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Archive for the ‘Feminismo’ Category

A propósito de la filtración del borrador de una decisión del Tribunal Supremo estadounindense que pondría fin al derecho al aborto, comparto este artículo de la historiadora Jill Lepore cuestionando el análisis histórico en que se fundamenta tal escrito. Lepore critica fuertemente el planteamiento del Juez Samuel Alito, autor del borrador, de que en la constitución no se hace referencia al aborto y, por ende, no está garantizado por ésta. La autora le recuerda al juez que: «Es un hecho que las mujeres están ausentes de la Constitución.   Ese es un problema que remediar, no un precedente  que honrar.» Escrita por cincuenta y cinco hombres blancos, la constitución de Estados Unidos es un documento que ignora a las estadounidenses, por ende, Lepore subraya que «utilizar  una historia de discriminación para negar a  las personas sus derechos constitucionales es una perversión de la  lógica y una traición a la justicia.»

Jill Lepore es Doctora en  American Studies por la Universidad de Yale y  profesora de historia estadounidense  en la Universidad de Harvard. Es autora de  The Name of the War, ganador del prestigioso Premio Bancroft en 1999. Su libro New York Burning: Liberty, Slavery and Compsiracy in Eighteenth-Century Manhattan fue finalista del Premio Pulitzer de historia.  Otro de sus libros,  Book of Ages: The life and Opinions of Jane Franklin, fue finalista del National Book Award.  En 2015 publicó The Secret History of Wonder WomanSu obra más reciente es If Then: How the Simulmatics Corporation Invented the Future, publicado en septiembre de 2020.


What's Missing from Samuel Alito's Draft Decision to Revoke the Right to  Abortion | The New Yorker

Por supuesto que la constitución no tiene nada que decir sobre el aborto.

Jill Lepore

The New Yorker   4 de mayo de 2022

En  cuestión de meses, las mujeres residentes en aproximadamente la mitad de los Estados Unidos podrían estar infringiendo la ley si deciden interrumpir un embarazo. Esto será, en gran parte, porque el juez de la Corte Suprema Samuel Alito se sorprende de que haya  tan poco escrito sobre el aborto en un documento  de cuatro mil palabras elaborado por cincuenta y cinco hombres en 1787.  Sucede que  tampoco  hay nada en absoluto en ese documento, que establece la ley  fundamental,  sobre el embarazo, los úteros, las vaginas, los fetos, las placentas, la sangre  menstrual, los senos o la leche materna.  No hay nada en ese documento sobre las mujeres en absoluto.  Lo más importante es que no  hay nada en ese documento, o en las circunstancias en las  que  fue escrito, que sugiera que  sus autores imaginaron a las mujeres como parte de la comunidad  política.  abrazado por la frase “Nosotros el Pueblo”.  No  había mujeres entre los delegados a la Convención Constitucional.  No había  mujeres entre los cientos de personas que participaron en la  ratificación de convenciones en los estados.  No hay  juezas.  No hay  mujeres legisladoras.  En ese momento, las mujeres  no podían ocupar cargos  ni postularse para un cargo, y, excepto en Nueva Jersey, y luego solo en nueva instancia, las mujeres no podían votar. Legalmente, la mayoría de las mujeres no existen como personas.

Casey Cep reviews “These Truths: A History of the United States,” by Jill  Lepore | Harvard Magazine

