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Archive for junio 2023

El 16 de junio murió Daniel Ellsberg. Como ya comentamos en una entrada anterior (El legado de  Daniel Ellsberg), Ellsberg sufría de cáncer de pancreas en etapa terminal, lo que no evitó que continuara opinando y criticando la política exterior de Estados Unidos como lo hizo por más de cincuenta años. Para mí, ya lo he dicho en varias ocasiones, Ellsberg es uno de los grandes héroes estadounidense. Fue una de esas personas que arriesga su libertad por hacer lo que considera correcto y, sobre todo, necesario. Y pagando un alto precio por ello.

Como una homenaje comparto esta nota, de la pluma del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez,  publicada en el diario El País.


Daniel Ellsberg, whistleblower behind historic Pentagon Papers, dies at 92  : NPR

Digresiones sobre la muerte de Daniel Ellsberg

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

El País 21 de junio de 2023

La noticia de la muerte de Daniel Ellsberg me sorprendió en París, y en esa casualidad hubo para mí una suerte de simetría privada. Ellsberg, como lo sabrán sin duda quienes hayan seguido la prensa de estos días, se hizo célebre en 1971, cuando decidió filtrar a los grandes diarios de Estados Unidos 7.000 páginas de documentos clasificados. Para ser precisos, se trataba de 3.000 páginas de análisis histórico y 4.000 de documentos del gobierno, todos organizados en 47 volúmenes. Y lo que había en ellos era un estudio secreto de la historia norteamericana en Vietnam: un encargo del secretario de Guerra, Robert McNamara, que no se hizo con la intención de que viera la luz, a pesar de lo que se alegó más tarde. Hoy conocemos esos documentos filtrados con palabras que forman parte de nuestra mitología, los Papeles del Pentágono, pero su título oficial era más largo: Informe del Grupo de Trabajo sobre Vietnam de la Oficina del Secretario de Defensa. Uno de esos títulos que consiguen ser, extrañamente, banales y ominosos al mismo tiempo.

Pues bien, uno de los primeros asuntos de los que se ocupaba el estudio, cronológicamente hablando, era la intervención norteamericana en la guerra de Indochina, que en el informe se llama guerra franco-viet-minh y que los vietnamitas llaman guerra de resistencia contra Francia. Para los franceses del presente, los Papeles del Pentágono son también eso: la memoria difícil de esos años de colonialismo que dejaron bellas novelas de Marguerite Duras, un puñado de artículos de Albert Camus, una escena extraordinaria de  Apocalipsis ahora (pero solo en la versión restaurada) y un país que no se pone de acuerdo sobre la interpretación de lo sucedido. Ni siquiera Camus se escapa de la incomodidad de las revisiones. Y se entiende. En 1945 escribió: “Si no queremos perder nuestro imperio, hay que dar a nuestras colonias la democracia que reclamamos para nosotros mismos”. Las palabras de Camus, que fue siempre de una lucidez sobrenatural, no suelen envejecer de mala manera; pero hay que reconocer que a estas, o por lo menos a esos posesivos, les ha pasado el tiempo con menos impunidad que a otras.

Muere Daniel Ellsberg, quien filtró los "Papeles del Pentágono"

Sea como sea: los Papeles del Pentágono revelaron, entre otras cosas, que Truman le había prestado ayuda militar a Francia. Y de esto se habló en París este fin de semana, cuando nos enteramos de la muerte de Ellsberg, y por eso digo que hay una cierta simetría privada en el hecho banal de que la noticia de su muerte me haya llegado impresa en periódicos franceses. En los medios de otros países, por lo que he podido ver, no se habla del capítulo francés de los Papeles del Pentágono; y no es para sorprenderse, por supuesto, porque ese aspecto apenas ocupa una pequeña sección del terremoto que causaron las filtraciones. Pero he estado pensando que la de Ellsberg es una de esas vidas que parecen hablar de muchas cosas muy diversas al mismo tiempo, o que lanzan canales de comunicación hacia muchas de las cosas que nos conciernen en determinado momento, aunque no guarden una conexión aparente. Estas vidas suelen marcar un momento histórico, y sus hechos tienen influencias ocultas: mucho más allá de su radio de acción.

