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El Imperio de Calibán

El objetivo de este blog es fomentar el estudio de la historia de los Estados Unidos y analizar las prácticas, instituciones y discursos del imperialismo estadounidense.

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Pintores estadounidenses colorean la guerra en Cuba (I)

Posted in Cuba, España, Guerra hispano-cubano-estadounidense, Guerra hispanoamericana, Imperialismo norteamericano, tagged Guerra hispanoamericana, Imperialismo norteamericano on 26 septiembre 2024| 1 Comment »

La guerra hispano-cubano-estadounidense es uno de los temas al que más espacio le he dedicado en esta bitácora. Ello no debe sorprender a nadie dado su enorme importancia y relevancia en el desarrollo del imperialismo estadounidense. Sin embargo, que recuerde, nunca lo había hecho desde la perspectiva de este artículo del escritor cubano Leandro Estupiñán: la representación pictórica de la guerra.

El autor enfoca el trabajo de tres artistas estadounidenses: Howard Chandler Christy, Frederick Remington y Charles Johnson Post. Según Estupiñan, estos transformaron los hechos y protagonistas de la guerra en leyendas. Sus representaciones heroicas aún se mantienen en las narraciones actuales del conflicto. Como bien señala el autor, esto confirma la importancia de las representaciones ya sean escritas como visuales.

Estupiñán es un periodista, escritor, editor y fotógrafo  cubano radicado en Buenos Aires.


Una ilustración de Chandler Christy.  Foto: Tomada de la colección digital de Biblioteca Pública de Nueva York.

Pintores estadounidenses colorean la guerra en Cuba (I)

Leandro Estupiñán

12 de septiembre de 2024    CubaNews

Las memorias de la guerra Hispanoamericana, o hispano-cubano-norteamericana, cuenta con decenas de registros. Habrá pocos como el testimonio visual que sumaron a golpe de pincel y plumilla artistas cuya sensibilidad y buen ojo captó el intríngulis humano de una contienda, de la cual pasaron 126 años este verano.

El tema me mantiene ocupado, al punto que concluyo una novela cuyo trasfondo parte de la sensibilidad de los profesionales que, inscrito en uno de los batallones de voluntarios, llegó a la isla, donde realizó una serie de esbozos que hoy constituyen el cuerpo de su obra pictórica.

Pero es un tema amplio: profesionales que por estilo, técnica y uso del color habrían de encontrar la fama en años posteriores, como los pintores Howard Chandler Christy o Frederick Remington, estuvieron entre los cientos de periodistas, fotógrafos y cineastas que viajaron al oriente de Cuba con la única intención de atestiguar el tono de una contienda.

Un fervor justicialista había ido colándose en el ánimo de la nación estadounidense mediante crónicas y reportajes escritos al calor de los acontecimientos que estallaron con el Maine. Las ilustraciones de estos artistas, sin embargo, habían ido inyectando impresiones, sentimientos, sensaciones a la imaginación del público lector desde las primeras entregas.

Ilustración de Remington  de 1897.

Ilustración de Remington de 1897. Tomada de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.

La fuerza de los acontecimientos, captada mediante plumilla, acuarela u óleo, transformó determinados hechos y sus protagonistas en parte de una leyenda. Narraciones nos acompañan hasta hoy y sirven para alentar el valor de la justicia o el coraje y la fuerza de la perseverancia. Tan decisiva fue la acción como la representación que fijó la escritura de la historia.

Fue una guerra trascendental. En unas pocas semanas España y Estados Unidos se disputaron el podio de las superpotencias en las postrimerías del siglo XIX; intervinieron el propio destino de los países donde se disputaban los acontecimientos, como era el caso de Cuba o Filipinas.

Entre los artistas hubo quienes arribaron al terreno como típicos reporteros de guerra, y, en ciertos casos, después de haber permanecido meses componiendo crónicas y dándole forma a escenas que habrían de ser publicadas en la primera plana de los principales diarios de Nueva York.

Frederick Remington (1861-1909) fue un dibujante y escultor neoyorquino que había descollado por el tratamiento a la figura del cowboy como resultado de sus continuos viajes al oeste de Estados Unidos, donde llegó a atestiguar los enfrentamientos de las tropas yanquis contra poblaciones de apaches en su ofensiva de dominación y exterminio. Compuso decenas de cuadros y esculturas inspiradas en estos hechos.

En su paso por la isla, mucho antes de que estallara el Maine en puerto habanero, Remington dibujó escenas inspiradas en la vida en la ciudad y captó el maltrato de las autoridades coloniales a la población civil y, especialmente, a pacíficos e insurrectos que se había exacerbado en un momento álgido de la guerra, desde su reinicio en 1895.

Formando una dupla con una estrella del reporterismo, el periodista Richard Harving Davis, Remington compuso trabajos, algunos de los que pueden encontrarse en un libro interesante como Done in the open, una compilación de su trabajo gráfico durante 20 años que llegó acompañado de textos del escritor Owen Wister.

Otro artista seducido por la guerra en Cuba fue Howard Chandler Christy (1873-1952), más adelante convertido en un exitoso pintor de influencia en la moda, especialmente por la percepción estereotipada de lo que entendía como la “nobleza natural” de la mujer, algo que expuso en libros como The American Girls, un repaso personal del ideal femenino en su país.

En los días de la contienda, en aquel bochornoso verano de 1898, la actividad de Chandler Christy se circunscribió a cubrir los movimientos de una brigada de caballería, desde donde, gracias a su paso por este conflicto y a la adulación de la prensa que lo rodeaba, sería catapultado a la presidencia de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt. Como el propio Remington, aprovechaba los momentos de sosiego para componer esbozos de generales u operaciones en el terreno, hoy entre sus más conocidas escenas.

Pero, de entre estos artistas, solo unos pocos dejaron testimonio desde la perspectiva del soldado común, esa figura para quien la guerra es algo más que una ambiciosa pretensión profesional, política u económica, pues la mayoría de las veces se ve movido por la mera necesidad de la supervivencia.

Fue el caso del neoyorquino Charles Johnson Post (1873-1956), quien con poco más de veinte años formó parte del 71 Regimiento de Infantería de Nueva York, una estructura militar que existía desde la guerra de Secesión y que en playa de Siboney inscribió su primer desembarco militar aquel verano de 1898.

Unas de las pinturas de Post. Tomada del Centro de Historia Militar del ejército de EE.UU

Johnson Post, que había sido ilustrador de prensa en uno de los periódicos más influyentes e importantes de ese momento, llegó a escribir en la mayoría de los periódicos y revistas de la ciudad; pero en sus días de servicio, solo tomó apuntes y esbozó escenas que perfeccionaría luego para conformar su obra, dispersa e integrada hoy por una serie de acuarelas y óleos.

De estos trabajos, algunos fueron publicados en forma de esbozos en magazines como American Legion Monthly. Otra parte fue recogida en un libro que vio la luz años después de su muerte bajo el título de The Little war of private Post, una especie de diario de campaña, pero también una curiosa crónica moral en la que se dejan apuntes sobre el ser humano y su contexto.

Aunque no se atestiguan demasiados cubanos en sus pinturas conocidas, a Johnson Post se deben algunas valiosas reflexiones sobre los mambises. Sus palabras constituyen una peculiar visión sobre un ejército por momentos visto como mero lazarillo de las tropas invasoras. Robert Freeman Smith le dedica todo un capítulo a las observaciones de Johnson Post de su libro Background to Revolution, pues pocos valoraron la valentía de aquel ejército de hombres harapientos cuyo carácter algunas veces parecía ser lo único amable en medio del clima salvaje.

Personas en acción, individuos en la batalla, vacilantes, desmejorados, llenos de miedo y coraje por supervivir; personajes anónimos cuya vida la historia ha licuado. Todo ello fue captado por estos artistas o ilustradores de la guerra, sobre quienes seguiré contando detalles en próximas entregas de esta columna.

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Rickover y el hundimiento del USS Maine

Posted in Cuba, España, Guerra hispano-cubano-estadounidense, Imperialismo norteamericano, tagged Almirante H. G. Rickover, USS Maine on 16 febrero 2023| 2 Comments »

USS Maine (ACR 1)

Rickover y el hundimiento del USS Maine

16 de febrero de 2023

Una de las ventajas de administrar un blog es que no estás limitado por los parámetros de publicación que caracterizan a otros tipos de medios. Básicamente, puedo hacer lo que quiera, como reseñar un libro “viejo”. En setiembre de 1974, el Almirante H. G. Rickover leyó un artículo publicado en el diario Washington Star-News titulado “Returning to the Riddle of the Explosion that Sunk the Maine”. Su autor, John M. Taylor, planteaba la necesidad de resolver el misterio del hundimiento del USS Maine. Enviado a la Habana para presionar a los españoles a lograr la pacificación de Cuba, el Maine explotó el 15 de febrero de 1898, matando a 266 marinos estadounidenses. Esta tragedia llevó a una corta, pero muy importante guerra que cambió la historia de Estados Unidos, España, Cuba, las Filipinas, Guam y Puerto Rico. Desde entonces el porqué de la destrucción del acorazado ha generado intensas discusiones, colocando la explosión del Maine junto al asesinato de Kennedy, el ataque a Pearl Harbor y  9/11 como uno de los grandes “misterios” de la historia estadounidense. De ahí que se hayan desarrollado teorías conspiratorias que acusan a los estadounidenses de la voladura del acorazado y que alegan que la mayoría de los marinos de eran negros, entre otras cosas.[1]

How the Battleship Maine Was Destroyed : Rickover, Hyman George: Amazon.de:  BücherIntrigado por el artículo de Taylor, Rickover inició su propia investigación que culminó en 1976 con la publicación del libro How the Battleship Maine was Destroyed (Washington: Naval History Division, U.S. Govertment Printing Office, 1976). Gracias a un trabajo de Dana Wegner[2] conocía de la existencia de este escrito, pero no había podido acceder al libro. Esto cambió el año pasado, pues pude comprar una copia de la reimpresión del libro de Rickover publicada por la Naval Institute Press (Annapolis: 1995). Tras disfrutar de su lectura lo voy a reseñar.