Jill Lepore

Debido a que estos hechos parecen sorprender a Alito, es probable que el aborto se convierta en un delito en al menos veinte estados esta primavera.  “La Constitución no  hace referencia al  aborto, y ningún derecho de este tipo está  implícitamente protegido por cualquier disposición constitucional,” Alito escribió, en un borrador filtrado de la opinión mayoritaria  de la Corte  Suprema  en Dobbs v.   Jackson Women’s Health Organization.  De aprobarse, el borrador que Politico publicó  el lunes por la noche, anularía  Roe v.  Wade, la decisión de  1973 legalizó  el aborto.  El presidente del Tribunal Supremo,  John Roberts, prometiendo una investigación, no ha negado su autenticidad.  Según los informes, cinco jueces han votado de acuerdo con el borrador: Alito, Brett Kavanaugh, Amy Coney Barrett, Clarence Thomas y Neil Gorsuch.  Los jueces Stephen Breyer, Sonia Sotomayor y Elena Kagan  seguramente  discreparán.  No es  probable que  Roberts  esté de acuerdo.  Hay quienes creen que quien reveló el borrador está tratando de   hacer que sea más difícil, si no imposible para Roberts reclutar a un desertor de  la mayoría.  Pero,  por supuesto, esto sigue siendo desconocido.

Tan totalmente especulativa como la cuestión de quién filtró esta decisión es la historia ofrecida para respaldarla.   La opinión de Alito  descansa casi exclusivamente  en un  extraño y empobrecido análisis histórico.   “La Constitución no hace referencia expresa a un derecho a obtener un aborto, y por lo tanto a aquellos que afirman que protege tal derecho  deben demostrar que el derecho está de alguna manera implícito en el texto constitucional”, argumenta, haciendo esta observación repetidamente. Roe, escribe, fue “notablemente flojo en su tratamiento del texto constitucional” y sufre, sobre todo, de un error: “sostuvo que el derecho al aborto, que no se menciona en la Constitución, es parte de un derecho a la privacidad, que tampoco se menciona”.

Es un hecho que las mujeres están ausentes de la Constitución.   Ese es un problema  que remediar, no un precedente  que honrar.

A Vindication of the Rights of Woman | Senate House LibraryAlito cita una serie de textos del siglo XVIII;   no cita nada escrito por una mujer, y no porque no haya nada disponible .  “Las leyes que respetan a  la mujer”,  escribió Mary Wollstone   en “A Vindication of the Rights of Woman”, en 1791, “establecen una unidad absurda de un hombre  y su esposa, y luego, por la transición fácil  de solo considerarlo  al esposo como responsable, ella se reduce a una mera cifra”.  Ella no es más que una parte de él. Ella misma no existe, sino que  es, como escribió  Wollstonecraft, una “no entidad”.

Si un derecho no se menciona  explícitamente  en la Constitución, argumenta Alito, siguiendo un modo de razonamiento  conocida como la prueba histórica (History test), entonces solo puede convertirse en un derecho si se puede demostrar que está “profundamente arraigada en esta la historia y tradición de la Nación”. Como he  argumentado, la prueba histórica  pone en desventajas a personas que no estaban habilitadas políticamente (enfranchised) en el momento que la Constitución fue escrita, o que han sido mal “enfranchised” desde entonces.   Es especialmente importante la cuestión de quién tenía derecho al voto en el momento de la ratificación del  Decimocuarto  Enmienda, en 1868, segunda  fundación de la nación, ya que muchos argumentos  a favor del derecho  al aborto (y muchos otros derechos, también) se fundamentan en las cláusulas de la igualdad de protección y el debido proceso de dicha enmienda.   Con relación a este tema  Alito  se muestra desconcertado  al  descubrir  tan  poco  sobre el  aborto  y  las mujeres.   Refiriéndose  a  los  defensores de   Jackson  Women’s  Health  Organization  y a  los escritos de amicus    como  uno  firmado por  la  American Historical Association ,  Alito  escribe:  “No  solo    los demandados, sino tampoco sus  amici,     demuestran  que  se estableció    un  derecho  constitucional  al  aborto  cuando  se adoptó  la  Decimocuarta  Enmienda,  pero  tampoco demostrado   la  existencia  de  un  apoyo al derecho al   aborto  anterior a  la  última  parte    del  siglo 20 : ninguna  disposición  constitucional  estatal,   ningún  estatuto,  ningún estatuto, ninguna     decisión judicial,  ningún tratado   erudito”.

