontento: los informes de la conducta de Estados Unidos en Filipinas y en China horrorizaron a algunos en los Estados Unidos. Mark Twain, por ejemplo, se agrió con el imperio estadounidense y escribió  en 1901 sobre el satírico “Blessings-of-Civilization Trust” que los Estados Unidos ofrecieron. Imaginó al sujeto colonial, descrito como la “Persona sentada en la oscuridad”, pensando: “Debe haber dos Américas: una que libera al cautivo, y otra que le quita la nueva libertad de un otrora cautivo, y escoge una pelea con él sin nada en lo que fundarlo; luego lo mata para conseguir su tierra”. O, como escribió un soldado afroamericano simplemente sobre la Guerra de Filipinas: “Todo esto nunca habría ocurrido si el ejército de ocupación hubiera tratado [a los filipinos] como personas”.

La versión particular de Estados Unidos de “elevación” fue en gran parte comercial. Los marines se encontraron construyendo infraestructura y emprendiendo iniciativas de salud pública que permitirían el buen funcionamiento del comercio internacional. Pero el “comercio” estaba frecuentemente representado por intereses comerciales concretos. En las décadas siguientes, Butler se encontraría en Panamá, que Estados Unidos ayudó a  separarse de Colombia para que pudiera construir un canal allí. Intervino en conflictos civiles en Nicaragua y Haití, lo que llevó a largas ocupaciones estadounidenses de ambos países. Se suponía que la “diplomacia del dólar” de la época, una política de tratar de atraer a los bancos privados de Estados Unidos a la gestión de las finanzas de los países más pobres, reemplazaría las guerras de ocupación al estilo filipino por “sustituir dólares por balas”. Pero también requirió muchas balas, ya que a menudo eran los marines los que terminaban defendiendo la propiedad y las inversiones de los Estados Unidos. Los Estados Unidos se apoderaron de las aduanas sin aumentar los ingresos y dirigieron el reembolso a los bancos estadounidenses, privando a los gobiernos de fondos para el desarrollo.

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Soldados estadounidenses a la entrada Palacio de Gobierno de Haití .

Butler con frecuencia se encontraba lidiando con intereses financieros y corporativos que estaban presionando al gobierno de los Estados Unidos para que actuara. Le molestaba. Las cartas de Butler a casa en la década de 1910 contienen los comienzos de los sentimientos antiimperialistas que expresaría en la década de 1930. En Nicaragua, donde la intervención de los marines ayudó a establecer un gobierno conservador que aceptaría la gestión financiera de Estados Unidos, escribió: “Lo que me enoja es que toda la revolución está inspirada y financiada por estadounidenses que tienen “wild-cat business” aquí abajo y quieren hacerlas buenas poniendo un gobierno que declare un monopolio a su favor”. A veces, estos sentimientos estaban sazonados con un racismo manifiesto hacia la gente de los países a los que fue enviado. “Es terrible que perdamos a tantos hombres luchando en las batallas de estos d—d spigs, todo porque [el banco de Wall Street] Brown Bros. tiene algo de dinero aquí”. En Haití, el propio Butler fue responsable de la institución del trabajo de corvée para la construcción de carreteras, que era un reclutamiento de trabajo no remunerado que se aplicaba con violencia, incluido el asesinato de aquellos que intentaban escapar. “¿No es eso esclavitud?”, preguntó un sobreviviente.

Gangsters of Capitalism no es solo una biografía de Butler. El marine muerto hace mucho tiempo también sirve como Virgilio de Katz, guiándolo en un viaje alrededor del mundo y a través del infierno de la vida después de la muerte del imperio. El propio Katz se enteró de Butler como reportero de Associated Press en Haití. Con sede en la capital haitiana de Puerto Príncipe durante el terremoto de 2010, Katz informó sobre el desastre, que  mató al menos a 100.000 personas; escapó de la casa que servía como oficina de AP poco antes de que colapsara. La pobreza de Haití, la  más cruda del hemisferio, indudablemente agravó el desastre natural del terremoto en una tragedia humana. (Chile tuvo un terremoto de mayor magnitud el mismo año, y las muertes numerados en  cientos.)