Hay que comenzar con una pregunta básica: ¿quién fue el Almirante H. G. Rickover? La respuesta más sencilla es que es el padre del programa de submarinos nucleares de la Marina estadounidense, pero me quedaría corto. Rickover fue un marino de carrera que nació en Polonia, pero emigró a Estados Unidos a muy corta edad. Graduado de la Naval Academy en 1918, Rickover se incorporó a la Marina como oficial. En 1930 obtuvo una Maestría en ingeniería eléctrica de la Universidad de Columbia. Durante gran parte de la segunda guerra mundial, Rickover trabajó en el Bureau of Engineering en Washington, D.C como jefe adjunto de la sección eléctrica del Bureau of Engineering. Después de la guerra se convirtió en un promotor del uso de la energía nuclear para propulsión marítima. Sus esfuerzos culminaron con la botadura del USS Nautilius, el primer submarino propulsado por energía atómica, cuyo diseño y construcción dirigió. Admirado y respetado, Rickover se retiró de la Marina en 1982 con el rango de Contralmirante de cuatro estrellas, después de 63 años servicio.

Para indagar las causas del hundimiento del Maine, Rickover contó con la ayuda de un equipo de investigadores. Dos de ellos eran historiadores: el Dr. Francis Duncan y Dana Wegner, ambos empleados del US Navy. Duncan trabajó en la Atomic Energy Commission y en 1991 publicó un libro titulado Rickover and the Nuclear Navy: The Discipline of Techonology (Annapolis: Naval Institute Press). Este trabajo ganó el Theodore and Franklin D. Roosevelt Naval History Prize de 1991. Wegner era Curador de Maquetas de Buques para la Armada de Estados Unidos y autor de Fouled Anchors: The “Constellation” Question Answered (Bethesda: David Taylor Research Center, 1991). Ambos trabajaban para Rickover y se encargaron de la parte histórica de la investigación.

Para atender los temas técnicos, el almirante contó con la ayuda de  dos ingenieros: Ib Hansen y Robert Price. Hansen era ingeniero civil y estructural, especializado en el análisis de estructuras de barcos expuestas por explosiones. Price era un ingeniero químico y experto en la fotografía de explosiones submarinas.

Hyman Rickover Interview Techniques

Almirante H. G. Rickover

Tras la explosión del Maine se llevaron a cabo dos investigaciones: una por la Marina estadounidense y otra por las autoridades españolas. Ambas se realizaron en medio de un periodo muy tenso que presagiaba una guerra. La comisión investigadora española llegó a la conclusión que la destrucción del Maine había sido provocada por un accidente. La comisión estadounidense contó con los dibujos y testimonios de los busos que examinaron los restos del acorazado. También testificaron los sobrevivientes de la tripulación del barco, incluyendo a su capitán Charles D. Sigsbee. Los estadounidenses concluyeron que el Maine había sido hundido por una mina. Aunque su informe no identificaba a los perpetradores del atentado, su conclusión hizo inevitable la guerra hispano-cubano-estadounidenses.

En 1911 el Congreso aprobó fondos para reflotar y remover los restos del Maine de la bahía de la Habana.  Rickover describe con gran precisión los detalles técnicos de este proceso. También fue nombrada una comisión investigadora para que examinara los restos de barco y determinara las causas de su destrucción. Aunque fueron invitados, los españoles se negaron a participar de esta segunda investigación. La comisión investigadora de 1911 contó con la ventaja de que pudo ver los restos del barco, que además fueron fotografiados antes de ser removidos de la Habana y hundidos a cuatro millas de la costa cubana el 16 de marzo de 1912. En su informe final esta comisión confirmó las conclusiones de su homóloga de 1898: el Maine fue hundido por una mina.

The USS Maine And The Real Story Behind Its Explosion

USS Maine

Rickover rechaza las conclusiones de ambas investigaciones, señalando que “there is no evidence that a mine destroyed the Maine”. (91) Para ello se fundamenta en un informe técnico preparado por Hansen y Price – incluido como una apéndice del libro– basado en el análisis de las fotos tomadas en 1911 y de la documentación recopilada por las dos comisiones estadounidenses. Para Hansen y Price, la destrucción del Maine fue causada por una explosión interna en los polvorines del barco. En otras palabras, una accidente y no un ataque premeditado.

Para Rickover, la principal falla de las dos investigaciones estadounidenses estuvo en la ausencia de asesoría técnica. Tanto la comisión investigadora de 1898 como la de 1911 estuvieron integradas por marinos de carrera, con amplia experiencia naval, pero sin el conocimiento técnico necesario para examinar los restos del Maine y llegar una conclusión acertada de las causas de su destrucción. ¿Cómo explica el almirante esta seria falla? Según él, en la investigación de 1898 privó la prisa de llegar a un dictamen, pues la presencia de técnicos hubiera atrasado el desarrollo de la investigación en un contexto de urgencia nacional por determinar qué le había ocurrido al Maine. Rickover señala, además, que “the court´s verdict of an external explosion was on that could be expected” por tres razones: la tensión existente en las relaciones españolas-estadounidenses, la actitud patriótica y guerrerista de gran parte de la opinión pública, la prensa y el Congreso estadounidenses, y que se quería evitar que la culpa de la destrucción del Maine cayera sobre la Marina. Según el almirante,

“Had the ship blown up in an American or friendly foreign port, and had the same type of damage occurred, it is doubtful that an inquiry would have laid the blame on a mine. The finding of the court of 1898 appears to have been guided less by technical consideration and more by the awareness that war was now inevitable”. (95)

USS Maine Disaster

Reflotando el Maine, 1911

Aunque la comisión de 1911 no estaba bajo la presión de una guerra inminente, confirmó las conclusiones de la investigación de 1898. Tampoco contó con la asesoría de expertos. Según Rickover, solo habían transcurrido 13 años desde que el hundimiento del Maine había llevado a Estados Unidos a una guerra con España y “it would have been difficult for the Board to raise the issue whether the nation and its constitued authorities had made a grave error in 1898”. (97) En otras palabras, cuestionar que el Maine había sido destruido por una mina era políticamente incorrecto.

Podríamos entonces concluir, que el trabajo, tanto de la comisión de 1898 como la de 1911, estuvo determinado, no por factores técnicos, sino políticos.

Para terminar, debo señalar que el libro está acompañado de fotos, gráficos, dibujos, diagramas, planos y una sección de apéndices, que enriquecen esta obra. A pesar de la seriedad y profundidad de este estudio, su publicación no acabó con el debate en torno a qué ocurrió la noche que el Maine explotó en la Habana. Las teorías de conspiración no han desaparecido, sobre todo, aquellas que buscan por razones ideológicas, culpar al gobierno de Estados Unidos de la destrucción del Maine

Dr. Norberto Barreto Velázquez

Lima, 16 de febrero de 2023

[1] Para un examen de las diversas explicaciones dadas a la tragedia del Maine pueden consultar la entrada del 23 de octubre de 2021 titulada El acorazado norteamericano Maine: ¿qué sucedió?.

[2] Wegner, Dana, “New Interpretations of How the Maine was Lost”,  en Edward J. Marolda. Theodore Roosevelt, the U.S. Navy, and the Spanish-American War. New York: Palgrave, 2001, 7-17.

 

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Sobre el inicio de la historia de la presencia hispana en Estados Unidos

Posted in España, tagged Hispanos, Presencia hispana en Estados Unidos on 23 junio 2022| Leave a Comment »

Como muchísimas otras cosas de su historia, una buena parte de los estadounidenses desconocen o ignoran que la presencia hispana en lo que hoy conocemos como Estados Unidos  antecede por mucho el nacimiento de la república norteamericana a finales del siglo XVIII.

En esta corta nota  Francisco Castillo Urbano hace un breve recuento sobre los inicios de la presencia hispana en Estados Unidos. Además, nos invita a participar en el  seminario virtual «Crónicas y testimonios de la presencia hispana en los actuales Estados Unidos (siglos XVI y XVII)» organizado por el Instituto Franklin-UAH (27 al 28 de junio de 2022).

Castillo Urbano es profesor de Filosofía en la Universidad de Alcalá.