Alito podría haber consultado en los registros del Senado de los Estados Unidos del debate sobre la Decimocuarta Enmienda, el debate entre Jacob Howard, un senador republicano de Michigan, y  Reverdy Johnson, un demócrata de Maryland.  Howard citó a  James Madison, quien había escrito que “aquellos que deben estar obligados por las leyes, deberían tener una voz para hacerlas”. Esto preocupó terriblemente a Johnson, porque en la Decimocuarta Enmienda se usa la palabra “persona”.   Johnson quería saber si Howard   había sugerido que las mujeres también  podrían considerarse  personas.

Sr.  Johnson: ¿Tanto mujeres  como hombres?

Sr.  Howard: El Sr. Madison no dice nada sobre  las mujeres.

Sr.  JOHNSON : “Personas.”

Sr.  HOWARD: Creo que el Sr. Madison era lo suficientemente mayor y sabio como para dar por sentado que existía tal cosa como  la ley de la naturaleza que tiene cierta influencia incluso en los asuntos políticos, y que por esa ley las mujeres y los niños no son considerados iguales a los hombres.

Alito, conmocionado al descubrir tan poco en los libros de leyes de los años 1860 que  garantizara el derecho al aborto, ha perdido  el punto: casi nada en los  libros de derecho de los años 1860 garantizaba cualquier cosa a las mujeres.   Porque, por lo general, todavía  no eran  consideradas personas.  Tampoco, para  el caso,  los fetos.

Miembros de la Corte Suprema: Fila inferior, de izquierda a derecha: Samuel AlitoClarence ThomasJohn RobertsStephen Breyer y Sonia Sotomayor. Fila superior, de izquierda a derecha: Brett KavanaughElena KaganNeil Gorsuch y Amy Coney Barrett. (Wikipedia)

No  creo que Roe estuviera bien argumentado.   Estoy de acuerdo con el primer análisis de Ruth  Bader Ginsburg: basar el derecho en la igualdad en lugar de la  privacidad podría haber sido un enfoque  más sólido.   Ni siquiera soy  de línea dura en la cuestión del  aborto;  me parece  moralmente espinoso.  Pero, cuando Samuel Alito dice que las personas que creen que el aborto es un derecho constitucional “no tienen una respuesta persuasiva a esta evidencia histórica”, no muestra nada más que los límites de su propia evidencia. “La página de la historia está llena de errores de la mujer”, como dijo  una vez la abolicionista del siglo XIX Sarah Grimké .  No está plagado de derechos  de las mujeres.  Utilizar  una historia de discriminación para negar a  las personas sus derechos constitucionales es una perversión de la  lógica y una traición a la justicia.   ¿Decidiría la Corte los  casos de derechos civiles relacionados con la raza  mirando exclusivamente las leyes y estatutos escritos antes de la emancipación?

Al cierre del   dictamen, Alito se felicita tanto a  sí mismo como  a la Corte por el hecho de que, con este fallo, están otorgando derechos a las mujeres.  “Nuestra decisión.  .  .  permite a las mujeres de ambos lados del  tema del aborto buscar  afectar el proceso legislativo al influir en la opinión pública, presionar a los legisladores, votar y postularse para   un cargo”, escribe. “Las mujeres no carecen de poder electoral o político”. Es cierto que las mujeres ya no están sin poder  electoral.  Pero    estuvieron  sin ella durante  casi toda la  historia en la que Alito  fundamenta su análisis de  la Constitución  y sus disposiciones.    No necesita un documento  filtrado para aprender eso.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

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Para comenmorar el centenario de la ratificación de la Enmienda 19 reconociendo el derecho al voto a las ciudadanas estadounidenses, comparto esta antología de artículos sobre del sufragismo en Estados Unidos, publicados en el Journal of American History.  El acceso a ellos será gratuito hasta el 20 de noviembre de este año.