Por ejemplo: en este fin de semana he hablado mucho de Wikileaks, de Chelsea Manning, de Edward Snowden. Y más de uno habrá revisado nuestra relación, que nunca es fácil, con los hombres y mujeres que en inglés se llaman whistleblowers: los denunciantes o informantes (esta palabra me gusta más) que toman riesgos enormes por que se sepan verdades incómodas. A veces se equivocan y a veces cometen excesos, pero suelen ser gente de un valor infrecuente, responsables de que no siempre se salgan con la suya los poderosos sin escrúpulos o los que abusan de su poder. Y suelen con frecuencia actuar con plena conciencia del daño que se causarán al hacer sus denuncias, y eso es doblemente sorprendente por tratarse (también con frecuencia) de hombres y mujeres que no estaban destinados a convertirse en denunciantes. Así le ocurrió a Daniel Ellsberg. Nada, en principio, anunciaba que alguien como él pudiera ser uno de estos individuos: un héroe de la contracultura y un traidor para el establecimiento.

Pentagon Papers editorial cartoon, August 1971 |Había nacido en una familia judía y conservadora que se convirtió en algún momento a la ciencia cristiana. Se graduó con honores de Harvard y fue un marine distinguido, un disciplinado funcionario del Estado y un defensor a ultranza de las políticas norteamericanas de la Guerra fría. A mediados de los sesenta, después de una temporada en el Pentágono, pasó dos años en Vietnam del Sur como miembro del Departamento de Estado, y fue al volver de ese viaje cuando recibió el encargo del secretario McNamara. Para cuando terminó de compilar los documentos del escándalo futuro, ya había conocido a un puñado de pacifistas que daban conferencias y organizaban marchas contra la guerra, y empezaba a preguntarse —podemos suponer— lo mismo que se preguntó Norman Mailer en el título de un libro, ¿Por qué estamos en Vietnam? Tal vez ya había llegado a su íntima respuesta: por una mentira, elaborada desde las más altas instancias de poder y mantenida a pesar de que todos los días le costaba la vida a más de un norteamericano. Por no hablar de los vietnamitas.

La epifanía definitiva vino en 1969. Ellsberg asistió al discurso de un joven que se había negado a ser reclutado en el ejército y estaba a punto de ir a la cárcel por ello, y lo oyó aceptar su suerte con orgullo. Eran las palabras que necesitaba oír; y las oyó, aparentemente, en el momento en que necesitaba oírlas. Después del discurso, según contaría años más tarde, Ellsberg encontró unos lavabos donde no había nadie, se sentó en el suelo y se puso a llorar. Cerca de un año más tarde empezó a fotocopiar los papeles secretos y a distribuir los documentos entre senadores que habían criticado la guerra, creyendo sin duda que todavía podía hacer su denuncia dentro del sistema. No fue así. En 1971, ante la evidencia cada día más incontestable de que su actitud no caía bien, de que se estaba granjeando enemistades peligrosas y de que además estaba cometiendo un delito, se puso en contacto con un periodista de The New York Times.

El resto ya se conoce de sobra: la demanda del Estado para que los documentos no se publicaran, el fallo que ha definido durante medio siglo la relación de Estados Unidos con la libertad de prensa, y un ensayo de Hanna Arendt —La mentira en política— que debería leer todo el que aspire a ser un ciudadano consciente. El ensayo marcó un momento de la conversación pública en Estados Unidos, y es elocuente que una editorial atenta lo haya reeditado hace unos pocos años: después de que las catástrofes electorales de 2016 nos pusieran colectivamente a pensar en la mentira como forma de hacer política, en nuestra vulnerabilidad ante ella y en lo difícil que es combatirla. Y ahora resulta, para más conexiones, que el principal mentiroso de la historia norteamericana, el señor Donald Trump, acaba de ser imputado por 37 delitos penales, todos relacionados con su manejo de documentos confidenciales o clasificados. Y la ley que se ha usado para imputarlo es la misma que se usó para acusar —sin éxito, por fortuna— a Daniel Ellsberg: la ley de espionaje de 1917.

No se puede decir que la historia no tenga sentido del humor.

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Tuve el gusto de conversar con el colega Moisés Rodríguez Escobar sobre la historia de las relaciones de América Latina y Estados Unidos, como parte del podcast Historias de Bolsillo de la Universidad de Salamanca. Este podcast, con más de 150 episodios en cinco temporadas, está dedicado  a divulgar temas históricos de forma interesante y dinámica.

Los interesados pueden escuchar el episodio en iVoox o en Spotify.

 

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El 10 de junio de 1963, John F. Kennedy (JFK) fue el orador invitado a la ceremonia de graduación de American University. Ese día el presidente pronunció el que tal vez sea no solo uno de sus mejores discursos, sino también el más valiente. Ante los jóvenes recién graduados que le observaban, Kennedy invitó a sus conciudadanos a repensar la lógica imperante del conflicto bilateral con la Unión Soviética con un solo fin: promover una paz duradera.

