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Posts Tagged ‘Macartismo’

Alice Childress, Paul Robeson and Lorraine HansberryEn esta nota publicada en JSTOR  Daily,  Mohammed Elnaiem enfoca a tres artistas afroamericanos de los años 1940, 1950 y 1960: Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry.   Robeson no es ajeno a esta bitácora (Ver: Paul Robenson–El revolucionario),  pero debo reconocer que desconocía  a Childress y Hansberry. Los tres, como bien señala Elnaiem,  confirmaron el talento y la capacidad creadora de los afroamericanos,  y por ello lograron fama y reconocimiento. Robeson fue barítono y atleta. Childress fue actriz, dramaturga y novelista.  Hansberry fue escritora y dramaturga.  Su fama, unida a sus ideas socialistas y su lucha contra el Jim Crow, los transformaron en un peligro para el orden racial estadounidense, lo que les convirtió en blanco del aparato represivo norteamericano, en especial, del FBI.

Elnaiem es candidato a doctor en Sociología por la Universidad de Cambridge. Su línea de investigación gira en torno a la historia del capitalismo y del movimiento global de reparaciones.


En la era McCarthy, ser negro era ser rojo

Mohammed Elnaiem 

JSTOR DAILY   13 de noviembre de 2019

La sociedad los adoraba, pero el gobierno de Estados Unidos pensaba que eran peligrosos: los líderes radicales negros Paul Robeson,  Alice Childress y Lorraine Hansberry transformaron la esfera cultural en Estados Unidos y más allá. Eran dramaturgos, cantantes e intérpretes, pero también agitadores, disidentes e incluso enemigos del Estado.

Alice Childress recibió el premio Tony por el papel que interpretó en el clásico de Broadway de 1944 Anna Lucasia. Con Gold in the Tress (1952), se convertiría en la primera mujer negra en producir profesionalmente una obra de teatro en los Estados Unidos y, años más tarde, en la única mujer afroamericana en haber sido dramaturga durante cuatro décadas. (Sin embargo, no fue la primera mujer negra en producir en Broadway. Ese manto perteneció a Lorraine Hansberry, con A Raisin in the Sun, quien también fue la primera dramaturga negra en ganar el premio del Drama Critics Circle de Nueva York).

En la década de 1950, el público en general se enteró de estas figuras hojeando revistas de arte y el New York Times, leyendo reseñas sobre los avances innovadores que hicieron para las artes afromaericanas. Los más inclinados a la política podrían encontrar artículos escritos en  el periódico Freedom de Robeson,  donde Childress escribiría una columna ficticia sobre las tribulaciones de la trabajadora doméstica negra, y Hansberry informaría desde Kenia, Corea y Brasil, sobre las luchas de las mujeres para emancipar a su pueblo.

Alice Childress

Sin embargo, desde la perspectiva del FBI, sus nombres eran conocidos por otra razón: una infame lista de vigilancia, que ponía su mirada en los percibidos”traidores» a la nación. Debido a su asociación con proyectos de teatro negro como el Comité para el Negro de las Artes, o, en el caso de Robeson y Hansberry, porque eran abiertamente marxistas, el gobierno de los Estados Unidos lideró un esfuerzo concertado para desterrarlos del ojo público. Después de que el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes comenzara a atacar a los artistas, Childress también apareció en la lista de vigilancia del FBI por su activismo y su asociación abierta con los comunistas.

Desde una perspectiva, tal vez este tipo de ataque era inevitable para los artistas negros, especialmente para aquellos que eran políticamente activos. Como dijo en ese momento un columnista del Baltimore African American:

“Puedes besar los pies de Stalin, tener una hoz y un martillo grabados en tus dientes… y sólo serás un “sospechoso de ser comunista». Pero si te atreves a revelar que odias a Jim Crow… inmediatamente te conviertes en un Maldito Rojo”.

Cuando los nombres de Robeson, Hansberry y Childress aparecieron en la lista de sospechosos de ser comunistas del FBI, fueron acompañados por el nombre de Harry Belafonte, el hombre que se convertiría en uno de los confidentes más confiables de Martin Luther King, Jr. Durante la época del macartismo, ser negro era ser rojo.

Pero desde otro ángulo, las simpatías marxistas de estas figuras públicas eran compartidas por una gran proporción de la intelectualidad afroamericana. Claude McKay y Langston Hughes, por poner dos ejemplos, son a menudo atribuidos, junto con Alain Locke, como los arquitectos del Renacimiento de Harlem. Ambos elogiaron abiertamente a la Unión Soviética. De hecho, ambos pasaron mucho tiempo allí.