Today in History, June 4, 1919: Congress approved 19th amendment ...

Women, Voting, and the Nineteenth Amendment: a JAH Suffrage Reader

On August 18, 1920, the General Assembly of Tennessee—the requisite thirty-sixth state—ratified the Nineteenth Amendment. After decades of public activism, and more than a year of legislative debate, the amendment, which prohibited the denial or abridgement of the right of citizens to vote “on account of sex,” at last became part of the U.S. Constitution. Woman suffrage became a right—though not for all women a reality—throughout the nation.

To mark the centennial of the Nineteenth Amendment, and to encourage critical assessment of the broader histories of suffrage and suffrage restriction in the United States, the Journal of American History has assembled “Women, Voting, and the Nineteenth Amendment: A JAH Suffrage Reader.” This reader offers a sampling of numerous articles and reviews published in the JAH over the past half century. By no means exhaustive, it is intended to provide readers with a brief introduction to the history and historiography of woman suffrage, and women’s political activism more generally, in the United States. As part of our ongoing series Sex, Suffrage, Solidarities: Centennial Reappraisals, we hope that this reader will benefit students, educators, and researchers who wish to learn more about these topics. We invite all readers to revisit as well the JAH Women’s History Index, published in our March 2020 issue.

The following articles and reviews will be freely available through November 30, 2020:

Detail, Votes for Women: Song (1914). Library of Congress, Music Division.

 

The New Woman: Changing Views of Women in the 1920s (September 1974)

Estelle B Freedman

Journal of American History, Volume 61, Issue 2, September 1974, Pages 372–393, https://doi.org/10.2307/1903954

Leadership and Tactics in the American Woman Suffrage Movement: A New Perspective from Massachusetts (September 1975)

Sharon Hartman Strom

Journal of American History, Volume 62, Issue 2, September 1975, Pages 296–315, https://doi.org/10.2307/1903256

Feminist Politics in the 1920s: The National Woman’s Party (June 1984)

Nancy F Cott

in Journals

Journal of American History, Volume 71, Issue 1, June 1984, Pages 43–68, https://doi.org/10.2307/1899833

Working Women, Class Relations, and Suffrage Militance: Harriot Stanton Blatch and the New York Woman Suffrage Movement, 1894–1909 (June 1987)

Ellen Carol DuBois

in Journals

Journal of American History, Volume 74, Issue 1, June 1987, Pages 34–58, https://doi.org/10.2307/1908504

Outgrowing the Compact of the Fathers: Equal Rights, Woman Suffrage, and the United States Constitution, 1820–1878 (December 1987)

Ellen Carol DuBois

in Journals

Journal of American History, Volume 74, Issue 3, December 1987, Pages 836–862, https://doi.org/10.2307/1902156

What’s in a Name? The Limits of “Social Feminism”; or, Expanding the Vocabulary of Women’s History (December 1989)

Nancy F Cott

Journal of American History, Volume 76, Issue 3, December 1989, Pages 809–829, https://doi.org/10.2307/2936422

Political Style and Women’s Power, 1830–1930 (December 1990)

Michael McGerr

Journal of American History, Volume 77, Issue 3, December 1990, Pages 864–885, https://doi.org/10.2307/2078989

Review of New Women of the New South: The Leaders of the Woman Suffrage Movement in the Southern States by Marjorie Spruill Wheeler (September 1994)

Laura F Edwards

in Journals

Journal of American History, Volume 81, Issue 2, September 1994, Page 731, https://doi.org/10.2307/2081305

Review of Women against Women: American Anti-Suffragism, 1880-1920 by Jane Jerome Camhi and The Home, Heaven, and Mother Party: Female Anti-Suffragists in the United States, 1868-1920 by Thomas J. Jablonksy (June 1996)

Anne M Boylan

in Journals

Journal of American History, Volume 83, Issue 1, June 1996, Pages 247–249, https://doi.org/10.2307/2945572