Y la pobreza de Haití es inextricable de su trato castigador por parte del resto del mundo, incluido Estados Unidos. En el siglo XVIII, había sido la colonia más rica de Francia, con una economía que dependía de la mano de obra esclava para producir azúcar, café y otros productos tropicales. Su revolución de 1791 a 1804, que tomó la forma de una revuelta de esclavos, la convirtió en la primera república negra del mundo. Su abolición de la esclavitud aterrorizó a los propietarios de esclavos en todo el continente americano. El país recién independizado enfrentó décadas de represalias imperiales. A través de la diplomacia de las cañoneras, Francia obligó a Haití a aceptar una enorme indemnización a cambio de reconocimiento. Años más tarde, Estados Unidos también intervino, con el argumento de que su objetivo era evitar que las potencias europeas ocuparan países del hemisferio occidental para cobrar deudas. Más de la mitad de las reservas de oro de Haití fueron llevadas a Nueva York en 1914, y la ocupación siguió de 1915 a 1934. El pago final de la indemnización de Haití se hizo en 1947, no a Francia, sino al National City Bank de Nueva York, el actual Citibank.

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Oficiales estadounidenses, Haití, 1915.

Como la mayoría de las potencias imperiales, Estados Unidos describió su ocupación como altruista. Pero su idea de altruismo colocó los intereses comerciales estadounidenses y la “estabilidad” política en primer lugar. Aquellos que se levantaron en rebelión fueron brutalmente reprimidos. Estados Unidos insistió en cambios a la constitución para permitir la propiedad extranjera de la tierra, lo que requirió la disolución de la legislatura de Haití a punta de pistola. Las fuerzas de ocupación estadounidenses trabajaron con las élites locales para imponer su visión del orden social, bloqueando las desigualdades existentes y desmantelando los mecanismos a través de los cuales podrían abordarse. Mucho después de que las tropas estadounidenses se hayan ido, estos legados permanecen.

Mientras Katz sigue a Butler por todo el mundo, descubre que los recuerdos de las intervenciones estadounidenses son complejos. En Panamá, los grafitis que piden la expulsión de Estados Unidos de América Latina son pintados por pandillas callejeras que usan los nombres de “Irak” o “Pentágono”. El alcalde de Balangiga en Filipinas, el sitio de un ataque mortal contra las tropas estadounidenses que llevó a represalias generalizadas y brutales, le cuenta a Katz sobre el servicio de su propio hermano en los Marines de los Estados Unidos. Cuando Katz trata de resumir los puntos de vista del alcalde como “Tienes que recordar y olvidar al mismo tiempo”, el alcalde acepta instantáneamente.

Algunas de las visitas de Katz producen evidencia más convincente de legados en curso que otras. Butler fue parte de una ocupación de la ciudad mexicana de Veracruz en 1914, que las compañías petroleras estadounidenses habían alentado a proteger sus inversiones durante la Revolución Mexicana. Pero conectar esa ocupación con la política energética nacionalista del actual presidente mexicano requiere muchos puntos. En otros lugares, la dinámica de la represión se ha invertido. En Nicaragua, el gobierno de Daniel Ortega utiliza la historia del imperialismo estadounidense para  justificar un gobierno autoritario. Y en China, un grupo de académicos que hablaron con Katz no están ansiosos por responder a sus preguntas sobre si China, cuyo comportamiento hacia las islas cercanas y su presión financiera sobre los gobiernos aliados sería reconocible para Butler, también podría actuar como una potencia imperial.

El retiro formal de Butler del Cuerpo de Marines se produjo en 1931. Había pasado algunos años en la década de 1920 como director de seguridad pública de Filadelfia, cuando tomó una línea dura contra el vicio mientras intentaba interrumpir las redes de protección operadas por oficiales de policía corruptos. Lo vio todo como parte de una lucha más amplia contra el “gangsterismo”. A finales de la década de 1920, sus hijos estaban en la universidad, y él necesitaba ingresos suplementarios. Pronto se dio cuenta de que había una audiencia para sus historias. A veces lo metían en problemas: lo pusieron bajo arresto domiciliario después de contar una historia sobre Mussolini atropellando a un niño. Pero sus observaciones privadas pronto se convirtieron en parte de la conversación pública en un país que experimenta la Gran Depresión y observa el desarrollo del fascismo y el militarismo en Europa.

51d8aZNSksL._SX355_BO1,204,203,200_En los Estados Unidos, Butler se opuso a su propagación. En 1934, testificó  ante el Congreso que había sido abordado por banqueros de Wall Street para organizar un golpe fascista contra Franklin Roosevelt. Si este “complot comercial” había avanzado hasta el punto de ser una amenaza seria sigue sin resolverse, pero Butler ciertamente había sido testigo de cómo las empresas cambiaban un gobierno que encontraban desagradable muchas veces en su carrera. “Mi interés”, dijo, “es mantener una democracia”. En 1935, algunos de sus discursos más populares fueron compilados en un panfleto llamado  War Is a Racket, que  caracteriza el conflicto militar como algo “llevado a cabo para el beneficio de unos pocos, a expensas de muchos”. Era, como dice Katz, “una jeremiada para una audiencia masiva” que esperaba que detuviera la próxima guerra.