A Raisin in the Sun: Lorraine Hansberry : Hansberry, Lorraine: Amazon.es: Alimentación y bebidasComo estudiante, Hansberry fue miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos, y comenzó a trabajar para el periódico de Robeson inmediatamente después de graduarse. El apartamento de Childress se convirtió en un centro para Herbert Aptheker y otros académicos marxistas clandestinos. No era ningún secreto que, como muchos en las artes de la época, eran socialistas.

A partir de la década de 1920, las artes negras se entrelazaron con las instituciones culturales de la izquierda radical estadounidense. ¿Dónde estarían Childress y Hansberry sin el camino que pavimentaron las mujeres negras antes que ellos? Entre ellas se encontraban mujeres como Louise Thompson, que encontró una oportunidad teatral en una tierra que intentaba posicionarse de forma oportunista como protectora de los afroamericanos y los colonizados: la URSS. Después de regresar de espectáculos con entradas agotadas y de vacaciones a un país de segregación y Jim Crow, se comprometieron a luchar por un nuevo orden social.

Thompson, una escritora clave del renacimiento de Harlem, es más famosa por su tesis de que las mujeres negras fueron “triplemente oprimidas», como negras, mujeres y trabajadoras (un precursor de la noción moderna de interseccionalidad). Fue Thompson quien le hizo saber a Langston Hughes, a través de un  telegrama, que la URSS planeaba filmar una nueva película llamada “Blanco y negro”. Lideró a un grupo de más de veinte afroamericanos en un viaje a la URSS, donde los gastos de viaje fueron reembolsados por los soviéticos y les esperaban hoteles de lujo. (El proyecto cinematográfico se vino abajo, pero los miembros del elenco se convirtieron en las primeras mujeres negras estadounidenses en actuar en el escenario soviético).

Es casi seguro que Robeson, Childress y Hansberry habrían sido igual de talentosos con o sin su visión socialista del mundo. Lo que es menos seguro es si el teatro negro habría florecido o no a principios del siglo XX en ausencia de las instituciones sociales y culturales de la izquierda radical estadounidense. Porque, en efecto, pocos norteamericanos les habrían proporcionado el escenario, salvo los detestados comunistas de la época.

Recursos:

Transition, No. 100 (2008), pp. 56-75
Indiana University Press on behalf of the Hutchins Center for African and African American Research at Harvard University
Race, Gender & Class, Vol. 8, No. 3, Amazigh Voices: The Berber Question (2001), pp. 157-174
Jean Ait Belkhir, Race, Gender & Class Journal
Callaloo, Vol. 25, No. 4 (Autumn, 2002), pp. 1114-1135
The Johns Hopkins University Press

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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La histeria anticomunista que embargó a Estados Unidos en los primeros años de la guerra fría tuvo consecuencias terribles en la sociedad estadounidense. Acabó de cerrar un periodo en la historia de Estados Unidos y abrió uno caracterizado por el miedo, la persecución política y la represión. Una de las instituciones que más abonó a este clima  fue el Comité de Actividades Antiamericanas  de la Cámara de Representantes (HUAC- House Committee on Un-American Activities), que desató una cacería de brujas contra comunistas reales, pero sobre todo, imaginarios.

En esta nota publicada en el seminario puertorriqueño Claridad, el abogado Manuel de J. González comenta la visita del HUAC a Puerto Rico en noviembre de 1959. Basa sus comentarios, en parte, en un libro del historiador Félix Ojeda Reyes que, según González,  pronto será publicado bajo el título La protesta armada.


Resisting HUAC – A Grassroots Success Story - Defending Rights & Dissent

Cuando el “Un-American Committee” vino a Puerto Rico

Claridad  8 de a

El “macartismo” toma su nombre del senador Joseph McCarthy, pero ni comenzó con el funesto personaje ni terminó cuando este falleció sumido en el alcoholismo a los 48 años, en 1957. La brutal persecución desatada en Estados Unidos contra todo lo que oliera a “comunismo”, mayormente estuvo alimentada y alentada por el FBI de Edgar Hoover, y comenzó varias décadas antes de que McCarthy llegara al senado en 1947. Además del FBI, que Hoover comandaba como una guardia pretoriana personal, en la amplia campaña que se desató contra personas e instituciones liberales y progresistas participó todo el aparato gubernamental estadounidense y varios comités del Congreso. El más importante de estos, el llamado “House Un-American Activities Committee” (HUAC), operó desde la Cámara de Representantes entre 1938 y 1975, utilizando el poder investigativo del Congreso para perseguir e intimidar a toda persona considerada de izquierda.