En este corto escrito, los periodistas Katrina van den Heuvel y James Carden analizan el discurso de JFK y vinculan su contenido con el actual contexto de la guerra en Ucrania, y la creciente conflictividad ruso-estadounidense. Para los autores, la administración Biden podría aprender mucho de las palabras que pronunció JFK en el verano de 1963, especialmente,  para evitar que la guerra en Ucrania degenere en un conflicto entre potencias nucleares.

Katrina Van den Heuvel es la editora de la revista The Nation. También ha editado o coeditado varios libros, incluyendo The Change I Believe In: Fighting for Progress in the Age of Obama (2011), Meltdown: How Greed and Corruption Shattered Our Financial System and How We Can Recover (2009), Taking Back America – and Taking Down the Radical Right (2004) y Voices of Glasnost: Interviews with Gorbachev’s Reformers (1990). James W. Carden es un escritor colaborador para asuntos exteriores de la revista de The Nation. Se desempeñó como asesor de políticas comol Special Representative for Intergovernmental Affairs and the Office of Russian Affairs at the U.S. Department of State. Sus escritos ha aparecido en Los Angeles Times, Quartz,  The American Conservative y The National Interest.


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¿Qué tipo de paz buscamos? A los 60 años de ser pronunciado, el discurso de JFK nunca pasa de moda

Katrina van den Heuvel y James Carden

Responsible Statecraft  9 de junio de 2023

El 10 de junio se cumplen 60 años desde que el presidente estadounidense John F. Kennedy pronunció una crítica mordaz de la  Guerra Fría y su mentalidad en un discurso de graduación en el campus de la American University (AU) en Washington, DC.

En él, Kennedy expuso su visión de cómo podría ser la paz en la era nuclear.

“¿Qué tipo de paz buscamos?”, preguntó.

“No es una Pax Americana impuesta en el mundo por las armas de guerra estadounidenses. No la paz de la tumba o la seguridad del esclavo. Estoy hablando de paz genuina, el tipo de paz que hace que la vida en la tierra valga la pena vivirla, la que permite a los hombres y las naciones crecer y esperar y construir una vida mejor para sus hijos, no solo paz para los estadounidenses, sino paz para todos los hombres y mujeres, no simplemente paz en nuestro tiempo, sino paz para todos los tiempos”.

Para Kennedy, el espectro de la guerra nuclear, al que Estados Unidos y la URSS muy cerca en durante la crisis de los misiles cubanos, hizo que la búsqueda de la paz con el adversario soviético fuera un imperativo. Sin embargo, fue uno que puso al joven presidente en desacuerdo,  tal vez fatalmente, con el establishment de seguridad nacional, militar e inteligencia.

Pero en la UA, Kennedy propuso directamente al pueblo estadounidense una política sensata, racional y, sobre todo, ética de la Guerra Fría.

“Hablo de la paz”, dijo Kennedy, “como el fin necesario y racional de los hombres racionales. Me doy cuenta de que la búsqueda de la paz no es tan dramática como la búsqueda de la guerra, y con frecuencia las palabras del que busca la paz caen en oídos sordos. Pero no tenemos una tarea más urgente”.

Y Kennedy, en el transcurso de su presidencia, y para gran consternación del Pentágono y la CIA, encontró un socio muy improbable en esa búsqueda, el líder soviético Nikita Khrushchev. En el transcurso de una serie de crisis entre Estados Unidos y la Unión Soviética (  la Bahía de Cochinos,  la cumbre de Viena y la crisis de Berlín), Kennedy y Jruschov habían desarrollado una relación que nos ayudó a alejarnos del apocalipsis durante la crisis de los misiles cubanos. Y después  de esa crisis, los dos comenzaron a trabajar hacia un Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares.

Kennedy se dio cuenta de que el progreso dependía de ver al otro como podríamos desear que nos vieran, en otras palabras, de la empatía.

“Ningún gobierno o sistema social es tan malvado”, dijo Kennedy, “que su gente debe ser considerada como carente de virtud”.

Words, Not Weapons: JFK Shows Ceremonial Messages Can Initiate Peace |  National Communication Association“Por lo tanto, no seamos ciegos a nuestras diferencias, sino que también dirijamos la atención a nuestros intereses comunes y a los medios por los cuales esas diferencias pueden resolverse. Y si no podemos poner fin ahora a nuestras diferencias, al menos podemos ayudar a que el mundo sea seguro para la diversidad. Porque, en el análisis final, nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos apreciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales”.

Tal forma de pensar sobre el actual adversario ruso está ahora notablemente ausente en los pasillos del poder del Washington de Joe Biden.