 


Secretos de las misiones españolas en Texas

Sobre el inicio de la historia de la presencia hispana en Estados Unidos

Francisco Castillo Urbano

Diálogo Atlántico   23 de junio de 2022

Los cronistas y las crónicas sobre el actual territorio de los Estados Unidos no han sido los que más han atraído la atención de los estudiosos. La dispersión de los grupos que habitaban tales territorios, su sencilla forma de organización y el escaso número de individuos que los integraban llamaron la atención bastante menos que los grandes imperios azteca e inca. Tampoco los procesos de exploración, conquista, evangelización y colonización que allí tuvieron lugar ni los autores que se han aventurado a escribir sobre el asunto, han podido equipararse con sus homónimos de más al sur.

Con esas características estructurales, los que se aventuraron en la exploración vieron muy tempranamente la dificultad de la conquista, resintiéndose en igual medida los demás procesos a ella asociados. Solo la evangelización, guiada por una lógica alternativa al enriquecimiento y la fama, consiguió dar algún paso hacia adelante, pero siempre de manera muy insegura e incipiente. La colonización respondió más a imperativos políticos que a intereses civiles: pronto se vio que había que establecer el suficiente dominio del territorio como para evitar que los asentamientos de otros países pudieran poner en peligro el control hispano, pero la necesaria financiación careció de continuidad. Por último, los que quisieron dejar testimonio de sus experiencias, no tuvieron el talento que mostraron los que se ocuparon de narrar las historias sobre las tierras más ricas y pobladas. Tampoco los acontecimientos alcanzaron a ser tan sorprendentes y extraordinarios como lo habían podido ser la conquista de Tenochtitlán o Cuzco, lo que resultaba una dificultad añadida para alcanzar una escritura sobresaliente. Solo algunos relatos aislados, como los de Cabeza de Vaca o el Inca Garcilaso, que escribió sin un conocimiento directo del territorio, alcanzaron una calidad literaria equiparable a las de las más famosas historias de Indias.

Descubrimiento del Misisipi, por William H. Power, 1847. Hernando de Soto viendo por primera vez el río Misisipi

Descubrimiento del Misisipi, por William H. Power, 1847. Hernando de Soto viendo por primera vez el río Misisipi. El Capitolio

Aunque estas consideraciones pueden explicar que estas crónicas no hayan tenido la misma trascendencia que sus equivalentes sobre otros territorios, no deja de ser una situación que dista de ser aceptable. La limitada difusión de tales textos no solo provoca su desconocimiento, lo que ya es de por sí un motivo de insatisfacción, sino que contribuye a obstaculizar la familiaridad con un pasado y unas tierras que cada vez se muestran más ajenos a lo verdaderamente ocurrido. El conocimiento del pasado hispano de más de la mitad de los actuales Estados Unidos resultará más difícil de explicar, como de hecho ya lo está siendo, si no se atiende a las fuentes y a los autores que lo narraron por primera vez.

Por eso, este encuentro y el posterior proyecto de edición de los estudios sobre esas crónicas y sus autores quieren contribuir a poner de manifiesto lo ocurrido en esos territorios reuniendo a historiadores y antropólogos, filósofos y filólogos, etc., con el interés común por los estudios históricos y de ideas sobre el territorio que fue de aquella monarquía hispana y que hoy forma parte de los Estados Unidos.

La discusión no versará solo sobre las historias y los relatos sino también sobre sus autores, la forma y el estilo de sus escritos y las ideas que estos contienen. Se trata, por tanto, de analizar sus contenidos como expresiones de ideas, mentalidades y preocupaciones de sus responsables. Con ello se pretende conocer con mayor profundidad y coherencia tanto lo que pensaban de lo observado como lo que revela el texto de sí mismos, permitiendo así entender mejor sus acciones y los comportamientos adoptados con las personas y realidades que se encontraron.

Si quieres saber más sobre el tema puedes asistir de manera virtual al seminario «Crónicas y testimonios de la presencia hispana en los actuales Estados Unidos (siglos XVI y XVII)» organizado por el Instituto Franklin-UAH y que tendrá lugar los días 27 y 28 de junio de 2022.

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Genealogía de políticas educacionales y la colonialidad en Puerto Rico

Posted in Educación, España, Guerra hispano-cubano-estadounidense, Imperialismo norteamericano, Puerto Rico, tagged Transculturación on 3 abril 2022| 1 Comment »

80grados+ – PRENSA SIN PRISA

Comparto este artículo del Dr. Juan José Vélez Peña, enfocando el impacto en las  políticas educativas del proceso de transculturación al que los estadounidenses sometieron a Puerto Rico a partir de 1898. El autor también en enfoca la apropiación por las autoridades coloniales y sus colaboradores puertorriqueños  de la música popular afro-puertorriqueña.

Vélez Peña es doctor por la Universidad de Bremen en Alemania.


Genealogía de políticas educacionales y la colonialidad en Puerto Rico

Juan José Vélez Peña

Revista 80 grados  1 de abril de 2022

Introducción

En el siguiente texto analizaré el trasfondo sociohistórico y cultural de las políticas educacionales implementadas por el poder colonial norteamericano en Puerto Rico. Al final tematizaré brevemente la rearticulación discursiva de la música afropuertorriqueña como parte de las políticas pedagógico-educativas aludidas. Esto lo hago por la importancia que asume la reapropiación de la música popular, en toda Latinoamérica, por parte de discursos oficiales, como campo de implementación de políticas educacionales destinadas a diseñar una identidad nacional esencialista, homogenizada, en favor de proyectos coloniales, o bien, neocoloniales.

Aunque la reformulación de estas expresiones musicales fue llevada a cabo asumiendo que éstas eran el medio idóneo para acelerar el proceso de transculturación de los puertorriqueños, nunca han sido absorbidas ‘totalmente’ por las instancias que intentan instrumentalizarlas. Las prácticas musicales afropuertorriqueñas siempre se han ejercido logrando concretizar espacios de resistencia y contestación sociocultural. Su rearticulación discursiva ha tenido resultados hasta cierto punto paradójicos, contrarios a las metas perseguidas.

El texto consta de dos partes. En la primera, esbozo una contextualización histórico social de las estrategias pedagógicas colonizantes implementadas. En la segunda, procedo a describir la rearticulación de la música afropuertorriqueña por iniciativas pedagógicas.

Contextualización histórico-social

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, luego de la guerra e invasión en 1898 y del paso del colonialismo español al norteamericano, Estados Unidos de inmediato inició un proceso de usurpación económica e inferiorización sociocultural de los puertorriqueños. Como parte de esta estrategia el poder colonizante impuso el inglés como idioma oficial. Situación que perduró hasta los años 50 del siglo XX, cuando se restauró el español como lengua oficial. Esta fue una de muchas medidas político-administrativas llevadas a cabo para impulsar la asimilación de los valores foráneos provenientes del nuevo régimen.

Sin embargo, desde comienzos los puertorriqueños se enfrentaron a un profundo prejuicio racial. Pues, las autoridades norteamericanas no solo se valían de una racialización jerarquizada en la que los boricuas eran clasificados como >negros<, ubicándolos en la posición más inferior de su escala de valores, sino también, se entendía que eran transmisores del elemento cultural español, pueblo que consideraban decadente.[i]

Convencidos de su supuesta ‘superioridad’ cultural y religiosa, ocultando su política expansionista imperialista bajo el manto ideológico del destino manifiesto, iniciaron una serie de medidas ‘educacionales’ y culturales dirigidas a lograr la transculturación de los puertorriqueños.[ii]

El proceso de transculturación iniciado por el poder imperial norteamericano fue llevado a cabo por dos motivos principales. Por un lado, se realizó para justificar la invasión, sugiriendo que la sociedad y cultura puertorriqueña se caracterizaba por ser una arcaica y retrógrada, fruto del colonialismo español, situación que había que cambiar. Por el otro, para favorecer la aceptación pasiva por parte del pueblo al ‘renovado’ proyecto colonial, y así lograr instaurar y afianzar su hegemonía.

Desde sus comienzos, el proyecto de educación norteamericano en la isla se muestra como claro ejemplo político-social de imperialismo cultural. No obstante, es de notar que se trataba de un proyecto sumamente contradictorio. Pues se suponía que los puertorriqueños fueran ‘americanizados’ por quienes los despreciaban.[iii]

En este contexto no sorprende que, en caricaturas de la época, Puerto Rico sea representado por una figura infantil, acompañada por un Tío Sam bondadoso, generoso y condescendiente, pero dispuesto a civilizarlos, aun si fuera necesario hacerlo con mano dura.

Caricatura de 1899 de Louis Dalrymple archivada en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

 La imagen muestra un salón de clases adornado con la bandera norteamericana. En este espacio, dividido entre alumnos ejemplares sentados en butacas individuales equipadas con escritorio y los otros que han sido sentados, todos juntos, en un banco sin escritorio, directamente frente al profesor, bajo su vigilante y amenazante mirada. El profesor está representado por el tío Sam. Medio inclinado sobre su escritorio, mirando de forma hostil a los nuevos, demuestra su antipatía frente a éstos. Con un gesto abiertamente represivo, gesticula con una vara disciplinaria que lleva en su mano derecha, como advirtiéndoles lo que les espera, de no adaptarse y seguir sus reglas.