“The Liberty of Self-Degradation”: Polygamy, Woman Suffrage, and Consent in Nineteenth-Century America (December 1996)

Sarah Barringer Gordon

Journal of American History, Volume 83, Issue 3, December 1996, Pages 815–847, https://doi.org/10.2307/2945641

Review of African American Women in the Struggle for the Vote, 1850-1920 by Rosalyn Terborg-Penn (June 1999)

Jane Rhodes

Journal of American History, Volume 86, Issue 1, June 1999, Page 273, https://doi.org/10.2307/2567500

Review of Woman Suffrage and Women’s Rights by Ellen Carol DuBois (June 2001)

Louise M Newman

in Journals

Journal of American History, Volume 88, Issue 1, June 2001, Pages 215–216, https://doi.org/10.2307/2674975

Review of Suffragists in an Imperial Age: U.S. Expansion and the Woman Question, 1870-1929 by Allison L. Sneider (December 2008)

Tracey Jean Boisseau

in Journals

Journal of American History, Volume 95, Issue 3, December 2008, Page 866, https://doi.org/10.2307/27694455

The Incorporation of American Feminism: Suffragists and the Postbellum Lyceum (March 2010)

Lisa Tetrault

Journal of American History, Volume 96, Issue 4, March 2010, Pages 1027–1056, https://doi.org/10.1093/jahist/96.4.1027

Suffragettes and Soviets: American Feminists and the Specter of Revolutionary Russia (March 2014)

Julia L Mickenberg

Journal of American History, Volume 100, Issue 4, March 2014, Pages 1021–1051, https://doi.org/10.1093/jahist/jau004

Review of The Myth of Seneca Falls: Memory and the Women’s Suffrage Movement, 1848-1898 by Lisa Tetrault (September 2015)

Nicole Eaton

Journal of American History, Volume 102, Issue 2, September 2015, Pages 559–560, https://doi.org/10.1093/jahist/jav368

Review of Counting Women’s Ballots: Female Voters from Suffrage through the New Deal by J. Kevin Corder and Christina Wolbrecht (March 2018)

Eileen McDonagh

in Journals

Journal of American History, Volume 104, Issue 4, March 2018, Page 1043, https://doi.org/10.1093/jahist/jax493

Interchange: Women’s Suffrage, the Nineteenth Amendment, and the Right to Vote (December 2019)

Ellen Carol DuBois, Liette Gidlow, et al.

in Journals

Journal of American History, Volume 106, Issue 3, December 2019, Pages 662–694, https://doi.org/10.1093/jahist/jaz506

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Miss America

El periodo que transcurre entre los años 1960 y 1969 es uno de los más complejos en la historia estadounidense. Durante esos años, los Estados Unidos se embarcaron en una serie de procesos sociales, políticos y culturales que transformaron a la sociedad norteamericana. Los afro-americanos exigieron la igualdad social y política, los jóvenes se rebelaron contra las normas sociales, emergió una contracultura crítica del conformismo y de la sociedad de consumo, los homosexuales se organizaron en defensa de sus derechos, y los latinos y amerindios cuestionaron la marginación de que eran objeto.

PCOSW

La Presidential Commission on the Status of Women estaba presidida por Eleonor Roosevelt