Aquel periodo, que a cada rato reaparece en la política estadounidense, está ahora mismo a la vista de todos gracias a la película Oppenheimer, donde se expone con dramatismo la persecución de que fue víctima el físico Robert Oppenheimer luego de que liderara el grupo de científicos que produjo la bomba atómica en 1945. En la película no aparece el HUAC, sino otro de los múltiples comités y procesos que se desataron en Estados Unidos mayormente durante la década de 1950.

Como era lógico esperar, el macartismo también impactó a Puerto Rico, y no solo porque aquí llegaron algunos académicos estadounidenses perseguidos allá por su pensamiento liberal. Ese traslado tuvo un efecto positivo porque algunos de esos académicos, que utilizaron a Puerto Rico como refugio, se incorporaron a la docencia universitaria aportando al crecimiento de la UPR. Pero antes y después de los académicos refugiados también llegó el HUAC.

Gracias a un libro del querido compañero Félix Ojeda Reyes de próxima publicación me enteré de que el HUAC extendió sus tentáculos directamente contra los puertorriqueños en 1959. Dice Ojeda: “Días antes de celebrarse en Ponce la primera asamblea constituyente del MPI (en 1959), distintas organizaciones independentistas se lanzaron a la calle para repudiar la pretendida investigación de actos subversivos que llevaría a cabo en San Juan el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos. Cientos de activistas se alborotaron contra aquellos intrusos que pretendieron transgredir los derechos civiles de personas que no habían cometido delito alguno. Hasta el morador de La Fortaleza, don Luis Muñoz Marín, manifestaba su oposición –muy light, por cierto– a la intromisión de los federales.”

El comité perseguidor del Congreso sesionó en Puerto Rico durante los días 18 al 20 de noviembre de 1959 utilizando una sala del Tribunal Federal, entonces solo ubicado en el Viejo San Juan, como centro de operaciones. Previo a llegar a Puerto Rico sesionó otros dos días en Nueva York para investigar a boricuas radicados en esa ciudad. Añade Ojeda: “En la gran manzana comparecieron ante los inquisidores Jesús Colón, don Félix Ojeda Ruiz, Jorge W. Maysonet, Armando Román, José Santiago, Richard Levins y otros.” Esos citados, una y otra vez se negaron a declarar ante el Comité, manteniendo su negativa aun después de la advertencia de que serían acusados de desacato.

La visita del comité del Congreso a Puerto Rico generó gran expectativa. En la edición de El Mundo de 22 de octubre con el titular “Convocan aquí vistas sobre subversión” se informa sobre su próxima llegada, añadiendo que la oficina del Alguacil federal estaba a cargo de notificar a las personas que serían citadas a comparecer. En la edición de 4 de noviembre se informa que 17 personas ya habían sido citadas para comparecer ante los congresistas inquisidores.

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Comunicado de prensa del Comité de Emergencia de Libertades Civiles protestando contra la presencia del Comité de Actividades Antiamericanas en Puerto Rico, 19 de noviembre de 1959. (https://considerthesourceny.org/activity/protest-against-un-american-activities-committee-1959)

Las vistas comenzaron el 18 de noviembre de 1959 y entre los citados figuraron César Andréu Iglesias, dirigente del MPI, escritor, periodista y activista sindical, el dirigente obrero Juan Sáez Corales, el abogado y profesor universitario Pablo García Rodríguez, José Enamorado Cuesta, Consuelo Burgos, y el entonces presidente del Partido Comunista, Juan Santos Rivera. Apunta Félix Ojeda que “Eugenio Cuevas Arbona, Ramón Mirabal Carrión y Juan Antonio Corretjer también habían sido convocados. Los primeros dos se hallaban en Cuba. Corretjer andaba por Venezuela y luego se trasladaría a La Habana.”

“La indignación predominaba en los sectores liberales de Puerto Rico” continúa Ojeda. “El Colegio de Abogados nombró a una batería de letrados que, sin recibir remuneración, defendería a los comunistas. Entre los letrados designados se destacaban: Abraham Díaz González, Santos P. Amadeo, Gerardo Ortiz del Rivero, Manuel Abreu Castillo, Benicio Sánchez Castaño, Pedro Muñoz Amato, Marcos A. Ramírez y otros.”