Los nuevos alumnos, representados como niños de tez oscura y pelo revuelto, están etiquetados con el nombre de sus países de proveniencia: Cuba, Puerto Rico, Hawái y Filipinas. Las nuevas colonias, trofeos de guerra, luego del conflicto con España en 1898. En sus caras se puede claramente leer su infelicidad y en su postura su miedo. En la parte trasera del salón, podemos ver el resto de la clase, compuesto por niños de complexión angloamericana. Todos irradian felicidad y disciplina, leyendo concentrados. Los libros que sostienen en sus manos llevan como título: California, Texas, Nuevo México, Arizona y Alaska, simbolizando la pertenencia de estos niños a los nuevos territorios anexionados adquiridos a mediados del siglo XIX por los EEUU, en gran parte como resultado de su guerra contra México.

Al fondo, un niño afro-estadounidense trabaja. Lo vemos limpiando una ventana, mirando intimidado lo que sucede con los nuevos. Junto a la puerta, vemos a un niño nativo norteamericano sentado solo. Obviamente no ha logrado ser integrado, pues el libro que pretende leer, titulado “ABC”, está puesto de cabeza. Fuera del salón, a través de la puerta, podemos ver a otro niño. Se trata de un niño chino, que, libro en mano, o bien ha llegado tarde, o aparentemente está esperando ser incluido en la escuela del Tío Sam.

En el libro ubicado sobre el escritorio del tío Sam podemos leer su título: “Primeras lecciones de Estados Unidos sobre gobierno propio”. El texto que acompaña la caricatura indica lo siguiente: Tío Sam (a su nueva clase de Civilización): Ahora, niños, deben aprender estas lecciones, ¡quieran o no! Pero echen un vistazo a la clase frente a ustedes, y recuerden que en un momento, ¡estarán tan contentos de estar aquí como lo están ellos!

La caricatura, una de tantas publicadas en periódicos y revistas publicadas a finales de 1890 y comienzos de 1900, muestra de forma ejemplar el discurso dominante norteamericano sobre la invasión de 1898 a Puerto Rico y a las otras excolonias españolas. En el mismo se sugiere que la “intervención” en la Guerra Hispanoamericana y la posterior ocupación de territorios en realidad se dio como acto de benevolencia, como parte de su misión de civilizar esos territorios y llevarles la democracia.

La propagación de este tipo de caricaturas racistas en los Estados Unidos formó parte de las estrategias destinadas a llevarle al pueblo norteamericano ese mensaje, para contribuir a convencerlo de la necesidad de apoyar la invasión y ocupación que estaba teniendo lugar. De ahí la representación de filipinos, hawaianos, cubanos y puertorriqueños como salvajes, que, gracias a la piedad y la benevolencia de sus invasores, iban a ser educados para que, en un futuro indefinido, lograran ser capaces de gobernarse por sí mismos. Y esto lo llevarían a cabo, aun si fuese necesario hacerlo por mano dura.

Otra muestra del desprecio racista de las autoridades norteamericanas frente a los puertorriqueños es el testimonio de no pocos de sus políticos.[iv] Muchos de los congresistas norteamericanos se expresaban con un abierto desprecio hacia los boricuas. El senador de Tejas Slayden, por ejemplo, al referirse a estos utilizó una metáfora, en aquel tiempo despectiva, hoy en día una noción generalizada en discursos culturales: la hibridez.

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Nosotros somos mayormente anglosajones mientras que ellos son una estructura mezclada con aportaciones liberales de sangre europea, asiática y africana. Ellos son en estos momentos mayormente híbridos. (Congressional Record, 1909: 2.921, p. 59.)

Rearticulación discursiva de la cultura musical afropuertorriqueña por parte de iniciativas pedagógicas estatales o privadas

El proceso de inferiorización cultural aludido fue articulado para conformar la base ideológica de un segundo proceso de inferiorización: el socio-económico. Este fue apoyado por medidas jurídicas que proveyeron el fundamento legal para la usurpación de la base económica del país. El mismo despertó la repulsión, protesta y rebelión del pueblo que una y otra vez se manifestó por medio de quemas de cañaverales y almacenes de tabaco y de café y a través de huelgas para mejorar las condiciones de trabajo y lograr obtener salarios justos.

Más tarde, a partir de mediados de los años 1950, luego de que movimientos políticos en favor de la independencia fueran violentamente reprimidos e inclusive muchos de sus miembros encarcelados o asesinados, comenzaron a surgir estrategias político-discursivas que, con el paso del tiempo, sustituyeron el hasta entonces dominante nacionalismo político por un nacionalismo de tipo cultural. Como parte esencial de ese proceso en el que se elaboraba una identidad nacional, proyecto cuyo norte consistía en integrar diferencias étnicas, sociales, de género y políticas en un discurso identitario homogéneo y monocultural, ya desde comienzos del siglo XX se creó e instauró la imagen de ‘la gran familia puertorriqueña’.

En Puerto Rico la metáfora la gran familia puertorriqueña muestra ejemplarmente cómo se expresa en nuestro medio el discurso multiculturalista neoliberal, basado en una universalidad abstracta. Este tópico es la versión boricua de la trillada democracia racial, sostenida por discursos de grupos criollos mestizos dominantes en Latinoamérica. Fue y continúa siendo lanzado por grupos de poder interesados en negar u ocultar la estratificación social en Puerto Rico y de negar la racialización jerarquizada, propia del racismo que sostiene las estructuras de dominio en el país.

División de Educación a la Comunidad - La escuela en la pantalla - YouTubeComo parte del proyecto pedagógico de elaboración e implementación de discursividades nacionalista-culturales por parte de la llamada cultura letrada, el Instituto de Cultura Puertorriqueño[v] y la División de Educación a la Comunidad, así como –más tarde– el Banco Popular de Puerto Rico asumieron un papel central. Desde allí se lanzaron y desarrollaron iniciativas (libros, películas, grabados, etc.) dirigidas a promover una imagen folklórica y blanqueada de las culturas musicales provenientes de las capas sociales bajas, mayormente compuesta por afropuertorriqueños.

Así se reformularon estos estilos, integrándolos, desde una perspectiva eurocéntrica, al canon estético, es decir, como manifestaciones de un primitivismo local que, de alguna manera, merecía ser tematizado. Pues estas ‘primitivas’ formas podrían servir de base, para – reelaborándolas– ‘elevarlas’ al arte.

Sin embargo, como indicamos anteriormente, la promoción y apoyo que recibieron los productos culturales subalternos, tuvieron efectos ambiguos para el proyecto de unificación identitario-cultural. Pues si bien la música popular boricua de ascendencia africana fue reformulada intentando folklorizarla, lo que desde una visión eurocéntrica implicaba su desvalorización, las investigaciones realizadas y la promoción de proyectos que se llevaron a cabo les fueron de gran provecho a los grupos subalternos de los cuales provenían. La documentación que se produjo contribuyó a la reafirmación de su diferencia como grupo, así como evidenció la diversidad cultural del país. La promoción de eventos culturales con música afropuertorriqueña les abrió plazas de trabajo a los músicos implicados, además de contribuir a la propagación de sus expresiones músico-culturales fuera de los grupos étnicos de los que provenían.

El proceso mediante el cual la música afropuertorriqueña fue rearticulada por discursos pedagógicos del Estado ha sido llamado de diferentes maneras por intelectuales puertorriqueños. Entre otras, se usan las expresiones “la institucionalización (del) poder colonial sobre lo puertorriqueño,” la “tecno-buroqueiñización del territorio no incorporado” (Enrique Toledo), “la identidad estatizada” (Elba Iris Pérez), “el dirigismo cultural” (Elba Iris Pérez), “el blanqueamiento” (Errol Montes-Pizarro) o “sponsored identities” (Arlene Torres). También fue certeramente denominado por Ramón López “oficialización estatal de la negritud.”

Precisamente quisiera terminar con una cita de Ramón en la que muy bien describe el proceso de rearticulación discursiva de la música afropuertorriqueña que acabo de presentar en esta segunda parte.:

A mediados de la década del 50 la plena puertorriqueña que por medio siglo había sido tocada-ejecutada (…) prohibida-aceptada y hasta insultada-elogiada fue por fin admitida-recogida en el inventario de ingredientes del Arte y la Cultura como parte de la incipiente oficialización estatal de la negritud como parte del mestizaje biológico-cultural puertorriqueño (…) Esta gestión condescendiente y ambigua pero fundamental y pionera se ubicó en los quehaceres institucionales de la División de Educación a la Comunidad y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. (…) Todos estos proyectos fueron montajes intencionales realizados con mucha dedicación y celo profesional.  (López, Ramón, 2015)

Bibliografía

Congressional Record, 1909: 2.921 en: “La ruta del legado colonial” Luis Nieves Falcón, en:
Antología del pensamiento crítico puertorriqueño contemporáneo, pp. 56- 68.

Dávila, Arlene. 1997. Sponsored Identities: Cultural Politics in Puerto Rico.
Philadelphia: Temple University Press.

Hunt, M. 1987. Ideology and US Foreign Policy. New Haven: Yale University Press.