Butler murió en 1940 y se desvaneció de la prominencia pública. Pero Katz argumenta que la vida de Smedley Butler es una que debemos recordar. Como para reforzar el punto, mientras Gangsters of Capitalism  estaba en prensa, los EE.UU. Los militares  se retiraron de Afganistán, poniendo fin a una guerra de 20 años que trajo más prosperidad al norte de Virginia que al propio Afganistán. En septiembre, la Patrulla Fronteriza hizo retroceder a un grupo de haitianos  que buscaban refugio en la frontera con Estados Unidos. Al mismo tiempo, la administración Biden buscó encontrar un contratista privado para contratar guardias de habla criolla para  operar un centro de detención de migrantes en la Bahía de Guantánamo, probablemente para haitianos detenidos en el mar. Todo esto hace que Butler sea tan relevante como si estuviera escribiendo ayer.

Parte del desafío de evaluar el legado de Butler es que ha sido recordado de maneras muy diferentes por diferentes personas. Un joven infante de marina podría aprender del Mayor Butler que se mantuvo como un valiente militar y que fue uno de los primeros teóricos de la contrainsurgencia. A este infante de marina en entrenamiento le gustaría tener la seguridad de que si son llamados a arriesgar su vida, lo harán por la defensa nacional, y que podrán estar orgullosos de lo que han hecho. Podrían estar inclinados a descartar al Mayor Butler antibélico como una manivela amarga.

Al mismo tiempo, deben saber que muchos veteranos se sienten atraídos por los textos ocultos de Butler mientras intentan comprender sus experiencias de despliegue. Podrían reconocer en Butler una advertencia sobre las limitaciones inherentes de poner las tareas de la violencia estatal en manos de jóvenes asustados, por valientes que sean. Que, incluso con la mejor de las intenciones, la principal preocupación del gobierno de los Estados Unidos nunca será el bienestar de las personas ocupadas, siempre será el de los estadounidenses, y esto producirá resentimiento. Podrían reconocer que la presencia de Estados Unidos cambia el equilibrio interno de poder en las sociedades, a menudo hacia el autoritarismo. Los estadounidenses a menudo dan por sentadas sus propias buenas intenciones, que luchan por comprender la resistencia a sus intentos de controlar y cambiar el mundo.

La explicación de Butler para esto, por supuesto, es que los intereses comerciales están moviendo los hilos, manipulando la política exterior en su beneficio. Estas son las líneas de “extorsionador para el capitalismo” a menudo citadas por el antiimperialista Chomsky, quien admira tanto a Butler el disidente que una vez colocó una pegatina de las palabras de Butler en la puerta de su oficina. Según esta forma de pensar, el ejército estadounidense proporciona las tropas de choque del capital global, en una conspiración para garantizar la rentabilidad de las corporaciones estadounidenses. Trate de encontrar la mentira, si lo desea, en la declaración de Butler: “Ayudé a que México, y especialmente Tampico, fuera seguro para los intereses petroleros estadounidenses en 1914. Ayudé a hacer de Haití y Cuba un lugar decente para que los chicos del National City Bank recaudaran ingresos en…. Ayudé a purificar Nicaragua para la casa bancaria internacional de Brown Brothers en 1909-1912”. No hay ninguno.

Pero también hay limitaciones para esa visión del mundo, y Butler, por muy bien posicionado que estuviera, no lo vio todo. Tenía razón en que el bienestar de la economía de los Estados Unidos, y de las corporaciones estadounidenses, tiene un lugar importante en el pensamiento estratégico de los Estados Unidos. Pero el gobierno de los Estados Unidos consiste en muchos departamentos superpuestos, y cuando se toman medidas en el extranjero, no solo obedecen a una sola lógica. La geopolítica, la ideología y las consideraciones domésticas a menudo se cruzan: Woodrow Wilson, al ordenar la ocupación de Veracruz, fue presionado  por las compañías petroleras estadounidenses; también actuó para detener la llegada de un cargamento de armas alemanas a Victoriano Huerta, el gobernante que representó la restauración de la dictadura en México. En eventos fuera del tiempo de Butler, está el ejemplo de la United Fruit Company  presionando  a la CIA para derrocar al gobierno de Guatemala en 1954 cuando se enfrentó a la nacionalización de su tierra. Pero por lo que vale, el ex jefe del Partido Comunista de Guatemala  pensó que  “nos habrían derrocado incluso si no hubiéramos cultivado plátanos”. A medida que Estados Unidos profundizaba su guerra en Vietnam, no había negocios estadounidenses de importancia.