Igual a los boricuas citados en Nueva York, los convocados en Puerto Rico se negaron a declarar ante el Comité, también manteniéndose firmes luego de ser amenazados con un procesamiento por desacato. En la edición de El Mundo del 6 de abril de 1960, con el titular “Imputan a 13 de aquí desacato al Congreso” se informa que, sesionando en Washington, el HUAC le solicitó al Departamento de Justicia que presentara cargos por desacato contra el grupo, lo que nunca ocurrió.

Como vemos, el macartismo también pisó en la colonia del imperio, siete años después de que se había aprobado la constitución del “ela”. En la edición de El Mundo del 4 de noviembre de 1959 se informa que uno de los abogados de los citados, Gerardo Ortiz del Rivero, estaba considerando alegar que el comité del Congreso carecía de jurisdicción sobre Puerto Rico porque, luego de 1952, nuestro país había dejado de ser territorio de Estados Unidos. Según el periódico, como autoridad citaba a la ONU y un discurso de Luis Muñoz Marín. El diario no informa si la moción efectivamente se presentó, pero todos sabemos cuál sería el resultado.

El libro de Félix Ojeda Reyes aquí citado, “La protesta armada”, estará en circulación en los próximos meses.

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El estreno de una película dedicada a la figura del físico J. Robert Oppenheimer ha renovado el interés por la vida este controversial personaje de la historia estadounidense. Padre del programa que llevó a la creación de las primeras armas atómicas, Oppenheimer pasó de héroe a villano al cuestionar el discurso oficial del gobierno estadounidense en los primeros años de la guerra fría. Esto le costó su carrera, pues se le etiquetó de comunista y de espía soviético.

En esta corta nota, Robert C. Koehler comenta la reciente decisión del gobierno estadounidense de exonerar póstumamente a Oppenheimer restaurando la autorización de seguridad que le fue revocada injustamente en 1954.

Koehler es  un reportero y editor de Chicago con más de 30 años de experiencia desde un enfoque pacifista. Es autor de Courage Grows Strong at the Wound (Xenos Press, 2010)


Quién fue Oppenheimer, padre e inventor de la bomba atómica | Marca

Exoneración póstuma de Oppenheimer

 Robert C. Koehler

Common Dreams 18 de julio de 2023

Apenas 55 años después de su muerte, el gobierno de Estados Unidos ha restaurado la autorización de seguridad de J. Robert Oppenheimer, que la Comisión de Energía Atómica le quitó en 1954, declarándolo no simplemente un comunista sino, con toda probabilidad, un espía soviético.

Oppenheimer, por supuesto, es el padre de la bomba atómica. [Y ahora es objeto de una importante película]. Dirigió el Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial, que dio a luz a Little Boy y Fat Man, las bombas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, matando a varios cientos de miles de personas.

Lo que sucedió después, sin embargo, fue la Guerra Fría, y de repente los comunistas, los antiguos aliados de Washington, fueron la personificación del mal y estaban en todas partes. Estados Unidos, en su infinita sabiduría, sabía que no tenía más remedio que continuar con su programa de armas nucleares y, por el bien de la paz, poner al mundo al borde del Armagedón y perseguir la bomba de hidrógeno.

La guerra, el componente básico de las entidades gubernamentales del mundo durante incontables milenios, había evolucionado hasta el borde de la extinción humana. La política oficial del gobierno equivalía a esto: ¿Y qué?

Oppenheimer y Einstein. (US Govt. Defense Threat Reduction Agency, Public domain, Wikimedia Commons)

Oppenheimer desafió esta política oficial y destrozó su carrera. De hecho, vio inmediatamente, cuando la bomba recién desarrollada fue probada en Alamogordo, Nuevo México, el 16 de julio de 1945, que el planeta Tierra estaba en peligro.

Un equipo de físicos acababa de exponer su máxima vulnerabilidad y él notó, mientras presenciaba la nube en forma de hongo, que las palabras del Bhagavad-Gita hindú  habían entrado en su mente: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.

No se había opuesto a lanzar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, como hicieron algunos de los científicos del Proyecto Manhattan, como Leo Szilard. Pero cuando terminó la guerra, se comprometió profundamente a eliminar toda posibilidad de guerras futuras.