De hecho, en nuestra opinión, el discurso de Kennedy ahora se erige como una acusación importante de cuán lejos en la dirección equivocada han viajado las recientes administraciones demócratas en las décadas posteriores al discurso de Kennedy. Si bien ambos hemos condenadola invasión rusa de Ucrania, somos conscientes del fracaso de la administración Biden para buscar vías diplomáticas para prevenir y poner fin a la guerra.

Hoy estamos peligrosamente cerca  de la escalada nuclear mientras la administración ignora las líneas rojas que estableció y sucumbe a una variedad de halcones al aceptar enviar F-16 a Ucrania. Uno solo puede esperar que el mensaje del presidente Kennedy, entregado hace seis décadas este sábado, de alguna manera sea entendido por una nueva generación dentro y fuera de Washington DC, y tenga un impacto en el curso de la guerra y la paz.

Traducción: Norberto Barreto Velázquez

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La historiadora estadounidense Heather Cox Richardson no es una autora ajena a esta bitacora. Por el contrario, he compartido varios de sus columnas diarias por lo instructivo y atinado de sus comentarios y, sobre todo, por usar el pasado para darle sentido a la actualidad estadounidense.

En este ocasión comparto un escrito analizando y comentando un panfleto publicado por el Departamento de Guerra de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, definiendo y caracterizando al fascismo para las tropas estadounidense. Cox Richardson escribe este texto como parte de la conmemoración del Memorial Day, día festivo dedicado a los veteranos norteamericanos.

La descripción que hace el panfleto del fascismo es, realmente, extradordinaria y muy pertinente en momentos en que la sociedad nortamericana vive una gran polarización y un fortalecimiento de la derecha más extrema.

Como el Departamento de Guerra en marzo de 1945, a Cox Richardson le preocupa que sus conciudadanos entiendan que el fascismo es, en pleno siglo XXI, una amenaza para la  que deben estar listos para combatir. Para ello es necesario conocer sus caracterítcas y estrategias. De ahí la relevancia de lo que hace casi ochenta años se le trato de inculcar a la tropa.


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29 de mayo de 2023

Heather Cox Richardson

30 de mayo de 2023

A partir de 1943, el Departamento de Guerra publicó una serie de panfletos para el personal del Ejército de los Estados Unidos en el teatro europeo de la Segunda Guerra Mundial. Titulada Army Talk, la serie fue diseñada “para ayudar [al personal] a convertirse en hombres y mujeres mejor informados y, por lo tanto, mejores soldados”.

El 24 de marzo de 1945, el tema de la semana fue “¡FASCISMO!”

“Están lejos de casa, separados de sus familias, ya no en un trabajo civil o en la escuela y muchos de ustedes están arriesgando sus propias vidas”, explicaba el panfleto, “debido a una cosa llamada fascismo”. Pero, la publicación preguntó, ¿qué es el fascismo? “El fascismo no es lo más fácil de identificar y analizar”, decía, “ni, una vez en el poder, es fácil de destruir. Es importante para nuestro futuro y el del mundo que tantos de nosotros como sea posible comprendamos las causas y prácticas del fascismo, para combatirlo”.

El fascismo, explicaba el documento del gobierno de Estados Unidos, “es un gobierno de unos pocos y para unos pocos. El objetivo es la toma y el control de la vida económica, política, social y cultural del Estado”. “El pueblo dirige gobiernos democráticos, pero los gobiernos fascistas dirigen al pueblo”.

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“Los principios básicos de la democracia se interponen en el camino de sus deseos; Por lo tanto, ¡la democracia debe desaparecer! Cualquiera que no sea miembro de su pandilla interna tiene que hacer lo que se le dice. No permiten libertades civiles, ni igualdad ante la ley”. “El fascismo trata a las mujeres como simples criadoras. ´Los niños, la cocina y la Iglesia´, era el eslogan nazi para las mujeres”, decía el panfleto.

Los fascistas “hacen sus propias reglas y las cambian cuando quieren… Se mantienen en el poder mediante el uso de la fuerza combinada con propaganda basada en ideas primitivas de “sangre” y “raza”, mediante la hábil manipulación del miedo y el odio, y mediante falsas promesas de seguridad. La propaganda glorifica la guerra e insiste en que es inteligente y ´realista´ ser despiadado y violento”.

Los fascistas entendieron que “el principio fundamental de la democracia, la fe en el sentido común de la gente común, era el opuesto directo del principio fascista del gobierno de unos pocos de élite”, explicó, “así que lucharon contra la democracia … Enfrentaron a grupos políticos, religiosos, sociales y económicos y tomaron el poder mientras estos grupos luchaban”.

