El excepcionalismo estadounidense es uno de los temas que más atención ha recibido en esta bitácora. Esto no debe sorprender a nadie porque la naturaleza misma de este blog – analizar la historia estadounidense – hace necesario prestarle atención a uno de los elementos claves de esta: la alegada excepcionalidad de la nación norteamericana.
Por ello no pude superar la tentación de compartirles esta nota de Joseph Nye, Jr., analizando el debate sobre el estado actual de las relaciones internacionales de Estados Unidos y su relación con la idea del excepcionalismo. Nye hace un corto, pero muy buen análisis del origen y evolución de esta idea.
Joseph Nye, Jr. es profesor en Harvard University, y a sus 86 años sigue siendo uno de los principales analistas de la politica exterior de Estados Unidos.

El excepcionalismo estadunidense en 2024
Joseph S. Nye, Jr.
El Excesior 17 de diciembre de 2023
A medida que se acercan las elecciones presidenciales de 2024, se distinguen tres bandos en el debate estadunidense sobre las relaciones del país con el resto del mundo: los internacionalistas liberales, al mando desde la Segunda Guerra Mundial; los partidarios del atrincheramiento, que desean retirarse de algunas alianzas e instituciones; y quienes desean priorizar el país de acuerdo con el eslogan América primero, cuya visión del papel del país en el mundo es estrecha y, a veces, aislacionista.
Desde hace mucho los ciudadanos perciben a su país como excepcional desde un punto de vista moral. Stanley Hoffmann, un intelectual franco-estadunidense, dijo que, aunque todos los países se ven a sí mismos como únicos, Francia y Estados Unidos destacan por creer que sus valores son universales. Francia, sin embargo, estuvo limitada por el equilibrio de poder europeo y, por ello, no fue capaz de dedicarse por completo a hacer realidad sus ambiciones universalistas. Sólo Estados Unidos tuvo suficiente poder para hacerlo.
El punto no es que los estadunidenses sean moralmente superiores, sino que muchos de ellos desean creer que su país es una fuerza del bien en el mundo. Desde hace mucho los realistas se quejan de que este moralismo de la política exterior estadunidense interfiere con un análisis claro del poder. Sin embargo, lo cierto es que la cultura política liberal estadunidense significó una diferencia enorme para el orden internacional liberal que existe desde la Segunda Guerra Mundial. El mundo actual sería muy diferente si Hitler hubiera sido el vencedor o la Unión Soviética de Stalin se hubiese impuesto en la Guerra Fría.
El excepcionalismo estadunidense tiene un triple origen: desde 1945, la raíz dominante ha sido el legado de la Ilustración. Como dijo el expresidente John F. Kennedy: “El poder mágico que nos acompaña es el deseo de toda persona de ser libre y de toda nación de ser independiente; porque creo que nuestro sistema es más acorde a la esencia de la naturaleza humana, creo que triunfaremos al final”. El liberalismo ilustrado sostiene que esos derechos son universales y no se limitan a EU.

Por supuesto, el país enfrentó contradicciones en la implementación de su ideología liberal. El azote de la esclavitud quedó inscrito en su Constitución y más de un siglo después de la Guerra Civil, el Congreso aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1964. El racismo sigue siendo uno de los factores importantes de la política actual. También hubo disenso sobre los valores liberales en la política exterior.
Una variante del excepcionalismo deriva de sus raíces religiosas. Quienes escaparon de Gran Bretaña para rendir culto a Dios de manera más pura en el nuevo mundo se veían como el pueblo elegido. La naturaleza de su proyecto fue menos una cruzada que una combinación de ansia y restricción.
A los propios fundadores les preocupaba que la nueva República perdiera su virtud, como le había ocurrido a la República Romana. En el siglo XIX, visitantes europeos tan diversos como Alexis de Tocqueville y Charles Dickens notaron la obsesión por la virtud, el progreso y la caída, pero esta preocupación moral miraba hacia adentro.
La tercera fuente del excepcionalismo estadunidense subyace a las otras: la ubicación y tamaño del país siempre le otorgaron una ventaja geopolítica. En el siglo XIX, De Tocqueville notó la situación geográfica especial: protegido por dos océanos y flanqueado por vecinos más débiles, pudo centrarse en en la expansión hacia el oeste y evitar la lucha eurocéntrica por el poder mundial.

Cuando EU se convirtió en la mayor economía a principios del siglo XX, comenzó a pensar en términos de poder mundial. Después de todo, contaba con los recursos, la libertad de acción y amplias oportunidades para darse los gustos, para bien o mal. Tenía incentivos y capacidades para asumir el liderazgo en la creación de bienes públicos mundiales. Eso implicó apoyar un sistema de comercio internacional abierto, la libre navegabilidad de los mares y otros bienes comunales, y el desarrollo de instituciones internacionales.
Hoy día, el presidente Joe Biden y la mayoría de los demócratas afirman que desean mantener y proteger el orden existente, mientras que Donald Trump y los partidarios de América primero desean abandonarlo… y los defensores del atrincheramiento en ambos partidos esperan elegir entre lo que quede en pie. Los actuales conflictos europeos, asiáticos y en Oriente Medio se verán profundamente afectados por el enfoque que prevalezca en las elecciones del año que viene.