Una de las primeras acciones que tomó, una semana después de los bombardeos, fue escribir una carta al Secretario de Guerra Henry Stimson, instándolo a abrazar el sentido común con respecto a un mayor desarrollo de armas nucleares.

“Creemos”, escribió,

“Que la seguridad de esta nación, a diferencia de su capacidad para infligir daño a una potencia enemiga, no puede residir total o incluso principalmente en su destreza científica o técnica. Sólo puede basarse en hacer imposibles las guerras futuras. Es nuestra recomendación unánime y urgente para usted que, a pesar de la actual explotación incompleta de las posibilidades técnicas en este campo, se tomen todas las medidas, se hagan todos los arreglos internacionales necesarios, con este fin”.

Haciendo imposibles futuras guerras. ¿Qué pasaría si las fuerzas políticas estadounidenses tuvieran suficiente cordura para escuchar a Oppenheimer? Varios meses después de escribir esta carta, visitó al presidente Harry Truman, tratando de discutir la colocación del control internacional sobre un mayor desarrollo nuclear.

El presidente no tendría nada de eso. Echó a Oppenheimer de la Oficina Oval.

Oppenheimer mantuvo su compromiso de trascender la guerra, trabajando con la Comisión de Energía Atómica (AEC) para controlar el uso de armas nucleares, y manteniéndose firme en su oposición a la creación de la bomba de hidrógeno.

Continuó su oposición incluso cuando el desarrollo de la bomba progresó y las pruebas nucleares comenzaron a extender la lluvia radiactiva sobre partes “prescindibles” del mundo. Pero luego vino la era McCarthy y el susto rojo que lo acompañaba.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.En 1954, después de 19 días de audiencias secretas, la AEC revocó la autorización de seguridad de Oppenheimer. Como  señaló The New York Times, esto “llevó su carrera a un final humillante. Hasta entonces, un héroe de la ciencia estadounidense, vivió su vida como un hombre roto”. Murió a los 62 años en 1967.

“Un elemento clave en el caso contra Oppenheimer”, informó el Times, ”Se derivó de su resistencia a los primeros trabajos en la bomba de hidrógeno, que podría explotar con 1.000 veces la fuerza de una bomba atómica. El físico Edward Teller había abogado durante mucho tiempo por un programa de choque para idear tal arma, y dijo en la audiencia de 1954 que desconfiaba del juicio de Oppenheimer. “Me sentiría personalmente más seguro”, testificó, “si los asuntos públicos descansaran en otras manos”.

‘Antiamericano’

Pero, por supuesto, la “marca negra de la vergüenza” que permaneció pegada a Oppenheimer por el resto de su vida fue que era un “comunista”, y tal vez un espía, en otras palabras, totalmente antiamericano.

Esta fue la mentira básica utilizada contra aquellos que desafiaron los principios de la Guerra Fría. Las audiencias secretas de la comisión permanecieron clasificadas durante 60 años.

Después de que fueron desclasificados en 2014, los historiadores expresaron su asombro de que prácticamente no contuvieran evidencia condenatoria de ningún tipo contra Oppenheimer, y muchos testimonios simpatizantes de él. Las revelaciones aquí parecen exponer principalmente el interés del gobierno en cubrir sus propias mentiras.

En diciembre pasado, la secretaria de Energía Jennifer Granholm, presidenta del departamento en el que se había transformado la Comisión de Energía Atómica, anuló la revocación de la autorización de seguridad de Oppenheimer, declarando que la audiencia de 1954 era un “proceso defectuoso”.

Hiroshima y Nagasaki, una reconsideración | Política Exterior

Hiroshima, 1945

Lograr que el gobierno deshiciera su error fue un proceso largo  y arduo, emprendido por Kai Bird y Martin J. Sherwin, los autores de American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer. Les tomó alrededor de 16 años. Finalmente lograron limpiar su nombre.

Si bien aplaudo su enorme esfuerzo y su resultado, aún queda mucho por hacer. Esto es más que simplemente un asunto personal, más que la corrección de un mal burocrático hecho a un hombre. El futuro de la humanidad sigue en juego.

El gobierno de Estados Unidos ha gastado varios billones de dólares  en el desarrollo de armas nucleares a  lo largo de los años, ha realizado más de mil pruebas nucleares y actualmente está en posesión de 5.244 ojivas nucleares, de un total mundial de unos 12.500. Tal vez es hora de empezar a escuchar —y escuchar— las palabras de Oppenheimer.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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