Las mujeres se unieron a la ola de insatisfacción social que caracterizó a la década de 1960, reviviendo así el movimiento feminista.  Varios factores abonaron a ese renacer. Primero, en 1963, John Fitzgerald Kennedy  nombró una comisión presidencial para que estudiase la situación de las mujeres en los Estados Unidos. En su informe, la Presidential Commission on the Status of Women (PCSW), documentó que las mujeres enfrentaban las mismas injusticias que las minorías raciales. Las estadounidenses recibían una paga inferior que la de los hombre por tareas y trabajos similares, y tenían menos oportunidad de acceder a carrera profesional o gerencial. Según la comisión, sólo el 7% de los médicos eran mujeres y menos del 4% eran abogados. Los miembros de la Comisión sugirieron, con éxito, que la Ley de Derechos Civiles de 1964 prohibiera la discriminación por género. A pesar de ello, la Comisión de Igualdad en la Oportunidad en el Empleo se mostró reacia a hacer respetar la prohibición de la discriminación por sexo, lo que provocó que un grupo de mujeres fundaran, en 1966, la National Organization for Woman (NOW).  Esta agrupación buscaba cambiar la situación de las féminas a través de la presión en grupo, las demandas legales y la movilización de la opinión pública a favor de su causa.

The Feminine MystiqueEn 1963, Betty Friedan ­–una de las fundadoras de NOW– publicó un libro titulado The Feminine Mystique que ayudó a dar a conocer a la organización.  En su obra, Friedan cuestionó la domesticidad suburbana al criticar la idea generalizada de que la mayor realización a las que podían aspirar las mujeres era ser madres y esposas. La autora quería que las mujeres desarrollaran carreras profesionales que les permitieran encontrar su identidad como seres humanos. The Feminine Mystique ejerció una gran influencia entre las mujeres estadounidenses, pues hizo ver a muchas de ellas que no estaban solas, que su inconformidad era compartida por miles de congéneres y les dotó de un vocabulario para expresar su desazón.

La guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles también influyeron el desarrollo del movimiento feminista estadounidense. Miles de mujeres jóvenes estadounidenses se involucraron en los movimientos en contra de la guerra y de la discriminación racial. Ello les ayudó a ganar confianza y a desarrollar una ideología en contra de la opresión de que eran víctimas. En otras palabras, desarrollaron conciencia de su condición de ciudadanos de segunda clase y de la explotación sexual de que eran objeto por una sociedad controlada por los hombres. Además, entraron en contacto con estrategias y tácticas de protesta, que luego aplicaron en su lucha por la igualdad de los géneros.

 

Para 1968, las feministas militantes adoptaron una estrategia de concientización para cambiar la imagen que las mujeres tenían de sí mismas y de su sociedad. Para ello recurrieron a la celebración de pequeñas asambleas donde las mujeres compartían sus experiencias y exponían sus quejas, y entendían que su insatisfacción era compartida por otras mujeres. En otras palabras, las norteamericanas comenzaron a comprender que lo que ellas consideraban problemas personales eran realmente problemas de su género, que requerían soluciones sociales y políticas. Esta toma de conciencia llevó a muchas féminas desarrollar un sentido de hermandad y un compromiso de lucha en contra del sexismo.  Es así como se desarrollan grupos de liberación femenina a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos. Éstos adoptaron tácticas de confrontación que llamaran la atención pública, como irrumpir en el certamen de Miss America en 1968 para denunciar lo que estos grupos consideraban la degradación que sufrían las mujeres en los concursos de belleza. Los grupos de liberación femenina también crearon zafacones donde las mujeres podían arrojar los zapatos de tacón alto, fajas y otros “símbolos de la explotación femenina”. De igual forma, exigieron igualdad en la educación y en lugar de trabajo, crearon programas de salud y refugios para mujeres maltratadas y combatieron la imagen que los medios de comunicación reproducían de las mujeres.

El 26 de agosto de 1970 se llevó a cabo la mayor manifestación feminista de la historia en conmemoración de los cincuenta años de la aprobación del voto femenino. Ese día, miles de mujeres marcharon por las calles de diversas ciudades de los Estados en defensa de la igualdad en el empleo y el derecho al aborto.

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Para principios de la década de 1970, las feministas habían conseguido que los bancos otorgaran crédito a mujeres solteras y a nombre de mujeres casadas, y que muchas universidades aumentasen en el sueldo de cientos de profesoras universitarias. La presión femenina llevó al gobierno a vigilar la discriminación laboral en corporaciones que recibían fondos federales.