Los estadounidenses no deberían dejarse engañar pensando que el fascismo no podría llegar a Estados Unidos, advertía el panfleto; después de todo, “una vez nos reímos de Hitler como un pequeño payaso inofensivo con un bigote divertido”. Y, de hecho, Estados Unidos había experimentado “lamentables casos de sadismo de la mafia, linchamientos, vigilantismo, terror y supresión de las libertades civiles. Hemos tenido nuestras pandillas encapuchadas, Legiones Negras, Camisas de Plata e intolerantes raciales y religiosos. Todos ellos, en nombre del americanismo, han utilizado métodos y doctrinas antidemocráticas que… puede ser identificado correctamente como ´fascista´“.

El Departamento de Guerra pensó que era importante que los estadounidenses entendieran las tácticas que los fascistas usarían para tomar el poder en los Estados Unidos. Tratarían de ganar poder “bajo el disfraz de ´superpatriotismo´ y ´superamericanismo´“. Y usarían tres técnicas:

Primero, enfrentarían a grupos religiosos, raciales y económicos entre sí para romper la unidad nacional. Parte de ese esfuerzo para dividir y conquistar sería una “´campaña de odio´ bien planificada contra razas minoritarias, religiones y otros grupos”.

En segundo lugar, negarían cualquier necesidad de cooperación internacional, porque eso iría en contra de su insistencia en que sus partidarios son mejores que todos los demás. “En lugar de la cooperación internacional, los fascistas buscan sustituir un tipo pervertido de ultranacionalismo que le dice a su pueblo que son los únicos en el mundo que cuentan. Con esto va el odio y la sospecha hacia la gente de todas las demás naciones”.

En tercer lugar, los fascistas insistirían en que “el mundo no tiene más que dos opciones: el fascismo o el comunismo, y etiquetan como ´comunistas´ a todos los que se niegan a apoyarlos”.

Captura de pantalla 2023-06-01 a la(s) 22.43.21Es “de vital importancia” aprender a detectar fascistas nativos, dijo el gobierno, “a pesar de que adoptan nombres y consignas con atractivo popular, se cubren con la bandera estadounidense e intentan llevar a cabo su programa en nombre de la democracia que están tratando de destruir”.

La única manera de detener el ascenso del fascismo en los Estados Unidos, dice el documento, “es haciendo que nuestra democracia funcione y cooperando activamente para preservar la paz y la seguridad mundiales”. En medio de la inseguridad del mundo moderno, el odio en la raíz del fascismo “cumple una triple misión”. Al dividir a la gente, debilita la democracia. “Al hacer que los hombres odien en lugar de pensar”, les impide “buscar la causa real y una solución democrática al problema”. Al prometer falsamente prosperidad, atrae a la gente a abrazar su seguridad.

“El fascismo prospera en la indiferencia y la ignorancia”, advirtió. La libertad requiere “estar alerta y en guardia contra la violación no solo de nuestra propia libertad sino de la libertad de todos los estadounidenses. Si permitimos que la discriminación, el prejuicio o el odio roben a cualquiera sus derechos democráticos, nuestra propia libertad y toda democracia se ven amenazadas”. Y si “queremos asegurarnos de que el fascismo no llegue a Estados Unidos, debemos asegurarnos de que no prospere en ninguna parte del mundo”.

Setenta y ocho años después de la publicación de “¡FASCISMO!” con su programa para reconocer ese sistema político y evitar que se apodere de los Estados Unidos, el presidente Joe Biden hoy en el Cementerio Nacional de Arlington en Arlington, Virginia, honró a aquellos que dieron sus vidas luchando para preservar la democracia. “En este día, nos reunimos nuevamente para reflexionar, recordar, pero sobre todo, para volver a comprometernos con el futuro por el que lucharon nuestros héroes caídos, … Un futuro basado en la libertad, la democracia, la igualdad, la tolerancia, la oportunidad y… justicia”.

“El monumento más verdadero a sus vidas”, dijo el presidente, es actuar “todos los días para garantizar que nuestra democracia perdure, nuestra Constitución perdure, y el alma de nuestra nación y nuestra decencia perduren”.

Traducido por Norberto Barreto Velázquez

Referencias:

https://onlinebooks.library.upenn.edu/webbin/serial?id=armytalks

War Department, “Army Talk 64: FASCISM!” March 24, 1945, athttps://archive.org/details/ArmyTalkOrientationFactSheet64-Fascism/mode/2up

https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2023/05/29/remarks-by-president-biden-at-the-155th-national-memorial-day-observance/

https://twitter.com/WhiteHouse/status/1663379851716198400

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