López, Ramón. 2015. “Tintorera del mar Gumersindo Mangual y la historia que no se puede”
en: Revista digital 80 grados prensa sin prisa, https://www.80grados.net/tintorera-del-mar-gumersindo-mangual-y-la-historia-que-no-se-puede/ San Juan, Puerto Rico. (23.01.21)

Montes, Pizarro, Errol. 2012. “Viajes de la música afrodescendiente: Más allá de la
metáfora de raíz”. en: Duprey, M. (ed.), Memorias de Bomba que Rumba: Memorias del Primer Simposio sobre la Bomba y la Rumba, (97-119). San Juan: Publicaciones puertorriqueñas.

Nieves Falcón, Luis. 2018. “La ruta del legado colonial” en: Antología del pensamiento crítico
puertorriqueño contemporáneo
 , (págs. 53 – 68). Luis Nieves Falcón … [et al.]; coordinación general de Anayra Santory Jorge ; Mareia Quintero Rivera. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO.

Pérez, Elva Iris. 2009. “Un discurso dramático para la nación puertorriqueña 1934-1955”. en
El Amauta, Universidad de Puerto Rico recinto de Arecibo, 4.

Toledo Hernández, Enrique. 2011. La burocratización del poder colonial: de la
Americanización a la tecno-buroqueiñización del territorio no incorporado de Puerto Rico y el informe del “Task Force” de la Casa Blanca sobre el estatus político de Puerto Rico
. Río Piedras: Archivo Sociedad Sinergia

Tórres, Arlene. 1988. “La gran familia puertorriqueña: ‘ej prieta de beldá’ – the Great
Puerto Rican family is really really black”. En A. Torres, & N.E. Whitteen, Blackness in Latin America and the Caribbean (págs. 287 – 306). Bloomington: Indiana University Press.

 Notas

 [i] Uno de los políticos norteamericanos, refiriéndose a la guerra hispanoamericana, se expresó de la siguiente forma sobre España: “España fue juzgada y convicta ante el foro de la historia. Su religión ha sido una obstinada intolerancia llena de hipocresía cuyos sacramentos han sido solemnizados por la perversión y la tortura. Su liderazgo político internacional ha sido la infamia; su diplomacia la hipocresía; sus guerras masacres, su supremacía ha sido una afrenta y una maldición que ha condenado los continentes a la esterilidad y sus habitantes a la muerte”. (Hunt, 1987: 58; 46-91)

[ii] Como es conocido, el concepto transculturación fue acuñado por el antropólogo y etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz en la primera mitad del siglo XX en oposición al criterio asimilacionista del concepto aculturación, utilizado por la antropología cultural estadounidense. Según su concepción: “…el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz anglosajona acculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación. Al fin, como bien sostiene la escuela de Malinowski, en todo abrazo de culturas sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos.” Ortiz, Fernando (2002 [1940]): Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (Advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación), Madrid: Cátedra, S. 260.

[iii] Según el discurso racista de las autoridades norteamericanas, desde el principio los puertorriqueños habían sido desafortunados. Pues se nutrieron de la cultura occidental a través de España, cuya civilización consideraban degenerada. De ahí que consideraran como necesario y urgente adelantar su proceso civilizatorio con la noble ayuda del “genio del pueblo norteamericano”. (Cf. Congressional Record, 1909: 3.632)

[iv] Otro ejemplo del racismo institucional norteamericano es el del Senador Kennedy de Ohio para el que el pueblo puertorriqueño era incapaz de ejercer el autogobierno: “El gran error que hemos cometido es asumir que los puertorriqueños tienen siquiera una pizca de capacidad para poder gobernarse por sí mismos. Si hubiésemos considerado la historia hubiésemos aprendido que de todas las razas los españoles son los que menos capacidad tienen para gobernarse”. (Congressional Record, 1909: 2.928, p. 59.)

[v] “Un grupo de prominentes líderes y educadores del PPD, preocupados por la creciente americanización y por lo que denominaban la erosión del patrimonio cultural (que generaba el proceso de industrialización), se dedicó a organizar entre círculos oficialistas un movimiento de afirmación de los valores y la creación cultural puertorriqueña. Este proyecto de promoción de una ‘cultura nacional’ como parte de la estructura política del Estado Libre Asociado (…) se cristalizó mediante la creación, por ley de 1955, del Instituto de Cultura Puertorriqueña.” Toledo-Hernández, Enrique. 2001 La burocratización del poder colonial: de la americanización a la tecno-buroqueiñación del territorio no incorporado de Puerto Rico y el informe del “Task Force” de la Casa Blanca sobre el estatus político de Puerto Rico.  Río Piedras: Archivo Sociedad Sinergia, p. 40.

[vi] Según Ramón en una conversación que tuvimos en su casa en Barranquitas en 2018.

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Estados Unidos en Cuba: ¿anexión o independencia?

Posted in Cuba, España, Guerra hispano-cubano-estadounidense, Imperialismo norteamericano, tagged Enmienda Platt, Instituto Franklin on 18 enero 2022| Leave a Comment »

El Instituto Franklin de la Universidad del Alcalá de Henares (IF-UAH)  es la única institución universitarias española dedicada a la investigación y docencia graduada de temas relacionados con  Estados Unidos.  Fundado en 1987, el IF-UHA posee un programa de Maestría en estudios norteamericanos, grupos de investigación, una editorial y programas de becas de estudio e investigación. Además, de una colección de libros, publica varias revistas (Tribuna Norteamericana, Revista Española de Estudios Norteamericanos (REDEN) y Camino Real Estudios de las Hispanidades Norteamericanas) y posee una bitácora (Diálogo Atlántico). Envidiable para quienes, desde el subdesarrollo económico y mental, buscamos desarrollar la investigación y el estudio de Estados Unidos con un óptica latinoamericana.

En esta corta nota publicada en Diálogo Atlántico, el Dr. Ignacio Uría comenta el proceso que llevó a la creación e imposición al pueblo cubano de la enmienda Platt. Uría recoge muy bien el juego de intereses económicos, ideológicos, estratégicos  y raciales   que determinaron el desarrollo de las relaciones cubano-estadounidenses en un momento crucial de la historia de Cuba.

Este análisis les sirve de base para introducir su libro Viento norte. La primera ocupación militar norteamericana de Cuba (1899-1902), co-editado por la editorial  Los Libros de la Catarata y el Instituto Franklin-UAH como parte de la Colección de Estudios Norteamericanos. Esta obra será presentada mañana miércoles 19 de enero a las 7:30PM (hora de Madrid)  en el Congreso de Diputados de España. Desafortunadamente no habrá transmisión en línea de esta actividad.

Ignacio Uría es profesor contratado  de la Universidad de Alcalá y  Doctor por la Universidad de Navarra. Ha sido Visiting Researcher en Georgetown University  y Senior Associate Researcher en el Cuban Studies Institute.


Viento-norte-DA

Estados Unidos en Cuba: ¿anexión o independencia?

Ignacio Uría

Diálogo Atlántico     18 de enero de  2022

España perdió Cuba en 1898 y, partir de ese momento, la Isla dejó de interesarle a la gran mayoría de los españoles. Por eso, el periodo posterior a la derrota apenas se conoce en nuestro país. Sin embargo, se trató de una etapa clave para los cubanos, para Estados Unidos y para los doscientos mil españoles (el 10 % de la población) que se quedaron allí.

Entre 1899 y 1902, EE. UU. ocupó militarmente Cuba. Este hecho es capital en la historia norteamericana, ya que se trató su primera intervención en América y su ascenso a potencia regional llamada a empresas mayores. Gracias a esa intervención, Cuba se convirtió en un semiprotectorado estadounidense, situación imprevista cuando Washington declaró la guerra a España «por motivos humanitarios y solo el tiempo estrictamente necesario». Al menos, esa fue su declaración.

Sin embargo, EE. UU. permaneció en la Isla durante casi cuatro años e inició una renovación estructural que afectó a la educación y la judicatura, el ejército, la economía o las relaciones con la Iglesia católica. Incluso permitió la redacción de una nueva Constitución. Cuba se convirtió entonces en un laboratorio político con inmensas posibilidades económicas, sociales y estratégicas. Tan grandes que, desde el primer momento, se planteó convertirla en un nuevo estado de la Unión. El número 46, antes que Oklahoma, Nuevo México, Arizona, Alaska o Hawái, que aún no pertenecían a EE. UU.

En contra de la anexión estaban, por supuesto, los mambises cubanos, que llevaban cuatro décadas luchado contra España. A favor, se encontraba la colonia española, un próspero grupo compuesto por decenas de miles de personas que habían decidido permanecer en la Isla. ¿Motivos? Lazos familiares, propiedades y negocios, empleos… o la incapacidad de comprar un pasaje a España. Para ellos, Norteamérica suponía estabilidad política y el acceso a un mercado inmenso de 76 millones de consumidores que necesitaba el azúcar de Cuba.

original

En EE. UU., entre tanto, había disparidad de opiniones acerca de la anexión. Se oponían a ella los estados productores de tabaco (Virginia, Kentucky, Carolina del Norte o Tennessee) o de azúcar (ya fuera de caña, como Luisiana, o de remolacha, como California), amenazados todos por la producción cubana, más amplia y de mejor calidad. Tampoco la querían aquellos estados de mayoría blanca, opuestos a la integración de un territorio donde el 40 % de la población era negra. Y, finalmente, un grupo de legisladores —tanto republicanos como demócratas— para los que anexionarse a Cuba contradecía el ideario democrático estadounidense y traicionaba las promesas hechas a los independentistas.