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Las feministas también abordaron el tema de la sexualidad femenina.  Para ellas, las mujeres debían tener control sobre su capacidad reproductiva y de ahí que recibieran con los brazos abiertos la llegada de la píldora anticonceptiva en 1960, pues ésta les permitía una mayor libertad sexual sin tener que enfrentar el riesgo de un embarazo. Muchas mujeres también presionaron favor de la legalización del aborto como un medio para evitar los riesgos asociados a la práctica ilegal de éste.

Norberto Barreto Velázquez

7 de marzo de 2018

 

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When Cigarettes Were Good for Women

by Blain Roberts

HNN  March 17, 2014

A recent advertisement in the Sports Illustrated swimsuit edition for blu eCigs, a popular brand of electronic cigarettes, hit what one public health expert has called “a new high in terms of chutzpah.” It is audacious, though a more literal description might be that the ad hit a new low: it’s a crotch shot, showing a woman’s body cropped from just above her pierced belly button to her mid-thighs. A miniscule black bikini bottom, adorned with the company’s logo, barely covers what’s underneath.  Posed provocatively around the bikini, the woman’s hands appear ready to remove the item of clothing, if you can call it that. The caption reads, “Slim. Charged. Ready to Go.”

Doctors and public health advocates worry about ads like these, which associate e-cigarettes with female sexuality in a bid to attract male consumers, especially teenage boys, who may be tempted to take up vaping and thus put themselves at risk for nicotine addiction.

Beyond the health consequences of such marketing tactics, anyone who cares about the effects of exploiting and sexualizing women’s bodies has obvious reason for concern, too. After all, the blu eCig model seems as much the commodity as the e-cigarette. She is objectified by the ad’s producers, as she will be, presumably, by its consumers as well.

Tobacco and women’s bodies have a long history, to which e-cigarettes (technically tobacco-less) are indebted. Yet this ad belies the complexity of this past. Surprisingly, the sexual sell in the tobacco market—and tobacco use itself—provided modern American women a way to lay claim to their desires, sexual and otherwise.

For years, Americans frowned upon both female tobacco use and female sexuality. Throughout the nineteenth century, the Victorian understanding of separate spheres, which deemed women morally superior and sexually passive, proscribed a variety of activities, like sex (outside of procreation), drinking, business, and politics. These pursuits and pleasures were for men, as was enjoying tobacco—whether it was by chewing it or smoking it in a pipe or cigar, all sensual activities that bordered on the sexual. Tobacco use was simply off-limits to respectable, middle-class women, white and black. Only prostitutes, actresses, and bohemians indulged in the tobacco habit, which sealed its association with a lack of womanly virtue.

Change came fitfully.  In the 1880s and ‘90s, the American Tobacco Company, the Durham, North Carolina, manufacturer that pioneered the selling of cigarettes, bucked traditional standards. It wasn’t that the company targeted potential female smokers; rather, it introduced salacious trade cards into cigarette packs to appeal to men. The cards featured pictures of women scantily dressed, at least by the conventions of the day. Uncovered arms and legs were in abundance, as were stockings, ribbons, and fringe. The cards were brazen acknowledgements of women’s sexuality. Respectable Americans were not ready, and critics pounced.

Image via Duke University Library.

Yet by the 1910s and ‘20s, a full-blown challenge to Victorianism was underway, with young women leading the charge. They demanded the right to bob their hair, wear cosmetics and short skirts, and, like their male peers, dance, drink alcohol, have sex, and, of course, smoke cigarettes. As Zelda Sayre Fitzgerald, a precocious teenage smoker and quintessential Jazz Age figure put it, flappers altered everything about their behavior and appearance and “went into the battle.”  The battle to break free from restrictive norms and assert their individuality was waged, and largely won, in cities and on college campuses, in cars and in nightclubs, and in tobacco advertising campaigns, which increasingly supported women’s new desires. Liggett and Myers, maker of Chesterfields, released a magazine ad in 1926 with the tag line “Blow Some My Way.” The illustration featured a woman gazing longingly at her cigarette-smoking companion.