El problema no es solo que la política exterior de Estados Unidos es codiciosa y que sus intenciones son malas; es que incluso cuando sus intenciones son buenas, también puede producir desastres.

Butlerdogs

El Mayor General Smedley D. Butler con las mascotas de los Infantes de Marina, Quantico, Virginia, 1931. Fue Butler quien introdujo a los bulldogs ingleses como mascotas de los Marines en la década de 1920.

El modelo de Butler produce ideas. Las empresas estadounidenses presionan para que la política exterior de los Estados Unidos satisfaga sus necesidades, y el destino de la propiedad de los Estados Unidos recibe una deferencia desproporcionada. Pero reducir la política exterior de Estados Unidos a un “complot empresarial” puede producir una especie de antiimperialismo barato, en el que el mal comportamiento es simplemente el resultado de grupos de presión o intereses ocultos. Su simplicidad a veces desplaza las situaciones más complejas que también surgen. Una historia de la ocupación de Nicaragua de 1912 a 1933, escrita por  el erudito Michel Gobat, reveló que benefició a los pequeños agricultores y a las élites frustradas. Mostró cuán seriamente los Estados Unidos tomaron la tarea, a fines de la década de 1920, de supervisar el voto justo en el campo. Entrenó a una fuerza militar de élite, que pretendía supervisar las elecciones y luchar contra la rebelión izquierdista de Augusto Sandino. Y, sin embargo, después de que el ejército estadounidense abandonara Nicaragua, el jefe de la fuerza de élite que había entrenado tomó el poder en el país. Su familia lo mantuvo durante la mayor parte de las siguientes cuatro décadas en una dictadura brutal. No fue el resultado deseado; fue, como dice Gobat, uno de los “efectos iliberales del imperialismo liberal”. Esta es una crítica más profunda y desafiante que la que ofrece Butler. El problema no es solo que la política exterior de Estados Unidos es codiciosa y que sus intenciones son malas; es que incluso cuando sus intenciones son buenas, la naturaleza de su presencia también puede producir desastres.

Pero si hay momentos que requieren más sofisticación, es notable lo lejos que te llevará un poco de Mayor Butler vulgar. A Butler se le pagaba por sus discursos, después de todo, no por una disertación. En uno de sus viajes por el sendero Butler, en Haití, Katz está hablando con trabajadores de la construcción cerca de un parque industrial, que a su vez está cerca de la tumba de un hombre asesinado por los marines en 1919. Cuando Katz explica su proyecto de libro y que la mayoría de los estadounidenses no tienen idea de que su país alguna vez ocupó Haití, la mayoría de los trabajadores se ríen. Uno está incrédulo. “¡No creo que los estadounidenses no sepan de eso!”, grita. “¿Cómo es eso posible?” A veces el mundo es un lugar vulgar, donde otros pagan el precio de la ignorancia estadounidense.

 

Traducción de Norberto Barreto Velázquez

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El escritor y guionista estadounidense Paul Aster ha publicado una novela dedicada a una de las figuras más interesantes de la historia estadounidense en el último tramo del siglo XIX,  Stephen Crane. Reportero de guerra, poeta, periodista y autor de una de las más importantes novelas de la guerra civil estadounidense (The Red Badge of Courage), Crane vivió una vida corta, pero intensa. En su novela, titulada La llama inmortal de Stephen Crane (Seix Barral, 2021), Auster rescata del olvido a este agudo observador de su momento histórico.

Comparto esta entrevista a Auster publicada por el diario El Español.


Stephen Crane: Un hombre vio una bola de oro en el cielo – Trianarts

Paul Auster rescata al gran periodista olvidado de EEUU: «Sin él, Hemingway no habría sido lo mismo»

 

Gonzalo Barbero 

El Español     16 de setiembre de 2021 

 

Paul Auster regresa con La llama inmortal de Stephen Crane (Seix Barral), una investigación colosal en torno a un periodista fascinante y olvidado. La historia a través de la mirada de un hombre que vivió el final de siglo XIX y predijo el siguiente sin vivirlo apenas. Una aproximación que como el autor ha explicado durante una rueda de prensa organizada por Seix Barral, trata de ser «honesta», huyendo de academicismos y entendiendo su libro como «un escritor frente a otro».