Sin embargo, la Isla era clave desde el punto de vista militar por su situación a la entrada al Caribe, un mar que EE. UU. quería controlar a cualquier precio. También, por las grandes oportunidades económicas (el ferrocarril, las minas de cobre, la construcción…) y su privilegiada posición cercana al canal de Panamá, que pronto comenzaría a operar controlado por los norteamericanos una vez que los panameños se independizaran de Colombia.

Por todos estos motivos, la amenaza de la anexión sobrevoló durante toda la ocupación de Cuba, pero fue neutralizada porque los cubanos maniobraron con habilidad. ¿Cómo lo consiguieron? Convenciendo a Estados Unidos de que no hacía falta perturbar su política interna si podían conseguir lo mismo por medios más sencillos y baratos (como tener una base naval en Guantánamo, situación que pervive hoy). En síntesis, si alcanzaban la independencia, serían un aliado fiable.

A cambio, ciertamente, Cuba pagó un alto precio: la entrega de su política exterior a EE. UU. mediante la Enmienda Platt, una cláusula constitucional impuesta de Washington y que dividió a la clase política en dos bandos, los reformistas y los rupturistas. Sin embargo, gracias a esta concesión, Cuba alcanzó la libertad y un tratado de reciprocidad comercial que les garantizó el acceso al mercado estadounidense. La soberanía nació mediatizada, sin duda, pero suponía el primer paso hacia la verdadera independencia, alcanzada en 1902.

Viento norte Boceto Nuevo_0

Todas estas cuestiones son analizadas en el libro Viento norte. La primera ocupación militar norteamericana de Cuba (1899-1902), co-editado recientemente por Los Libros de la Catarata y el Instituto Franklin-UAH dentro de la Colección de Estudios Norteamericanos. Esta monografía incorpora documentación inédita de archivos estadounidenses (Library of Congress, National Archives and Records Administration, Harvard University…), cubanos (Archivo Nacional de Cuba) y españoles (Archivo Histórico Nacional), así como monografías y artículos académicos hasta 2021.

El miércoles 19 de enero a las 19:30 horas se celebrará la presentación del libro en la Sala Ernest Lluch del Congreso de los Diputados (Madrid).


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El acorazado norteamericano Maine: ¿qué sucedió?

Posted in Cuba, España, Filipinas, Guerra hispano-cubano-estadounidense, Guerra hispanoamericana, Imperialismo norteamericano, Pureza racial, tagged Dana Wegner, History Channel, Hyman G. Rickover, Joseph Pulitzer, National Geographic Magazine, New York Journal, New York World, USS Maine, William Randolph Hearst on 23 octubre 2020| Leave a Comment »

La explosión y hundimiento del acorazado USS Maine el 15 de febrero de 1898 llevó a Estados Unidos a una guerra desigual contra España. Fondeado en la Bahía de la Habana, en el Maine murieron 266 marinos. El contexto de tensión en que se dio esta explosión, unido al  uso político que se le dio para justificar tal guerra, han llevado a más de uno a elaborar teorías conspiratorias para explicar este evento que cambió la historia no sólo de Cuba, sino también de Puerto Rico y las Filipinas. Comparto con mis lectores este trabajo del Profesor Edmundo Fayanas Escuer con la que, debo reconocer, es la explicación más detallada de las múltiples investigaciones y teorías sobre el hundimiento del Maine que haya leído.


El acorazado norteamericano Maine: ¿qué sucedió?

Edmundo Fayanas Escuer

Nueva Tribuna   22 de octubre de 2020

La guerra hispano-estadounidense fue un conflicto bélico, que enfrentó a España y a los Estados Unidos en el año 1898. Fue el resultado de la intervención norteamericana en la guerra de Independencia cubana.

El siglo XIX representó para el Imperio español un claro declive, mientras que los Estados Unidos pasaron de convertirse en un país recién fundado, a ser una potencia regional media. En el caso español, la decadencia venía de siglos anteriores, pero se aceleró primero con la invasión napoleónica, que a su vez provocaría la independencia f1de gran parte de las colonias americanas, y posteriormente la inestabilidad política, que desangró al país social y económicamente.

Las tensiones por Cuba entre España y Estados Unidos se llevaban teniendo desde los años 1870, cuando empiezan los movimientos nacionalistas cubanos ocasión aprovechada por los norteamericanos para potenciarla.

España se encontraba en una hipotética guerra contra EEUU en clara desventaja:

  • El aspecto militar era de una gran desigualdad para España, que disponía de una armada obsoleta y anticuada.
  • EEUU tenía más de 62 millones de habitantes en el año 1890, por unos 18 millones en España,
  • EEUU luchaba cerca de su territorio, mientras que España tenía que mandar tropas al otro lado del planeta, a Cuba o Filipinas.
  • EUU tenía grandes zonas industrializadas, mientras que España era principalmente agrícola.

España tenía un gobierno débil, liderado por Práxedes Mateo Sagasta, y sacudido por el malestar social, la corrupción política y económica y las sucesivas guerras de independencia que, desde 1865, se venían librando en Cuba y Filipinas. Mantener las últimas colonias era vital para la estabilidad del país.

Sin embargo, la agitación nacionalista española, en la que la prensa escrita tuvo una influencia clave, provocó que el gobierno español no pudiera ceder y vender Cuba a EEUU, como por ejemplo antes había vendido Florida a ese país, en el año 1821.

Si el gobierno español vendía Cuba, sería visto como una traición por una parte de la sociedad española. El gobierno prefirió librar una guerra perdida de antemano, antes que arriesgarse a una nueva revolución, es decir, optó por una demolición controlada para preservar el Régimen de la Restauración.

La guerra fue relativamente breve. La explosión del acorazado Maine el quince de febrero del año 1898 fue el casus belli de esta guerra. Aún hoy se sigue discutiendo si fue un accidente, un ataque intencionado español o un ataque de bandera falsa de los propios norteamericanos.

Como veremos posteriormente, no fue provocado por los españoles. Simplemente se discute si fue un terrible accidente o provocado por los propios norteamericanos, cosa que a lo largo de la historia veremos que ha sido una práctica bastante habitual.

f13

Entonces la opinión pública estadounidense, convenientemente agitada por sus medios de comunicación, clamaban venganza. La guerra se declaró oficialmente un mes después. Aunque para las tropas norteamericanas la lucha en territorio cubano no fue tan favorable como se esperaban, como sucedió en las batallas terrestres de El Caney y de las Colinas de San Juan.

Sin embargo, las dos incontestables victorias navales norteamericanas con la batalla naval de Cavite en Filipinas del uno de mayo, y la batalla naval de Santiago de Cuba del tres de julio, donde fue destrozada la armada española, decantó la guerra a favor de los Estados Unidos.

La toma de Santiago de Cuba y la superioridad militar de las tropas norteamericanas, apoyadas en todo momento por las fuerzas cubanas al mando del general Calixto García, obligaron a los españoles, que ya estaban virtualmente acabados, a rendirse en el año 1898. El suceso abrió paso a la ocupación norteamericana de Cuba hasta el año 1902.

Estas derrotas provocaron, que el gobierno español pidiera en el verano de 1898 negociar la paz, que por intermediación de Francia, se plasmaría en el Tratado de París del diez de diciembre.

Los resultados del Tratado de París fueron la pérdida de la isla de Cuba, que se proclamó república independiente, pero quedó bajo tutela de Estados Unidos, así como de Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. En Filipinas, la ocupación estadounidense degeneró en la guerra filipino-estadounidense entre los años 1899-1902.

El resto de posesiones españolas del Pacífico fueron vendidas al Imperio alemán, mediante el Tratado hispano-alemán, del doce de febrero del año 1899, por el cual, España cedió al Imperio alemán sus últimos archipiélagos, las Marianas con la excepción de la isla de Guam, que pasaron a manos de los Estados Unidos, las Palaos y las Carolinas, a cambio de 25 millones de pesetas, ya que eran indefendibles por España.

¿Cómo fue el hundimiento del acorazado norteamericano Maine?

La tripulación del buque, constaba de 355 personas, estando formado por 26 oficiales, 290 marineros, y 39 infantes de marina. De estos, 261 perecieron en su hundimiento:

  • Dos oficiales y 251 marineros/infantes de marina, murieron en la explosión o en el hundimiento.
  • Siete más, fueron rescatados, pero murieron por las heridas recibidas.
  • Un oficial, murió posteriormente por una afección cerebral, causada por la explosión del barco…
  • De los 94 supervivientes, únicamente 19 resultaron heridos.

En enero del año 1898, el Maine fue enviado desde Cayo Hueso en el estado de Florida, a La Habana, para así proteger los intereses norteamericanos durante la guerra de la independencia cubana.