Several years later, a woman in a Chesterfield spot, shown lighting her partner’s cigarette, said coyly,  «Somehow, I just like to give you a light.»  The Chesterfield slogan, «They Satisfy,» drove home the message: female sexuality and tobacco use were now celebrated.»

By the 1930s and ‘40s, the use of female sexuality to promote tobacco had even migrated to the tobacco farms of the Southeast. This region grew much of the tobacco sold in the United States, and during the lean years of the Depression, it needed to pump up demand. Trade boards sponsored beauty pageants for rural women (all white, given Jim Crow customs), who vied for the title of tobacco queen and sometimes competed in skimpy two-piece outfits made out of dried tobacco leaves. Hardly asked to shun the product, women and tobacco were one and the same.

This fact alone made the photographs taken of the beauties arresting, but the images were also suffused with sexual innuendo and phallic images. These photos show contestants and queens putting themselves up for evaluation and auction, like tobacco brought to market for sale. They leisurely puff on foot-long cigarettes and smoke corncob pipes as men, standing in intimate proximity, look on with rapt attention.  What these men were thinking was an open question. In one photograph from the mid-1940s, a North Carolina tobacco queen held a tobacco leaf over her breasts. It was obvious that with one movement she could have been topless.

Image via North Carolina Department of Archives.

Used for marketing purposes, these images were intended for tobacco consumers everywhere, but it’s worth emphasizing that this unusual iconography was intended, in part, to chip away at deep-rooted objections to female smoking in rural areas, where only 8 per cent of women smoked, compared to about 40 percent in cities. The photographs glamorized the sensuous pleasures of tobacco use, suggesting to farm women that smoking, and freer expressions of sexuality, were theirs to claim. Women in more conservative parts of America who subsequently picked up the tobacco habit thus redefined what it meant to be female in their communities.  In the South especially, where a Gordian knot of patriarchy and white supremacy depended upon the sexual subordination of women, this was not an inconsequential development.

All of this culminated in the famous Virginia Slims campaign, launched by the Richmond, Virginia-based Phillip Morris Company in 1968, to promote the new, slimmer cigarette made just for women. Capitalizing on the modern women’s movement, Phillip Morris embraced the language of feminism to demonstrate, as the tag line proclaimed, “You’ve Come a Long Way, Baby.” Ads contrasted the contemporary, sexually liberated woman, Virginia Slims in hand, with her oppressed female forebears. In one magazine spot, images of a turn-of-the century housewife suffering from the drudgery of household chores—like churning butter!—were paired with the tongue-in-cheek rhyme, “I want a girl, just like the girl that married Dear Old Dad. She’ll wash the floors, polish up the doors, and never make me mad. She won’t smoke or be a suffragette, she will always be my loving pet.” Underneath, the Virginia Slims smoker smiled knowingly at the reader.

The modern woman had come a long way, and tobacco, as this history demonstrates, had helped get her there. Still, there were clearly pitfalls in this strategy of advancing women’s emancipation. Lung disease and death seem a poor trade-off for not having to wash the floors.

Moreover, the line between sexual empowerment and sexual objectification was a thin one, easily transgressed. Sometimes it was difficult to determine who controlled the sexuality on display. The recent blu eCigs advertisement highlights this problem in a striking way: it’s hard to argue that the bikini-clad woman is empowered when you can’t even see her face. This ad, in short, provides a cautionary reminder. When it comes to fighting for women’s liberation, we must be careful in selecting our weapons.

Blain Roberts is associate professor of history at California State University, Fresno. She is the author of Pageants, Parlors, and Pretty Women:  Race and Beauty in the Twentieth-Century South

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