Paul Auster

Paul Auster

Auster ha agradecido a los medios españoles el interés por un libro que se publica dos meses antes que en Estados Unidos. «Debo agradecer un interés que, lamentablemente, ya no existe por parte de los medios de mi país por la literatura. Es muy emocionante». Después de 4, 3, 2, 1 (Seix Barral), Auster no descansa y se embarca en una labor de investigación extensísima, intentando entender una figura colosal de las letras estadounidenses, así como la historia de un país con un pie en el Salvaje Oeste, y otro en lo que el siglo XX habría de deparar. 

 

Nacido el día de los difuntos, como una premonición de una vida que se apagó a los 28 años en Alemania por tuberculosis. Su labor, la del periodismo, le arrastró por Cuba durante la guerra hispanoamericana, Europa y los bajos fondos de su país, conociendo de cerca la miseria de las grandes ciudades

«Crane se dedicaba al periodismo por una necesidad económica», ha explicado Auster, «fue repudiado por sus colegas, lo consideraban un artista, no un periodista«. Sus crónicas se basaban en contar historias humanas, con una gran atención a lo que otros decían, recogiendo el pulso de su tiempo con gran sensibilidad. «Crane tenía un ojo fenomenológico enorme, era capaz de tener impresiones visuales que muchos de nosotros no tenemos y convertirlas en crónicas bellísimas».

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Una serie de atributos en los que el autor se ve reflejado. «Tengo más interés por los cuentos que por las novelas a la hora de escribir, prefiero centrarme en las historias y los personajes». Auster confiesa que es mayor, aunque no está «acabado «. Su oficio sigue representando «ciertas dificultades, como lo ha hecho siempre». Para escribir este libro confiesa haberse centrado en leer y entender mejor a un autor que sigue contando con lagunas biográficas insalvables. Un encuentro con Crane basado puramente en el estilo y el oficio de ambos escritores, divididos por un siglo de historia

Crane vivió un tiempo de cambio fascinante, colaborando con distintos diarios y asistiendo a momentos cruciales del fin de siglo, a uno y otro lado del océano. Una edad de oro del periodismo en la que, solo en la ciudad de Nueva York, se editaban miles de ediciones distintas cada día. «Era un mundo de palabras, la gente tenía una capacidad a la hora de escribir que hemos perdido en nuestro tiempo». Ese mismo poder desorbitado de la prensa permitió al magnate de la comunicación William Randolph Hearst iniciar una guerra a través de los titulares de sus diarios. Crane estuvo allí y trató con gran humanidad la huida de los españoles de La Habana en plena guerra hispanoamericana.

La llama inmortal de Stephen Crane (Seix Barral)Capaz de observar escenas mundanas y convertirlas en crónicas que se asentaban en las grandes tragedias humanas. Una facultad que no impidió que el autor fuese relegado a un lugar secundario en el panteón de las letras norteamericanas. Demasiado adelantado a su tiempo, su prosa incómoda le granjeó un gran número de detractores. Ahora Auster se aproxima a la figura de un periodista que no tuvo miedo de describir tragedias como el genocidio de los nativos americanos.

«No se puede construir una sociedad sana sin examinar las verdades que la conforman», comenta el autor sobre la política de su propio país. Atravesado por la polarización, Auster da un paso adelante sacando pecho por quien fue «demasiado liberal para un tiempo conservador».

«No trato de demostrar nada con este libro, solo quiero transmitir el legado de alguien que ha sido olvidado paulatinamente. Crane murió muy joven y desapareció antes de que la gente supiese que estaba ahí«. Un personaje fundamental que impactó a autores como Hemingway o F. Scott Fitzgerald en su forma de escribir, desprovista de florituras y centrada en historias humanas. «Hemingway se inspiró mucho en Crane, llegó citarle como una de sus principales referencias a la hora de escribir» explica Auster. Sin olvidar a Joseph Conrad, con quien mantuvo una tempestuosa amistad, «sin declaraciones públicas de afecto, aunque muy cercana».

Crane sobrevivió a la «maldición del dinero». En el difícil equilibrio de la precariedad económica de su oficio, Crane vivió acosado por las deudas que su forma de escribir no podía sufragar. «En cierto momento sus amigos tuvieron que donarle dinero para que pudiese salir de la pobreza». En 1951, John Huston adaptó su novela El rojo emblema del valor a la gran pantalla, y Nicholas Ray tomó un verso de uno de sus poemas para ponerle nombre a una de sus películas: En un lugar solitario (1950). Una pequeña muestra del impacto que Crane tuvo en la cultura de su país años más tarde, a pesar del repudio de sus contemporáneos.

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