Tres semanas después, a las 21:40 del quince de febrero de 1898, hubo una explosión a bordo del acorazado Maine en el puerto de La Habana. Investigaciones posteriores revelaron que más de 5t de las cargas de pólvora de los cañones de 203 y 152 mm habían detonado, destruyendo un tercio de la parte delantera del buque.

Los restos del buque se hundieron rápidamente y quedaron en el fondo del puerto. La mayor parte de la tripulación se encontraba descansando en los dormitorios de tropa en la parte delantera del buque. Como hemos visto, 266 hombres perdieron la vida en la explosión o poco después, y otros ocho a consecuencia de sus heridas.

El capitán Sigsbee y la mayoría de los oficiales sobrevivieron a la explosión, ya que sus dormitorios estaban en la parte trasera del buque. En conjunto, hubo solo 89 supervivientes, de los que 18 eran oficiales. El veintiuno de marzo, un consejo de guerra naval en Cayo Hueso declaró que la causa de la explosión había sido una mina.

Los periódicos New York Journal y el New York World, que eran propiedad respectivamente de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, dieron al hundimiento del acorazado Maine una intensa cobertura informativa, pero usaron tácticas de prensa amarilla.

Ambos periódicos exageraron y distorsionaron la información, alcanzando a veces la fabricación de noticias cuando no había disponible ninguna, que se ajustara a su línea editorial. Durante la semana siguiente al hundimiento, el Journal dedicaba ocho páginas y media a noticias, editoriales e imágenes sobre la tragedia.

Sus editores enviaron un equipo de reporteros y artistas a la Habana, incluido Frederic Remington y Hearst anunció una recompensa de 50.000 dólares para la captura de los culpables y para la condena de los criminales, que enviaron a 266 marinos americanos a la muerte.

El New York World, aunque sin llegar a los estridentes niveles y tono del Journal, entró sin embargo, en una teatralidad similar, insistiendo continuamente en que el Maine había sido bombardeado o minado.

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Pulitzer decía en privado, que nadie fuera de un manicomio podía realmente creer que España había decidido destruir el Maine. Sin embargo, esto no detuvo al New York World en su insistencia de que la única expiación que España podía ofrecer a los Estados Unidos por la pérdida del buque y de la vida de sus marinos era la completa independencia de Cuba.

Se achacó a las autoridades españolas, que no hubieran garantizado la seguridad del puerto de La Habana. Los norteamericanos manipulados por las noticias que llegaban de la guerra en Cuba, fueron conducidos a un auténtico estado de histeria.

La destrucción del Maine no provocó la inmediata declaración de guerra a España. Sin embargo, creó una atmósfera, que prácticamente impedía una solución pacífica. La guerra comenzó en abril de 1898, dos meses después del hundimiento. Los defensores de la guerra comenzaron a utilizar el grito “¡Recordad el Maine, al infierno con España!”.

LAS DISTINTAS INVESTIGACIONES

Hubo una investigación encargada por el Gobierno de España a los oficiales navales Del Peral y De Salas. Además, se encargó investigaciones al respecto a dos tribunales de la Armada estadounidense, el presidido por Sampson en el año1898 y el presidido por Vreeland en el año 1911.

El almirante Hyman G. Rickover encargó una investigación privada en el año 1976 acerca de la explosión. Posteriormente, la National Geographic Society realizó una investigación en el año 1999, utilizando simulaciones por ordenador. Todas las investigaciones llegaron a la conclusión de que fue la explosión de los almacenes de munición de proa la causante de la explosión del buque, pero tuvieron conclusiones diferentes sobre la causa de dicha explosión.

USS Maine (ACR 1)

El Maine hundido en la bahía de la Habana

Investigación española del año 1898

La investigación estaba encabezada por Del Peral y De Salas, reunió pruebas por mediación de los oficiales de artillería naval, que examinaron los restos del Maine. Del Peral y De Salas identificaron la combustión espontánea del carbón almacenado en las carboneras, localizadas junto a los almacenes de munición del Maine, como la causa de la explosión, aunque no se descartaba la posibilidad de que otros combustibles, como pinturas o productos secantes ocasionaran la explosión.

También, se incluían las siguientes observaciones:

  • Si hubiera sido una mina la causa de la explosión, se habría observado una columna de agua.
  • El viento y las aguas se encontraban en calma, por lo cual una mina de la época no podría haber sido detonada por contacto. Solo hubiera sido posible por electricidad, pero no se encontraron cables de ningún tipo.
  • No se encontraron peces muertos en el agua, como hubiera sido de esperar tras una explosión subacuática.
  • Los almacenes de munición normalmente no explotan cuando un buque se hunde tras impactar con una mina.

La prensa estadounidense de la época no informó de las conclusiones de esta investigación.

La Investigación de Sampson del año 1898

f10El gobierno de los Estados Unidos poco después del hundimiento ordenó la constitución de una comisión de investigación de la Armada, encabezada por el capitán William T Sampson. El gobernador español de Cuba, Ramón Blanco y Erenas había propuesto en su lugar una comisión conjunta hispano-estadounidense, Esta fue rechazada por el cónsul estadounidense en la isla.

El capitán Sigsbee había escrito que: “Muchos oficiales españoles, incluidos los representantes del General Blanco, están ahora con nosotros para expresarnos sus condolencias”.

En un telegrama, el ministro de Ultramar, Segismundo Moret, había aconsejado al gobernador Ramón Blanco “recoger todos los datos posibles que puedan probar que la tragedia del Maine no puede sernos atribuida.”

La armada norteamericana siguió el protocolo y se nombró al comandante en jefe de la escuadra del Atlántico Norte para hacerlo. El comandante, elaboró una lista de oficiales jóvenes para la Comisión.

Con el tiempo, se impusieron las regulaciones de la Armada y su presidencia recayó sobre el Capitán Sampson, que tenía un rango mayor que el de Sigsbee. La comisión empezó el veintiuno de febrero del año 1998 y tomó testimonio a los supervivientes, testigos y buzos enviados a investigar el pecio.

La comisión de Sampson concluyó sus resultados con dos partes:

  • El procedimiento, que consistía principalmente de testimonios, y las conclusiones, que fueron los hechos, según lo determinado por el tribunal.
  • La conclusión, el tribunal no dejó registros de cómo había llegado a las conclusiones basadas en los testigos, que eran frecuentemente incoherentes.

f9Otra inconsistencia fue que solo hubo un testigo técnico, el comandante George Converse, de la base de torpederos de Newport en Rhode Island. El Capitán Sampson leyó al comandante Converse una situación hipotética, en la que un fuego en una carbonera hiciera entrar en ignición los almacenes de proyectiles de 152 mm, con el resultado de una explosión que hundiera el buque.

Tras efectuar la lectura, preguntó al Comandante Converse sobre la factibilidad de tal escenario. Este simplemente afirmó, sin entrar en detalles, que no podía imaginarse cómo algo así podía suceder.

La Comisión concluyó que el Maine había sido volado por una mina, la cual había causado la explosión de los almacenes de munición de proa. Llegaron a esta conclusión basándose en el hecho, de que la mayoría de los testigos declararon, que habían oído dos explosiones y que esa parte de la quilla estaba doblada hacia adentro.

El informe oficial de la comisión, que se presentó al Departamento de la Armada en Washington, Distrito de Columbia, el 21 de marzo, especificaba lo siguiente:

“En la cuaderna 18 la quilla está partida en dos, y el doble fondo está roto en un ángulo similar al formado por las planchas del fondo exterior… En opinión del Tribunal, este efecto podría tener su origen en una única explosión de una mina situada bajo el fondo en torno a la cuaderna 18, y un poco a babor del buque” (parte del 5º hallazgo de la corte).

f8“En opinión del Tribunal, el Maine fue destruido por la explosión de una mina submarina que causó la explosión parcial de dos o más de sus almacenes de munición delanteros”. (7º hallazgo de la corte).

“El Tribunal no ha podido obtener evidencia de la fijación de la responsabilidad de la destrucción del Maine a cualquier persona o personas” (8º hallazgo de la corte).

La investigación de Vreeland del año 1911

Se tomó la decisión de hacer un segundo tribunal de investigación en el año 1910. Las razones fueron la recuperación de los cuerpos de las víctimas, que podrían ser enterradas en los Estados Unidos y también un deseo de realizar una investigación más a fondo.

El hecho de que el gobierno cubano quisiera que el pecio fuera retirado del puerto de La Habana, podría haber desempeñado un papel, por lo menos la oportunidad de examinar los restos del naufragio con mayor detalle, de lo que había sido posible en el año1898, al mismo tiempo que se llevaba a cabo el requerimiento cubano.

El hecho de que esta investigación pudiera celebrarse sin el riesgo de la guerra, como había sucedido en el año 1898, hizo que hubiera una mayor objetividad de la que había sido posible anteriormente. Además, se daba el caso de que varios de los miembros de la junta del año 1910 serían ingenieros certificados, y estarían más capacitados para evaluar los resultados, que los oficiales de la Armada en el año 1898.

f7A partir de diciembre del año 1910 se construyó una ataguía alrededor de los restos del naufragio y el agua fue bombeada fuera, dejando al descubierto los restos del naufragio a finales del año 1911.

Entre el veinte de noviembre y el dos de diciembre de 1911, un tribunal de investigación encabezada por el Almirante Charles Vreeland inspeccionó los restos. Llegaron a la conclusión de que una explosión externa había provocado la explosión de los almacenes de munición.

Sin embargo, esta explosión fue más hacia la popa y de menor potencia, que la indicada por la comisión de Sampson. La comisión de Vreeland también encontró, que la flexión de la cuaderna 18 fue causado por la explosión de los almacenes de munición, no por la explosión externa.

Después de la investigación, los restos humanos localizados fueron enterrados en el Cementerio Nacional de Arlington y la parte intacta del casco del Maine fue puesta a flote y hundida ceremonialmente en alta mar el dieciséis de marzo del año 1912.

Investigación del año 1974 de Rickover

f6El almirante Hyman Richover intrigado por el desastre, comenzó una investigación privada en el año 1974. Utilizando información de las dos comisiones oficiales, periódicos, documentación oficial e información sobre la construcción y municiones del Maine, llegó a la conclusión de que la explosión no estuvo causada por una mina.

En su lugar, se especuló con la entrada en autocombustión del carbón, que se encontraba en las carboneras cercanas a los pañoles de munición como la causa más probable. Rickover publicó en el año 1976, un libro acerca de esta especulación, titulado “How the Battleship Maine Was Destroyed”.

Dana Wegner escribió “Theodore Roosevelt, the U.S. Navy and the Spanish–American War” en el año 2001, donde revisó la investigación de Rickover, ofreciendo detalles adicionales.

Según Wegner, Rickover preguntó a historiadores navales de la Agencia para el Desarrollo e Investigación de la Energía acerca del Maine tras leer un artículo del Washington Star News en el cual su autor, John M. Taylor, afirmaba que la Armada de los Estados Unidos, “hizo uso de oficiales poco capacitados técnicamente durante la investigación de la tragedia”.

Los historiadores, que entonces trabajaban con el almirante en el estudio del programa de propulsión nuclear de la US Navy, respondieron al almirante que no tenían detalles acerca del hundimiento del Maine. Rickover preguntó a los historiadores si podían investigar el hundimiento, estos, ahora intrigados por el suceso, estuvieron de acuerdo.

Se estudiaron todos los documentos pertinentes al tema. Estos, incluían los planos del buque y los informes de riesgo semanales del Maine, del año 1912, del ingeniero jefe del proyecto, William Furgueson.

Estos informes incluían numerosas fotos y anotaciones de Furgueson con los números de cuadernas y tracas de las partes correspondientes del pecio. Dos expertos en demoliciones navales y explosiones, fueron incluidos en el equipo. A partir de lo que mostraban las fotos, estos indicaron que “no había ninguna evidencia plausible de penetración desde el exterior”, y que la explosión tuvo lugar en el interior del buque.

Dana Wegner sugería, que según el estudio de Rickover, la combinación del diseño del buque, y el cambio del tipo de carbón utilizado, pudo haber facilitado la explosión del buque. Explicó que hasta la época de la construcción del Maine, se usaban mamparos comunes para separar las carboneras de los almacenes de munición, y que los buques norteamericanos, utilizaban antracita para alimentar sus calderas.

f5

Con el incremento de la construcción de buques de acero, la Armada de los Estados Unidos, comenzó a utilizar carbón bituminoso, que arde a una mayor temperatura, permitiendo por tanto alcanzar una mayor velocidad. Sin embargo, explicaba Wegner, mientras que la antracita no está sujeta a la autocombustión, el carbón bituminoso es considerablemente más volátil.

Ya se había informado de incendios en las carboneras de buques de la Armada antes del hundimiento del Maine, varios de los cuales estuvieron a punto de provocar explosiones. Wegner también citó, en el año 1997, el estudio de transferencia de calor, el cual concluía que un fuego en las carboneras del tipo sugerido por Rickover podría haber tenido lugar, detonando las municiones del buque.

La investigación del año 1998 por National Geographic

La National Geographic Magazine encargó, en el año 1998, un análisis a Advanced Marine Enterprises (AME). Esta investigación se realizó para conmemorar el centenario del hundimiento del Maine y se basó en modelos computerizados, una técnica que no estaba disponible en investigaciones anteriores.

Las conclusiones alcanzadas fueron que “aunque la autocombustión del carbón podría haber creado el nivel de temperatura de ignición para detonar los pañoles de munición adyacentes, esto no es probable que ocurriera en el Maine, ya que las planchas del fondo identificadas como sección 1 se habrían doblado hacia afuera, y no hacia adentro y que la suma de estos resultados, no es definitiva para probar que una mina fue la causa del hundimiento, pero sí para reforzar los argumentos a favor de esta teoría”.

Algunos expertos y varios analistas del AME, no estaban de acuerdo con esta conclusión. Wegner afirmaba que la opinión entre los integrantes del equipo de National Geographic estaba dividida entre los miembros más jóvenes que se centraban en los modelos computarizados, y los de más edad, que se basaron en su inspección de las fotos del pecio y su experiencia.

f4

Añadían que los datos utilizados por AME concernientes al diseño y almacenamiento de munición del Maine eran defectuosos.

Investigación del año 2002 de History Channel

The History Channel produjo un episodio en el año 2002, un documental titulado “Death of The USS Maine” que utilizaba fotografías, expertos navales e información de archivos para determinar las causas de la explosión.

La conclusión a la que llegaron fue que el carbón de las carboneras causó la explosión, y se identificó un punto débil en el mamparo, que separaba las carboneras de los pañoles de munición, que podría haber permitido que el fuego pasara de las carboneras a los almacenes de munición.

EL REFLOTE Y POSTERIOR HUNDIMIENTO

Durante varios años, el Maine permaneció hundido en el puerto de la Habana, aunque era evidente que en algún momento debería ser retirado. El Maine ocupaba un valioso espacio y la acumulación de sedimento en torno a su casco amenazaba con crear un banco de arena.

El nueve de mayo del año 1910, el Congreso autorizó fondos para la retirada del Maine, para el traslado de los cadáveres de su interior, se calculaba que había unos ochenta muertos y para así enterrarlos en el Cementerio Nacional de Arlington, así como para la retirada y transporte a Arlington del mástil principal. En ese momento, el Congreso no solicitó una nueva investigación.

f3El Maine entrando en La Habana

El cuerpo de ingenieros de la Armada construyó ataguías alrededor del Maine y, una vez completadas, se bombeó el agua hacia el exterior. Desde el treinta de junio del año 1911, el pecio del Maine quedó a la vista. Por delante de la cuaderna 41, el buque estaba totalmente destruido, siendo una masa de acero retorcido y corroído que no se parecía en nada a un barco. El resto del buque estaba gravemente corroído.

Los ingenieros de la Armada desmantelaron las dañadas superestructuras y cubiertas, que se echaron al mar. A mitad de camino entre la proa y la popa se construyó un tabique de hormigón y madera para sellar la parte trasera del buque. Se abrieron orificios en el fondo de la sección posterior para extraer el agua y se sellaron posteriormente con válvulas de fondo, a través de las cuales se hundiría posteriormente el buque.

El trece de febrero del año 1912, los ingenieros comenzaron a bombear agua en el interior de las ataguías. Tres días más tarde, el interior del Maine estaba a flote. Dos días después, el Maine fue remolcado. Los cadáveres hallados en su interior fueron trasladados al acorazado USS North Carolina para su repatriación.

El dieciséis de marzo, el Maine fue remolcado a cuatro millas de Cuba. Se abrieron las válvulas de fondo y fue hundido a 1.150 m de profundidad mientras el Birmingham y el North Carolina disparaban salvas de saludo.

Durante el rescate, se encontraron 66 cadáveres, de los cuales solo uno pudo ser identificado y devuelto a su pueblo natal, los otros fueron enterrados en el Cementerio Nacional de Arlington, donde permanecen enterrados 229 de sus tripulantes.

f2El tratado de paz de París obligaba a España a renunciar a sus colonias americanas y Filipinas

Monumento al Maine de Nueva York

El monumento al Maine diseñado, en el año 1913, por Harold Van Buren Magonigle fue realizado en la ciudad de Nueva York. Localizado en la esquina suroeste de Central Park en la puerta comercial del parque. El monumento consiste en una torre central con una fuente en su base y esculturas de Attilio Piccirilli a su alrededor.

Un grupo escultórico de figuras de bronce doradas encima de la torre representan a Columbia Triunfante, su carro, está formado por una concha tirado por tres hipocampos. El bronce utilizado en este grupo presuntamente provenía del metal recuperado de los cañones del Maine.

Todo demuestra que fue un accidente y nunca participaron los españoles. Sin embargo, los norteamericanos no realizaron un estudio adecuado y tenían ya la resolución prefabricada de antemano para así acusar a los españoles y ser la excusa perfecta para declarar una guerra que sabían que ganarían fácilmente y se harían dueños prácticamente de todo el Caribe.

El modelo de Cuba fue posteriormente usado por los norteamericanos en otros conflictos para así intervenir desde una posición de superioridad.


BIBLIOGRAFIA

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